El nuevo Recluta

Iban, además, a tomar nota de su declaración. Mas le valía que cada mentira expresada fuera directo a su banco de memoria a fin de poder mantenerla a largo plazo. Por fortuna, las preguntas iniciales era sencillas de manejar.

No le pedía apellido y esa era una buena noticia, pues era una mentira menos. Ahora venía el punto en que verdad y ficción se mezclaban.

- No es muy correcto preguntarle a una señorita por su edad - apuntó con una sonrisa divertida, pero de inmediato agregó - 20 años - así se veía, así lo mantendría. A la siguiente pregunta, su expresión se tornó soñadora.

- Yo nací en un bonito pueblo, a varios meses de viaje en mar de aquí. Se llama Klokof, pero mis padres eran naturales de Daosh, antes de emigrar. Ellos me enseñaron las costumbres de aquí, o al menos eso intentaron así que por ahora, se podría decir, mi profesión es aspirante a Paladin de la Dama - sonrió con cierto orgullo, al menos en ese punto no mentía. En el siguiente, tampoco lo haría.

- Verá, llevo un par de dias en la ciudad, espero un barco a Rhylia, así que he vagado por los mercados y la ciudad en general mientras tanto. esta mañana en el mercado, estaba haciendo unas compras de rigor, averiguaba precios, esas cosas que la gente sabía debería hacer antes de lanzarse a la aventura en el mar y sobre todo antes de gastarse sus pocas monedas en el mercado, cuando sentí que trataron de robarme. Las ataduras con las que mantengo mi bolsa me ayudaron, pero la treta que se jugaron estos tres fue ingeniosa - hablaba con calma, pero sin pausa, de la forma en que solo alguien acostumbrado a monologos podría hacer. Narró paso por paso todo lo acontecido, sin dejar de lado su gratitud por la correcta actitud y gestión de Uryaith.

Parecía bastante impresionada con el muchacho y no era fingido. Con cada parte de su relato, que se extendió bastante en el tiempo, buscaba ordenar en su mente el cómo iba a explicar qué era su bolsa.

- De hecho si tiene un valor sentimental. Me la regaló mi familia y en ella llevo todo lo que es de valor para mi - una nueva verdad, solo que omitía el pequeño detalle de las armas - No, no los había visto antes, al menos no me había fijado, soy un poco despistada. Al muchacho si lo vi varias veces tratando de halar mi bolsa en días pasados, pero solo creí que era un niño tratando de ganarse la vida, no creí que llegara tan lejos - eso también parecía afectarla, como si ese tipo de cosas fuera en lo absoluto novedoso para ella.

Me quedé observando mientras Keya tomaba nota de todo.
- Es un trámite. Si no, no se lo preguntaríamos- Keya sonrió cuando Arale bromeó. Yo también sonreí.

Escuché la historia de Arale. Me pareció muy curiosa su vocación. En mi pueblo no éramos muy religiosos. Sí, había una persona, Horen, que hacía las veces de predicador, pero no había nadie que consagrara su vida a la Dama. Tenía que ser algo... raro.
Continué escuchando la historia. Me puse rojo cuando empezó a comentar mis intervenciones. Hablaba con admiración. Yo no podía evitar sentirme algo orgulloso, pero no sentía que hubiera hecho tanto. Me rasqué la frente, para darme cuenta de que todavía me dolía bastante. Hice una pequeña mueca de dolor.
Escuché la historia de la bolsa. La verdad es que me llamaba mucho la atención. ¿Por qué la habían intentado robar? Y, más interesante aún: ¿Por qué habían luchado tanto por tenerla? Algo tenía que tener esa bolsa...
Keya terminó de tomar nota antes de preguntar:
Entiendo... Y, dígame, señorita. Las heridas que presentan estos sujetos... ¿Cómo se hicieron? ¿Las hizo usted, señorita? ¿O Las hiciste tú, Uryaith?
Di un respingo. No esperaba para nada que tuviera que intervenir en la conversación. Evidentemente se refería a la herida de la pierna del mercader...
- Eh... Sí, sí la hice yo. Hubo una trifulca y tuve que abandonar mi arma reglamentaria... Como bien puede ver, el techo es más bien bajito... Y la lanza no parecía una buena herramienta para combatirlos. Así que usé sus propias armas...
Keya me miró expectante. Como si no hubiera acabado la explicación.
- Eh... ¿Cabo? A lo mejor es mejor seguir con las preguntas...
- Uhm... Sí, tal vez. Señorita Arale... ¿Qué contiene la bolsa? Puede obviar, si lo desea, una descripción detallada de los objetos... Sólo quiero saber qué tiene y cuántas cosas, por ahora. - Keya sonrió. Yo miré a Arale con una sonrisa tranquilizadora, pero algo nerviosa. Podía entender los reparos que pudiera tener Arale... Pero lo mejor era que contestara.

Mintió. Mintió por ella y eso fue desconcertante. Le evitaba un problema. Los demás guardias parecían no darse cuenta que tenía armas, que las había sacado y la única evidencia era su testimonio y el mintió.

No fue tan imprudente como para mirarlo sorprendida, pero si tuvo que desviar la vista con cuidado para poder evitarlo. Se metería en problemas con ellos si descubrían la verdad. Era un gesto lindo, arriesgado pero lindo.

Volvían las preguntas. Había sorteado muy bien las otras, se lo habían creído, había sido una buena práctica, pero ahora venía una bastante comprometedora.

- Se las puedo mostrar incluso - se ofreció. Solo ella podía acceder a las armas, y no las sacaría, no lo haría quedar mal - Tengo mis implementos de viaje y uno que otro objeto de gran valor sentimental. tengo mi capa, un atado de hierba, una muñeca para practicar suturas, agujas e hilo para suturas, aguja e hilo para practicar, vendas, una muda de ropa, tela, comida, un péndulo, una brújula, una libreta de anotaciones, un carboncillo casi acabado, un anillo, tallarines secos, una bolsa de dulces, cartas, papeles y.... un mapa, ah si!! mi pasaje y mi bolsa con dinero - mientras iba enumerando, iba sacando los objetos y dejándolos sobre la mesa, una gran cantidad de artículos para el tamaño de bolsa.

Algunos eran la mar de comunes, pero otros, no lo eran tanto. La bolsa de monedas, era pequeña, en su interior, al caer sobre la mesa lo dejó oír, tenía pocas monedas. La muñeca de surcir era algo más grande. Estaba llena de suturas, una que otra aguja aun pegada a ella.

La libreta estaba firmemente cerrada con una tira de cuero, se veía vieja y gastada, con mucho uso, o al menos muchas lecturas, de esta, sobre salían las cartas. Lo que ella llamó la bolsa de dulces, en efecto era un bolsa de tela, mucho mas grande que la bolsa de monedas, más pesada y fue trata con mas cuidado al dejarla sobre la mesa.

Quizá el objeto que más llamaba la atención era la brújula. Era de un dorado pálido fácilmente confundible con plata. En su superficie tenía labrada una rosa de los vientos, muy elaborada y en medio de esta un ojo con una lágrima. La brújula estaba cerrada, era grande, le ocupaba casi toda la mano, de uno de sus extremos colgaba una cadena plateada. La parte inferior quedaba oculta por la palma de su mano, al sostener el articulo, el cual no dejó en la mesa.

De armas, nada. También dejó la propia bolsa sobre la mesa, por si ellos querían meter la mano, aunque no encontrarían nada adicional.

ahora, aguardó a que dijeran lo que tuvieran que decir.

Me quedé asombrado con la cantidad de objetos que salían de la bolsa. ¿En serio era tan grande por dentro? Los bolsos de las mujeres serían siempre un misterio para mí. Mi madre también era capaz de sacar cualquier cosa... ¿Sería que son mágicos o algo así? Abrí los ojos como platos porque, cuando iba por las vendas, ya pensé que cabrían pocas cosas más... ¡Pero siguió sacando! Impresionante.
Keya, por el contrario, mantenía su cara austera mientras tomaba nota de todo lo que iba sacando Arale. Cuando terminó de anotar, sonrió antes de acercarse a la mesa a sopesar los objetos.
- Bien... Agradezco tanta colaboración. No es normal encontrar a alguien tan dispuesto, en estos tiempos... Quenn, Uryaith. Echadme una mano analizando los objetos.
Me acerqué a la mesa en busca de algo fuera de lo normal. Miré a Arale sorprendido cuando Quenn dijo: "Aquí no hay nada" refiriéndose al interior de la bolsa. ¿Y las armas que había guardado en la bolsa?
Keya cogió la libreta y se dispuso a abrirla. Pero antes miró a Arale y preguntó:
- Si no hay ningún problema, claro...
Yo cogí la bolsa de dulces, mirándola por todos lados...
- ¿Qué contiene esta libreta'? ¿Y qué más nos podría contar de esa brújula tan... ornamentada?- De Keya era difícil sacar cumplidos. Incluso para los objetos.

No le preocupaba el que analizaran los objetos dejados en el mesón. Le preocupaba más que la curisodad y el asombro de Uryaith llegara a delatarlos a ambos.

- Eh? Ah, claro, claro, apuntes. La mayoría de sus paginas están en blanco, otras solo tienen dibujos - no mentía. Tendría que ser kazekage o ser autorizado por Dulfary para poder ver el contenido de sus paginas. Y no, ella no le daría autorización, no le mostraría su contenido, así que su expresión, aun cuando no dijo ni si ni no, daba pie a que siguiera a delante.

Pero de inmediato su vista se fue a la brújula, Con alarma y posterior recelo. Ese sí era un tema delicado, muy delicado. Se puso seria, todo atisbo de sonrisa se borró. No la mostraría más allá de lo que se veía en su mano.

- Es el último regalo de mi mamá - sonó tan infantil como un aniña de 12 años. Una cosa era compartirlo en privado aun con una persoan desconocida, otra, expresarlo a modo de declaración ante la guardia, siendo interrogada - Me sirve para viajar - por la forma en que dijo viajar, casi podía oirse, aun sin su voz, que dijera: punto!. No diría nada más al respecto, no echaría abajo su versión para ingreso a la Orden de la Dama.

La bolsa que sostenía Uryaith, olía a trufas, chocolate, de no haber pasado tan rápido toda la conversación entonces le habría indicado que la abriera y los probara. Eran simplemente deliciosos.

Keya hojeó la libreta sin mucho detalle. No parecía que tuviera especial interés en encontrar nada. Cuando Arale continuó, Keya bajó un poco la mirada.
- Vaya. Siento su pérdida. - Y apuntó en su libreta.
Quenn continuó revisando las cosas, y se pinchó con una aguja. Eso me hizo soltar una ligera sonrisa.
Keya de pronto cerró su libreta de un golpe y dijo:
Bien. Por aquí hemos terminado. Uryaith, acompaña a la señorita a donde ella desee. Señorita Arale... Gracias por su colaboración. Si la necesitamos de nuevo para esto, enviaremos a alguien a informarla. Tenga cuidado.- hizo una seña y Quenn y él se marcharon.
- Es impresionante. ¿Cómo has hecho lo de las armas?- dije cuando cualquier observador estaba a una distancia prudencial de la conversación. Mi voz denotaba entusiasmo. Había sido genial. ¿Sería una maga? Seguro que había venido de tierras lejanas en busca de una misión especial. No, mejor. Seguro que se estaba retirando después de haber derrotado a algún maligno ser... Bah, pero ¿qué estoy diciendo? ¡Tiene 20 años! Seguro que es la elegida de alguna profecía o que tiene un plan. ¿Y si es en realidad una encarnación de la Dama? Hay que decir que no conocía demasiado a la Dama, pero... si viniera así de sopetón, después de lo de las armas... Claro! La brisa! seguro que era una criatura mágica...
Mi imaginación fluyó mientras esperaba la respuesta de Arale. Pero sólo era eso, imaginación. Cuando Arale me hizo volver a la realidad, la vi otra vez como la chica que acababa de salvar.

La sonrisa de Dulfary se tiñó de tanto optimismo como fue capaz.

- Nah! no se preocupe por eso. Son cosas que pasan - se encogió de hombros. Era posible que en efecto ella sintiera aun mas la perdida de su madre, pero era algo con lo que había aprendido a vivir, por muy dura que fuera y aun con las interrogantes que esto le generaba cada día sobre cómo habría sido su vida si ella aun viviera.

- De acuerdo - dijo ella a las palabras del cabo, con una expresión más alegre - soy yo quien tiene que darles la gracias - no tanto por ayudar a recuperar la bosla, sino a evitar que hubiese más dolor del necesario en el proceso.

En silencio, cosa rara en ella, aguardó a que los guardias se fueran para poder conversar con Uryaith y seguramente responder a las preguntas que no hicieron los demás que era en igual o mas importantes.

- Jeje - no pudo evitar sonrojarse - En ralidad es un truco muy simple del lugar de donde vengo, simple ypráctico eso sí, a mas de uno de mis parientes le ha salvado la vida - comentó sin caer en cuenta que estaba saliendose de la linea de su patadera frente a la Orden de la Dama - Sólo los que hacen parte de la familia pueden obtener armas de las bolsas - metió la mano y sacó un kunai. Este, a diferencia de otros, estaba envuelto en un fino retazo de seda, el arma estaba en muy buen estado, brillaba, y se veía claramente en ella el grabado de los símbolos de consagración, que aun mantenían parte de su brillo azulino al hacer sido forjada

La verdad, había sido una buena aventura para ser mi primer día. Me sentía extasiado, con ganas de seguir preguntando por todo lo que parecía rodear a esta chica, pero tampoco quise asustarla avasallándola con mis cuestiones.

Escuché con cara de admiración la explicación del truco, aunque me desilusioné un poco. Hubiera molado que hubiera sido una diosa o algo así. "Bah, idiota. ¿Qué pensabas, que iba a venir la Dama a saludarte?" Sonreí, pues me resultó graciosa mi pretensión.

- Guau... Tus parientes tienen que ser casi tan buenos como el Gran Iudín. - Mi cara destilaba asombro. En mi pueblo no había muchos momentos en los que se hiciera algo que estuviera fuera de lo común, pero las historias del gran Iudín, el famoso presti... prasti... prestigitidador... ¡prestidigitador! eran algo que siempre me había llamado la atención.

Observé el... cuchillo ese raro que sacó de la bolsa. Se parecía al que había lanzado, pero este parecía más ceremonial... Como más importante. Traté de descifrar los símbolos, pero no los comprendía.
- Es bonito... ¿Qué tiene grabado? - Sonreí con curiosidad. Definitivamente, hoy iba a aprender un montón de cosas.

No pudo evitar mirarlo con cierta extrañeza. Pero aun así mantuvo su sonrisa.

- Son símbolos de consagración – dijo con orgullo antes de darse cuenta que sería complicado de explicar “consagración a quien?” No podía mentir, no sobre eso, pero tampoco podía decir la verdad. Era una situación compleja. En cada lado del arma había un símbolo diferente – Este me lo dio mi papá, es para usarse en momentos en que la oscuridad sea muy profunda y peligrosa, pero por ser un regalo de él, lo guardo con mucho cuidado – había ensoñación en su tono, era quizá el único regalo que le había dado su papá, ya no recordaba con motivo de qué se lo había dado.

Pero era hora de cambiar el tema, no quería preguntas más comprometedoras y tampoco quería mentirle

- Quien es el gran Ludin? – lo dijo con mucha (Y genuina) curiosidad. Sonaba a la mar de interesante y sus ojitos rojos brillaron con esas ansias infantiles de adquirir conocimiento.

De salida del lugar, lo iba guiando, sin darse cuenta, hacía una de las posadas, se le antojaba algo dulce y un poco de paz.

FdI: Perdón por este tiempo offrol. Las mudanzas, que tienen sus problemas. Más si es a otro país =)
__________________________


Guau. Definitivamente, esta chica tenía algo muy especial entre manos. Ese cuchillo sonaba a pura magia, o algo así.
- Vaya... ¡Qué útil! ¿Brilla en la oscuridad? Guau... - y me puse a mirarlo con muchísima curiosidad. Estaba claro que me quedaba mucho por aprender de la vida.

Después de estar asombrado durante bastantes segundos con el cuchillo, La miré a los ojos. Sus ojos rojos eran... eran también como el cuchillo. Todo parecía mágico y misterioso en esa chica.

- Echas de menos a tu familia, ¿verdad? - La pregunta me vino así de sopetón. Pensé que sería probable que echara de menos su casa... Un viaje como ese tenía pinta de ser muy, pero que muy largo.

La miré sorprendido. ¿Quién no conocía al gran Iudin? En mi cabeza no cabía que alguien no hubiera oído hablar de él en su vida.

- ¿No conoces al gran presti... Prestri.... Mago Iudin? Era un hombre que se paseaba por los pueblos, y era capaz de desaparecer de dentro de una tinaja enorme, y además podía volar, y a veces creaba fuego en sus manos...- Noté que el entusiasmo me podía. Me ruboricé un poco y la sonreí.
- Perdona... El entusiasmo me puede.

Por un instante le tomó más de la cuenta entender a que se refería con lo primero que le dijo... brillar en la oscuridad, pero cuando por fin encajó una cosa con la otra, que poca relación tenían pero que simplemente era lógico que estuvieran juntas, sonrió y cuanto más lo pensaba, su sonrisa se hacía más grande hasta que estalló en risas.

Se reía como una niña, abierta, espontanea y transparente mente, se reía con ganas y disfrutaba de su propia risa. No se burlaba, en lo absoluto, pero era obvio que fue lo que dijo lo que la hizo estallar.

- Exactamente, brilla en la oscuridad, esa es una forma de decirlo, pero que no te escuche mi padre, podría tomárselo a mal - y era obvio que a ella, no le importaba tal cosa, prefería ver el lado divertido del asunto.

- No lo sé, a veces creo que si, que los extraño, pero estar con ellos es difícil, exige tanto de mí que.... bueno, estando lejos me siento libre, aunque un poco sola - pese a sus palabras no había tristeza alguna en estas - Tú eres de aquí? tu familia está contigo? - preguntó con curiosidad como contraparte.

Eso sí, se dejó contagiar del entusiasmo con el que contaba las grandes hazañas del gran Ludin, sus ojos brillaban, fascianda y cuando cayó no esperó un segundo para pedir más

- No, no, no, nada de perdón!!! Por favor cuéntame más suena fantástico, mágico, vamos, no seas malo cuéntame - hasta dio un salto a su costado, como un perro faldero pidiendo migajas.

Me sentí un poco avergonzado cuando Arale me dio a entender que no era eso exactamente lo que hacía. Por supuesto, Uryaith, ¿a quién le interesa una daga-antorcha? Sería mucho más útil una espada-antorcha, o un hacha-antorcha, para los leñadores, pero... ¿una daga-antorcha? Eso es ridículo.
- Entonces... ¿Qué hace exactamente?- Sonreí. La verdad es que tenía mucha curiosidad por saber más sobre esa daga.
- Oh, pero no te sientas sola.- volví a sonreir. - Vas a ver a tu tío, ¿no? Entonces no hay problema. A veces está bien estar un poco solo para aprender a sacarte las castañas del fuego.
- Sí, yo soy de aquí, pero mi familia no está conmigo. Vivíamos en un pueblecito cercano a esta ciudad, pero está lo suficientemente lejos como para no poder ir y volver con la facilidad que a mí me gustaría. - Me estaba poniendo algo melancólico. Llevaba sólo dos días aquí, pero ya echaba mucho de menos a mi familia.
Entonces, Arale me preguntó por Iudin, y me dispuse a contarle más historias acerca de él...
- Hubo una vez que el gran Iudin dejó asombrado a toda una ciudad haciendo desaparecer el monumento más grande de ella. Y otra vez en la que Iudin se metió encadenado en una tinaja con agua y salió seco de ella. Y otra vez en la que Iudin...

Lo que iba a decirle era complicado de explicar, en especial porque era practicamente un desconocido a quien le confiaría parte de la información de su familia. Pero sentía que podía confiar en él, algo en él inspiraba tranquilidad, relajación y decidió que si, que le diría, no la verdad pero si algo muy cercano.

- En mi casa, por muchas generaciones se han dedicado a buscar el equilibrio en el mundo, No puedo decir que sea punta de labia y esas cosas, porque no, alguna vez se requiere de fuerza y de otro tipo de persuasión cuando la oscuridad, mmm en términos de aquello contrario a entes de Luz como la Dama - sonrió - en fin, cuando la Oscuridad es muy fuerte y trata ademas de hacer daño a otros, es que las personas de mi familia suelen actuar, por eso es que me dice mi padre que eso me será de utilidad cuando todo esté muy oscuro, no es que brille como una antorcha - parecía haber intuido los pensamientos de Uryaith - es que servirá para alejar a las personas... malas, por decirlo de alguna forma - hablaba con naturalidad, casi sin tomar aire Luz.

- Sin embargo, mi mamá siempre dijo que existen muchos caminos para llegar a un lugar, muchas formas de hacer las cosas y creo que haré más por el equilibrio en la Orden, con mi tío, que con ellos, así que voy hacia allá - ahí estuvo la mentira, dicha con total naturalidad.

- Es normal que uno se sienta solo. Hago amigos fácilmente, para la muestra un botón - lo miró a él y sonrió - creo, así que es solo una sensación momentánea. Aun así, muchas gracias por tus palabras -

Escuchó lo que tenía que agregar y para entonces ya estaban llegando a una de las calles principales, desde ahí, le tocaba a él dirigir y escoger a donde irían.

- Vivían? ya no viven ahí? donde están ahora? - luego vinieron las historias del gran Ludin y ella, embobada, las escuchó todas y cada una como si se tratará de lo mas maravilloso que existiera, había visto grandes proezas, pero el espectáculo, como tal, no, nunca y era eso lo que tenía cautivada de cada cosa que narraba.

Escuché atentamente todo lo que Arale me dijo. Estaba contento, porque parecía que había conectado con ella. Sonreí cuando mencionó su facilidad para hacer amigos.
- De nada. Yo también soy bueno haciendo amigos, creo. ¿Es así?- Me reí ante la tontería de la pregunta. Era obvio que, incluso aunque no fuera así, Arale no sería tan "mala" de decírselo a la cara. No parecía ese tipo de personas.

- Sí, si viven allí. Me refería a que yo ya no vivo ahí. Vamos, espero que sigan viviendo allí. Les enviaré una carta esta misma noche, porque claro, mañana la pequeña tiene trabajo, y mamá no estará y... - Me ruboricé. Estaba siguiendo el hilo de mis pensamientos mientras hablaba.

Miré la calle principal a ambos lados y luego a Arale.

- Bueno... Y ahora... ¿Por dónde?- Busqué alguna señal en Arale que me indicara hacia dónde debíamos ir.

La risa de Dulfary ante su pregunta fue cristalina, totalmente amigable y sobre todo, llena de confianza.

- Claro que si. Por lo poco que me has contado, por como actúas, estoy segura que eres la clase de persona en la que se puede confiar, yo soy muy confiada y creo fácilmente en las personas y su buena voluntad, la clase de cosas que suele meterme en problemas, pero que también abre el camino a grandes amistades. No sé si podremos vernos muy seguido, cada uno tiene una mete en mente, por lo que veo pero sin duda seremos grandes amigos - lo decía veras, su sonrisa inocente lo confirmaba, al menos para ella misma.

Escuchaba con genuina atención todo lo que le contaba de su familia. Le parecía tanto o mas fascinante que las historias de gran Ludin. Era su familia de quien hablaba, no había esa gran impresión y admiración que llevaba a la exageración, había afecto, cariño, orgullo. Sentía como se le encogía el corazón, sólo con oírlo, pero era una sensación grata, contradictoria.

- Si todo me sale bien, me gustaría, un día, así sea lejano, conocer a tu familia - dijo sonrojándose cuando Uryaith cayó.

- Mmmm, no lo sé, tu eres el anfitrión, así que escoge - le sacó la lengua alegremente, pero sin dejar de mirar a lado y lado de la calle, hasta que algo captó su atención. La plaza

Había unas personas haciendo malabares, otras danzando. Parecía una mini fiesta. Fue eso lo que la atrajo. Después de ese momento estresante, les vendría bien un poco de distracción.

- Ven, vamos, eso se ve divertido!! - le dijo tirando de su manga en esa dirección.

Sonreí. Arale parecía contenta de haberme encontrado. Y a mí también me gustaba haberla encontrado. Además, me estaba elogiando, y eso siempre gusta a las personas.
- Yo también lo creo, Arale.- Y volví a sonreír. Ya me estaban doliendo la mandíbula de tanto sonreír, pero era una sensación agradable. Como cuando estás en el campo, das vueltas, caes a la hierba y te ríes sin motivo.

- Claro, y ellos estarán encantados de conocerte. Ya verás.
Fruncí el ceño como bromeando cuando Arale me sacó la lengua y ví perfectamente cómo se le iluminaron los ojos al ver la plaza llena de malabaristas. Lo sé porque los míos también se llenaron de ilusión. Mientras ella me cogía del brazo, yo corría junto a ella, esperando encontrar algo "más difícil todavía".

La plaza estaba atestada de gente. Llena de paseantes, de bailarines, de malabaristas, de hombres venidos más allá de los mares, de altos, de bajos, de gordos y de flacos que se encargaban del deleite de Moramaile. Me quedé especialmente sorprendido cuando un escupefuego hizo su espectáculo... Pero lo que más me llamó la atención fue una carpa pequeña sin nombre, apartada en un rincón y con aspecto viejo y raquítico.
Me llamó la atención porque no pegaba especialmente con el lugar. Miré a Arale y se la señalé.
- ¿Qué crees que habrá allí?- pregunté con ojos curiosos.

Por su lado, a Dulfary, no le dolía nada. Acostumbrada como estaba a sonreír por todo y por cada cosa de una diferente, mantener su sonrisa, con naturalidad no le era un esfuerzo muscular.

El espectáculo e la plazoleta era impresionante, al menos para la niña cuyos más grandes eventos había ocurrido en los festivales de los Suspensivos en su tierra natal. Era llamativos, otros simplemente asombrosos, pero no se podían comparar con lo que veían en ese momento; la razón…

- En mi casa, cuando hacen esta clase de eventos, no suelen traer personas del exterior, sino que los preparan los mismos habitantes, así que suelen ser personas conocidas o relativamente conocidas por al menos un puñado de mi gente. Alguien los ha visto practicar en algún lugar, digamos que pierde parte de la magia. Son magníficos estos, que gran agilidad tienen – dijo emocionada, sin poder dejar la vista quieta entre un número y otro.

Dul estaba maravillada con una bailarina que se valía de flores para hacer más hermoso y espectacular su acto cuando Uryaith le llamó la atención sobre la carpa que desentonaba. Réplica de los ojos del joven guardia, Dulfary se sintió atraída en su curiosidad gatuna hacia el lugar. Por supuesto, desconocía la respuesta a la pregunta que le planteaba él.

-No lo sé, pero parece la clase de lugar que debe inspeccionar la guardia o alguno de sus reclutas – dijo con picardía, pues el desconocer la respuesta, solo era un motivo más para saciar la curiosidad de ambos. Esta vez, no lo llevó ella, sino que dejó que tomara la iniciativa.

Off: Siento todas mis idas y venidas, pero es que me es difícil conectarme muchas veces, y entre eso y que el mail no me ha avisado de esto (y suele hacerlo)... =)

Miré a los ojos a Arale.
- Eso sí que es impresionante. ¿Tan interesante es tu pueblo que no necesita gente del exterior para todavía sentir que tu estómago hace chiribitas? Guau.
Me puse triste ante la sugerencia de Arale. Me recordó que era un guardia.

- Eso estaría bien, pero tengo una misión que cumplir, y es acompañarte hasta... - Y se me iluminó el candil - Hasta donde estéis, con ninguna opción de deteneros en ningún caso, salvo que cometierais algo ilegal. - Usar tantas formalidades le daba más diversión al asunto. La miré con ojos de "No puedo hacer nada hasta que no te metas tú dentro", incitándola a entrar. Parte de mí se sentía algo mal. ¿Y si le pasaba algo? ¿Y si por mi culpa le pasaba algo malo? Pero la parte curiosa ganaba puntos a cada segundo. Tenía casi la necesidad imperiosa de entrar ahí. Casi estaba empujándola a entrar. Además, estaba seguro de que no le iba a pasar nada. ¿Por qué debería? Tiene cosas mágicas, y la he visto sacar armas a diestro y siniestro. Seguro que nos las podríamos volver a apañar otra vez si hiciera falta.

A la mirada y el comentario de Uryaith, la niña respondió con una expresión de asombro y confusión. Por qué le decía eso? Ella solía hablar rápido, pero por lo general se hacía entender… era raro.

- Yo no he dicho eso – dijo confundida - no se trata que sean interesantes, se trata que son algo paranoicos, porque por ejemplo, a mi me parece mas llamativo el espectáculo que están dando acá que algunos de mi casa – no lograba comprender por qué Uryaith había interpretado así sus palabras .

Por fortuna, el tema se centró del todo en el asunto de la carpa misteriosa y pronto Dulfary le siguió el juego, acompañando lo que él decía con una sonrisa amplia y de complicidad.

- y da la casualidad que yo quiero ir, por allá y que por fortuna tu vigilaras que no haga nada ilegal – su amplia sonrisa se alejaba de Uryaith a medida que se movía hacía la tienda, primero con una zancada larga hacia atrás en diagonal y luego caminando de espaldas a la espera que la siguiera, dando un paso cada vez que él avanzaba hacia ella hasta que la tienda le rozó la espalda.

- Meterse a un sitio sin permiso no es ilegal, cierto? - Lo miró con duda, pero sin dejar de sonreír con picardía. Sí el joven recluta estaba seguro de querer entrar, no sería ella quien los privara de saciar su curiosidad. Sin mas dilación el dorso de su mano se coló por la lona de la tienda, abriéndole paso e ingresó.

- Ah. Ahora lo entiendo.
Vaya. Ya había llegado a pensar que toda la gente de las tierras de las que venía Arale eran mágicas. Eso era absurdo, claro.

En cualquier caso, no tuve demasiado tiempo para pensar. Arale se estaba dedicando a seguir con el plan que se me había ocurrido (lo cual era magnífico). A cada paso que ella daba, yo daba otro, mirando hacia los lados por si alguien nos vigilara. Era extraño. Me sentía como si hiciera algo ilegal, pero, hasta donde yo sabía, todo lo que estábamos haciendo era legal.

Aunque no esperó mi contestación para entrar en la tienda, contesté con una sonrisa y un guiño de todas maneras a su pregunta.
- No si la puerta está abierta.
Creo que estoy en lo cierto cuando digo que la curiosidad nos asaltaba a los dos. Teníamos mucho interés por saber qué habría en aquella tienda que llamaba la atención por su... falta de llamar la atención precisamente.

Dentro de la carpa, había un paisaje completo. Era como ver a través de un portal hacía un espacio totalmente diferente a la plaza. El paisaje no estaba encerrado entre las lonas de la carpa si no que se abría extenso y casi infinito hacia el horizonte... en todas las direcciones, a excepción de su espalda.

- Qué rayos? - preguntó no solo en voz alta, sino extrañada. Dudó por un momento dar un paso hacia el frente, necesitaría del apoyo de Uryaith si esperaba hacerlo.

Era impresionante la basta planicie que culminaba en ásperas montañas, con a penas vegetación. El camino que serpenteaba no paría llevar a ninguna parte y lo más curioso, venir de ninguna parte. El calor era palpable, sofocante aun desde la entrada de la carpa y como era de esperarse, no había ni un alma en todo ese "desierto"



La duda era ahora, entrar y perderse, sin saber si la puerta aun estaría ahí cuando volvieran la cabeza, o dejar las cosas así y buscar al "propietario" de tan peculiar carpa.

Claro que la mente sagaz e imaginativa de Dulfary arrojó una segunda inquietud: estaría su nuevo amigo viendo lo mismo que ella? O se trataría solo de una ilusión para dos?