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La inmortalidad también fue vida - Diario de Sayaka
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Re: La inmortalidad también fue vida - Diario de Sayaka
He visto que los humanos tienden a escribir sus memorias cuando tienen una cierta edad. Como humana, soy muy joven, pero tengo más recuerdos de los que ningún humano puede siquiera anhelar. Y en algún momento de mi existencia, he sido inmortal. He pasado mucho tiempo escribiendo las escrituras sagradas que los reoraf estudiarían más adelante. Mis elegidos más ancianos, para ser precisa. Aquellos que alcanzaban tal longevidad que recibían mi don, gracias a lo cual podían ser capaces de comprender las escrituras. Me ha costado mucho aprender el idioma mortal de escritura, seguramente tanto como a ellos les costaría entender mi idioma natal. Pero ahora que soy humana, mi vida terminará pronto, al menos pronto considerando todo lo que he vivido antes, y siento que mi elegido no ha tenido tiempo de conocer todo lo que necesita saber sobre este mundo. Por esa razón escribiré en el idioma mortal: mi elegido podrá aprender nuestro lenguaje, pero le llevará un tiempo que este planeta no puede permitirse.
Cuando nací, la isla estaba desierta, era sólo tierra. Cuenta mi madre que en el momento en que toqué el suelo, la vegetación y el agua recorrieron la isla, y cuando abrí los ojos comenzaron a crecer las flores y los árboles. Luego nacieron mis hermanas, y entre las tres dimos forma a Werth. Nuestro patio de juegos se convirtió en un templo sagrado al que acudían los primeros reoraf, cuando aún necesitaban de nuestros cuidados para sobrevivir. He creado todos los seres vivos de Werth, algunos por sugerencia de mis hermanas, otros por entera imaginación mía. Recuerdo que me llevó mucho tiempo aprender a utilizar mis alas, y cuando pude hacerlo me dediqué a conocer el mundo. Así conocí a los humanos, y ellos me conocieron. Descubriría luego por qué me observaban maravillados. Resulta que mi aspecto de aquel entonces era similar a los que los humanos llamaban "Emisarios". Viví entre los humanos un tiempo, siendo casi venerada, para conocer sus costumbres, para poder asentar buenas bases para la vida de los reoraf. Al volver a casa, Sast estuvo de acuerdo con mis ideas para la cultura de los reoraf, pero a Husge le parecieron demasiado débiles, flojas, sin sustancia.
No pasaría mucho hasta que los reoraf fuesen suficientes como para vivir por sí mismos, y entonces fue cuando comenzó la tarea de repartirnos a los recién nacidos para elegir qué tipo de vida llevarían. También fue en ese momento que creé la ley del objeto primero del amor, porque mi madre me aseguró que llegaría un momento en que el Creador seguramente atacaría la isla, y necesitábamos a alguien lo suficientemente fuerte como para hacerle frente. Mi madre creía que, aunque fuesen independientes, los reoraf debían ser protegidos, por lo que asignó a los demonios que la ayudaron a conquistar Werth para que protegiesen a los nuevos seres. Realmente se la veía preocupada por su seguridad, y convivir entre los humanos me dio la idea de proteger los sentimientos del reoraf, por lo que pedí a los demonios guardianes que protegieran al reoraf ante cualquier tipo de sufrimiento. Mis hermanas estuvieron de acuerdo, determinando así el rol de los demonios guardianes. Sin embargo, nuestros elegidos eran muy distintos. Cada una eligió un anciano para que instruyese a los jóvenes sobre cómo debían vivir, dando así origen a los 3 Grandes Sabios y a los diversos rituales que nuestros elegidos debían llevar a cabo.
Cuando nací, la isla estaba desierta, era sólo tierra. Cuenta mi madre que en el momento en que toqué el suelo, la vegetación y el agua recorrieron la isla, y cuando abrí los ojos comenzaron a crecer las flores y los árboles. Luego nacieron mis hermanas, y entre las tres dimos forma a Werth. Nuestro patio de juegos se convirtió en un templo sagrado al que acudían los primeros reoraf, cuando aún necesitaban de nuestros cuidados para sobrevivir. He creado todos los seres vivos de Werth, algunos por sugerencia de mis hermanas, otros por entera imaginación mía. Recuerdo que me llevó mucho tiempo aprender a utilizar mis alas, y cuando pude hacerlo me dediqué a conocer el mundo. Así conocí a los humanos, y ellos me conocieron. Descubriría luego por qué me observaban maravillados. Resulta que mi aspecto de aquel entonces era similar a los que los humanos llamaban "Emisarios". Viví entre los humanos un tiempo, siendo casi venerada, para conocer sus costumbres, para poder asentar buenas bases para la vida de los reoraf. Al volver a casa, Sast estuvo de acuerdo con mis ideas para la cultura de los reoraf, pero a Husge le parecieron demasiado débiles, flojas, sin sustancia.
No pasaría mucho hasta que los reoraf fuesen suficientes como para vivir por sí mismos, y entonces fue cuando comenzó la tarea de repartirnos a los recién nacidos para elegir qué tipo de vida llevarían. También fue en ese momento que creé la ley del objeto primero del amor, porque mi madre me aseguró que llegaría un momento en que el Creador seguramente atacaría la isla, y necesitábamos a alguien lo suficientemente fuerte como para hacerle frente. Mi madre creía que, aunque fuesen independientes, los reoraf debían ser protegidos, por lo que asignó a los demonios que la ayudaron a conquistar Werth para que protegiesen a los nuevos seres. Realmente se la veía preocupada por su seguridad, y convivir entre los humanos me dio la idea de proteger los sentimientos del reoraf, por lo que pedí a los demonios guardianes que protegieran al reoraf ante cualquier tipo de sufrimiento. Mis hermanas estuvieron de acuerdo, determinando así el rol de los demonios guardianes. Sin embargo, nuestros elegidos eran muy distintos. Cada una eligió un anciano para que instruyese a los jóvenes sobre cómo debían vivir, dando así origen a los 3 Grandes Sabios y a los diversos rituales que nuestros elegidos debían llevar a cabo.
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