Nieve

La criatura recorrió con familiaridad el brazo de Yshara hasta llegar al codo. Pareció examinarla un momento, al tiempo que la elfa la miraba, y luego descendió de nuevo y se quedó inmóvil a la altura del antebrazo.

Dulfary no se movió, pero por una vez, y seguramente sin que sirviera de precedente, Yshara no le dió motivos para tenerle miedo. Si lo tenía, podría ser de las plantas o de las arañas, de lo que podía y no podía ver, pero no de la elfa. La pelirroja suspiró mientras miraba a Dulfary con un deje de paciencia - incluso de ternura - que la kazekage nunca había visto en ella.

- Son arañas - completó. - Viudas negras. Por alguna razón, desde hace mucho tiempo, allá donde voy acaban apareciendo.

Sonrió con un deje de tristeza, mientras se daba la vuelta.

- No son agresivas - dijo, mientras daba un paso. - Ven, puedes seguirme. Están juzgando si deben o no defenderse de tí, y supongo que lo hacen en base a si yo lo hago. Camina junto a mí y mira muy bien donde pisas. Hay serpientes.

Se detuvo.

Era curioso porque, estaba dispuesta a conducir a Dulfary hasta el corazón de aquella sala, de aquel su sancta sanctorum, incluso si era la última persona en el mundo que creyó que estaría allí con ella. Y sin embargo lo que se preguntó fue si Dulfary quería seguirla.

Abrió los ojos despacio y parpadeó un par de veces, antes de volver a asentir con la cabeza. Así que sobre eso era el juicio. Curioso. Nunca se había imaginado que Yshara se planteara las cosas en términos de defensa, siempre la veía al ataque.

Esto y arañas que iban con ella a todas partes, fueron dos lecciones para atesorar del día. Y por una vez no fueron corriendo, ni peleando, ni con dolor. Susto sí, pero no todo lo demás.

Ahora bien, que no fueran agresiva, por una vez, no fue suficiente razón para acariciarlas o jugar con ellas, como lo hacía la elfa.

Cuando le dijo que la siguiera, con calma forzada movió el pie para dar el primer paso e ir a su lado, pero este se quedó en alto a la mención de serpientes. En perfecto equilibrio no se movió.

Al detenerse también Yshara, Dulfary la miraba con esa expresión que busca asegurarse que no esta bromeando. Sabía que no estaba bromeando, que el lugar daba para tal cosa, para muchas cosas más. Cómo era posible que se preguntara en algún momento "Qué era lo peor que podía pasar?"

Su pie bajó lentamente, mirando fijamente al piso para no tocar nada que no debiera, pero muy difícil de ver con el césped tan crecido. El paso que dio fue cauteloso, medido, cabía dentro de los parámetros que le acaba de dar Yshara, moverse despacio, pero por la forma en que se movía y la expresión de cara, no tenía nada de dócil. Su paso pudo ser hacía atrás y la elfa conocía lo suficiente a a niña para saber que le diría de frente lo que pensaba si prefería irse.

Iba porque quería.

- Si pasas por alto las arañas, las serpientes y... lo que también quiera juzgarte, es un muy buen lugar para descansar - dijo sinceramente, con la misma calma con la que se movía hacia ella y su tenue sonrisa confirmaba la ingenuidad con la que lo decía. Claro que, aun estaba nerviosa.

Y lo cierto es que Dulfary no se equivocaba.

La compañía de todas aquellas criaturas no era algo que Yshara plantease en formato defensa, como una forma de 'repeler' intrusos o de evitar el acceso a sus aposentos. La razón era mucho más simple, aquellas criaturas estaban ahí porque ellas así lo querían, así habían decidido, sin importar el criterio de la elfa.

Y sin embargo sí que había un punto en el que parecía importar lo que la elfa pensase. Lo había visto alguna vez, aunque no había mucha gente que pudiera decir que había llegado a disponer de tal despliegue de confianza por parte de la pelirroja. Aquellas criaturas que se arremolinaban en los lugares donde ella descansaba, aceptaban a quien ella aceptaba, y atacaban a cualquiera que le supusiese mal. La elfa tenía que tener cuidado con sus pensamientos, ya que las criaturas parecían muy sensibles a ellos, y después de todo, a la elfa, a pesar de que hasta cierto punto apreciaba, y mucho, a Dulfary, también... le gustaba hacerle daño.

Pero ahora no había dolor en el horizonte.

Es cierto, Dulfary estaba allí por voluntad propia, pero se mirase como se mirase era innegable el hecho de que Yshara estaba confiando supinamente en ella. Nadie más, al menos no en mucho tiempo, había llegado tan lejos en la curiosa custodia de Yshara, no sobre su dominio o sobre las criaturas que le acompañaban, sino acerca de sí misma. Cuando llegaron a la otra puerta de metal, la elfa invitó a pasar primero a la muchacha. Y aunque Dulfary no podía saberlo, era la primera persona en años que lo hacía.

- Adelante - dijo.

La puerta conducía a una estancia parecida, pero mucho más pequeña. Un par de enrejados de metal dividían la sala en tres partes, un estrecho pasillo a cuyos lados se retorcían las enredaderas en busca de los respiraderos que quedaban fuera del alcance del visitante ocasional. Delante, una cama bastante deteriorada, y una especie de losa de piedra cubiera de hiedra donde había un puñado de cojines y sábanas.

Y no había más, excepto...

He ahí un punto que le preocupaba a la niña. Si las arañas se defendían o reaccionaban al humor de yshsra, qué pasaría cuando se le acabara su fase de amabilidad y quisiera pasar a lo que casi parecía un deporte, lastimarla?

Prefirió no pensar en eso, de hecho asumió que tal cosa no pasaría. No por razones optimistas, que sería lo normal en ella, si no porque hacía una asociación un poco mas cruel: si las arañas la mordían y se envenenaba , para Yshara no sería tan divertido como hacerle daño ella misma. No era un gran consuelo, pero al menos le decía que no debía preocuparse de las arañas, siempre que se moviera con calma y no las estresara como estas lo hacían con ella.

Accedió a la invitación a la segunda habitación, a la cual entró con precaución, mirándolo todo con detenimiento, olvidándose por un momento en donde ponía los pies. Era un lugar bonito, tan acogedor como la sala anterior (antes de los bichos), no parecía importarle mucho que la cama estuviera deteriorada o que fuera tan... salvaje.

- Vaya - De hecho los gustos de la niña eran sencillos, rayando en lo simple y que le gustaran algunas cosas no era difícil, pues sabía verle el romanticismo a casi todo.

Siguió avanzando con calma, a la espera que se le diera permiso, por etiqueta, de acomodarse en alguna parte. Mientras tanto sus ojos iban saltando de hito en hito, hasta que se topó con ese extra

Es fácil perderse detalles cuando recorres con la vista una estancia por primera vez.

Cuando la mirabas de nuevo, había cosas que llamaban un poco más la atención. En una de las divisiones de los enrejados había unos estantes medio sepultados de sombras, que estaban llenos de pequeños frascos desordenados y caóticos, con líquidos de varios colores. También había una mesa con una especie de torno, y algunos instrumentos que Dulfary no conocía.

Pero si la niña se fijaba en algo antes que en otra cosa, seguramente sería en la losa.

Al principio la luz no te dejaba verlo, pero aquella especie de trozo de piedra pulida, cubierta de hiedra, estaba... tenía sangre. Pero cuando uno había visto tantas veces como Dulfary la crueldad de Yshara, se daba cuenta de que había algo que no encajaba ahí. La sangre estaba concentrada en algunos puntos, reseca, oscurecida. No parecía de una víctima de la sanguinaria pelirroja.

También, una vez sobrepasado el impacto - y el olor, aunque disimulado por las plantas - de la sangre, es posible que Dul se diera cuenta de dos cosas más. Uno, junto a la cama de la elfa había dos o tres libros polvorientos, y dos, sobre la cama había un gato, pequeño y pardo, que las contemplaba con atención a medida que se acercaban.

- Siéntate - le dijo la elfa, con cierta parsimonia, y luego miró a su alrededor. - En... donde puedas. No rompas nada.

Y ninguno de los detallas pasaban desapercibidos para ella, los veía, los encasillaba y luego los reorganizaba en el conjunto junto a sus nociones e ideas previas. Y otra vez volvía a ese punto en que prefería no pensar, dar las gracias y salir por donde vino para buscar un baño.

Cobardía aparte, lo estaba necesitando.

Pero sus ojos, ingenuos y anhelantes, buscaron algo más entre aquellas cosas que había visto y aquellas que aun le faltaban por detallar. Por fin se detuvieron en el gato, el cual analizó desde la distancia, no era el análisis para responder qué hacía ahí, si no el que se hace cuando se trata de reconocer a alguien cuando te lo cruzas después de mucho tiempo y no estas seguro de si es esa persona o te equivocas.

Pero se equivocaba. Era un gato... aparentemente común.

- Oye!! - protestó - que puedo ser delicada y cuidadosa cuando ~ me lo propongo ~ quiera - terminó de ingresar en la habitación y se acomodó en la cama, en la punta, en el borde, con demasiado respeto y timidez al respecto. Por fin su sonrisa ganó confianza - no creí que tu cuarto fuera así - su sonrisa se amplió - bueno, nunca creí que tu cuarto fuera de alguna forma, pero esto lo supera - sus ojos volvieron a recorrer con cuidado la habitación, dejando ver su inocente fascinación por lo que veía, pero evitando deliberadamente el punto donde había sangre.

- Perdón por meterme - torció la boca a modo de disculpa - sin permiso, quiero decir - se encogió de hombros y esperó que de verdad no se lo tomara a mal, ya que no sabía qué mas decir.

Pero la elfa no.

Era estúpido pretender que Dulfary no había visto la sangre. Pero no dijo nada, y la asesina tampoco. Apartándose momentáneamente de la kazekage, la pelirroja le volvió la espalda. Se acercó a una de las estanterías a los lados de la habitación, y de allí cogió el nar'yara, el brazalete con el que Dulfary siempre la había visto. Se lo puso con rapidez, y durante un momento, imperceptible para la muchacha - le daba la espalda - cerró los ojos y se acarició la muñeca, como si, de pronto, le tranquilizase haberlo hecho.

- ¿Y qué esperabas? - preguntó, volviéndose súbitamente hacia ella. - ¿Látigos y agujas? ¿Una dama de hierro? ¿Esclavos encadenados?

Sonreía, pero era una sonrisa curiosa y distante. Cuando se acercó a la cama, acarició, casi sin darse cuenta, la mejilla de la joven, pasando de largo. Se sentó al otro lado, y acarició la cabeza del gato, que agachó la cabeza, cerrando los ojos como para ir a dormir.

- No importa - aclaró. - Pero no es una pregunta retórica. Tengo curiosidad.

Sonrió con picardía ante su pregunta.

- En realidad no - no mentía, si bien esperaba algo escabroso, tampoco creyó que durmiera con eso, es como si ella pretendiera dormir rodeada de juguetes de su agrada, simplemente no lograría conciliar el sueño - Si me hubiesen preguntado, con seriedad, cómo imaginaba esta habitación la respuesta habría sido...mmm - abrió y cerró la boca varias veces, no porque cambiara de idea frente a su idea, sino porque no encontraba la palabra - austera - dijo por fin, con cierta firmeza, esa firmeza que da el decir la palabra que responde a la adivinanza.

Paseó la vista por la habitación, generando una imagen mental de su idea.

- Una cama sencilla, de esas que son tan grandes como esta, para dormir con libertad, quizá una mesa de noche donde tener las cosas muy cerca, con almohada, claro, para la comodidad y esconder la daga del "paraporsiacaso" - movió la vista a otro punto - una mesa grande, de madera, para... bueno, para algo, no sé, es tu cuarto, no el mío, un escaparate - la miró a ella - solo con las capas de recambio - sonrió y siguió - las paredes desnudas, sin mayor decoración, un lugar practico, después de todo, es para dormir - se encogió de hombros y la siguió con la mirada, frunciendo un poco el ceño cuando le acarició la mejilla, pero por sola cortesía no se retiró.

- No creí encontrar esto aquí, tras la puerta podrían haber más bien mapas, planes, maquetas, cosas, como muertos, cabezas, sangre, armas, cosas horrendas. Igual, yo lo que estaba buscando era un baño - en esa parte, si había mentido

La elfa rió.

- Austeridad - repitió. - No te equivocas por mucho. La austeridad es una buena amiga cuando te mueves a menudo.

El gato había empezado a ronronear. A éstas alturas parecía obvio que no se trataba del que Dulfary había conocido en otra ocasión, una encarnación ilusoria de Mez, el diablillo de Yshara. La elfa consiguió que el animal rodara hasta quedar patas arriba, pero no le estaba mirando.

- La verdad es que no he construido todo ésto adrede - murmuró, en un extraño arranque de sinceridad. - Las cosas tienden a... aparecer a mi alrededor. Yo solo me busco un lugar apartado y se lo permito. Llevo bastante tiempo en éste lugar, como puedes ver...

Señaló en dirección a la losa.

- Bueno, has encontrado una de las cosas que esperabas - dijo, refiriéndose, obviamente, a la sangre. - Siento no disponer de las demás.

Entonces el lugar la seguía a ella y luego se construía solo. Interesante, curioso, casi aterrador.

- Ahh eso no te preocupes, no es que me queje de su ausencia, de hecho así esta lo mas de bien!! - dijo enérgica y convencida de sus palabras.

- Pero esa sangre es rara... o sea es de algo muy grande o... bueno has... - pareció ponerse nerviosa - traído varias... mmm... varios sacrificios - se forzó a no mirarla, a mantener la vista al frente, lejos de las lozas, de su mirada, tensa, lista para saltar de ser necesario.

Sacrificios.

Por un momento, a la elfa le hubiera gustado mucho ver la mente de Dulfary. Penetrar en ella. Hubiera pagado cualquier precio por ver cualquier imagen mental que se hubiera formado, incluso aunque no sabía, aunque lo sospechara, que Dulfary era mucho más pequeña de lo que parecía.

Podía imaginarse a sí misma en la mente de la pequeña, desnuda, embadurnada de pinturas rojizas con símbolos siniestros, alzando una daga retorcida y manchada de sangre seca para abatir con ella a un hombre indefenso. Podía imaginarse asesinando niños inocentes, matando perros y gatos, bebés y abuelas.

Se regodeó en ello, y sonrió con toda la sinceridad que podía, pero no duró.

- No - desestimó. - Oh, no, ojalá fuera así. Es mucho más simple, me temo. Es mía.

Pero no supo si quería explicarle a qué se debía.

Estaba... extraña. Estaba sincera, y Dulfary le causaba simpatía. No podía relajarse y empezar a considerarla una confidente; no aún, no ahora. Se forzó a sí misma a cambiar de tema con rapidez, con cierta contundencia. La pregunta llevaba en la mente de Yshara desde que se encontrase con ella durante la mañana, pero se disparó ahora, como un cañón, pura auto defensa:

- ¿Y tu amiga? - preguntó. - Háblame de ella. ¿De dónde la has sacado?

Es mía como un resorte la cabeza y los ojos de la niña buscaron los de Yshara, en pro de una confirmación de lo que había escuchado. La miró sin entender, extrañada, un poco apenada por metersele de esa forma en su vida.

Se humedeció los labios y no supo que decir.

Pero si lo entendía. Vaya si lo entendía. Podía no ser lo mismo, pero sabía lo que volver a la casa a lamerse las heridas, lo que era tirarse en la cama y dejar que sangre manchara las sabanas hasta que dejara de doler. Era eso lo que no entendía, por qué en las lozas y no en las camas.

~ seguramente las lozas retienen de forma distinta la sangre ~ se imaginó.

Aun así, el girar a verla ayudó a seguir con la conversación que ahora iba a ámbitos en los que prefería no ahondar. Claro que, después de su hospitalidad y sinceridad, podría responder preguntas, siempre que estas no comprometieran en lo absoluto a Rose.

- Bueno... no la saqué de ningún lado. La encontré, cuando se inició el toque de queda. Por error la confundí con un infiltrado de la guardia, pero no resultó ser así. Ella simplemente estaba ahí - los pormenores se los guardaría - nos conocimos cuando la guardia se quiso propasar y yo intervine - frunció el ceño extrañada - qué esto no te lo había contado ya? en fin. Por qué tienes tanto interés en ella? - preguntó con tanto tacto como pudo.

Sí, pensó la elfa para sí misma, un tanto molesta. Sí, pero no me has dicho lo que necesito saber, lo que quiero oír.

La pregunta le vino como anillo al dedo, y aprovechando el tono en el que estaban hablando, Yshara decidió que, en aquellos momentos, estaba equipada con un arma de la que Dulfary no podría defenderse: La sinceridad. La elfa frunció ligeramente el ceño, apartando la mirada, y se puso de pie.

- Mmmm - gruñó.

Se quedó mirando a la sangre sobre las losas. Dulfary había acertado una parte de ella, pero no toda; no toda la sangre que había allí había salido de heridas. La elfa se acarició sin darse cuenta la nuca, y se volvió hacia Dulfary.

- Es familia de alguien que conocí - casi escupió. - O al menos eso creo. Si supiera al menos de dónde viene, podría hacerme mis conjeturas.

Suspiró

No era esa la respuesta que quería. Su gruñido se lo decía. Pero era eso lo que preguntaba, de ahí la había sacado, de una calle, de un aprieto que luego fue el aprieto de dos. Algo más especifica no podría decirlo, no era correcto que ventilara las cosas de Rose, aunque ella misma no supiera gran cosa, no debía.

Su actitud cierta solemnidad que dejaba implícito que no hablaría mas de la cuenta, pero de pronto todo ese de quebró dejando ver una chispa de entusiasmo, una extraña chispa de esperanzas que tal vez no encajaba del todo en el contexto, pero que para ella tenía mucho significado.

- En serio?? - casi saltó de la cama al decirlo y habló mucho mas alto de lo que debería. Si esa familia y la de Rose era la misma, entonces ella podría recordar su pasado y no sentirse tan abrumada por saber quien o qué fue y esa división de su personalidad que parecía asustarla - Pero el señor Kuranthis parece conocerla, así que es posible que si sea esa familiar - sonó con la misma ingenuidad y emoción que le producía poder tener una pista.

- No debería ser yo quien responda las preguntas, si no ella, aunque tampoco es que ella tenga muchas respuestas, pero si entre los tres tratan de armar el rompecabezas llegarán a algo - se le veía realmente emocionada por la perspectiva

Tenía razón.

Y la elfa la odió durante unos instantes por ello. Tenía razón, y lo sabía, y durante el momento en el que la propia Yshara se creyó su propia teoría, la misma historia que le había contado a Dul, sintió un acceso de rabia por que todo fuera tan simple. Pero no lo era.

Yshara se mordió el labio inferior, volviendo la vista hacia la pared. Maldita la hora, no era éso, y se le estaba escapando. Sabía quien era, Dulfary tenía razón. Kuranthis la había reconocido, ella había reconocido a Kuranthis. No había más interpretaciones posibles aparte del hecho, en sí mismo, de que era exacta y precisamente la persona a la que estaba buscando. Pero éso, Yshara, ya lo sabía.

Éso planteaba la siguiente pregunta... ¿Qué era lo que quería saber Yshara?

Y llegados a éste punto, había que admitir - por vergonzoso que a priori resultase - que, cuando la propia Yshara no tenía ni la menor idea, difícilmente nadie más podría llegar a saberlo. La elfa respiró hondo, sintiendo que su tren de pensamientos descarrilaba, y se volvió una vez más hacia Dulfary, con expresión seria y distante.

- No creo que ella tenga las respuestas que busco - musitó. - Ni las que busca ella misma. Ni siquiera se si se ha hecho las preguntas adecuadas.

La elfa parecía... ¿Triste? ante lo que ella misma estaba diciendo.

- Vuelta a mi plan original - susurró, casi más para sí misma que para Dulfary.

En realidad, por un momento olvidó que Dulfary estaba allí.

Dulfary entendía más o menos como eran las cosas con Yshara, sabía mas o menos a que atenerse, porque podría esperar de su parte, desde el punto de vista negativo, pero por alguna razón, ese acceso repentino de odio le impactó de una forma diferente. Era como si no fuera el odio natural de ella o el que se le despertaba cuando sus ideologías chocaban, lo sintió como algo distinto, como si en lugar de traerlo a colación, como otras veces, lo hubiese provocado… por error.

Le mantuvo la vista, con dificultad, casi pidiendo disculpas por lo que fuera que hizo mal, como si, vaya broma del viento, acaso fueran amigas.

- Ahí te equivocas – dijo con respeto, pero con un tono tan solemne que no coincidía con su edad ni con la inocencia en sus ojos al decirlo – Teniendo en cuenta la situación tan delicada en que está, Rose sí se ha hecho las preguntas adecuadas y carecer de las respuestas que alguien más podría tener a su alcance… - desvió la vista lentamente, tan lentamente como pudo para hacerlo ver como un gesto casual y no como un reconocimiento de estar pecando de imprudente – es complicado hacerse preguntas, sean las adecuadas o no – cerró su frase y entonces pensó en algo que tal vez funcionara para desviar la atención de la elfa de su desliz.

- Como sabes cuando te haces y cuales son las preguntas adecuadas? – no más terminó de decirlo y entonces en su mente las ultimas palabras cobraron fuerza y con esto, un escalofrío propio de los que solía arrancarle la elfa.

- Y… - dijo con recelo – cual es el plan original? – con precaución.

En éste punto, seguramente, era donde Yshara debería haber admitido que estaba confusa.

No era un sentimiento que experimentase con frecuencia. De hecho, era muy desagradable experimentarlo. Yshara había trabajado muy duramente para evitarlo, para no tener que volver a sentirlo como cuando apenas era una cría, hace tantos años. Entonces las decisiones no eran fáciles, entonces nada era igual. Seguramente tomó las equivocadas, y se arrepintió de ello. Con el tiempo, aprendió que vivir, a menudo, es hacer un esfuerzo para no arrepentirse.

- Parece bastante obvio - respondió, categórica, sin mirarla. - Las preguntas correctas son las que te llevan a las respuestas.

Se levantó de la cama con brusquedad, con los ojos fijos en la escasa luz que se asomaba por uno de los respiraderos, donde el polvo revoloteaba a plena vista. Se volvió hacia Dul de repente, tras avanzar uno o dos pasos, y la miró con detenimiento.

- Los problemas vienen cuando las respuestas no se parecen a las preguntas - agregó. - Pero todo éso da igual. No es lo que estás pensando cuando encuentras respuestas, o cuando buscas las preguntas.

A veces, si analizas el funcionamiento de las cosas, simplemente no funcionan. Como si rompieras la delicada magia que las mantiene unidas. Yshara odiaba ponerse teórica, y sobre todo, estar apartándose del tema de conversación. Una de sus manos se cerró en torno a un objeto, dentro de un bolsillito de su cinturón, pero no llegó a sacarlo. Se arrepintió antes. Seguramente, sus planes se irían al Infierno si Dulfary veía el colgante, si reconocía a Nadyssra en ella. No iba a perder el tiempo en explicaciones.

Sonrió.

- Necesito saber cosas sobre ella - dijo.

Desenvainó la espada.

Seguramente Dul se espantaría con ése gesto, pero a la elfa no le importó. No era su espada. La desenvainó y la contempló durante un rato; la hoja negra, la rosa tallada en la empuñadura. El arma era tan mortífera como magnífica.

- Llevaba ésto - masculló, mirando a la espada. - Pero, ¿Sabe lo que es?

Y volvió a mirar a Dul.

- Mi plan - repitió. - Mi plan es demasiado simple como para que no te lo hayas imaginado ya. Todo lo que necesito saber de ella, está aquí.

Su dedo acarició la hoja de la espada con dejadez mientras hablaba. Sangró, pero ni siquiera pareció importarle.

Dulfary era una niña inteligente, astuta, perspicaz, se adaptaba y aprendía rápido. Dejaba que sus emociones le obstaculizara tomar decisiones difíciles o racionalizar, pero era capaz de captar las situaciones y las ideas. Tal vez no era brillante, pero su capacidad de abstracción bastaba para desenvolverse en un mundo para el que no estaba del todo lista, si se comparaba con los suyos.

Sin embargo... no entendió.

Nada.

Su expresión serena pasó a la confusión frunciendo el ceño, luego lo relajó y trató de comprender y poco a poco su ceja se fue arqueando siendo más elocuente que la pregunta que se formaba en su garganta: eing?

Oh sí, era obvio, tanto que a ella se le estaba escapando. De qué rayos estaba hablando? Con la elfa había tenido varias conversaciones, algunas mas profundas, otras más dolorosas (a nivel físico), solía tardar en asimilar ciertos conceptos en algunos casos, por esta vez... se sentía en el limbo. Más aun cuando dejó saber que plan era tan sencillo que hasta ella debía entenderlo.

CUAL PLAN!!!!!!?????? Movió la cabeza lentamente, con la actitud de quien es consciente del plan.

- Por supuesto que sabe lo que es - dijo tajante, por fin, viendo como salía la sangre y agradeciendo que hiciera la prueba en sí misma y no en ella - es lo único realmente suyo, su lazo con su pasado - el ceño fruncido, la decisión en su actitud se rompió: bienvenida al mudo de los que entregan a los amigos.

Se echó hacía atrás, un poco, sorprendida. Por defender a su amiga, había metido la pata.

Claro que no lo entendía.

No había mucho que entender. Dulfary no lo sabía todo... y tampoco Yshara. Pero las dos intuían, y la intuición es a menudo una fuente de conocimientos. Yshara sonrió.

- Mediante el combate, niña estúpida - susurró, pero no sonó como un insulto. - ¿Cómo nos conocemos tú y yo, tonta, si no es a través del combate?

Le leyó las intenciones. Y antes de que Dulfary pudiera abrir la boca, pudiera decir nada, protestar, moverse siquiera, la hoja de Rose, la espada de la pelirroja, estaba peligrosamente apoyada sobre su garganta. La elfa fruncía el ceño, suspicaz, desconfiada de ella.

- Y nos conocemos lo suficiente - dijo. - Así que ahórrate los comentarios y las negativas. No vas a evitar que suceda. Si te sientes más tranquila, te daré mi palabra de que no voy a herir ni a matar a tu compañera; pero no puedes evitarlo.

Apartó la espada.

No había dicho nada sobre derramar sangre, pero por lo demás, era completa y absolutamente sincera. Nunca lo había sido más.

- ¿A qué te refieres? Explícate.

Insulto o no, Dulfary frunció el ceño molesta y faltó mas bien poco para que hiciera un puchero y se marchara airada de esa habitación. Podía ser que tuviera razón, que el combate era una buena forma de conocerse, tan era era así que cuando ella misma supo que iba a protestar, en lugar de seguir adelante se quedó rígida, tensa por el movimiento que sabía vendría y que así fue: la espada en su garganta.

Mas que el filo amenazándola, fue darse cuenta de cuanta razón tenía la elfa al respecto lo que evitó que protestara o apartara el arma. Entre cerró los ojos. Creía en la palabra de Yshara, pero una cosa no tenia que ver con la otra.

- A saber como vas a evitarlo - lo dijo tan desafiante como sonó, ambas lo sabían, no se iba a quedar callada, como sabían que las palabras no serían suficientes para que no lo intentara.

Era la pelea de Rose, era su asunto y debía ser ella quien se hiciera cargo. Pero conocía a la elfa, no le haría daño, mucho, si así lo había dicho, y sin embargo el alcance aun podía ser devastador. No, no lo dejaría así no más.

Y entonces sonrió, una sonrisa maliciosa, de niña traviesa porque la maldad que abrigaba no iba muy lejos dentro de los matices de villanía.

- A que quizá la subestimas de nuevo.... pero ya lo verás si logras hacerla combatir - oh sí, lo vería, de la misma forma en que la niña había tenido que verlo. Eso si, esta vez si estaba lista para la reacción de la asesina.

"A saber cómo vas a evitarlo".

Yshara no pudo evitar sonreír. No estaba siendo amenazadora; había retirado la espada, volvía a hablar con Dulfary de tú a tú, pero ésta vez algo era diferente. Como si estuviera tanteándola.

- ¿Evitarlo? - preguntó, socarrona. - ¿No eres tú la que pretende "evitar" algo?

Y sin embargo, estaba siendo... cordial. Extrañamente cordial, de una forma que Dulfary no había visto antes, y que seguramente nadie había visto desde hacía... mucho, demasiado tiempo. Con la posible excepción de Ethel.

- Mi niña - el tono en el que dijo éstas palabras fue... cálido, casi cariñoso. - Se muy bien que no puedo evitar que trates de interferir. Pero, no me malinterpretes. Puedo evitar que interfieras, Dulfary.

Le tendió la mano.

- La pregunta es, ¿Quieres que lo haga? Lo que tu amiga va a aprender y a descubrir es importante para ella. Y cuando lo haga, necesitará tener a alguien amigo cerca. ¿Me forzarás a quitarte de enmedio?

La miró fijamente, a los ojos, con infantil preocupación. Dejó que hablara y en ocasiones bajaba la mirada, dejando ver que se contenía para hablar, para soltar lo que fuera que tenía por dentro que la impulsaba a intervenir y no dejar ocurrir ese conocerse a sí misma. Pero luego, volvía a subirla, humedeciéndose los labios con una lengua que también estaba seca.

- No voy a quedarme quieta para que la lastimes. No te equivoques, creo en tu palabra cuando dices que no la mataras, pero de ahí a no lastimar o no herirla hay un trecho muy largo - no la estaba acusando, al contrario, parecía excusarse, su tono era calmado, pero le hacía ver su preocupación. Y le ardían los ojos, no había reparado en eso.

Pero después de mirar su mano extendida guardó silencio, tomando varias el impulso para decir algo más, pero se quedaba callada

- Ella... ~ A Rose le asusta lo que haya en su pasado... ~ no, tú no lo entiendes, no lo entenderías, por como estas acostumbrada a ver las cosas no le hallarías sentido. Yo misma no lo entiendo y soy mucho mas comprensiva al respecto - estaba siendo confuza lo sabía, pero se le atoraban las palabras en la garganta.

Rose había dicho que a veces sentía miedo por esa otra que había en su interior, por quien pudo ser en su pasado, la clase de conciencia que tuviera. Ayudarla a aprender y descubrir podría hacerle mucho daño que las heridas que se ganara en el proceso.

El brillo de la determinación pasó por los ojos de la niña y entonces tomó la mano de Yshara.

- Yo voy a estar a su lado cuando lo necesite, y eso incluye evitar que le hagas daño - tomando de apoyo la mano de la elfa se puso en pie.

Hmph.

No es que Yshara no se esperase la reacción de Dulfary, pero le disgustó un poco, secretamente. ¿Evitar que la lastimara? A diferencia de lo que la chica creía poder esperar de ella, lo entendía, pero le parecía ridículo. ¿En qué se habían convertido las enseñanzas que dejara un día, si Dul creía en un aprendizaje sin dolor?

- El dolor es necesario - respondió, pero sin sentimiento, no protestando ni discutiendo con ella, sino aceptando el punto de la chica al tiempo que exponía el propio. - La vida sin dolor no existe, es una utopía, es ridícula. Si no te acostumbras a él, te toma por sorpresa y te incapacita cuando mejor necesitas funcionar.

Se rió.

Era cierto, ella no podía comprenderlo, ya que lo desconocía. Y lo que para Dul podía ser perfectamente incomprensión, quizás era la visión de alguien a quien la batalla contra la superación personal había dejado de tener sentido hacía mucho, mucho tiempo.

- ¿Más comprensiva? - preguntó, súbitamente fría. - Más arrogante, quizás te lo conceda. Más comprensiva, quizás te lo admita cuando vivas quinientos años más, niña. La palabra que buscas es blanda.

Había un deje de ofensa en sus palabras. La había llamado niña adrede; mal que mal, Dulfary tenía una ínfima parte de la edad de Yshara, y su tono buscaba recordárselo. La visión de las dos mujeres era irreconciliable; la elfa creía firmemente que la mejor forma de enfrentarse a los problemas era tener la suficiente fuerza personal como para superarlos. De haber conocido el problema de Rose, habría sido muy diferente. Mientras Dulfary permitía que el miedo de la chica siguiera existiendo, y quizás lo consideraba justificado, Yshara le habría enseñado que tal vez no había nada a lo que temer.

Pero, había que tener en cuenta que Yshara era un ser demasiado frío, demasiado superviviente. Éso quería decir al llamar blanda a Dulfary. No obstante no cambió sus movimientos, ni su tono. No se había vuelto más hostil, sólo, quizás, más altanera.

- Estarás a su lado - repitió. - Lucharás a su lado. Y evitarás que la hiera, pero no que le abra los ojos. Tal vez pueda enseñarte lo que es luchar por alguien, y no solo a su lado.

El asunto era que para la niña, entenderlo pero verlo como ridículo, era igual o peor que simplemente no entenderlo.

- Yo no lo veo como necesario, al dolor, simplemente hace parte de la vida, de una u otra forma siempre está ahí, pero no por eso lo busco de forma activa y si puedo evitarlo... - era curioso que ella dijera que si pudiera evitarlo, teniendo en cuenta la facilidad y frecuencia con la que se metía en problemas, el tiempo que pasaba herida y la cantidad de sangre que ya había derramado - No importa, parece ser que nunca estaremos de acuerdo - debió ser una protesta pero sonó muy ausente.

Sin embargo, cuando la llamó arrogante su actitud cambió. Nunca lo había pensado así. Le aceptaba lo de blanda, pero arrogante? Estaba confundida. No le importaba que le dijera niña, antes era una clase de consuelo dada su situación, pero...

La miró mas severamente, apretó los labios pero trató de callar. Pensaba que la estaba provocando y lo que era peor, estaba cayendo en la provocación. Que a Dulfary se le escaparan detalles sobre Yshara, a la niña le parecía comprensible, pero que a Yshara se le pasaran algunos sobre ella, era otro cantar; cuando había tenido que pelear junto a alguien siempre había sido por ese alguien, muchas veces olvidándose de sí misma.

- Que a mi... - se mordió la lengua ~no, no lo ve, de la misma forma que yo no puedo entenderlo ~ dudó si continuar, le estaba molestando la ropa, tenía los ojos irritados - lo que digas - dijo molesta y le soltó la mano de la misma forma, refiriéndose a que le ensañaría a luchar por alguien. Por supuesto, había sido sarcástica al decirlo y por supuesto no estaba accediendo a las pretenciones de la elfa - No, no estaré ahí paradita como una ficha esperando a que le hagas lo que se te de la gana en pro de lo que tu llamas abrirle los ojos y solo porque es lo que tu quieres. Si no es lo que ella quiere no puedes obligarla, tu mejor que nadie conoces que hay mas de una forma de lastimar -

No, al contrario.

Dulfary se ajustaba exacta y precisamente a lo que Yshara esperaba de ella. Y la elfa sonrió, aunque quizás se pudo confundir su sonrisa con una sardónica, irónica ante lo que la chica proclamaba. Para la elfa, a Dulfary, simplemente, le quedaba mucho por aprender.

- Tienes razón, hay muchas formas de lastimar - dijo, y en vista de que le soltó la mano, le dio la espalda. - Pero solo una de evitar que te lastimen.

De todas formas, Yshara no estaba contenta.

No con la conversación, sino con... aquello. No sabía si era exactamente lo que esperaba. No era una mujer que vacilase a menudo, pero ésta vez lo había hecho, y ahora no estaba segura de cómo resolverlo. Dulfary había visto una parte de ella que no solía enseñarle a nadie, y suerte que la niña no podía interpretarlo, o estaría en desventaja frente a ella. Aparte de éso, estaba Rose.

La elfa volvió a mirar la espada. No estaba bien. Debió enfrentarse a ambas en cuanto llegaron a la casa, sin mediar palabra. Todo lo demás había sobrado, e Yshara no estaba contenta.

- Descansa - dijo, sin mirar a Dulfary. - Lo necesitarás.