Destino

No estaba muy segura de si seguir contándole su historia. No por prudencia, si no por consideración a su ausencia de recuerdos. Pero si ya había empezado, no dejaría de responder a sus preguntas.

Claro que era una pregunta difícil.

- Nada es perfecto y eso nos incluye a nosotros, si es que no es el inicio. Que ideal del Clan sea buscar el equilibrio ahí donde el caos quiera ganar terreno volcando los corazones hacía la oscuridad o la luz, no implica que todos sean unos santos. Cuando pasas tanto tiempo entre las sombras, tarde o temprano, si no tienes un balance, sucumbes a ellas y... bueno, en teoría los dones que manejamos son peligrosos en las manos equivocadas, como todo-

El agua en la que haría la infusión ya hervía, pero la dejó un momento más

- En ocasiones, alguien se tuerce, quiere sacar provecho o simplemente se vuelve m... - se contuvo y se ruborizó... la última persona con la que habló en términos de juicio de valor fue bastante despectiva al respecto y no sabía cómo lo tomaría Rose. Aun así lo dijo, despacio, casi en un murmullo - malo - se quedó callada, mirando a la nada y por fin dejó caer la bolita con el té, en el agua.

- Se convierte en un peligro para el mundo, por no mencionar que para nosotros, ya que nos conoce desde adentro. Así que se les manda a neutralizar. A veces se les encierra, otra veces... - bajó la mirada, avergonzada, pues su hermano era uno de los que se dedicaba a eso - se resisten demasiado... -

Revolvió el té con la flecha, antes de seguir.

- En un principio me parecía terrible, inconcebible que alguien nos traicione, pero mi hermano, Yato, me dijo alguna vez que en todo cesto de manzanas siempre habrá alguna podrida. Y el ataque que le hicieron a mi ciudad provino de una de estas manzanas en mal estado. Yato me lo advirtió cuando aun era muy pequeña y humeaba entre documentos prohibidos y solo cuatro años después vine a darme cuenta que no todo siempre es color de rosa y las apariencias engañan. UU estuvo el té - cortó su discurso emocionada.

Ahora lo entendió mejor.

La idea que tenía sobre el Clan - la familia de Dulfary - no había cambiado mucho, pero creía entender cosas nuevas acerca de ello. Lo que Dulfary decía sobre la luz, sobre las sombras, éso Rose lo sabía bien; no preguntes por qué, pero lo tenía interiorizado.

Ahora bien, no dijo nada. La historia era triste y a Dulfary le preocupaba. No le reprochó utilizar la palabra malo, aunque por alguna razón le causó un cierto desagrado. Ella no creía que las personas fueran "buenas" o "malas", que los actos fueran "buenos" o "malos". Pero después de todo lo que había visto, después de lo que había pasado durante los últimos meses...

Sí. Después de todo, sí. Debería creerlo.

- Así que una familia dedicada al equilibrio - musitó casi para sí. - No puedes esperar que todos sus hijos la entiendan...

... y estuvo el té. Rose sonrió, y le acarició la mano con la que sostenía el brebaje a Dulfary.

- No quiero parecer descortés, Dulfary. Es que... no entiendo mucho de familia, supongo. No se qué puedo decirte, me siento un poco boba. Ojalá pudiera hacerte sentir mejor.

No es que le alegrara aparcar el tema, es que no sabía qué decir. Sentía haberse metido en un terreno espinoso, aunque, si ayudaba a Dulfary a sacarlo del sistema, estaba satisfecha. Pero no entendía nada ni podía ayudarla de ninguna forma. No era muy agradable.

- Bueno - dijo. - Y ahora... ¿Qué?

La sonrisa de la niña fue bastante dulce, no solo a la caricia, sino al comentario.

- Es que yo no me siento mal. Lo tengo asumido. - hablaba con la verdad - a veces es duro, no lo niego, pero entonces pienso en mamá y en lo ultimo que me dijo y sigo adelante. Mi familia es rara, pero ya pasaron los tiempos en los que me hacían sentir mal o me dejaba amedrentar por ellos. Y aunque no les guste, yo los quiero mucho -

Movía las manos mientras hablaba, sirvió el té en la cantimplora y se la pasó a Rose. Ella tomaría en el cazo, pero para eso debía esperar un poco.

- Ahora tomamos té, entramos en calor y luego nos vamos a la posada de hielo -

- Que no suena como el mejor sitio donde ir cuando tienes tanto frío - completó Rose.

"La posada de hielo". El nombre aterrorizó a la pelirroja, que no la había visto nunca ni sabía los pormenores del sitio. ¿¿Cómo podía querer Dulfary más hielo?? Diablos, sonaba a locura, contando con que... A juzgar por el camino que habían recorrido la noche anterior, seguramente les llevaría toda la mañana alcanzar la ciudad. No sabía que la posada no se encontraba en la ciudad, claro.

- ¿Cómo puedes tener ganas de más hielo? - se quejó.

Pero se interrumpió enseguida. El te... el té estaba caliente. Rose apretó las manos contra él, se acercó la cantimplora al pecho. Tan caliente que en apenas un instante se hizo desagradable, pero no importó, solo la cogió de otra manera para no quemarse los dedos. Tomó un sorbo, y como era de esperar, se escaldó la lengua. Aparte de éso, le supo a gloria.

- Es delicioso - sonrió.

No lo pudo evitar, se echó a reír. Por el comentario y luego por los quemones. Reía y reía hasta que las lágrimas amenazaron con salirse de sus ojos.

- No, no, no - volvió a reír - La Posada de Hielo es un sitio muy bueno, es cálido, es extraño, por fuera las paredes son en hielo, pero por dentro es... una delicia. Y además sirven el mejor caldo de costilla que he probado en mi vida - sopló el cazo con cuidado y aun así, no bebió aun.

- Lo complicado será cruzar el lago, pero algo inventaremos - le restó importancia al asunto- gracias, gracias, una que se especializa en té. Un día, te haré tallarines - ofreció.

Rose se rió de buena gana.

- ¡Tallarines! - repitió. - Adoro los tallarines. Mi padre solía cocinarlos cuando yo era pequeña, y recuerdo que-

Se detuvo de repente, terriblemente seria. No - se interrumpió a sí misma - no, no lo recuerdo. Pero su mente pensaba diferente. Recordaba... Dios mío, ¿Qué recordaba? Lo tenía en la punta de la lengua, podría habérselo seguido contando a Dulfary. El recuerdo estaba ahí. Pero las imágenes no se formaban en su mente.

Su padre no tenía cara. Su casa no tenía paredes. Los tallarines no tenían sabor. ¿Por qué no se quedaban aquellos malditos recuerdos en su cabeza, si sabía que los tenía?

No se había dado cuenta, pero había ido agachando la cabeza, como si hiciera un movimiento para retener los recuerdos, para tenerlos más cerca de sí. Rose, por lo que más quieras, pensó.

- No me preguntes cómo lo se - dijo sin mirar a Dulfary. - Mi padre me preparaba tallarines. No recuerdo su cara. No recuerdo mi casa. Ni a qué saben los tallarines. Pero recuerdo tardes de verano, el viento en mis cabellos. Vivía en las montañas, a solas, con mi padre. Si tengo madre, no la recuerdo. Si cierro los ojos no veo nada. Pero recuerdo el paisaje...

Los ojos rojos de Dulfary se iluminaron con emoción según Rose iba hablando. Dijo que los adoraba, si no tenía memoria y los adoraba era que algo había recordado, es mas, dijo esa misma palabra y Dul, dejando el cazo a un lado, se ubicó a cuatro patas instándola a seguir con lo que le estaba narrando, con una sonrisa tan esperanzada que abarcaba la mitad de su cara.

Pero el impulso del recuerdo se interrumpió. Rose calló y agachó la cabeza. La sonrisa de Dul su menguando, dando paso a una expresión de preocupación y de ansiedad que permaneció lo mismo que el silencio.

Cuando retomó su relato, no abrió la boca, le costó, pero cortarla era tal vez el equivalente a perder el recuerdo... y era un recuerdo feliz. La sonrisa volvió a florecer, maravilla, imaginándose el paisaje que le describía.

- Y cómo era ese paisaje?? - preguntó tan interesada como ilusionada, alistando un cartapacio de preguntas sobre trivialidades que tal vez le ayudarían a recordar otras cosas.

Rose cerró los ojos.

Durante unos instantes no dijo nada. La contestación se fue gestando muy poquito a poco, primero - lo intentó - en su mente, luego en sus labios. Le sorprendió descubrir que sus propias palabras le evocaban una imagen, como si no estuviera recordando, sino escuchando a otra persona y construyendo una fantasía.

- Verde - narró. - Tierras altas. Colinas hasta donde alcanza la vista y valles perdidos de árboles donde apenas hay una aldea cada veinte millas. Cuando llueve el viento se lleva a los animales, e incluso cuando hace sol sigue haciendo frío. El cielo es gris y los árboles...

No, no fue una interrupción, solo un silencio. La cantimplora cambió de posición en sus dedos de nuevo, y volvió a darle un sorbo. Seguía quemando, pero no le prestó demasiada atención. Apenas una mueca, de las que parecían divertir a Dulfary. Cuando prosiguió, la miraba.

- Bosques - siguió. - Bosques cuando descendías un poco de las colinas. Mi padre me llevaba allí a menudo y me enseñaba a cazar utilizando un arco, a buscar flores y plantas. Él sabía muchas cosas. Era... estoy segura de que era...

No, no estaba segura. ¿Clérigo? Ésa era la impresión que tenía. Pero no estaba nada segura. ¿Por qué un clérigo iba a estar en las montañas, solo, aislado...?

- Kuranthis - murmuró, recordando de pronto. - A veces el señor Kuranthis nos visitaba.

La niña cerró los ojos por un momento imaginando los paisajes. Pero la imagen que se le vino fue la de las montañas en su tierra, cuando viajaba con su mamá y con Yato, cuando tenía una infancia divertida y sin mayores problemas. Se despabiló y empezó a tomar su té.

Sonaba maravilloso. Cada cosa que decía.

Escuchaba con tanta atención que sus maestros habrían sentido envidia hasta que dudó en lo que era su padre y se dio el mal entendido.

- Es tu papá???? - preguntó incrédula, pero entonces ella continuó y entendió -Ah, ok, entiendo. Qué hacían cuando el señor Kuranthis los visitaba?

¿Eh?

El hilo de los pensamientos se perdió de pronto, y Rose no pudo evitar reírse ante la ocurrencia de Dulfary. Se lo imaginó por un momento... diablos, incluso lo consideró seriamente por un momento. Pero parecía bastante evidente que no podía ser.

- ¿¿Mi padre?? - preguntó, fingiendo alarma. - No, no, nada de éso. ¿Cómo iba a ser mi padre...?

Obviamente no tenía idea de la mitad de las cosas que podrían haber pasado por la mente de Dulfary para llevar a cabo ésa afirmación... por fortuna. Trató de recuperar el hilo de lo que estaba pensando.

- No estoy segura - musitó. - Era un buen amigo de mi padre... bueno, éso es lo que creo recordar. Le visitaba y... viajábamos. Acompañábamos al señor Kuranthis y... me enseñaban cosas. Sobre cómo viajar, sobre el bosque... - sacudió la cabeza. - Ahora mis recuerdos están más difusos. No puedo visualizar nada, solo...

Pero a su habitual nostalgia triste le había sustituido una sonrisa alegre, que ya era bastante para Rose.

- Solo... - dijo a la expectativa instándola a seguir adelante.

El proceso de pensamiento de Dulfry era tan sencillo e inmaduro que resultaba complejo a final de cuentas, pero tras el instante de confusión, su mente trabajaba en las razones por las cuales el señor Kuranthis podría necesitar ayuda para moverse por los bosques y viajar. Era una persona grande, capaz y hasta donde recordaba, fuerte, muy fuerte. El estomago le dio un vuelco al recordar el incidente con el demonio en el bosque.

- El señor Kuranthis intimida. Si uno solo se queda con esa primera impresión que trae al ojo, se asusta. Pero afortunadamente es una buena persona, eso o he estado muy de buenas que las veces que nos hemos visto ha estado en favor del grupo con quien ando. Ahora, Mayo es amiga de él, se ven buenos amigos, así que es una persona de confiar. Me pregunto que tanto podía necesitar aprender del bosque alguien como él. Si yo fuera un bicho horrendo, muy grande y con hambre, me lo pensaría dos veces antes de intentar incluirlo en el menú -

Eso si, era gratificante el que Rose estuviera con una sonrisa y no melancólica o nostálgica. Seguía tomando el té. Lo había elegido a conciencia, no solo les ayudaría a conservar el calor, si no que había optado por una hierba con propiedades analgésicas, que tanto necesitarían para el día... solo que no se lo ocurrió pensar en uno que además fuera antiestaminico.

Solo...

- ... solo está ahí - acabó. - Es como si no lo recordase del todo. No puedo evocarlo, solo... constatar que está ahí dentro, en alguna parte.

Cerró los ojos, sacudió la cabeza. Le dolía, y estaba segura de que no era sólo por el esfuerzo de recordar. Dulfary estaba peor que ella en ése sentido, pero tocaba aguantar por el momento. Le dio otro trago al te, y rió de nuevo con las palabras de la chiquilla.

- Da miedo, ¿Verdad? Pero es un buen hombre. Recuerdo que a veces me llevaba sobre el hombro. Imagínate, con lo pequeña que era. - rió. - No, Kuranthis no necesitaba aprender gran cosa. Era a mí a quien me enseñaban. No estoy segura, creo que... recuerdo como si estuviéramos buscando algo durante aquellas expediciones.

Suspiró.

- Pero era muy pequeña, incluso si pudiera acceder a los recuerdos.

Se sonrojó, con la aclaración. Algo había pasado por alto. Era raro, solía hilar las ideas mejor que eso.

- Ahh vale, entiendo. Y qué... - se quedó callada, Rose le había respondido - jeje, eso, no recuerdas que buscaban. Pero era importante o bueno, ya vendrá - sonrió. La cabeza le pasaba. Tenía ganas de echarse a dormir otro rato. La ropa molestaba. No se sentía bien.

Apuró el té y al hacer un movimiento brusco para secar el cazo, le dolió el brazo. La herida, la echa por el barrote de la ventana le estaba doliendo. Pero era algo que tenía que esperar. El Té debía hacer efecto en cualquier momento. Por ahora lo importante era que había ayudado a Rose con sus recuerdos y de alguna forma, al menos por ese instante, parecía en paz consigo misma. Eso era suficiente.

Otra vez le ardían los ojos. Solo había sido una noche, dos noches. No entendía porque se sentía tan mal.

- Oook, hora de ponernos en marcha. Rumbo ala Posada de Hielo - empezó a guardar sus cosas en la bolsita, con orden casi meticuloso y al terminar de guardar, empezó a sacar cuchillos. La rutina de casi todas las mañanas: dos a las botas, dos a los antebrazos, tres a la parte trasera del pantalón, uno a la parte delantera; el que sobró, de vuelta a la bolsita de armas. El movimiento era rápido y fluido, la costumbre.... no, solo era fluido, carecía de rapidez.

Tomó un poco de agua y en lugar de calmarla, le dio más sed. Pero era hora de partir.

Los síntomas de Dulfary eran más evidentes a medida que se ponía en pie y se preparaba, y Rose comenzó a preocuparse en serio. Vale, una parte de ella pensaba: "Solo es una gripe", pero otra le recordaba que no era médico, y que había cosas mucho peores que la gripe que dependían del frío.

Pero no nos pongamos en lo peor, se dijo. Y apuró el té. Y volvió a sonreír, deliberadamente ésta vez, creyendo que Dulfary se sentiría más animada si... ah, si se detenía a pensarlo la verdad es que no era justo para Dul. Rose no hacía más que lamentarse.

Los preparativos de la pelirroja eran muy simples, asegurarse de que su espada estaba al cinto y echarse por encima la manta en la que había dormido para protegerse del frío. No tenía más posesiones en aquellos momentos. El arco, casi olvidó el arco. Lo recuperó del rinconcito de la caverna y se lo colgó a la espalda; el carcaj de flechas fue al cinto, junto a su espada. La desenvainó un par de veces para que la escarcha no atascara la empuñadura, y asintió con la cabeza, mirando a Dulfary.

- Vamos allá - dijo, dirigiéndose a la entrada de la cueva, donde la luz del sol le hizo entrecerrar los ojos por un momento. -¿Crees que está lejos?

Frente a ellas el terreno era sencillo, un sendero que conducía al arroyo en el que habían estado antes. Había rocas sueltas por doquier, estando como estaban en la falda de una montaña, y los accidentes eran complicados. Un bosquecillo discurría cerca. Si recordaba bien, tenían que ir pegadas a la montaña durante un rato.

Se acomodó la capa. Como un acto reflejo se echó la capucha sobre la cabeza y se asomó a la boca de la cueva. El frío, le pateó. No estaba que tan literal era esa expresión, pero le faltó muy poco para dar un paso atrás.

Ahí estaba, le ardían los ojos.

Había que moverse. Con su mas valiente sonrisa se enfrentó al mundo.

- En realidad no. A medio día de marcha si seguimos los caminos, un poco menos a campo traviesa. - miró el bosque, miró la montaña. - Por aquí - forzó su buen animo y aunque sus primeros pasos fueron pesados, pronto adquirió el su ritmo normal de marcha, siguiendo el contorno de la montaña.

Medio día de marcha.

Bueno, no les haría mal. Lo tomaría como... un paseo. Suponía que para Dulfary iba a ser algo peor que para ella, pero no es que pudiera hacer nada por suavizarlo. Solo podía estar a su lado, apoyarla cuando necesitara ayuda, y procurar que no pensara demasiado en su estado.

- ¿Cómo es que te sabes tan bien las rutas? - preguntó.

Era una pregunta tonta, pero servía para iniciar la conversación. A medida que avanzaba tras Dulfary, mientras bordeaban la montaña, se encontró con que el camino sería más difícil mientras bordearan la montaña. El viento traía unos cuantos copos de nieve, pero demasiado pequeños y erráticos como para preocuparse de ellos.

La capa empezó a pesar mas de lo que creyó. Al menos la ropa ya no molestaba, lo hacía el frío, que no el viento, el cual mantenía alejado de ella para que no le afectara más de la cuenta.

Se mantenía firme en su paso, no dudaba ni parecía que fuera a caer. Rose lo sabía, pero un observador externo no vería nada anormal en el andar de ellas dos... dos jovenes saludables bordeando la montaña con miras a reunirse con otros facinerosos.

- Porque me he perdido varias veces en el reino - reconoció - y no creas, con mi facilidad para meterme en problemas y verme perseguida, he aprendido a medir las distancias. Recién llegué al reino y a mi hermano mayor le diera un paro cardíaco por saber que había terminado aquí, una de las primeras asignaciones que me dieron, a la espera que con eso no llamara la atención ni me metiera en problemas, ja!!!!! ilusos!! fue eso, medir caminos, encontrar las rutas escondidas, los trayectos mas seguros que no fueran los comunes. No por nosotros, si no por los demás, en teoría si tenemos problemas hay varios opciones para huir sin recurrir a caminos, ahhhh opciones que no puedo usar yo porque esa ruta fue la que me trajo aquí y siempre me envía al peor lugar al que puedo llegar. Así que... caminitos voy andando porque caminando voy - canturreó

Y caminitos andando, caminando fueron.

La verdad es que caminar se hacía más ameno con Dulfary cerca. Al menos podían hablar, se hacía ameno seguir avanzando. El camino era largo, y tardaron un buen rato en poder abandonar la falda de la roca y continuar internándose momentáneamente en el bosque, donde el camino se encontraba con el arroyo y éste a su vez con un río, del que nacía.

El paisaje en aquella parte del bosque era precioso. La luz se colaba a medias por entre las hojas de los árboles, dibujando sombras y luces que se entrelazaban. El rumor del agua y el descenso del terreno al paso del río hicieron que Rose le volviera a pedir la cantimplora a Dulfary.

- Voy a llenarla - explicó, bajando la pendiente que llevaba a la orilla del río. - No tardo.

Por concentrada en el donde ponía los pies y lo que estaba contando, no se dio cuenta del paisaje, ni de lo bonito del día pese a los copos de nieve. De hecho, eran parte de su hermosura.

- Ah? qué? - la toma de la cantimplora la tomó desprevenida y el corriera rumbo al río también. Aun así sonrió. Le alegraba que tuviera energías. Primero la siguió con la vista y luego lo hizo con los pies. Con cuidado de no caer, la siguió por la pendiente al río.

Aun sin borrar su sonrisa, se dio cuenta que volvía a estar alerta al entorno, pendiente que nada le fuera a saltar encima a Rose, mientras recogía el agua.

No le saltó nadie, pero bien a punto estuvo de ser ella la que lo hiciera.

Bajar al río parecía más sencillo desde arriba que en el propio descenso, que pese a lo corto que era resultaba abrupto. Las ramas de un puñado de árboles podrían haber hecho de peldaños, de no ser por lo húmedas que estaban, y cargadas de un musgo que Rose consideró que no era apropiado pisar.

Y justo cuando metía el pie derecho en el río, después del último brinco, lo vio.

Había un caballo. En el río. Apenas le podía ver los cuartos traseros desde donde estaba, pero estaba allí. Parecía como si estuviera abrevando, lo que parecía indicar que, o bien su dueño le había dejado allí para que bebiese, o como alarma. No se paró a pensar de dónde se había sacado ésa información. Se acuclilló muy rápido, desenvainando su espada, y la levantó para que Dulfary la viera por encima de la elevación del río, y estuviera alerta.

No parecía que hubiera nadie cerca del animal, pero a Rose se le ocurrió que debía pertenecer a la elfa.

Trataba de bajar, su primera idea, simplemente saltar al río, la rechazó por las razones mas obvias, por increíble que pareciera. Así que en su búsqueda de una ruta, el rabillo del ojo se topó con la espada de Rose.

Se agazapó y el kunai se deslizó entre sus dedos hasta que la empuñadura se ajustó a su puño. No había visto el caballo, pero confiaba en las señales de Rose.

Tanta paz no podía ser eterna.

El corazón le latía a cien por hora. Estaba frenética.

Maldita la hora. ¿Sería ella? No había pensado que fuera a seguirles, aunque por alguna razón dejar a su caballo a la vista parecía demasiado torpe para alguien que se había mostrado tan metódica antes. Había algo que no encajaba ahí, pero, ¿Qué era?

El problema era que el caballo estaba al otro lado del río, y Rose no se atrevía a cruzarlo a nado. No era demasiado ancho, ni parecía demasiado profundo, pero el agua era rápida. Sería fácil que se la llevara. Siguiendo la línea de la costa, avanzó hasta que tuvo a la vista al potro, y vio que estaba atado a un árbol junto al que había un sendero de tierra pisoteada que se levantaba hasta un conjuntillo de árboles altos.

En la orilla por la que Rose estaba, había una parte más baja, que la pelirroja utilizó para subir hasta donde estaba Dul y acercarse a ella.

- ¿Reconoces el caballo? - susurró. - ¿Es de...?

Al movimiento de Rose, se unió el movimiento de Dulfary, siguiendo la rivera del río, hasta que esta estuvo a su lado. Solo entonces vio el caballo.

- Que raro - susurró. Frunció el ceño justo después de entornar los ojos. Sí, era raro. Qué hacía un caballo atado sin silla y sin mas muestras de pertenecer a alguien?

- No - la respuesta fue seca y respondía a las dos preguntas, sobre todo a la segunda. Estaba segura que Yshara no tenía un caballo - Si yo fuera un caballo no me dejaría montar de ella - pese a su seriedad inicial, esbozó una sonrisa traviesa con su comentario.

Eso!! burlense y rianse a costillas de la elfa malvada, asesina y psicopata... Dulfary no tenía un sentido de la prudencia que pudiera ponerla a salvo de sus pensamientos infantiles... entre otros sentidos de los que carecía.

Volvió a estar seria.

- Pero no me gusta y está muy raro - se guardó el arma y un pie dio un paso atrás - Espérame aquí, voy a investigar, cualquier cosa, es mas fácil que me cubras a distancia - sugirió. Un gran avance, pues en otras circunstancias habría ido sin el apoyo. Tomó impulso con el pie retrasado y prácticamente saltó a la nada, como si el viento se la hubiese tragado para que caminara dentro de él.

La siguiente vez que la vería, sería a la otra rivera del río, con la bota del pantalón mojada casi a la rodilla, soltándose el pelo y caminando dudosa.

- Hola!... bueeenas... hola caballito... tu dueño donde esta? hola? - todo un teatro sobre la persona inocentemente perdida.

Y de pronto Dulfary no estaba, había atravesado el río.

Sobresaltó un poco a Rose, que no estaba segura de haber visto hacer éso antes a su amiga - si lo había hecho, no lo recordaba, quizás a causa del estrés del día anterior - pero no se detuvo a pensar en cómo ni a preguntarle. Envainó la espada y tensó con rapidez el arco, dispuesta a dar a Dulfary exactamente lo que le había pedido: Cobertura.

Lamentó no poder acercarse y tener que limitarse a éso, pero no había nada que hacer.

Dulfary se acercó al caballo, que no se sobresaltó, como si estuviera acostumbrado a la presencia de gente, pero sí que se asustó un poco. Sus patas chapotearon un poco en el agua mientras se apartaba de ella. Obviamente no respondió a la pregunta de la niña, pero hubo una voz, un poco más arriba, en el bosque, que lo hizo por él.

- ¿Quién va?

La voz era masculina, y no estaba lejos; de hecho se vio acompañada por el sonido de la maleza, previsiblemente debido a que la estaba observando desde entre los árboles de arriba.

Le hizo señas al caballo para que se calmara... aunque la seña era visible para Rose, a modo de: #todo esta bien, por ahora#

Pero luego bajó la mano despacio, muy despacio al escuchar la voz que la hizo sobresaltar.

- Esto... yo.... DIGO!! Arale - sonrió y se llevó el pelo detrás de la oreja de forma nerviosa - No sé si nos conocemos... estoy un poco desubicada en el bosque y su caballo me dijo que tal podría ayudarme a salir. Quiero decir, no me lo dijo literalmente, jajaja, lógico, a no ser que sea mágico no habla ni por telepatía, pero me dio la idea que usted tal vez... usted entiende -

Su mano a la espalda, dejó salir un dedo, indicándole a Rose, que al menos, de momento, había una persona.