Encuentro de negocios.

Tal vez tuviera razón, no podrían embriagarse a gusto con tan poca cosa, a menos que en la bodega hubiese algunos barriles de algo, y de todos modos, no resultaba muy productivo, y si no era provechoso probablemente no los sacarían. Miro a Rogelio, tan tranquilo en la cama, cualquiera diría que lo tenía todo calculado, ya le gustaría a ella poder mantener la compostura de esa manera.

Asintió a las palabras del pirata y no agrego nada mas, abrió la puerta y salió, miro el barco, tan vacío, tan silencioso, no estaba acostumbrada a ver la nave así, por mas tarde en la noche que pudiera ser, lo normal era encontrar actividad casi todo el tiempo, siempre había algún grupo despierto, haciendo la guardia, o bien jugando a las cartas, apostando, bebiendo, charlando, de esa manera debía ser, no así.

Sophitia dio una vuelta por el barco, había dicho que tenían que descansar, pero la verdad era que aun no tenia sueño, estaba cansada, si, su cuerpo estaba agotado, pero su mente seguía bien despierta, meditaba, pensaba en las diferentes posibilidades, en lo que había pasado, en el trato con Ethel, en Rogelio, en el abordaje del barco y las peleas. No pudo evitar que se le escapara un suspiro, cuando estaba sola, o al menos cuando creía estarlo, se daba el gusto de relajarse, su gesto dejaba de ser el de la pirata arrogante y autosuficiente para dar paso a la joven mujer que era en realidad.

Se sentó en la baranda durante algunos minutos, mirando sin mirar ese cielo de colores perturbadoramente extraños, ese cielo sin estrellas y esas aguas tan calmadas, nada era normal ahí. Se levanto y fue a buscar un cuarto por fin, además del capitán, había algunos cuartos más pequeños para pasajeros, prisioneros importantes o lo que uno quisiera poner dentro. Sophitia entró a uno relativamente cercano al de Rogelio, había una cama individual donde la pirata se tiro a dormir.

La somnolencia tardo en llegar pero hizo acto de presencia por fin, la muchacha se adentro en un profundo sueño, interrumpido solo unas pocas veces cuando se giraba y apoyaba el brazo lastimado, se quejaba medio dormida y giraba para el otro lado solo para seguir durmiendo, tuvo extraños sueños en donde una Ethel mucho mas enorme que ella, tan enorme que Sophitia se paraba en la palma de su mano, se reía y la molestaba para que haga algo, pero la pirata no lograba entender bien y la bruja cada vez se enojaba mas.

Sophitia se despertó de golpe, transpirando por el miedo, lo último que recordaba era como la mujer cerraba el puño con fuerza, dejando a la pirata aplastada entre sus dedos. Se había sentido horriblemente real, respiraba agitada, aun algo confundida intentando ubicarse en tiempo espacio.

Parecía que ya era de día.

La noche a transcurrido tranquila. Sin ninguna clase de monstruo que ataque el barco o que tan siquiera lo aceche. Tampoco se vio barco alguno, en que caso que hayan intentado hacer guardia.

Entre todas las situaciones que ocurrieron en el transcurso de la esa noche, quizá las mas destacable es el hecho que ha sido muy larga. No solo en términos de las gran cantidad de cosas que han sucedido, ni se trata de una distorsión de la percepción al respecto. Realmente ha sido muy larga, una noche de muchísimas mas horas a una noche normal... por mucho.

El sol se ha negado a salir. Si nuestros tripulantes se han despertado del todo en algún momento de su descanso, notarán de inmediato que aun no ha amanecido, como tampoco lo hizo la siguiente vez, ni la siguiente, ni la siguiente.

La marea no ha cambiado. El agua simplemente parece estancada en un lago sin viento. Una charca gigante sin movimiento.

El cielo, de ese azul oscuro y profundo, no ha dejado ver las lunas, ni las estrellas. No tiene nada que no sea el gran vacío de un espacio que no es sideral, un enorme abismo que se abre a sus cabezas como adelanto de la Gran Nada. No hay nubes. Ni un resquicio de la anterior tormenta.

El silencio ya no es pesado, es la simple monotonía un zumbido que se toma los oídos de forma cansina por ausencia de sonido.

Y el tiempo pasa.

Y no amanece.

Y no pasa nada.

Si ambos piratas tienen la facultad de contar el tiempo, hacia lo que debiera ser las la tarde-noche de ese siguiente día, el cielo por fin empieza a clarear. El matiz del cielo se vuelve mas claro, un azul desteñido y aburridor.

No se tomen la molestia de buscar el sol. No está. En ningún lugar.

Solo esta el resplandor de la resolana fastidiosa que indica que ya debería ser el día.

Pero no es día. Ni es noche.

Fuera de Interpretación:

Ambientación para el tema jajaja

**Raz Raz

Así sonaron los uñas de Rogelio al rascarse la barbilla en ese breve lapso de existencia entre el estar dormido y despierto.

No se trataba del sonido de una piel reseca, sino del roce contra una barba de tres días, aunque, al parecer, solo había pasado una noche, una muy larga noche. Si bien era cierto que hacia varios días no se afeitaba, ahora que volvía de lleno y sin pantallas a su faceta de pirata era más notoria, al menos para él.

Se sentía cómodo con ella.

Era una pequeña banalidad, ero prefería pensar en ello y no en el hecho que no sentía el movimiento propio de un barco anclado. Tampoco es que le importara mucho pasar la eternidad sólo con Sophitia, pero esa quietud podía equipararse a estar en tierra firme y eso no lo podría hacer, pasar una eternidad en tierra, así fuera con su amada Valeska.

Con hastío se levantó de la cama y ni siquiera el alimenticio desayuno de seis tragos del raro licor que había en el armario le sirvió para quitarse el fastidio que tenía encima. Necesitaba movimiento, sentir el mar bajo el casco, no esa horrenda quietud.

Dejó caer la botella vacía y esta se estrelló rompiéndose en varios pedazos contra el suelo de la bonita habitación justo en el momento en que la dejaba. Si no había movimiento, al menos necesitaba aire, pero en cubierta ni eso había.

- Poseidón, mátame! – pidió en un murmullo, dejando ir la cabeza hacia atrás, desde donde tuvo vista a un cielo que tampoco lo habría dejado navegar.

- Esto no podría ser peor – esta vez lo dijo un poco más audible, dirigiendo sus pasos hacia el timón, el cual tomó sin dudar y empezó a moverlo de un lado a otro, sin mayor resultado que el sonido que producía, así que empezó a cantar, bastante desentonado:

Navega, velero mío,
sin temor
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor. **

**

Off topic: Canción de José de Espronceda - La canción del pirata.

Se quedo sentada en la cama, con la cabeza entre las manos durante largos minutos que parecían horas en comparación de la velocidad con la que los pensamientos de Sophitia se iban sucediendo. El encuentro de negocios, la taberna, la destrucción, el transporte al barco, el abordaje y luego quedarse atrapada en ese espantoso lugar.

Suspiro cansada, no de sueño, sino de hastío, se levanto y sintió un gruñido en su panza que indicaba que ya era hora de probar algún bocado. Con el pelo suelto, se agacho y lo tiro hacia delante, luego lo peino con los dedos y lo tiro hacia atrás, atándolo en un rodete. Puso la mano sobre las vendas de la herida, aun le dolía, pero no parecía nada tan grave, no a comparación de otras tantas que había tenido.

¿Qué clase de cielo era ese? Pensó mirando por la puerta. Solo la mente retorcida de alguien como Ethel podía pensar en ponerlos en un lugar como ese, no lograba entender cual era su juego, que se suponía que conseguía dejándolos allí solos y sin nada para hacer. A menos que eso significara que había desaprobado su examen y que ese era su castigo.

Se estiro cuan larga era, logrando que le sonaran varias de las articulaciones, aun estaba algo atontada, y el recordar su pesadilla la hacia tener escalofríos. Se dio unos golpecitos en la mejilla para reaccionar y se dirigió hacia la cubierta. Entre tanta quietud la canción de Rogelio resultaba fácilmente audible.

“tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.”

Canto también Sophitia mientras se acercaba al pirata, le dio unas palmadas en la espalda a modo de saludo y se apoyo en la baranda, contemplando el mar.

- Cuanta angustia – Dijo divertida – No te desesperes, encontraremos la manera de salir de esta, algo se nos tiene que ocurrir... – Se dio la vuelta, quedando apoyada con los codos y la espalda del barandal - ¿Lograste dormir algo? Con esta condenada quietud me la pase teniendo pesadillas.

Si seguía pasando el tiempo y no encontraban la salida morirían de hambre y sed, la perspectiva no le gustaba para nada, si tenia que morir prefería que fuera en una pelea.... O bebiendo! Pero no abandonada en un barco imaginario en medio de la nada, no era así como quería que terminara.

- Llegado el caso, prefiero agarrar uno de los botes y salir de aquí remando que quedarme estancada en este charco ... – Claro que también podían quedarse en medio de la nada de ese modo, las apuestas mas interesantes siempre eran en las que se arriesgaba uno la vida.

**Dirigió una mirada tan aburrida como el mar en el que estaba estancados, hacia la hermosa pirata cuando está empezó a cantar con él. Fue automático, de esas formas en que obra el amor en las personas, que sonrió y parte de su angustia se disipó.

- Veo que te la sabes - dijo con mucho mejor animo del que tenía cuando se levantó. Con la fuerza que da el realizar un mismo trabajo más de una vez, hizo que el timón girara sobre su eje con mucha velocidad.

- Es difícil. - detuvo el timón con un solo movimiento tomándolo de una de sus astas - Necesito olas!!!!! - dijo en voz tan alta que bien podría un grito de suplica, bajando la voz a menos de una cuarta al agregar - necesito la pasión del mar - mucho más abatido, incluso ubicando su mirada en la madera de la cubierta.

- De qué nos sirve un barco tan maravilloso si no tiene licor y ni se mueve por el ancho mar? - nuevamente hablaba en voz alta, lo suficiente para para hacer posible una conversación

- Usted dirá, Capitana, mi escasa inventiva es lo que me ha impedido llegar a contramaestre. Qué ideas tiene, además de buscar sal y un poderoso clérigo de la Dama que arrebate sus poderes a la Hechicera que nos hizo esto... -

Le dirigió una mirada escrutadora a Sophitia. Si se hubiera dejado de tonterías de caballero tal vez habría pasado una mejor noche. Pero no. Quiso respetuoso, poco insistente y darle su espacio.

- Tengo la impresión que mejor noche que tú, sí. Y aun así fue mala.- escupió al suelo - Pero no confundas mis palabras, solo pareces cansada, ligeramente, para mi siempre te verás rozagante, radiante como una flor primorosa, bañada en rocío de la mañana y con los ojos brillando como espuma de mar - suspiró en concordancia tanto con sus palabras como con su estado de ánimo - de cualquier mar menos este - masculló entre dientes.

- Yo no puedo seguir varado en este lugar... - dijo finalmente y volvió a mover el timón como si acaso lo manejara en medio de una furiosa tormenta.

Por supuesto. El barco no se movió. **

Bajo la mirada mientras escuchaba a Rogelio, la angustia por la falta de movimiento y de posibilidades los embargaba a ambos. Para los piratas hay solo un amor, y ese es el mar, los extensos océanos, llenos de pasión, que te envolvían con su briosa personalidad, y te devoraba sin piedad si caías en sus manos. Claro que habían ciertas pasiones humanas que el amor platónico por el mar no podía satisfacer, pero eran solo entretenimientos, la necesidad de regresar al agua siempre se imponía… Pero ese no era el mar que ellos conocían, era una monstruosidad, como agua salada sin vida alguna, sin sentimientos, estancada y aburrida.

-Creo que necesitaremos mucha sal y sacerdotes para exorcizar a esa bruja, pero primero necesito que me de trabajo, así que … - Se encogió de hombros – Y lo único que se me ocurre es que si no tenemos ni olas, ni viento que nos impulse, solo nos queda usar nuestra fuerza.

Habían varios estilos de barco que tenían la opción de sacar remos para moverse en los casos que la marea no ayudaba, pero en el que estaban ahora no era de ese tipo, y aunque lo fuera era imposible moverlo con tan solo dos personas. Pero tenían botes individuales…

-Cuando llegue con La Bruja aquí estábamos en tierra, luego nos transporto al barco, así que tal vez podamos volver a esa playa… - Miro hacia el horizonte – Oh, no empieces de nuevo con los cumplidos, vas a hacer que vomite – Dijo sin mirarlo, buscando algún indicio de tierra hacia algún lado – No estoy segura de hacia cual de los lados ir, entre la tormenta y la pelea perdí mi punto de referencia… - Dejo de buscar y miro ahora si sonriendo al pirata – Bien, como sea, prefiero morir intentándolo que rendirme antes de siquiera probar, busquemos algunas cosas para poner en un bote, y nos largamos de este lugar de mierda – Escupió el piso, maldiciendo el lugar, luego empezó a caminar a paso acelerado pasando por los distintos cuartos y la cocina, en busca de algo que les pudiera servir por las dudas de que tardaran más de lo esperado.

Era un riesgo, cierto, pero Sophitia era del tipo de persona que pensaba que solo arriesgándose se ganaba algo, al fin y al cabo ¿Cuáles eran sus opciones? ¿Morir en un barco grande o en un barco chico? Confiaba en que su instinto la guiaría bien hacia la playa de donde habían salido, y luego… Y luego ya verían como salir de esa, un problema a la vez era el segundo dicho más usado, seguido de “improvisaremos sobre la marcha”.

Cuartos y cuartos era lo que tenía ese barco. De repente era como si en su primera inspección los hubiesen pasado por alto, pero ahí estaban, varias puertas que conducían a diferentes salones, más granes, más pequeños, útiles como una reducida biblioteca cargada de mapas y cartas de navegación que no tenían nada que ver con el cielo que los cobijaba, si es que se tomaban el tiempo de revisarlas, sin propósito tal cual lo era una sala de baile, con enormes y costosas arañas que iluminaban sus pisos rojo y negro brillantes tal ve por su falta de uso (o más posiblemente por el desgaste de unas manos que los mantenían así).

La cocina, que era lo que más debía interesarles, estaba en la parte inferior del navío. Tenía una bonita exclusa de ventilación que ayudaba a que los olores ventilaran lejos del barco y estaba muy bien dotada tanto de loza y batería para preparar los alimentos, como de víveres en una enorme alacena de doble puerta y que casi contaba como una habitación adicional. Carnes secas, quesos mauros, vino, granos, agua, pan, cereales, condimentos, especias, cualquier cosa de alimento que se hubiese sacado del barco asaltado, uno que otro tubérculo y, lo único en muy poca cantidad, frutas.