Camino a la capital

Su ataque había acertado, pero no lo suficiente, solo era un rasguño, Zeiss aparto y retorció su brazo antes de que pudiera hacer un segundo intento, soltó el bisturí que cayó al piso lejos de su alcance. Había sido su única oportunidad de escapar, inmovilizada frente a un hombre armado, no podía hacer más que retorcerse.

-Eres tu el que tiene que aceptar que todo esta podrido en este mundo, no hay salvación para él – Dijo con una llama en sus ojos que hubiese sido la envidia del mismo infierno.

Estaba indefensa ¿Por qué no la había matado? Si tanto odio sentía, si era tanto su resentimiento ¿Por qué seguía viva? Quería que le demostrara que era igual que ella, que le diera la razón con sus actos, volverlo en cierto modo un monstruo, tal como le había hecho a ella.

Cuando escucho el comentario del ladrón sus ojos se agrandaron por la sorpresa, su rostro, su hermoso rostro sería dañado, no quería recordar, con eso lo recordaría todo el tiempo, el dolor y el sufrimiento serían constantes. Auria comenzó a moverse con aun más fuerza que antes, queriendo apartarse del dulce abrazo.

-¡No te atrevas a tocarme! ¡Apártate! – Pataleaba y se debatía, pero era todo en vano, Zeiss no la soltaría.

Sintió el filo del cuchillo en un principio pensó que solo lo había pasado, no sintió el daño, al siguiente segundo todo el dolor cayó en un instante. Ardía y dolía a la vez ¿Esto habían sentido sus víctimas mientras las cortaba? Seguramente algo mucho peor, aunque el dolor era liberador en cierto sentido, casi se sentía aliviada.

Cayó al piso secamente, tomándose el rostro sin poder creer lo que le habían hecho, sintió la sangre entre sus dedos, su propia sangre, caliente y algo pegajosa. La mitad de su rostro estaba casi completamente cubierto por el rojo oscuro, el flequillo se le pegaba, mezclándose con las lagrimas de odio y la tierra del piso.

-Mi rostro… - No parecía reaccionar al comentario de Zeiss – Mi … Rostro…

Se levanto de modo algo tambaleante, en un primer momento parecía que iba a caerse, trastabillo y volvió a ponerse derecha, sin quitar en ningún momento su mano izquierda de la cicatriz. Tomo sus pantalones y se los puso en silencio, arreglando cada detalle como si de una duquesa se tratara, la herida sangraba y caía como si fuera un llanto constante.

Aun sin decir una palabra tomo su maletín, y comenzó a caminar…

Mientras se alejaba, mirando al frente con decisión, Zeiss se permitió considerar si la mujer sabría encontrar el camino hasta Trinacria.
La había dejado, para la suerte de ella, al lado de un curso de agua que sólo tenía que seguir para llegar al mar, y desde allí manteniendo la costa a su izquierda rodearía la isla hasta llegar a la capital... y a pesar de su pobre orientación, confiaba en que fuera capaz de eso. La alternativa era equivocarse totalmente de dirección y acabar en los pantanos de Enasha donde, acostumbrada a la acción de carretera o no, Auria sufriría en el terreno embarrado a merced de los hombres lagarto.

No; llegaría. Tardaría algo más que él, pero llegaría. Aunque fuera dejando los cadáveres de quienes pretendieran ayudarla a su paso como un camino de piedras, tarde o temprano alcanzaría Trinacria.

O eso esperaba Zeiss... porque, cuando llegara, allí estaría él, dispuesto a encontrarla de nuevo y observarla.


TEMA TERMINADO