Alma Swann

*NOTA: pondré los temas englobados dentro de distintos grupos, que corresponden al capítulo del Diario que los resume, y al que podréis acceder pinchando en el número correspondiente a mismo. Además, los temas en los que entré por casualidad a mitad de tema, están direccionados justamente al post con el que entré.

- Mi ficha de personaje

1- "El comienzo de todo".

2- "Encuentros y desencuentros":
- Dos entes y un objetivo (tema de historias de Cascadas)

3 - "Sin rumbo":
- ¿Mamá?
- Junto al mar de nuevo
- Viejas historias, lugares nuevos

4- "Búsqueda":
- Fallo de cálculo
- El Vals de los Enmascarados
- La búsqueda de un sueño.

5- "Última esperanza":
- Ecos del pasado
..............*Nota: En este tema las respuestas de Alma están posteadas desde la cuenta de Lisandot debido a la trama.


Estos son temas en los que Alma entró pero que se quedaron a medias. Estos temas en concreto, no se engloban dentro de ningún capítulo del diaro, puesto que al no estar cncluidos, lo que ocurre en ellos es irrelevante pra la historia de Alma.

- Una segunda oportunidad

Todas las historias tienen un principio y un final. Curiosamente, la mía empieza con un final.

Mi nombre es Alma Swann y si hay algo que pueda resaltar de mí es el hecho de que estoy muerta, o al menos eso creo. Un día me desperté y nadie podía verme. Me costó comprender qué estaba pasando, pero al final me miré a mí misma y me di cuenta de que mi cuerpo era translúcido y que no pisaba el suelo: flotaba sobre él.
Aquello era inesperado pero una vez me hice a la idea me sentí más viva que nunca. Curioso ¿no es cierto? Cualquier persona pensaría que esa afirmación es una locura. Pero para alguien que haya vivido 18 años en un estado de profunda apatía con respecto al mundo que le rodea entenderá mi postura.

Así es, mi vida fue bastante extraña. A pesar de ser una persona abierta y de gustarme tanto relacionarme con otras personas, me sentía incomprendida y dada de lado por mis compañeros, como si siempre estuviese fuera de lugar. Ahora sé que parte de culpa la tuve yo, pero ya no puedo hacer nada por cambiar lo que hice. Lo único que me resultaba atractivo era perderme en las olas del mar, dejarme llevar por la brisa cuando mecía las copas de los árboles, o dejarme llevar por una suave melodía. Las tormentas me encantaban, los libros me fascinaban. Podía quedarme absorta con cualquier cosa de ese estilo y olvidarme de comer, de dónde estaba o de lo que tenía que hacer. Y aquello me ayudaba a sobrellevar mi vida, aunque seguia sin pensar que aquello fuese una verdadera vida.
Me dedicaba a observar a la gente, su rutina, sus risas, sus penas y sus enfados. Sentía como si eso fuese lo único que podía hacer, y junto con la contemplación y la lectura, era lo único que llenaba un poco el vacío que sentía. Cada vez me relacionaba menos con la gente, porque cada pelea, cada decepción y cada pena me hacían sumirme más en mi mundo y olvidarme de la realidad.

Por eso me sentí más viva que nunca cuando me supe muerta. Experimenté una sensación extraña, ya que no percibía el mundo como lo había hecho siempre. No necesitaba mirar a un sitio o que hubiese luz, para saber lo que allí había. Pero al mismo tiempo lo experimentaba todo con mucho más detalle: podía sentir cómo el viento soplaba entre las hojas en lugar de sólo verlo; podía distinguir los colores en el canto de los pájaros o experimentar la tranquilidad absoluta del mar en calma. Aquello era formar parte de todo lo que siempre me había fascinado. No tenía palabras para explicarlo, y lo mejor de todo es que no tendría que preocuparme de comer o de hacer mis tareas, podría dedicarme a experimentar estas nuevas sensaciones.

No sabía lo equivocada que estaba. Aquello llenó mi vació pr completo durante un tiempo, pero entonces descubrí que había algo que aún no estaba bien. Había un pequeño agujero en aquella maravilla que había llenado mi corazón. Me costó descubrir lo que era, pero al final lo hice: ¿de qué me servía sentir todo aquello, tener todo eso, si no podía compartirlo con nadie?

Busqué desesperada una manera de ponerme en contacto con la familia que me había olvidado, con el pueblo que no me necesitaba porque yo no quise formar parte de él. Pero nadie podía verme, nadie podía escucharme y aquello abrió un vacío aún más grande que el que tenía antes de ser un fantasma.

Así que me marché. Me fui lejos, a buscar alguien que pudiese verme, alguien con quien poder compartir lo que tenía. Viajé por multitud de lugares y descubrí que había un puñado de gente que podía verme, aunque la mayoría me ignoraban. Al parecer los fantasmas no son grata compañía para los vivos.
En esa época descubrí muchas cosas: pude observar ángeles y demonios, criaturas de todo tipo, algunas invisibles a la mayoría de seres vivos... Y a pesar de todo me sentía inútil. Ví atrocidades e injusticias sin poder hacer nada por evitarlas, fui testigo de maravillas ocultas que no podía compartir.

Aquello que me había parecido el más dulce de los regalos se convirtió en la peor de las maldiciones. Pasé de sentirme más viva que nunca a pensar que aquello era peor que la muerte. Siempre había sentido que mi vida no tenía mucho sentido, pero ahora sabía que la había desperdiciado y me maldecía por ello.

Hasta que llegué al Reino de las Cascadas.

La primera vez que vi la cascada que ocultaba la entrada al Reino de las Cascadas (valga la redundancia) me pareció un lugar triste. Un lugar hermoso que perdía poco a poco todo su esplendor. Pero aún era bello, y tendría oportunidad de contemplarlo antes de que todo se volviese oscuro y marchito, así que me adentré en aquellos parajes dispuesta a explorar un lugar nuevo.

No sabía que aquel lugar no era sólo nuevo, sino también diferente. Al poco de llegar me encontré con que la gente podía verme con más frecuencia de lo normal. Es más, me atrevería a decir que demasiada gente me podía ver. Aquello era algo inusitado, y llevaba demasiado tiempo siendo ignorada por todos, así que el hecho de que hasta me pidiesen ayuda era algo demasiado extraño. En la mayoría de ocasiones me dejé llevar por las circunstancias porque no era capaz de manejarme sola.

Conocí a seres de lo más extraño, por suerte a veces podía encontrar lugares donde nadieme viera y así reflexionar y reordenar mis ideas.

Hasta que llegó él.

Fue pura casualidad la de encontrarme con aquel demonio tan extraño, tan inusual. A pesar de que el encuentro fue muy brusco, ya que yo no me controlaba suficiente (tantos años de no preocuparte de lo que haces, o piensas, acaban haciendo que te acostumbres a no prestar atención) acabé ayudándole. Y él me ayudó a mi.

Antes de que me diese cuenta aquel demonio llamado Luthys se había ganado mi plena confianza. Era la primera vez desde que era fantasma, y seguramente desde hacía algo más de tiempo, que encontraba a alguien con quien estaba tan a gusto. Y tan cómoda.
Él también confió en mi. Me habló de una mujer a la que había amado y que había muerto, me contó lo que le hicieron sus congéneres cuando se enteraron de aquella historia, me contó que le daba igual morir. Me di cuenta de que sentía una tristeza y un dolor más grandes de lo que hubiese podido imaginar, una pena que sólo era visible si aguantabas suficiente el rojo fuego que ardía en su mirada para poder ver más allá.

Aquel demonio, contrario a todas las expectativas, me conmovió, me encantó y me aceptó. Estuvimos hablando durante todo el día, compartimos muchísimas cosas. Empezó a ver la vida con otros ojos, a querer seguir adelante y me hizo olvidar el vacio que me acompañaba desde hacía tanto tiempo.

Realmente fue algo que casi calificaría de milagroso o mágico. No sólo no chocábamos a pesar de ser un demonio y una fantasma: cuando nos encontramos ambos habíamos perdido la fe en la vida, en el mundo; íbamos a donde nuestros pasos nos llevaran sin preocuparnos por nosotros mismos, porque nada importaba, ni siquiera nosotros. Y curiosamente nos apoyamos el uno en el otro. Él me recordó lo que era estar viva, me ayudó a encontrar lo que llevaba buscando desde antes de ser una fantasma: la compañía de alguien que te acepta tal cual eres y no te pide que cambies o que no seas tú mismo. Yo le reocordé a él lo que era la vida, y por qué merecía la pena seguir vivo. Aunque esto último parezca mentira, creedme cuando os digo que nadie sabe mejor que un fantasma el verdadero valor de la vida. Incluso yo, que dejé la vida "voluntariamente" sé que estaba equivocada y que hay muchas cosas por las que merece la pena vivir.

Fue un gran día, un día que guardaré en mi corazón el resto de mi no-vida. Por desgracia, y como siempre suele ocurrirme, todo se acabó desmoronando cuando apenas se había construido.

Sin darme cuenta, le hice daño. Me di cuenta de que le recordaba demasiado a su amor desaparecido, aparte de que ni siquiera era capaz de consolarlo dándole un abrazo cuando más lo necesitaba. Aquello me hizo sentir más impotente que en toda mi vida. SAber lo que necesita alguien, saber que eres la única que lo sabe y que tiene la oportunidad de ayudar y no poder hacerlo es una situación qeu no le deseo a nadie. Sólo con pensarlo la frustración crece en mi interior.

No fue un buen momento. Cuando me di cuenta de que le estaba haciendo daño sin querer me sentí muy mal. En ese momento él estaba hablando de que nuestra amistad era un error. Le di la razón. Al final el se fue y yo no le seguí....

Me arrepiento de aquello. No hay día que no desee haberle pedido que se quedara o haber ido tras él. Aún hoy no estoy segura de que hiciese lo correcto, a pesar de todos los argumentos que enarbolo en un intento de justificarme.

Ójala supiera si al menos está bien. Espero que la vida le sonría, que me haya olvidado y que continúe honrando la memoria de la mujer a la que amó disfrutando de la vida. Porque así al menos uno de los dos habrá salido ganando.

Desde aquel día, no soy la misma fantasma. Hay algo que todos los días, a todas horas se me clava en el corazón. Me siento perdida, y el dolor, la inseguiridad, la pena, la frustración, se agolpan en cada parte de mi ser queriendo salir. Y no puedo dejarlos salir. No puedo gritar, ni llorar, ni nada. Estoy sola, y ahora esa soledad me golpea más ferte que nunca.

Llevo tiempo huyendo, no sé cuanto. Días, quizá meses o incluso algún año. No lo sé. el tiempo se detuvo cuando Luthys desapareció y supe que no le volvería a ver. Ahora sólo huyo. Del dolor, de la pena, de la tristeza. De la culpabilidad. De Luthys. De mí misma.

Aunque no lo consigo, sigo intentándolo. Aquella misma noche me fui del Reino de las Cascadas y he estado vagando. Ni siquiera sé por dónde he pasado, ya no me interesan apenas los bellos paisajes. Sólo quiero que todo lo que llevo dentro, que todo lo que me abruma, se vaya. Quiero paz, porque si sigo así creo que me volveré loca.

Ójala pudiese dormir, dormir y olvidarlo todo.

Pero soy un fantasma. Nunca podré dormir. Nunca podré olvidar...