Nueva vida al atardecer [Zweich]

El crepúsculo escarlata teñia el Mar de Jaspia. Tan solo el ronrroneo del oleaje marino se escuchaba en la playa. El agua salada lamía los pies de la joven que permanecía inconsciente sin mover ni un sólo músculo. Parecía estar muerta puesto que su pecho no se movía con el característico vaivén de la respiración. Y practicamente, así era.  Unas branquias en ambos laterales del cuello de la joven se movían suavemente en busca del agua que apenas rozaba su piel.

El cuerpo de Nimué se estremeció a causa de la creciente asfixia. Aquello que le había salvado de fenecer ahogada hacía tan solo unos momentos, ahora amenazaba con terminar con su vida. Los ojos de la chica se abrieron de golpe y tosió con fuerza tratando de sacar el agua de sus pulmones que volvían a funcionar. Las branquias desaparecieron con la misma facilidad con la que fueron creadas por ella misma.

Tardó unos segundos en comprender todo lo que había pasado.

Los recuerdos de su huída, dejando atrás que la que había sido su madre adoptiva durante toda su vida, se agolparon en su cabeza. La soledad la asaltó haciedola estremecerse con brusco escalofrío. Nunca había estado realmente sola y ahora lo estaba en mitad de un lugar desconocido.

Un nuevo temor arraigó en la joven. Nunca había salido de la tranquilidad de su islote. No conocía a nadie fuera de lo que hasta entonces había sido su pequeño mundo. Ahora, todas las personas que conocía estaban muertas. Sin siquiera desearlo, dos amargas lágrimas resbalaron por sus mejillas y se perdieron en su cabello enredado.

La joven sentía el cuerpo pesado por el cansancio y el azote de la tormenta que la había traído a la costa. Apenas podía moverse pero otra oscura idea anidó entre sus pensamientos. Estaba sola en una playa desconocida. Nunca había estado en un peligro samejante.

Aterrada, se forzó a abrir los ojos para contemplar el tibio cielo del ocaso.

Las instrucciones que había recibido habían sido meridianamente claras. Debía viajar hasta Shamataw y aguardar en una cala concreta de la isla.

Las órdenes venían de muy arriba, de lo más arriba que podrían venir. Por tanto, no eran cuestionables. El Destino tomaba en ocasiones senderos tortuosos e inescrutables. Tan sólo la Dama de Los Espejos, estaba capacitada para ello y Zweich, aún tenía su juramento por cumplir.

Durante años, había sido entrenado por los Brujos, y aguardaba el momento en el que tendría que saldar parte de su deuda. La Dama en persona, había intercedido en aquella misión y para los Brujos, su palabra es ley.

Al arribar, ni un alma, como era de esperar. Iba a ser una larga espera. Zweich se concentró en la barcaza que había "atrapado" y procedió a devolverla a su lugar de origen. Un halo anaranjado cubrió la pequeña embarcación, y lentamente se fue disolviendo en el aire, retornando al plano de existencia del que había sido "atrapado".

Ahora, solo restaba buscar un lugar a la sombra, y esperar...

Habían transcurrido horas desde que había llegado a aquella playa desierta, cuando comenzaron a llegar a la orilla restos de naufragio. Eso, puso al anfibio en marcha.

De forma metódica, avanzó entre los restos, buscando algún superviviente, como le habían ordenado. Finalmente, pudo divisar un cuerpo. Permanecía totalmente inmóvil y se podría pensar que la desdichada había fenecido, si no fuera por el rítmico movimiento de su pecho, esforzándose por mantenerse con vida.

La chica, parecía humana, aunque había bastantes rasgos inusuales en ella. Feericos. Era muy joven, quizás demasiado. No obstante, Zweich no iba a poner en tela de juicio las órdenes de la Dama. Los Brujos, habían intercedido por él mismo a una edad muy temprana y gracias a ello, seguía con vida.

El Brujo, se concentró un instante. No había duda de que la joven no era humana. En su garganta, había agallas. ¿Se trataría de una sirénida?

Zweich, visualizó con determinación y estirando la mano, "atrapó" una cantimplora con fresca agua en su interior. Comenzó a abrir el recipiente, cuando los ojos de la chica se abrieron de imprevisto.

Entre los Grippli, era tradición llamar a los jóvenes, renacuajos; pero había aprendido por las malas, que ese término no era especialmente apropiado con otras razas. Si se trataba de alguna clase de sirena. usar esa nomenclatura, podría ser inapropiada.

"¿Estas bien cachorrito?" - preguntó el Brujo, guiado por los senderos del Sino.

Una única y sencilla pregunta había sacado a la joven de su sueño. Al escuchar la voz, Nimué se sobresaltó esperando encontrar una bestia terrible frente a ella o una nueva banda de piratas acechando en la penumbra del crepúsculo.

Movida por el instinto de supervivencia, la cambiaformas saltó a un lado lo más rápido que pudo evitando el contacto con el ser que tenía frente a ella. A pesar de que se había prometido ocultar su naturaleza frente a los humanos del archipiélago, sus manos se habían transformado en unas garras felidas para defenderse de cualquiera atacante. Agazapada a la orilla del mar, bajó la vista hacia su interlocutor.

A primera vista, parecía una rana con armadura de cuero. Sin embargo, tenía manos prénsiles y la capacidad de hablar. Era la primera vez en su vida que había visto una criatura como aquella. De hecho, Mada nunca le había comentado nada sobre la existencia de aquellos seres.

Fue entonces cuando su mente se reparó en la pregunta del grippli. La  había llamado como solía hacerlo su madre. Tal vez fuera un trato común pero a la joven no le parecía probable. La curiosidad innata de Nimué junto con la extraña sensación que le habían provocado aquellas palabras hicieron que la joven diera un par de tímidos pasos al frente.

- ¿Qué... quién eres? ¿Dónde estoy? - preguntó con la voz aún rasposa debido a su garganta seca y sin molestarse en ocultar sus garras.

Dio otro par de pasos cautelosos a cuatro patas hacia la "rana" aunque con un gesto bastante más relajado aunque conservando la posición defensiva. Las preguntas se agolpaban en su mente pero no quería asustar a la pequeña criatura que la había despertado.

La criatura había saltado como un resorte. Saltó a un lado, haciendo gala de una agilidad felina; sus manos se habían transformado en lo que parecían las garras de un tigre... Agallas, garras... Las habilidades de la joven, sorprendían a Zweich. Estaba habituado a luchar contra monstruos y criaturas, pero eran raros los casos en los que uno se topaba con un cambiaformas.

Sentía la mirada escrutadora de la joven, tratando de captar el más mínimo ápice de información. Me movía tranquilo, con perfil bajo y actitud pacífica. Había sido enviado a buscar y a proteger a aquella joven, tenía que tratar de no ahuyentarla.

- ¿Qué... quién eres? ¿Dónde estoy? - preguntó con la "cachorra" con la voz aún rasposa y sin molestarse en ocultar sus garras.

- Me llamo Zweich. Tranquila, no voy a hacerte daño alguno - dije con tono sosegado y tranquilo, mientras la chica daba otro par de pasos cautelosos a cuatro patas.

Muy lentamente, tendí la cantimplora hacia la feral joven.

Agua fresca... Tienes pinta de estar sedienta... - aguardé la reacción tratando de no alterarla.

La chica miró con curiosidad y algo de desconfianza al ser que la había despertado. No parecía en absoluto peligroso pero incluso ella misma tampoco lo parecería al primer vistazo. Sin apartar la mirada del arma que colgaba de la cintura de la rana se acercó tímidamente. Para ella era poco más que una daga pero la criatura podría usarla a modo de espada.

Zweich trató de tranquilizar a la joven con un tono de voz amable y calmado pero tras la experiencia que había tenido con los primeros humanos que había encontrado en su recién iniciado periplo, Nimué no se permitía confiar en él.

Al ver como buscaba en su bolsa, la joven dio un paso atrás. Miró sedienta la cantimplora que había sacado y contempló con impaciencia el recipiente. Le miró con los ojos muy abiertos cuando se la ofreció amablemente.

La sed era más poderosa y acuciante que el recelo en aquel instante. Con un gesto rápido, Nimué agarró el agua que le tendía y bebió con avidez. Era pequeña para ella y le resultó insuficiente para saciar su necesidad pero se recordó que beber demasiado tras tanto tiempo podría hacerle daño.

De nuevo miró a los ojos del grippli y esbozó una tímida sonrisa.

- Gracias. - logró articular tímidamente.

La chica se acercó un par de pasos aún guardando las distancias con el ser pero dando a entender que aceptaba su compañía. Las garras que conformaban sus manos en esos instantes desaparecieron para dejar unos dedos finos y suaves.

- ¿Dónde estamos? - volvió a preguntar haciendo un gesto a la playa en la que se encontraban.

El anuro, ensanchó su ya de por si descomunal boca, esbozando una sonrisa. Sus ojos se entrecerraron levemente, tan solo un instante y un carraspeó suavemente.

Desde un hermoso paraje,
en las tierras de Celesse,
ha venido un Calderero
para ayudar en tu viaje.

Fundado por pescadores
que supieron encontrar
el sustento en estas tierras,
pronto, adornaron con olivos
sus valles y sus laderas,
cuidando los encinares,
que reinan en las dehesas,
y criando sus ganados
para llenar las despensas,
ayudados por las huertas
que plantaban en las vegas.
No hubo grandes Caballeros,
ni palacios, ni Duquesas,
que fueron los trabajadores
con el sudor de sus frentes
los que dieron Señorío
y encararon al mar bravío.

Shamataw, la llaman
los habitantes del lugar
que en sus faenas y haceres
atareados están.


El pequeño batracio, hizo una profunda y rimbombante reverencia, aguardando la reacción de su público, compuesto exclusivamente por un único espectador. La mano diestra del Brujo, refulgió con un suave brillo anaranjado, sus ojos parecían estar mirando al infinito. Su mano atravesó el aire, como si tuviera la consistencia de una pared de gelatina. La realidad misma se deformaba generando suaves ondas en el aire. Cuando su mano volvió a aparecer, venía aferrando un humeante y suculento chuletón de ternera acabado de cocinar.

¿Tienes hambre? ¿Cachorrita? - inquirió el Calderero.

La muchacha escuchó atónita la cancioncilla del anfibio. Cuando terminó, miró con los ojos como platos a Zwein realizar una elaborada reverencia. Se hizo un instante de silencio mientras que la rana aguardaba la respuesta de la chica.

Un segundo más tarde, Nimué rompió en vítores y risas. Nunca había escuchado más canción que las que tarareaba su madre adoptiva mientras realizaba sus quehaceres.

Como colofón a la sorpresa de la joven, el batracio alzó la mano que aparentó desaparecer en el aire. A continuación reapareció portando un enorme filete que parecía estar recién hecho.

Con una amplia sonrisa, la chica agarró el manjar que le tendía y desgarró un buen bocado con sus enormes colmillos. Se estremeció por un momento por el delicioso sabor de la carne especiada. Hacía mucho tiempo que no degustaba nada parecido.

- Gracias otra vez. Me llamo Nimué. - dijo con la boca aún llena. Tragó pracicamente sin masticar haciendo un esfuerzo por no atragantarse. Se limpió una de las manos en el agua salobre y se la tendió a su interlocutor. - ¿Cómo has hecho eso? Ha sido increible.

La joven rompió en vítores y risas. Había conseguido romper su desconfianza inicial con aquella charada. Su asombro fue aún más in crescendo cuando obtuve algo de comer de manera "poco elegante".

Imaginé por un instante a alguien en otra dimensión, que acaba de preparar aquel suculento filete. Con gesto reverencial y la boca haciéndose agua, habría recordado que le faltaba pan, salsa o cualquier otro aderezo.. quizás incluso... un utensilio humano para trincharlo... Se levanta con parsimonia, casi con pereza, apenado por separarse de tan rico manjar. Y... al volver... aquella delicatessen había desaparecido...

Sonreí divertido, sabedor de que mis "trastadas", no eran más que préstamos temporales... la realidad y el multiverso siempre terminaban por dejar las cosas que "atrapaba" en su lugar correspondiente...

La joven comía con ansia, eso era buena señal.

- Gracias otra vez. Me llamo Nimué. - dijo con la boca aún llena. Tragó a duras penas, tratando de no atragantarse y la tendió la mano - ¿Cómo has hecho eso? Ha sido increible.

Tu habilidad para alterar la fisionomía, tampoco es nada desdeñable. Somos seres únicos, cachorrita. - comento el Grippli, mientras tras estrechar el dedo índice de la chica con toda su mano y sacudirlo arriba y abajo.

Tienes que descansar y recobrar fuerzas. ¿Estás dolorida? ¿Alguna contusión, corte, mareos? - el "curandero" se movió alrededor de la chica, observándola con detenimiento y ojo clínico.

Zweich no solía tratar a "humanos". Normalmente aceptaba negociar con sus cacharros y baratijas... pero cuando llegaba la hora de ingerir algo fabricado por un "sapo", las risas se desvanecían por completo. El Grippli era un Brujo consumado y un hábil cazador de criaturas, pese a su inofensivo aspecto, siempre guardaba un buen par de trucos bajo la manga.

Durante el apretón de "manos", Nimué se esforzó por mantener algo de seriedad al comprobar más de cerca el escaso tamaño de su acompañante. Incluso para ella que era relativamente pequeña entre los humanos, la rana tenía poca estatura.

Sin embargo, estaba claro que su mente y sus sentidos eran bastante afilados, casi tanto como su lengua. La joven se sonrojó con el comentario sobre sus cualidades. Mada le había advertido que debía pasar inadvertida entre los humanos o acabaría metida en problemas. Tal vez enjaulada, o incluso, atrapada como esclava. Ninguna de esas opciones era demasiado agradable.

La siguiente pregunta del grippli hizo que casi se desplomara. Ahora que se había relajado notablemente, la adrenalina que la mantenía en guardia se diluía a gran velocidad. En ese momento se dio cuenta de que le dolía todo el cuerpo y el golpe que la había dejado inconsciente le palpitaba en la nuca.

- Pues, lo que me dejó inconsciente fue un golpe en la cabeza... y, la verdad es que me duele todo. - aquella frase se quedaba corta respecto a lo que la chica sentía. Sin embargo, trató de no mostrar debilidad ante el recién llegado - La verdad es que la tormenta fue bastante más fuerte de lo que esperaba...

Sin demasiada ceremonia, la chica se sentó despatarrada junto a la rana y suspuró ruidosamente mientras contemplaba el atardecer con una mirada triste, recordando todo lo que había perdido en tan solo un par de días.

- Pues, lo que me dejó inconsciente fue un golpe en la cabeza... y, la verdad es que me duele todo. - respondió la chica que trataba de aparentar rudeza.

- La verdad es que la tormenta fue bastante más fuerte de lo que esperaba...

La chica se sentó despatarrada junto a la rana y suspiró ruidosamente. Incluso sentada, era más alta que el Grippli. Éste, tomó una de los pequeños viales que colgaban de su cinto. De nuevo, el anuro tuvo que recurrir a sus dones para atrapar un objeto de otra dimensión. Una gasa de pulcro lino blanco apareció en su mano. Para el tamaño de Nimué, no era más que un trapo grande; para el Grippli, era del tamaño de una sábana.

- El golpe que te diste en la cabeza, tiene mala pinta. Ponte esto sobre la herida y presiona suave. En unos segundos estarás mejor. Es un potente coagulante y desinfectante. Ayudará a que cicatrice mejor

El grippli, vertió el contenido del vial sobre la sábana y se la tendió a Nimué.

- ¿Crees en el Destino?, Cachorrita... Pues él, si cree en ti...

La muchacha miró con algo de desconcierto el vial con el que había humedecido el trapo que acababa de aparecer. Apenas contenía un par de gotas de un líquido de extraño olor. Dudó por un instante antes de tomar el paño. Si hubiera querido envenenarla, lo hubiera hecho con la comida.

En cuanto se colocó el apósito sobre la herida, notó un ligero escozor. En cuestión de segundos, el dolor parecía remitir notablemente. De nuevo dirigió una sonrisa hacia el Zweich pero este mantenía un semblante más afectado por primera vez desde que le había encontrado.

Sus palabras dejaron boquiabierta a Nimué.

- El... ¿destino? - preguntóla joven algo extrañada. Conocía el significado de aquella palabra pero nunca se había detenido a pensar en su existencia. - ¿Qué quieres decir?

Sin darse cuenta, la chica se había puesto de rodillas y miraba a su acompañante al rostro a escasos centímetros con los ojos como platos. Aquella afirmación era más que intrigante.

- El... ¿destino? - preguntó la joven algo extrañada. - ¿Qué quieres decir?

Se había puesto a mi altura, de rodillas y sus ojos miraban fijamente los míos. Había conseguido captar más que totalmente su atención, justo lo que pretendía.

-Te has dado un buen golpe en la sesera, así que intentaré explicártelo muy sencillo... Croak... -  respiré hondo y traté de tranquilizarme, buscando la forma más sencilla de hacer las rimas.

Todo ser tiene un sino
aunque variable es su camino
y ese poder es el que domino.

Hay seres zaínos
que buscan romper el Destino
Profanadores, los denomino
Seres del Caos, asesinos...

Soy un Guardián de Platino,
protector de marinos y campesinos
de tu muerte, se me aprevino
truncado he, tu lecho corvino.

Pero mi obra aún no culmino
ayudar al débil y protegerte compagino
Ahora eres mi ahijada y yo, tu padrino

Aguardé un instante, dejando digerir a la joven las palabras que acababa de narrarle. Comprendía que aquello era un trago complicado. Yo mismo había pasado por él. Coloqué mi mano sobre su hombro, para tratar de confortarla un poco. Larga era la senda que nos aguardaba...

- Intenta ponerte en pie y dime si aún te mareas... Debemos ponernos en marcha. Este sitio no es seguro...- apremié a la joven. Ya descansaría en otro lugar más tranquilo y alejado de posibles bandidos.

De nuevo, la rana respondió a la pregunta de la joven con una corta cancioncilla. Posiblemente, la habría inventado sobre la marcha pero era suficiente como para impresionar a Nimué. O lo hubiera sido de no ser porque en aquel momento, la mente de la chica estaba plagada de dudas.

Tras el discurso del grippli, el silencio se alzó entre ambos. No hubo aplausos ni risas. Sólo un incómodo silencio en el que la joven trataba de ordenar sus pensamientos. El Brujo fue el que volvió a romperlo.

Nimué asintió y obligó a sus piernas a levantarse de nuevo. Miró desde arriba a su interlocutor a la espera de que la guiara hacia un lugar seguro. Sin embargo, un velo de desconfianza había cubierto la relación entre ellos.

Él parecía saber muchas más cosas de las que había compartido con ella. Tal vez fuera sólo un juego para mantener su posición de superioridad frente a ella. O podía ser que escondiera algo... Sin embargo, la sorpresa cuando ella usó sus habilidades había parecido genuina. Necesitaba tiempo para pensar.

- ¿Sabías que moriría en esta playa? - preguntó la Cambiaformas resuelta - ¿Qué más sabes del futuro? ¿Y de mi destino?

Mientras hablaba comenzó a caminar a la dirección que su guía indicaba.

- ¿Sabías que moriría en esta playa? - preguntó la joven - ¿Qué más sabes del futuro? ¿Y de mi destino?

Los pasos de ambos les sacaron de la playa y les internaron en un palmeral donde aguardaba un carro cargado con ollas, cazuelas, diversos artículos de cobre y cachibaches procedentes de todos los rincones del Mar de Jaspia.

Si, sabía que si no recibías ayuda, morirías en esa playa, de manera cruenta -dijo el Grippli con sinceridad. Los senderos del Destino son complicados y a veces caprichosos, siempre mutables. Los profanadores se empeñan en dificultad mi labor y destruir el equilibrio cósmico de los Universos. Cuando tenga algo relevante que decirte sobre tu Sino, lo sabrás. De momentio, tan sólo debes saber, que eres importante para el devenir de muchos - explicó el Brujo con tranquilidad y paciencia, sabedor de lo intrincado de las revelaciones que hacía a la joven.

La férrea y tajante afirmación del grippli dejó sin aliento durante un instante a la joven. Parecía totalmente convencido de su conocimiento sobre los hechos futuros y el devenir de los acontecimientos.

La escasa edad y experiencia de Nimué hacía que fuera lo suficientemente crédula y confiada como para que aquellos datos tuvieran una solidez notable.

Sus últimas palabras fueron aún más preocupantes. Muchas personas dependían de ella. La única persona que había confiado en ella, había acabado muerta. Un deje de preocupación y tristeza se reflejó en la cara de la chica. Aún así, demasiadas incógnitas habían quedado abiertas.

- ¿Cómo sabías que iba a morir aquí? - preguntó vehemente - ¿Quiénes son los Profanadores? ¿Y los Guardianes de Platino? ¿Quién me necesita?

Las preguntas se atoraban en la gargante de Nimué pero trató de acallar el resto para que su acompañante tuviera la ocasión de responder.

Mientras esperaba la respuesta de la rana, la Cambiaformas miró a ambos lados buscando cualquier intruso en aquella playa, cualquier peligro. Parecía que aquellos "Profanadores" no le deseaban bien alguno y tras el encuentro con los piratas, prefería ser precabida.

Casi sin darse cuenta, su olfato se había desarrollado hasta alcanzar el de un sabueso. Respiró una profunda bocanada de aire. Nada. Parecían estar solos. O si alguien más estaba allí, sabía esconderse de una forma brutal.

- ¿Cómo sabías que iba a morir aquí? - preguntó vehemente - ¿Quiénes son los Profanadores? ¿Y los Guardianes de Platino? ¿Quién me necesita?

Las preguntas se atoraban en la garganta de la joven cambiaformas, y las lanzaba trastabillando y de de forma desordenada.

El Grippli alzó su mano lentamente para indicarle que parara.

Tres son las Máximas que un Guardián de Platino debe interiorizar y hacer suyas antes de poder comenzar su camino - comenzó a recitar el Brujo.

La información lo es todo

De lo que sabemos o no, depende nuestra existencia. Si se que un hecho contradice el Sino, es mi Responsabilidad impedir que ese hecho suceda. Alterar lo conocido, tiene graves consecuencias.

Respeta a tus mayores, ellos saben más que tú

Mostrarás a tus mayores cortesía y dejarás de lado, cualquier cosa que estés haciendo, si ellos te lo piden. Sólo les hablaré cuando ellos me hablen, con los modales de un hijo bien educado.

Mide dos veces, corta una

La Disciplina es la Sangre de los Guardianes de Platino. Sabré cuando y dónde estoy y hacia dónde me dirijo. Recordaré de forma diligente dónde he estado. - los ojos del Grippli miraron fijamente los de la chica.

En virtud de la primera máxima, tu existencia, depende de lo que sabes. Si te diera, más información de la necesaria, estaría poniendo en riesgo tu propia existencia y haciendo peligrar mi misión - el Grippli suspiró profundamente ante la expresión atónita de la "cachorrita".

Con un movimiento refulgente de su mano, el Grippli desgarró el tejido de la realidad frente a la joven, que pudo presenciar como una copia casi exacta del Guardián de Platino surgía a través de la grieta.

Informa al resto. La cachorrita está a salvo. Ya no es necesario que detengáis más a los piratas - la copia quasiperfecta del Brujo, corrió en dirección a la playa como alma que lleva el Diablo. Había recibido una orden de su Mayor y debía ser cumplida.

El grippli comenzó a relatar las normas de su organización. Claramente, se había visto a memorizarlas pormenorizadamente y su cumplimiento parecía de extrema obligación.

Antes de que la chica pudiera replicar por la absoluta desinformación, se acogió a la primera de sus normas y se cerró en banda para evitar responder a sus preguntas. Aquello era tremendamente sospechoso pero podría haberse inventado una historia mucho más plausible si estuviera intentando engañarla.

Nimué trataba de mantener la compostura cuando su interlocutor volvió ha hacer gala de sus insólitas habilidades. En esta ocasión y para sorpresa de la joven, sacó una copia de sí mismo. Tan solo unos nimios detalles distaban entre el "verdadero" y la "copia".

Mientras la segunda rana se marchaba en otra dirección a toda velocidad, la joven abrió la boca para tratar de aclarar lo que había ocurrido. Sin demasiadas ideas sobre lo que preguntar, volvió a cerrarla.

- Bueno, pequeño Caballero... - comenzó a decir cuando una racha de viento de diferente dirección agitó los cabellos de la chica. Un sutíl aroma destacó sobre el olor a sal y flores que traía el aire. La joven bajó la cabeza y continuó en voz muy baja - No estamos solos en la playa.

Miró alternativamente pero con disimulo a ambos extremos de la costa. No alcanzaba a ver a nadie. La espesura de la selva estaba a escasos metros. Alguien podría estar escondido entre los matorrales, espiando aquella conversación.

- Bueno, pequeño Caballero... - comenzó a decir la metamorfa. Súbitamente su dialogo quedó interrumpido por lo que parecía un mohín con la nariz. La joven bajó la cabeza y continuó en voz muy baja - No estamos solos en la playa.

Sabía que había un buen número de piratas, lo que desconocía era el interés que podrían tener en aquella criatura que me habían ordenado proteger. Ya habría tiempo de descubrirlo más adelante. Ahora, había asuntos mas acuciantes.

Tenemos que poner tierra de por medio. Son muchos y no puedo entretenerlos a todos. He llamado a media docena de Egos, pero aún así sólo he conseguido ganar tiempo. Sígueme. - dijo el grippli en voz baja, con severo gesto de preocupación.

La criatura, se apoyó sobre sus cuartos traseros, agazapándose y reduciendo aún más su altura. Entonces, impulsándose con sus ancas traseras, comenzó a "correr". Avanzaba a grandes y rápidos brincos. Para su pequeño tamaño, se movía casi igual de rápido que un cuadrúpedo de mayor tamaño.

El destino estaba claro en la mente del Guardián de Platino. El manglar. Era su hábitat natural y allí tendría ventaja táctica y logística.

La reacción del grippli fue casi instantánea. La chica agudizó al máximo sus sentidos tratando de localizar más concretamente a los inesperados perseguidores. Por el ruido de sus pisadas, deberían ser al menos una docena. Nimué inspiró profundamente preparandome para la carrera cuando reconoció el penetrante olor de la turba que les acechaba.

Eran ellos. Los piratas que la habían capturado.

Posiblemente, el hecho de que hubiera agujereado el casco de su barco en mitad de una severa tormenta había sido agravio suficiente como para perseguirla hasta los confines del archipiélago. Al conocer las corriente marinas mucho mejor que la cambiaformas, habrían localizado casi con seguridad el rumbo que había tomado.

Chasqueó la lengua, abochornada por su propia inocencia y se giró para seguir los pasos de su protector. Para el escaso tamaño de la rana, alcanzaba una velocidad más que interesante. Parecía que Zweich había llamado a refuerzos pero no podría contener a todos los piratas en la playa durante demasiado tiempo.

La fisionomía de la chica cambió para adecuarse en mayor medida a la carrera cuadrípeda y unas afilidas garras se materializaron tanto en pies como en manos. Asintió un instante hacia el grippli y comenzó a seguile por la selva.

Corrieron como alma que llevaba el diablo durante minutos que parecieron horas. El aire quemaba los pulmones en el pecho de Nimué pero no lograban distanciarse de ellos lo suficiente.

Las especies arbóreas comenzaban a cambiar palatinamente. Las fosas nasales de la chica fueron inundadas por el olor a lodo. Se acercaban al fin a los maglares.

Existe una buena razón para la proliferación de piratas en Mar de Jaspia. El archipiélago está lleno de islas pequeñas que se encuentran cerca de grandes puertos, pero fuera de las leyes de cada Ducado por la Guerra. La privacidad, hace de estos lugares, sitios ideales en los que poder esconderse; pero a la vez los hace vulnerables. Tus enemigos pueden esconderse de ti, pero tu también puedes esconderte con facilidad de ellos.

El manglar era el punto de escape perfecto, pero no iba a ser un lecho de rosas. Los piratas había desplegado un número considerable de efectivos, y por algún extraño motivo, parecían especialmente motivados en dar captura a mi ahijada.

¿Qué diantres les habría hecho para que un grupo de sanguinarios piratas estuviera de tan mal humor?... Seguro que algo divertido.

Un zumbido me sacó de mis divagaciones. El proyectil de ballesta surgió de entre la maleza, y pasó sobre mi cabeza. Si hubiera sido de tamaño humano, aquel virote ahora estaría alojado entre mis tripas. No había duda, estaban realmente cabreados. Otro virote siguió al primero, alcanzándome sesgado en el pecho. La armadura de cuero, me había salvado la vida, una vez mas...

Avanzamos sin demora, gracias a las habilidades de cambiaformas de mi joven pupila y de mi adecuación al medio. Los piratas nos seguían de cerca.

Los manglares son bosques pantanosos que viven donde se mezcla el agua dulce del río con la salada del mar. Debido a su ubicación costera siempre están en contacto con cuerpos de agua de origen marino, o en combinación con el agua que llega a través de escorrentías o por la desembocadura de los ríos. Esta agrupación de árboles posee adaptaciones que les permite sobrevivir en terrenos anegados con intrusiones de agua salobre o salada. Entre las adaptaciones se encuentran, la tolerancia a altos niveles de salinidad, raíces aéreas en forma de zancos, que les permite anclarse en suelos inestables, semillas flotantes para mayor dispersión y estructuras especializadas que propician el intercambio de gases en el suelo anaeróbico del manglar.

A cada paso el nivel del agua estancada incrementaba, alcanzando ya mi cintura. Me zambullí de cabeza en el agua salobre para avanzar a grandes brazadas. Me mantenía atento, a la joven pupila.

Los piratas estaban cerca; peligrosamente cerca. No conseguíamos dejarlos atrás, teníamos que plantarles cara. Pero no estaba tan loco como para enfrentarme a un grupo de sanguinarios carniceros, sin tener un par de buenos trucos sobre la manga.

Tomé de mi cinturón una pequeña bolsa de cuero, una pequeña joya de mi propia invención. Como alquimista prolífico, mi estilo de combate era catalogado a veces de "peculiar". No poseía fuerza bruta, ni tampoco una destreza especial con el manejo de la espada; sin embargo, nunca había perdido un encargo y eso se debía a una cosa... mis trucos.

La sustancia ambarina era espesa y viscosa. Había descubierto aquella sustancia casi por casualidad y me había ayudado en multitud de ocasiones.

Lancé la bolsa con todas mis fuerzas contra uno de los troncos cercanos. La pequeña bolsa, estaba llena de pegamento alquímico. Estalló contra la corteza salpicando alrededor, dejando hebras en el aire, que se aferraron a los árboles y ramas cercanos; casi como una ajada telaraña, que se tornaba dura y resistente como el acero, al contacto con el aire.