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Nieve
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Re: Nieve
El cuchillo giró en su mano listo para darle a la siguiente flecha que lanzara, el otro apenas lo estaba sacando para clavarlo contra cualquiera de las paredes que tenía a su alrededor y utilizarlo como escalón para subir al tejado y huir nuevamente, mientras miraba alternativamente entre los dos que venían y el que terminaba de recargar su arma.
Errores tontos había cometido en el pasado, fallos en los cálculos, también lo había hecho al por mayor y de forma estrambótica, pero esta vez se sintió mas tonta que nunca. Ella sabía que estaban ahí, que si iban por los tejados o a retroceder era por eso mismo, porque se acercaban. Cómo era entonces que había saltado hacia atrás. No pensó en si era la opción que tenía a la mano o si podía plantearse alguna otra. Estaba hecho, punto.
Dio un paso atrás cuando desenfundaron y se dijo a sí misma que pasara lo que pasara no les mostraría miedo. Así, sus ojos se entrecerraron y agarró con fuerza ambas armas para algo en lo que sabía que tenía las de perder. Por qué siempre terminaba en situaciones así? Por qué parecía que se las buscaba a propósito cuando ella era tan feliz solo mirando estrellas en la tranquilidad de su casita del árbol?
- De hecho no, la zona de tolerancia se encuentra más al noroccidente - dijo y señaló en dirección de donde debía encontrarse el edificio de la guardia sin esperanza alguna que entendieran lo que les estaba diciendo. Cuando iba a seguir respondiendo el golpe de metal se dio. La hizo saltar por el susto, ella diría, en declaraciones posteriores, que fue por la sorpresa y para permitir un mejor descenso de la rodela, y el corazón casi se le sale, pero no había mucho tiempo para llevarse la mano al pecho y hacer espectáculo.
Todos, casi todos, hicieron lo mismo, mirar en dirección de donde había salido el escudo. Eso respondía la pregunta del guardia, eso desvió el objetivo al que ahora apuntaba el ballestero. Los hombres al servicio de ellos mismos pero llevando estandartes de Zergould efectivamente miraban hacia ella, hacia Rose, pero cuando el primero de ellos, el de la ballesta, volvió a poner la vista en la rubia, la niña supo que era el momento de romper la tensión.
El kunai que había dado vueltas en su mano, fue lanzado con bastante atino hacía el mástil del arma, pero no le dio, en su lugar solo salió un quejido y una maldición acompañada por un improperio contra la madre de la kazekage. El soldado, o mercenario más bien que son los que suelen llevar ballestas, había cambiado su blanco, y de apuntar contra la niña lo hizo contra Rose, logrando disparar justo cuando el kunai se enterraba en él en lugar de hacerlo en el arma.
- Ay no!! - casi gritó y su siguiente palabra iba a ser un "lo siento" cuando el otro soldado ya se venía contra ella. Como lo había hecho varias manzanas atrás, corrió contra él, lo pateó en la cabeza, mientras el ballestero cargaba rápidamente otra saeta y repetía el blanco, algo mas "fácil" a lo cual darle, a pesar de su herida, de su sangre. Su rabia, ahora se había vuelto personal, era más grande que el dolor, así que apuntó y disparó.
El ataque de Dulfary contra el soldado de la espada había sido un golpe con poca gracia y para nada elegante, pero el hombre cayó al suelo y la niña emprendió la huida sin fijarse en lo que hacía Rose. Si avanzó dos metros fue mucho, porque cayó en cuenta de algo. Se le quedaba algo
El escudo!! había dicho el escudo y estaba dejando el escudo. Se regresó sobre sus pasos, pateó de nuevo al guardia que ya estaba levantándose del piso y agarró el escudo. El metal estaba frío y la sensación de la madera empezando a humedecerse era desagradable, pero lo agarró, con la torpeza de quien jamás ha usado una cosa de esas, con la torpeza propia de la niña.
Corrió de nuevo en la dirección que llevaba, pateando por tercera vez al guardia caído, cuando trató de sujetarle la pierna, le hizo una seña a Rose para que corriera también por la misma calle o por otra, pero que corriera y en cuanto vio una edificación de ladrillos con otra en frente y relativamente cerca, contra esa lanzó el kunai, a una altura mas o menos alta, no mucho para no alcanzarlo, pero si bastante para tener que saltar aprovechado el impulso que traía de la carrera.
Saltó, también tuvo un poco de ayuda de su buen amigo el viento, puso el pie en la pared, teniendo de apoyo secundario el arma; lo hizo para darse impulso y saltar hacia la otra pared, la de enfrente y con el impulso de ésta nuevamente a la anterior, pero más alto, ya fuera para saltar de nuevo o para caer el techo, pero al hacerlo dio con una cornisa y a través de esta terminó por escalar hasta el techo.
Le dolía respirar, el aire estaba demasiado frío, pero había que seguir, sobre todo con el soldado que venía siguiéndolas por el piso dando gritos y recargando su arma.
Errores tontos había cometido en el pasado, fallos en los cálculos, también lo había hecho al por mayor y de forma estrambótica, pero esta vez se sintió mas tonta que nunca. Ella sabía que estaban ahí, que si iban por los tejados o a retroceder era por eso mismo, porque se acercaban. Cómo era entonces que había saltado hacia atrás. No pensó en si era la opción que tenía a la mano o si podía plantearse alguna otra. Estaba hecho, punto.
Dio un paso atrás cuando desenfundaron y se dijo a sí misma que pasara lo que pasara no les mostraría miedo. Así, sus ojos se entrecerraron y agarró con fuerza ambas armas para algo en lo que sabía que tenía las de perder. Por qué siempre terminaba en situaciones así? Por qué parecía que se las buscaba a propósito cuando ella era tan feliz solo mirando estrellas en la tranquilidad de su casita del árbol?
- De hecho no, la zona de tolerancia se encuentra más al noroccidente - dijo y señaló en dirección de donde debía encontrarse el edificio de la guardia sin esperanza alguna que entendieran lo que les estaba diciendo. Cuando iba a seguir respondiendo el golpe de metal se dio. La hizo saltar por el susto, ella diría, en declaraciones posteriores, que fue por la sorpresa y para permitir un mejor descenso de la rodela, y el corazón casi se le sale, pero no había mucho tiempo para llevarse la mano al pecho y hacer espectáculo.
Todos, casi todos, hicieron lo mismo, mirar en dirección de donde había salido el escudo. Eso respondía la pregunta del guardia, eso desvió el objetivo al que ahora apuntaba el ballestero. Los hombres al servicio de ellos mismos pero llevando estandartes de Zergould efectivamente miraban hacia ella, hacia Rose, pero cuando el primero de ellos, el de la ballesta, volvió a poner la vista en la rubia, la niña supo que era el momento de romper la tensión.
El kunai que había dado vueltas en su mano, fue lanzado con bastante atino hacía el mástil del arma, pero no le dio, en su lugar solo salió un quejido y una maldición acompañada por un improperio contra la madre de la kazekage. El soldado, o mercenario más bien que son los que suelen llevar ballestas, había cambiado su blanco, y de apuntar contra la niña lo hizo contra Rose, logrando disparar justo cuando el kunai se enterraba en él en lugar de hacerlo en el arma.
- Ay no!! - casi gritó y su siguiente palabra iba a ser un "lo siento" cuando el otro soldado ya se venía contra ella. Como lo había hecho varias manzanas atrás, corrió contra él, lo pateó en la cabeza, mientras el ballestero cargaba rápidamente otra saeta y repetía el blanco, algo mas "fácil" a lo cual darle, a pesar de su herida, de su sangre. Su rabia, ahora se había vuelto personal, era más grande que el dolor, así que apuntó y disparó.
El ataque de Dulfary contra el soldado de la espada había sido un golpe con poca gracia y para nada elegante, pero el hombre cayó al suelo y la niña emprendió la huida sin fijarse en lo que hacía Rose. Si avanzó dos metros fue mucho, porque cayó en cuenta de algo. Se le quedaba algo
El escudo!! había dicho el escudo y estaba dejando el escudo. Se regresó sobre sus pasos, pateó de nuevo al guardia que ya estaba levantándose del piso y agarró el escudo. El metal estaba frío y la sensación de la madera empezando a humedecerse era desagradable, pero lo agarró, con la torpeza de quien jamás ha usado una cosa de esas, con la torpeza propia de la niña.
Corrió de nuevo en la dirección que llevaba, pateando por tercera vez al guardia caído, cuando trató de sujetarle la pierna, le hizo una seña a Rose para que corriera también por la misma calle o por otra, pero que corriera y en cuanto vio una edificación de ladrillos con otra en frente y relativamente cerca, contra esa lanzó el kunai, a una altura mas o menos alta, no mucho para no alcanzarlo, pero si bastante para tener que saltar aprovechado el impulso que traía de la carrera.
Saltó, también tuvo un poco de ayuda de su buen amigo el viento, puso el pie en la pared, teniendo de apoyo secundario el arma; lo hizo para darse impulso y saltar hacia la otra pared, la de enfrente y con el impulso de ésta nuevamente a la anterior, pero más alto, ya fuera para saltar de nuevo o para caer el techo, pero al hacerlo dio con una cornisa y a través de esta terminó por escalar hasta el techo.
Le dolía respirar, el aire estaba demasiado frío, pero había que seguir, sobre todo con el soldado que venía siguiéndolas por el piso dando gritos y recargando su arma.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
Las cosas se precipitaron bastante.
A Rose le latía el corazón con una cadencia cada vez más fuerte, a medida que iba contemplando cómo progresaban las acciones de ambas. Su idea, en principio, tuvo resultado; el primero de los soldados recibió el golpetazo de escudo, que casi lo incapacitó, mientras que el segundo, por la sorpresa, fue presa fácil para Dulfary. Sonrió a medias, exhalando una bocanada de vaho.
No obstante, ya no tenía mucho sentido que estuviese en el tejado... o éso pensaba ella, que nada sabía de la prodigiosa agilidad de Dulfary. Y como quiera que, además, al principio la chica pareció olvidarse de su escudo, Rose decidió cambiar de planes. La kazekage atacó al soldado que portaba la ballesta; sin girarse a mirar ésto, la pelirroja evaluó que el peligro más inmediato eran los soldados que estaban en el suelo, cerca de Dul. Uno casi se levantaba.
Craso error aquello de no volverse para mirar, pero también craso el hacer lo que hizo. Las circunstancias se entrelazaron de manera caótica, y Rose no supo hasta qué punto estuvo cerca de perder la vida hasta que casi se vio morir.
Resulta que la chica saltó de la cornisa en la que se encontraba, porque ya no veía sentido en quedarse en el tejado cuando Dulfary no podía subir. Primer error, asumir que la chica no podía. De modo que su opción fue... saltar. Tomó impulso momentáneamente, saltó hacia adelante, y apuntó cuidadosamente al soldado que se levantaba. Más o menos al mismo tiempo, el kunai de Dulfary golpeaba al soldado de la ballesta, que acababa de apuntar a Rose, y el tiro se le desviaba. Pero como quiera que ella tambien se movía, la pelirroja vio el virote pasar a milímetros de su cuerpo, rozándole el vientre y haciéndole palidecer. Perdió la respiración por un segundo, asustada, y perdió la oportunidad.
Hubo un hilo de sangre en mitad de la oscuridad de la noche, y un gemido que no llegó a abandonar sus labios. La flecha golpeó la piedra de una casa, rebotó, y el soldado se volvió justo a tiempo de interponer su escudo, que era de metal, entre sí mismo y la pelirroja. Ésta aterrizó con un campanazo sobre la improvisada plataforma de metal, flexionó las piernas, y a falta de algo mejor que hacer, en ése momento en el que la inercia trabaja un poco más despacio y las cosas viajan a cámara lenta, tuvo una idea.
Simplemente, golpeó.
El cordel con el que la vaina de su espada se sujetaba a su cinto estaba hecho para cosas como ésa, para desatarse de un tirón relativamente fuerte. Rose golpeó con la espada envainada, lo cual seguramente salvó la vida del soldado, para alivio de la pelirroja. Le golpeó en el casco - se dio cuenta de que era el mismo al que había golpeado con el escudo - y le hizo apartar la cabeza... y el cuerpo.
Segundo error.
Si alguna vez, por ventura, te encuentras con que lo único que detiene tu caída desde lo alto de un edificio de dos plantas es un escudo de metal sobre el que tienes puestos los pies, intenta no tirar al suelo a la persona que lo blande. Te puede pasar lo que le pasó entonces a ella, que perdió pie y, con el movimiento del soldado, se vino abajo como un fardo, cayendo de espaldas en la nieve para rodar de forma tan dolorosa como carente de decoro y acabar sepultada un poco mas allá.
Cuando por fin supo dónde tenía los pies y dónde la cabeza, tarea que le llevó varios segundos, apoyó los brazos sobre la nieve, maldiciendo a los dioses del invierno en su fuero interno, y se incorporó. Estaba mareada, y dolorida. El soldado al que había pisoteado y golpeado por segunda vez se estaba levantando, y la miraba con cara de pocos amigos. No sabía dónde estaba Dulfary, pero había recogido su escudo. Rose se mordió el labio.
- ¡Vuelve aquí! - dijo el soldado, mientras echaba a correr y la joven se levantaba trabajosamente para hacer lo propio. Agarraba la vaina de su espada hasta tener blancos los nudillos, y tenía el nudo de la capa medio deshecho. Su pelo, más que pelirrojo, parecía blanco, y estaba casi llena de nieve de cintura para arriba.
- Mierdamierdamierda - susurró mientras corría, sin saber hacia dónde lo hacía, y cojeando levemente para más inri. Empezaba a sentir cómo un pánico sordo le crecía dentro, dándole una sensación de vacío en el estómago.
A Rose le latía el corazón con una cadencia cada vez más fuerte, a medida que iba contemplando cómo progresaban las acciones de ambas. Su idea, en principio, tuvo resultado; el primero de los soldados recibió el golpetazo de escudo, que casi lo incapacitó, mientras que el segundo, por la sorpresa, fue presa fácil para Dulfary. Sonrió a medias, exhalando una bocanada de vaho.
No obstante, ya no tenía mucho sentido que estuviese en el tejado... o éso pensaba ella, que nada sabía de la prodigiosa agilidad de Dulfary. Y como quiera que, además, al principio la chica pareció olvidarse de su escudo, Rose decidió cambiar de planes. La kazekage atacó al soldado que portaba la ballesta; sin girarse a mirar ésto, la pelirroja evaluó que el peligro más inmediato eran los soldados que estaban en el suelo, cerca de Dul. Uno casi se levantaba.
Craso error aquello de no volverse para mirar, pero también craso el hacer lo que hizo. Las circunstancias se entrelazaron de manera caótica, y Rose no supo hasta qué punto estuvo cerca de perder la vida hasta que casi se vio morir.
Resulta que la chica saltó de la cornisa en la que se encontraba, porque ya no veía sentido en quedarse en el tejado cuando Dulfary no podía subir. Primer error, asumir que la chica no podía. De modo que su opción fue... saltar. Tomó impulso momentáneamente, saltó hacia adelante, y apuntó cuidadosamente al soldado que se levantaba. Más o menos al mismo tiempo, el kunai de Dulfary golpeaba al soldado de la ballesta, que acababa de apuntar a Rose, y el tiro se le desviaba. Pero como quiera que ella tambien se movía, la pelirroja vio el virote pasar a milímetros de su cuerpo, rozándole el vientre y haciéndole palidecer. Perdió la respiración por un segundo, asustada, y perdió la oportunidad.
Hubo un hilo de sangre en mitad de la oscuridad de la noche, y un gemido que no llegó a abandonar sus labios. La flecha golpeó la piedra de una casa, rebotó, y el soldado se volvió justo a tiempo de interponer su escudo, que era de metal, entre sí mismo y la pelirroja. Ésta aterrizó con un campanazo sobre la improvisada plataforma de metal, flexionó las piernas, y a falta de algo mejor que hacer, en ése momento en el que la inercia trabaja un poco más despacio y las cosas viajan a cámara lenta, tuvo una idea.
Simplemente, golpeó.
El cordel con el que la vaina de su espada se sujetaba a su cinto estaba hecho para cosas como ésa, para desatarse de un tirón relativamente fuerte. Rose golpeó con la espada envainada, lo cual seguramente salvó la vida del soldado, para alivio de la pelirroja. Le golpeó en el casco - se dio cuenta de que era el mismo al que había golpeado con el escudo - y le hizo apartar la cabeza... y el cuerpo.
Segundo error.
Si alguna vez, por ventura, te encuentras con que lo único que detiene tu caída desde lo alto de un edificio de dos plantas es un escudo de metal sobre el que tienes puestos los pies, intenta no tirar al suelo a la persona que lo blande. Te puede pasar lo que le pasó entonces a ella, que perdió pie y, con el movimiento del soldado, se vino abajo como un fardo, cayendo de espaldas en la nieve para rodar de forma tan dolorosa como carente de decoro y acabar sepultada un poco mas allá.
Cuando por fin supo dónde tenía los pies y dónde la cabeza, tarea que le llevó varios segundos, apoyó los brazos sobre la nieve, maldiciendo a los dioses del invierno en su fuero interno, y se incorporó. Estaba mareada, y dolorida. El soldado al que había pisoteado y golpeado por segunda vez se estaba levantando, y la miraba con cara de pocos amigos. No sabía dónde estaba Dulfary, pero había recogido su escudo. Rose se mordió el labio.
- ¡Vuelve aquí! - dijo el soldado, mientras echaba a correr y la joven se levantaba trabajosamente para hacer lo propio. Agarraba la vaina de su espada hasta tener blancos los nudillos, y tenía el nudo de la capa medio deshecho. Su pelo, más que pelirrojo, parecía blanco, y estaba casi llena de nieve de cintura para arriba.
- Mierdamierdamierda - susurró mientras corría, sin saber hacia dónde lo hacía, y cojeando levemente para más inri. Empezaba a sentir cómo un pánico sordo le crecía dentro, dándole una sensación de vacío en el estómago.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Dos metros de carrera, dos zancadas dentro de su prisa por huir del lugar, una nueva saeta clavándose cerca de sus pies y el sentimiento de estar olvidando algo regresó con mucha fuerza. Por un instante pensó que era el escudo, pero el metal frío, quemando un poco, contra su piel le recordó que no era eso. Entonces era algo más.
Corrió hacia el centro del edificio, lejos de la vista del tirador y se puso en cuclillas a pensar. Qué era? Los cuchillos los podía recuperar después de la forma en que siempre lo hacía, muy pocos conocían la forma de retenérselos, así que no era eso. El escudo lo tenía ella, su capa estaba húmeda y le hacía peso en la parte baja así que la traía puesta y tampoco era eso, su bolsa de… de todo, también estaba en su sitio, Rose estaba corriendo por el techo contrario y…
Dirigió una mirada al techo contrario para ver en donde iba la carrera de Rose y oh! sorpresa. El punto rojo que debía estar dando brincos lejos de esas calles, no estaba ni dando brincos ni corriendo en los techos, no estaba en ninguna parte y no era visible, ella sabía que tenía que ser visible a no ser que se cayera.
Se lleno de miedo. La habían herido? Estaba tirada en algún techo de la acera de en frente? Se habían caído al saltar de un techo a otro?. El corazón le latió con más fuerza. Se estaba ahogando, no podía respirar de forma tan continua por la nariz y hacerlo por la boca la quemaba por el frío.
Regresó sobre sus pasos, a gatas, arrastrando el escudo y sintiendo como se le entumían las manos por el contacto con la nieve blandita del techo.
-Esto va a afectar mi puntería – se quejó entre susurros, mientras llegaba al borde del edificio. Una casa más adelante estaba el ballestero listo para atacarla de nuevo, con el arma levantada buscaba su blanco. Apoyó el escucho en el borde y se asomó, justo donde estaba los dos guardias, pero un poco más allá y siendo casi que una bola de nieve estaba el punto rojo que había buscado. Aunque decir rojo ya era solo un mote, estaba tan cubierta de nieve que con algo de astucia podrían ocultarse muy bien. Y ahora huía calle abajo.
No sabía qué hacer, se llevaba su escudo o lo dejaba? Los seguía desde arriba y le daba una mano saltando desde ese punto o qué hacer? Revisó en donde estaba el ballestero y los ojos de ambos se encontraron a través de la mira de la ballesta que apuntaba directo a ella. Esa sonrisa que traía el hombre le trajo un escalofrío que la movió justo a tiempo para que el virote apenas si la rozara. La tela se rasgó con el filo de la flecha y ella terminó tirada en el piso mirando al cielo y su danza de copos que amenazaban con sepultarla si se quedaba mas tiempo ahí.
No tenía el arma cargada, era en ese momento. Se levantó y efectivamente él estaba recargando. Dio gracias a los dioses en los que no creía a que no tuviera un arma de repetición, y les rogó que no tuviera tripa de gato de repuesto. El kunai se clavó en el arma y el hombre la dejó caer, le había dado a la cuerda y él dijo algo en contra de su mamá e incluso agregó que ella se dedicaba a lo mismo. Tenía un poco de razón, solo que su mamá no fue meretriz.
Agarró el escudo y corrió por los techos siguiendo la ruta de escape de Rose. El soldado estaba cada vez más cerca de ella, de donde sacaban tanta energía para esto? Sujetó el escudo con ambas manos y lo lanzó de la misma forma en que lo hizo su nueva amiga minutos antes, solo que estaba vez en lugar de dar en la cabeza le dio en plena espalda haciéndolo caer.
Un problema menos. Un problema más, se acercaba peligrosamente a una calle principal, donde sin duda habría gente esperándolas. Debía detenerla. Otro cuchillo, esta vez contra Rose, mas bien contra su capa, tratando de anclarla si no a una pared si al suelo, en lo que ella saltaba del techo, dando un bote en el aire para generar un colchón de aire al caer justo sobre el hombre al que le dio con el escudo.
- Espera!!! – a pesar de la urgencia con la que lo dijo, no fue más que un susurró alto, que no sabía si había escuchado. Aunque tal vez el sonido de metal contra metal anterior sí.
Corrió hacia el centro del edificio, lejos de la vista del tirador y se puso en cuclillas a pensar. Qué era? Los cuchillos los podía recuperar después de la forma en que siempre lo hacía, muy pocos conocían la forma de retenérselos, así que no era eso. El escudo lo tenía ella, su capa estaba húmeda y le hacía peso en la parte baja así que la traía puesta y tampoco era eso, su bolsa de… de todo, también estaba en su sitio, Rose estaba corriendo por el techo contrario y…
Dirigió una mirada al techo contrario para ver en donde iba la carrera de Rose y oh! sorpresa. El punto rojo que debía estar dando brincos lejos de esas calles, no estaba ni dando brincos ni corriendo en los techos, no estaba en ninguna parte y no era visible, ella sabía que tenía que ser visible a no ser que se cayera.
Se lleno de miedo. La habían herido? Estaba tirada en algún techo de la acera de en frente? Se habían caído al saltar de un techo a otro?. El corazón le latió con más fuerza. Se estaba ahogando, no podía respirar de forma tan continua por la nariz y hacerlo por la boca la quemaba por el frío.
Regresó sobre sus pasos, a gatas, arrastrando el escudo y sintiendo como se le entumían las manos por el contacto con la nieve blandita del techo.
-Esto va a afectar mi puntería – se quejó entre susurros, mientras llegaba al borde del edificio. Una casa más adelante estaba el ballestero listo para atacarla de nuevo, con el arma levantada buscaba su blanco. Apoyó el escucho en el borde y se asomó, justo donde estaba los dos guardias, pero un poco más allá y siendo casi que una bola de nieve estaba el punto rojo que había buscado. Aunque decir rojo ya era solo un mote, estaba tan cubierta de nieve que con algo de astucia podrían ocultarse muy bien. Y ahora huía calle abajo.
No sabía qué hacer, se llevaba su escudo o lo dejaba? Los seguía desde arriba y le daba una mano saltando desde ese punto o qué hacer? Revisó en donde estaba el ballestero y los ojos de ambos se encontraron a través de la mira de la ballesta que apuntaba directo a ella. Esa sonrisa que traía el hombre le trajo un escalofrío que la movió justo a tiempo para que el virote apenas si la rozara. La tela se rasgó con el filo de la flecha y ella terminó tirada en el piso mirando al cielo y su danza de copos que amenazaban con sepultarla si se quedaba mas tiempo ahí.
No tenía el arma cargada, era en ese momento. Se levantó y efectivamente él estaba recargando. Dio gracias a los dioses en los que no creía a que no tuviera un arma de repetición, y les rogó que no tuviera tripa de gato de repuesto. El kunai se clavó en el arma y el hombre la dejó caer, le había dado a la cuerda y él dijo algo en contra de su mamá e incluso agregó que ella se dedicaba a lo mismo. Tenía un poco de razón, solo que su mamá no fue meretriz.
Agarró el escudo y corrió por los techos siguiendo la ruta de escape de Rose. El soldado estaba cada vez más cerca de ella, de donde sacaban tanta energía para esto? Sujetó el escudo con ambas manos y lo lanzó de la misma forma en que lo hizo su nueva amiga minutos antes, solo que estaba vez en lugar de dar en la cabeza le dio en plena espalda haciéndolo caer.
Un problema menos. Un problema más, se acercaba peligrosamente a una calle principal, donde sin duda habría gente esperándolas. Debía detenerla. Otro cuchillo, esta vez contra Rose, mas bien contra su capa, tratando de anclarla si no a una pared si al suelo, en lo que ella saltaba del techo, dando un bote en el aire para generar un colchón de aire al caer justo sobre el hombre al que le dio con el escudo.
- Espera!!! – a pesar de la urgencia con la que lo dijo, no fue más que un susurró alto, que no sabía si había escuchado. Aunque tal vez el sonido de metal contra metal anterior sí.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
Hacía frío, pero la pelirroja no tenía el privilegio de sentirlo.
Estaba corriendo todo lo que podía, acalorada por el esfuerzo, aterrorizada por saber que aun y así su perseguidor le estaba comiendo rápidamente el terreno. Intentaba forzarse un poco más, correr más rápido, y la única respuesta de su cuerpo era más cansancio, el aire ardiéndole en los pulmones, un punzante y sordo dolor atenazándole el tobillo cada vez que daba un paso, haciendo que se intercalaran breves quejidos entre los desesperados gañidos que daba su garganta en busca del helado aire de la noche.
No se dio cuenta de que se dirigía a una avenida, o tal vez seria mas correcto decir que no le importó. En pleno ataque de pánico, solo quería mantenerse por delante de su perseguidor, porque tenía la imagen del hombre del que había sacado el escudo clavada en la mente, con sus ojos pérfidos y cargados de malicia, y los adivinaba en el guardia que corría tras de sí. En su corazón se combinaban el cansancio, el miedo, y todo su cuerpo vibraba con cada latido. Sabía que si aflojaba el paso no sería capaz de volver a apretarlo, pero se preguntaba cómo es que su cuerpo no había cedido ya.
Con cada bufido, exhalaba una cortina de vaho que quedaba casi de inmediato tras de sí. Escuchó un campanazo metálico, pero no tuvo el valor de volverse a ver qué era, no quiso bajar el ritmo por miedo a perderlo. Solo volvio la cabeza un instante sin parar de correr, para ver cómo el guardia...
¿Caía al suelo?
No supo qué lo derribó, pero sí que no estaría ahí mucho rato. Quizás sólo había resbalado. Así que su intención toda fué la de seguir corriendo, hasta poderse esconder, o hasta donde le llevasen los límites de su cuerpo. No se percató de cómo un pequeño cuchillo atravesaba el tejido de su capa, clavándola a la blanca y tierna nieve que sus pisadas ennegrecían. Cuando dio el siguiente paso, y las leyes de la física hicieron su trabajo, lanzó un gruñido espantoso. La capa se le cerró en torno a la garganta, inamovible, y su cuerpo quiso seguir corriendo mientras que su cabeza no pudo acompañarle. Perdió pie, y aunque la caída resultó casi cómica, fue bastante dolorosa.
Dio con la espalda contra la nieve, dejando sus botas un surco al deslizarse, y la vaina de la espada le hizo daño en la cadera, aunque se le descolgó enseguida para caer un poco más adelante. El momentáneo ahogo le hizo toser, sin poder respirar por un momento, y al mismo tiempo con su cuerpo ansiando todo el aire que necesitaba para oxigenar el frenético ritmo de su corazón. La espalda se le empezó a humedecer enseguida, en contacto con la gélida nieve incluso a través de su ropa. La chica se llevó las manos a la garganta para abrirse un poco la capa. La extenuación comenzaba a cobrarse su precio...
Y sabía que el hombre no estaría detenido mucho rato.
Sus ojos se clavaron en la figura de Dul, que le dijo algo, pero no entendió. Saltó sobre el hombre derribado, supo que lo había hecho ella, pero no supo cómo. Tenía las mejillas rojas por el esfuerzo, y se sabía al borde del colapso. Tiró febrilmente de su capa para liberarla de la daga, pero no lo logró.
- ¿D... Dul... fa...? - llamó en voz baja, sin acabar de pronunciar su nombre por la falta de aire.
Estaba corriendo todo lo que podía, acalorada por el esfuerzo, aterrorizada por saber que aun y así su perseguidor le estaba comiendo rápidamente el terreno. Intentaba forzarse un poco más, correr más rápido, y la única respuesta de su cuerpo era más cansancio, el aire ardiéndole en los pulmones, un punzante y sordo dolor atenazándole el tobillo cada vez que daba un paso, haciendo que se intercalaran breves quejidos entre los desesperados gañidos que daba su garganta en busca del helado aire de la noche.
No se dio cuenta de que se dirigía a una avenida, o tal vez seria mas correcto decir que no le importó. En pleno ataque de pánico, solo quería mantenerse por delante de su perseguidor, porque tenía la imagen del hombre del que había sacado el escudo clavada en la mente, con sus ojos pérfidos y cargados de malicia, y los adivinaba en el guardia que corría tras de sí. En su corazón se combinaban el cansancio, el miedo, y todo su cuerpo vibraba con cada latido. Sabía que si aflojaba el paso no sería capaz de volver a apretarlo, pero se preguntaba cómo es que su cuerpo no había cedido ya.
Con cada bufido, exhalaba una cortina de vaho que quedaba casi de inmediato tras de sí. Escuchó un campanazo metálico, pero no tuvo el valor de volverse a ver qué era, no quiso bajar el ritmo por miedo a perderlo. Solo volvio la cabeza un instante sin parar de correr, para ver cómo el guardia...
¿Caía al suelo?
No supo qué lo derribó, pero sí que no estaría ahí mucho rato. Quizás sólo había resbalado. Así que su intención toda fué la de seguir corriendo, hasta poderse esconder, o hasta donde le llevasen los límites de su cuerpo. No se percató de cómo un pequeño cuchillo atravesaba el tejido de su capa, clavándola a la blanca y tierna nieve que sus pisadas ennegrecían. Cuando dio el siguiente paso, y las leyes de la física hicieron su trabajo, lanzó un gruñido espantoso. La capa se le cerró en torno a la garganta, inamovible, y su cuerpo quiso seguir corriendo mientras que su cabeza no pudo acompañarle. Perdió pie, y aunque la caída resultó casi cómica, fue bastante dolorosa.
Dio con la espalda contra la nieve, dejando sus botas un surco al deslizarse, y la vaina de la espada le hizo daño en la cadera, aunque se le descolgó enseguida para caer un poco más adelante. El momentáneo ahogo le hizo toser, sin poder respirar por un momento, y al mismo tiempo con su cuerpo ansiando todo el aire que necesitaba para oxigenar el frenético ritmo de su corazón. La espalda se le empezó a humedecer enseguida, en contacto con la gélida nieve incluso a través de su ropa. La chica se llevó las manos a la garganta para abrirse un poco la capa. La extenuación comenzaba a cobrarse su precio...
Y sabía que el hombre no estaría detenido mucho rato.
Sus ojos se clavaron en la figura de Dul, que le dijo algo, pero no entendió. Saltó sobre el hombre derribado, supo que lo había hecho ella, pero no supo cómo. Tenía las mejillas rojas por el esfuerzo, y se sabía al borde del colapso. Tiró febrilmente de su capa para liberarla de la daga, pero no lo logró.
- ¿D... Dul... fa...? - llamó en voz baja, sin acabar de pronunciar su nombre por la falta de aire.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Primero un quejido sordo, ahogado, aun más por el contacto de los dos metales, luego un gemido largo en parte por el dolor, en parte por la sopresa fue lo que salió de la garganta del soldado, cuando la niña le cayó encima con todo su peso aunque menguado por el colchón de aire.
Aun estando sobre él, le clavó los dedos en un punto debajo debajo de la nuca y él exhaló una última bola de vaho, quedando inconciente. No podía conformarse con eso, tenía que terminar de detener a Rose si no querían agravar otro poco, que aun podían hacerlo, la situación. Retomó su carrera ahora por la callejuela para darle alcance.
Por su posición no perdió detalle de la espectacular caida de la medio elfa, pero en lugar de darle risa, como habría pasado en cualquier otra ocasión, lo que hizo fue detenerse en seco por un momento viendo como caia en cámara lenta y desviar vista y cabeza a un lado haciendo una mueca de dolor empático antes de volver a correr hacia ella, recogiendo el cuchillo en el proceso.
- Estas bien????? lo siento!!! - dijo angustiada una vez estuvo en cuclilllas a la altura de su cabeza, levantando nieve y un poco de tierra al resbalar - lo que pasa es... es... es que esa calle es más... - amplió la distancia entre sus manos para representarlo - ... grande e imporante y seguro... tiene muchos más guardias - se justificó respirando con dificultad. Se puso de pie y fue a por la vaina de la espada y regresó para ofrecersela para ayudarla a levantarse.
- El tipo de la ballesta todavía está por ahí... no sé qué hacer... - reconoció un tanto estresada
Aun estando sobre él, le clavó los dedos en un punto debajo debajo de la nuca y él exhaló una última bola de vaho, quedando inconciente. No podía conformarse con eso, tenía que terminar de detener a Rose si no querían agravar otro poco, que aun podían hacerlo, la situación. Retomó su carrera ahora por la callejuela para darle alcance.
Por su posición no perdió detalle de la espectacular caida de la medio elfa, pero en lugar de darle risa, como habría pasado en cualquier otra ocasión, lo que hizo fue detenerse en seco por un momento viendo como caia en cámara lenta y desviar vista y cabeza a un lado haciendo una mueca de dolor empático antes de volver a correr hacia ella, recogiendo el cuchillo en el proceso.
- Estas bien????? lo siento!!! - dijo angustiada una vez estuvo en cuclilllas a la altura de su cabeza, levantando nieve y un poco de tierra al resbalar - lo que pasa es... es... es que esa calle es más... - amplió la distancia entre sus manos para representarlo - ... grande e imporante y seguro... tiene muchos más guardias - se justificó respirando con dificultad. Se puso de pie y fue a por la vaina de la espada y regresó para ofrecersela para ayudarla a levantarse.
- El tipo de la ballesta todavía está por ahí... no sé qué hacer... - reconoció un tanto estresada
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
El calor abandonaba su cuerpo con rapidez, y el sudor que le provocaba la intensa carrera se le helaba en la piel. Después de dos o tres tirones, consiguió un desgarrón en la capa, pero no pudo desclavarla del suelo hasta que llegó Dulfary. Desde el suelo, Rose le lanzó una mirada un tanto patética, sorprendida al principio, confusa después.
No dijo nada. Boqueó, pero sus pulmones, ansiosos, no le dejaron llevar aire a la dolorida garganta. Extendió un brazo para agarrar sin fuerza uno de los tobillos de Dul, e hizo un soberano esfuerzo para volverse. Apoyó las rodillas y las manos en el suelo, parándose sin poder evitarlo para toser pesadamente, pero con un sentimiento de urgencia tan grande como el de la kazekage.
- Te... tenemos que... - jadeó.
Tenemos... ¿Qué?
Cerró los ojos. Estaba colorada, y a medida que se levantaba se le hizo patente que le dolía horriblemente el pecho, que el ritmo de su corazón era casi molesto, que también tenía castigada la espalda en la zona donde había aterrizado, y el tobillo. Sus dos opciones eran plantar cara y huír, y después de todo, la primera opción acabaría por desembocar en la segunda. No podrían hacer frente a los soldados... y ella tampoco se sentía capaz de huír. No se sentía capaz de hacer demasiados movimientos.
Miró a su alrededor; la calle era estrecha, pero había unas cuantas entradas envueltas en sombras que le dieron una idea. Se oían pasos sobre la nieve, detrás de la esquina. El hombre de la ballesta. Acabaría por encontrarlas.
- Es... escóndete - murmuró mientras agarraba el escudo.
Casi empujó a Dulfary contra las sombras, mientras daba un paso atrás, afianzándose el escudo en el brazo. Pareció caer en la cuenta de algo, y buscó a su alrededor, encontrando su espada medio sepultada en la nieve. Para cuando la recuperó, el soldado ya la había visto. Rose no sabía que la ballesta estaba rota, así que sintió un acceso de miedo mientras se aproximaba a un estrecho callejón que partía de la zona de la calle frente a la que Dul se encontraba.
Su plan parecía obvio. Si el soldado la seguía, le daría la espalda a Dul. No se le ocurrió que pudiera salir tan mal como el resto de las cosas que se les habían ocurrido hasta ahora. En aquellos momentos, lo único que la mantenía en pie era... la fe en que todo acabaría por salir bien.
No dijo nada. Boqueó, pero sus pulmones, ansiosos, no le dejaron llevar aire a la dolorida garganta. Extendió un brazo para agarrar sin fuerza uno de los tobillos de Dul, e hizo un soberano esfuerzo para volverse. Apoyó las rodillas y las manos en el suelo, parándose sin poder evitarlo para toser pesadamente, pero con un sentimiento de urgencia tan grande como el de la kazekage.
- Te... tenemos que... - jadeó.
Tenemos... ¿Qué?
Cerró los ojos. Estaba colorada, y a medida que se levantaba se le hizo patente que le dolía horriblemente el pecho, que el ritmo de su corazón era casi molesto, que también tenía castigada la espalda en la zona donde había aterrizado, y el tobillo. Sus dos opciones eran plantar cara y huír, y después de todo, la primera opción acabaría por desembocar en la segunda. No podrían hacer frente a los soldados... y ella tampoco se sentía capaz de huír. No se sentía capaz de hacer demasiados movimientos.
Miró a su alrededor; la calle era estrecha, pero había unas cuantas entradas envueltas en sombras que le dieron una idea. Se oían pasos sobre la nieve, detrás de la esquina. El hombre de la ballesta. Acabaría por encontrarlas.
- Es... escóndete - murmuró mientras agarraba el escudo.
Casi empujó a Dulfary contra las sombras, mientras daba un paso atrás, afianzándose el escudo en el brazo. Pareció caer en la cuenta de algo, y buscó a su alrededor, encontrando su espada medio sepultada en la nieve. Para cuando la recuperó, el soldado ya la había visto. Rose no sabía que la ballesta estaba rota, así que sintió un acceso de miedo mientras se aproximaba a un estrecho callejón que partía de la zona de la calle frente a la que Dul se encontraba.
Su plan parecía obvio. Si el soldado la seguía, le daría la espalda a Dul. No se le ocurrió que pudiera salir tan mal como el resto de las cosas que se les habían ocurrido hasta ahora. En aquellos momentos, lo único que la mantenía en pie era... la fe en que todo acabaría por salir bien.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Los ojos rojos de la niña se prendaron de los ella cuando empezó a explicar lo que tenían que hacer. Si, Rose sabía que tocaba hacer, era perfecto, la miraba expectante, no sonreía emocionada por escuchar alguien con buenas ideas, porque su boca solo servía para dejar pasar el aire a que lastimara sus pulmones por lo helado.
Pero la frase no prosiguió.
Era como si ella tampoco supiera que tenían que hacer.
Estaban perdidas. Al menos hasta que alguna de las dos recuperara la calma, la compostura y el control sobre la situación.
Pasos, el ballestero. Había que dejarlo por fuera antes que diera una alarma. Sabía que debía o hacerle frente o pensar en algo, rápido. Pero su amiga fue mucho más rápida que ella al respecto. Casi cae de espaldas cuando la empujó contra las sombras.
Estás, abrieron sus brazos y la recibieron, no con calidez y afecto, por supuesto que no podía ser así, la recibieron amenazantes, pero para bien o para mal, no hiciron nada, solo la cobijaron tal cual como esperaba Rose. Tuvo que sacudirse la nieve que tenía encima y que ademas ya estaba humedeciendo de más su ropa. En su cabeza algo por fin hizo contacto. Por fin tenía las palabras que completaban la frase que iniciara Rose: Tenemos que buscar refugio.
No solo de los soldados y su tonto toque de queda, si no del inclemente clima. Eso.
Ya tenía el qué, ahora debía buscar el donde, el cómo. Sonrió al darse cuenta que no necesitaba responder al por qué. Pero la sonrisa se apagó cuando el ballestero efectivamente, como un cordero guiado al matadero, cayó en lo que parecía ser una trampa tendida por la peliroja. Perfecto. Estaba encerrado. Ya no eran ellas las presas, ahora ellas cazaban, eso le gustó, eso le dio de nuevo confianza. Tenía mucha, él no pasaría mas allá de la inconciencia, al menos no por parte de ellas.
Efectivamente el guardia había reparado en Rose y se encaminó hacia ella, aunque su deseo era tener una pequeña conversación con Dul. Supuso, de forma correcta, que si tenía a una seguramente llegaría a la otra.
- Deja ya de correr que no tienes a donde huír - sentenció con tanta seguridad que la rubia por un momento casi le creyó y contuvo la respiración desde donde estaba. Él, siguió caminando hacia Rose, siguiendo la ruta que le estaba marcando al retroceder - Dime, por las buenas, donde esta tu amiguita? - levantó el arma, la ballesta, sin su cuerda y sin flecha hacia ella amenzante sin dejar de avanzar.
Bien, ese era el momento, le daba la espalda a Dulfary, era ahora o nunca. Desde la sombra, cual asesino o mejor aun, como si fuera una verdadera kazekage se coló a la espalda del hombre lista para agredirlo, el movimiento era perfecto, preciso, sin opción de fallo, siempre y cuando él no se girara, de la forma en lo que estaba haciendo, siempre y cuando no tomara a Dul por el brazo en la forma que lo estaba haciendo, siempre y cuando no le hiciera una llave que la dejara en el piso, tal cual como lo acaba de hacer.
Tosió seco al caer con todo su peso el piso. El soldado, persona mediamente lista, de inmediato apunto su arma descarcada contra Rose por si debía intimidarla para que no se acercara, sin soltar el brazo de Dulfary.
Dolió, no tanto por el golpe, como lo húmedo de la nieve, como el susto que le hizo tener el corazón en la garganta. Si, el golpe también. Cerró los ojos con mucha fuerza, tanta como la que usó para atraerlo consigo al suelo. Él era la presa, él debía estar sometido en el piso, no al revés. Era terca como ella sola, lo suficiente para estar siempre en esos problemas, por eso no cedió en hacerlo caer usando el mismo brazo que el tenía sujeto, haló y haló hasta que lo exasperó.
- QUIETA! - le gritó él, listo para golpearla, pero ella insistió. Claro, que un poco de ayuda no le vendría nada mal.
Pero la frase no prosiguió.
Era como si ella tampoco supiera que tenían que hacer.
Estaban perdidas. Al menos hasta que alguna de las dos recuperara la calma, la compostura y el control sobre la situación.
Pasos, el ballestero. Había que dejarlo por fuera antes que diera una alarma. Sabía que debía o hacerle frente o pensar en algo, rápido. Pero su amiga fue mucho más rápida que ella al respecto. Casi cae de espaldas cuando la empujó contra las sombras.
Estás, abrieron sus brazos y la recibieron, no con calidez y afecto, por supuesto que no podía ser así, la recibieron amenazantes, pero para bien o para mal, no hiciron nada, solo la cobijaron tal cual como esperaba Rose. Tuvo que sacudirse la nieve que tenía encima y que ademas ya estaba humedeciendo de más su ropa. En su cabeza algo por fin hizo contacto. Por fin tenía las palabras que completaban la frase que iniciara Rose: Tenemos que buscar refugio.
No solo de los soldados y su tonto toque de queda, si no del inclemente clima. Eso.
Ya tenía el qué, ahora debía buscar el donde, el cómo. Sonrió al darse cuenta que no necesitaba responder al por qué. Pero la sonrisa se apagó cuando el ballestero efectivamente, como un cordero guiado al matadero, cayó en lo que parecía ser una trampa tendida por la peliroja. Perfecto. Estaba encerrado. Ya no eran ellas las presas, ahora ellas cazaban, eso le gustó, eso le dio de nuevo confianza. Tenía mucha, él no pasaría mas allá de la inconciencia, al menos no por parte de ellas.
Efectivamente el guardia había reparado en Rose y se encaminó hacia ella, aunque su deseo era tener una pequeña conversación con Dul. Supuso, de forma correcta, que si tenía a una seguramente llegaría a la otra.
- Deja ya de correr que no tienes a donde huír - sentenció con tanta seguridad que la rubia por un momento casi le creyó y contuvo la respiración desde donde estaba. Él, siguió caminando hacia Rose, siguiendo la ruta que le estaba marcando al retroceder - Dime, por las buenas, donde esta tu amiguita? - levantó el arma, la ballesta, sin su cuerda y sin flecha hacia ella amenzante sin dejar de avanzar.
Bien, ese era el momento, le daba la espalda a Dulfary, era ahora o nunca. Desde la sombra, cual asesino o mejor aun, como si fuera una verdadera kazekage se coló a la espalda del hombre lista para agredirlo, el movimiento era perfecto, preciso, sin opción de fallo, siempre y cuando él no se girara, de la forma en lo que estaba haciendo, siempre y cuando no tomara a Dul por el brazo en la forma que lo estaba haciendo, siempre y cuando no le hiciera una llave que la dejara en el piso, tal cual como lo acaba de hacer.
Tosió seco al caer con todo su peso el piso. El soldado, persona mediamente lista, de inmediato apunto su arma descarcada contra Rose por si debía intimidarla para que no se acercara, sin soltar el brazo de Dulfary.
Dolió, no tanto por el golpe, como lo húmedo de la nieve, como el susto que le hizo tener el corazón en la garganta. Si, el golpe también. Cerró los ojos con mucha fuerza, tanta como la que usó para atraerlo consigo al suelo. Él era la presa, él debía estar sometido en el piso, no al revés. Era terca como ella sola, lo suficiente para estar siempre en esos problemas, por eso no cedió en hacerlo caer usando el mismo brazo que el tenía sujeto, haló y haló hasta que lo exasperó.
- QUIETA! - le gritó él, listo para golpearla, pero ella insistió. Claro, que un poco de ayuda no le vendría nada mal.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
Ah, pero la ayuda ya estaba en camino.
Desde luego, Rose no se quedó a contemplar, quieta y callada, cómo el guardia agredía a Dulfary. Se había adentrado bastante en el callejón, por la sencilla razón de que sabía que si el hombre se asomaba antes de entrar y la veía cerca se olería la trampa. Pero aún estaba a una distancia prudente.
No lo suficientemente prudente, porque permitió que el hombre derribara a la kazekage.
Su primer paso fue vacilante, cansino. No creyó que fuera a aguantar la carrera. La nieve, sucia, se apilaba en grandes montones contra las grises paredes que se estrechaban contra ellos, y casi parecía querer agarrarle los pies para que no se moviera. La extenuación, el dolor, hacían mella en ella. El hombre agarró a Dulfary, la echó al suelo. Rose tragó saliva.
Le apuntó con la ballesta.
Aquel sí que fue un error.
En aquel momento, Rose se sintió tan perdida, tan entre la espada y la pared, que actuó como lo hacen las personas llevadas al límite. Aceptando la derrota, aceptando que su plan había fallado y que pronto acabarían en prisión, si no muertas o algo peor, simplemente decidió que no. Que si todavía podía elegir, iba a sacar a la muchacha que le había salvado la vida de aquel aprieto, aunque le costase un lío, o algo peor, a ella.
Así que simplemente levantó el escudo como respuesta, y se lo puso frente a la cara y al torso, inclinándose ligeramente en un movimiento que - ella no lo sabía - denostaba un entrenamiento militar. Daba igual; protegiendo la mayor parte de su cuerpo, de forma que un disparo, a lo peor, le habría atravesado el brazo con el que sostenía el escudo, o una pierna, se lanzó. Y se lanzó con todas sus fuerzas, con todas sus energías, la determinación y el miedo haciendo hueco para que un torrente de adrenalina calentase la adormecida sangre de sus venas, consiguiendo hacerla correr.
Cargó.
Sucedió que Dulfary distrajo un momento al soldado, y éste se volvió para mirarla, dispuesto - más que dispuesto - a poner fin a su pequeña revuelta con una patada, o hiriéndola. "¡QUIETA!", le gritó, molesto, y al hacerlo no vio a la mancha pelirroja que recortaba la distancia con él. Movió la ballesta, levantándola para golpear a Dul en la cabeza con la traviesa, aunque fuera para callarla.
- ¡He dicho que te estés quie - comenzó.
Y le atropelló una mancha pelirroja.
Llevaba su espada por delante, pero enfundada. El pomo de acero que remataba la vaina se hundió con fuerza en las costillas del hombre, haciéndole bufar de pronto, repentinamente dolorido, con una lágrima en los ojos. El escudo le golpeó a continuación, apartándole de Dulfary, derribándole. Rose le siguió. Como no tenía la fuerza suficiente como para abrirse paso, tropezó con Dulfary y con el guardia, y se precipitó al suelo junto a éste último, haciéndose un confuso borujo con él al principio, hasta que cayeron a la nieve. Entonces la muchacha, frenética, trepó de cualquier modo hasta estar sobre él, y le apoyó el arma sobre la garganta.
La desnudó unos centímetros. Lo suficiente para que su hoja reflejase un destello de luz, para que sintiese el frío del filo sobre la piel, aunque no daba más miedo éso que ver la mirada de rabia de la muchacha, sentada a horcajadas sobre su pecho, respirando desquiciada como si se le fuera a salir el corazón en cualquier momento. Sus ojos se desviaron a Dulfary un momento, para comprobar si estaba bien.
No dijo nada. No podía decir nada. No le llegaba el aire. No habría podido distribuírlo entre respirar y hablar.
Desde luego, Rose no se quedó a contemplar, quieta y callada, cómo el guardia agredía a Dulfary. Se había adentrado bastante en el callejón, por la sencilla razón de que sabía que si el hombre se asomaba antes de entrar y la veía cerca se olería la trampa. Pero aún estaba a una distancia prudente.
No lo suficientemente prudente, porque permitió que el hombre derribara a la kazekage.
Su primer paso fue vacilante, cansino. No creyó que fuera a aguantar la carrera. La nieve, sucia, se apilaba en grandes montones contra las grises paredes que se estrechaban contra ellos, y casi parecía querer agarrarle los pies para que no se moviera. La extenuación, el dolor, hacían mella en ella. El hombre agarró a Dulfary, la echó al suelo. Rose tragó saliva.
Le apuntó con la ballesta.
Aquel sí que fue un error.
En aquel momento, Rose se sintió tan perdida, tan entre la espada y la pared, que actuó como lo hacen las personas llevadas al límite. Aceptando la derrota, aceptando que su plan había fallado y que pronto acabarían en prisión, si no muertas o algo peor, simplemente decidió que no. Que si todavía podía elegir, iba a sacar a la muchacha que le había salvado la vida de aquel aprieto, aunque le costase un lío, o algo peor, a ella.
Así que simplemente levantó el escudo como respuesta, y se lo puso frente a la cara y al torso, inclinándose ligeramente en un movimiento que - ella no lo sabía - denostaba un entrenamiento militar. Daba igual; protegiendo la mayor parte de su cuerpo, de forma que un disparo, a lo peor, le habría atravesado el brazo con el que sostenía el escudo, o una pierna, se lanzó. Y se lanzó con todas sus fuerzas, con todas sus energías, la determinación y el miedo haciendo hueco para que un torrente de adrenalina calentase la adormecida sangre de sus venas, consiguiendo hacerla correr.
Cargó.
Sucedió que Dulfary distrajo un momento al soldado, y éste se volvió para mirarla, dispuesto - más que dispuesto - a poner fin a su pequeña revuelta con una patada, o hiriéndola. "¡QUIETA!", le gritó, molesto, y al hacerlo no vio a la mancha pelirroja que recortaba la distancia con él. Movió la ballesta, levantándola para golpear a Dul en la cabeza con la traviesa, aunque fuera para callarla.
- ¡He dicho que te estés quie - comenzó.
Y le atropelló una mancha pelirroja.
Llevaba su espada por delante, pero enfundada. El pomo de acero que remataba la vaina se hundió con fuerza en las costillas del hombre, haciéndole bufar de pronto, repentinamente dolorido, con una lágrima en los ojos. El escudo le golpeó a continuación, apartándole de Dulfary, derribándole. Rose le siguió. Como no tenía la fuerza suficiente como para abrirse paso, tropezó con Dulfary y con el guardia, y se precipitó al suelo junto a éste último, haciéndose un confuso borujo con él al principio, hasta que cayeron a la nieve. Entonces la muchacha, frenética, trepó de cualquier modo hasta estar sobre él, y le apoyó el arma sobre la garganta.
La desnudó unos centímetros. Lo suficiente para que su hoja reflejase un destello de luz, para que sintiese el frío del filo sobre la piel, aunque no daba más miedo éso que ver la mirada de rabia de la muchacha, sentada a horcajadas sobre su pecho, respirando desquiciada como si se le fuera a salir el corazón en cualquier momento. Sus ojos se desviaron a Dulfary un momento, para comprobar si estaba bien.
No dijo nada. No podía decir nada. No le llegaba el aire. No habría podido distribuírlo entre respirar y hablar.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Decirle quieta no era suficiente para que efectivamente así se quedara. Aunque también sabía que la advertencia iba muy en serio y que lo mas seguro era que terminaría en una retaliación por la herida que le hizo previamente, según ella por accidente, según por ser una maldita rebelde incapaz de aceptar a su nuevo rey.
Los ojos de la niña se abrieron un poco cuando, entre el forcejeo, se percató que había levantado la ballesta para golpearla. Inmediatamente los cerró con fuerza esperando el momento del golpe sin que esto implicara que dejara de hacer fuerza por liberarse y hacerlo caer.
Pero el golpe que tanto deseaba él no se dio. Por supuesto sí hubo golpe, pero no como el quería, al contrario, lo golpearon a él y todos cayeron y por la posición golpearon a Dul que estaba muy mal ubicada. A pesar del golpe, en cuanto se vio libre, rodó en la dirección contraria a la que cayeron, valiéndose me manos y rodillas para ponerse en pie.
Ante la amenaza del filo a su cuello, el hombre se quedó quieto por un momento. Algo estaba mal en la información que les habían dado: la rubia sabía defenderse y tenía una puntería envidiable, en eso aun estaba acorde, pero la que tenía encima había recibido entrenamiento, y no cualquiera, hacia cosas como los soldados, esos primeros que llegaron desde Igoroth, no era alguien que solo sabía manejar la espada, era un militar y eso, aunque él casi (énfasis en casi) lo fuera, lo ponía en desventaja. Pero no se iba a dejar de dos insignificantes rebeldes, así que una sonrisa de prepotencia se coló en sus labios como respuesta a la mirada de la pelirroja y de su propio temor y dudas.
Por fortuna para ambas, desconocía que Rose no era consciente de lo que él descubrió. Por otro lado, Dul abrió los ojos como platos cuando se dio cuenta que lo amenazaba con la espada y dio un paso con seguridad siendo el otro en falso al retroceder de nuevo conteniéndose. Por un momento creyó que lo iba a matar y no supo como pedir que no lo hiciera sin comprometer la posición que por fin habían ganado.
Pero tampoco podía quedarse atrás por siempre. Se acercó a ellos, cruzando la mirada con la de la semi elfa. La pequeña nube de aire caliente que entraba y salía por su boca dejó como única opción responder a su pregunta muda con un movimiento vertical de su cabeza. En otro momento y lugar pensaría como define y qué compone y significa “estar bien”; en ese instante era más urgente clavar en la nieve su cuchillo junto a la cabeza del soldado, mercenario o lo que fuera, como advertencia para que dejara ese movimiento que apenas iniciaba cuando estuvo libre de la presión directa de la mirada iracunda de Rose.
- Quieto!! – susurró tajante y autoritaria la niña. No era su victoria sobre él, pero era su turno de decirle qué hacer.
Se puso de cuclillas junto a él, agarrando el mango reforzado con cuero del kunai.
- Ahora nosotras somos las malas de la canción, así que por tu bienestar, nos dirás como salir de aquí hasta la puerta norte de la ciudad sin cruzarnos con más de ustedes – qué tan intimidatoria puede ser una rubia que habla a toda carrera para poder darle uso al aire que de todas formas saldrá por su boca y que un segundo después continúa respirando de forma agitada, cansada, y con muestra evidentes de estar pasando frío? Qué tan intimidante puede ser el tono de alguien que jamás a coaccionado a otra persona a hacer algo bajo la tentativa de hacer uso de as armas de las que disponen en el momento? Eso era algo que de una forma u otra, solo podía responder el soldado con aquello que les contestara, pero como fuera Dul se alistaba a noquearlo, y tomar rumbo este o sur.
Los ojos de la niña se abrieron un poco cuando, entre el forcejeo, se percató que había levantado la ballesta para golpearla. Inmediatamente los cerró con fuerza esperando el momento del golpe sin que esto implicara que dejara de hacer fuerza por liberarse y hacerlo caer.
Pero el golpe que tanto deseaba él no se dio. Por supuesto sí hubo golpe, pero no como el quería, al contrario, lo golpearon a él y todos cayeron y por la posición golpearon a Dul que estaba muy mal ubicada. A pesar del golpe, en cuanto se vio libre, rodó en la dirección contraria a la que cayeron, valiéndose me manos y rodillas para ponerse en pie.
Ante la amenaza del filo a su cuello, el hombre se quedó quieto por un momento. Algo estaba mal en la información que les habían dado: la rubia sabía defenderse y tenía una puntería envidiable, en eso aun estaba acorde, pero la que tenía encima había recibido entrenamiento, y no cualquiera, hacia cosas como los soldados, esos primeros que llegaron desde Igoroth, no era alguien que solo sabía manejar la espada, era un militar y eso, aunque él casi (énfasis en casi) lo fuera, lo ponía en desventaja. Pero no se iba a dejar de dos insignificantes rebeldes, así que una sonrisa de prepotencia se coló en sus labios como respuesta a la mirada de la pelirroja y de su propio temor y dudas.
Por fortuna para ambas, desconocía que Rose no era consciente de lo que él descubrió. Por otro lado, Dul abrió los ojos como platos cuando se dio cuenta que lo amenazaba con la espada y dio un paso con seguridad siendo el otro en falso al retroceder de nuevo conteniéndose. Por un momento creyó que lo iba a matar y no supo como pedir que no lo hiciera sin comprometer la posición que por fin habían ganado.
Pero tampoco podía quedarse atrás por siempre. Se acercó a ellos, cruzando la mirada con la de la semi elfa. La pequeña nube de aire caliente que entraba y salía por su boca dejó como única opción responder a su pregunta muda con un movimiento vertical de su cabeza. En otro momento y lugar pensaría como define y qué compone y significa “estar bien”; en ese instante era más urgente clavar en la nieve su cuchillo junto a la cabeza del soldado, mercenario o lo que fuera, como advertencia para que dejara ese movimiento que apenas iniciaba cuando estuvo libre de la presión directa de la mirada iracunda de Rose.
- Quieto!! – susurró tajante y autoritaria la niña. No era su victoria sobre él, pero era su turno de decirle qué hacer.
Se puso de cuclillas junto a él, agarrando el mango reforzado con cuero del kunai.
- Ahora nosotras somos las malas de la canción, así que por tu bienestar, nos dirás como salir de aquí hasta la puerta norte de la ciudad sin cruzarnos con más de ustedes – qué tan intimidatoria puede ser una rubia que habla a toda carrera para poder darle uso al aire que de todas formas saldrá por su boca y que un segundo después continúa respirando de forma agitada, cansada, y con muestra evidentes de estar pasando frío? Qué tan intimidante puede ser el tono de alguien que jamás a coaccionado a otra persona a hacer algo bajo la tentativa de hacer uso de as armas de las que disponen en el momento? Eso era algo que de una forma u otra, solo podía responder el soldado con aquello que les contestara, pero como fuera Dul se alistaba a noquearlo, y tomar rumbo este o sur.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
La pelirroja no se movió de su posición.
Seguramente habría estado en peligro de no ser por la rápida reacción de Dulfary, pero apenas se inmutó. Es decir, no podía ponerse más nerviosa. Su única reacción fué desnudar la hoja un poco más, un milímetro, poniéndola en contacto directo con la garganta del soldado. Una amenaza, que no tenía por qué saber que no estaba dispuesta a cumplir.
En parte por éso estaba sentada sobre él, apoyada en su coraza y con el cuerpo inclinado hacia adelante. De haberse arrodillado, no se habría podido tener en pie, y habría habido algún accidente. Ya le costaba mantener el pulso lo suficiente como para no cortarle por error. La espada estaba apoyada en un sitio muy delicado. En cuanto a lo que pasó después, miró a Dulfary con una mezcla de sorpresa e incredulidad.
De nuevo, no dijo nada. Pero ésta vez, aunque hubiera podido, no lo hubiera dicho en voz alta. "¿Vas a confiar en lo que te diga éste... hombre?", decían sus ojos. Pero si lo hubiera dicho, el hombre podría haberlas confundido aposta. Decidir a qué harían caso sería difícil.
- Tch - chasqueó la lengua, con desdén. - Como si supiera dónde están todos.
- No importa - balbució la pelirroja con dificultad. - Habla.
- La ruta más rápida es seguir la avenida hacia el norte. Si seguís los callejones que van paralelos a ella también llegaréis. Hay una plaza unos cientos de metros más allá. Cuando lleguéis, torced a la derecha, y luego hacia la izquierda.
Y estaréis en el cuartel de la Guardia, pensó, pero se cuidó mucho de decirlo en voz alta.
- Si me matáis seréis carne muerta - agregó, mirando a los ojos a Rose. - Soltadme.
La pelirroja no le obedeció. Sus manos se cerraron con fuerza en torno al arma, como si se lo estuviese pensando, pero no lo hizo. Apartó los ojos un momento para buscar los de Dulfary, pero no tardó más de unos instantes en volverlos a poner sobre el guardia. Desgraciadamente, él no necesitó más tiempo. Cabeceó bruscamente para apartarse de Dulfary, ayudándose de la nieve para deslizarse, y levantó los brazos para, con uno, agarrar a Rose violentamente por el pelo, y con el otro agarrarle la mano con la que blandía la espada.
La sorpresa y la superioridad de su fuerza se conjuraron para lograr hacerle levantar la mano, con un quejido por lo mal y lo fuerte que le agarraba tanto la muñeca como el pelo. El guardia miró a Dulfary con el odio y la rabia patentes en la mirada.
- ¡No te acerques o la mato! - dijo.
Aunque, al estar mirando a Dul, no se dio cuenta de cómo la pelirroja desenvainaba la espada por completo, blandiendo la vaina rematada de acero con la mano libre. Le bastó un golpe para que le soltara el pelo; el hombre soltó un gañido, también tomado por sorpresa, y la pelirroja se puso en pie, desasiéndose de su mano, para propinarle una patada en la barbilla.
- Hijo de... - gruñó, poniéndole la espada en la garganta.
Por un momento pareció que iba a matarle de veras.
Seguramente habría estado en peligro de no ser por la rápida reacción de Dulfary, pero apenas se inmutó. Es decir, no podía ponerse más nerviosa. Su única reacción fué desnudar la hoja un poco más, un milímetro, poniéndola en contacto directo con la garganta del soldado. Una amenaza, que no tenía por qué saber que no estaba dispuesta a cumplir.
En parte por éso estaba sentada sobre él, apoyada en su coraza y con el cuerpo inclinado hacia adelante. De haberse arrodillado, no se habría podido tener en pie, y habría habido algún accidente. Ya le costaba mantener el pulso lo suficiente como para no cortarle por error. La espada estaba apoyada en un sitio muy delicado. En cuanto a lo que pasó después, miró a Dulfary con una mezcla de sorpresa e incredulidad.
De nuevo, no dijo nada. Pero ésta vez, aunque hubiera podido, no lo hubiera dicho en voz alta. "¿Vas a confiar en lo que te diga éste... hombre?", decían sus ojos. Pero si lo hubiera dicho, el hombre podría haberlas confundido aposta. Decidir a qué harían caso sería difícil.
- Tch - chasqueó la lengua, con desdén. - Como si supiera dónde están todos.
- No importa - balbució la pelirroja con dificultad. - Habla.
- La ruta más rápida es seguir la avenida hacia el norte. Si seguís los callejones que van paralelos a ella también llegaréis. Hay una plaza unos cientos de metros más allá. Cuando lleguéis, torced a la derecha, y luego hacia la izquierda.
Y estaréis en el cuartel de la Guardia, pensó, pero se cuidó mucho de decirlo en voz alta.
- Si me matáis seréis carne muerta - agregó, mirando a los ojos a Rose. - Soltadme.
La pelirroja no le obedeció. Sus manos se cerraron con fuerza en torno al arma, como si se lo estuviese pensando, pero no lo hizo. Apartó los ojos un momento para buscar los de Dulfary, pero no tardó más de unos instantes en volverlos a poner sobre el guardia. Desgraciadamente, él no necesitó más tiempo. Cabeceó bruscamente para apartarse de Dulfary, ayudándose de la nieve para deslizarse, y levantó los brazos para, con uno, agarrar a Rose violentamente por el pelo, y con el otro agarrarle la mano con la que blandía la espada.
La sorpresa y la superioridad de su fuerza se conjuraron para lograr hacerle levantar la mano, con un quejido por lo mal y lo fuerte que le agarraba tanto la muñeca como el pelo. El guardia miró a Dulfary con el odio y la rabia patentes en la mirada.
- ¡No te acerques o la mato! - dijo.
Aunque, al estar mirando a Dul, no se dio cuenta de cómo la pelirroja desenvainaba la espada por completo, blandiendo la vaina rematada de acero con la mano libre. Le bastó un golpe para que le soltara el pelo; el hombre soltó un gañido, también tomado por sorpresa, y la pelirroja se puso en pie, desasiéndose de su mano, para propinarle una patada en la barbilla.
- Hijo de... - gruñó, poniéndole la espada en la garganta.
Por un momento pareció que iba a matarle de veras.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
No le devolvió la mirada a Rose. Más que nada por temor a delatarse a sí misma. En su lugar mantuvo la vista fija en el hombre en el suelo, su atención en cada cosa que decía, asintiendo de vez en cuando, haciendo un mapa mental de la ciudad con lo que le decía. Un mapa que no seguiría. Daba igual lo que dijera, no tomarían al norte a no ser que fuera estrictamente necesario. Era su señuelo e inocentemente esperaba que de alguna forma cayera.
- Y si no te matamos tú intercederás por nosotras? no lo creo - replicó ella sin darse cuenta cuando Rose la miró y le dio la oportunidad que él esperaba. Su mano se fue presurosa al kunai clavado en tierra para volverlo a amenazar, pero su advertencia llegó primero, cuando apenas lo tenía sujeto con la mano. Se detuvo, obedientemente, mirándolo con rabia, con impotencia.
- Eres un... - no terminó la frase ya que Rose se hizo cargo solita, ella lo golpeaba con la vaina y Dul retomó su acción aunque variando un poco la intención, Dulfary con un movimiento que lo tomó por sorpresa presionó en la articulación del hombro dejando el brazo flácido, dio un brinquito cómico al otro lado mientras Rose se ponía del todo de pie y repitió la operación, con la garganta asegurada por parte de la pelirroja, levantándose ella misma al final.
Desde la altura observó los ojos del hombre, parecía estar tan sorprendido como ella por la agilidad de Rose, incluso tuvo que reprimir un "wow" de su parte, por las razones expuestas y porque la vio demasiado decidida a terminar con la vida de él.
- No... - esta vez fue más fuerte que ella, aunque solo fuer aun hilillo de voz, que obtuvo de él una sonrisa burlona a pesar de su situación - no la insultes, su mamá no tenía por qué saber en que terminaría convertido su angelito - le movió la cabeza con cuidado con el pie para llamarle la atención - cierto? Gracias por la información, ahora a dormir - hizo presión en un punto del cuello hasta que quedó inconsciente, haciendo presión nuevamente para no matarlo y después de eso le regresó la movilidad a los brazos - ya está, así no hay que derramar sangre - le miró la herida que le hizo por accidente - mas sangre. Necesitamos un lugar donde refugiarnos, hacia el oeste está la Ciudad en Ruinas, allá no se mete la Guardia, así que llegará el punto en que encontraremos una casa en la cual colarnos sin tener que llegar hasta las Ruinas –
Miró hacia el final de la calle.
- Puedes caminar hacia atrás? Dejemos las huellas en dirección norte y luego nos vamos por cualquier otro lado, aunque con la nieve que cae hasta será innecesario - sin poderlo evitar soltó la risa. Risa nerviosa.
- Y si no te matamos tú intercederás por nosotras? no lo creo - replicó ella sin darse cuenta cuando Rose la miró y le dio la oportunidad que él esperaba. Su mano se fue presurosa al kunai clavado en tierra para volverlo a amenazar, pero su advertencia llegó primero, cuando apenas lo tenía sujeto con la mano. Se detuvo, obedientemente, mirándolo con rabia, con impotencia.
- Eres un... - no terminó la frase ya que Rose se hizo cargo solita, ella lo golpeaba con la vaina y Dul retomó su acción aunque variando un poco la intención, Dulfary con un movimiento que lo tomó por sorpresa presionó en la articulación del hombro dejando el brazo flácido, dio un brinquito cómico al otro lado mientras Rose se ponía del todo de pie y repitió la operación, con la garganta asegurada por parte de la pelirroja, levantándose ella misma al final.
Desde la altura observó los ojos del hombre, parecía estar tan sorprendido como ella por la agilidad de Rose, incluso tuvo que reprimir un "wow" de su parte, por las razones expuestas y porque la vio demasiado decidida a terminar con la vida de él.
- No... - esta vez fue más fuerte que ella, aunque solo fuer aun hilillo de voz, que obtuvo de él una sonrisa burlona a pesar de su situación - no la insultes, su mamá no tenía por qué saber en que terminaría convertido su angelito - le movió la cabeza con cuidado con el pie para llamarle la atención - cierto? Gracias por la información, ahora a dormir - hizo presión en un punto del cuello hasta que quedó inconsciente, haciendo presión nuevamente para no matarlo y después de eso le regresó la movilidad a los brazos - ya está, así no hay que derramar sangre - le miró la herida que le hizo por accidente - mas sangre. Necesitamos un lugar donde refugiarnos, hacia el oeste está la Ciudad en Ruinas, allá no se mete la Guardia, así que llegará el punto en que encontraremos una casa en la cual colarnos sin tener que llegar hasta las Ruinas –
Miró hacia el final de la calle.
- Puedes caminar hacia atrás? Dejemos las huellas en dirección norte y luego nos vamos por cualquier otro lado, aunque con la nieve que cae hasta será innecesario - sin poderlo evitar soltó la risa. Risa nerviosa.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
La pelirroja no contestó enseguida.
Sus manos se hundieron en la nieve, a los lados de la cabeza del guardia, y cerró con fuerza los ojos durante algunos instantes. Todavía sentía cómo el corazón se le desbocaba, cómo sus pulmones le pedían más aire, cómo el sudor le recorría el cuello y le hacía sentir escalofríos cuando el gélido viento lo azotaba.
El frío recrudecía el agotamiento. A éste se le unía la confusión mental. A ella, el miedo.
Pareció que descansaba unos momentos antes de ponerse en pie, pero no fue así. Apartó fantasmas de su mente. En la tierra de la que venía, decían que siempre había trabajado bien bajo presión... sin embargo la presión era algo nuevo para ella, que nada recordaba. Estaba hecha un lío.
Al final acabó por ponerse en pie, lentamente, primero arrodillándose y luego apoyándose en la coraza del guardia. En un movimiento muy elegante, la espada giró entre sus dedos hasta quedar la punta de la hoja sobre la entrada de la vaina, y la cerró dejando deslizarse la primera. Como otras veces, no pensó en el movimiento, sino que lo hizo sin darse cuenta. Puede que sus actitudes, al no tener memoria, hubieran cambiado, pero sus aptitudes no.
Miró a Dul con un deje de tristeza mientras se ataba la vaina al costado. Estaba algo avergonzada por lo que acababa de pasar. Casi le mata. No sabía lo que pensaría la chica de ella, pero...
- ¿Avanzamos hacia el norte y luego nos vamos por los tejados? - propuso. - ¿Por qué no deberíamos entrar en las Ruinas...?
Estaba perpleja, no lo disimuló. De modo que había un lugar en el que la guardia no se metía y... ¿Lo iban a esquivar? No dudó de que habría una razón para ello, pero tal vez les conviniera pasarla por alto. En cualquier caso, no se movió hasta que Dulfary lo hizo. No conocía bien la Ciudad...
... y no estaba segura de dónde estaba el Norte.
Sus manos se hundieron en la nieve, a los lados de la cabeza del guardia, y cerró con fuerza los ojos durante algunos instantes. Todavía sentía cómo el corazón se le desbocaba, cómo sus pulmones le pedían más aire, cómo el sudor le recorría el cuello y le hacía sentir escalofríos cuando el gélido viento lo azotaba.
El frío recrudecía el agotamiento. A éste se le unía la confusión mental. A ella, el miedo.
Pareció que descansaba unos momentos antes de ponerse en pie, pero no fue así. Apartó fantasmas de su mente. En la tierra de la que venía, decían que siempre había trabajado bien bajo presión... sin embargo la presión era algo nuevo para ella, que nada recordaba. Estaba hecha un lío.
Al final acabó por ponerse en pie, lentamente, primero arrodillándose y luego apoyándose en la coraza del guardia. En un movimiento muy elegante, la espada giró entre sus dedos hasta quedar la punta de la hoja sobre la entrada de la vaina, y la cerró dejando deslizarse la primera. Como otras veces, no pensó en el movimiento, sino que lo hizo sin darse cuenta. Puede que sus actitudes, al no tener memoria, hubieran cambiado, pero sus aptitudes no.
Miró a Dul con un deje de tristeza mientras se ataba la vaina al costado. Estaba algo avergonzada por lo que acababa de pasar. Casi le mata. No sabía lo que pensaría la chica de ella, pero...
- ¿Avanzamos hacia el norte y luego nos vamos por los tejados? - propuso. - ¿Por qué no deberíamos entrar en las Ruinas...?
Estaba perpleja, no lo disimuló. De modo que había un lugar en el que la guardia no se metía y... ¿Lo iban a esquivar? No dudó de que habría una razón para ello, pero tal vez les conviniera pasarla por alto. En cualquier caso, no se movió hasta que Dulfary lo hizo. No conocía bien la Ciudad...
... y no estaba segura de dónde estaba el Norte.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Rose guardó silencio y Dul se lo respetó haciendo lo propio, incluso desviando la vista para darle ese instante de privacidad para… para lo que fuera que estuviera haciendo y necesitara.
~ Por qué mete las manos en la nieve? Qué eso no le dará más frío? ~ solo lo pensó, no era quién para juzgar, ella misma hacía cosas mas extrañas, absurdas y peligrosas que eso para tener el descaro de juzgar. Pero ella también se estaba helando, aunque no encontrara la forma de decirle "date prisa".
Cuando se puso de pie volvió la vista a ella, dudando si ayudarla a ponerse en pie y por enésima vez en lo que iba de noche preguntó con un deje de preocupación
- Estás bien? – sus ojos no estaban en los de ella, estaban en el movimiento del arma, en como hacía las cosas, en detalles a los que antes no había puesto tanta atención y bajo sus mascarilla de tela sonrió de forma tonta hasta que sus ojos se encontraron y la preocupación fue aun más patente en sus ojos, sin llegar a repetir la pregunta, aunque estuvo muy cerca de hacerlo.
- De acuerdo – eso que decía tenía mucho mas sentido que lo que ella pensaba aunque llevara al mismo lado – pero esta vez nos apegamos a lo de los tejados, vale? – su tono despreocupado hablada de ir en chanza, aunque tuviera toda la razón; pero también lo decía por si podía relajarla un poco, aunque lo dudaba mucho.
- Las ruinas son tal vez el lugar más peligro del Reino, están llenas de asesinos y… - bajó la vista hasta el guardia e hizo una mueca antes de volver la vista al frente – esta bien, no te he dado una diferencia todavía, lo que quiero decir es, asesinos sin uniforme ni emblemas del Rey – se corrigió con un poco de vergüenza ajena – y de ladrones que también son asesinos. Es un lugar tan carente de ley, que hasta la guardia le teme, casi que son peores que ellos. Si nos metemos a una casa en este lado de la ciudad hay la certeza de una de dos: o nos entregan o nos asilan, pero no términos medio en donde lo mas seguro es que nos maten después de robarnos - naturalmente en su mente de niña no se llegó a enumerar el punto intermedio entre el robo y la muerte, siendo mujeres.
- Bien, creo que el clima no va cambiar, así que en marcha -
~ Por qué mete las manos en la nieve? Qué eso no le dará más frío? ~ solo lo pensó, no era quién para juzgar, ella misma hacía cosas mas extrañas, absurdas y peligrosas que eso para tener el descaro de juzgar. Pero ella también se estaba helando, aunque no encontrara la forma de decirle "date prisa".
Cuando se puso de pie volvió la vista a ella, dudando si ayudarla a ponerse en pie y por enésima vez en lo que iba de noche preguntó con un deje de preocupación
- Estás bien? – sus ojos no estaban en los de ella, estaban en el movimiento del arma, en como hacía las cosas, en detalles a los que antes no había puesto tanta atención y bajo sus mascarilla de tela sonrió de forma tonta hasta que sus ojos se encontraron y la preocupación fue aun más patente en sus ojos, sin llegar a repetir la pregunta, aunque estuvo muy cerca de hacerlo.
- De acuerdo – eso que decía tenía mucho mas sentido que lo que ella pensaba aunque llevara al mismo lado – pero esta vez nos apegamos a lo de los tejados, vale? – su tono despreocupado hablada de ir en chanza, aunque tuviera toda la razón; pero también lo decía por si podía relajarla un poco, aunque lo dudaba mucho.
- Las ruinas son tal vez el lugar más peligro del Reino, están llenas de asesinos y… - bajó la vista hasta el guardia e hizo una mueca antes de volver la vista al frente – esta bien, no te he dado una diferencia todavía, lo que quiero decir es, asesinos sin uniforme ni emblemas del Rey – se corrigió con un poco de vergüenza ajena – y de ladrones que también son asesinos. Es un lugar tan carente de ley, que hasta la guardia le teme, casi que son peores que ellos. Si nos metemos a una casa en este lado de la ciudad hay la certeza de una de dos: o nos entregan o nos asilan, pero no términos medio en donde lo mas seguro es que nos maten después de robarnos - naturalmente en su mente de niña no se llegó a enumerar el punto intermedio entre el robo y la muerte, siendo mujeres.
- Bien, creo que el clima no va cambiar, así que en marcha -
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
Ah, muy bien.
Así que las Ruinas eran una especie de... Ciudad sin ley. Peligrosa, muy peligrosa. No sin apreciar la ironía, se preguntó; ¿Más peligrosa que la Ciudad con ley? Le parecía difícil. Mierda, aquel reino... ¿Había algún sitio en él que no fuera peligroso?
Tragó saliva. Su respiración aún era pesada, muy pesada.
Sus ojos se cruzaron con los de Dul. Pero un momento. Luego bajaron a la nieve, a la marca de sus manos sobre la fresca blancura. No formaba parte de un ritual extraño, no era una excentricidad como pensaba la chica. Había necesitado apoyarse sobre las manos y dejar descansar el cuerpo. Le dolía el pecho. Le dolía el abdomen. El frío se clava como una navaja cuando estás cansado. Se sentía como una alfombra recién sacudida.
Asintió fugazmente con la cabeza.
- Estoy... estoy bien - mintió.
Si le hubieran dejado tenderse en un lugar seco y caliente, se habría dormido de inmediato. Qué la mantenía en pie, no lo sabía, pero no se lo planteaba. Tenía que aprovecharlo. Tenían que salir de allí, rápido, y tenía que evitar que la situación de poner en peligro a la que le había salvado se repitiera.
- En... entiendo - dijo, avergonzada, ante aquello de "apegarse a lo de los tejados". - Lo lamento.
Comenzó a caminar detrás de ella cuando se pusieron en marcha. Aunque su mente estaba perdida en lo último que dijo... ¿Una casa intermedia? Con gente. Gente que se quedaría metida en aquello. Justo lo que habían dicho que no harían. Claro, las cosas habían cambiado. Las circunstancias habían cambiado. Debía haber guardias buscándolas por todos lados. Pero...
...
Pero nada.
Recortó con una larga zancada la distancia que Dulfary le ganaba y le agarró por la muñeca. Sin mala saña, sin intención de hacerle daño ni de retenerla. Como se suele hacer cuando estás a punto de decir algo muy serio. Pero no impidió que siguieran avanzando; hacia el norte, como dijeron. Se aproximaban a un cruce de calles que desembocaba, un poco mas allá, en una avenida cercana a una plaza.
- No podemos - dijo. - Si nos metemos en la casa de alguien, conseguiremos que le hagan daño. ¿No tenemos alternativa?
... sí, sí que la tenían. Lo acababa de decir.
Las Ruinas.
Así que las Ruinas eran una especie de... Ciudad sin ley. Peligrosa, muy peligrosa. No sin apreciar la ironía, se preguntó; ¿Más peligrosa que la Ciudad con ley? Le parecía difícil. Mierda, aquel reino... ¿Había algún sitio en él que no fuera peligroso?
Tragó saliva. Su respiración aún era pesada, muy pesada.
Sus ojos se cruzaron con los de Dul. Pero un momento. Luego bajaron a la nieve, a la marca de sus manos sobre la fresca blancura. No formaba parte de un ritual extraño, no era una excentricidad como pensaba la chica. Había necesitado apoyarse sobre las manos y dejar descansar el cuerpo. Le dolía el pecho. Le dolía el abdomen. El frío se clava como una navaja cuando estás cansado. Se sentía como una alfombra recién sacudida.
Asintió fugazmente con la cabeza.
- Estoy... estoy bien - mintió.
Si le hubieran dejado tenderse en un lugar seco y caliente, se habría dormido de inmediato. Qué la mantenía en pie, no lo sabía, pero no se lo planteaba. Tenía que aprovecharlo. Tenían que salir de allí, rápido, y tenía que evitar que la situación de poner en peligro a la que le había salvado se repitiera.
- En... entiendo - dijo, avergonzada, ante aquello de "apegarse a lo de los tejados". - Lo lamento.
Comenzó a caminar detrás de ella cuando se pusieron en marcha. Aunque su mente estaba perdida en lo último que dijo... ¿Una casa intermedia? Con gente. Gente que se quedaría metida en aquello. Justo lo que habían dicho que no harían. Claro, las cosas habían cambiado. Las circunstancias habían cambiado. Debía haber guardias buscándolas por todos lados. Pero...
...
Pero nada.
Recortó con una larga zancada la distancia que Dulfary le ganaba y le agarró por la muñeca. Sin mala saña, sin intención de hacerle daño ni de retenerla. Como se suele hacer cuando estás a punto de decir algo muy serio. Pero no impidió que siguieran avanzando; hacia el norte, como dijeron. Se aproximaban a un cruce de calles que desembocaba, un poco mas allá, en una avenida cercana a una plaza.
- No podemos - dijo. - Si nos metemos en la casa de alguien, conseguiremos que le hagan daño. ¿No tenemos alternativa?
... sí, sí que la tenían. Lo acababa de decir.
Las Ruinas.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Tenía la respuesta que quería, aunque sabía que no era verdad, sin llegar a sospechar hasta punto era cierto su presentimiento. Pero para la niña, por irrisorio que sonora, era importante escuchar que estaba bien, eso la haría moverse un poco, tratar de llegar a algún punto donde su respuesta se hiciera realidad. Si decía que se sentía mal seguramente iría decayendo hasta que ya no pudieran salir del lugar; no lo decía o pensaba como un hecho comprobado, lo hacía porque así, pasaba con ella.
Pero las arenas del tiempo seguían cayendo y era a ellas a las que se les terminaba.
- Lo siento, no lo dije en ese sentido - se apresuró a corregir cuando pidió disculpas, moviendo las manos enérgicamente para enfatizar sus palabras. Estaba cansada, ella también lo estaba y el frío calando a los huesos no ayudaba al estado. Por un momento se dio cuenta que echaba de menos la primavera, el otoño… el verano no porque la sofocaba. Sacudió la cabeza desechando su hilo de ideas, esta desvariando, no era bueno. Y emprendieron la marcha.
Con la docilidad de una niña perdida en la ciudad siendo guiada por alguien con más conocimiento del mundo, se giró cuando la tomó por la muñeca, e incluso, disminuyó su paso para que le diera alcance y expresara su pregunta.
Bajó la cabeza avergonzada. Asintió en silencio casi deteniéndose por lo lento que caminaba. Tenía las mismas dudas que ella, fundamentadas en los mismos argumentos y se sintió la niña que era, se sintió regañada, bajando otro poco la cabeza.
- Lo sé y aunque te insista ahora que es lo más factible, aunque no vea más alternativas, cuando estemos frente a la puerta o la ventana de la pobre familia que importunaríamos para nuestros fines, lo más seguro es que te diga que no... que mejor no y sigamos, pero... - su voz sonaba muy bajo, hablando despacio.
Su "pero" era un poco mas egoísta que pensar en cuanto apremiaba el tiempo para que ellas llegaran a un lugar, si no cálido, seco. Por fin se detuvo, por debajo de la mascara de tela, se mordió el labio, respiró hondo, a pesar de la barrera lo gélido del aire hizo que hasta la lengua le doliera, y subió la vista para encararla. La curvatura de sus cejas, la expresión de sus ojos rojos hablaba de la angustia que le causaba el tener que recurrir a una familia a la cual poner en riesgo por su buena fe.
- Pero a mi me da miedo entrar a las ruinas – reconoció con el mismo tono que se reconoce que le temes al monstruo que vive debajo de tu cama - de todas formas la idea no es entrar en una casa habitada, no habrá fuego, pero no ponemos en riesgo a nadie más, ni nos ponemos en riesgo nosotras – por supuesto, distinguir la delgada línea que separa la ciudad en el punto en que sus casas empiezan a estar deshabitadas y las ruinas ya sería otro asunto
Pero las arenas del tiempo seguían cayendo y era a ellas a las que se les terminaba.
- Lo siento, no lo dije en ese sentido - se apresuró a corregir cuando pidió disculpas, moviendo las manos enérgicamente para enfatizar sus palabras. Estaba cansada, ella también lo estaba y el frío calando a los huesos no ayudaba al estado. Por un momento se dio cuenta que echaba de menos la primavera, el otoño… el verano no porque la sofocaba. Sacudió la cabeza desechando su hilo de ideas, esta desvariando, no era bueno. Y emprendieron la marcha.
Con la docilidad de una niña perdida en la ciudad siendo guiada por alguien con más conocimiento del mundo, se giró cuando la tomó por la muñeca, e incluso, disminuyó su paso para que le diera alcance y expresara su pregunta.
Bajó la cabeza avergonzada. Asintió en silencio casi deteniéndose por lo lento que caminaba. Tenía las mismas dudas que ella, fundamentadas en los mismos argumentos y se sintió la niña que era, se sintió regañada, bajando otro poco la cabeza.
- Lo sé y aunque te insista ahora que es lo más factible, aunque no vea más alternativas, cuando estemos frente a la puerta o la ventana de la pobre familia que importunaríamos para nuestros fines, lo más seguro es que te diga que no... que mejor no y sigamos, pero... - su voz sonaba muy bajo, hablando despacio.
Su "pero" era un poco mas egoísta que pensar en cuanto apremiaba el tiempo para que ellas llegaran a un lugar, si no cálido, seco. Por fin se detuvo, por debajo de la mascara de tela, se mordió el labio, respiró hondo, a pesar de la barrera lo gélido del aire hizo que hasta la lengua le doliera, y subió la vista para encararla. La curvatura de sus cejas, la expresión de sus ojos rojos hablaba de la angustia que le causaba el tener que recurrir a una familia a la cual poner en riesgo por su buena fe.
- Pero a mi me da miedo entrar a las ruinas – reconoció con el mismo tono que se reconoce que le temes al monstruo que vive debajo de tu cama - de todas formas la idea no es entrar en una casa habitada, no habrá fuego, pero no ponemos en riesgo a nadie más, ni nos ponemos en riesgo nosotras – por supuesto, distinguir la delgada línea que separa la ciudad en el punto en que sus casas empiezan a estar deshabitadas y las ruinas ya sería otro asunto
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
Rose boqueó.
En realidad, no dijo nada. Sólo hizo el amago, sólo saboreó las palabras en la boca, pero no las pronunció. No había nada que pronunciar. Tal vez una disculpa, pero no le salió. No quería haber dudado de ella. Sólo... estaba confundida.
Le soltó el brazo a Dul, agachando la cabeza tímidamente, el rubor de sus mejillas disimulado por el que le provocaba el frío.
- Disculpa - susurró. - No quería...
¿Qué?
¿No quería dudar de tu buena intencion, no quería pensar mal de tí? Entonces nada de "Disculpa"; lo había hecho, aunque fuera solo un segundo. Pero no tenía derecho. Apenas la conocía, no sabía nada de sus principios, pero le había parecido, y le seguía pareciendo, alguien que los tenía. Y que los respetaba. Le sabía mal haberla prejuzgado.
De todas maneras, sus pensamientos se vieron interrumpidos enseguida por un sonido.
Venía de la avenida que acababan de abandonar, y le dio un vuelco al corazón; se volvió para mirar, pero casi antes de hacerlo empujó bruscamente a Dulfary hacia las sombras de un callejón adyacente. Era el sonido de un cuerno, una especie de llamada. Una serie de pasos se hicieron patente justo a continuación, aunque pasaron de largo la calle en la que se encontraban.
Soldados.
- No podemos perder más tiempo - susurró, nerviosa, volviéndose hacia Dulfary. - Van a encontrar el cuerpo del otro y sabrán que estamos cerca. Tenemos que desaparecer...
Miró hacia arriba, hacia los lados, y tragó saliva.
- Los tejados... - recordó.
En realidad, no dijo nada. Sólo hizo el amago, sólo saboreó las palabras en la boca, pero no las pronunció. No había nada que pronunciar. Tal vez una disculpa, pero no le salió. No quería haber dudado de ella. Sólo... estaba confundida.
Le soltó el brazo a Dul, agachando la cabeza tímidamente, el rubor de sus mejillas disimulado por el que le provocaba el frío.
- Disculpa - susurró. - No quería...
¿Qué?
¿No quería dudar de tu buena intencion, no quería pensar mal de tí? Entonces nada de "Disculpa"; lo había hecho, aunque fuera solo un segundo. Pero no tenía derecho. Apenas la conocía, no sabía nada de sus principios, pero le había parecido, y le seguía pareciendo, alguien que los tenía. Y que los respetaba. Le sabía mal haberla prejuzgado.
De todas maneras, sus pensamientos se vieron interrumpidos enseguida por un sonido.
Venía de la avenida que acababan de abandonar, y le dio un vuelco al corazón; se volvió para mirar, pero casi antes de hacerlo empujó bruscamente a Dulfary hacia las sombras de un callejón adyacente. Era el sonido de un cuerno, una especie de llamada. Una serie de pasos se hicieron patente justo a continuación, aunque pasaron de largo la calle en la que se encontraban.
Soldados.
- No podemos perder más tiempo - susurró, nerviosa, volviéndose hacia Dulfary. - Van a encontrar el cuerpo del otro y sabrán que estamos cerca. Tenemos que desaparecer...
Miró hacia arriba, hacia los lados, y tragó saliva.
- Los tejados... - recordó.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Ladeo la cabeza de nuevo con esa extraña seguridad que tenia, ante la duda en la disculpa que ofrecia Rose.
- No, no, tranquila, no hay nada que disculpar, no te preocupes. Mas bien, ya veremos como hacemos cuando les perdamos la pista - lo decia con el mismo buen animo de siempre, que subia tan rapido como bajaba.
Lo que fuera a agregar simplemente no alcanzo a nacer en su cabeza cuando se dieron, primero los pasos de los soldados y cuando, por segunda vez, Rose la arrojaba a las sombras para que no las vieran, solo que esta vez, si la agarró y se la llevo con ella al refugio temporal y endeble que eran para resguardarse de los soldados que en ese momento pasaban.
Si. Desaparecer, esa era la clave. Que siguieran un fantasma si es que el otro caia en tan simple e infantil trampa.
- Olvidemos lo de las huellas y simplemente vamonos - habia que aprovechar que habian continuado con su camino rumbo al llamado. El corazon le latia con mucha fuerza, un llamado asi no podia ser nada bueno.
Evaluo el entorno, necesitaban algo para que Rose se subiera mas facil. que tenian? Era un callejon, sucio, sombrio, lleno de nieve, lodoso en algunas partes, sin cajones por fuera, con uno de esos accesos a tejados propios de las casas antiguas.
- mmm - no de dio cuenta de estarlo diciendo en voz alta. Tenia escaleras de madera y eso. Claro que no llegaban hasta el techo, solo a la segunda planta, pero serviria, llegar desde ahi al techo era mas sencillo, para ambas. Su agilidad ya no era suficiente por el cansancio que tenia, por la forma en que calaba en los huesos el frio.
- Creo que podemos saltar desde ahi. Vamos - sin esperar respuesta y sin fijarse en si otros ojos estaban sobre ellas emprendio la marcha.
- No, no, tranquila, no hay nada que disculpar, no te preocupes. Mas bien, ya veremos como hacemos cuando les perdamos la pista - lo decia con el mismo buen animo de siempre, que subia tan rapido como bajaba.
Lo que fuera a agregar simplemente no alcanzo a nacer en su cabeza cuando se dieron, primero los pasos de los soldados y cuando, por segunda vez, Rose la arrojaba a las sombras para que no las vieran, solo que esta vez, si la agarró y se la llevo con ella al refugio temporal y endeble que eran para resguardarse de los soldados que en ese momento pasaban.
Si. Desaparecer, esa era la clave. Que siguieran un fantasma si es que el otro caia en tan simple e infantil trampa.
- Olvidemos lo de las huellas y simplemente vamonos - habia que aprovechar que habian continuado con su camino rumbo al llamado. El corazon le latia con mucha fuerza, un llamado asi no podia ser nada bueno.
Evaluo el entorno, necesitaban algo para que Rose se subiera mas facil. que tenian? Era un callejon, sucio, sombrio, lleno de nieve, lodoso en algunas partes, sin cajones por fuera, con uno de esos accesos a tejados propios de las casas antiguas.
- mmm - no de dio cuenta de estarlo diciendo en voz alta. Tenia escaleras de madera y eso. Claro que no llegaban hasta el techo, solo a la segunda planta, pero serviria, llegar desde ahi al techo era mas sencillo, para ambas. Su agilidad ya no era suficiente por el cansancio que tenia, por la forma en que calaba en los huesos el frio.
- Creo que podemos saltar desde ahi. Vamos - sin esperar respuesta y sin fijarse en si otros ojos estaban sobre ellas emprendio la marcha.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
La pelirroja se asomó por la esquina que habían doblado.
Tuvo la prudencia de recogerse el pelo. Aunque estuviesen sepultadas en las sombras de la calleja, el rojo es un color demasiado llamativo, y no quería cometer otro error. Los soldados no volvieron a aparecer por la bocacalle, al menos no en el siguiente rato, pero las huellas estaban ahí, frescas, sobre la nieve. Era cuestión de tiempo.
Se volvió. Dulfary, más prudente que ella, examinaba el entorno; y mientras ella descubría el acceso de la casa, Rose miró al suelo cubierto de blanco. Luego observó la plataforma; como Dul pensaba, no llegaba al techo. Pero sería suficiente.
Asintió con la cabeza.
Pero no la siguió de inmediato. En su lugar, pateó furiosamente la nieve, aunque procurando no hacer demasiado ruido. Ni los tejados serían seguros para ellas si las huellas conducían hasta la escalera de madera. No se le ocurrió que su pueril intento de borrar las huellas podría ser más llamativo que las huellas en sí; pateó dos veces la nieve, dejando un pequeño socavón y sepultando las huellas a medias en la frescura invernal, antes de volverse hacia Dul, que ya estaba arriba.
- Voy - susurró.
Procuró dar zancadas largas y cercanas a la pared, de forma que dejase la menor cantidad de huellas posibles, y se agarranchó a la escalinata cuando estuvo al lado. Le pesaban mucho los brazos, pero no hizo la menor queja. Trepó deprisa, trastabillando como un gato cojo, y se detuvo a analizar la pared cuando estuvo arriba, con las manos sobre las rodillas. Desde ahí, solo quedaba saltar al tejado. Nada difícil... para alguien que no estuviera cansado.
Saltó para poner las manos sobre la cornisa que delimitaba el borde del tejado, y la nieve hizo que se le escurriera la derecha, haciéndola caer de mala manera sobre la plataforma. Pero se levantó enseguida, casi avergonzada ante la posibilidad de que Dulfary la tuviera que ayudar a levantarse una vez más. Ésta segunda vez, fue más prudente, y primero extendió la mano, llevando en ella su espada envainada, para limpiar el borde de nieve.
Luego, saltó. Y estuvo a punto de volver a caer, pero de una forma u otra - seguramente Dulfary le ayudase empujándola - consiguió llegar arriba, donde rodó para quedar tendida sobre la nieve, respirando pesadamente.
- Relájate antes de que te dé algo - susurró para sí misma.
A continuación, se arrastró hacia la cornisa y extendió una mano para ayudar a subir a Dulfary.
Tuvo la prudencia de recogerse el pelo. Aunque estuviesen sepultadas en las sombras de la calleja, el rojo es un color demasiado llamativo, y no quería cometer otro error. Los soldados no volvieron a aparecer por la bocacalle, al menos no en el siguiente rato, pero las huellas estaban ahí, frescas, sobre la nieve. Era cuestión de tiempo.
Se volvió. Dulfary, más prudente que ella, examinaba el entorno; y mientras ella descubría el acceso de la casa, Rose miró al suelo cubierto de blanco. Luego observó la plataforma; como Dul pensaba, no llegaba al techo. Pero sería suficiente.
Asintió con la cabeza.
Pero no la siguió de inmediato. En su lugar, pateó furiosamente la nieve, aunque procurando no hacer demasiado ruido. Ni los tejados serían seguros para ellas si las huellas conducían hasta la escalera de madera. No se le ocurrió que su pueril intento de borrar las huellas podría ser más llamativo que las huellas en sí; pateó dos veces la nieve, dejando un pequeño socavón y sepultando las huellas a medias en la frescura invernal, antes de volverse hacia Dul, que ya estaba arriba.
- Voy - susurró.
Procuró dar zancadas largas y cercanas a la pared, de forma que dejase la menor cantidad de huellas posibles, y se agarranchó a la escalinata cuando estuvo al lado. Le pesaban mucho los brazos, pero no hizo la menor queja. Trepó deprisa, trastabillando como un gato cojo, y se detuvo a analizar la pared cuando estuvo arriba, con las manos sobre las rodillas. Desde ahí, solo quedaba saltar al tejado. Nada difícil... para alguien que no estuviera cansado.
Saltó para poner las manos sobre la cornisa que delimitaba el borde del tejado, y la nieve hizo que se le escurriera la derecha, haciéndola caer de mala manera sobre la plataforma. Pero se levantó enseguida, casi avergonzada ante la posibilidad de que Dulfary la tuviera que ayudar a levantarse una vez más. Ésta segunda vez, fue más prudente, y primero extendió la mano, llevando en ella su espada envainada, para limpiar el borde de nieve.
Luego, saltó. Y estuvo a punto de volver a caer, pero de una forma u otra - seguramente Dulfary le ayudase empujándola - consiguió llegar arriba, donde rodó para quedar tendida sobre la nieve, respirando pesadamente.
- Relájate antes de que te dé algo - susurró para sí misma.
A continuación, se arrastró hacia la cornisa y extendió una mano para ayudar a subir a Dulfary.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Subió con agilidad los peldaños hasta la plataforma. No era su agilidad habitual, estaba diezmada, le costaba que el cuerpo respondiera como estaba acostumbrándose, debido al frío. Pero bastaba para darse prisa en su plan de salir de la ciudad.
No se dio cuenta que Rose no la seguía hasta que ya la distancia entre ambas era amplia. Se tensó otro poco, mientras la esperaba, con la vista fija en el final de la calle, ese punto por el que llegarían los soldados en cualquier momento. Montaba guarda.
Le hizo señas con la mano para que se diera prisa, sin mirarla mucho, sol cuando trastabilló, momento en el que se inclinó hacia adelante para tratar de atajarla y ayudarla, sin mucho éxito y sintiendo alivio cuando ya estuvieron juntas en la plataforma.
Segundo paso, saltar. De nuevo, no estaba segura de si saltaba ella primero y la ayudaba o si esperaba que subiera. Como cada vez que dudaba, la decisión la tomó alguien más. Para cuando decidió que era mejor que ella subiera primero y le pasara alguna de sus cuerdas, la pelirroja ya estaba cayendo pesadamente en la plataforma.
Se iba a poner en cuclillas rápidamente, poniéndole la mano en el hombro, para que no se levantara tan rápido, contar hasta tres y la ayudarla a ponerse pie, pero no se lo permitió, fue mucho más rápida. Entonces, en lugar de eso, entrelazó sus manos y la metió por debajo del zapato de Rose en su segundo intento, empujando hacia arriba, con cuidado de no hacer mucha fuerza (como si acaso tuviera mucha, como no) y que no cayera (lo que acá, llamamos pata’e’gallina).
Ya la medio elfa estaba arriba. Era su turno. Retrocedió lo que pudo en la plataforma para darse impulso , apoyó un pie en la pared, al tiempo que la mano se agarraba de la cornisa, colocó el segundo pie más arriba del primero y la otra mano se agarró de la cornisa; el primer pie, debido al frío húmedo de la pared, resbaló haciendo que se golpeara la rodilla y el otro pie también daba su laso en falso, cuando Rose la sujetó.
Sus piernas patalearon en el aire por un momento, cerrando los ojos y apretando los dientes con fuerza, por fin se apoyó de nuevo en la pared y con la fuerza de sus brazos y obviamente la ayuda de Rose llegó al techo. De la misma forma que su nueva amiga, se dejó caer de espadas, con los ojos cerrados y respirando agitadamente.
Le dolía todo, se estaba entumiendo y deseó con todo su corazón una hoguera, las llamas juguetonas que la abrazaran con su calorcito. Si, tendría eso. Abrió los ojos. Se quedaría con el recuerdo de ese calor como estimulo para tenerlo. Sonrió, aunque no fuera muy notorio bajo la tela.
- Ahora, hacia alguna parte – sonó con la risa, nerviosa, contenida. Se sentó, tomó aire varias veces y sus pulmones la odiaron. Sino movía los dedos frecuentemente, no sentía sus manos, pero, ahora, necesitaba nieve, nieve para cubrir el desastre y lo evidente que era el punto por el cual habían llegado al techo. La acomodó con cuidado hasta que se vio, aparentemente, uniforme.
- Vámonos -
No se dio cuenta que Rose no la seguía hasta que ya la distancia entre ambas era amplia. Se tensó otro poco, mientras la esperaba, con la vista fija en el final de la calle, ese punto por el que llegarían los soldados en cualquier momento. Montaba guarda.
Le hizo señas con la mano para que se diera prisa, sin mirarla mucho, sol cuando trastabilló, momento en el que se inclinó hacia adelante para tratar de atajarla y ayudarla, sin mucho éxito y sintiendo alivio cuando ya estuvieron juntas en la plataforma.
Segundo paso, saltar. De nuevo, no estaba segura de si saltaba ella primero y la ayudaba o si esperaba que subiera. Como cada vez que dudaba, la decisión la tomó alguien más. Para cuando decidió que era mejor que ella subiera primero y le pasara alguna de sus cuerdas, la pelirroja ya estaba cayendo pesadamente en la plataforma.
Se iba a poner en cuclillas rápidamente, poniéndole la mano en el hombro, para que no se levantara tan rápido, contar hasta tres y la ayudarla a ponerse pie, pero no se lo permitió, fue mucho más rápida. Entonces, en lugar de eso, entrelazó sus manos y la metió por debajo del zapato de Rose en su segundo intento, empujando hacia arriba, con cuidado de no hacer mucha fuerza (como si acaso tuviera mucha, como no) y que no cayera (lo que acá, llamamos pata’e’gallina).
Ya la medio elfa estaba arriba. Era su turno. Retrocedió lo que pudo en la plataforma para darse impulso , apoyó un pie en la pared, al tiempo que la mano se agarraba de la cornisa, colocó el segundo pie más arriba del primero y la otra mano se agarró de la cornisa; el primer pie, debido al frío húmedo de la pared, resbaló haciendo que se golpeara la rodilla y el otro pie también daba su laso en falso, cuando Rose la sujetó.
Sus piernas patalearon en el aire por un momento, cerrando los ojos y apretando los dientes con fuerza, por fin se apoyó de nuevo en la pared y con la fuerza de sus brazos y obviamente la ayuda de Rose llegó al techo. De la misma forma que su nueva amiga, se dejó caer de espadas, con los ojos cerrados y respirando agitadamente.
Le dolía todo, se estaba entumiendo y deseó con todo su corazón una hoguera, las llamas juguetonas que la abrazaran con su calorcito. Si, tendría eso. Abrió los ojos. Se quedaría con el recuerdo de ese calor como estimulo para tenerlo. Sonrió, aunque no fuera muy notorio bajo la tela.
- Ahora, hacia alguna parte – sonó con la risa, nerviosa, contenida. Se sentó, tomó aire varias veces y sus pulmones la odiaron. Sino movía los dedos frecuentemente, no sentía sus manos, pero, ahora, necesitaba nieve, nieve para cubrir el desastre y lo evidente que era el punto por el cual habían llegado al techo. La acomodó con cuidado hasta que se vio, aparentemente, uniforme.
- Vámonos -
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
Ah, sí.
Durante unos instantes fueron algo más que hermanas, jadeando juntas sin poder alzarse del suelo, sentadas al borde de la extenuación, mirando al infinito abismo del desmayo. Pese al frío que se la comía, al menos Rose estaba roja como un tomate, por el cansancio, por el mismo frío. Tenía las mejillas casi brillantes.
Todo le daba vueltas. Era un maldito milagro que no se hubiera desmayado ya. Pero no podía permitirse hacerlo; igual que Dulfary con su fuego imaginario, ella cerraba los ojos, y se decía a sí misma que no podía desmayarse todavía. No hasta que estuvieran fuera de peligro. No hasta...
...
No.
Cuando Dulfary le habló, por bajito que estuviera hablando, y Rose alzó la cabeza hacia ella, supo a ciencia cierta que se había dormido. Aunque sólo fuera un instante, un pestañeo. Durante ésa fracción de segundo, había perdido la consciencia, había caído en el sueño. Lo que le hizo preocuparse; no de sí misma... sino de hasta qué punto iba a poner en peligro a la kazekage.
Se levantó con dificultad, cogiendo algo de nieve entre las manos antes de que Dul arreglase el desaguisado de su subida, y se la llevó al rostro. Necesitaba despabilarse. Necesitaba adrenalina. Necesitaba... No, no necesitaba ninguna de ésas cosas tanto como derrumbarse y darse por muerta durante diez o doce horas, pero si quería salvar la vida, tendría que posponer aquello.
La nieve hizo su efecto. El frío le hizo encogerse con una sacudida, y sacudirse, hasta que lo dejó caer. Luego se puso de pie.
- ¿Hacia dónde? - preguntó, con la voz temblorosa.
No sabía dónde estaban las ruinas.
De todas maneras, era una pregunta estúpida, porque ya se sabe lo que pasa con los tejados: No siempre discurren en la dirección que uno quiere. Pero tras un brevísimo examen, señaló con la mano en una dirección, hacia la que se prolongaba el grupo de tejados sobre el que se encontraba, y convergía en una especie de saliente estrecho desde el que resultaría sencillo cambiar de manzana. El problema, claro, sería llegar. Porque a nadie se le había ocurrido hacer casas con tejados uniformes en ésa ciudad.
Pero tenían que moverse. Las voces de los soldados delataban que no se encontraban demasiado lejos. Rose dio un par de pasos, quedándose detrás de Dul.
- Vamos - susurró.
Durante unos instantes fueron algo más que hermanas, jadeando juntas sin poder alzarse del suelo, sentadas al borde de la extenuación, mirando al infinito abismo del desmayo. Pese al frío que se la comía, al menos Rose estaba roja como un tomate, por el cansancio, por el mismo frío. Tenía las mejillas casi brillantes.
Todo le daba vueltas. Era un maldito milagro que no se hubiera desmayado ya. Pero no podía permitirse hacerlo; igual que Dulfary con su fuego imaginario, ella cerraba los ojos, y se decía a sí misma que no podía desmayarse todavía. No hasta que estuvieran fuera de peligro. No hasta...
...
No.
Cuando Dulfary le habló, por bajito que estuviera hablando, y Rose alzó la cabeza hacia ella, supo a ciencia cierta que se había dormido. Aunque sólo fuera un instante, un pestañeo. Durante ésa fracción de segundo, había perdido la consciencia, había caído en el sueño. Lo que le hizo preocuparse; no de sí misma... sino de hasta qué punto iba a poner en peligro a la kazekage.
Se levantó con dificultad, cogiendo algo de nieve entre las manos antes de que Dul arreglase el desaguisado de su subida, y se la llevó al rostro. Necesitaba despabilarse. Necesitaba adrenalina. Necesitaba... No, no necesitaba ninguna de ésas cosas tanto como derrumbarse y darse por muerta durante diez o doce horas, pero si quería salvar la vida, tendría que posponer aquello.
La nieve hizo su efecto. El frío le hizo encogerse con una sacudida, y sacudirse, hasta que lo dejó caer. Luego se puso de pie.
- ¿Hacia dónde? - preguntó, con la voz temblorosa.
No sabía dónde estaban las ruinas.
De todas maneras, era una pregunta estúpida, porque ya se sabe lo que pasa con los tejados: No siempre discurren en la dirección que uno quiere. Pero tras un brevísimo examen, señaló con la mano en una dirección, hacia la que se prolongaba el grupo de tejados sobre el que se encontraba, y convergía en una especie de saliente estrecho desde el que resultaría sencillo cambiar de manzana. El problema, claro, sería llegar. Porque a nadie se le había ocurrido hacer casas con tejados uniformes en ésa ciudad.
Pero tenían que moverse. Las voces de los soldados delataban que no se encontraban demasiado lejos. Rose dio un par de pasos, quedándose detrás de Dul.
- Vamos - susurró.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Terminada su labor y ya dicho lo que harían, era hora hacer efectiva esa palabra de “vámonos”. Pero difícil, mucho, el cuerpo quería entrar en huelga, cosa que ella no se permitía. Si el descanso era más largo corría el riesgo que se quedara dormida y por efecto de la hipotermia…
Sacudió la cabeza negando, dejando que su mente se fuera lejos de ahí, pero no precisamente a un lugar con fuego y calor, con calidez de personas y libre de humedad. Todo lo contrario. En lo que pensó fue que tal vez no estaba en el lugar equivocado; se decía que las tierras del norte eran heladas, con los picos de sus montañas de nieves perpetuas; su vista se perdió en la ciudad vista desde la altura de ese techo. Era un bonito espectáculo, las casas de construcción irregular con sus techos blancos se veían lo más de bonitas. Lo suficiente para soltar un suspiro.
Al volver la vista donde Rose, la encontró con residuos de nieve en la cara. Le pareció gracioso en medio de todo, en especial porque cuando se giró a arreglar lo del tejado, no se fijó en lo que estaba haciendo con la nieve.
Con cuidado le pasó la mano retirándole lo poco que le quedaba de nieve. Miró al techo lleno de lo mismo y lo dudó por un momento, pero al final optó porque no la imitaría. Le seguía pareciendo una costumbre de lo más extraña, tal vez era muy práctica y servía de algo, pero extraña. Con mucho esfuerzo se guardó para si su comentario al respecto.
- En esa dirección – señaló con el brazo, la mano y el dedo. Un movimiento más enérgico que indicador, para mantenerse en movimiento. El punto que señaló ella se alejaba un poco del que señalaba Rose, pero para llegar allá si era necesario pasar por ahí. Rumbo a las ruinas.
Allá no habría ese fuego esperanzador con el que soñaba, no habría una acogida cálida por parte de sus habitantes, ella sabía que clase de cosas habían allá y no le gustaba ninguna, pero al menos no habrían guardias y de seguro sí un techo, un lugar medio seco y un descanso de minutos o tal vez hasta horas. Le parecía muy triste tener que conformarse con eso, pero era lo que había y ya buscaría la forma de volverlo algo mejor.
Emprendió la marcha sin agregar nada más, a paso rápido hacia la saliente que unía a medias las dos manzanas. A partir de cierto punto sus pasos dejaron de ser firmes para no caer, para pasar a ser más ligeros con el fin de no ponerle sobre peso a la saliente y tal vez caer por desconocimiento de la fortaleza de la estructura.
Un paso delante del otro y luego por fin hizo fuerza con el pie para tomar el impulso necesario para saltar de una saliente a otra, sin que esta crujiera. Al menos esta vez, el paso era seguro. No más cruzar apresuró de nuevo el paso deteniéndose de improviso al recordar que la persona con la que estaba a lo mejor no era tan versada en las carreras sobre tejados.
- Entre más rápido vayamos, más fácil será saltar de un techo a otro sin importar la distancia – tal vez estaba exagerando, pero aplicaba para todos los que estaban relativamente cerca. Tan poco era una crítica, solo una observación. Estiró un poco y, tras evaluar el nuevo techo y la hilera de casas donde estaban para tener el siguiente punto de fuga, emprendió la carrera, brincando con dificultad algunos obstáculos que en otro momento habrían sido mucho más sencillos, después de todo no eran tan altos o tan complicados.
En lo que ellas avanzaban de techo en techo, un par de sombras se dejaron ver, al igual que ellas, en el tejado. Muy cerca del punto por el cual habían subido, observaban dos de los rastreadores sin dar la señal de alerta aun, solo viendo ese par de puntos saltar de un lado a otro de los tejados como pulgas, antes de empezar la persecución personal.
Sacudió la cabeza negando, dejando que su mente se fuera lejos de ahí, pero no precisamente a un lugar con fuego y calor, con calidez de personas y libre de humedad. Todo lo contrario. En lo que pensó fue que tal vez no estaba en el lugar equivocado; se decía que las tierras del norte eran heladas, con los picos de sus montañas de nieves perpetuas; su vista se perdió en la ciudad vista desde la altura de ese techo. Era un bonito espectáculo, las casas de construcción irregular con sus techos blancos se veían lo más de bonitas. Lo suficiente para soltar un suspiro.
Al volver la vista donde Rose, la encontró con residuos de nieve en la cara. Le pareció gracioso en medio de todo, en especial porque cuando se giró a arreglar lo del tejado, no se fijó en lo que estaba haciendo con la nieve.
Con cuidado le pasó la mano retirándole lo poco que le quedaba de nieve. Miró al techo lleno de lo mismo y lo dudó por un momento, pero al final optó porque no la imitaría. Le seguía pareciendo una costumbre de lo más extraña, tal vez era muy práctica y servía de algo, pero extraña. Con mucho esfuerzo se guardó para si su comentario al respecto.
- En esa dirección – señaló con el brazo, la mano y el dedo. Un movimiento más enérgico que indicador, para mantenerse en movimiento. El punto que señaló ella se alejaba un poco del que señalaba Rose, pero para llegar allá si era necesario pasar por ahí. Rumbo a las ruinas.
Allá no habría ese fuego esperanzador con el que soñaba, no habría una acogida cálida por parte de sus habitantes, ella sabía que clase de cosas habían allá y no le gustaba ninguna, pero al menos no habrían guardias y de seguro sí un techo, un lugar medio seco y un descanso de minutos o tal vez hasta horas. Le parecía muy triste tener que conformarse con eso, pero era lo que había y ya buscaría la forma de volverlo algo mejor.
Emprendió la marcha sin agregar nada más, a paso rápido hacia la saliente que unía a medias las dos manzanas. A partir de cierto punto sus pasos dejaron de ser firmes para no caer, para pasar a ser más ligeros con el fin de no ponerle sobre peso a la saliente y tal vez caer por desconocimiento de la fortaleza de la estructura.
Un paso delante del otro y luego por fin hizo fuerza con el pie para tomar el impulso necesario para saltar de una saliente a otra, sin que esta crujiera. Al menos esta vez, el paso era seguro. No más cruzar apresuró de nuevo el paso deteniéndose de improviso al recordar que la persona con la que estaba a lo mejor no era tan versada en las carreras sobre tejados.
- Entre más rápido vayamos, más fácil será saltar de un techo a otro sin importar la distancia – tal vez estaba exagerando, pero aplicaba para todos los que estaban relativamente cerca. Tan poco era una crítica, solo una observación. Estiró un poco y, tras evaluar el nuevo techo y la hilera de casas donde estaban para tener el siguiente punto de fuga, emprendió la carrera, brincando con dificultad algunos obstáculos que en otro momento habrían sido mucho más sencillos, después de todo no eran tan altos o tan complicados.
En lo que ellas avanzaban de techo en techo, un par de sombras se dejaron ver, al igual que ellas, en el tejado. Muy cerca del punto por el cual habían subido, observaban dos de los rastreadores sin dar la señal de alerta aun, solo viendo ese par de puntos saltar de un lado a otro de los tejados como pulgas, antes de empezar la persecución personal.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
Qué curioso, no había notado la nieve que aún tenía en el rostro.
Se sonrojó sin darse cuenta. No quería preocupar en exceso a su compañera, y estaba segura de que su rostro reflejaba bien el estado en el que se encontraba. Le agradeció en silencio lo que hizo - tal vez en ése momento, aunque no lo supiera, una caricia era lo que más necesitaba - y... se puso en marcha.
Pero Dulfary no se equivocaba.
Rose tenía muy poca experiencia en andar sobre tejados, lo que no quería decir que no lo hubiera hecho nunca. Al menos mientras estuvieron en una terraza no hubo problemas; pero cuando pasaron a techumbres formadas con tejas de barro cocido... bien, la medio elfa redujo considerablemente su velocidad. No sabía poner los pies entre las tejas, y sabía que si tiraba una teja a la calle... por decirlo en vulgo, estarían jodidas. Estuvo insegura de lo que hacer durante algunos instantes, y casi pensó que sería inevitable que las descubrieran otra vez. Pero...
Bueno, afortunadamente, siempre había sido despierta, aunque no tuviera constancia de ello. Rose aprendía rápido; le bastó con mirar detenidamente tres o cuatro de los pasos que daba Dulfary y fijarse en cómo ponía ella los pies. Y si bien no aprendió la técnica a la perfección, le sirvió para minimizar el impacto de sus pisadas sobre el techo. Y aunque movió muchas tejas, y seguramente más de una familia durmió con goteras en su casa aquella noche por su culpa, no tiró ninguna. Pronto llegaron al lugar en el que podían cambiar de tejado; pero la medio elfa estaba todavía peor. Lo que dijo Dulfary, lo tomó como que la regañaba, y se sonrojó por ello.
Pero es fácil decirlo. Rose no podía ir más rápido.
Se detuvo unos instantes a contemplar la calle, por debajo de ellas. Había guardias. No estaban pendientes de los tejados, pero estaban ahí. Seguían a la comitiva principal, que, calle arriba, se perdía camino del lugar en el que ellas habían trepado. La pelirroja miró hacia la primera terraza, pero no vio a las sombras. No obstante, tuvo un presentimiento. Uno bastante oscuro, que hizo que su corazón volviera a latir con fuerza.
Cerró los ojos. Mierda, se dijo. Mierda, mierda, mierda.
Y saltó.
Y, sorprendentemente, lo consiguió.
Pero no había tiempo para detenerse a regocijarse en ello, ni a pararse a descansar. La única alternativa, lo único que podía hacer en aquellos momentos, era... seguir corriendo. Dulfary ya le sacaba algo de distancia, y Rose quiso mantenerla en el mínimo posible. No quería que la rubia tuviese que esperarla. Así que la imitó en saltar y trepar los obstáculos, y siguió su camino con toda la presteza que sus pobres y cansadas piernas eran capaces de mantener... que no era demasiada.
Se sonrojó sin darse cuenta. No quería preocupar en exceso a su compañera, y estaba segura de que su rostro reflejaba bien el estado en el que se encontraba. Le agradeció en silencio lo que hizo - tal vez en ése momento, aunque no lo supiera, una caricia era lo que más necesitaba - y... se puso en marcha.
Pero Dulfary no se equivocaba.
Rose tenía muy poca experiencia en andar sobre tejados, lo que no quería decir que no lo hubiera hecho nunca. Al menos mientras estuvieron en una terraza no hubo problemas; pero cuando pasaron a techumbres formadas con tejas de barro cocido... bien, la medio elfa redujo considerablemente su velocidad. No sabía poner los pies entre las tejas, y sabía que si tiraba una teja a la calle... por decirlo en vulgo, estarían jodidas. Estuvo insegura de lo que hacer durante algunos instantes, y casi pensó que sería inevitable que las descubrieran otra vez. Pero...
Bueno, afortunadamente, siempre había sido despierta, aunque no tuviera constancia de ello. Rose aprendía rápido; le bastó con mirar detenidamente tres o cuatro de los pasos que daba Dulfary y fijarse en cómo ponía ella los pies. Y si bien no aprendió la técnica a la perfección, le sirvió para minimizar el impacto de sus pisadas sobre el techo. Y aunque movió muchas tejas, y seguramente más de una familia durmió con goteras en su casa aquella noche por su culpa, no tiró ninguna. Pronto llegaron al lugar en el que podían cambiar de tejado; pero la medio elfa estaba todavía peor. Lo que dijo Dulfary, lo tomó como que la regañaba, y se sonrojó por ello.
Pero es fácil decirlo. Rose no podía ir más rápido.
Se detuvo unos instantes a contemplar la calle, por debajo de ellas. Había guardias. No estaban pendientes de los tejados, pero estaban ahí. Seguían a la comitiva principal, que, calle arriba, se perdía camino del lugar en el que ellas habían trepado. La pelirroja miró hacia la primera terraza, pero no vio a las sombras. No obstante, tuvo un presentimiento. Uno bastante oscuro, que hizo que su corazón volviera a latir con fuerza.
Cerró los ojos. Mierda, se dijo. Mierda, mierda, mierda.
Y saltó.
Y, sorprendentemente, lo consiguió.
Pero no había tiempo para detenerse a regocijarse en ello, ni a pararse a descansar. La única alternativa, lo único que podía hacer en aquellos momentos, era... seguir corriendo. Dulfary ya le sacaba algo de distancia, y Rose quiso mantenerla en el mínimo posible. No quería que la rubia tuviese que esperarla. Así que la imitó en saltar y trepar los obstáculos, y siguió su camino con toda la presteza que sus pobres y cansadas piernas eran capaces de mantener... que no era demasiada.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
La reacción de Rose la tomó como algo natural y no quiso darle mucho énfasis para no hacerla sentir incomoda, en especial cuando la prioridad era otra.
Y era así como ya estaban en camino a un sitio al que no quería ir pero de momento no tenía más remedio; no era solo su seguridad la que estaba en juego y eso la hacía poner por encima de sus preferencias las decisiones que a duras penas estaba tomando.
Al cambiar la estructura de los techos, también lo hizo la forma en que pisaba, lo último que podía pasarles en ese momento era que una loza cayera y las delatara, así que sus pasos ya no era tan rápidos, pero si más largos, y la vista ya no estaba puesta al frente marcando la ruta a seguir, sino en el tejado tratando de adivinar, entre la nieve, que tejas podían estar sueltas y sometiendo a los pobres habitantes a goteras, para no pisarlas. Pero también estaba puesta a su espalda, pendiente que Rose estuviera bien, que no diera un tras pies y cayera.
Pronto el techo por el que se movían terminaría en una bocacalle de tres entradas. El tejado era una saliente lo mas de bonita de la casa, casi parecía el pico de un ave al reflejar su sobra sobre las piedras de la vía, así que detuvo el paso, colocándose en cuclillas, pero un pie se le resbaló dejando caer un poco de nieve a la calle.
Cerró los ojos con fuerza, con lo que bien podía ser un gesto de dolor, por darse cuenta de su descuido, solo esperando el momento en que sonara el grito de advertencia. Pero tal grito no se dio. El silencio en esa calle era abrumador, no se oían las botas, ni murmullos, ni nada que proviniera de las casas.
Respiraba agitadamente, le faltaba el aire porque sus pulmones decidieron que no aceptarían más esas ráfagas heladas que les enviaban y le congelaba la sangre que los ayudaba a funcionar.
Le pareció muy extraño, desde su posición no lograba inspeccionar bien el lugar, pero necesitaba, necesitan, un descanso largo, que por lo menos el corazón se calmara un poco para que la lengua dejara de doler. Algo iba mal, tremendamente mal. Podía sentirlo pero no lograba discernir el qué. Con la cabeza gacha, miró por entre sus brazos a Rose, parecía estar bien en medio de todo, aun la estaba siguiendo y no había perdido el paso. Al menos eso la puso contenta, pero no bastó para disipar la sensación.
Esperó hasta que se le acercara para pedirle que hiciera un nuevo esfuerzo por algo mucho más complejo: pasar de un tejado al otro en el punto en que estaban, dejándose deslizar por la curvatura del aquel en el que estaban y con el impulso saltar al otro. Si brincaban de uno en uno, aun cuando las siguieran por tierra, llegarían en poco menos de media hora a las ruinas y desde ahí empezaba lo difícil.
Y era así como ya estaban en camino a un sitio al que no quería ir pero de momento no tenía más remedio; no era solo su seguridad la que estaba en juego y eso la hacía poner por encima de sus preferencias las decisiones que a duras penas estaba tomando.
Al cambiar la estructura de los techos, también lo hizo la forma en que pisaba, lo último que podía pasarles en ese momento era que una loza cayera y las delatara, así que sus pasos ya no era tan rápidos, pero si más largos, y la vista ya no estaba puesta al frente marcando la ruta a seguir, sino en el tejado tratando de adivinar, entre la nieve, que tejas podían estar sueltas y sometiendo a los pobres habitantes a goteras, para no pisarlas. Pero también estaba puesta a su espalda, pendiente que Rose estuviera bien, que no diera un tras pies y cayera.
Pronto el techo por el que se movían terminaría en una bocacalle de tres entradas. El tejado era una saliente lo mas de bonita de la casa, casi parecía el pico de un ave al reflejar su sobra sobre las piedras de la vía, así que detuvo el paso, colocándose en cuclillas, pero un pie se le resbaló dejando caer un poco de nieve a la calle.
Cerró los ojos con fuerza, con lo que bien podía ser un gesto de dolor, por darse cuenta de su descuido, solo esperando el momento en que sonara el grito de advertencia. Pero tal grito no se dio. El silencio en esa calle era abrumador, no se oían las botas, ni murmullos, ni nada que proviniera de las casas.
Respiraba agitadamente, le faltaba el aire porque sus pulmones decidieron que no aceptarían más esas ráfagas heladas que les enviaban y le congelaba la sangre que los ayudaba a funcionar.
Le pareció muy extraño, desde su posición no lograba inspeccionar bien el lugar, pero necesitaba, necesitan, un descanso largo, que por lo menos el corazón se calmara un poco para que la lengua dejara de doler. Algo iba mal, tremendamente mal. Podía sentirlo pero no lograba discernir el qué. Con la cabeza gacha, miró por entre sus brazos a Rose, parecía estar bien en medio de todo, aun la estaba siguiendo y no había perdido el paso. Al menos eso la puso contenta, pero no bastó para disipar la sensación.
Esperó hasta que se le acercara para pedirle que hiciera un nuevo esfuerzo por algo mucho más complejo: pasar de un tejado al otro en el punto en que estaban, dejándose deslizar por la curvatura del aquel en el que estaban y con el impulso saltar al otro. Si brincaban de uno en uno, aun cuando las siguieran por tierra, llegarían en poco menos de media hora a las ruinas y desde ahí empezaba lo difícil.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Nieve
Parecía estar bien.
En realidad, en contra de lo que pudiera pensarse, lo último que necesitaba Rose era un descanso. El momento en el que se lo tomase, ya podían despedirse de la persecución. Si perdía el impulso, no sería capaz de mover un músculo en horas. Por otro lado, ella no sabía cuánto tiempo faltaba para llegar a las ruinas. Si alguien le hubiese hablado de ésa media hora...
Seguramente se habría desmayado in situ.
Y mejor que no lo supiera. Que no podría aguantar media hora corriendo no sería una sorpresa. Pero una cosa es correr sin saber cuándo dejarás de hacerlo, y otra saber que al menos tendrás que correr durante un tiempo determinado. Le dolían los pulmones. Le ardía la garganta. Le latían las sienes. Sería sorprendente si podía correr otros cinco minutos.
Pero no se podría decir de ella que no lo intentaba.
Estaba haciendo un esfuerzo por ignorar lo que su cuerpo le gritaba: Que estaba a punto de tener un colapso. Lo ignoraba, y seguía corriendo, siguiendo a Dulfary, desde hacía un rato sólo vagamente consciente de lo que le rodeaba. No se habría dado cuenta de que las seguían si sus perseguidores hubieran estado a diez metros. Jadeaba fuertemente, con todo su cuerpo implorando más oxígeno para mantenerse funcionando, aquel oxígeno helado que le quemaba en el pecho, que le dolía cada vez que lo respiraba.
Se detuvo cuando Dul lo hizo, pero no entendió por qué. No hasta que Dul no señaló en dirección al hueco que había que salvar; la pelirroja lo examinó un momento, mareada, sintiéndose incapaz, y asintió lentamente con la cabeza. La altura hasta el suelo... bien, tal vez no fuera la suficiente como para matarse si fallaba el salto. Pero seguramente se rompería una pierna.
Dió un par de pasos atrás para tener suficiente espacio antes de afrontar el salto. La curvatura del tejado era algo que no sabía manejar. No había corrido por tejados antes, no sabía saltarlos. Se imaginó lo que debía hacer, pero no lo supo a ciencia cierta. No hasta que hubo saltado. Cerró los ojos en el aire, y por un momento, casi deseó no llegar al otro lado...
...
Pero llegó.
Aunque no de la forma que esperaba. Su salto falló, es cierto, pero fue por muy poco. Lo suficiente como para que pudiera agarrarse del tejado con las manos, aunque el impulso por poco le hace caer. Se golpeó con la pared, y se agarró con todas sus fuerzas al reborde sobre el que había puesto los dedos. Pero ésas fuerzas, las que le quedaban, eran más bien pocas.
Se debatió un rato con la gravedad antes de atreverse a aunar fuerzas para levantar un brazo, y tratar de trepar hasta la parte superior del tejado.
En realidad, en contra de lo que pudiera pensarse, lo último que necesitaba Rose era un descanso. El momento en el que se lo tomase, ya podían despedirse de la persecución. Si perdía el impulso, no sería capaz de mover un músculo en horas. Por otro lado, ella no sabía cuánto tiempo faltaba para llegar a las ruinas. Si alguien le hubiese hablado de ésa media hora...
Seguramente se habría desmayado in situ.
Y mejor que no lo supiera. Que no podría aguantar media hora corriendo no sería una sorpresa. Pero una cosa es correr sin saber cuándo dejarás de hacerlo, y otra saber que al menos tendrás que correr durante un tiempo determinado. Le dolían los pulmones. Le ardía la garganta. Le latían las sienes. Sería sorprendente si podía correr otros cinco minutos.
Pero no se podría decir de ella que no lo intentaba.
Estaba haciendo un esfuerzo por ignorar lo que su cuerpo le gritaba: Que estaba a punto de tener un colapso. Lo ignoraba, y seguía corriendo, siguiendo a Dulfary, desde hacía un rato sólo vagamente consciente de lo que le rodeaba. No se habría dado cuenta de que las seguían si sus perseguidores hubieran estado a diez metros. Jadeaba fuertemente, con todo su cuerpo implorando más oxígeno para mantenerse funcionando, aquel oxígeno helado que le quemaba en el pecho, que le dolía cada vez que lo respiraba.
Se detuvo cuando Dul lo hizo, pero no entendió por qué. No hasta que Dul no señaló en dirección al hueco que había que salvar; la pelirroja lo examinó un momento, mareada, sintiéndose incapaz, y asintió lentamente con la cabeza. La altura hasta el suelo... bien, tal vez no fuera la suficiente como para matarse si fallaba el salto. Pero seguramente se rompería una pierna.
Dió un par de pasos atrás para tener suficiente espacio antes de afrontar el salto. La curvatura del tejado era algo que no sabía manejar. No había corrido por tejados antes, no sabía saltarlos. Se imaginó lo que debía hacer, pero no lo supo a ciencia cierta. No hasta que hubo saltado. Cerró los ojos en el aire, y por un momento, casi deseó no llegar al otro lado...
...
Pero llegó.
Aunque no de la forma que esperaba. Su salto falló, es cierto, pero fue por muy poco. Lo suficiente como para que pudiera agarrarse del tejado con las manos, aunque el impulso por poco le hace caer. Se golpeó con la pared, y se agarró con todas sus fuerzas al reborde sobre el que había puesto los dedos. Pero ésas fuerzas, las que le quedaban, eran más bien pocas.
Se debatió un rato con la gravedad antes de atreverse a aunar fuerzas para levantar un brazo, y tratar de trepar hasta la parte superior del tejado.
Rose Riadh- Cantidad de envíos : 256
Re: Nieve
Debía tomar la delantera. Independientemente de si lograba el salto o no, ya que no se sentía en capacidad de hacerlo de forma diestra, podía serle de alguna ayuda a Rose, si lo lograba para ayudarla, si no, para que viera como NO hacerlo.
Pero la peliroja se le adelantó, por lo que se dejó rodar por la inclinación hasta
llegar al alar, punto en el que hizo fuerza con las piernas para tener mas impulso para saltar y caer en el otro techo. Acostumbrada como estaba a sus caidas de gato, el repetir su aterrizaje de tortilla le dolió mas en el orgullo que en el cuerpo y, ahí, también había dolido bastante, entre la dureza de la estructura y el frío de la nieve.
Se levantó rápidamente porque no vio como terminó el salto de Rose, y al no tenerla cerca supuso que algo salió mal. Se sacudió la nieve como un perrito y corrió al reborde, donde practicamente se tiró al piso alargando la mano para tomar el brazo o por lo menos la mano de la medio elfa. Al asomarse para auxiliarla, su vista bajó hasta a ella, para volver a subir de inmediato.
Los vio. O más vio las sombras y en lugar de hacerse la tonta y fingir que aun no los veía, se quedo con la vista fija en ese punto hasta que ellos, por sentido comun, le dieron el gusto de dejarse ver del todo.
Pasó saliva asustada. Su brazo continuaba por fuera del techo, colgando, sin moverse ya, estupefacta por lo que implicaba el que las estuvieran siguiendo tan de cerca. El corazón se le quiso salir y ella salir con él. Los rastreadores avanzaron un par de pasos pero no parecían interesados en llegar hasta el punto más proximo a ellas, que era el techo de enfrente. Le pareció extraño, pero entonces se le ocurrió algo mucho peor. Miró por encima del hombro.
No había nada ni nadie detrás de ella.
Y entre esa nada, estaba el tiempo.
Volvió a clavar los ojos, con nerviosimo en los hombres. Mientras los tuviera a vista sabría como reaccionar en caso de ser necesario (sabría?) pero también no podría colaborarle a Rose. Pero ellos ya no estaban ahí. El asunto cambiaba, debía ubicarlos. Tenía que decidir y decidió por lo que tenía más encima, en este caso, debajo.
Agarró el brazo de Rose, quitando la vista en el proceso y la ayudó con su, también poca, fuerza para que terminara de trepar.
- Corre - susurró, cuando estuvo arriba, fijado de nuevo la vista en el punto en que estaban los que las seguían, pero obviamente no estaban ahí. Se preguntó si era efecto de sus nervios, mientras recorria con la vista todos los tejados aledaños buscando anomalías que no encontró.
La ventaja era que de ese lado de la calle los techos era mucho mas regulares, lo que les facilitaría correr sobre ellos.
Pero la peliroja se le adelantó, por lo que se dejó rodar por la inclinación hasta
llegar al alar, punto en el que hizo fuerza con las piernas para tener mas impulso para saltar y caer en el otro techo. Acostumbrada como estaba a sus caidas de gato, el repetir su aterrizaje de tortilla le dolió mas en el orgullo que en el cuerpo y, ahí, también había dolido bastante, entre la dureza de la estructura y el frío de la nieve.
Se levantó rápidamente porque no vio como terminó el salto de Rose, y al no tenerla cerca supuso que algo salió mal. Se sacudió la nieve como un perrito y corrió al reborde, donde practicamente se tiró al piso alargando la mano para tomar el brazo o por lo menos la mano de la medio elfa. Al asomarse para auxiliarla, su vista bajó hasta a ella, para volver a subir de inmediato.
Los vio. O más vio las sombras y en lugar de hacerse la tonta y fingir que aun no los veía, se quedo con la vista fija en ese punto hasta que ellos, por sentido comun, le dieron el gusto de dejarse ver del todo.
Pasó saliva asustada. Su brazo continuaba por fuera del techo, colgando, sin moverse ya, estupefacta por lo que implicaba el que las estuvieran siguiendo tan de cerca. El corazón se le quiso salir y ella salir con él. Los rastreadores avanzaron un par de pasos pero no parecían interesados en llegar hasta el punto más proximo a ellas, que era el techo de enfrente. Le pareció extraño, pero entonces se le ocurrió algo mucho peor. Miró por encima del hombro.
No había nada ni nadie detrás de ella.
Y entre esa nada, estaba el tiempo.
Volvió a clavar los ojos, con nerviosimo en los hombres. Mientras los tuviera a vista sabría como reaccionar en caso de ser necesario (sabría?) pero también no podría colaborarle a Rose. Pero ellos ya no estaban ahí. El asunto cambiaba, debía ubicarlos. Tenía que decidir y decidió por lo que tenía más encima, en este caso, debajo.
Agarró el brazo de Rose, quitando la vista en el proceso y la ayudó con su, también poca, fuerza para que terminara de trepar.
- Corre - susurró, cuando estuvo arriba, fijado de nuevo la vista en el punto en que estaban los que las seguían, pero obviamente no estaban ahí. Se preguntó si era efecto de sus nervios, mientras recorria con la vista todos los tejados aledaños buscando anomalías que no encontró.
La ventaja era que de ese lado de la calle los techos era mucho mas regulares, lo que les facilitaría correr sobre ellos.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
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