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El alcance de la sombra de un sauce

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Mensaje por Cyrian 13/06/11, 09:19 pm

El silencio no duró demasiado. Pronto al retumbar del latido de su corazón se unió el sordo sonido de los pies calzados en las flexibles botas de una Flor; pero no hizo nada por anticiparse. Esperó a que la Flor llegara a la habitación, aún con los ojos cerrados.

Abigail no tuvo el recibimiento de una sonrisa como sus dos camaradas anteriores, del mismo modo que ella no era la encargada de traerle el desayuno; no reaccionó a las palabras de la Flor, ni se movió. Tanto fue así que la mensajera llegó a pensar que seguía dormido o que no le había oído pero cuando fue a insistir, Cyrian abrió los ojos y comenzó a moverse sin prisa. No miró a Abigail, del mismo modo que hubiera ignorado a cualquier otro que hubiera entrado a buscarle en la habitación, ni dijo nada; se limitó a levantarse de la cama, sintiéndose casi por completo renovado.

Su aspecto no era para nada heroico cuando se levantó y de inmediato se pusieron en marcha. Siguió a la Flor en silencio fuera de la habitación y a través del pasillo. No dijo nada, en apariencia resignado a su destino. Sentía la madera crujir bajo sus pies en cada paso, más pesados que los de la Flor que primero le precedía y más tarde le seguía camino de la cubierta. Sentía la oscilación del barco anclado en el fondo, no demasiado profundo, que era el comienzo de la bahía que conducía al puerto de la isla. Sentía el leve empuje que el viento realizaba contra uno de los costados del barco.

La luz del día le cegó, obligándole a cerrar de nuevo los ojos mientras se adaptaba poco a poco a la inmensa claridad, al menos en comparación con la oscuridad que le había rodeado durante los últimos días, pero tardó poco en adaptarse, sus ojos perfectamente castaños no tardaron en localizar la silueta de Ethel, aún antes de ver a Rebeca. No miró a la niña más que una fracción de segundo antes de volver su mirada a la bruja. Y en sus ojos había un brillo que nadie había visto desde antes de que Cyrian dejara la isla de Lurthum.

La resignación no era lo que estaba en la mente del antiguo paladín.

- Así es, mi Señora. He estado bien atendido y alimentado y he descansado, tal y como sugeristeis.- comentó con su característica media sonrisa e inclinación de cabeza. No añadió nada más, su sonrisa venía a decir que estaba seguro que del resto de detalles, no dudaba que estuviera informada.

Tragó saliva involuntariamente al ver el aspecto de la bruja, pero no era temor lo que causaba la apariencia ni la mirada de su Señora en él.

Sin embargo, no perdió la concentración. Parecía incluso divertido. Y cuando Ethel lanzó su pregunta, la reacción fue la más inesperada.

Se echó a reír. No era una risa nerviosa, era una risa... de diversión. Tan así, que no dudaba que más de uno de los presentes pensó que había perdido el juicio por completo.

- Lo siento, mis más sinceras disculpas pero vuestra pregunta me ha sorprendido. Estáis muy equivocada, mi punto de vista está exactamente en el canto de la moneda.- dijo al cabo de unos segundos.- No puedo ver qué hay en vuestra cara ni en mi cruz. Además, anticipáis mi respuesta.

Sus ojos castaños apenas ni parpadeaban, clavados en los de Ethel, divertidos. - Sabéis que soy un jugador de ajedrez. Soy un jugador prudente y ya os dije qué aconsejaba la prudencia; pero esta no es una partida de prudencia. - comenzó a explicarse.- En ajedrez, cuando juegas contra alguien mejor que tú o que ha conseguido una ventaja notable, sólo queda una opción para no perder. El caos. - Su característica media sonrisa reapareció.- Perder toda apariencia de una estrategia para que tu oponente abra su defensa en busca de tus errores.... y golpear por la hendidura de improviso.

- Ambas partes en esta partida están por encima de mí. Yo optaría por el caos. - Su voz recobró la seriedad con la última frase. - La pregunta es, mi Señora, ¿qué haréis vos?
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Mensaje por Ethel 14/06/11, 04:38 pm

Caos.

En efecto ambos estaban hablando de caos. Ella era caos y la ausencia de cordura solo era uno de esos tantos matices.

Pero nada de eso quitaba el fondo real de lo que acaba de decir. Otra respuesta evasiva. Ahora si empezaba a enojarse. Corrección, ahora si estaba enojada, aunque su semblante no lo delatara en lo absoluto.

Qué se creía? Que podía jugar con ella? Pero si esperaba una reprimenda por su risa, esta nunca llegó, solo hubo la pesadez de su mirada, ese gelido presentimiento que un mandala, que le corroyera la piel y las entrañas antes de siquiera perder el conocimiento para que degustara el dolor sufrido, estaba por venir. Pero nada de eso pasó.

Tras un momento de silencio, sopesando si lo que iba a hacer era realmente lo que quería, pero sin dejar de mirarlo con esa fría indiferencia ligeramente teñida por la molestia que había representado su risa, retomó lo que estaba diciendo.

- Para que redimas tus faltas hay un pequeñísimo problema – dijo con ironía al mencionar el tamaña del inconveniente – tu palabra ya no es garantía. A quienes se la has ofrecido no le has cumplido, lo puedo decir yo, lo puede decir la señora Josephine – la niña levantó la vista rápidamente hacía Ethel tratando de entender, quien bajó por solo un instante la mirada a Rebeca antes de mi mirar a Cyrian con desprecio – oh si querida, no le cumplió a tu madre eso de protegerla y ayudarla porque para él era más importante ir detrás de quienes fueron sus antiguos camarada a clamar justicia dejándola a su suerte – habló rápidamente, no era ese el punto que quería debatir y darle explicaciones a la niña no era su prioridad – Así que la situación sigue siendo la misma que cuando partiste. Incumples a tu palabra por seguir espejismos como si fuera un novato, incumples promesas por seguir una ilusión de venganza como el más incauto. Para terminar tu ciclo de fracasos la tercera es la vencida porque te abstrae de lo repetitivo, te lo dije en Daosh y lo mantengo ahora –

Agarró a Rebeca del hombro, clavándole las uñas haciéndola gemir de dolor y la arrastró hasta otro punto de la cubierta, donde cercano a ella se abrían las compuertas superiores a la bodega donde descansara Cyrian. Rebeca sollozaba y entre hipos trataba de pedirle ayuda a Cyrian, sin lograr articular mayor palabra.

No esperaba que las siguiera, en realidad le daba igual lo que hiciera o dejara de hacer, pero cuanto estuvo ella en el punto en que quería, dejó caer entre los pies de él una daga. El arma era sencilla, de hoja afilada, empuñadura recubierta en cuero de calidad aceptable, sin adornos ni marcas.

Sin embargo, la fuerza con la que se clavó en el suelo, denotaba lo airada e irritada que se encontraba. Pero no le importaba. Todo acabaría esa misma mañana y no tendría que volver a pensar en ello durante unas semanas.

- Quieres redimirte conmigo. Cierra el círculo. Fállale también a ella y comienza de ceros – enlazó la cinta de cuero de la espada en el cuellito de Rebeca, asfixiándola un poco, pero sin llegar a ser mortal, solo lastimándola Mátala ordenó como nunca antes le había dado un orden. Solo la soltaría cuando Cyrian diera muestras de cumplir con lo mandado.
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Mensaje por Cyrian 14/06/11, 09:12 pm

Ethel era Caos, puro y simple, en cada aspecto de su ser, y Cyrian lo veía aunque no lo comprendiera; pero el caballero era diferente, y en gran parte era debido a su entrenamiento, esa férrea auto-disciplina, física y mental, que había sido su tabla salvadora, lo único que había impedido que el severo trauma por el abandono y la traición le dejara completamente catatónico.

Cyrian había abrazado el caos con la misma devoción con la que había entregado su fe a su Señora, pero él bailaba en una armonía dentro del caos; armonía que no orden, sucesos casuales que se vinculan creando una corteza estable en medio del vórtice tormentoso de la entropía. La luminosidad incandescente de la materia que se acerca para ser devorada por un agujero negro.

Se movía con esa armonía; en el filo de la navaja, moviéndose con el mundo. Y jamás había sido más consciente de ello que en aquel preciso momento.

Su risa no era una provocación consciente o inconsciente a la bruja; su risa obedecía a esa circunstancia, a la claridad que tenía en aquel momento. Su risa obedecía simplemente a que había renunciado a la ilusión de control sobre su situación, y la ironía le causaba gracia.

Su expresión no varió de la seriedad recién encontrada cuando devolvió la pregunta. No había sido evasivo, había contestado sinceramente a su pregunta, él optaría por abandonar la prudencia en pos del desorden, en busca de la inesperada ventaja en una partida terriblemente adversa; simplemente desconocía la opción que tomaría la bruja.

- Nunca he faltado a mi palabra. - fue la escueta respuesta a las acusaciones de Ethel. No había más que añadir, no en ese momento.

Si Ethel esperaba la más mínima reacción de Cyrian, se decepcionaría al volver a mirarle. Ni siquiera parpadeó ante la prueba de redención ni el castaño de sus ojos cambió lo más mínimo; ni siquiera perdió el brillo vital que habían recuperado; aún menos cuando sintió la fuerza con la que había sido arrojada la daga. Lo que era más, tuvo que hacer un esfuerzo para no dejar ir una nueva risa.

Sin prisa, se inclinó para recoger la daga, moviéndola por su mano midiendo su equilibrio mientras se incorporaba. Con paso lento, como luchando consigo mismo por la decisión, se fue acercando a la mujer y la niña; sin desviar su mirada de Ethel, sin dedicarle una mirada a Rebeca, más que para constatar lo que ya suponía, la naturaleza de la cinta que estaba ahora atado al cuello de la niña. No podía hacer nada tranquilizador por ella. Debía seguir el movimiento del mundo, y Rebeca podía romper esa concentración.

Cada segundo pasaba muy lento para el antiguo paladín, que era absolutamente consciente de su entorno... Sentía la densidad de la madera bajo sus pies, sellada con brea entre los tablones, el leve cimbreo del barco anclado, la caricia del viento en su rostro, el flujo de su sangre en cada latido de su corazón... paso a paso, la distancia se redujo hasta quedar tres pasos entre él y las dos mujeres que representaban la disyuntiva.

Entonces, la armonía cambió. Cyrian súbitamente se movió a mucha más velocidad, acercándose a Ethel de improviso; antes de que pudiera reaccionar, hizo lo último que esperaba que hiciera. La besó en los labios; un beso robado, breve para evitar la represalia, pero significativo, sentido... como algo que llevaba mucho tiempo esperando ser liberado. Acto seguido, dio un paso atrás y dejó caer la daga, que se clavó de nuevo entre sus pies.

-No.- Dijo con frialdad, en un susurro que sólo ellos dos podrían escuchar.- Jamás he faltado a mi palabra. Fui engañado en vuestra Mansión porque vos no confiasteis en mí; al menos, no lo suficiente para informarme de vuestras salidas en el cuerpo de Canción. Sí, claro que lo sabía; pero no podía saber dónde estaba Canción ni si vuestra llamada provenía de ella. Si me hubierais dicho la verdad e indicado que me mantuviera al margen, lo habría hecho. Tampoco falté a mi promesa a Josephine, pues mi búsqueda no me retrasó, Ruther estaba reservado para después; me detuvisteis vos, y mi juramento de lealtad a vos está por encima de cualquier otro.

- Prometí proteger a la niña. Dí mi palabra de protegerla y no faltaré a ella tampoco. Si queréis matarla, tendréis que hacerlo vos. Cualquier otra persona, tendrá que lidiar conmigo primero; sólo vos estáis por encima de esa promesa.- dijo alzando de nuevo la voz, a un tono normal.

Sonrió de medio lado de nuevo, sabedor de que había superado con creces su margen y que no tardaría en padecer las consecuencias, pero sus ojos no habían cambiado ni un ápice de tono en ningún momento. - Si faltara a mi promesa, ¿cómo podríais seguir creyendo en mi juramento? Os acabaría de demostrar ser capaz de renunciar a mi palabra por mi conveniencia; no puedo hacer eso.
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Mensaje por Ethel 18/06/11, 01:08 pm

Como un terrón de hielo. Los labios de Ethel parecían creados para ser besados y profesar besos, sus labios eran cálidos, suaves, ligeramente carnosos, daban ganas de no querer separar ese beso nunca más, pero ella no respondió al beso de forma alguna, ni cerró los ojos. Si el beso hubiese sido más largo, tal vez habría existido alguna reacción que hiciera pasar por alto, por unas horas, todo lo que ocurrió a continuación, pero Cyrian parecía tener prisa por retroceder y ella ni se inmutó.

- Me desobedeces – pese a la suavidad en su tono, no era una pregunta, ni una expresión de futuro sino de presente. Afirmación, real, concreta actual, vigente, existente, sin opción a retractarse. Lo dijo ante su negativa, inmediatamente después, casi en simultaneo y luego escuchó sus palabras, cada una y al final, hubo una emoción que, por poco experimentada por ella, salió a flote sin disimulo alguno: Franca desilusión.

Por lo demás no parecía sorprendida en lo absoluto que supiera lo de canción. Era lo mínimo que esperaba de él.

- Habrías dejado de ser efectivo como guardián si no supieses – desestimó su conocimiento de las salidas con Canción – y sabiéndolo dejaste a su suerte mi cuerpo y siempre existirá la duda de si al menos te planteaste lo que pasaría si el vinculo se perdía – reprochó sin una inflexión de enojo en su voz, solo haciendo notar lo más obvio - Sé que no vas a usar la excusa “que para eso estaban las Flores” – dijo imitando el tono de voz de Cyrian para referirse a esas cosas – si no confías en ellas para lo mínimo, mucho menos para lo importante o estoy equivocada? –

Sonrió y por fin dio un paso al frente

- Cyrian, Cyrian, Cyrian – con el segundo paso se desvaneció reincorporándose a su espalda, a un costado, donde pudiera ponerle la mano en el hombro de forma aterradoramente maternal.

La niña había quedado frente a ellos, de forma poco efectiva trataba de quitarse la cinta de cuero, pero cuanto más lo intentaba, más se ahogaba.

- En realidad tu defensa es usar las mismas palabras con las que se te acusan para hundirte más, tu solo y sin colaboración? Son excusas, tú lo sabes y ni siquiera puedes escudarte en ellas por mucha seguridad que muestres. Y sin embargo, son respetables – no había burla en esa última frase. Se mantenía serena y al momento de retirar la mano de su hombro lo hizo sin prisa.

- Si estas esperando el momento en que empiece el dolor, la agonía y la sangre, acabaras frustrado. No voy a lastimarte más de lo que nos has lastimado tú. Tenias en mente dos alternativas, mi decisión se aleja un poco de ambas, nada de redimirse, nada de una tortura antes de ver el abismo – tras Receba, apareció un espejo que reflejaba muy bien ese concepto de abismo, una caída al vacío larga y perturbadora, una oscuridad que parecía devorar toda luz y que en su final tenía un pequeño infierno. Un horrible lugar al cual caer, sobre todo si se es tan joven, tan adorable, tan inocente… sobre todo si se tiene una tira de cuero que empieza a tirar de ti para hacer caer en tan profundo lugar.

- Tampoco tienes que preocuparte por ella, yo me haré cargo de ella… nosotras dos tenemos un asunto pendiente y seré yo quien la lleve a su destino… no esperaba que lo hicieras, que la mataras, parece que te ha ablandado el corazón, aunque en realidad no te habría dejado hacerlo a final de cuentas pero que importa. – una liana, espinosamente mortal, surgió de las profundidades del abismo del espejo, afilada, veloz. Se clavó en el hombro de la niña, traspasándolo y haciéndola gritar… chillar, desgarrando el silencio que reinaba en el barco, pero asegurándose que ese grtio, ese en particular, se clavara en lo mas profundo de la mente de Cyrian, que si un día perdía su memoria, eso fuera lo primero que viniera a él sin olvidarlo jamás, un grito que lo persiguiera de forma más cruel que el recuerdo de Gisselle

- Eres consciente que has traído la desgracia a quienes te han dado la mano y hospitalidad? Primero a tus amigos de la Dama, luego a mí y ahora a esta familia – también se aseguró que sus palabras fueran la pareja perfecta, el cierre perfecto a ese grito, una fuerte asociación. Una segunda liana se enredó en el tobillo de la niña y la arrastró al espejo, tragándosela mientras este se desvanecía en el aire. Y lo más curioso y notorio, era que no quería ni esperaba despertar sentimientos de culpa.

Ethel suspiró. Cansada. Hastiada. Para qué alargar lo que no tenía reversa?

- Que ese siga siendo tu sino pues – por fin, el tan esperado mandala apareció bajo los pies del ex paladín, un mandala multicolor, brillante hermoso, como las flores carnívoras. Pero sus líneas no eran curvas y suaves, nada que ver con la fantasía de un arcoíris o una ensoñación; era un arreglo arcano de puntas agudas y rudas, de trazos que pese a sus brillantes colores correspondían a una maldición

- Vete Cyrian… - susurró con cierta tristeza – aunque no sea tu deseo te libero de cualquier compromiso que tengas conmigo, de cualquier promesa o palabra dada y que todo aquel que te de cobijo recibo a cambio el infortunio -

No lo maldecía a él, los maldecía a ellos a través de él.

- Vive tu vida como te plazca pero no te quiero más en mi existencia. Busca tu venganza, déjate corroer por los espejismos de tu amigo hasta que te consuma por completo y te destruya, por si no lo intuías te lo informo, es eso lo que corre pierna arriba y cuando salgas de este barco lo empezarás a olvidar, como muchas otras cosas… como esa defensa tan barata que replica las palabras que te he dicho, hundiéndote mas – clavándote el puñal a ti mismo, decían sus ojos – si no lo olvidas por él, lo olvidarás por mi – la actitud solemne y casi compasiva con la que decía sus palabras y lanzaba la maldición sobre él, fue pasando latido a latido de su corazón hasta recuperar esa altivez de hechicera controladora, de diosa de muerte.

- Nos quedan dos asuntos antes que te marches… el primero – levantó la mano y lo abofeteó, sin darle explicaciones pero iba enfocado a su ira por haberse reído; si lo apuñalaba de nuevo, no lo dejaría ir y sería su juguete de ensayos de torturas a saber por cuánto tiempo y no lo quería más con ella – el segundo – susurró acercándose más a él, a distancia de un beso, parecía dudar por un momento pero ella nunca dudaba – si ibas a ser osado, debiste intentarlo antes – le devolvió el beso, le daba igual si no la correspondía, no iba a darle a probar de lo que siempre quiso y luego dejarla con deseos de más, lo besó con sensualidad, despacio, degustando sus labios por un momento, antes de retroceder unos milímetros – tu castigo, Cyrian – le dejó la cinta de cuero en la mano, alejándose un paso dejando aparecer un nuevo espejo – tu condena, - retrocedió otro paso - es la libertad –.
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Mensaje por Cyrian 20/06/11, 08:09 am

Silencio. Cyrian no añadió ni una palabra a lo que ya había dicho, simplemente porque comprendía la futilidad de hacerlo. Había comprendido al fin que la decisión estaba tomada antes de esa conversación, antes de atender sus heridas en el barco... tal vez aún antes de la lucha en la casa de Josephine y que ninguno de sus actos, hechos en el pasado o en aquel momento, iba a cambiar el resultado.

Podía rebatir a Ethel, insistir en que lo que estaba diciendo era la verdad, en que era obvio que se había planteado qué podría suceder si se rompía el vínculo entre el cuerpo de la bruja y Canción; pero había dado por supuesto que si la conciencia de Ethel le llamaba, su presencia era prioritaria junto a la conciencia transferida que junto al cuerpo. Y si no depositaba confianza en las Flores, ¿qué iba a hacer? ¿Mandar a alguna en su lugar a esa llamada? Además, no era cierto que no confiara en ellas; era algo que ya le había dicho a Coral. Conocía a las Flores, aunque no tuviera trato con ellas; sabía de su lealtad como conjunto pero era su deber suponer que cualquiera de ellas podía convertirse en una amenaza.

La miró sobre su hombro cuando se situó a su espalda. Su expresión no había cambiado, ni su mirada, pero Ethel le conocía mejor que nadie; era consciente por fin de lo que le esperaba, intuía cual iba a ser su castigo final, o al menos, la parte más pesada de él.

Entonces, por fin, sus ojos se posaron en Rebeca; la niña que se había convertido en casi una hermana pequeña para él. Y la miraba impotente; deseaba ayudarla, alejarla de lo que había atraído sobre su familia, pero estaba más allá de su alcance...

Se crispó visiblemente cuando la primera liana atravesó el hombro de la niña; pero Ethel cometió un error de cálculo. No fue el grito lo que se le clavó a Cyrian en el alma, no fue su dolor ni sus lágrimas; fue la mirada suplicante de ayuda mientras era arrastrada al abismo del espejo, sin que él pudiera hacer nada por sostenerla...

- Te encontraré.- le dijo sin palabras, afirmación que Ethel no vio por estar a su espalda. Fue lo único que podía hacer por ella; y eso se convirtió en otra roca sobre sus hombros.

No le sorprendió el mandala a sus pies; ni la maldición que ahora pesaba sobre él. Se sorprendía de que no había ni una pizca de rencor en él, ni de resentimiento. Ni hacia Ethel ni hacia su “amigo”, ni siquiera cuando escuchó el siniestro augurio de lo que se le avecinaba. Era lo que había sido siempre, un peón en una partida mucho más grande que él, una pieza prescindible y sin valor; y suceso tras suceso no habían hecho más que ratificarle ese pensamiento.

Así, lo que Ethel encontró en sus ojos cuando le miró de nuevo fue honda decepción. Ella le había decepcionado en lo más hondo, le había hecho sentir una importancia que sólo era una ilusión. El que renunciase además a su juramento sólo acentuó el mismo sentimiento.

-Alguien en tu entorno no es lo que aparenta-“ había dicho el Sauce y ahora le encontraba un significado. Él mismo no era lo que pensaba que era.

La bofetada no le pilló desprevenido; de hecho, le provocó una sonrisa. Era la respuesta que esperaba por el beso robado, le resultó divertido lo mucho que se había demorado. De haberlo sabido, aquel beso no hubiera sido tan breve. Pero lo siguiente, fue lo primero de todo cuanto había sucedido desde que subiera a la cubierta que le pilló completamente por sorpresa.

Fue un instante de olvido, cerró los ojos y fue como si todo desapareciera, como si nada hubiera pasado y ella le hubiera besado en su mansión en Lurthum. Respondió al beso con calidez, sin prisa, sintiendo el sabor de los dulces labios de la bruja y deleitándose en él... Pero el instante de olvido duró tanto como el beso; tan pronto se separaron sus labios respondió con frialdad, la misma frialdad que Ethel le había dedicado a él. La misma que jamás se habían mostrado el uno al otro.- Si lo hubiera hecho antes, habría dejado de seros útil también mucho antes.

- Sólo indicadme dónde recuperar mis pertenencias, dama Ethel, y podréis dar por concluida esta conversación.- No había más que decir, las palabras de gratitud ya se habían dicho y, siendo sincero consigo mismo, en aquel momento dudaba que hubiera sido capaz de pronunciarlas. Dudaba realmente, a la luz de los últimos acontecimientos, de que siguiera creyéndolo.

Pero había “alguien” con algo más que decir. El instante de olvido dio al Sauce la oportunidad de devolver el favor que estaba recibiendo...

Después de todo, lo que acababa de hacer Ethel, en el primer lugar que había conocido, podía considerarse como ofrecerle una ofrenda; decidió hacerlo en forma de otra ofrenda. Sucedió como un pequeño flash, un relámpago que entró en su mente durante menos de una fracción de segundo.

Un orbe de cristal, una esfera perfecta transparente con algo en su interior, como si se tratara de un globo de nieve. Y ese algo era un sauce en miniatura sobre un suelo estéril.

Orbe que más tarde la bruja encontraría en sus habitaciones, reposando sobre su escritorio, sujeto en una base de oro, recubierta de maravillosas filigranas y diminutas gemas; a su lado una pequeña nota de papel. “Del buen amigo de Cyrian, al que conoces como Sauce. Un regalo por un regalo. Tal vez algún día comprendas su utilidad.

Por supuesto, como todo aquello proveniente del misterioso “Sauce”, resistiría cualquier intento de investigarlo o de destruirlo.

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Mensaje por Ethel 20/06/11, 11:15 am

No esperaba que lo comprendiera. Seguirle la lógica a la bruja en ocasiones era dificil. No se trataba que no fuera importante, de ser así, habría muerto en Daosh, no le estaría dando su libertad aun cuando fuera un castigo más duro.

Decepción miraba desilusión. Habiá sido como con Alice, tal vez peor porque con ella al menos era conciente que tarde o temprano tomaríap artido por su amiga, en cambio con Cyrian... Pero no daría su brazo a torcer, no en lo que tenía que ver con su libertad, sino en no mostrar sus sentimientos al respecto. Su importancia era tal que aun cuando algunos aspectos indicaran que habiá actuado en su contra, confiaba en él, creía en él lo suficiente para dejarlo explicarse... así fuera con una muy mala excusa.

- Te equivocas, aunque por una vez no lo sepas - la tristeza en sus ojos, desmentía la frialdad de su tono. De haberlo hecho antes, en efecto se habría convertido en un problema, no podría fiarse de la frialdad en sus calculos al hacer un trabajo que por otro lado no era tan necesario; y ella, ella habría invertido papeles. Como fuera, la suerte estaba echada. Podía haberlo retrasado todo un poco reteniendolo a su lado, pero tenía planes mucho mayores para él.

Como Cyiran mismo lo percibía, era una ficha en un tablero, solo esperaba haberle dado suficientes herramientas y poder para que lograra moverse por si mismo e incluso adelantarse a los jugadores. Ese era el elemento de Caos que quería incluir ella. Caos, con mayuscula, como un nombre propio, Caos al que aun no leh abía rendido tributo desde que llegara a Jasperia, pero al que esperaba que su contribución agradara.

Era perfecto para sus fines que se decepcionara. Pero no esperaba que comprendiera lo que hacía, apartir de ahora ella actuaría sobre la marcha que ni Ethel misma lo comprendía del todo, ni la causa ni sus alcances. Respecto a lo mostrado por el amigo, el cual recibría una sonria de maquiavelico calculo en el momento del flash, sabía que tarde o temprano encontraría el significado de la bola de cristal y que más tarde que temprano daría con dicho objeto, como asi fue al regresar a su cuarto, mas tarde ese mismo día, acto que le arrancó una nueva sonrisa, despiadada y calculadora. Sin embargo eso fue en el futuro y en ese momento estaban en el presente cercano.

Un nuevo espejo apareció frente a ellos. claro, reflejando el mar y la hermosa mañana que se abría ante ellos.

- Te llevará al lugar de tu elección y al cruzar tus cosas estarán contigo, todo lo que consideres tuyo - miró la mano del caballero se aseguró que la cinta estuviera en ella.

- Y Cyrian - agregó con frialdad, altiva, para luego sonreir de forma genuina - gracias por la vida y gracias por tu presencia - lo dijo con calidez, una que, al igual que su frialdad, tampoco había mostrado nunca, pero aguardó al momento en que cruzara el espejo para decirlo, asegurandose que lo escuchara.

Entonces, el espejo se cerró.

- Te lo dije Rebeca - le dijo a la niña tomándola de la mano, a su lado, intacta, sin marcas, sin dolor físico, pero con gruesas lágrimas marcadas en su rostro, el lugar donde siempre había permanecido - Debías estar fuerte para que él sea fuerte - cuando manejas tantos espejos, ver frases que no contienen sonidos es solo una habilidad menor - tu tarea comienza ahora, de ti dependen muchas cosas y la más importante es hallar esa huevo podrido en la Orden de la Dama que lo dejó a su suerte -

- Y Roger? - preguntó con un hilo de voz, sollozante.

- Roger tendrá el destino que tu elijas para él -

- Es cierto que fuiste tu quien impidió que se salvara a mi mamá? -

- Eres libre de creer lo que quieras. Pero entiende una cosa, si Roger no hubiese dispuesto de la presencia de tu padre, tu mamá habría sido muy feliz, tanto que ella jamás habría estado sola contigo y las cosas no habrían terminado así - la niña siguió llorando, así que Ethel se arrodilló junto a ella y la abrazó, un abrazo real - mi pequeña Rebeca, a cambio de todo lo que te daré sólo te voy a pedir dos cosas: adquiere el poder que provee la Dama y... - le dio un besó en la sien - protege a Cyrian - agregó mirándola a los ojos, provocando el abrazo de vuelta de la niña.

- Leven anclas - susurró.

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Mensaje por Cyrian 21/06/11, 11:13 pm

Cyrian asintió, mudo y aún esperó unos instantes antes de cruzar el espejo; por la razón sencilla de que no sabía qué hacer a continuación.

Rebeca estaba más allá de su alcance; si la visión del espejo sobre el abismo no era suficiente indicativo, su antigua señora ya había dejado claro que se haría cargo de ella por el momento.

En Lurthum, el lugar al que tanto ansiaba regresar no hacía tanto tiempo, ya no quedaba nada ni nadie para él.

En aquel barco.... En aquel barco ya no había sitio para él.

¿Trinacria, la capital de las islas? Era un buen sitio donde comenzar de nuevo, pero después de lo sucedido en Kuzueth, tenía que tener cuidado....

Kuzueth.... Ese era el lugar. Aún le quedaba un asunto allí, el único asunto en realidad que sentía que aún le daba un lugar en la partida, uno urgente si podía dar crédito a las palabras de la bruja sobre su “amigo”.

No hubo una despedida, no hubo ni una palabra más para Ethel de los labios de Cyrian; tan pronto estuvo listo, cruzó con paso firme el espejo que le devolvería a la isla que había volcado por completo su mundo. Iba a por Ruther.

Tampoco volvió la vista atrás, ni su mirada se ablandó con la inesperada calidez en la voz de la bruja cuando el espejo comenzaba a cerrarse a sus espaldas. El lazo con ella lo sentía roto; la decepción por que faltara a su promesa con él era algo que Cyrian tardaría mucho tiempo en olvidar...

El espejo finalmente se cerró, y sólo entonces una solitaria lágrima de tristeza escapó de los ojos del antiguo paladín.

Sin embargo no era el momento de los lamentos. El espejo le había dejado justo donde había pensado, debajo de los árboles donde Josephine y él habían estado recogiendo frutillas en la linde del bosque cerca de la ahora desaparecida cabaña. A su lado, en una ordenada pila, estaban sus pocas pertenencias materiales; sus armas y su armadura eran con diferencia las más voluminosas, y además un pequeño presente de Ethel, un pequeño espejo, un modo de llamar su ayuda una última vez.... No creía que fuera a usarlo.

Se vistió con la pesada armadura, situó su escudo en su espalda y la espada, de nuevo con la empuñadura cubierta por la cinta de cuero, ocupó su lugar natural en su cinto; el resto de sus pertenencias fueron ocultadas en su sombra, para tener acceso a ellas tan pronto las necesitara. Una vez de nuevo en su ser, en el papel que le era más cómodo, era el momento de cobrar antiguas deudas.

La búsqueda comenzaría por el lugar más lógico, el árbol donde dejó a los dos hombres que iba a tomar prisioneros aquella fatídica noche. Pese al tiempo transcurrido y que era por la mañana en lugar de por la noche, no le costó mucho encontrar el lugar; pero tal y como había supuesto, allí no había nada. La pareja de malnacidos había sido rescatada, habían conseguido demorar un poco más su destino.

A partir de ese momento, Cyrian recorrió Daosh fundido con las sombras la mayor parte del tiempo, ayudado por el brillante sol que aquel día sonreía al pequeño poblado.

Fue sencillo encontrar al paladín; siempre había sido previsible. El templo local de la Dama tenía más guardia de la habitual; por supuesto, los ojos atentos a los transeúntes no podían proteger de una sombra. Las pequeñas capillas, reservadas a los nichos de fieles o a zonas de oración más recogidas, ofrecían suficiente pasillo de oscuridad para que él avanzase en pos de la pequeña casa, mundanamente segura, en la que se alojaba quien ostentaba el mayor rango dentro de la jerarquía religiosa local.

Ruther el “Sincero”.

Estaba sentado en un cómodo butacón, en una salita que debía servir de pequeña biblioteca dentro del pequeño edificio. Despierto, con su rostro mostrando claramente los indicios de una gran falta de sueño y visiblemente alterado, leía un tomo, ayudado por un candelabro de cinco velas, todas las cuales estaban encendidas. La sala además estaba iluminada por varias lámparas de aceite; como si Ruther temiera la oscuridad y quisiera tener tanta luz como fuera posible... Lástima que quien temía no necesitara oscuridad para moverse, sino sombra.

- ¿Una lectura interesante? – preguntó Cyrian, de pie junto a la espalda del butacón, su mano enfundada en guantelete sujetándole un hombro, provocando un notorio respingo en su nervioso interlocutor. – Espero que no pensaras que la conversación entre nosotros había terminado. – Y dichas estas palabras, propinó un fuerte puñetazo en el rostro del paladín, que cayó inconsciente.

Cuando despertó, el escenario era bien diferente. Ya no se encontraban en el pueblo, sino en la jungla; en qué lugar exactamente era algo que no podía saber. Se trataba de un pequeño claro rodeado por densa vegetación; cuyos brillantes colores y el coro de voces de las aves selváticas contrastaban con los siniestros designios con los que había sido traído a aquel lugar. Ruther estaba desarmado, con la mejilla amoratada pero sin haber recibido ningún otro maltrato ni estar inmovilizado. Desorientado, comenzó a ponerse de pie, cuando la voz de su antiguo camarada le trajo de vuelta a la realidad de su situación.

- Perdona mi rudeza, paladín, pero no quería que nadie interrumpiera de nuevo nuestra conversación. Supongo que recuerdas lo que le ocurrió al último chico que lo hizo. – se disculpó en un tono de falsa cordialidad; como el gato que juega con el ratón herido.- Aquel joven caballero de la Dama... ¿sabías su nombre?
- Por la Dama, Cyrian... ¿en qué te has convertido? – espetó incrédulo ante lo que veía ante sí; Cyrian jamás había sido un chico excesivamente amable, pero de ahí a la frialdad que emanaba de él....
- Supongo que lo apropiado sería decir.... que soy una sombra de lo que fui.- contestó con una risita. – Pero es más correcto decir que soy aquello en lo que me convertisteis.
- Estás loco. Nosotros no hicimos nada...
- Exacto.- interrumpió el caballero.- No hicisteis nada. Ni por mí.- y le golpeó en la boca del estómago con su puño enfundado en metal, dejándole sin respiración.- Ni por Thym. – su rodilla golpeó contra el costado de la de su prisionero, causando un crujido desagradable y un ahogado grito por el aún dolorido Ruther. –Ni por Gisella.- La bota metálica se estrelló con fuerza contra su abdomen. Se detuvo un instante y tras la breve pausa volvió a patearlo.

El paladín gimoteó, rodando para apartarse de su agresor, intentando recobrarse; pero Cyrian no iba a concederle demasiado tiempo. – Un golpe por cada vida que abandonasteis a su suerte aquel día me parece un inicio apropiado. Pero no estoy aquí de nuevo para golpearte sin piedad.

El caballero sombrío se inclinó y, agarrándole de la pechera, le obligó a ponerse en pie de nuevo. – Empecemos por algo fácil, ¿ya diste parte de mi reaparición?
- Cyrian, ¿por qué...haces esto? ¿Venganza? ¿Piensas que Thym o Gisella querrían....?
De nuevo, fue interrumpido, esta vez por la mano que se cerró sobre su garganta, dificultándole la respiración lo máximo posible sin ahogarle.
- No sé lo que querrían, la verdad. Se lo preguntaría, pero les dejasteis morir; así que me guiaré por mi propio instinto. La traición no es algo que perdone a la ligera. Ahora.... contesta a mi pregunta. – sus ojos, rojos como la sangre, se clavaban en los del paladín. – La paciencia nunca fue mi punto fuerte cuando tenía delante a escoria y eso no ha mejorado.
-N....no...- contestó finalmente, con un hilo de voz por la presión en su garganta.- No, no he podido. Entre los chicos que murieron aquel día se encontraban mis mensajeros. Esperaba a que alguno de los que envié a Rhylia regresara para mandar el despacho.
-¿Y dónde está esa carta ahora?

El silencio que Ruther guardó en aquel momento fue recompensado con que la mano de Cyrian sujetara su cara y estrellase su cabeza con fuerza contra el tronco de árbol más cercano, provocando que de nuevo, el hombre cayera al suelo aturdido.
- E....est....estaba en el estudio..- gimoteó dolorido.- Cyrian, por la Dama, deteneos...

Una nueva patada silenció la inútil súplica, mandando de nuevo al desafortunado paladín a la oscuridad de la inconsciencia. Por su parte, Cyrian sonrió de medio lado; antes de abandonar las habitaciones de Ruther, había volcado los candelabros que servían de iluminación, causando un incendio que, por un lado, eliminaría el documento con su nombre y descripción, evitando que se le buscase; por el momento al menos; y por otro, mantendría a los sirvientes de la Dama ocupados y distraídos unas largas horas. Mucho más de lo que necesitaba.

Cuando Ruther despertó, el sol ya había pasado hacía largo rato su cenit y estaba a casi tres cuartos de su descenso, poco antes del atardecer. Cyrian estaba sentado frente a él, preparando un pequeño fuego.

- ¿Has descansado? Bien, necesitarás tus fuerzas. Ahora vienen las preguntas más complicadas.- dijo un jovial Cyrian cuando notó que su compañero comenzaba a moverse. - Dime, Ruther... ¿Cuántos seguís vivos? Me refiero a nuestros viejos camaradas.
- ¿Contán....dome entre los.....vivos o....-escupió un poco de sangre.- entre los ya muertos?- dijo con resignación. Con el poder de la Dama podía atacarle e intentar sanarse, pero conocía las habilidades de Cyrian. Para cuando pudiera comenzar a invocar la Luz, él, de quererlo así, podría tener su cabeza.
Cyrian se echó a reír de buena gana. – Oh no, viejo amigo, no te preocupes por eso. No morirás por mi mano. Al menos, si no me sacas demasiado de mis casillas.- su risa se transformó en una sonrisa de depredador.- Esto será más fácil para ambos mientras más me ayudes. En tu caso, puedes traducirlo como que dolerá menos... ¿cuántos vivos?

Ruther guardó silencio.

Cyrian se levantó de nuevo con un suspiro decepcionado. Con parsimonia se acercó a su prisionero y, súbitamente, utilizó nuevamente su bota para golpearlo, en esta ocasión en la boca. Un trozo de hueso salió despedido con el grito de dolor del paladín; un diente arrancado por la fuerza del golpe. – Recuerda, contestarme a la primera, equivale a que duela menos.
- Aa....aaah.... Siete....quedamos....siete vivos...hasta donde yo sé, pero hace años....
- Tch tch tch.- chistó instándole al silencio de nuevo.- El cuidado que pongas en tus relaciones sociales no me importa. ¿Quiénes?
- Jamás......lo diré; no a ti, maldito.... bastardo....-se encogió esperando un nuevo golpe, pero nunca llegó, sólo el sonido de la risa de Cyrian.

- Vaya, ¿determinado a defenderles? ¿Dispuesto a sacrificarte en pos de la seguridad de tus camaradas? Ruther, me impresionas, de veras. Ojalá hubieras mostrado esa misma determinación en Ur Shalasti cuando te necesitamos. –sonrío malignamente.- Quizás te hubieras evitado todo esto.

- Pero, ¿quién soy yo para castigarte por desarrollar por fin tu sentido de la lealtad? ¿Hm? No, respetaré ese noble gesto tuyo.- dijo inclinándose a su lado.
- ¿En.....serio?
El rostro de Cyrian se volvió mortalmente serio.- ¿Alguna vez he faltado a mi palabra, Ruther?
Su interlocutor tragó saliva y no dijo nada.

Mientras tanto, a su alrededor, el día iba muriendo, inundando de colores sanguinos la escena. –Bueno, eso supongo que hace todo lo que quería saber, por el momento. Encontraré a los otros seis, Ruther, del mismo modo que te encontré a ti. Tu lealtad sólo alargará mi diversión. – dijo mientras se incorporaba. – Buena fortuna, Ruther...- añadió mientras le daba la espalda, en ademán de marcharse.

-E....espera.- Para su sorpresa, Cyrian se detuvo y le miró con una mezcla de curiosidad y desinterés en sus ojos rojizos, mientras el hombre se incorporaba.- Al principio, dijiste.... un golpe...por cada vida que abandonamos... me diste... cuatro golpes...
-Oh, cierto.- Su expresión era mortalmente seria y fría.- Gisella estaba embarazada, lo descubrió apenas unos días antes de que causarais su muerte, pero aún no había tenido oportunidad de compartir la buena noticia.- La expresión de horror y de sufrimiento en los ojos de Ruther hizo las delicias de Cyrian.- Su hijo es la cuarta vida que sacrificasteis ese día.

Sin más, Cyrian comenzó a caminar en pos de la linde del claro, donde se detuvo.- Ah, se me olvidaba.- Llevó su mano al cinto, donde reposaba una daga; daga que aquella mañana había sido entregada con la orden de segar la vida de una niña y que el caballero había decidido reclamar como propia al atravesar el espejo.

Apareció de las sombras tras Ruther, daga en mano, y con un movimiento fluido la daga cortó profundamente en los dorsos de los codos de ambos brazos. Aún apenas había tenido tiempo para gritar cuando Cyrian se inclinó y con otro giro cortó sobre los talones, enviando a Ruther de bruces de vuelta al suelo, sus brazos y piernas sin fuerza para sostenerle al tener los tendones seccionados cruelmente.

- ¿Pero....qué? Dijiste....dijiste......- consiguió articular entre gritos de dolor; Cyrian por su parte se inclinó frente a él y metió la daga cuidadosamente en la hoguera, cuidando que la empuñadura cogiera poco calor.
- Que no te mataría, y no lo haré. – dijo con calma glacial.- Del mismo modo que no nos matasteis a ninguno de nosotros; pero no puedo correr el riesgo de que me delates, no ahora que sé que me quedan piezas por cobrar.- Metió el guantelete y cogió la daga que estaba enrojecida por el calor.- De modo que, vivas o no.... no puedes hablar. – Dicho eso, con una mano sostuvo la boca abierta de Ruther que gritaba desesperado, y con la otra, con un duro movimiento, seccionó la lengua con la daga ardiente. Después usó su calor para cauterizar la herida, mandando de nuevo al paladín al mundo inconsciente.

- Suerte cuando despiertes....- susurró en su oído dejándole en aquel lugar. A solas, indefenso y sin poder llamar a sus poderes sacros. Justo como se encontró él.

Cyrian no se fue de inmediato; había terminado con Ruther, pero una parte de él quería disfrutar con su agonía, una parte que llevaba mucho tiempo anhelando ese momento y que provocaba un sentimiento de catarsis en él indescriptible...

Le observó, desde las sombras, siempre fuera de la vista mientras le veía arrastrase lastimeramente, mientras le veía agonizar por el dolor de sus heridas infectadas.

Lo siguió durante los dos días y cuatro horas que tardó en morir finalmente. Y disfrutó impíamente cada infame segundo de ello.

Después, conseguir un barco que le sacara de la isla fue sencillo. Había terminado con Kuzueth. Era momento de cambiar de rumbo.

El pasado quedaba atrás, sólo podía mirar hacia el futuro.

Y de nuevo, en algún lugar, unos ojos negros, fríos sonrieron satisfechos; sonrisa compartida con otros ojos, éstos de color azul, que observaban la misma escena.
Cyrian
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Mensaje por Dulfary 22/06/11, 05:39 pm

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Dulfary
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