Encuentro de negocios.

Increíble, pensaba Sophitia, por fin veía mas gestos en el rostro de la hechicera que no fueran la soberbia, la ironía o el enojo. Al parecer, poco a poco, iba captando cual era el truco para llevarse con Ethel, aunque aprender le había costado lo suyo, varios golpes, magulladuras y dolores de cabeza. Aunque si resultaba en poder dejar de pelearse por todo, entonces valía la pena.

La respuesta de Coral era la esperada, tenía mucho sentido que no dijera que si ante las declaraciones de un caballero que se le había declarado a todas las presentes, aunque tenia que admitir que para esa altura no entendía muy bien si Rogelio lo hacia en chiste, si era alguna clase de personaje que representaba o si hablaba en serio. Aunque estando en la posición que estaba no era momento para pensar en si el pirata era sincero con sus promesas de amor eterno, o si simplemente quería ligar a como diera lugar, al final solo le quedaba una idea dando vueltas “Que mal lugar se había cruzado para buscar pretendientes”.

Vio como Ethel sacaba el cuchillo, una hermosa daga mas de adorno que otra cosa, con una hoja curva que solía verse en los países más secos, o desérticos. Pocas veces había visto una de esas, pero no tuvo tiempo para contemplarla mucho, porque en seguida se sorprendió al ver subir a la hechicera sobre sus caderas, acción que se gano toda su atención. Ciertamente era mucho más fácil hacer lo que fuera a hacer estando en esa posición, pero al ver como giraba la daga de modo juguetón en su mano, entendía que no lo hacia por una cuestión de necesidad.

Su cuerpo la alertaba, sus manos estaban desesperadas por quitar esa daga de las cercanías de su cuerpo, no era algo que pensaba, era mas bien un acto reflejo, la acción de querer alejarse de un potencial peligro. Pero no había remedio, sabía que aunque tirara con todas sus fuerzas no lograría zafarse de las amarras, y también había otro motivo, Ethel era como un gato, y... ¿Qué hacían los gatos cuando el ratón quería escapar? Lo volvían a agarrar con mas fuerza, lo soltaban, lo tomaban con las garras y los lanzaban por los aires mientras sonreían divertidos. No, lloriquear, quejarse, amenazar o resistirse solo harían que se divirtiera mas, no serviría de nada.

- Compruébalo tu misma – Le susurro Sophitia a su vez, sabía que era una apuesta arriesgada, pero más que pasar vergüenza no podía pasar mucho más, ¿O sí? Como respondiéndole a la pregunta no hecha la daga paseo por su cuerpo, por el momento sin lastimarla, pero con promesa de que quizás más adelante si.

Vio moverse la daga centímetro a centímetro, esperando a cada paso que se hundiera, que la lastimara, preparándose mentalmente para ver salir la sangre, para sentir como su piel se abría bajo una nueva herida. Pero nada de eso sucedió, solo la vieja tela fue cediendo a medida que el filo de la daga se deslizaba, dejando al descubierto el contraste interesante que era su piel. Por un lado, no se podía negar que era tersa y suave, Sophitia era una chica joven por mas que sus actos eran los de alguien de mucha mas edad, y por otro lado, esos mismo actos le habían dejado como resultado una interesante cantidad de heridas, cicatrices de viejas peleas o de fallos de cálculos como le gustaba decirles. Aparte, las peleas de esa noche no le habían salido gratis, tenía ya varios moretones producto de los múltiples golpes que había recibido.

Su torso había quedado completamente desnudo, seguramente si hubiese tenido las manos libres al menos hubiese amagado de taparse con los restos de tela que era ahora su camisa. Pero como no tenia mas remedio que ser una observadora pasiva, eso mismo hizo, miro levantado un poco la cabeza, la dejo caer otra vez y sonrío.

- No es una vista muy linda que digamos – Tenia un brillo extraño en los ojos, era obvio que si pudiera nada de eso estaría pasando, y que no le gustaba en lo absoluto que la anduvieran mirando, pero la vergüenza le daba fuerzas, energías que pensaba usar para no darle el gusto de verla sonrojarse.

Coral sintió que algo le oprimía el pecho. algo que antes no había estado pero que ahora era casi un estorbo. Emociones en un momento crítico. Siempre había sido muy sencillo, el filo contra un organo vital de su victima, un poco de sangre, limpiar su arma, seguir su camino. Tal vez era eso, Rogelio no era su victima, no era un blanco contratado.

Solo se interponía en las actividades de su Señora. Esa era la opresión. Era un buen chico, coqueto, pero buen chico. Un buen chico que se llevaríaun par de heridas si seguia adelante... y siguió.

Cómo si tuviese voluntad propia, la delgada espada de Coral se movió describiendo un arco, por efecto del giro que dio su cuerpo al evadir el ataque del pirata. Esta vez lo hizo sin contemplaciones, directo a su abdomen, con profundidad y al terminar girar, trató de darle una patada en el pecho, enviarlo lejos de ella y de lo que ocurría a su espalda.

- Difiero contigo - dijo Ethel en voz baja, con suavidad. Mientras lo decía, la punta del puñal se deslizó como una caricia por la piel desnuda de Sophitia - Habla por si sola y todas las historias, a su manera, terminan por ser fascinantes. Hablan de combates victoriosos - con los ojos fijos en diferentes puntos de su desnudez, el arma recorría con sensualidad cada una de las cicatrices de la pirata... - de defender tu punto de vista y tu opinión - ... deteniendose en los moretones, los cuales presionaba con la parte plana del puñal para agudizar el dolor de estos - dicen mejor que tú misma, que eres fuerte y no te dejas - el arma siguió ascendiendo por su filo sin lastimarla pero buscando erizar la piel - y que te falta tener mas cuidado cuando escoges tus peleas - que su cuerpo, ya que su mente y corazón no, la traicionara.

Y lo disfrutaba, la morbosiaba sin pudor alguno, no como debería estar acostumbrada sino con elegancia, le hablaba como si tratara de seducirla y el contacto de su cuchillo haciendo espirales en diferentes partes de su torso buscaba ser el ingrediente final que la hiciera sonrojar. No se propasaría con ella, como con niguno de la tripulación y si no se sonrojaba... bueno, tampoco se perdía nada.

Las delicadas espirales pronto dejaron de serlo y el filo perforó la piel de forma imprevista, siguiendo una línea curva de la que, por supuesto, brotó sangre y luego dejo de cortar para volver a su trazo suave en el que empezó a hacer presión, dejando marcas rojizas sobre la piel, y entonces, volvía a cortarla, haciendo líneas rectas. Así estuvo un buen rato, cortando y no cortando, para que el dolor fuera siempre un estimulo novedoso y no se acostumbrara a él, a intervalos variables. Parecía algo caotico lo que hacía, pero en realidad, dibujaba con heridas y dolor un arreglo mágico, que coincidia perfectamente con el que estaba en el suelo. Con cada traza trataba de inflingirle más dolor. A veces repazaba cortes que ya había hecho y al hacerlo la sensación, ademas del corte sobre corte, sería muy parecida a echarle una conveniente mezcla de alcohol y sal en las heridas.

El arreglo abarcaba todo el espacio entre las claviculas y el bajo vientre y se tomaba su tiempo, siendo cada vez más implacable, hasta que lograra un grito de ella, porq entonces, tendría todos los componentes para activar el conjuro. Y en ese momento si vendría el verdadero dolor.

** Qué era mas doloroso?. Tener que atacarla para poder ayudar a Sohpitia o tener que atacar a alguien que tampoco agredirlo a él?

No, ninguna de las dos. Era mas doloraso el filo de su espada cortando su fina camisa y su aun más fina y delicada piel. No alcanzó a retirarse lo suficiente para esquivar su contraataque, menos aun para esquivar su patada ahora que estaba herido.

Pero no se lo pondría tan fácil. De dejó dar la patada - dejó por qué su orgullo no admitiría otra forma de percir el asunto - pero no permitió que se alejara, que apartara el pie, tomandola por el tobillo. La atrajó hacia sí y entonces soltó su pie y la tomó por la cintura y...

No la besó, solo giró con ella y la empujó en dirección contraria a la que estaban. Rogelio tenía en su mano una daga que estaba apoyada contra su cadera, apuntando desnuda hacia Coral. Una vez que la soltó su otra mano puso la mano en su herida.

- Si mis entrañas deberían estar regándose, es que no quieres hacer, como yo - por primera vez su entonación no estaba enfocada a socializar o conquistar, pero aun le sonreía con encanto **

La daga no terminaba de lastimarla, era como la caricia de un animal salvaje, una bestia que con solo un gesto podía destrozar, pero que al menos por el momento, solo quería jugar un poco. Sintió como el frío metal recorría sus cicatrices, la sintió subir por algunas, bajar por otras, siguió con mucho cuidado la mas grande de todas ellas, la que seguía hasta base del cuello y un escalofrío la recorrió cuando sintió el filo tan cerca de venas tan importantes. Pero si quería hacerle daño simplemente podía hacerlo, si no era así era porque quería algo mas, seguramente sabía que hacer gritar a la pirata no sería tan sencillo.

Escucho al mismo tiempo lo que decía, y junto con el hipnótico movimiento sintió como si el recuerdo de cada una de esas peleas volviera a su mente, el cómo se había hecho cada una de las cicatrices, lo doloroso que había sido curarlas, curárselas en realidad, ya que desde que era una niña que se encargaba ella misma de sus heridas, vino el recuerdo de una jovencita mordiendo un trapo para no gritar, con una botella de alcohol, una aguja con hilo y solo una vela iluminándola.

El toque en los moretones la hizo regresar a la realidad, la voz de Ethel se hizo más clara nuevamente, ¿Por qué le hablaba en ese tono? Era dulce, seductora y fría a la vez, no quería escuchar esa voz, no estaba acostumbrada a que la trataran así, prefería que le gritara, que le reprochara, que la amenazara, esos eran tonos que conocía, tonos a los que sabía contestar. Un intenso color rojo se hizo presente en sus mejillas, pero no era su desnudes lo que la avergonzaba, ni las cosas que decía, sino en el modo en el que las decía...

- Deja ya de decir tonterías y termina con esto – Dijo mirando hacia otro lado para disimular su vergüenza, fue mas un susurro, no el tono autoritario que solía usar.

Los movimientos del cuchillo seguían una lógica, pero estaba algo turbada y no lograba darse cuenta certeramente de qué eran, el primer corte la sorprendió, dejo escapar un gesto de molestia que la hizo olvidar la vergüenza. Pero no era solo eso, ya que la daga no se detenía en ningún momento, cortaba y dejaba de cortar, luego volvía hacia atrás y cortaba de nuevo. Sophitia cerró los ojos e intento respirar tranquila para que el dolor no fuera tan intenso, pero a cada momento se hacia mas difícil.

Sentía el vientre entero húmedo y cálido, producto de la sangre que salía de los cortes, la sentía caer por los costado y mojar su espalda y la mesa. La mayoría de los cortes no eran tan profundos, pero eran muchos y Ethel no hacia mas que remarcarlos aun más, la perdida de sangre la estaba haciendo marear, pero un ultimo corte la hizo despertarse y sin poder evitarlo un grito ahogado se escapo de su gargante.

No puso atención a sus palabras, aunque las escuchó la tenían sin cuidado, hacía lo que quería, cómo quería y cuando quería. No esperaba que se sonrojara con sus palabras, pero el efcto era ciertamente interesante, le daba hasta cierto aire tierno que, según los parametros de la hechicera, le quedaba mal.

Cómo fuera y pese a no poner mucho esfuerzo en obtener su grito, lo había obtenido. Solo que este era directamente proporcional al animo que le puso por coseguirlo. Era ahogado y le faltaba vida y resonancia, pero era un grito y servía. Apenas Sophitia abrió la boca para gritar, la habitación se fue tornando más y mas blanca, brillaba con una luz cegadora, irritante que traspasaba los parpados, aun cerrados con fuerza, lastimaba los ojos, llevaba hasta lo más profundo por el nervio optico y se convería en una punzada ininterrumpida de dolor al fondo de la cabeza, regandose por todo el cerebro, aumentando la presión intracraneana, la pesadilla de cualquier persona acostumbrada a sufrir de migraña. Podría decirse que era enoloquecedor, pero tal apreciación varía de ser a ser y solo quien caía bajo el infllujo de esto podría precisarlo.

- ... caya, sacrificio humano - era el mismo tono sensual

De la sensación que si no se podía ser ajeno, era la sangre... no la que venía desde los cortes para formar el arreglo, sino la que se escapaba por los oidos, derramandose cálida por el pabellón auricular, pasando ora por el lobulo, ora escurriendose por la parte trasera de la oreja. Tapoco podría ser muy ajena la sensación de asfixia, no por falta de aire, sino por la mezcla del mismo liquido vital con los intentos por respirar por lnariz, mientras esta dejaba escapar un hilo por cada fosa. Liquido espeso que se escurría por la garganta que dolía al manar, de la misma forma en que dolía la luz en los ojos, la presión en la cabeza y hasta en los pulmones. Casi parecido a quedarse atrapado en la bodega del barco mientras este se hunde y se llena de agua y el agua se devora todos los espacios con aire y solo queda el mar alrededor, presionando ahogando, doliendo... dejando el unico conocimiento que todo terminará cuando llegue la inconciencia, que todo se desvanecerá, pero que esta no llegará mientras uno mismo no se rinda, no sucumba

* * *

Coral retrocedió tal y como lo había supuesto Rogelio. La maniobra de tomarla por el pie con el que lo pateaba fue sorpresiva e ingeniosa, mucho más de lo que la asesina hubiese esperado.

La cercanía a le produjo un escalofrío y cierta falta de aire y cuadno la empujó, una nueva sanción, una que no recordaba... vacío.

Escuchó sus palabras, lo miró a los ojos, era obvio que no lo quería matar. Bajó la mirada lentamente... también era obvio que a él no le importaba... la daga estaba llena de sangre, de su sangre. Su escalofrío y el vacío posterior no habían sido por un flechazo de absurdo enamoramiento, la había apuñalado.

Se puso la mano en la herida y lo miro de nuevo a los ojos. Una mirada fría y despiada. Dio un paso al frente, sin prisa, luego otro y sacó una barra de metal, sujeta en uno de sus extremos por su mano. Habían pasado mucho tiempo desde que la usara y de hecho creyó que no volvería a hacerlo, ya no era una Flor, sería lo que su señora necesitara que fuera, pero no era una Flor y con eso sentía que no debía usar esa arma. Apunto a Rogelio e hizo dos disparos con su ballesta mágica, al corazón, al higado.

* * *

Qué hay despues del dolor? Qué hay cuando uno sucumbe a lo que percibe como la muerte? Qué queda después? El canto de las gaviotas? La suave brisa marina acariciando la piel? El agua salda de las olas que prestas corren a besar con su espuma los pies desnudos sobre la arena húmeda? El relampago que rompe el cielo y desata una tormenta destructiva que todo lo consume y todo lo destroza, en mar y en tierra? El paraiso? El infierno?

O tal vez nada. Tal vez todo lo que se cree del más allá es una ilusión.

Sin tormenta, sin nubes plomisas. Solo viento salado, aguas rebeldes que llegan a una playa descierta, gaviotas que chillan y planean ocultando un poco el brillante sol que de forma sutil calienta la piel de los brazos que deja expuesta el sencillo vestido blanco que penas llega a las rodillas.

- Es una ilusión - dice la voz que acompaña la mano que se posa con delicadeza en su hombro para anunciar su presencia, esperando que no se asuste. Una playa perfecta, aun más que las de Shamataw - pero sirve para exponer en que consiste nuestro pequeño negocio de intercambio mercatil en alta mar -

** Coral era demasiado comunicativa. No dijo nada de su comentario, de hecho se lo tomó a mal... tal vez por el hecho de haber sido herida. Eso complicaba mucho más las cosas, en especial la vida de Rogelio.

Sin embargo, él tampoco había querido matarla. La herida era profunda, era grave, pero de momento, como la suya, no era mortal mas que para la ropa. Pero ahora todo había cambiado, en su mirada se veía esa misma frialdad que percibió cuando las vio entrar en la posada. Y eso no podía ser bueno.

Como tampoco lo era que bajara su espada para sacar ese artefacto que no supo identificar como un arma hasta que fue muy tarde. Dos tiros, dos flechas. Una ballesta. Muy tarde trató d esquivar los disparos y al hacerlo se dio cuenta que intentara lo que intentara le darían en una otra parte del cuerpo.

Aun así se movió, realmente se arrojó al suelo, saltando a uno de los costados para cubrirse con una mesa. Las virotes le dieron, ambos, uno en un flanco del pecho y el otro en la pierna. Su Capitán se iba a enojar, mucho.

Dándole un empujón a la mesa, la tumbó para tener una mejor cobertura y ahora, que escapaba de Coral, tenía una mejor vista de lo que ocurría con su amada y Ethel. ¿Cómo ayudarla sin resultar muerto en el proceso? No, no podía, ya no por él o por cobardía, sino por la luz que manaba de ellas. No sabía mucho de magia, en realidad sus conocimientos eran bastante rudimentarios al respecto, pero... interrumpir un hechizo que se hace sobre otro puede ser peligroso para todos.

- Coral, linda!! Sé que esto podemos arreglarlo de otra forma, podemos hablar? - siempre quedaba la opción de la negociación. **

Inmediatamente después del grito una intensa luz la cegó, el mareo por la falta sangre la confundieron, no estaba segura de si lo que veía era real o una ilusión, pero las ilusiones no lastiman y ese resplandor parecía que iba a quemarle las retinas y todo lo que tuviera dentro de su maltratada cabeza.

Las palabras de Ethel le llegaron como si fueran el suspiro de un viento, de una suave brisa muy lejana, es que el dolor había ido en crecimiento a cada minuto, y la concentración de la pirata se difuminaba por los miles de detalles que podía sentir ahora. De pronto se dio cuenta de algo muy real, el dolor.

Todos sus sentidos estaban alterados, sus tímpanos lanzaban un constante chirridos, quizás no estaban rotos, no podía estar segura. Los ojos tuvo que cerrarlos, ya no aguantaba el resplandor, y algo mas… Sangre, la sangre le empañaba la vista también, los ojos le iban a estallar. El gusto a sangre en su paladar, y ya no podía siquiera respirar, se estaba ahogando.

Era como cuando había caído al mar aquella vez “¿Lo recuerdas?”, dijo una voz dentro suyo mientras perdía el conocimiento. Imágenes difusas de una pelea en alta mar cuando era pequeña, muchos piratas, una matanza indiscriminada, como todas las matanzas. Ella era pequeña, quería ayudar a su padre, pero con sus cortos once años apenas y si podía mover la espada como era debido. Alguien la empujo cuando estaba mal parada, no fue a propósito, siquiera la vio, y las olas la tiraban para todos lados, era como una pequeña hoja a la deriva.

Los recuerdos volvieron a donde Sophitia los dejaba siempre, en el pasado, volvió a una realidad dudosa. Su nariz fue la primera en mandarle señales de vida, el olor a sal penetro profundamente, una sensación que le era completamente natural, era como volver a casa. Escucho las olas, aunque su mente no estaba aun lo suficientemente despierta como para darse cuenta que eso era imposible, abrió ambos ojos a la vez e intento enfocar lo que la rodeaba.

Había una hermosa playa frente a ella, de esas playas con arena blanca, sol perfecto, y agua clara que uno imagina que solo puede existir en el paraíso. Sophitia se sentó despacio, como temiendo que todo el dolor volviera de pronto en cualquier momento.

-Donde…? – Sintió una mano sobre el hombro justo antes de que la pregunta terminara, y precisamente contestaba a la misma – Entiendo- La pirata no se sentía asustada, ni tan siquiera confundida, era mas bien como si el pasar por el hechizo la hubiese superado, no había espacio para esos sentimientos ahora.

Recién entonces noto el vestido, no creía poder recordar ni una sola vez en su vida que hubiese llevado uno, se sentía muy extraño, daba mucha libertad de movimiento, pero a la vez le daba algo de vergüenza, como si el viento fuera a levantarla todo el tiempo.

Así y todo no hizo comentario alguno, era solo una ilusión, nada grave, lo importante ahora era atender al plan. Se levanto y se giro para ver a la bruja a los ojos mientras hablaban.

-Soy toda oídos – Dijo con los brazos en jarra.

El viento soplaba suavemente, movía las plamas creando la sutil musica del mar, movía el vestio de Sophitia, movía el auga, levantaba un poco e la arena que no estaba húmeda, pero no movía nada en Ethel.

No es que fuera ajena a todo lo que allí ocurria, se trataba que su ropa era un poco más pesada para que tal cosa pasara, aemás, su cabello estaba perfectamente recogido bajo el sombrero. No vestía de una forma estrambotica, solo se veía como un regio capital de barco. Chaleco, chaqueta larga cerrada en cada uno e sus botones, pantalon claro, con botas oscuras de caña alta, sombrero. Sin armas, sin adornos innecesarios.

Sonreía.

Una de esas sonrisas serenas en las que no se sabe que es lo que la otra persona piensa pero que por algun motivo crea un escalofrío.

Era bueno que entendiera. Era una simpatica novedad que no reaccionara como lo hicieron los demás marinos. Le quitó la mano y puso la vista en el horizonte, en la belleza de la imagen que ella misma había creado basando en lugar reales, claro esta.

- Cómo bien te dije, nuestro negocio consiste en hacer pequeños intercambios mercantiles en alta mar. Desafortunadamente no todos los mercaderes que particuparán estarán del todo de acuerdo en las condiciones finales y el precio a recibir. Pero eso es algo a lo que sin duda tú también estas acotumbrada, de un lado u otro - su sonrisa se hizo cinica, hablaban e pirateria en los terminos mas hipocritas que podía haber encontrado, lo sabía y no solo le importaba muy poco ese hecho o el como lo tomara la pirata, sino que la divertia, cosa que pintaa su sonrisa, además, con un tinte de maldad.

- Cualquiera, por el precio correcto, podría hacer este trabajo, pero no cualquiera tiene la audacia que se requiere para llevarlo a cabo en las condiciones que nos serían mas favorables ni el valor para hacer frente al descontento que pueda sentir la contra parte por la transacción y por supuesto, su reacción, la cual no solo se vería refleajda en el momento del intercambio de mercancias sino... posiblemente a largo plazo. Es ahí donde mi proceso de reclutamiento de personal adquiere sentido - bajó la voz por fin y le dirigió una mirada a Sophitia, haciendo una mueca de desconcierto - aunque debo admitir que la postura en extremo supersticiosa de nuestro Segundo era algo con lo que no contaba, claro, ahora eso es tu problema -

Volvió la vista al frente, el agua empezaba a alterarse, la marea subía hasta lamer los pies de ambas y el mar cada vez se veía más picado dejando ver ciertas caracteristicas de la playa, como sus corales y sus rocas. A lo lejos, se escuchó el retumbar de un trueno y el murmullo del oceano empezaba a ser más alto conforme las nubes le restaban brillo al sol y una espesa capa dde color plomo se apoderaba del cielo. El preambulo de una tormenta, de una fuerte tormenta.

A lo lejos, se vieron dos barcos, una corbeta como cualquier otra y una fragata. Estaban equidistantes pero era notoria la ruta que llevaban la una hacia la otra.

Ethel callaba, tal vez tendría preguntas o de esos comentarios tan elocuentes que solía decir.

* * *

Lo había herido, la asesina estaba segura de eso, de harlo herido. Pero ahora que estaba detrás de la mesa y eso le dificultaba terminar todo ese asunto. Ahora bien, ella tambien estaba herida. Le costaba moverse con mas libertad. No era mortal, pero cómo le dolía.

- Perfecto, hablemos! - dijo finalmente ella, tras un largo silencio. No se movió de donde estaba, pero a cambio hizo lo que para ella era una travesura: disparó una nueva saeta, está vez contra la mesa, en el punto desde el que venía la voz.

No fue con hostilidad, solo quería ponerlo nervioso. A su forma, relajar el ambiente lo suficiente como para Ethel terminara con lo que quería hacer.

- Cómo vas a convenserme de hacer la paz? Ya vimos que tus promesas de amor no funcionan - sonrió con frialdad y trató de dar un paso al frente, mala idea, era mejor quedarse quieta, evaluando la sombra que pudiera proyectar él al moverse - tal vez porque se las ofreces a todas? - apuntó con la ballesta a la parte superior de la mesa volcada.

**La pierna y el costado le dolían mucho. Estuvo tentado a empujar el virote y cortar la punta para sacarlo. Ya lo había hecho con anterioridad, sin embargo, esta vez la flecha era demasiado pequeña.

Se dejó caer en el suelo, adolorido y aun así sonrió con lo que le decía Coral.

- Preciosa, mis promesas siempre funcionan porque siempre las cumplo. - su orgullo no permitiría que pusiera en duda aquello que le proponía. Su autoconservación no permitiría que volviera a dispararle, por eso no se levantó.

Dejó la espada a un lado y del otro la daga.

Ahora que lo pensaba tampoco podía darse el lujo de fijarse en una mujer tan peligrosa. Qué pasaría cuando su corazón se diera cuenta que quedaba espacio para brindarle cariño y afecto a otra mujer o a otras... lo que él veía como un posible hogar , dulce y cálido, se volvería macabro, con mucha sangre, seguramente la suya. Y entonces, qué pasaría con todas aquellas que esperaban volverlo a ver? Qué pasaría con las ilusiones de Sophitia?

Levantó la vista. La imagen de esas dos era tan... sugestiva incomoda.

- Cariño, eso sonó a que estas celosa!! - se echó a reír - y no tienes porque estarlo - después de todo, para todas tenía suficiente amor y suficiente palabra para cumplir con esa promesa, a todas. **

El aspecto de Ethel sorprendió en un primer momento a la pirata, es que esperaba encontrarla con la misma ropa que llevaba ya desde antes, aunque claro, si ella misma tenia un vestido, todo podía ser. Lo mas hermoso de la imagen era que sonreía, Sophitia casi tuvo ganas de elevar una plegaria en modo de agradecimiento, si después de todo lo que habían pasado seguía estando de mal humor no sabría bien qué hacer. ¿Un escalofrío? Podía ser, pero prefiero pensar que una de las brisas marinas se había colado de improviso.

Escucho con atención de qué se trataba todo el asunto, habían tenido que pasar varias cosas, se pelearon, discutieron, en cierto modo se insultaron, al final ninguna de las dos había dado el brazo a torcer, mas bien era una tregua mientras se encargaban de cosas más importantes. Pero por fin, llegaban al meollo del asunto, y como era lógico esperar, se trataba de piratería, ¿Qué otra cosa podía esperarse si había elegido una tripulación entera de piratas?

- Tendría que haberlo supuesto – Dijo sonriendo torcidamente, en un gesto que no tenia gracia – Hay dos opciones, o lo que le dijiste a Rogelio sobre Valeska Rosentolz es cierto y ella te cedió parte de su territorio, o era un farol y piensas enfrentártele, lo cual es una absoluta locura – No esperaba que la bruja le contestara, a estas alturas era obvio que no era de las personas que compartía sus planes, siquiera con quienes iban a participar del mismo, se suponía que uno tenia que confiar en ella y ya.

Y en ese caso había un cierto problema, no porque todos los piratas del mundo le tuvieran fidelidad absoluta a la reina, no era una palabra que tuviera mucho sentido para ellos y el titulo en si era mas bien un simbolo. Pero una cosa era tener un pequeño barco y robar por aquí y por allá, y otra muy diferente era comenzar todo un mercado del robo nuevo, Valeska sin duda se enteraría, algo haría al respecto, y los que participaran en ello seguramente quedarían en la mira.

- Así y todo – Agrego Sophitia luego de pensar estas cosas – Vale la pena intentarlo, y si la reina se enoja, pues, luego veré como me las arreglo, trabajo es trabajo – Y así era, las monedas siempre eran necesarias. Sobre lo supersticiosos que eran los marineros no hizo comentario alguno mas que un leve “¡Tsi!” mientras se encogía de hombros despectiva, no era la primera ni sería la última vez que tuviera problemas por ser mujer.

Mirando hacia el mar, hacia su querido y amado océano azul, por primera vez en la noche sonrió de verdad, el movimiento de las olas siempre la relajaban, el olor a sal la hacia suspirar y el ruido del agua yendo y viniendo era la tonada más hermosa. Estaba emocionada, volvería al mar, volvería a la piratería, a lo que era su profesión de nacimiento, estaba al alcance de sus manos, solo unos pocos obstáculos mas y lo lograría. Ese era uno de los motivos por los cuales había soportado todo lo que había sucedido, todos los comentarios irónicos de la hechicera, los golpes recibidos y aun no devueltos.

Quería hacer algún comentario, pero no estaba segura de qué era lo más adecuado, si estuviera hablando con una jefa normal probablemente hubiese simplemente hecho alguna broma con respecto a los barcos que estaban llegando, o del paisaje. Pero uno nunca estaba seguro hasta qué punto se podía intimar con esta mujer.

- ¿De cuantos trabajos estamos hablando? – Pregunto Sophitia por fin, lo mejor era limitarse a temas laborales por el momento.... Al menos mientras estuviera dentro de una ilusión que la propia Ethel estaba creando.

Sophitia se dejo caer sobre la suave arena, estiró los brazos y con las manos abiertas tomo un poco, sintiéndola resbalar entre los dedos, el agua la mojaba hasta las rodillas estando acostada, el vestido se estaba mojando, se pegaba al cuerpo y el contraste era muy satisfactorio. Puso los brazos tras la cabeza y siguió escuchando lo que tuvieran que decirle así, sonriendo como una niña pequeña que disfruta de una tarde de verano. Ya había memorizado los barcos, suponiendo que eran como esos los que Ethel quería conseguir.

Los interrogantes que planteaba la pirata eran interesantes, tal vez los mismos que se había plateado ella cuando empezó a planearlo todo.

- Por Valeska no te preocupes, ese es un asunto que a la final abordaré yo directamente - era tentador hacerle un golpe de estado, siendo poderosa como era, enfrentársele a una reina pirata no era tan complejo y el problema de los hombres en total anarquía a partir de eso, sería en su totalidad de Tricarina y las cofradías, no de ella. Hermosísimo caos.

Pero no. En algo estaba errada Sophitia y ya en la practica se daría cuenta.

- De los que sean necesarios. Mi don de adivinación no se prolonga en el tiempo lo suficiente para estar segura de cuales son los barcos que me interesan - mentía, sabía exactamente cuales quería, pero no lo que no veía era el asunto de la reventa, así que de eso dependía el número de trabajos - Y si bueno, puedo hacer un estimado de la ambición de cada hombre en la tripulación, la codicia humana (y no humana) es algo impredecible, así que si ustedes quieren más, se harán más - sonrió sombría.

El clima empezaba a dar cada vez más señales de tormenta, el mar se picaba, el aire adquiría ese aroma dulzón de la lluvia por venir, aun por encima de la sal marina.

- No te acomodes mucho, no sea que no estés lista - la arena entre las manos de Sophitia se volvió polvo salobre y la suavidad de esta bajo su cuerpo adquirió la dureza de la madera, ya las olas no lamían sus pies, sino que lanzaban chispas de agua que pringaban por aquí y por acá al salpicar desde estribor... si, ya no estaban en la placida playa en la que conversaban, estaban en la corbeta y esta, empezaba a sentir la tormenta que se desataba - las condiciones en las que espero hacer los intercambios no serán las más favorables, de hecho, la idea es que sea... las peores - sonrió maliciosa y elevando los brazos la tormenta se desató en ese momento, con toda su fuerza.

Sophitia quería ser capitana. Perfecto, allá ella. La situación, ilusoria o no, era bastante compleja, pues no solo se trataba de la tormenta y la gran fuerza del viento si no la gran cantidad de obstáculos naturales, navegaban, si los marinos se fijaban bien, entre un denso tejido de arrecifes, islas e islotes, algunos de los peligros se erguían en el agua altos y con orgullo, pareciendo grandes masas de roca semejantes a dientes de dragón, que siendo una ilusión de la hechicera, nada tendría de raro. Pero no, el mayor peligro residía en en los agudos arrecifes, marcados solo por las aguas que rompían contra ellos o islotes tan bajos que que casi resultaban invisibles.

El barco, que en un primer momento parecía desierto, ahora tenia a toda su tripulación, cada uno de los hombres que viera en la posada... más uno que no había visto.

Estaban estáticos, el único que parecía tener vida era Rupert, que la miraba a la expectativa. Ethel caminaba con su vestuario perfecto, entre los hombres, como si el vaivén del barco no le afectara en lo mas mínimo, rumbo al puesto del timonel. Por supuesto, la pirata ya no tenía el lindo vestido, sino aquello que le viniera más cómodo.

- Veamos qué sabes hacer - sonrió. No solo se lo dijo a Sophitia en el barco, sino a Rogelio en la posada, para cual había girado el torso.

Lo señaló con el dedo, mirándolo fijamente.

- Tú, deja de hacer perder el tiempo a Coral, ven aquí - era solo un decir, eso que fuera, pues no esperaba que se levantara a donde ella, en su lugar, de una forma tan dolorosa como con Sophitia, pero sin su sangre, lo hizo entrar en la ilusión.

Fdi: mp a Rogelio.
Agradecimientos a Clare Francis

** Coral era demasiado temperamental. Mira que descargar tantos tiros de su ballesta contra la mesa solo porque decirle la verdad, por mencionar que estaba celosa. Tenía que ser cierto, de otra forma no habría reaccionado con tanto enojo.

Rogelio se preguntó si había sido poco delicado al decírselo. Eso podría explicar el porque de su reacción, en ese caso le debía una sincera disculpa. No había sido su intención ofenderle, solo quería hacerla entrar en razón sobre los motivos por los cuales no creían en sus sinceras palabras de amor.

Si, una disculpa, ya tenía en miente los versos con los cuales le pediría perdón, de rodillas si era necesario, lo que era muy bueno porque por ya escuchaba los pasos acercándose a él, pasos molestos y que le decían que tenía que más le valía que lo que dijera ablandara su molesto corazón.

Sin embargo, estos se detuvieron. A la voz de la bella Ethel, se detuvieron. Levantó la vista hacia ella, a sus ojos azules que bien podían semejar los mares en un día de calma... antes de la tormenta.

Tormenta que se desató de inmediato. Rogelio, a quien no le importaba mostrar lo que en verdad ocurría con él, se dejó caer al suelo, gritando cuando el brillo blanquecino lo cegó, cuando sintió que se moría ahogado y de sus agujeros salía sangre, la cual no pudo ver pero si sentir, por el dolor en sus oídos y nariz, por sentir el liquido viscoso entre sus dedos al tratar de taparse, las orejas primero, la nariz luego, lo ojos cuando estaba seguro de quedarse ciego.

Había escuchado la ¿orden? de Ethel, pero simplemente no podía ir.. y pronto se oyó a si mismo, muy lejos, gritando, un grito de tras del otro en una suplica porque todo lo que sentía terminara, tosía y volvía a gritar y entonces sintió una patada en su costado.

- Es solo un relámpago, marino, deje de dar ese espectáculo tan bochornoso - todo, el dolor, la sangre, la angustia de asfixia se había desparecido, solo quedaba de evidencia de todo cuanto había sentido los latidos acelerados de su corazón.

- Pero Señor, los hombres necesitan sonreír, yo solo los ayudo! - dijo tan formalmente como pudo, levantándose de donde estaba, confundido, sin reconocer el ambiente. Corrección, el ambiente si lo conocía, lo que no entendía era por qué estaba ahí. No era la posada, no tenía frente a sí a Ethel, no tras de sí a Coral.

Lo que si reconocía era el aroma del mar, el vaivén del barco, la libertar del océano y su aire, las tablas pulidas del navío del que estaba, las velas pulcras inflarse con el viento, las nubes de tormenta y el trueno que precedió al rayo.

- Señor!!! Qué es lo que sucede? - preguntó perdiendo la mira en cada uno de los puntos cardinales, hasta que dio con un barco, otro barco que se dirigía a ellos**

Como había imaginado las respuestas que le daba Ethel no le decían absolutamente nada, era como intentar sacarle algo en claro a una Esfinge, a la pirata casi le agarra un ataque de risa cuando se le ocurrió esto último, un demonio con rostro de mujer, veneno en la boca y que habla con enigmas.... ¡Pero si era igual! Pero no tuvo mucho tiempo de pensar en su chiste, en seguida la bruja le decía ya que no se acomodara mucho.

Dejó de sentir la arena, se sentó sorprendida por el cambio, miro alrededor con la boca abierta, estaba en un barco. Rápidamente el gesto sorprendido cambio por uno de felicidad absoluta, importaba dos cuernos que fuera una ilusión, estaba sobre un barco y eso era todo lo que le importaba, miro su ropa, botas negras lustradas, pantalones negros abombados y cómodos, camisa blanca de mangas anchas, un hermoso laso rojo en la cintura a modo de cinturón, su pelo firmemente atado en una coleta alta para que no la moleste.

El mar estaba embravecido, la olas hacían parecer el barco como una pequeña cascara de nuez, lo balanceaba de un lado al otro sin el mínimo esfuerzo. Sophitia aun sentada dio un salto, literalmente, y se puso en pie con una sonrisa de oreja a oreja como no había mostrado en largo tiempo, no ya de nostalgia, o de simple alegría, sino de absoluta emoción, la adrenalina corría por sus venas y ella estaba lista para aceptar cualquier reto, si era necesario movería el barco ella sola, le daba igual, se tiraría al mar con una soga en la boca y nadaría arrastrando la embarcación tras de si.

Precisamente pensaba hacer eso, ignorando casi por completo a Ethel, se dirigía hacia las cuerdas que tenía mas cerca para comenzar a trabajar, y es que se había olvidado que se trataba de la prueba previa para un trabajo, lo que veía era que habían dos barcos, una tormenta y que tenia que asegurarse de volver a tierra con la bodega llena de oro. Pero pronto noto al resto de los pasajeros, casi resultaban una molestia, aunque si lo pensaba bien era una locura intentar manejar el barco ella sola.

- Pues vamos ¿A qué esperan? Es hora de demostrar porque estamos vivos – Dijo con los brazos en jarra y una sonrisa aun firme en su rostro – ¡Mostrémosle a ese barco de lo que somos capaces! – No lo decía exactamente como capitana, pero tampoco lo hacia como una tripulante más. La idea era sacar a los marineros de su letargo, que reaccionaran del mejor modo e hicieran bien su trabajo.

Corrió hacia el timón, ya había un sujeto allí, Sophitia miró los arrecifes, una de sus mayores preocupaciones era que el fondo del barco se hiciera trizas contra las picudas piedras, con el escándalo de la tormenta se iba a quedar sin garganta dentro de poco, le susurro algunas instrucciones en el oído al timonel para asegurarse de que lo haría bien. Bajo corriendo la escalera al alcázar, saltando los últimos escalones, se acerco a la baranda para ver qué hacían el resto de los tripulantes antes de darles ordenes.

Ethel sonrió.

Una sonrisa siniestra en la que nadie parecía estar reparando. Una sonrisa que se replicaba en dos lugares a la vez. Por un lado mirando a Sophitia moverse por el barco, haciendo feeling con los hombres. Por otro lado deleitándose, como lo haría un demonio, con las emociones de confusión de Rogelio; lastima que no fueran emociones mas negativas.

- Eso que ves allá, es un barco - dijo dulcemente al oído del pirata y dio un paso al lado para ubicarse a su costado, mirando en dirección a la corbeta - Lo que lo rodea es el mar - su sonrisa hacia juego con el tono de ironía – Claro, esa no fue tu pregunta. Estás en medio del mar, en una zona peligrosa, en una tormenta – movió su dedo simulando una espiral y el viento sopló con mas fuerzas arreando las gotas de lluvia – y por si aun estas confundido, dentro de mi ilusión – su tono decía que era obvio, tan notorio que era absurdo que preguntara.

- EH!! Grumete!! Qué crees que haces ahí parado??? – gritó alguien a Rogelio y otro alguien pasó entregándole una soga, con fuerza y firmeza, casi en un golpe.

- Y por lo visto te esperan para trabajar – el hombre, tanto el que le gritó como el otro, estaban vestidos con las prendas de los barcos mercantes de Jaspia. No eran piratas y si lo eran, entonces se parecían mucho, en el estilo, a Rogelio

- Arrecife ala vista!!! – gritó el vigía y cuando debió seguir el grito del capitán, volvió a escucharse su voz – Barco a la vista!!!-

- Manos a cubierta!!!! – gritó, por fin, el capitán. La mirada de la hechicera se dirigió a él y en ella había un deje de crueldad mezclado con diversión.

- Oops, nos descubrieron. No dejes que descubran que tu también hueles a sal… pirata – esa ultima palabra la dijo a su oído, nuevamente, con sensualidad y caminó en dirección al capitán. Si Rogelio se giraba a verla o no, daría igual, su figura, con la levita de Capitán Marino ya no estaba ahí.

Estaba merodeando, aunque lo había dejado de hacer, entre los hombres que ella misma había reclutado. Estaba en la corbeta dando pasos que eran rectos, curvos, giros casi de ballet. Tenía presente la sonrisa de la pirata, su expresión de ensueño y felicidad. Tendría muy presente que ahora conocía el precio de su alma. Ethel sonreía y se movía entre los piratas que, apenas Sophitia dijo la primera palabra, se pusieron en movimiento tal cual cómo si salieran de un hechizo de petrificado.

Se movían siguiendo su instinto, haciendo lo que debían hacer ya que aun no se les daba ninguna orden. Pero entonces, Rupert, dejó escuchar su voz, atronadora, capaz de opacar a los truenos.

- Descuelguen las cangrejas. Timonel!! – su grito luego se volvió un comentario en voz baja mientras dirigía una mirada evaluativa a la tormenta – todo a babor – en parte bajaba la voz porque había visto a Sophitia hablando con él, en parte porque era obvio que irían hacia allí, no los dejarían escapar.

- Oh querida, lo haces muy bien – dijo orgullosa Ethel al llegar junto a ella – no se dejen intimidar, solo porque es una… cómo es que se llaman? Eso!! bergantín – dijo cuando un pirata que pasaba a su lado se lo “recordó”

Esa tormenta era culpa de la mujer, de eso no le cabía la menor duda. "Las únicas mujeres que se hacen a la mar son prostitutas" decía su padre. Y él añadiría "y brujas", lo cual venía a ser más o menos lo mismo. Esa tal Sophitia a la que debían obedecer no sabía dar órdenes… habría puesto un pié sobre alguna embarcación? jamás?? Cómo se suponía que la tripulación supiera qué hacer si ella iba tan campante a SUSURRARLE al joven timonel Lalo?

Los contramaestres no dan órdenes. Esa pieza fundamental de conocimiento náutico la tienen todos los que hayan sobrevivido a su primer semana en altamar. No, los contramaestres hacen de traductores y de refinadores. El capitán dice lo que quiere que pase en su barco, el contramaestre le dice a la tripulación cómo hacer que eso pase. Desmenuza una orden simple como "ataquen" en múltiples instrucciones y comandos destinados a manejar velas, paravientos, balistas, ganchos y todo lo demás. Es por eso que el miembro más antiguo de cualquier tripulación -que se precie- es el contramaestre. El segundo más antiguo es, si lo hay, el maestre… su aprendiz, es decir. Pero Rupert aun no tenía de eso. Como fuera, el capitán era el que ponía el liderazgo, mientras que la experiencia venía de otro lado.

Pero si la mujer no daba órdenes, alguien tenía que hacerlo… y Rupert asumió, tras darle un vistazo a los ojos brillantes de la niñata, que atacarían.

Atacar un bergantín con una corbeta es… si bien no un suicidio, sí es algo delicado. Pero aquella ni sabía las armas con las que contaban, ni había mandado a llamar a los magos. Sabría cuántos magos de guerra había a bordo? Sabría que los había siquiera??

Suspiró con fastidio, y se abrió paso a donde estaban el timonel y la mujer. En ese orden.

-CapitanA -puso un asqueado y elitista énfasis en la "A" final -¿cuál es su estrategia de ataque?

Un capitán que se precie, sabiendo que se enfrenta a una situación tan desventajada como aquella, escucharía al contramaestre y al timonel -estando en medio de tamaña tormenta, especialmente al timonel- antes de tomar una decisión final. Pero el timonel no tenía derecho a opinar sin que el capitán lo pidiera expresamente. Al menos, eso dictaba el pseudoprotocolo pirata. Y Lalo era muy joven como para atreverse a romper tan flexible regla.

Y Rupert… la escucharía. Pondría el ejemplo. Y si la mujer decía alguna idiotez, como todas las mujeres, se las arreglaría para "traducirlo" a algo remotamente sensato. Mientras la corbeta comenzaba a moverse, Rupert se dijo que era lo único que podía hacer sin tiempo para organizar un motín.

———————————————

Mientras tanto, en el barco de la cofradía Blötenkris, el elfo vigía agudizaba la vista. Algo en el barco que se recortaba contra las nubes de tormenta no terminaba de cerrarle, y por eso ignoraba los gritos de advertencia de sus compañeros, que le decían que era una verdadera estupidez apostarse en el carajo a mitad de semejante tormenta.

Secó su catalejo de latón por enésima vez, en un intento de despejar el agua por el tiempo justo y necesario para poner el dedo en ESE detalle que le inquietaba tanto.

No era la ausencia de una bandera, ni lo desalineada que parecía la tripulación a la distancia -para un elfo, ver relativamente poco sigue siendo mucho-. Quizá fuera que el navío parecía haber ido y vuelto al fondo del mar varias veces de lo maltratado que estaba, pero que al mismo tiempo se notaba que cada rotura había sido hábilmente reparada no para lo estético sino para lo práctico.

Pero no era nada de eso. Era todo eso junto, y algo más, una sensación detrás de sus orejas en punta, una falta de aire cuando miraba hacia el timón. O a las velas rasgadas y emparchadas incontables veces.

Como si el barco que venía hacia ellos hubiese visto docenas de peleas en altamar, y hubiese salido airoso de todas ellas.

Piratas.

-Piratas… ¡PIRATAS!

Lo que vio al asomarse le gusto, y al mismo tiempo no la convenció para nada, los marineros estaban en movimiento, trabajaban como era debido, pero no porque ella lo hubiese ordenado, sino porque sabían lo que tenían que hacer, por instinto si se quiere, y no era eso lo que Sophitia quería. Miro en silencio como Rupert gritaba ordenes y se lo olió muy bien, sabía lo que significaba un grupo de piratas demasiado independientes, ya lo había vivido y no lo volvería a pasar. Motín.

Su enemigo era un bergantín, un tipo de barco muy rápido, los comerciantes lo usaban mucho, y por lo tanto, tenía en general gran cantidad de armas para defenderse de los piratas. Si se lanzaban a una carrera había altas probabilidades de que no los alcanzaran, la tormenta no ayudaría tampoco, había que mantenerlos atrapados. Bien, ya sabía lo que quería hacer, no miro a Ethel, tal vez estaba paranoica, pero sentía que le hablaba en tono irónico, y eso la enfermaba, pero no era momento para andar discutiendo con la bruja.

- Rupert, eres el de más experiencia, dime ¿Cómo evitamos que ese bergantín se nos escape en una carrera? – No era momento para ponerse a discutir quién capitaneaba, y quién no, Sophitia tomaría el papel de capitán, si luego querían discutirlo hasta llegar a los puños lo haría con todo gusto – Quiero encerrarlos contra los arrecifes para que no se nos escapen como ratas ¿Con que armas contamos? ¿Qué tanta experiencia tienen nuestros hombres? Tenemos que movernos ya.

Su gesto era serio, brazos en forma de jarra y ceño fruncido, estaba pensando a toda velocidad mientras el barco se movía hacia el bergantín, ya se podía ver movimiento en el otro navío, era obvio que los habían visto. A la dificultad de la tormenta, la diferencia de barcos y le tripulación que no le hacia caso había que agregar que no quería dañar a la presa.

- Sea como sea tenemos que tener cuidado de no hundirlo por error – Dijo pensativa la pirata, pero a suficiente tono como para que la escucharan.

Le encantaba, estaba feliz de tener esa oportunidad, no importaba que estuviera rodeada de miles de complicaciones, cuantas más fueran, más fuerza sacaba para enfrentarlas, su espíritu ardía con fuego al que se le arroja aceite.

Aun cuando hubiese mirado a la bruja, no la habría visto, no sin una búsqueda consciente de donde estaba. No había sido irónica, Ethel no tenia idea de barcos o de como se manejaba, si fuera así, Sophitia y cualquier otro que pensara tener como capitán simplemente desaparecería y Rupert... bueno Rupert sería una marioneta en sus manos que no rechistaría por su presencia ni por ninguna de sus supersticiones... en el mejor de los casos, en el normal, actuaría bajo sus ordenes solo porque la vida de sus seres queridos dependía de eso.

Ethel estaba debidamente posicionada en uno de los palos que atravesaba el mástil, muy cerca a la altura del carajo. Ya no vestía como un capitán de navío, en su lugar, tenía una camisa de lino blanca bajo un corsee de cuero negro, a la cadera llevaba sus dos espadas y a la espalda su daga ceremonial; tenía una falda de tela resistencia en forma de A que le llegaba hasta las rodillas, bajo las cuales habían una botas de cuero negro, firmemente atadas y con un puñal de repuesto. El cabello lo tenía trenzado de forma sencilla y práctica y, en la cabeza, tenía una pañoleta roja atada para que el cabello no fuera un impedimento.

No vigilaba los barcos, prestaba atención minuciosa al entorno, comparaba su ilusión con el escenario real en donde harían los intercambios comerciales, pero sujeta a las leyes físicas de su propia ilusión, se sujetaba al mástil para no caer.

-Si el mago se controla, no lo hundiremos -fue lo primero que dijo Rupert, la vista clavada en el bergantín.

Pero si para un elfo con catalejo la distancia era mucha, poco podía hacer el contramaestre con sus ojos humanos, incluso ayudado por su propio catalejo. Igual, lo que alcanzó a ver bastó para responder las preguntas, algunas más acertadas que otras, hechas por la mujer.

-Los bergantines son rápidos, pero nuestra corbeta lo es más. Ellos van cargados y nosotros no, hubieran esquivado la tormenta si no fuera así. No podrán perdernos. -Hizo un rápido repaso mental del estado de las armas antes de continuar. -Cuatro balistas a babor, cuatro a estribor, dos arponeras en proa y un mago de ataque con puesto en el mascarón. Nuestros hombres… -esa era una pregunta un tanto compleja como para responderla en aquel momento. Mejor ser civil -…saben qué hacer, y cómo hacerlo. Si hay algún fallo, no será de ellos -remató en tono ácido. Tras limpiarse la mueca del rostro, puso una mano en el hombro del timonel, dándole confianza para que dijera eso que tenía claramente dibujado en la cara.

-Capitana, si me permite… -su tono no tenía ni una pizca de la firmeza que había tanto en su postura como en su manejo del timón. Era joven, el más joven de la tripulación tanto en edad como en experiencia, pero Rupert no había mentido acerca de la tripulación. -…encerrarlos contra el arrecife es posible, pero significa cruzar por el centro de la tormenta. -Un momento de silencio, mientras pasaba saliva -Quizá necesitemos al mago en la popa, redirigiendo el viento a las almejas… pero los mástiles podrían quebrarse.

-Perseguirlos en lugar de encerrarlos -agregó Rupert, bajando nuevamente el catalejo -significa que nuestro barco tiene más posibilidades de salir entero de la tormenta, pero les da más tiempo para posicionarse. Su nave es más grande, y probablemente este mejor armada. Estoy bastante seguro de reconocer el emblema de la casa comercial a la que pertenecen, y no escatimarían gastos en proteger su carga.

-Pero los mástiles… -Lalo volvió a pasar saliva, pero no dijo más nada, cubierta su cuota de atrevimiento social para toda la década.

-Es su decisión, capitana. -Esta vez no puso (tanto) énfasis en la letra A. Rupert, por su parte, no tenía una opinión formada acerca de cómo proceder. Ambas opciones eran complicadas, pero él tendía a preferir que el mago estuviera en su puesto del mascarón de proa, aunque sólo fuera por costumbre.


Mientras tanto, en el bergantín, la guardia se organizaba de otra manera. En las tripulaciones "oficiales", la figura del contramaestre no es tan importante como en los navíos piratas. El capitán da una orden, la tripulación la cumple, y poco más hay que decir al respecto. Las cosas son más organizadas, estructuradas y rígidas… con todo lo bueno y malo que eso conlleva.

La corbeta aun estaba lejos, pero el tiempo para prepararse antes de un ataque pirata es siempre poco.

Alguien pasó junto a Rogelio, dándole un empujón para apartarlo del paso al grito de "vas a quedarte ahí sin hacer nada, o vas a preparar las balistas como acaba de ordenar el capitán?". En algún punto de la oración estuvo incluida la expresión "papar moscas" y algún que otro insulto, pero el ruido ambiental hizo que sólo llegara el sentido general de la frase.

**Esa mujer le daba escalofríos. No la clase de escalofríos que a él gustaba, ese que produce mariposas en el estomago o que te dice que estas retrardado para abordar algo nuevo y excitante.

No, el escalofrío era de esos que te dicen que no montes en el barco, o que la tormenta que ves a lo lejos puede destruir tu isla. El que le hablara al oído, tan melosa, con una cercanía tan estrecha, no ayudaba y lo que era peor, a pesar de eso lo dejaba inquieto como hombre.

- Mi señora, si no me lo dice, no me entero. Ya decía yo que el olor a mar no era solo por el deseo de volver a él y que la emoción en venas tenía que deberse a algo más que sentir cerca a su persona - sonrió sarcastico, había dicho la verdad, pero ella no tenía porque saberlo, se rehusaba a que ella lo supiera. Sobre todo estando al tanto, ahora, que se encontraba en una ilusión.

La tormenta, tan fiera como se veía, no presagiaba nada bueno; pero si era una ilusi{on, entonces no había nada que temer, no podría hacerse daño real, los golpes que recibiera no dolerían como le estaba doliendo la entraga tan brusca del camello... elfos... elfos que hacían sentir su fuerza aun en la ilusión. Se preocupó.

¿Qué pasaría si la ilusión resultaba tan real que esa tormenta sería tan letal como cualquier otra? ¿O si el ataque del barco pirata terminara en su muerte? Rogelio no era el mas valiente, pero tampoco temía a la muerte.

Con la soga en la mano giró a buscar a Ethel, su amenaza sobre ser descubierto como pirata que juega a dos bandos resultaba peor que el ataque de otro barco, que la tormenta que seguramente los destruiría, fuera una ilusión o no.

Pero la hechicera no estaba y las ordenes se volvían apremiantes, el grito lo decía todo

PIRATAS!!!

No era la primera vez que se cruzaba en alta mar con sus congeneres, así que su actitud fue exactamente la misma que habría tendido cualquier otro marino de la flota mercante de las cofradías. Se revisó sus armas, al no tenerla, llevó y ajusto la soga en donde debía hacerlo, haciendo su trabajo diligentemente y en el proceso se hizo a un sable para defender su barco, su preciosa carga y por encima de todo, su mascara y su vida.

De nuevo tenía la vista en la corbeta, calculaba, según su experiencia , el tiempo de alcance y la posible estrategia de evación, cuando le hicieron volver a la realidad. No era capitan (ni de riesgo pensar en que fuera el contramaestre), la estrategia era de su capitán, Rogelio solo la haría cumplir para salvar su pellejo y mientra... haría su propia estrategia de sobrevivencia

- Ojala que mi amada Sophitia esté en el otro barco, ella o cualquier otro conocido - pensó mientras alistaba una balista, apuntando (con mucha certeza, al menos al ojo) hacía la corbeta - Elfos, por qué tenían que ser elfos? - seguía pensando**

La pirata registraba la información con toda la velocidad de su mente, no hizo comentario alguno sobre que ella no sabía si sus arcas estaban llenas o no, porque para empezar hacia solo unos minutos siquiera estaba en el maldito barco. Lo importante en ese momento era pensar con velocidad, antes de que su presa tuviera tiempo de planear una estrategia, no podía verlos con claridad, estaban demasiado lejos y la tormenta no ayudaba.

Escucho ambas posturas, las dos eran muy arriesgadas, instintivamente contemplo los mástiles, como si les preguntara si iban a aguantar la presión. Pero había algo más en juego, y era la vida de todos los hombres que la acompañaban en esa travesía, no era la clase de capitán que arriesgaba a toda su tripulación por el simple hecho lograr una hazaña.

- Creo más conveniente el encerrarlos, aunque arriesguemos nuestros mástiles – Dijo seria – Si quieren contradecirme, ahora es el momento – Su padre siempre decía que siendo un dictador no se lograba sacar lo mejor de la tripulación, lo que había que lograr era respeto – Tienen razón, corremos riesgo de que el barco ceda, pero si les damos tiempo a que se posiciones, al momento de abordarlos corremos riesgo de perder la vida de muchos hombres... Si notamos que los mástiles no aguantan, aun podemos hacer algo, pero cada hombre que muera hoy no tendrá otra oportunidad.

Espero a escuchar sus opiniones, no tenía problema alguno de que la contradijeran siempre y cuando fuera de manera fundada, pero esa era la única vez que dudarían, una vez que se pusieran de acuerdo con el plan, el resto sería aplicarlo, sin vacilar, ni acobardarse, la tormenta no los perdonarían, ni tampoco el bergantín.

- Vamos a demostrarle a esa bruja como hacemos las cosas los piratas – Dijo mostrando su sonrisa torcida

No estaba segura ya de donde estaba Ethel, dio un vistazo en general para asegurarse de que no se parada en algún lugar que estorbada. Pero por mas que busco no la vio por ningún lado, obviamente no se le ocurrió mirar hacia arriba, la idea de que una mujer así pudiera trepar tan alto no entraba en la mente de Sophitia.

- Si - dijo la bruja al oído de Sophitia - Quiero ver como se comportar los piratas de verdad, con una pirata Capitana - sonrió maliciosa, ambas manos en sus hombros - suelo escoger elementos de calidad, ya sé los alcances de los demás, veamos los tuyos -

Dio un par de pasos hacia atrás y se se dio la vuelta para dirigirse a estribor. Tarareaba una canción, canción que también escucharía Rogelio, tomaba a algunos piratas de la mano y les hacía bailar con ella antes de soltarlo y entonces, el pirata, como si nada de eso hubiera pasado, regresaba a su trabajo sin mas dilación.

- Que ingreseee el maaagoo!!! - gritó con todas sus fuerzas, como anfitrion de circo y entonces, de entre los camarotes empezó a aparecer una figura

- Apunten, disparen!! – gritó el Capitán del bergantín, a quienes estaban en las balistas. Entre dos de las armas, estaban los (si los) magos de guerra que llevaban en el navío; elementalistas que manipularon el viento para que, pese a la distancia que había entre un barco y otro, estas los alcanzaran. – Carguen!! – volvió a gritar el Capitán.

Los demás marinos hacían su trabajo para lograr posicionar el barco pese a lo complicado del escenario y el clima. Parecían tener en mente no solo el salvar su carga, si no, de ser posible, reducir la peste que eran los piratas.

- Tú! Bonifante, ese mago requiere de tu ayuda, anda a asistirlo – ordenó a Rogelio – Tú! Sgusl! Cubre esta balista, alista el siguiente tiro a discreción de los magos – le ordenó a otro oficial. El mago a quien le señaló el Capitán, lo desvió hacia otro que requería de más componentes… al parecer, para fuego.

* * *

En la corbeta, los hombres se pusieron manos a la obra. Ya con las indicaciones de la capitana, aunque más de uno pensó en saltar del barco, los gritos del contramaestre pusieron a cada uno en su lugar. El que les dejara elegir a ellos, tomara su opinión era algo extraño. Rupert, de alguna forma esperaba eso hacia si, pero los demás… Ya se vería si fuera de una ilusión eso era posible.

El hombre que hizo su aparición, del cual se corrió la voz de “brujo”, era un hombre alto, pero sin facciones definidas. Si Sophitia lo miraba fijamente, se daría cuenta que no tenía rostro, no había ojos, ni nariz, ni boca, la cabeza llevaba una bandolera que no dejaba ver su cabello o su calva… como si alguien hubiera olvidado dibujarle una identidad a este. La impresionante visión se paró delante de la capitana, esperando instrucciones, cuando alguien, alarmado gritó.

- NOS ATACAN!!! LOS MUY HIJOS DE SU MADRE NOS ATACAN!!!!! –

- Quienes son los piratas aquí? – preguntó el timonel, soltando el timón del barco para eludir el ataque. Seis enormes flechas cayeron desde el cielo, empezando a impactar en diferentes puntos del barco, en distintos momentos.

**- A la orden Capitán! – genial – Como mande, señoría! – fantástico. En todos sus viajes nunca le había tocado enfrentarse a sus hermanos bajo condiciones tan hostiles. Pero eso no era lo peor, lo peor era lo que les estaban haciendo.

Se preguntaba si la bella BRUJA realmente estaba al tanto de la dotación y equipamiento en general de los navíos de las Cofradías. Su pregunta tenía una razón de ser. Rogelio aun no entendía del todo si estaba en una ilusión, si soñaba o si todo aquello era verdad. Pero resultaba tan complejo, tan inverosímil que no podía tratarse de la realidad… se aferraba a esa idea porque sino, pensaría de forma irremediable en su muerte próxima y eso, solo, empeoraría las cosas.

Nunca antes, tampoco, le habían puesto a la orden de los magos… el mago, por qué había tantos? En verdad querían acabar con la hermosa corbeta en donde su amada Sophitia luchaba contra la bravura del mar, del clima y de los marinos?

Componentes, debía traer componentes. Corrió a la bodega y buscó la caja marca que le había indicado el segundo mago. No, esta no podía estar a la mano, donde en caso de emergencia cualquiera pudiera acceder a ella y poder ayudar de forma mas efectiva. No. Estaba al fondo… convenientemente al fondo. Le “tomo su tiempo” encontrarla y por supuesto un “esfuerzo” innombrable llegar a ella. No hablemos de abrirla, debía tener algún tipo de encantamiento para tal cosa.

Le daba tiempo a la corbeta, la cual llamaría Joyero del Alma, solo por albergar a su princesa pirata, a que se posicionara antes del siguiente ataque de magia. Ahora que lo recordaba, Ethel había dicho que no tenían mago porque Rupert no la (las) quería entre sus filas.

- Donde están esos malditos componentes! – dijo en voz alta y la tapa de la caja cedió para él. Miró por encima del hombro, nadie lo supervisaba. En la tapa estaba todo cuanto necesitaba saber para cumplir con su misión. Del listo lo único que le hico repulsión fue el asunto de guano.

- Por qué guano?? – se quejó con un gruñido mientras lo tomaba. Ya que convenientemente había tardado en encontrar el cofre para el mago, convenientemente fue dejando una pequeña fila de migas de guano que iniciaba en las peligrosas cajas de los hechiceros y terminaría en los pies de quien lo solicitaba.

Al salir de vuelta a cubierta, la tormenta estaba aun mas oscura, el mar aun más picado y ya podía ver algunos de sus compañeros con las armas listas para enfrentarse a lo que quedara de la corbeta.

- Señor, he aquí lo que pidió! – anunció casi a gritos. El mago lo miró, miró lo que trajo y sin mediar palabra o un gesto de reconocimiento, inició su conjuro. Mi Sophitia, por favor protégete, ya voy en tu ayuda amor mío.**

Off topic: Preciosas damas y gentil caballero, disculpen la tardanza.

La tormenta hacia difícil ver, hablar, y moverse, pero tenía que entender la situación lo más rápido posible, calcular una estrategia con una tripulación que no conocía y que siquiera estaba dispuesta a seguirla del todo. Escucho el murmullo de Ethel en su oído y un escalofrío le recorrió la columna, por fin la había encontrado y como era de esperarse era un hallazgo desagradable, pero habían muchas otras cosas que precisaban de su atención antes que pelear con su futura jefa.

Contrario a lo que esperaban su presa se dirigía directo hacia ellos, al parecer estaba muy confiada de ganar, Sophitia dejo ver su sonrisa torcida, la misma que siempre emergía cuando un buen reto venia a buscarla. Ya verían quien era el abordado.

- Quiero que nos acerquemos todo lo que podamos, lo más rápido que podamos!! Disparen en cuanto estén a tiro!! – Dijo parada al lado del timonel, observando con atención el desarrollo de los acontecimientos – No es nuestro objetivo hacer una pelea de cañones! Sino una pelea de hombres! – Había una diferencia importante que no les permitía hacer una pelea a distancia como era debido, su enemigo quería hundirlos sin importar como, ellos en cambio tenían que conseguir lo que llevaba el barco y en lo posible también el barco en si.

Parecía estar armados hasta los dientes, inclusive tendrían de seguro varios magos, había que evitar la pelea a distancia, tenían que caerles encima y desordenarlos. Vio que se acercaba el mago de su barco, en un principio, por la intensa lluvia, pensó que se equivocaba al ver, se corrió el pelo mojado de los ojos extrañada de ser la única que parecía sorprendida. El sujeto no tenía cara, no tenía nada donde tenía que estar el rostro ¿Qué clase de cosa rara era esa? Odiaba la magia, no había duda alguna.

- Quiero que esperes por ahora, pero igual que los cañones, en cuanto lo tengas a tiro haz tu trabajo. Luego ya tengo algo pensado para ti, vamos ve!! – Dijo instándolo con un gesto.

Los disparos comenzaron a sonar, si ni la lluvia, ni los truenos cubrían el ruido, era porque ya comenzaban a estar lo suficientemente cerca, podía diferenciar a la gente arriba del otro barco. Los disparos enemigos se sucedían uno atrás del otro, y así mismo también el barco prestado de Sophitia respondía con igual intensidad. Caían las flechas, las balas, era un descontrol, pero la pirata disfrutaba de esa clase de situaciones, le hacían acordar a cuando era niña.

- Adelante, piratas!! Vamos a mostrarles a estos niños de que estamos hechos!!!! – Le hervía la sangre, y tenía solo una idea en mente, abordar en cuanto las distancias fueran propicias.

Si Sophitia comprendiera el placer que le causaba a Ethel el producir en ella escalofríos, tal trataría de controlarse mas al momento de sentirlos y dejarlos ver. La bruja, sonrió con toda la perversión de la que era capaz dejando su mente volar, sobretodo al reconocerle el temple por tratar de llevar a cabo su tarea dentro del simulacro pese a su presencia y la presión.

Se divertía, paseaba de lado a otro, veía a los marinos, los rodeaba pasando su mano por los hombros y su pecho, ellos, no la veía, eran ilusiones y además no quería dañar el realismo del ejercicio.

- Y qué harás, querida, si la situación los lleva a que sea una pelea de balistas y artillería mágica y no de hombres? - la interrogó a su lado, con un semblante mas serio.

- A que es lindo - dijo refiriéndose al mago - Cuando haya contratado uno, tendrá rostro, así que no te asombres. Si yo fuera el mago del barco, ya estaríamos a tiro, pero como Rupert no quiere mujeres... - se encogió de hombros, y al bajarlos, estaba junto a Rogelio.

- En verdad vas a ayudarlos!!! Me encanta como piensas pirata - sonrió y levantó los brazos al cielo abjurando - MAS ACCIÓN!! - gritó y, tras la momentánea aparición del madala, sendos rayos cayeron en cada barco.

fdI: cuatro meses después.... debes querer o matarme o no seguir el tema