Historias de dragones

La gente podía considerar a Zeiss un inútil en muchos aspectos de la vida cotidiana - él no desmentía nada -, pero era innegable que a la hora de recaudar información el joven ladrón se desenvolvía bastante bien.

¿Cuántos días habían pasado desde que llegara? Relativamente pocos. No los había contado. Después del desembarque en el Triskel, había pasado varios ciclos bastante apático, sin demasiadas ganas de moverse, pero sin duda aquello habían sido sólo las secuelas del duro viaje. Inmediatamente había comenzado a dejarse ver por Trinacria, o más bien por las zonas del Arrabal, a hablar con los vecinos, a considerar con ojo crítico las viviendas de los más adinerados. Su arquitectura no le disgustaba. Consideró que lo que encontraría en su interior tampoco sería decepcionante.

Charlando con unos y con otros, haciéndose un poco el tonto, otras veces exageradamente adulador, quiso saber dónde estaba (pues en el momento no lo tenía tan claro), y qué cosas interesantes podía hacer por la zona. En alguna charla de taberna alguien le habló brevemente de las leyendas según las cuales las montañas de Valanderiel habían sido en el pasado la morada de dragones.
Y Zeiss olvidó las casas del centro de Trinacria.

Se desenvolvía bastante bien con la informa... cuando la información que recaudaba no resultaba ser parcialmente falsa.

El ladrón no dejaba de relacionar a los dragones con los tesoros que muchas veces custodiaban. Recordó sus variadas travesías de reino en reino y la vez en que él y su hermano habían proyectado despojar a uno de aquellos lagartos de sus riquezas, cansados de robar a los humanos lo que en realidad eran joyas falsas que luego no conseguían vender. La jugada no les había salido bien.
Pero aquella vez no habrían dragones; sólo tesoros.

No le costó mucho decidir poner rumbo hacia la isla norte, y pronto se encontró de cara con el primero de los problemas que se cruzaría: el bosque. Nadie le había dicho que era tan extenso, nadie le había dicho que era tan espeso. Zeiss no era amante de la vegetación. Era demasiado complicada, aunque debía agradecerle las veces que le había ocultado entre sus hojas.
Procuró avanzar hacia el norte por el borde de la isla, evitando adentrarse en zonas boscosas, desconocidas y probablemente peligrosas, hasta que, habiendo podido apreciar desde su posición una montaña no demasiado distante, no tuvo más remedio que variar el rumbo.

A pesar de todo, el trecho a recorrer le causó problemas. Cuando estaba a punto de alcanzar el pie de la montaña, su capa se enganchó en unas zarzas y Zeiss se vio obligado a hacer un alto. Sentandose en el suelo, algo desanimado, se le ocurrió que lo que necesitaba era un compañero que apartase a las malas hierbas por él.

Hyou se acababa de despertar, y el hambre ya comenzaba a hacer estragos. Tenía suerte de ser una cría y no necesitar demasiada comida. Antes de salir, se transformo en humano, pues elfos habitaban el bosque y no era conveniente que nadie supiese de su existencia, cogió su capa y se la puso junto a su bolsa de viaje. Hambriento, salió Ipso facto de su caverna hacia la ladera norte de la montaña en la que se encontraba.

Allí cerca había un pequeño lago donde los animales solían reunirse tras la comida a beber. Hyou, transformado en humano, se acercó muy sigilosamente y escondido tras un pequeño arbusto esperó a que los animales se dispersasen y quedase alguno atrás. No convenía atacar en el momento pues la confusión podía provocar que se quedase sin su ansiada comida. Transcurridos unos largos minutos, aquella multitud animal empezó a despejarse hasta que un ciervo quedó bebiendo. Ese era el momento, Hyou echó un ligero vistazo a su alrededor para comprobar que no había nada ni nadie que pudiese verle, se quitó la capa, reveló tanto sus alas como su forma original, y con el impulso de sus pequeñas alas se abalanzo planeando hacia el ciervo derribándolo en el momento. El ciervo había caído y esa había sido su perdición. Lo mató aplastándole la cabeza con el mero peso de su cuerpo. No quería arriesgarse a dejarlo vivo si lo atacaba con sus garras o con sus dientes. Una vez muerto, volvió a su forma humana, cogió su capa y arrastro al ciervo hasta el árbol mas cercano.

Tras la comida, Hyou se subió al árbol y apoyándose en un par de ramas, cerró sus ojos para sentir mas tranquilamente la dulce brisa del bosque. El pequeño dragón se quedó allí dormido encima del árbol mientras hacia la digestión pero un pequeño ruido le sacó de sus sueños. Algo parecía moverse cerca del árbol y é no tardó en comprobar lo que era. Resultó ser un individuo de pelo largo, visiblemente lila y sujeto por un pañuelo morado y de ropas de similar color, cuya capa se había quedado atascada en unas zarzas. Le resultaba entretenido ver como aquel individuo se peleaba con las zarzas y el desanimo le embargaba. Poniéndose la capucha de su capa, Hyou hizo un pequeño ruido con las ramas y le preguntó con curiosidad:

-¿Qué haces en estos bosques alejados de cualquier pueblo o ciudad?

Acababa de liberar su capa de las zarzas y se dedicaba a mirarlas con gesto desaprobador cuando el sonido de unas ramas le hizo levantar la vista. Lo que se encontró al hacerlo fue un hombre de su edad aproximádamente, encaramado a un árbol. Por lo que parecía, era un tipo curioso.

- Bonitos ojos - le saludó, siempre atento a los detalles.

Aquella formalidad cumplida, Zeiss, sin levantarse, modificó su posición hasta quedar mirando al desconocido. Estiró las piernas y llevó los brazos hacia atrás, apoyando en ellos el peso de su cuerpo para poder mirar hacia arriba sin que su cuello se quejara por ello. Su expresión era animada, quizás algo traviesa, pero no desconfiada.

- ¿Qué hace un hombre de tu edad subido a un árbol? - fue su contestación a la pregunta -. Debería darte vergüenza. Un día de estos te caerás y te harás daño.

No creía que los peligros del bosque fueran tales como para que aquella medida resultara necesaria.
Sonrió tontamente al hombre.

-Si, son bonitos, más que los tuyos.

Le sonrió sin malicia alguna mientras agarrándose de una rama, quedó colgando y se dejó caer al suelo para aterrizar de pie junto a aquel individuo. Dio un par de vueltas a su alrededor inspeccionándole detenidamente.

-Además ¿qué edad? Ni que fueses mi padre...

Decía mientras su cara adquiría una expresión de niño enfurruñado tras una reprimenda de sus padres

-Lo hago siempre y nunca me hago daño.

Tras decir eso, su actitud cambió a una más curiosa, comenzó a olerlo un poco y tras eso se sentó a su lado con una sonrisa picaresca. Aquel hombre no le transmitía hostilidad, podría ser peligroso pero a él no se lo parecía y eso le bastaba para por lo menos no desconfiar de él. Tras su breve siesta, le había picado un poco el hambre de nuevo así que alargo el brazo para coger lo poco que quedaba de ciervo y así calmar su apetito. Mientras remataba lo que quedaba, miró nuevamente a aquel sujeto.

-¿Qué haces por aquí?

Hyou se terminó lo que quedaba sin siquiera ofrecerle algo al hombre y cambio su expresión a una seria

-No pareces haber recorrido este tipo de terrenos demasiado, ni tampoco saber hacerlo - soltó una pequeña risa - así que algo te traerá por aquí y este bosque de elfos, que a la mínima que te descuides y hagas algo "malo", encontraras una flecha suya entre tus ojos.

Con esto, le miró seriamente esperando impacientemente , disimuladamente, su respuesta.

Supuso que al decir "más que los tuyos" el desconocido estaba dando por sentado que los de Zeiss también eran bonitos. El ladrón le quitó importancia al halago con un amanerado gesto de la mano, agitando el gesto hacia abajo mientras desviaba la mirada con expresión satisfecha.

Dejó que el hombre girara a su alrededor, aprovechando para inspeccionarle él también mientras lo hacía. Hablaba como un niño pequeño, y, a diferencia de Zeiss, no parecía estar haciéndolo aposta; tampoco se le escaparon sus uñas, como garras, y mientras el hombre se acercaba a olfatearle se fijó en que había algo extraño en su piel. Pero la luz era insuficiente bajo la capa de follaje, y el desconocido se alejó antes de que el ladrón pudiera concluir nada más sobre su aspecto externo.

No insistió sobre el tema de subir a los árboles; no le veía mucha salida. En aquel momento el desconocido se llevaba a la boca carne cruda, y, si no lo había hecho antes, Zeiss concluyó que no era exactamente humano. Le dio la sensación de que se habría criado en el bosque, subido a sus árboles sin conocer la sociedad civilizada... pero conocía su lenguaje. ¿Sería un hombre lobo? No, más probablemente alguna criatura del bosque capaz de adoptar forma humana.

- ¿No sería mejor cocinar eso? - le dijo, esquivando de nuevo su pregunta. Pero pronto consideró que no valía la pena hacerlo; súbitamente más animado, algo inquieto como quien va a compartir un secreto, Zeiss comprobó que no había nadie en los alrededores antes de acercarse un poco más al desconocido para anunciarle en voz queda: - Estoy buscando un tesoro.

Dicho esto volvió a echarse hacia atrás, muy orgulloso de sí mismo.

[FDI. Doy por supuesto que tenías las garras a la vista, pero sino avísame y edito]

Una mueca de asombro se le dibujo en la cara mientras repetía lo que había oído con un tono más alto.

-¿Estás buscando un tesoro?

Hyou tiró el hueso al árbol y se levantó repentinamente echando una amplia ojeada al lugar. Volvió a mirar a aquel hombre con interés mientras pensativo se llevaba las manos a la cabeza

-¿Acaso hay tesoros en este bosque?

Hizo la pregunta pero la verdad es que tampoco sabía muy bien lo que era un tesoro, o al menos que era para aquel hombre un tesoro. Había escuchado esa palabra en numerosas ocasiones pero nunca una definición o una especificación de qué podía ser. Se podría decir que él era dueño de uno, para nada escaso, sin realmente ser conocedor de su valor puesto que no lo necesitaba ya que la comida se la busca él mismo y lo único que pude necesitar ya lo tiene, algo de ropa. Así pues, mirando con cierta emoción e interés le preguntó:

-Oye, y ¿qué es exactamente un tesoro?

La verdad, es que era mera curiosidad. Estaba mas ilusionado por la palabra buscar, le sonaba a juego y llevaba mucho tiempo sin jugar a uno. Llevaba bastante tiempo solo y no iba a dejar pasar la oportunidad de jugar con alguien y más aun habiendo aquel individuo sacado su parte infantil.

-Déjame ayudarte – tenía una sonrisa de oreja a oreja – juguemos a buscar el tesoro.

Estaba extasiado por la idea de tener un compañero de juegos y no iba a dejar a aquel individuo la posibilidad de negarse a serlo.

[FDI. No están fuera a la vista obvia pero si, con un poco que te fijes las ves, y además que a la hora de comer las verías igualmente así que no hace falta que edites]

Había llegado a la conclusión de que aquel hombre no era humano. Comenzaba a dudar además de su sanidad mental, tan evidente como era su infantilismo, algo raro en un cuerpo tan desarrollado. O quizás era cuestión de ver su verdadera forma... ¿Pero cómo sacarla a la luz?

- Un tesoro, sí. Pero no en este bosque, sino en alguna de sus montañas... De momento iba a investigar esa de ahí - señaló hacia su izquierda, aunque lo único que se veía en esa dirección por el momento era más vegetación -. Probablemente será un tesoro... ya sabes, con oro, pulseras, diamantes, piedras preciosas en general, alguna corona, candelabros y cubertería de plata.

Alguien podría haberle dicho a Zeiss que estaba mezclando los tesoros de dragones con lo que habitualmente recogía de las casas de adinerados nobles, pero lo cierto es que le daba igual.

- Justamente buscaba ayuda - le respondió al hombre, poniéndose de pie -. Si lo encontramos, lo repartiremos a partes iguales, como buenos amigos; ¿que me dices? Es siempre mejor buscar acompañado, más divertido, así que... adelante. Me llamo Zeiss Ethesian, mi buen compañero de aventura.

Lo de repartirlo a partes iguales podía quedarse en el aire. En ocasiones lo que Zeiss consideraba "igualitario" podía resultar para otros algo desequilibrado.

Miró en la dirección que le señalaba Zeiss, y efectivamente solo había vegetación. La idea le agradaba bastante, sonaba divertido e ignoraba completamente que la idea era ir a por su tesoro, ya que él es el único que vive en las montañas, pero estaba demasiado animado y despreocupado como para poder percatarse de ello.

Rápidamente agarró a Zeiss y lo levantó de un estirón y con una sonrisa se pudo tras él y le dio un pequeño empujón para que avanzase. Estaba impaciente por empezar y no pensaba dejar tranquilo a Zeiss hasta que emprendiese la marcha.

-Vamos, vamos, vamos

Cual brisa de mar, su expresión cambió súbitamente a una más seria mientras miraba atentamente a su alrededor

-Los elfos habitan este lugar, así que más te vale tener cuidado con lo que haces y no provocar su ira. Camina con cuidado y no cortes ninguna planta.

Hyou emprendió el paso, avanzó unos pasos para observar y escuchar a su alrededor. Se giró algo nervioso esperando que Zeiss emprendiese tambien el paso.

-Por cierto, me llamo Hyou

Su “compañero” se había presentado y sería descortés no hacerlo. Además intentaba disimular el pequeño nerviosismo que recorría su cuerpo, pues había escuchado algo con su refinado oído. No estaba seguro de que podía ser, y ante la duda prefería no dar alarma alguna y esperar a comprobarlo por sí mismo. Si eran elfos, podrían enfadarse al ver el cadáver del ciervo, o simplemente pasar de largo, pero desde luego no valía la pena comprobarlo.

Dejó que Hyou le empujara, él mismo animado por su entusiasmo.

- Tendré cuidado - respondió con un deje de infantilismo a la imagen de Hyou ahora que este comenzaba a estar más serio -, le tengo mucho respeto a las plantas, las florecillas, y los animales salvajes.

Como en respuesta a aquel comentario se escuchó un sonido entre el follaje, a la espalda de los dos incautos aventureros. Zeiss giró la cabeza hacia lo que parecía haber sido el crujir de unas ramas y arqueó las cejas.

- Ey, Hyou, ¿qué tipo de animales hay por aquí? No creo que eso haya sido un elfo.

Por lo que él sabía los elfos eran mucho más sigilosos que eso. No parecía especialmente preocupado, pero sí que se había enfriado su humor.

El sonido volvió a repetirse.

A Hyou no le preocupaba ese sonido, podría ser cualquier animal de la zona

-Si te refieres a lo que has oído a tu espalda, no lo creo será cualquier animalillo de por aquí, ya sabes; ciervos, conejos, lobos, zorros o algo por el estilo.

Lo que realmente le llamaba la atención, venía de lejos, a su derecha. No era un sonido perceptible para una persona normal, lo que el había oído volvió a repetirse y está vez si que logró identificarlo. Lo que sonaba era el tensar de un arco y a juzgar por la repetición de aquel sonido, debían de ser mínimo dos. Lo más probable es que simplemente estuviesen de caza, pues los elfos no tienen por costumbre atacar a nadie sin razón alguna y menos aun sin antes fallar un disparo en forma de advertencia, lo cual tranquilizó bastante a Hyou.

Una vez más tranquilo, su buen humor volvió con la misma velocidad con la que se fue, quería disfrutar la búsqueda del tesoro. Apartando ligera y suavemente un matorral, hizo un gesto a Zeiss para que cruzase y así dar por iniciada la búsqueda. El sol empezaba a apretar, Hyou lo podía aguantar bastante bien pero le preocupaba que su compañero no.

-Si quieres refrescarte, aquí cerca hay un lago que además, nos pilla de camino.

A pesar de su cambio de humor, aun seguía atento a lo que parecía ser un grupo de dos elfos de caza, y prefería salir rápido de la zona para prevenir cualquier posible altercado. Si algo había aprendido tras todos estos años, era a ser precavido, bastante paradójico ya que el estaba confiando en Zeiss sin saber nada de él y sin tomar ninguna medida de precaución en el caso de que pudiese ser una amenaza. Era como un niño pequeño al conseguir un amigo nuevo.

-Cuéntame alguna historia o algo sobre ti Zeiss, que así el viaje se nos hará mas corto

Sonreía inocentemente ignorando la posible amenaza que podía suponerle aquel hombre si le llevaba a su tesoro, pues honrado o no, todo hombre pierde su ética por un puñado de oro y más si es uno bien grande como el suyo, el cual el joven dragón utilizaba únicamente como colchón para así acomodar sus aún no tan duras escamas.


A pesar de su cambio de humor, aun seguía atento a lo que parecía ser un grupo de dos elfos de caza, y prefería salir rápido de la zona para prevenir cualquier posible altercado. Si algo había aprendido tras todos estos años, era a ser precavido, bastante paradójico ya que el estaba confiando en Zeiss sin saber nada de él y sin tomar ninguna medida de precaución en el caso de que pudiese ser una amenaza. Era como un niño pequeño al conseguir un amigo nuevo.

-Cuéntame alguna historia o algo sobre ti Zeiss, que así el viaje se nos hará mas corto

Zeiss no llegaba a escuchar el tensar del arco, y por esta razón había resultado más apremiante para él el crujido a sus espaldas. Hyou debía tener razón: no se trataría más que de algún animal relativamente inofensivo... Una lástima. El ladrón había esperado meterle el miedo en el cuerpo a su hasta hacía pocos segundos infantil acompañante. Querría haber jurado haber visto el causante de aquel sonido entre los árboles: algún acechante felino de dos metros de alto, con gigantescos colmillos sedientos de carne humana... o no humana, no importaba. Pero no caería esa breva.

Ya se presentaría otra oportunidad. Y aunque no lo hiciera, tampoco importaba tanto. A pesar de todo Zeiss estaba algo molesto; se rascó la cabeza y pasó frente al matorral que Hyou apartaba.
A los pocos segundos había olvidado el incidente.

- No necesito refrescarme - dijo con gesto teatral -, ¡el tesoro me llama desde su guarida! ¿No escuchas su susurro apremiante? Ya no falta mucho para llegar...

Habría seguido hablando con gran placer de la excitación que suponía la caza de tesoros, pero la petición de Hyou le interrumpió. Zeiss pareció considerarlo unos segundos, como si le apeteciera poco dejar de hablar de riquezas varias... o como si dudase que fuese conveniente hablar de tales cosas con lo que no dejaba de ser un desconocido. Estudió a Hyou, juzgando si se trataría de alguien de confianza.

- Oh, bueno... Si hay tiempo, puedo contarte la historia de mi vida. Supongo que no pasará nada por que lo haga. Verás, yo nací en una pequeña aldea a orillas del mar; mi padre era pescador, un hombretón así - colocó su mano, horizontal, a veinte centímetros por encima de su cabeza -, realmente musculoso. Aunque lo cierto es que yo no le conocí, porque se lo tragó un gigantesco pez mientras iba en su barca... todo el pueblo pudo presenciar la desgracia desde la orilla. Mi madre, una mujer de gran belleza, en un principio me crió sola, hasta que se casó con un noble muy agradable. El hombre me aceptó casi como un hijo más, así que crecí con la mejor de las educaciones. Lo oculto bien, pero soy un tipo muy listo, y sé de todo; sí, le debo mucho a ese noble...

Llegados a este punto, la pena ensombreció su rostro.

- Pero el pobre cayó en desgracia y perdió toda su fortuna al mismo tiempo que ganó cientos de deudas. Sus amigos le dieron la espalda, y... se encontró solo... Mi madre... ¿No lo entiendes? - brúscamente se giró hacia Hyou, sujetándolo por el hombro al mismo tiempo que se paraba en seco, con aspecto desesperado, acorralado - Por eso estoy aquí. Necesito encontrar ese tesoro... por él. Si no, será acusado por sus deudores, y...

Zeiss tragó saliva y desvió la mirada, incapaz de erminar la frase. Sólo pudo negar con la cabeza gacha. Aún con la mirada baja, cogió las manos de aquel hombre entre las suyas, manteniendolas al nivel del pecho. Parecía suplicante.

- Escuché que abandonado en estas montañas había un viejo tesoro; es mi última oportunidad para salvar a mi familia. ¿Me ayudaras? También tengo un hermano pequeño - añadió.

Tras escuchar las palabras “abandonado”, “montañas” y nuevamente “tesoro”, Hyou despertó en la realidad para descubrir que el tesoro que aquel individuo quería, era el suyo: su querido y cómodo colchón. Los dragones, no amontonaban tesoros por codicia, sino para usarlos como colchón para así poder acomodar sus duras escamas, y aunque las suyas no eran completamente duras aun, sin duda le resultaba más cómodo dormir encima que en el suelo. Una pequeña mirada de sospecha se adueñó de su rostro.

-Algo haría

Pero al escuchar que recaía sobre él el peso de salvar a su familia y a su hermano pequeño, las lágrimas embriagaron sus ojos. Le resultaba una historia triste y le daba penita pero era su colchón y le tenía mucho cariño, además que era lo único que tenía de su “raza” y quería protegerlo hasta que volviesen a por él. Le daba pena pero como niño que era, su egoísmo era más fuerte y no iba dejar que se llevasen su colchón así como así, más por el hecho de ser suyo que por el hecho de ser un “recuerdo”.

-Pero.... – aun con lágrimas en los ojos - ....siento decirte que ese tesoro no existe. Las leyendas cuentan que provienen de los dragones que aquí habitaron pero es mentira. Los dragones no existen.

Ya con los ojos secos, le miró de manera infantil y tierna

-Yo lo se. Me lo han dicho

No estaba dispuesto a regalar su tesoro por lo que tenía que convencer a Zeiss para que desistiese. Por suerte, su “raza” eligió una buena gruta, un tanto escondida y difícil de alcanzar, así que si él insistía, solo tenía que guiarle mal. Ambas opciones le parecían igual de divertidas puesto que Hyou no dejaba de ver la situación como un juego, solo que ahora el objetivo era distinto.

No podía decir abiertamente que dejasen de buscarlo porque entonces sería sospechoso y él era consciente de ello así que la mejor opción era intentar disuadirle de que esas leyendas son falsas, o al menos incorrectas. Aun así no podía evitar sentir pena por su familia.

-Si quieres puedes llevarles comida, yo te ofrecería mi colchón pero es lo único que tengo y más aun para dormir, además no te lo daría.

Terminó con una mirada enfurruñada.

Vio que su interlocutor lloraba, y aquello le convenció para seguir fingiendo. Lamentablemente, hacer como que lloraba no se le daba tan bien (y además le dejaba los ojos rojos, irritados, y era algo molesto), por lo que no añadió sus lágrimas a las de Hyou. Eso sí, mantuvo su expresión sospechosamente dolorida.

- El tesoro existe; he de creerlo. Y los dragones también. Yo los he visto - y allí, al menos, no mentía -. Ahora que sabes por qué estoy aquí, puedes abandonarme si quieres, si lo consideras demasiado peligroso. No te lo echaré en cara. Me basta con tu sentido apoyo... y ese lo veo deslizándose por tu rostro.

Zeiss decidió ponerse lírico, y, por qué no, un poco trágico. Pero interiormente no se le olvidó notar que él no había hablado de dragones. Sostuvo un segundo más las manos de Hyou entre las suyas, y entonces las miró con gesto sorprendido, como si sólo entonces se diera cuenta de lo que hacía.

- Perdona, ha sido un gesto automático... En ocasiones... uno necesita un hombro sobre el que llorar...

Soltó a Hyou, apartó la mirada, y se llevó trágicamente la palma a la frente - no el reverso de la mano, eso ya sería demasiado. Después de un par de segundos suspiró, se serenó, y se volvió hacia su compañero.

- Lamento haber perdido el control. Será mejor que sigamos avanzando. No conozco las amenazas de este bosque... y la montaña no queda lejos. Y, tranquilo, no te pediré tu colchón.

Zeiss no sabía a lo que se comprometía.

“No te pediré tu colchón”. Esas palabras fueron magia en los oídos de Hyou. Es justo lo que quería oír, pero aun no se fiaba por lo que cambio su expresión a una más bien tristona para insistir en el tema.

-¿De verdad qué no me pedirás ni te llevarás mi colchón?¿Me das tu palabra?

Tal vez no debiese hacerlo, pero confiaba en que aquel hombre fuese un hombre de palabra o que al menos tuviese un mínimo de honor para no faltar a ella. Aun así, sin borrar esa expresión de su cara se sentó, esperando oír una respuesta, y añadió:

-Si tu crees que hay algo adelante, me da penita no poder ayudarte así que si me prometes y me das tu palabra de que no me lo pedirás ni te lo llevarás, te guiaré donde me pidas, no me gustaría venir un día y encontrar tu cuerpo por aquí

Su expresión se tornó una mezcla entre triste y enfurruñada. Quería que le diese su palabra y no tenía intención de moverse de ahí sin antes recibirla.

La insistencia de Hyou le resultó sospechosa. Y más aún después de que, con la excusa de sorprenderse por haber tomado sus manos entre las suyas, se hubiera fijado detenidamente en la piel de su compañero.
¿Qué decir? Parecía... escamosa. Y Zeiss no era ningún tipo de tonto; todo lo contrario.

- Juraría que me estás tratando de ladrón - respondió Zeiss alzando una ceja con una sonrisa, como si fuese demasiado obvio que bromeaba.

Fue su manera de esquivar el tema. No imaginó que Hyou estuviese decidido a esperar una promesa, pero algo sospechó cuando vió que se sentaba... demasiado aprecio tenía aquél a su colchón... "colchón".

- Tranquilo, mala hierba nunca muere - aseguró -. Me desenvuelvo mejor de lo que parece cuando mi capa se queda enganchada a las zarzas, de verdad. Venga, tenemos que seguir antes de que aparezca algún tipo de peligro... Al menos acerquémonos a la montaña, y ya una vez allí hablaremos del rumbo a seguir. No acabo de sentirme cómodo aquí donde estamos.

Hyou empezaba a mosquearse un poco. Aquel individuo quería un tesoro, y el único por la zona era el suyo, por otra parte, parecía empezar a sospechar puesto que no quería darle su palabra y en su lugar esquivaba el tema. Ahora que caía, es más que probable que Zeiss dudase de su humanidad. Había sido demasiado descuidado dejándose tocar y dejándose ver comer. No valía la pena seguir por ahí, había que cambiar de “plan”.

-¿Ladrón? Más bien diría.... “recaudador” – respondió sarcásticamente

Su expresión se torno totalmente seria. Clavó su mirada en Zeiss y se levantó del suelo. Emprendió el paso lentamente sin decir palabra y le hizo un gesto a Zeiss para que le siguiera. Estaba totalmente pensativo, no iba a dejar que nadie le arrebatase nada, pero aquel hombre empezaba a poner en peligro esa idea.

Tenía dos opciones, intimidarlo o llegar a un trato con él. La primera no le convencía en absoluto, puesto que en caso de llegar a un enfrentamiento, estaba en desventaja, luego su única opción era llegar a un trato con él. Por suerte la mayoría de las grutas se encontraban en la ladera norte y la suya se encontraba en la ladera sur, un tanto escondida y para cruzar de una ladera a otra, había que bajar y rodear, no podía atravesarse ni cruzar por encima.

-Sígueme y date prisa, empieza a nublarse y cuando llueve está zona se vuelve traicionera

Eso es, tenía que llevarle a la ladera norte de la montaña, y conseguir que desistiese. Zeiss no tendría otra opción que seguirle y Hyou dudaba que él supiese las localizaciones exactas de cada gruta. Solo tenía que disimular un poco y al no ver nada en ninguna se cansaría de buscar, aunque por otro lado, sentía algo de lástima por su familia

-Oye, ¿y qué pasaría si vuelves sin nada?

Intento entonar con tristeza, pues a pesar de querer proteger su tesoro a toda costa, si que estaba algo preocupado por el tema. Era demasiado ingenuo como para plantearse la veracidad de esa historia y más aun por lo obcecado que estaba con su tesoro. Sentía lástima pero de todas formas no sentía responsabilidad alguna y a causa de ello no daría su brazo a torcer.

Sarcasmo... mala señal. Aún así le respondió con una sonrisa y se dispuso a seguirle hasta donde quisiera guiarle. Más tarde ya vería qué lugar era éste.

Asintió ante sus palabras y comenzó a agradecer profusamente sus advertencias, dándole las gracias por las molestias que se tomaba y lo mucho que le estaba ayudando. Insistió en que él sólo probablemente se habría perdido... o peor. En aquellas circunstancias le llegó la pregunta sobre lo que ocurriría si no llevaba el dinero a su familia; ¿la impulsaba alguna clase de remordimiento? Zeiss sonrió, preguntándose de nuevo adónde le llevaría Hyou.

- Oh, no te preocupes por esa eventualidad. No dejaré que pase; no puedo permitírmelo. Hay vidas en juego, ¿sabes?

Al cabo de unos pocos minutos caminando iniciaron lo que en un principio pareció una leve inclinación del terreno hacia arriba. Pero a medida que avanzaban y que los árboles y matorrales comenzaban a distanciarse más unos de otros, la pendiente aumentó; la subida resultaba muy cansada, y a esto debía añadírsele el suelo arenoso, sobre el cual el pie de Zeiss podía deslizarse fácilmente.

Comenzaba a plantearse la posibilidad de desvelarle a Hyou cómo estaban las cosas y proponerle un trato. Después de todo era posible que le estuviera dirigiendo de cabeza a una trampa. Zeiss ignoraba si habría más de los de Hyou en lo alta de la montaña, y en aquel terreno la huída le sería difícil... No es que le asustase meterse en la boca del lobo; no más de lo que dictaba el sentido común y el de supervivencia.

Pero de momento iba a esperar, a seguir un poco más. A averiguar quizás las intenciones de Hyou.

Las negras nubes se acercaban cada vez más. Empezaba a chispear y eso solo podía significar dos cosas; primero, que en breves empezaría a llover, y segunda, que eso solo dificultaría la subida. Hyou se desvió un poco del rumbo de subida y caminó hacia el árbol más cercano. Una vez allí, subió fácilmente al árbol y le tendió la mano a Zeiss para que subiese también. Sería muy fácil dejarlo allí abajo, perdido y a la intemperie. El suelo se embarraría encharcaría haciendo que él probablemente cayese ladera abajo, pero algo le llevo a prestarle ayuda, tal vez remordimiento o tal vez simple amabilidad.

-Sube anda, las grutas están demasiado arriba aun como para llegar antes de que el suelo se vuelva peligroso, y sino me crees pronto lo veras.

La lluvia empezaba a caer a cada momento más pesada. Las gotas golpeaban con fuerza contra las hojas de los árboles empapando tanto a Zeiss como a Hyou en el acto. No era un gran cobijo contra la lluvia, pero al menos la corriente no se los llevaría. Podía verse como el amarillento suelo cubierto de arena, se tornaba marrón y espeso. Conforme la lluvia seguía cayendo, se formaban pequeñas corrientes de aguay barro que bajaban rápida y algo violentamente la ladera. En lo que Hyou cerraba su bolsa de viaje con fuerza, un pequeño lobo rodaba ladera abajo empujado por la corriente.

-A eso es a lo que me refería con que era peligroso seguir. Lo mejor será esperar a que la lluvia cese.

También era casualidad que justo se encontrasen cobijados en un manzano. Sus frutas eran de un color rojo intenso y con una forma bastante redondeada. Hyou cogió un par de manzanas y se las lanzó suavemente a Zeiss.

-Supongo que tendrás algo de hambre.

Tal vez si se ganaba su confianza amablemente, podría disuadirle más fácilmente de que cesase en su afán de búsqueda. Por otro lado, cada vez se sentía más interesado en conocer a su “¿compañero?”.

-Bueno, supongo que no cazaras tesoros todos los días – alegó con cierto tono sarcástico – Así que, ¿a qué te dedicas?

La lluvia comenzó a caer antes de lo que Zeiss se habría atrevido a sospechar. Le dirigió una rápida mirada al resbaladizo suelo sobre el que caminaba y pronto se dio cuenta de que proseguir la ascensión bajo la lluvia en aquel terreno sería complicado y engorroso.

Se disponía a girarse hacia Hyou para preguntarle si no había un camino más rocoso disponible cuando vio que éste había comenzado a subirse a un árbol. Supuso que aquello sería un "no" a la pregunta que aún no había alcanzado a formular; se alzó de hombros y se acercó a él. Aprovechó la oportunidad para demostrar que era bastante ágil, y que subir él sólo no le habría costado nada, aunque aceptó la ayuda de Hyou por pura cortesía.

Las manzanas ya eran otro tema. Aquellas frutas parecían sonreírle con buena cara, y una invitación así Zeiss no podía rechazarla. Le dio las gracias a Hyou con una breve inclinación de la cabeza e inició el aperitivo. Las manzanas estaban satisfactoriamente dulces sin llegar al exceso; aquella era una buena tierra.

Lo cierto es que aquello era bastante agradable. Se estaba empapando, pero no es que hiciera frío; la visión de la lluvia, el dulce sonido del agua fangosa cayendo y arrastrando, el agradable picoteo de las gotas en su piel. Por él podían quedarse allí un buen rato.

- Me enseñaron a no tener empleo; el único que tengo es el de aventurero - respondió casi automáticamente, con los párpados cerrados mientras disfrutaba de la lluvia -. Por eso me estoy buscando así el dinero.

Aquella explicación no se alejaba mucho de la realidad. Tampoco le iba a decir de forma directa "no" a Hyou, porque, después de todo, cazar tesoros era algo que sí hacía todos los días.

- Hey, Hyou - continuó con los párpados cerrados y la cabeza hacia atrás, apoyada en una rama -. ¿Y si te digo que no me interesa tu "colchón"? Según tengo entendido han habido otros dragones por aquí... me bastará con que me ayudes a encontrar los suyos. Ellos ya no los usan.

-¿Con qué otros dragones eh?¿Desde cuando lo llevas sabiendo?

Hyou se quitó la capucha revelando la cara de un joven de unos 22 años con un tatuaje vertical en la parte derecha de la cara que le venía desde la frente, pasando por el ojo, para acabar en la mejilla. Tenía el pelo de un tono azul oscuro, su piel se podía ver algo escamada pero sin duda lo que mas llamaba la atención eran sus ojos. Eran de un intenso color jade, pues lo único que no pueden cambiar es el intenso color de sus ojos, y sus pupilas no eran totalmente redondas, tenían un pequeño matiz de rasgado vertical que Hyou aun no era capaz de eliminar.

-Me temo que eso no será posible.

Miró ligeramente a Zeiss y luego señaló con la vista las cavernas que se hallaban más arriba mientras dejaba que las gotas de agua le mojaran la cara al fin descubierta.

-Todo lo que queda es lo mío, ellos se fueron hace tiempo y se llevaron sus cosas con ellos.

Una triste expresión de nostalgia invadió el rostro de Hyou. Echaba de menos a su familia y le resultaba triste hablar de ello. Llevaba largos años sin verles y a pesar de que los dragones son pacientes, él empezaba a perder ya la esperanza de que algún día los suyos regresasen a por él.

-Si que es cierto, que hay una leyenda que habla sobre un dragón verde que habitaba aquí desde mucho antes de que nosotros llegásemos pero.... nunca encontramos rastro suyo.

La lluvia, aunque aun constante y pesada, empezaba a cesar poco a poco. Cuando dejase del todo, lo más prudente sería apresurarse en llegar a una caverna, durante las tormentas, la lluvia era impredecible y no sería muy sensato ni quedarse allí, ni caminar despreocupadamente. Así pues, Hyou se giró hacia Zeiss nuevamente:

-Cuando deje de llover tenemos que apresurarnos en subir a alguna de esas cavernas.

Le había visto parcialmente los ojos antes, pero en aquel momento le pareció que destacaban de un modo que confirmaba sin lugar a dudas las suposiciones de Zeiss, más aún que las propias palabras de Hyou. Eran de un llamativo color jade, y las pupilas, y esto no lo había visto antes, tenían una forma algo ovalada.

Un dragón, pues.

- Oh, ¿no queda ni una pequeña esmeralda? - insistió, medio suplicante.

Pero bromeaba. En el fondo se tomaba con cierto escepticismo lo que le decía Hyou, y seguía pensando que algo habría quedado en las cuevas. Se dijo que uno cuando abandona un lugar precipitadamente siempre se deja cosas, y que no sería diferente para los dragones.

- Quizás vosotros no encontraseis nada, pero ya que he llegado aquí no pierdo nada por intentarlo, ¿no te parece? Vayamos pues a las cuevas. Cuando tu digas; yo te sigo. Conoces mejor el clima y el terreno que yo.

La lluvia iba cesando lentamente.

-Como quieras, vamos.

Hyou se puso de nuevo la capucha y bajó del árbol de un salto. El suelo estaba encharcado y aunque no de manera fuerte, el agua seguía bajando lentamente por la ladera. Los pies de Hyou se hundían levemente en el barro y eso es lo que probablemente haría la subida bastante dura.

Podía desplegar sus alas y elevarse hasta la caverna más cercana para tomar refugio hasta que la tormenta pasase pero no sería conveniente dejarse ver libremente, más aun, sabiendo que el bosque era territorio elfo. Nadie debía saber lo que era él en realidad y una vez en la caverna, podría deshacer el hechizo y descansar, pues Zeiss ya lo sabía.

“Debería ser más cuidadoso en el futuro” pensaba mientras miraba a Zeiss, esperando que bajase del árbol.

-Date prisa, llegaremos a aquella caverna – Hyou extendió el brazo y señaló la más cercana – y allí esperaremos a que se pase la tormenta.

La lluvia ya era un mero chispeo, apenas imperceptible. Su capa y su bolsa estaban empapadas pero lo cierto, es que apenas se notaba el peso extra añadido por el agua. Echó un ligero vistazo al cielo, como si esperase la llegada de algo e instantes después empezó la marcha ascendente con un paso ligero. Podía empezar de nuevo la lluvia sin previo aviso y si les cogía con la ya dificultosa subida que les esperaba, estarían a merced de la corriente.

-Sígueme, siento que no tardará demasiado en volver.

Tardó un poco en bajar del árbol, pero fue simplemente porque estaba demasiado cómodo allí arriba (ningún nudo de la madera le molestaba especialmente en la espalda, y eso ya era mucho). Se quejó un poco por lo bajo cuando Hyou dijo "vamos", y se tomó unos segundos para estirarse y erguirse. Con esto contradecía sus anteriores palabras de "cuando tú digas", pero no pareció reparar en ello, o al menos no le importó.
El proceso de bajar del árbol, en cambio, fue rápido. Sólo tuvo que dejarse caer con cierto cuidado.

- Estos jóvenes de hoy, siempre con prisas - dijo para excusar su tardanza.

Enseguida comenzó a seguir de cerca a Hyou. La tierra mojada era inestable, y Zeiss no quería acabar resbalándose y cubriéndose de barro, con lo que prestó especial atención a donde ponía los pies y a no mancharse las botas más de lo puramente imprescindible. Chispeaba un poco, pero lo más grave en aquel momento eran las secuelas que había dejado la lluvia anterior, así como la promesa de un nuevo diluvio, profetizado por el dragón.

Por suerte la caverna que se habría en la montaña no estaba demasiado lejos. En cuanto llegaron, Zeiss penetró rápidamente en ella y se dispuso a sacudirse un poco, como si aquello fuera a ayudarlo en algo.

- Muy acogedor. Supongo que en un lugar similar vives tú. ¿Esto se interna dentro de la montaña o es un callejón sin salida?

La entrada a la caverna estaba a ras de suelo, era como un agujero en medio de la montaña por lo que cuando llueve, el agua no entre, se desliza hacia abajo como si estuviese tapada, haciendo de la entrada una especie de cortina de agua. La entrada era circular y tenía un diámetro de unos 3m. Una vez dentro, se podía observar una amplia galería cerrada, de unos 5m de alto por unos 10m de ancho, en una suave pendiente. Era un sitio húmedo por lo que se podían observar bonitas y grandes estalactitas, estalagmitas y columnas. Si se escuchaba en silencio, se podía oír el suave sonido de las gotas cayendo del techo. No estaba demasiado iluminada debido a la tormenta, las nubes ocultaban el sol y poca las atravesaba para iluminar la caverna.

-Esta concretamente es cerrada, la mayoría se internan brevemente en la montaña pero ninguna hace de túnel al otro lado. Solo tienen un par de pasillos con un galerías como esta al fondo.

La tormenta volvía a hacer acto de presencia y la lluvia con ella. El agua empezó a caer por la ladera ocultando la entrada tras una pequeña cortina de agua. Hyou suspiraba tranquilo, al fin y al cabo era un dragón de agua así que no solo podía predecir las tormentas, sino que las adoraba.

Se quitó la capa dejando ver sus hermosas alas de un tono azul cristalino. Tras quitarse la capa, desplegó sus alas y deshizo el hechizo parcialmente dejando ver la forma original de la cola, siendo del mismo color que las alas, y sus ojos se tornaron de color jade, su tono natural. No quería dejarse ver del todo debido a su reducido tamaño y dejándose ver parcialmente, el hechizo consumiría bastante menos energía.

-Bueno, ponte cómodo porque estaremos aquí hasta que la tormenta amaine, y mucho me temo que será un largo rato.

Hyou dio un pequeño salto y planeó hasta la roca saliente más cercana donde puso la mochila y la capa a un lado, y se sentó.

-Como no podemos salir de aquí, podemos charlar así que no se, ¿por qué no me cuentas algo más de ti?

Hyou plegó levemente las alas, cogió la mochila, se la puso tras la cabeza y se acomodó en la pared a la espera de que Zeiss le respondiese.

Por suerte Zeiss ya había intuido la forma original de Hyou; de no ser así, con la iluminación prácticamente nula de la cueva, que disminuyó de nuevo cuando la cortina de agua vino a tapar la entrada y la luz mortecina que penetraba por ella, posiblemente se habría sobresaltado al ver cambiar así la forma de su compañero. Probablemente habría pensado que se trataba de algo similar a un hombre lobo; un hombre-bestia de algún tipo. Debía admitir que, de haber sido así, habría tenido graves problemas para salir ileso de allí. Se habría metido él solo en la boca del lobo. Por suerte no era el caso.

Desvió su mirada pensativa del agua de la entrada e intentó que su vista se acostumbrara mejor a la falta de luz. Los movimientos de Hyou llamaron su atención, y mientras seguía el corto vuelo de su sombra con la mirada, pensó que probablemente el dragón no tendría tantos problemas como él en ese sentido. Es lo que tiene no ser humano.

En cualquier caso, él era todo paciencia. No tenía prisa, y sólo pedía que la tormenta no durase tanto como para impedirle el desayuno de la mañana siguiente, ya fuese a base de bayas de la zona (si quedaba alguna después de aquello) o más cómodamente en Trinacria. Aunque lo cierto es que habría preferido también una cena.

- Ya te lo he contado todo, soy bastante joven, mi vida se resume en pocas frases - le respondió -. Aunque siempre existen los detalles.

El problema era que empezaba a olvidársele la historia que se había inventado antes. Rió para sí por lo bajo, divertido, reprimió un escalofrío y se apresuro a correrse un poco hacia un lado, donde no le cayeran de vez en cuando gotas encima.

- ¿Qué quieres oír exactamente? - retomó mientras se instalaba - ¿O no prefieres hablar tú ahora?