¿Un lugar tétrico donde ocultarse?

La llegada de la vampiresa a tierras jasperianas fue tan normal como cualquier otra. Había cogido un barco desde un lugar lejano y aburrido movida por las noticias que desde aquí llegaban sobre una pronta guerra civil si los ánimos no se calmaban. Un Reino que se convierte en tres Ducados... Era algo que prometía.

Así había cogido un barco que, tras largas jornadas, por fin llegaba al puerto que quería. Se había alimentado, poco y mal, siempre que aquel barco mercante se acercaba a las costas para cargar y descargar mercancías. Por lo que ahora no tenía demasiadas fuerzas, ni tampoco mucho ánimo. ¡Pero ya estaba aquí!

Pagó un buen fajo de monedas a los marineros y al capitán para que guardaran su extenso equipaje hasta que pudiera encontrar un lugar donde vivir por un largo periodo de tiempo. Y con una agilidad pasmosa bajó del barco, ayudada al final de la pasarela por un joven marinero deslumbrado por su elegancia y belleza.

- Muchas gracias, joven- Dijo acompañando sus palabras con una leve inclinación de cabeza y una sonrisa en los labios que dejó al descubierto sus blancos y afilados colmillos.

El joven tragó saliva un tanto asustado. Chelsie rió con ganas.

- No te preocupes, ya me he servido- Mintió giñándole un ojo e indicando con un gesto de la cabeza el barco. El joven miró temeroso hacia aquel lugar imaginando que cuando embarcara encontraría algún cuerpo desangrado escondido entre cajas-. Y dime ¿conoces estas tierras?- El muchacho asintió-. ¿Me aconsejarías un lugar donde descansar?-.

- He... He escuchado que hay algunas iglesias de la Dama vacías... Quizás... Un ataud... la cripta...- Chelsie lo silenció con su fría mirada antes de echarse a reir.

- Conque esa es la idea que teneis de los vampiros por aquí... Ya veo. No, yo me preguntaba algo con más categoría... ¿Dónde se hospeda la nobleza cuando viene de visita?-.

El muchacho señaló a la parte alta y le comentó que cerca de palacio era donde se encontraban los pequeños palacetes que la nobleza solía alquilar en sus visitas al Reino. Chelsie compensó con unas monedas al muchacho, se acercó hasta que sus labios rozaron su oreja y le susurró con una voz cantarina:

- Vigila que todas las puertas y ventanas estén abiertas esta noche, no descarto pasarme a hacerte una visita- El muchacho empalideció y Chelsie echó a caminar por el muelle mezclándose con la gente.

Después de un entretenido paseo observando calles, gentes y casas, cuando el sol rozaba ya el horizonte, decidió sentarse en una de las plazoletas a la espera de que el menú nocturno se desplegara ante ella.

fdi: Igual no soy la más indicada, si te parece que no tenemos mucho que hacer juntas, dimelo y borro el post XD

Ya hacía cosa de un mes que Altair había llegado a Trinacracia. Pero allí había tanta gente que la estrella se sentía perdida. No se atrevía a marcharse, porque aquel era un buen lugar donde poder encontrar a la persona que buscaba. Aún dudaba que hubiese visto a toda la gente de la ciudad, sin contar con los viajeros y mercaderes que iban y venían constantemente. Así que se pasaba los días paseando, fijándose en la gente. Había multitud de caras que ya reconocía, caras que ya no la miraban sorprendidos al verla por la calle, con ese brillo que la caracterizaba.

Cada vez más gente conocida, pero aún había personas nuevas. Altair esperaba que un día, se cruzaría con alguien y su memoria volvería, pero eso no pasaba. Estaba empezando a pensar que, quizá, debería marcharse de allí.

Estaba inmersa en esas cavilaciones, y en escrutar las caras de todos los que se cruzaban, sentada en un banco de una plaza, cuando reparó en una figura que se sentaba en un banco. Su aura era extraña, y la estrella se estremeció ante la mirada que lanzaba a la gente. Era casi como... Altair no encontraba una comparación concreta.

Se sentía extraña, sentada cerca de ella, así que se levantó y se dispuso a abandonar la plaza, pero entonces, un niño de unos doce años tropezó cerca del banco y cayó de bruces delante de la mujer, haciéndose una herida en la rodilla con uno de los guijarros del suelo. Como movida por un resorte, por un miedo inconsciente que provenía de sus conocimientos latentes de estrella, la hizo acercarse rápidamente para ayudar al pequeño.

- ¿Estás bien? - él asintió, mientras se incorporaba y mantenía la vista fija en aquella mujer brillante, como si ni siquiera se acordase de lo que acababa de pasar. Altair le examinó la rodilla: la piedra le había hecho un agujero poco profundo pero que sangraba abundantemente.
La estrella sonrió al pequeño, sacó un pañuelo de una manga de su amplia túnica blanca y le hizo un vendaje provisional.

- Con eso bastará. Pero deberías ir a casa a que lo vea tu madre. Por si acaso. - El pequeño asintió y le dio las gracias a la estrella aún extrañado ante su brillo, y se marchó, aunque volviendo la cabeza un par de veces, con curiosidad. Por fin desapareció en una esquina.

La estrella se incorporó y le echó un vistazo a la mujer elegante y altiva que permanecía en el banco.

- Estos niños no saben por dónde miran. - comentó. Se sentía incómoda por no decir nada, así que dijo lo primero que se le ocurrió. Aquella situación le resultaba un poco violenta, más por un impulso interior que por la situación en sí.

Trinacria era sólo una escala en el viaje de Kirill. El mago no tenía pensado quedarse allí mucho tiempo, pero mientras tanto había alquilado una habitación en lo más profundo de los barrios bajos a muy poca distancia de los Muelles de Trinacria. De día dejaba la ventana abierta y el olor a pescado y a mar entraba indiscriminadamente acompañando el ajetreo de las calles; de noche la cerraba a cal y canto y sufría la humedad de la habitación. Recordaba sus recien abandonados días de pescador en Nehmen y sentía una extraña añoranza... pero uno no puede asentarse para siempre en un mismo lugar.

Alojarse cerca de los muelles había supuesto una pequeña debilidad por parte de Kirill. No había sido su intención primera buscar de nuevo acercarse a la clase de vida que había estado llevando los últimos meses, pero tampoco había esperado encontrarse con la visión de la Plataforma al llegar a Trinacria: Se le habían encendido los ojos al verla; algo en su interior se revolvió, como si reconociera el paisaje del hogar perdido pero aun no tuviera claras sus intenciones frente a este descubrimiento - ¿recuperarlo o destruirlo? Las mansiones de los nobles, las calles limpias, las tiendas ricas; le recordaban a una vida perdida, muy lejana. Tan lejana como sus posibilidades de poder costearse una habitación en la zona alta de la ciudad.

Y aquello no le gustaba. Por eso fue en dirección contraria, y aplicó la familiaridad como bálsamo a aquella extraña sensación de molestia que sentía al encontrarse ante la Plataforma. De esa forma había acabado en los Muelles. Y era allí donde estaba mejor, cerca de los contratantes y de las tabernas.

Pero al final había conseguido que le contrataran para escoltar unos pocos carros con mercancias hasta la parte alta de la ciudad, donde debían entregarse por la puerta trasera de un negocio. Era un forastero y para trabajos de aquel tipo solía recurrirse a gente cuya lealtad fuera mejor conocida, por lo que Kirill no podía negarse a ello después de aquel voto de confianza. Asi que lo hizo. Además, no pagaban mal por el poco esfuerzo que suponía para él.

Tampoco encontraron asaltantes durante el corto viaje, y pronto cada cual, con el trabajo cumplido, volvió hacia su casa. Kirill debería haber vuelto como los demás a reclamar la otra mitad de su pago, pero en lugar de eso decidió pasear un poco más por las calles de la Plataforma ahora que estaba allí.

Fue entonces cuando, al llegar a una bifurcación entre dos calles, le pareció ver un vampiro.

En el momento había estado seguro de su condición. Se giró hacia ella (pues, si se la podía llamar así, era mujer) descaradamente, pero ya había pasado de largo, probablemente sin verle. Y él ni siquiera estaba tan seguro de que fuera realmente una vampiresa: la gente no va por allí abriendo la boca para mostrar si tiene o no colmillos, y su única prueba eran una cierta palidez y una vaga sensación. Pero una sensación no es nada por lo que el sentido común sepa guiarse, y él mismo, Kirill, era pálido y no por ello un vampiro, ¿no?

De todas formas, como no tenía mucho mejor que hacer, decidió seguirla sin intentar disimularlo. Sólo le veía la espalda, y con eso no podía determinar nada, así que se mantuvo así, a paso lento, un rato considerable hasta que la mujer se asentó en una plaza. El sol comenzaba a ponerse, y al verle de nuevo la cara a Kirill le pareció que después de todo no era tan pálida, con lo que había estado perdiendo tontamente la tarde. De todas formas no se fue, y presenció un pequeño incidente con un niño que se había caído; un niño que, descuidado, después se había ido mirando constantemente hacia atrás, con lo que estuvo a punto de chocarse con Kirill y el mago tuvo que esquivarle.

La cosa es que ahora había dos personas con aspecto interesante en lugar de una sola. La que Kirill había confundido con un vampiro tenía un porte noble, y la otra una especie de luminosidad propia. No tenía nada concreto que decir, pero de todas formas se dirigió a ellas.

Estaba aburrida del olor a pescado y sudor que manaba de la mayoría de los hombres que se cruzaban ante ella y, mucho más, del penetrante perfume de flores de las mujeres que intentaba ocultar el olor del duro día de trabajo en carnicerías o pescaderías.

Era exquisita, no lo negaba. Casi nunca bebía tanto como para causarle daños a la vasija de su dulce néctar, aunque algunos tuvieran que tener una muy larga recuperación tanto física como psicológicamente (pues muchos consideraban aquel hecho casi como una violación). Precisamente por ese pequeño "sacrificio", pues debía controlar hasta el último nervio de su cuerpo para evitar desangrarlo, elegía jóvenes que le atrajeran, cuyo olor le resultara agradable. Y eso no siempre se conseguía a la primera.

De pronto, su vigilancia se vio interrumpida por la caida, casi a sus pies, de un pequeño muchacho. Se incorporó rápida en el banco, aunque pareció esperar algo y aquella mujer luminosa se le adelantó, actuando primero. Chelsie volvió a recostarse, tal como estaba, y observó, sin que su rostro cambiara un ápice, como le curaba la herida y el niño volvía a salir corriendo.

- Estos niños no saben por dónde miran-.

- ¿Mmh?- La vampira retiró la mirada del camino del muchacho para posarla sobre aquel ser luminoso. No pudo esconder que su rostro mostrara un ínfimo deje de sorpresa e interés, a pesar de todos sus años recorriendo aquel mundo jamás había visto algo igual.

- ¿Qué clase de ser eres tú?- Preguntó sin ninguna clase de preámbulo mientras sus ojos escrutaban a la estrella de arriba a abajo y sin tapujo alguno.

La estrella se encontraba realmente incómoda por primera vez desde que viajó a las islas. La mirada de aquella mujer, unida a la sensación irracional de peligro que le producía, le hacían preguntarse por qué había hablado. Debería haberse alejado de allí y punto.

No estaba acostumbrada a sentirse tan...expuesta, ni a que aquellos impulsos y sensaciones guiaran su comportamiento. Además al evitar la mirada de la mujer, había reparado en otro personaje, también pálido y cuyos ojos negros le resultaban penetrantes. Su inquietud iba en aumento, y casi parecía estar buscando una salida de allí, cuando la pregunta descarada de la mujer la hizo mirarla fijamente.

Se dio cuenta de que su actitud cordial y despreocupada había desaparecido por completo, pero intentó recomponerse. Se tomó un poco de tiempo para pensar lo que iba a decir. Decidió que no podía dejar que aquellos impulsos la hicieran comportarse de una forma distinta a como se comportaba normalmente, aunque sí mantenía la guardia alta.

Exteriormente, su rostro recuperó la serenidad que le caracterizaba y su expresión cordial.

- Disculpad mis modales, mi nombre es Altair. - comentó, evitando contestar directamente la pregunta, como si sólo su nombre fuese algo suficientemente aclaratorio.
- ¿Y vos sois...?

No era su intención imponerse, pero tampoco quería esconderse. Su aproximación no fue directa y frontal, sino que, sin apenas darse cuenta, hizo un pequeño rodeo para acercarse a las dos mujeres por uno de los laterales de forma que podía ver a ambas de perfil. A sólo dos pasos, se quedó inmóvil y se cruzó de brazos.

Se dio cuenta de que no quería tanto entablar conversación como observar un poco, y a aquella distancia algo imprudente eso hizo. La mujer a la que había seguido parecía noble y comenzaba a recordarle... más cosas perdidas que tampoco estaba seguro de querer recuperar, pero que le atraían, tirando de él con intenciones que Kirill no llegaba a elucidar. Todo el cuerpo de la mujer destilaba seguridad en sí misma; la otra en cambio parecía asustada y vulnerable bajo la mirada penetrante que la escrutaba. Darse cuenta de esto no provocaba sino que redirigiera su atención nuevamente a la primera mujer.

Ocurría algo extraño: una parte de ella le atraía como persona (su decisión, quizás; su porte), pero por otro lado había algo de su mera presencia que le violentaba, y entre una cosa y la otra comenzaba a tener ganas de meterse en medio de aquel asunto para enfrentarse a ella. Colateralmente y desde su punto de vista, esto comprendía defender a la otra de lo que quiera que estuviera justificando ese miedo que había leído en su rostro: a Altair, que ya había recompuesto su expresión y facilitado su nombre sin vacilar. Que la joven preguntara por la identidad de su interlocutora en aquel mismo instante le llevó a abrir la boca para exteriorizar sus pensamientos:

- Yo me pregunto lo mismo - se le escapó justamente.

Y como si no se hubiera dado cuenta de ese desliz, se quedó cruzado de brazos mirando a ambas con actitud severa.

No se le escapó que, por uno de los costados, una figura masculina se acercaba a ellas, parándose de brazos cruzados a escuchar. ¿Realmente estaba tan débil como para no percatarse de aquel delicioso olor que lo acompañaba? Sus ojos, sin embargo, no se apartaron de la iluminada mujer a pesar del creciente interés que todo su cuerpo sentía por aquel hombre que todavía era una mera sombra.

- Qué eres, no quién- Aclaró la vampira a modo de respuesta, centrando de nuevo su atención en la estrella.

Hizo una de aquellas pausas silenciosas, sacadas de las inumerables obras de teatro que tanto le gustaban y, cuando estuvo dispuesta a presentarse muy escuetamente, la sombra de su costado habló, dándole una excusa perfecta para escrutarle de la misma forma que había hecho con Altair. Y no le gustó lo que vio.

Físicamente era atractivo, pero sus rasgos eran demasiado parecidos a los suyos. Tez pálida, ojos oscuros y un pelo blanquecino, de no ser ella uno de ellos es posible que pudiera haberlo confundido con un vampiro. Y su porte confiado, casi altivo, no ayudaba a borrar aquella idea que tenía de él. Su olor se volvió entonces agrio, pero sin llegar a ser desagradable.

- ¿Tanto interés origino? ¿Es extraño en estas tierras encontrarse a una mujer sentada en un banco, descansando y aspirando el aroma del mar?- Preguntó alzando una ceja y sin apartar los ojos del hombre.

Altair se dejó envolver por el silencio de la mujer y el hombre que las miraba. No podía evitar que era divertido, nadie la relacionaba con la estrella que ahora brillaba mucho menos. Estuvo a punto de comentar la observación de la mujer, cuando el desconocido habló.

Se permitió desviar la vista de la mujer y estudió al hombre. No sabía exactamente por qué pero sus palabras hicieron que se sintiera mejor. Decidió que no era algo sobre lo que ponerse a pensar, pero le sonrió. Ante las palabras de la mujer, se giró de nuevo a mirarla, había recuperado la compostura y el aplomo.

-No es la situación la que resulta extraña, sino vuestra persona. - comentó, siempre respetuosa. - Lo cierto es que seguramente soy la menos indicada para decirlo, pero vuestra apariencia resulta... llamativa en cierto sentido. Un interés que aumenta a cada momento que seguís siendo una desconocida. Y lo mismo podría decir de vos, milord - añadió, mirando al hombre. - Creo que lo mínimo antes de continuar con esta conversación es conocer al menos un nombre por el que dirigirme a ustedes. - volvía ser tener la actitud educada y clara que tenía con todo el mundo, ahora estaba mucho más tranquila.

Le costó un par de segundos más procesar la situación. Estuvo a punto de responderle mal a Altair, pero no porque ella le hubiera importunado, sino por reflejo. "¿Por qué debería darte mi nombre?", o una pregunta similar a la defensiva, recelosa y quizás también algo temerosa, no destinada a herir como a preservar su intimidad. Pero recapacitó a tiempo por una serie de factores externos.

Había cogido aire automáticamente para proferir aquella frase airada, pero visto el cambio de planes lo dejó escapar. Miró con cierta desconfianza a la que había apodado "mujer noble" antes de responder:

- Mi nombre es Kirill - cedió brevemente, y volvió a desplazar la vista hacia Altair -. Skatha si queréis también el apellido, pero no "milord" desde hace un tiempo.

Le había molestado aquella palabra tan respetuosa, y se le notaba un poco. A él sí que le parecía que la situación era extraña, pero también lo era la persona de la "mujer noble", y estaba dispuesto a quedarse por saber quién era. Además, no tenía nada mejor que hacer.

Recordando de esta forma las palabras de Altair, se dio cuenta de lo que había dicho, algo así como "Y lo mismo podría decir de vos". ¿Él, motivo de interés? ¿Y por qué demonios? Sorprendido con retardo, frunció el ceño y miró a la joven sin comprender. Con aquello del "milord" había pasado por alto el contenido de la frase.

- Lo cierto es que seguramente soy la menos indicada para decirlo, pero vuestra apariencia resulta... llamativa en cierto sentido-.

Chelsie dejó escapar una carcajada que rompió el silencio que comenzaba a adueñarse de aquella zona de la ciudad. Poco a poco las sombras conquistaban cada rincón y tan solo la luz de la luna iluminaba los adoquines siempre que las nubes se lo permitían.

- Sí, en eso llevas razón. No soy yo la que luce cual farolillo. Ni él que, salvo por ser un descarado fisgón, tampoco se le puede encontrar ningún interés- Comentó, aunque era evidente que sus ojos mentían. En aquel momento y, después de que el joven se presentase, la vampiresa tenía dos puntos de interés; descubrir qué clase de ser podía iluminarse desde el interior con aquella extraña luz, y descubrir qué era lo que despertaba su interés en aquel hombre cuyo olor variaba de lo dulce a lo agrio, puede que cítrico...

Por unos segundos Chelsie se enfrascó en una discusión consigo misma intentando descubrir que matiz de aquel olor era qué y por qué su atracción, sin dejar de mirar a Kirill. Finalmente, viendo que ambos esperaban una contestación, cogió aire y se presentó:

- Supongo que ha llegado el momento de que yo también me presente. Mi nombre es Mircalla- Minitó adoptando su segundo nombre y el nombre de su madre. Un nombre dificil de rastrear pues había muerto hacía más de 300 años-. Y acabo de llegar a estas tierras- Chelsie dejó que floreciera en sus labios una sonrisa farisea-. Y ahora que están hechas las presentaciones... ¿Podrías contestar a mi pregunta? ¿Qué clase de ser eres tú?-.

No le parecía el momento ni el lugar apropiado para darse a conocer. Era posible que, si aquella noche resolvía sus dudas, nunca más volviera a ver a ambos seres. Era innecesario que supieran su verdadero nombre, más si esperaba vivir durante mucho tiempo en aquel lugar. No quería visitas inesperadas... Era mejor no hacer amigos.

La tranquilidad de la estrella volvió a romperse en pedazos de nuevo. No intentaba ser desconsiderada ni ofensiva en ningún momento. Aunque la carcajada de Mircalla se la esperaba, no pasaba lo mismo con la actitud de Kirill. Así que obvió por un momento a la mujer, que no le inspiraba nada de confianza, y se dirigió directamente a él.

- Lamento mucho si mis palabras os han ofendido en algún momento, señor Skatha. No era mi intención.- Las palabras cada vez eran más inseguras - Lo cierto es que es... la única forma que conozco de relacionarme con la gente.

De nuevo afloraron los nervios. SE cogió las manos detrás de la espalda para intentar serenarse.

- Cuando dije que me resultaban ustedes llamativos me refería a que destacan entre la multitud. Aunque está claro que para ustedes yo soy la que más destaca. Pero estoy acostumbrada a mi brillo, así que no me resulta tan extraño como a la gente de aquí.

Luego se giró y miró directamente a Mircalla

- Soy una estrella, ya que tanto insistís en saberlo.

De repente tenía muchas ganas de irse de allí y alejarse de aquellos dos personajes que tanto la perturbaban. Notaba algo extraño en el aura de la mujer y el hombre la ponía nerviosa. Pero aún así se mantuvo quieta, jugueteando con sus dedos detrás de la espalda y esperando a que alguno de los dos dijera algo.

Aunque no sabía qué era lo que estaba esperando de todo aquello.

¿Descarado fisgón?

Kirill reaccionó inmediatamente a la burla. La expresión seria pero algo distraída dio paso en cuestión de un segundo a la ofensa.

- ¿Qué has dicho? - respondió gelidamente a la mujer, achicando los ojos en un claro desafío.

Ahora sí que no estaba dispuesto a irse de allí. Si le creía una molestia, se las tendría que apañar para deshacerse de él, y Kirill se juró que no lo conseguiría. Aunque enviara a toda una guardia personal de veinte hombres contra él; los mataría a todos y seguiría allí.

Su momento de furia fue interrumpido por Altair. Kirill no había pretendido reprocharle nada con su anterior respuesta: sólo había sido un comentario formulado con la habitual falta de delicadeza del mago, pero ahora estaba demasiado malhumorado como para decírselo. Ante la amabilidad de la joven y su sincero tono de disculpa se sintió algo más irritado: ¿le convertía a él eso en el villano de la situación? ¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora? ¿Pedir perdón?

- No me has ofendido - respondió con poca paciencia, y le dirigió una rápida mirada a Mircalla, como vigilando que la mujer no fuera a añadir algo a ese comentario.

Se giró de nuevo hacia Altair, algo apaciguado a pesar de todo. Suspiró y relajó su expresión, alzando una ceja como si hubiera algo que no acabara de comprender. En el fondo lo de "destacar entre la multitud" le gustaba, y tuvo que aferrarse a eso para no explotar demasiado pronto en un ataque de malhumor. La estrella volvía a parecer temerosa; por ello, aunque no acababa de entender del todo que se declarara a si misma "estrella" no insistió por el momento. Supuso que Mircalla ya tendría algo sarcástico que añadir, y prefería reservarse para responder a eso.

// Fdi: Perdonad la ausencia, estos días no ha sido de las mejores. //

Chelsie se limitó únicamente a dedicarle una traviesa sonrisa, dejándole de prestar atención casi al momento. Dirigió entonces su mirada a ella, Altair, pero no dejó que en su rostro se dibujara la sorpresa.

¿Una estrella? Jamás había conocido a ser igual. Hizo memoria en un intento por recordar si en alguno de los muchísimos libros que había leido a lo largo de su casi interminable existencia hablaban de estrellas, pero fue prácticamente en vano. Recordaba algunos textos, de hombres que hablaban con hermosas estrellas, pero siempre imaginó que eran meras metáforas.

Las estrellas siempre habían existido, guiaban a los perdidos en la oscuridad, y ella había acabado familiarizándose con ellas. Jamás imaginó que aquellas estrellas pudieran albergar una vida, un alma... O, al menos, no una que pudiera descender a la tierra que el resto de seres pisaban.

- Una estrella...- Meditó- Y dime ¿qué puede hacer una estrella en este poco deseable paraiso terrenal?-.

// perdon!!! he estado hiper ocupada ultimamente lo siento >.< //

Empezaba a irritarle aquella mujer altiva, que evitaba responder pero no hacía más que preguntar. ¿Por qué se le habría acercado?

Sonrió a Kirill, agradeciendo su comentario. Se alegraba de que estuviese allí, porque no parecía un mal tipo, al menos no comparado con ella. no sabía qué tenía pero le incomodaba.

- Los asuntos que me traen por aquí son cosa mía. - contestó, algo enfadada. - Pero permitame decirle que para alguien como yo, este lugar es algo bastante mejor de lo que usted tiene en mente. La tierra tiene muchas cosas buenas.

No sabía por qué había añadido aquello, pero le había salido de dentro. Así que decidió mantenerse firme, porque Mircalla parecía el tipo de persona que aprovecha cualquier instante de debilidad. Y Altair estaba a la defensiva instintivamente.

Kirill no dejó de mirar fijamente a Mirkalla, a la espera de que dijera algo tajante, en una actitud de "veamos si te atreves a volver a abrir la boca" más que con la intención de replicarle el comentario mordaz que, creía adivinar, vendría.

Así que fue casi decepcionante que se limitara a una sonrisa traviesa y a un breve comentario, una vulgar pregunta poco hiriente. El mago no tenía nada que responder a eso, y tampoco se le ocurría nada que añadir a la contestación de Altair.

Sobre aquello, debía admitir que no se creía lo de que fuera una estrella, en el sentido de haber caído del cielo. El brillo que despedía podía originarse simplemente de un proceso mágico continuo, ya fuera activo por parte de la joven si era hechicera, o pasivo por ser, por ejemplo, el efecto secundario de un aura protectora lanzada sobre ella o un amuleto que llevara escondido entre la ropa. No detectaba realmente una fuente mágica en Altair, pero de todas formas él era bastante incapaz a la hora de sentir y analizar magia ajena, por lo que le fue fácil suponer que se le habría pasado por alto.

No teniendo nada que decir, decidió al menos no quedarse como un pasmarote. Con mucha decisión se dejó caer pesadamente en el banco al lado de Mirkalla, se cruzó de brazos y miró con el entrecejo fruncido hacia el frente, hacia la plaza. No iba a permitir que la mujer siguiera teniendo esa posición de relajada superioridad mientras le miraba tranquilamente desde su asiento.

- Muchas cosas buenas...- murmuró la vampiresa. Lo cierto es que ella también pensaba de la misma manera. Aquel paraiso terrenal tenía cosas increibles que la mayoría de los seres destrozaban a su paso sin pararse si quiera a contemplarlas, especialmente los humanos. Alguien tendría que encargarse de ellos, alguien tendría que abrirles los ojos, aunque fuera a la fuerza, o acabarían con él.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el movimiento del hombre que se dejó caer a su lado. Chelsie dejó escapar de entre sus labios una fina risilla al ver aquellos aires y lo contempló durante unos segundos.

- Y a usted caballero... ¿qué os trae a la capital?-.

No es que su interés por la estrella hubiera decaido y fuera aquel hombre, tan poco interesante, más atrallente (aunque su olor seguía nublando ligeramente su juicio). Más bien creyó oportuno cambiar ligeramente de táctica. Había encontrado nuevo entretenimiento para sus primeros días en la capital; vigilaría aquella estrella atentamente durante un tiempo hasta que su interés desapareciera. Eso siempre y cuando fuera realmente una estrella, todavía pensaba que posiblemente fuera únicamente un farolillo hechizado.

Altair aprovechó que la atención de la mujer se centraba en Kirill para examinarla mejor. Le ponía nerviosa que hablara tan poco, que dejara tan poco que ver. ni siquiera había dicho nada que le diera pie a seguir hablando.

Se sentía desconcertada y al mismo tiempo cada vez sentía más curiosidad por aquella mujer de cabello blanco, elegante y con ese aura tan extraña a su alrededor.

Se limitó a observarla mientras esperaba la respuesta del caballero, sin siquiera percatarse que, quizá, estaba siendo una mirada demasiado fija para mantenerse dentro de los límites de la cortesía...

Se acomodó en su asiento, relajando la espalda contra el respaldo, y le dedicó una mirada de soslayo a Mircalla.

- Nada - respondió -. Nada me atrae a Trinacria y no pretendo quedarme aquí mucho.

Lo cual era totalmente cierto, pero se dio cuenta de que debería haber sido más tajante con una buena mentira a lo "Vivo aquí". De la conversación anterior tenía la impresión de que Mircalla era de fuera, con lo que no habría sabido distinguir la mentira.

- Y ahora es cuando tú te negarás a responderme a la misma pregunta. ¿Qué te trae por aquí? Aunque - añadió despectivo - no es que me importe demasiado.

//fdi: perdonad los post, todavía no tengo la cabeza centrada.//

- No tenía intención de negaros una respuesta- Lo miró con fingida sorpresa, falseando una indignación que no existía a través de su mirada-. También estoy de paso. Nada me trae a Trinacria y nada me hará permanecer en ella durante demasiado tiempo-.

Por el rabillo del ojo todavía observaba al farolillo y rió al ver la insistencia de su mirada. No le molestaba, es más, desconfiaba de la gente que no era realmente observadora. Se giró sonriente hacia ella;

- ¿Sacáis algo en claro de mí o todavía os queda alguna clase de duda? Preguntad-.

Casi parecía una orden, pero lo cierto es que la sonrisa no desapareció un segundo de su rostro. Volvió a dirigir la mirada al joven, animándole a preguntar también.

Así que la única que tenía un motivo para estar allí era ella...

Altair había pasado mucho tiempo observando a los humanos, y sabía que había muchos que se movían sin rumbo fijo, muchas veces sólo por no quedarse quietos en un lugar. Tenían muchos motivos para marcharse, pero ninguno para permanecer, y se preguntó qué movería a aquellas dos personas.

La pregunta de Mircalla la sacó de sus pensamientos. Se sobresaltó y se sonrojó, pensando que había sido demasiado maleducada. Pero logró recuperar la compostura, después de todo aquella mujer no era lo que se dice un gran ejemplo de la educación.

- Lo cierto es que me generáis más preguntas que respuestas - contestó, con un deje de curiosidad en la voz. - Pero no sabría por dónde empezar. El aura a vuestro alrededor es extraña, y me pregunto qué cosas ocultáis. Preguntar por ellas no me llevaría a ningún sitio, supongo, ya que si no lo habéis contado ya no tendréis intención de hacerlo, sin duda. - Más que una conversación parecía una reflexión en voz alta .- Pero quizá si me podáis responder a esto: ¿Qué motivos os mueven? Si nada os ata aquí, si nada os ha traído, ¿qué os hace viajar sin rumbo?

Al formular la pregunta había mirado tambien a Kirill, dando a entender que también a él se lo preguntaba La curiosidad había superado a la prudencia, y aunque quizá tampoco obtendría respuesta a esa cuestión, no podía evitar formularla en voz alta.

- ¿De paso hacia dónde? - preguntó con insolencia Kirill inmediatamente después de que Mircalla contestara.

A él no le importaban las formas, con lo que no se iba a parar a considerar la necesidad de disimular nada. Y ella les había invitado a preguntar; debería por tanto estar preparada para responder. Si el mago se paraba a pensar probablemente se le ocurrirían algunas cuantas dudas que plantearle a aquella desconocida, pero no le acordaría tanta importancia a Mircalla como para reflexionar seriamente al respecto.

Estuvo a punto de perderse la mirada de Altair, indicativa de nuevo de que la pregunta iba dirigida hacia dos personas. Y a ella le habría contestado sin demasiado problema, pero a Mircalla no quería darle más información.

- Viajo con rumbo, desde Trinacria salen muchos barcos - respondió brevemente.

Sonrió ante la rapidez del hombre al preguntar, casi le pareció graciosa esa repentina insolencia.

- Hacia otro lugar. Me veáis donde me veáis siempre estaré de paso-.

Por una vez en toda la conversación Chelsie decidió ser completamente sincera ante la pregunta de la estrella, aunque no demasiado clara;

- El tiempo. Eso es lo que me hace viajar de un lugar a otro. Cuando tienes demasiado tiempo libre en algún sitio debes gastarlo-.

//fdi: ¿alguna idea sobre como continuar para darle vidilla al tema? sigo sin saber pensar... u_u//

||fdi: voy a intentar aniamr eto un poco. Teneis toda la libertad de l mundo para manipular los pnjs que meta a vuestro antojo y darle a la situación el cariz qu eos parezca XD||

ddi:

Pese a sus reticencias, la curiosidad de la estrella por aquella pareja era cada vez mayor. No sólo no contestaban a sus preguntas de forma demasiado general para considerarse respuesta, sino que cada vez que hablaban generaban un sinfín más de cuestiones en Altair.

- ¿Tanto da de sí vuestra vida, Mircalla, que teneis tanto tiempo libre? - preguntó, dejadno la prudencia a un lado y guiándose por la curiosidad - ¿O es que teneis perspectivas de una vida más larga de lo que cabe esperar? - No era una acusación ni nada parecido, sólo una reflexión en voz alta.

No le dio tiempo a pensar si había dicho algo demasiado desconsiderado.

- ¡¡Socorro!!¡por favor que alguien me ayude! - La voz llenó la plaza, seguida de una chica morena de ojos de un anaranjado brillante, vestida con un sencillo vestido blanco... y que brillaba.

Altair se quedó con la boca abierta. No reconocía a aquella estrella, pero no cabía duda de que era una de sus hermanas. La chica los miró cuando entró en la plaza y se dirigió corriendo a ellos.

- ¡Por favor, ayudadme, por favor - Se movía inquieta y giraba la cabeza constantemente. Altair se le acercó y le puso una mano en el hombro.

-¿Qué ocurre hermana? - La otra estrella pareció darse cuenta en ese momento de que había una de las suyas allí. Se echó a su cuello.

- Gracias a los cielos... hermana por favor, ayúdame. Me persiguen.... Quieren mi don, quieren arerbatármelo... han matado.. le han matado y ahora me quieren a mí.. yo... por favor... quieren.. matarme... mi tiara... se equivocan... no... por favor..

Altair la abrazó intentando tranquilizarla. Sus ojos reflejaron preocupación. ¿Alguien sabía que iba a darle su don a alguien? Maldijo por lo bajo, pero no le dio tiempo a nada más, porque dos personas entraron corriendo a la plaza. Se pararon un momento y miraron al extraño grupo, pero inmediatamente repararon en Altair y la otra estrella.

Uno de ellos sonrió abiertamente. Se acercaron al grupo con traquilidad, sin perderlas de vista. PEro a quienes hablaron fue a Kirill y a Chelsie.

- Vaya, gracias por encontrarla. - Uno se acercó con la mano extendida mientras el otro se dirigía a la estrella que,histérica, intentaba apartarse de él. Altair la sujetó por un brazo y se colocó entre ambos

- Oh, vamos. Es nuestra hermana. Le gusta jugar a hacer truquitos de magia, como a vuestra amiga. Tiene un problema en la cabeza, a veces se escapa de casa y monta numeritos así... DIce que es una estrella y que le queremos robar la forma de volver al cielo, ¿habiais oido alguna vez algo tan estúpido?

Kirill no era un experto en parecidos familiares, pero esos dos tenían tantas posibilidades de ser hermanos de aquella mujer brillante como él mismo. Entre ellos sí que había un cierto parecido, con su pelo oscuro y sus rasgos faciales bien marcados, pero cualquiera que los comparara a las gráciles facciones de la mujer, su pelo y sus ojos anaranjados concluiría que como mucho eran hermanastros. En suma: comprendía perfectamente que alguien persiguiera a una de aquellas "estrellas" por su brillo y le importaba bien poco que lo hiciera, pero no entendía que quisieran hacerlo tomándole a él por tonto.

No se le pasó por alto que aquellos dos hombres estaban armados; bien armados, de hecho, y si bien la posición de sus brazos no traducía en un primer momento intenciones hostiles, sí que había en sus cuerpos una cierta contracción, una sospecha de alerta y una flexibilidad oculta. Su forma de posicionarse también revelaba sus intenciones, aunque Kirill no se paró a considerar aquellos detalles: intentaron guardar una distancia prudencial pero tampoco excesiva con respecto al mago, el único evidentemente armado, mientras uno de ellos se aproximaba todo lo posible a la "estrella" y a Altair.

Parecía como si estuvieran esperando un desenlace pacífico del encuentro, incluso ayuda por parte de Kirill y Mircalla para atrapar a su "hermana".

- No queremos haceros perder más tiempo - retomó el primero de ellos, situado en actitud cordial frente a Kirill y Mircalla - y nosotros mismos deberíamos volver antes de que nuestra madre se preocupe demasiado. Así que nos daremos prisa en recuperar a nuestra hermana... disculpad las molestias que os hayamos podido causar; no es la primera vez que pasa pero intentaremos controlarla mejor.

Mientras él hablaba con esta tranquilidad su compañero intentaba ponerle la mano encima a la estrella; en un primer lugar procuró apartar a Altair con pretendida delicadeza pero, llegados a un punto, y aunque su expresión seguía siendo relajada, la separó con violencia y cogió a la estrella por la muñeca con un retorcimiento. En aquel momento la estrella soltó un chillido y sin darse cuenta Kirill se puso en pie.

Apenas llevaba medio día en aquella ciudad y ya había encontrado su primer conflicto. Tanteó en unos segundos la posibilidad de desparecer y dejar el problema a sus recien conocidos, pero le tentaba demasiado la posibilidad de conocer no sólo a una estrella, sino a dos (si es que de verdad aquellas luciérnagas eran lo que parecían).

Chelsie escuchó la declaración de aquellos hombres, demasiado falsa incluso para dudar. Escrutó la cara de ambas estrellas y luego de los hombres y se encogió de hombros levantándose poco después de que lo hiciera Kirill.

- Para ser vuestra hermana la tratais con muy poca delicadeza. De hecho casi estoy segura de que mentís... ¿Soy sólo yo la que no ve ninguna clase de parecido entre los tres?- Preguntó con su habitual tono serio y tranquilo-.

No se le escapó el poco disimulado movimiento que el otro hombre hizo en dirección a alguna parte de su costado, buscando un arma posiblemente y dejó que se le escapara una amplia sonrisa mostrando fugazmente sus afilados colmillos.

- Oh, ya veo- Murmuró-. Creo que lo mejor sería que la soltarais. Si es vuestra hermana tarde o temprano volverá a casa. Sino vuelve morirá de hambre o violada en alguna de las calles... Pero no creo que os importe demasiado, con ese cariño que la profesais...- Dijo señalando con la cabeza la mano que agarraba fuertemente la muñeca de la estrella.