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Hoy va a darse un entierro (Parte 1)
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Hoy va a darse un entierro (Parte 1)
OFFROL: Esta es una trama introductoria para explicar como mi pj ha llegado a la isla. Cualquiera es bienvenido de participar, pero está claro que si leéis el post, la relación va a ser más bien corta, pq Yenth (futuramente Beck) pretende saltar por la borda en cuanto se aproximen a la isla de Vanandariel. Siempre puede servir para que cualquiera le conozca y luego pueda decirle: "Oye, ¿tu no eras Fenth? Sí sí, ¡el que desapareció del barco!" y para que se conozcan ^.^
Néstor Yenth estaba fregando el suelo con un cepillo del pequeño y rápido velero llamado (no sin cierto grado de humor) Bisne; en honor a unos poemillas cortos y jocosos, de apenas dos versos y de rápida conclusión, muy populares en algunas tabernas marineras; cuando vio como la cuerda se tensaba de golpe por el rabillo del ojo. Si no se daba prisa en cogerlo, o bien se rompería el hilo, o bien la caña caería al agual, lo que sería aún peor, y aunque no había sido él quien había puesto el cebo ni sabía pescar sabía que el patrón del pequeño velero no lo vería bien. No le haría nada, ni gritarle siquiera, pues le temía, aunque creía agradarle y confiaba en ello, pero eso no evitaría que el capitán Fenth se enfadase, y Néstor no lo quería disgustado, así que se levantó de un brinco, dejando sus enseres para la limpieza en el cubo de pesada madera que le habían prestado. En un par de largos pasos, más propios para andar por tierra que por la cubierta de un barco, pero igualmente hábiles, el hombre de pelo cano y ojos grisáceos se había acercado a la vibrante caña y la había agarrado. No había pescado nunca, pero lo que si había era visto pescar al resto de miembros de la pequeña tripulación, así que sabía lo que había que hacer, pues copiar se le daba bien. Dio cuerda al pez, dejando que este se cansase solo y dándole poca resistencia, pues este se debatía desesperádamente y podría romper el hilo, o bien tirarle por la borda, pues era absolutamente inexperto en las lides del mar. Néstor se dejó llevar en un tira y afloja en el que el pescado, que quizás era bastante grande, o así le pareció, llevaba las de ganar. Cuando conseguía cansarlo lo bastante lo atraía hacia sí, pero el maldito bichejo parecía entender cuando estaba a punto de ser atrapado, y se debatía de nuevo con redobladas fuerzas. Un par de veces hubo el inexperto pescador de agarrar el hilo con la mano izquierda, haciéndose daño y un feo pero pequeño corte. Sin embargo, había algo de hipnótico en aquel tira y afloja, tanto que Néstor olvidó que aquella no era su caña y que debería haber llamado a alguien más ducho para que le echase una mano.
De hecho, sólo diez minutos después, y tras conseguir sacar a su presa de su húmedo elemento, consiguió hacerse un hueco en su conciencia algo que su subsconsciente ya había percibido, que la hija del capitán Fenth, una joven muchacha de ojos verdes y la lozanía de la juventud, le había estado mirando al menos durante la mitad de aquella titánica lucha. Néstor se sintió absurdamente avergonzado, pues el pescado contra el que se había debatido era apenas algo más de una cuarta de grande, apenas un pie de largo, aunque por fortuna era ancho y daría alimento a la hora del almuerzo. Sin embargo, eso no quitaba que él la hubiese visto a ella pescar sin mucho esfuerzo peces el doble de grandes, a pesar de que ella era notablemente más pequeña que él y ni siquiera era muy ancha de hombros.
- No está mal para una primera vez- ella sonreía y aquella pequeña muestra de respeto quitó un peso de encima a un hombre que debería ser casi diez años mayor que ella.- Porque es la primera vez, supongo, de lo contrario no habrías usado la mano descubierta para agarrar el hilo justo en el momento en el que tu amigo se resistía con más fuerza.
- No sé pescar- respondió, mientras se encogía de hombros con una sonrisa-. Es mi primer viaje, ya sabes.
Tranquilo, quizás yo misma te enseñe después de que hagamos la primera parada en la isla de Vanandariel.- ella también sonreía ahora, y eso le produjo una punzada de dolor en el pecho a Néstor Yenth, pues sabía que no iba a suceder. Pronto, aquella misma noche, Yenth saltaría por la borda y se ahogaría, y del agua saldría otro hombre, otra falsa máscara sobre la perpetua figura del eterno forajido, en aquella perpetua fuga que era su vida. La chica no se había dado cuenta de su repentino cambio de humor, de la tristeza en los grises ojos, y continuó como si nada.- Llegaremos al amancer. Mira: ¡Ya se ve el norte de la isla en el horizonte!
Entonces a penas mañana podrás darme esa lección.- la chica miró al hombre entrecano y a su rostro hermoso pero envejecido y solo leyó la sonrisa que le mostraba, incapaz de superar las capas superiores y leer las apenas visibles marcas de la tristeza y el dolor. Sonriendo como respuesta, ella asintió con la cabeza y él se dispuso a retornar al lavado de la cubierta.
Fue entonces cuando le hizo la pregunta que durante un segundo le dejó desconcertado. Fue directa y chocante, y sucedió antes de poder siquiera girarse. Llevaba temiéndola todo el viaje, pero nadie se había atrevido a formularla y había bajado la guardia.
- ¿De qué huyes?- Aquello resonó en los oídos de Fenth, tanto que casi no escuchó la que la siguió- ¿Vale una lección la pregunta?
Ella seguía sonriendo, aunque su mirada era distinta, levemente espectante. Fenth casi se escuchó responder "Vale una lección, si también me das un nombre", lo soltó automáticamente, para darse tiempo, porque por su mente pasaban decenas de vidas pasadas. ¿Huía ya de la Orden y la Ley, o acaso huía de todo lo que había dejado atrás? Finalmente, acudió a una de sus excusas habituales.
- Hice cosas de las que no estoy orgulloso. Huyo de lo que ya no quiero ser. Busco un nuevo comienzo- en parte era cierto, pero era incompleto, y desde luego no era lo que ella quería escuchar, ella quería datos concretos, pero fue obvio que él no iba a darlos. Ella, en todo caso, no pareció molestarse. Su tono fue levemente coqueto cuando respondió.
Una explicación tan poco exacta no se merece un nombre exacto, puedes llamarme Beck, los hombres- con un gesto del brazo señaló a unos hombres que se afanaban en cubierta, trabajando con las velas.- me llaman así. Es porque me gusta usar un pañuelo al estilo pirata. Me llaman así por Beck el pirata, el de la leyenda.
No conozco la leyenda, pero si reconozco que es un sobrenombre corto y fácil, señorita Beck.- sus labios se tensaron un poco, en lo que apenas era una sonrisa, pero sus ojos destellaron añadiéndole afecto al gesto.- Y ahora, si me disculpa mi capitana, voy a seguir con mi entretenimiento como limpia suelos.
La atractiva Beck se despidió con un gesto, trotando alegremente hacia el otro lado de la cubierta, como una persona que está obviamente hecha al vaivén de las horas. Fenth miró a la costa y luego al sol. Pronto estarían lo bastante cerca como para que él pudiese saltar e ir a nado. Ellos no podrían seguirle esta vez, nadie sospecharía que había saltado en la parte norte de la isla, todos pensarían que se había escabullido en la mañana, antes del amanecer, justo al llegar a puerto o apenas minutos antes. Esta vez no habría rastro que seguir, aunque tarde o temprano ellos lo encontrarían, eran buenos sabuesos de caza. Pero Fenth era aún mejor liebre, no se dejaría coger tan fácilmente.
Néstor Yenth estaba fregando el suelo con un cepillo del pequeño y rápido velero llamado (no sin cierto grado de humor) Bisne; en honor a unos poemillas cortos y jocosos, de apenas dos versos y de rápida conclusión, muy populares en algunas tabernas marineras; cuando vio como la cuerda se tensaba de golpe por el rabillo del ojo. Si no se daba prisa en cogerlo, o bien se rompería el hilo, o bien la caña caería al agual, lo que sería aún peor, y aunque no había sido él quien había puesto el cebo ni sabía pescar sabía que el patrón del pequeño velero no lo vería bien. No le haría nada, ni gritarle siquiera, pues le temía, aunque creía agradarle y confiaba en ello, pero eso no evitaría que el capitán Fenth se enfadase, y Néstor no lo quería disgustado, así que se levantó de un brinco, dejando sus enseres para la limpieza en el cubo de pesada madera que le habían prestado. En un par de largos pasos, más propios para andar por tierra que por la cubierta de un barco, pero igualmente hábiles, el hombre de pelo cano y ojos grisáceos se había acercado a la vibrante caña y la había agarrado. No había pescado nunca, pero lo que si había era visto pescar al resto de miembros de la pequeña tripulación, así que sabía lo que había que hacer, pues copiar se le daba bien. Dio cuerda al pez, dejando que este se cansase solo y dándole poca resistencia, pues este se debatía desesperádamente y podría romper el hilo, o bien tirarle por la borda, pues era absolutamente inexperto en las lides del mar. Néstor se dejó llevar en un tira y afloja en el que el pescado, que quizás era bastante grande, o así le pareció, llevaba las de ganar. Cuando conseguía cansarlo lo bastante lo atraía hacia sí, pero el maldito bichejo parecía entender cuando estaba a punto de ser atrapado, y se debatía de nuevo con redobladas fuerzas. Un par de veces hubo el inexperto pescador de agarrar el hilo con la mano izquierda, haciéndose daño y un feo pero pequeño corte. Sin embargo, había algo de hipnótico en aquel tira y afloja, tanto que Néstor olvidó que aquella no era su caña y que debería haber llamado a alguien más ducho para que le echase una mano.
De hecho, sólo diez minutos después, y tras conseguir sacar a su presa de su húmedo elemento, consiguió hacerse un hueco en su conciencia algo que su subsconsciente ya había percibido, que la hija del capitán Fenth, una joven muchacha de ojos verdes y la lozanía de la juventud, le había estado mirando al menos durante la mitad de aquella titánica lucha. Néstor se sintió absurdamente avergonzado, pues el pescado contra el que se había debatido era apenas algo más de una cuarta de grande, apenas un pie de largo, aunque por fortuna era ancho y daría alimento a la hora del almuerzo. Sin embargo, eso no quitaba que él la hubiese visto a ella pescar sin mucho esfuerzo peces el doble de grandes, a pesar de que ella era notablemente más pequeña que él y ni siquiera era muy ancha de hombros.
- No está mal para una primera vez- ella sonreía y aquella pequeña muestra de respeto quitó un peso de encima a un hombre que debería ser casi diez años mayor que ella.- Porque es la primera vez, supongo, de lo contrario no habrías usado la mano descubierta para agarrar el hilo justo en el momento en el que tu amigo se resistía con más fuerza.
- No sé pescar- respondió, mientras se encogía de hombros con una sonrisa-. Es mi primer viaje, ya sabes.
Tranquilo, quizás yo misma te enseñe después de que hagamos la primera parada en la isla de Vanandariel.- ella también sonreía ahora, y eso le produjo una punzada de dolor en el pecho a Néstor Yenth, pues sabía que no iba a suceder. Pronto, aquella misma noche, Yenth saltaría por la borda y se ahogaría, y del agua saldría otro hombre, otra falsa máscara sobre la perpetua figura del eterno forajido, en aquella perpetua fuga que era su vida. La chica no se había dado cuenta de su repentino cambio de humor, de la tristeza en los grises ojos, y continuó como si nada.- Llegaremos al amancer. Mira: ¡Ya se ve el norte de la isla en el horizonte!
Entonces a penas mañana podrás darme esa lección.- la chica miró al hombre entrecano y a su rostro hermoso pero envejecido y solo leyó la sonrisa que le mostraba, incapaz de superar las capas superiores y leer las apenas visibles marcas de la tristeza y el dolor. Sonriendo como respuesta, ella asintió con la cabeza y él se dispuso a retornar al lavado de la cubierta.
Fue entonces cuando le hizo la pregunta que durante un segundo le dejó desconcertado. Fue directa y chocante, y sucedió antes de poder siquiera girarse. Llevaba temiéndola todo el viaje, pero nadie se había atrevido a formularla y había bajado la guardia.
- ¿De qué huyes?- Aquello resonó en los oídos de Fenth, tanto que casi no escuchó la que la siguió- ¿Vale una lección la pregunta?
Ella seguía sonriendo, aunque su mirada era distinta, levemente espectante. Fenth casi se escuchó responder "Vale una lección, si también me das un nombre", lo soltó automáticamente, para darse tiempo, porque por su mente pasaban decenas de vidas pasadas. ¿Huía ya de la Orden y la Ley, o acaso huía de todo lo que había dejado atrás? Finalmente, acudió a una de sus excusas habituales.
- Hice cosas de las que no estoy orgulloso. Huyo de lo que ya no quiero ser. Busco un nuevo comienzo- en parte era cierto, pero era incompleto, y desde luego no era lo que ella quería escuchar, ella quería datos concretos, pero fue obvio que él no iba a darlos. Ella, en todo caso, no pareció molestarse. Su tono fue levemente coqueto cuando respondió.
Una explicación tan poco exacta no se merece un nombre exacto, puedes llamarme Beck, los hombres- con un gesto del brazo señaló a unos hombres que se afanaban en cubierta, trabajando con las velas.- me llaman así. Es porque me gusta usar un pañuelo al estilo pirata. Me llaman así por Beck el pirata, el de la leyenda.
No conozco la leyenda, pero si reconozco que es un sobrenombre corto y fácil, señorita Beck.- sus labios se tensaron un poco, en lo que apenas era una sonrisa, pero sus ojos destellaron añadiéndole afecto al gesto.- Y ahora, si me disculpa mi capitana, voy a seguir con mi entretenimiento como limpia suelos.
La atractiva Beck se despidió con un gesto, trotando alegremente hacia el otro lado de la cubierta, como una persona que está obviamente hecha al vaivén de las horas. Fenth miró a la costa y luego al sol. Pronto estarían lo bastante cerca como para que él pudiese saltar e ir a nado. Ellos no podrían seguirle esta vez, nadie sospecharía que había saltado en la parte norte de la isla, todos pensarían que se había escabullido en la mañana, antes del amanecer, justo al llegar a puerto o apenas minutos antes. Esta vez no habría rastro que seguir, aunque tarde o temprano ellos lo encontrarían, eran buenos sabuesos de caza. Pero Fenth era aún mejor liebre, no se dejaría coger tan fácilmente.
Última edición por Beck el 08/05/10, 07:33 am, editado 2 veces
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 1)
Fenth revisó de nuevo sus exiguas posesiones: Tenía su falcata, carne seca que debía durar un par de días, dos cantimploras, una de las cuales llevaría vacía y cerrada (para que le ayudase a flotar) y la otra llena de agua potable. Dobló la capa en cuatro partes y la metió en un pequeño saquito, que quedaría justo en sus hombros, pues si quería deshacerse de peso sería lo primero que abandonase. Tenía un cuchillo menor pero afilado, para despiezar la caza y otros menesteres, como afeitarse, tan afilado estaba. Llevaba su arco, que es más bien pequeño, descordado y guardado en el saco con cierre superior que utilizaba a suerte de mochila, desde que le había cosido unas asas que pasarse por los brazos. Lamentó no tener el material necesario para trabajar el cuero, pues quizás necesitaría nueva ropa en poco tiempo, y un animal podría proveerle de la misma, si los espíritus se mostraban propicios. En la misma mochila llevaba sus pantalones largos y otra camisa, los que vestían eran unos pantalones viejos y desgastados, que había recortado a la altura de la rodilla por si le estorbaban al nadar. Había guardado la tela sobrante, tras hacer vendas con ellas, uno nunca sabe cuando va a necesitar esas cosas.
Al cuello, llevaba un único cordel con una moneda gastada enganchada en él. Había sido un regalo y le había acompañado desde hacía un tiempo, al igual que sus botas, que habían sido remendadas con habilidad por él mismo en más de una ocasión. Agachándose, Néstor se las desabrochó y las guardó en su bolsa. Cerró entonces su carcaj y lo colgó a su cadera, y por último guardó la yesca y el pedernal que necesitaría para hacer fuego.
Molesto, reconoció la necesidad de abandonar su pequeño bote de tinta y los dos pergaminos que poseía, aunque se llevaría la pequeña pluma, pues le tenía cierto afecto y su peso era minúsculo. Repasando todo, Fenth echó un vistazo hacia la costa, y luego revisó que el vigía no estuviese atento. En efecto, no llegaría a oirle con el ruido del mar, si se descolgaba lentamente como pretendía. Descansó durante un momento, concentrándose y a sabiendas de que debía nadar un buen trecho hasta llegar a Vanandariel lejos del puerto sur. Se acercó a la borda y se permitió un segundo de debilidad y sentimentalismo, echando un vistazo al Bisne y en dirección a los cuartos del capitán y su hija, Beck. Se prometió que si los encontraba de nuevo les devolvería el favor que le habían hecho. Aunque claro, si se los encontraba de nuevo ellos no querrían verlo, a buen seguro. Para ello se había encargado de dejar una carta firmada como Niman el Infausto, donde, entre otras cosas, aseguraba que había dejado el barco para encontrarse con unos compañeros, insinuando que quizás fuesen piratas. Esperaba que eso dirigiese la atención de cualquiera que estudiase por encima el caso hacia el nido pirata que sabía existía en las Islas del Jasperia. Como le hubiese dicho el viejo Baskerville, allí en lo alto del frío pico donde juntos habían vivido con sus hermanos monjes, "la guerra se basa en el engaño". Fenth estaba dispuesto a engañar, y mucho, en su pequeña guerra contra sus perseguidores, esperaba enfriar el rastro.
Con estos pensamientos en mente, Fenth bajó lentamente agarrándose a los cabos del barco, y calculando que estaba a media hora a nado de la costa, se descolgó silenciosamene dentro del agua. Sigilosamente, comenzó a nadar hacia la orilla, sobre la que se vislumbraba un bosque alumbrado únicamente por una gibosa luna y su corte de estrellas.
Al cuello, llevaba un único cordel con una moneda gastada enganchada en él. Había sido un regalo y le había acompañado desde hacía un tiempo, al igual que sus botas, que habían sido remendadas con habilidad por él mismo en más de una ocasión. Agachándose, Néstor se las desabrochó y las guardó en su bolsa. Cerró entonces su carcaj y lo colgó a su cadera, y por último guardó la yesca y el pedernal que necesitaría para hacer fuego.
Molesto, reconoció la necesidad de abandonar su pequeño bote de tinta y los dos pergaminos que poseía, aunque se llevaría la pequeña pluma, pues le tenía cierto afecto y su peso era minúsculo. Repasando todo, Fenth echó un vistazo hacia la costa, y luego revisó que el vigía no estuviese atento. En efecto, no llegaría a oirle con el ruido del mar, si se descolgaba lentamente como pretendía. Descansó durante un momento, concentrándose y a sabiendas de que debía nadar un buen trecho hasta llegar a Vanandariel lejos del puerto sur. Se acercó a la borda y se permitió un segundo de debilidad y sentimentalismo, echando un vistazo al Bisne y en dirección a los cuartos del capitán y su hija, Beck. Se prometió que si los encontraba de nuevo les devolvería el favor que le habían hecho. Aunque claro, si se los encontraba de nuevo ellos no querrían verlo, a buen seguro. Para ello se había encargado de dejar una carta firmada como Niman el Infausto, donde, entre otras cosas, aseguraba que había dejado el barco para encontrarse con unos compañeros, insinuando que quizás fuesen piratas. Esperaba que eso dirigiese la atención de cualquiera que estudiase por encima el caso hacia el nido pirata que sabía existía en las Islas del Jasperia. Como le hubiese dicho el viejo Baskerville, allí en lo alto del frío pico donde juntos habían vivido con sus hermanos monjes, "la guerra se basa en el engaño". Fenth estaba dispuesto a engañar, y mucho, en su pequeña guerra contra sus perseguidores, esperaba enfriar el rastro.
Con estos pensamientos en mente, Fenth bajó lentamente agarrándose a los cabos del barco, y calculando que estaba a media hora a nado de la costa, se descolgó silenciosamene dentro del agua. Sigilosamente, comenzó a nadar hacia la orilla, sobre la que se vislumbraba un bosque alumbrado únicamente por una gibosa luna y su corte de estrellas.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 1)
Bastante más de media hora después Beck seguía creyendo que le faltaba media hora para alcanzar la costa. Parecía que estaba más cerca de aquella, pero el ritmo al que se había acercado a esta había sido mucho más lento de lo que había previsto. Le dolían las piernas y el cuello, y el agua salada le golpeaba contra los labios, y no menos de media decena de veces había acabado tragando agua y debiendo debatirase para salir a flote. Estaba cansado y no aguantaría mucho más. Sólo un poco más, se susurraba como un mantra, cada vez que alzaba la cabeza para mirar la lejana playa.
Siguió dando brazadas, no tan vigorosas como en un inicio. Hacía ya rato que había cambiado su estilo de nado para ahorrar sus energías y se basaba en flotar para acercarse a la playa. Temía sufrir un calambre en un gemelo y acabar ahogándose, pues notaba sus pierrnas muy cansadas. Al fin había dejado atrás la corriente que le había frenado, arrastrándole al norte, alejándole del punto donde pensó que llegaría a tierra. Se dijo a si mismo que eso le convenía, que le alejaría de sus persecutores y que no podrían seguir un rastro que ni él conocía, pero temía que el agua le hubiese alejado demasiado, que finalmente fallase y no pudiese llegar a costa, o que acabase en un lugar hinóspito y salvaje, agotado e indefenso y sin posibilidad de acercarse a población alguna. Fenth siguió nadando, reduciendo metro a metro su distancia hacia la playa, sin importarle el peso de los mismos elementos, olvidando la carga de su falcata, que le arrastraba hacia el fondo del mar (por suerte no era un arma demasiado pesada) y el cansancio que le decía que quizás en el fondo del mar no se estaba tan mal, un cansancio que no era sólo físico, el cansancio del hombre que ha tenido ya cien vidas.
El sol había comenzado a clarear el cielo, aunque aún no había decidido asomarse por el horizonte. Entonces, una gran ola pasó. Por suerte para Fenth rompería en la costa, y no sobre él. Además, al alzarle levemente, le permitió pararse y echar un vistazo. El cansado nadador se permitió sonreír, rodeado por su empapada y pesada ropa, al ver que la playa estaba muy cerca. Pero entonces se dio cuenta de algo que le preocupó: La costa era rocosa, y las olas la golpeaban con ritmo e implacablemente. Él debería alcanzar la costa y trepar por las húmedas rocas, siendo golpeado por el mar. No podría hacerlo si llegaba cansado. Se barajó el abandonar todas sus posesiones, pero al menos necesitaría una cantimplora. Tomó la que tenía llena de agua y la vació en su boca, bebiendo su contenido antes de dejarla ir, con los recuerdos que le traía, pues había sido su compañera durante dos largos años. La que estaba vacía aún le ayudaba a flotar, y la retuvo, además, esta era un regalo especial y no quería perderla. Se llevó entonces la mano a la falcata, y comenzó a despedirse de aquella vieja amiga, desatando sus cintas que la sujetaban a su alrededor, pero no llegó a poder hacerlo. Sus movimientos habían ocasionado que su capa, que estaba en su espalda, se saliese de su saquito, a su espalda. Trató de deshacerse del saquito, pero la cinta se enganchaba en la ropa de su brazo y le impedía nadar. Tiró como pudo, desesperado, pero solo consiguió que la capa se liberase y se enredase en sus caderas, impidiéndole nadar con la pierna derecha. Agotado, no pudo evitar hundirse poco a poco, tomando fuerte aliento antes de verse arrastrado bajo la superficie marina. "¿Así termina todo?" se dijo mientras se debatía inútilmente, incapaz por el cansancio de soportar el esfuerzo necesario para mantenerse a flote y liberarse a la vez " Sin alharacas, sin ejecución, sin enemigos ni amigos. Como siempre, solo". El agua le entró en el pecho, y se atragantó con ella. Como un fogonazo le vinieron dos imágenes que se sobrepusieron: la de Gin sonriendo y diciéndole "Nestor, ¿tú nunca descansas?" mientras él arreglaba su arco junto al fuego y la de Hadon-Riyaah junto al fuego, su mano manchada en sangre ritual. Recordaba como había extendido su mano y sus sangres se habían unido, haciéndoles hermanos de sino. Cuan lejos quedaba todo ya. No habría compañía alguna en su muerte, pensaba Fenth. Pero estaba equivocado, pues cuando en su debilidad su puño rozó algo lo identificó enseguida: el pomo de su falcata, casi liberado cuando antes había intentado deshacerse de él. Su falcata era una vieja amiga y le perdonaba su traición, su intento de abandonarla. Su puño se aferró al pomo y ambos se hicieron uno, mientras Néstor extraía la curva hoja y con un esfuerzo sobrehumano, haciendo acopio de su moribunda fuerza vital, cortó la cinta que le atrapaba junto a su traicionera mochila. Ésta se apartó de él, junto a la capa que aún estaba atrapada en su cinta, y el mar las alejó, haciéndolas suyas.
Néstor nadó hacia la superficie, liberado ahora, pero aún exhausto y sin aire. El pecho le ardía y su mente animal le gritaba. Debía nadar rápido, pero en una de las manos tenía su falcata. Su razón le dijo que debía deshacerse de ella y nadar, pero esta vez se negó a hacerle caso, la necesitaba, le había salvado la vida y no iba a regalársela a los tritones, cangrejos y peces del fondo del mar. Debatiéndose, pataleando con todas sus exiguas fuerzas, llegó a la superficie, rompiéndo su límite al surgir para respirar salvajemente, tosiendo y escupiendo, pues ahora el sabor a sal le llenaba la garganta y la boca. Casi inconsciente, nadó hacia la costa. Apenas podía más y sabía que al llegar al acantilado no sería capaz de escalar y moriría, pero era tan imposible para él no intentarlo como para un pez no nadar. Siguió nadando adelante, mirando el acantilado, y a penas fue consciente de como lo hizo, pero alcanzó la costa, se adentró sobre las rodillas y las manos, como un animal. Néstor no sabía que, en su suerte, la corriente le había empujado a una pequeña bahía oculta, habiendo pasado por un estrecho canal del mar, que se adentraba hasta la hermosa playa rodeada de acantilados, donde Fenth, apenas unos pasos alejado de donde la marea se detenía al estar alta, cayó rendido, aún agarrando su falcata en su mano izquierda, y se durmió. Aunque casi podríamos más bien decir que su cuerpo se colapsó, incapaz de soportar más el agotamiento y llevado al extremo al casi morir de asfixia. El sol le encontró en una oculta playa de Valandariel, sumido en un profundo sopor.
Continúa en Valandariel.
Hilo: https://mardejaspia.forosactivos.net/valanderiel-f15/hoy-va-a-darse-un-entierro-parte-2-t223.htm#2392
Siguió dando brazadas, no tan vigorosas como en un inicio. Hacía ya rato que había cambiado su estilo de nado para ahorrar sus energías y se basaba en flotar para acercarse a la playa. Temía sufrir un calambre en un gemelo y acabar ahogándose, pues notaba sus pierrnas muy cansadas. Al fin había dejado atrás la corriente que le había frenado, arrastrándole al norte, alejándole del punto donde pensó que llegaría a tierra. Se dijo a si mismo que eso le convenía, que le alejaría de sus persecutores y que no podrían seguir un rastro que ni él conocía, pero temía que el agua le hubiese alejado demasiado, que finalmente fallase y no pudiese llegar a costa, o que acabase en un lugar hinóspito y salvaje, agotado e indefenso y sin posibilidad de acercarse a población alguna. Fenth siguió nadando, reduciendo metro a metro su distancia hacia la playa, sin importarle el peso de los mismos elementos, olvidando la carga de su falcata, que le arrastraba hacia el fondo del mar (por suerte no era un arma demasiado pesada) y el cansancio que le decía que quizás en el fondo del mar no se estaba tan mal, un cansancio que no era sólo físico, el cansancio del hombre que ha tenido ya cien vidas.
El sol había comenzado a clarear el cielo, aunque aún no había decidido asomarse por el horizonte. Entonces, una gran ola pasó. Por suerte para Fenth rompería en la costa, y no sobre él. Además, al alzarle levemente, le permitió pararse y echar un vistazo. El cansado nadador se permitió sonreír, rodeado por su empapada y pesada ropa, al ver que la playa estaba muy cerca. Pero entonces se dio cuenta de algo que le preocupó: La costa era rocosa, y las olas la golpeaban con ritmo e implacablemente. Él debería alcanzar la costa y trepar por las húmedas rocas, siendo golpeado por el mar. No podría hacerlo si llegaba cansado. Se barajó el abandonar todas sus posesiones, pero al menos necesitaría una cantimplora. Tomó la que tenía llena de agua y la vació en su boca, bebiendo su contenido antes de dejarla ir, con los recuerdos que le traía, pues había sido su compañera durante dos largos años. La que estaba vacía aún le ayudaba a flotar, y la retuvo, además, esta era un regalo especial y no quería perderla. Se llevó entonces la mano a la falcata, y comenzó a despedirse de aquella vieja amiga, desatando sus cintas que la sujetaban a su alrededor, pero no llegó a poder hacerlo. Sus movimientos habían ocasionado que su capa, que estaba en su espalda, se saliese de su saquito, a su espalda. Trató de deshacerse del saquito, pero la cinta se enganchaba en la ropa de su brazo y le impedía nadar. Tiró como pudo, desesperado, pero solo consiguió que la capa se liberase y se enredase en sus caderas, impidiéndole nadar con la pierna derecha. Agotado, no pudo evitar hundirse poco a poco, tomando fuerte aliento antes de verse arrastrado bajo la superficie marina. "¿Así termina todo?" se dijo mientras se debatía inútilmente, incapaz por el cansancio de soportar el esfuerzo necesario para mantenerse a flote y liberarse a la vez " Sin alharacas, sin ejecución, sin enemigos ni amigos. Como siempre, solo". El agua le entró en el pecho, y se atragantó con ella. Como un fogonazo le vinieron dos imágenes que se sobrepusieron: la de Gin sonriendo y diciéndole "Nestor, ¿tú nunca descansas?" mientras él arreglaba su arco junto al fuego y la de Hadon-Riyaah junto al fuego, su mano manchada en sangre ritual. Recordaba como había extendido su mano y sus sangres se habían unido, haciéndoles hermanos de sino. Cuan lejos quedaba todo ya. No habría compañía alguna en su muerte, pensaba Fenth. Pero estaba equivocado, pues cuando en su debilidad su puño rozó algo lo identificó enseguida: el pomo de su falcata, casi liberado cuando antes había intentado deshacerse de él. Su falcata era una vieja amiga y le perdonaba su traición, su intento de abandonarla. Su puño se aferró al pomo y ambos se hicieron uno, mientras Néstor extraía la curva hoja y con un esfuerzo sobrehumano, haciendo acopio de su moribunda fuerza vital, cortó la cinta que le atrapaba junto a su traicionera mochila. Ésta se apartó de él, junto a la capa que aún estaba atrapada en su cinta, y el mar las alejó, haciéndolas suyas.
Néstor nadó hacia la superficie, liberado ahora, pero aún exhausto y sin aire. El pecho le ardía y su mente animal le gritaba. Debía nadar rápido, pero en una de las manos tenía su falcata. Su razón le dijo que debía deshacerse de ella y nadar, pero esta vez se negó a hacerle caso, la necesitaba, le había salvado la vida y no iba a regalársela a los tritones, cangrejos y peces del fondo del mar. Debatiéndose, pataleando con todas sus exiguas fuerzas, llegó a la superficie, rompiéndo su límite al surgir para respirar salvajemente, tosiendo y escupiendo, pues ahora el sabor a sal le llenaba la garganta y la boca. Casi inconsciente, nadó hacia la costa. Apenas podía más y sabía que al llegar al acantilado no sería capaz de escalar y moriría, pero era tan imposible para él no intentarlo como para un pez no nadar. Siguió nadando adelante, mirando el acantilado, y a penas fue consciente de como lo hizo, pero alcanzó la costa, se adentró sobre las rodillas y las manos, como un animal. Néstor no sabía que, en su suerte, la corriente le había empujado a una pequeña bahía oculta, habiendo pasado por un estrecho canal del mar, que se adentraba hasta la hermosa playa rodeada de acantilados, donde Fenth, apenas unos pasos alejado de donde la marea se detenía al estar alta, cayó rendido, aún agarrando su falcata en su mano izquierda, y se durmió. Aunque casi podríamos más bien decir que su cuerpo se colapsó, incapaz de soportar más el agotamiento y llevado al extremo al casi morir de asfixia. El sol le encontró en una oculta playa de Valandariel, sumido en un profundo sopor.
Continúa en Valandariel.
Hilo: https://mardejaspia.forosactivos.net/valanderiel-f15/hoy-va-a-darse-un-entierro-parte-2-t223.htm#2392
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