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¿Por dónde empezar?
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¿Por dónde empezar?
Era un buen día, con el sol brillando alegremente en un cielo azul despejado. Aún no era mediodía pero ya anunciaba que sería un día cálido.
Parecía un buen presagio, pero Otto había tenido malas experiencias con "buenos presagios" en el pasado. Sus esperanzas eran más bien entre moderadamente bajas y terriblemente bajas, siendo realista. No sabía por dónde empezar.
Haciendo memoria, cayó en el detalle en que era la primera vez que visitaba la capital, de hecho era la primera vez que salía de su Moramaile natal. Pero allí había agotado sus posibilidades. Había buscado más magos, con la esperanza de que alguno entendiera el libro arcano que portaba, la única pista que tenía sobre lo que podía haberle sucedido a Wolfgang, pero las pequeñas aldeas y pueblos de la isla dificultaban la presencia de un mago de tal poder. Se había dado cuenta de lo afortunado que había sido al encontrar a su mentor allí, pero no parecía que hubiera ninguno que siquiera se acercara a sus capacidades.
Por lo que, con un simple razonamiento, supuso que su mejor baza era buscar una ciudad más grande. Y la más grande que conocía era la capital de Trinacria.
Además, - pensó mientras tamborileaba sus dedos dentro del broquel de su bastón.- seguro que veo cosas fascinantes. Sí, seguro que puedo encontrar herramientas de más calidad y tipos por aquí, quizás incluso encuentre un ingeniero con el que compartir teorías.
Se encontraba en estos pensamientos cuando descendió por la pasarela y se encaminó por las calles de la ciudad. En busca de un mago para tener alguna idea del destino de Wolfgang. En busca de cosas nuevas que jamás hubiera imaginado.
¿Quién sabe? Quizás simplemente buscando un golpe de suerte.
Parecía un buen presagio, pero Otto había tenido malas experiencias con "buenos presagios" en el pasado. Sus esperanzas eran más bien entre moderadamente bajas y terriblemente bajas, siendo realista. No sabía por dónde empezar.
Haciendo memoria, cayó en el detalle en que era la primera vez que visitaba la capital, de hecho era la primera vez que salía de su Moramaile natal. Pero allí había agotado sus posibilidades. Había buscado más magos, con la esperanza de que alguno entendiera el libro arcano que portaba, la única pista que tenía sobre lo que podía haberle sucedido a Wolfgang, pero las pequeñas aldeas y pueblos de la isla dificultaban la presencia de un mago de tal poder. Se había dado cuenta de lo afortunado que había sido al encontrar a su mentor allí, pero no parecía que hubiera ninguno que siquiera se acercara a sus capacidades.
Por lo que, con un simple razonamiento, supuso que su mejor baza era buscar una ciudad más grande. Y la más grande que conocía era la capital de Trinacria.
Además, - pensó mientras tamborileaba sus dedos dentro del broquel de su bastón.- seguro que veo cosas fascinantes. Sí, seguro que puedo encontrar herramientas de más calidad y tipos por aquí, quizás incluso encuentre un ingeniero con el que compartir teorías.
Se encontraba en estos pensamientos cuando descendió por la pasarela y se encaminó por las calles de la ciudad. En busca de un mago para tener alguna idea del destino de Wolfgang. En busca de cosas nuevas que jamás hubiera imaginado.
¿Quién sabe? Quizás simplemente buscando un golpe de suerte.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
La anciana Iara se disponía a salir de casa para buscar algo de tomillo. Había pensado preparar un buen caldo, a pesar de que el clima cálido del día no acompañaba, pues sabía que por las noches refescaba el viento y su preparación le vendría muy bien. Así salió, con su bosita para tales ocasiones colgada de un enganche de su falda. Esta vez no iba a salir al bosque a encontrarla, o no le daría tiempo de tenerlo todo listo a tiempo.
Echó a andar por las calles cercanas a su casa, con dirección a la entrada a la ciudad. Las gentes que allí vivían la conocían y la saludaban amigablemente, ella sonreía de oreja a oreja, como siempre, le encantaba querer y sentirse querida. Aunque ya estaba mayor, siempre mantuvo un espíritu joven.
Se paró a hablar con Poke, uno de los panaderos, el cual le invitó a su casa a cenar esa misma noche. Sin embargo, Iara no aceptó la invitación. Ella nunca aceptaba ese tipo de invitaciones. Le gustaba llevarse bien con la gente, ayudarles y demás, pero sabía que si aceptaba una vez una invitación de alguno de los vecinos, iba a tener que hacerlo con todos los demás. Y eso sería un caos. Ella apreciaba la tranquilidad de su hogar, su soledad, y debía estar pendiente por si Colin decidía aparecer y el pobre animal necesitaba algo. "Pobre perrito, tan sólo pero tan fuerte de espiritu", pensaba Iara a menudo. Aún recordaba el día que lo encontró, siendo un cachorro. Y todo el amor que el perro necesitaba.
Una vez hubo seguido su camino, la anciana vió a un joven. Algo le decía que aquel chico era del Reino, aunque no creía haberle visto nunca por la capital. Se paró en seco a observarlo unos instantes. Siempre lo hacía con los nuevos, no quería tampoco ser demasiado confiada ni demasiado descortés, igual ese chico necesitaba ayuda.
Aunque no lo parecía, simplemente daba la sensación de que estaba buscando algo. Pero Iara se fijó en su cuerpecito: estaba demasiado delgado para alguien tan joven como él, posiblemente apenas llegaría a los 20 años. ¿Cómo era posible? ¿Es que acaso no tenía padres? ¿O es que estaba enfermo? Bien, en cualquier caso, ella iba a ofrecerle su, ya por muchos conocida, su mano amiga y sabia.
Sonriendo se acercó al chico, lentamente debido a sus piernas viejas y gastadas por los años, y se colocó justo delante de él.
- ¿Qué tal, jovencito?- preguntó con un tono dulce y una gran sonrisa en los labios. Cuando hablaba con la gente acostumbraba a colocar sus manos delante de su vientre, juntas. - Mi nombre es Iara. Veo que eres nuevo por aquí y me preguntaba si necesitas algo, aunque sea la compañía de una anciana como yo.- Dejó ver que era un chiste, con la misma sonrisa que mantuvo todo el rato. Ella era así, natural y lanzada, no le daba verguenza nada, y así se ganó la confianza de muchos de los habitantes del Reino del Mar de Jaspia.
Mientras esperaba que el muchacho contestara, Iara lo observaba detenidamente, sin borrar, ni un momento, la sonrisa alegre de sus labios.
Echó a andar por las calles cercanas a su casa, con dirección a la entrada a la ciudad. Las gentes que allí vivían la conocían y la saludaban amigablemente, ella sonreía de oreja a oreja, como siempre, le encantaba querer y sentirse querida. Aunque ya estaba mayor, siempre mantuvo un espíritu joven.
Se paró a hablar con Poke, uno de los panaderos, el cual le invitó a su casa a cenar esa misma noche. Sin embargo, Iara no aceptó la invitación. Ella nunca aceptaba ese tipo de invitaciones. Le gustaba llevarse bien con la gente, ayudarles y demás, pero sabía que si aceptaba una vez una invitación de alguno de los vecinos, iba a tener que hacerlo con todos los demás. Y eso sería un caos. Ella apreciaba la tranquilidad de su hogar, su soledad, y debía estar pendiente por si Colin decidía aparecer y el pobre animal necesitaba algo. "Pobre perrito, tan sólo pero tan fuerte de espiritu", pensaba Iara a menudo. Aún recordaba el día que lo encontró, siendo un cachorro. Y todo el amor que el perro necesitaba.
Una vez hubo seguido su camino, la anciana vió a un joven. Algo le decía que aquel chico era del Reino, aunque no creía haberle visto nunca por la capital. Se paró en seco a observarlo unos instantes. Siempre lo hacía con los nuevos, no quería tampoco ser demasiado confiada ni demasiado descortés, igual ese chico necesitaba ayuda.
Aunque no lo parecía, simplemente daba la sensación de que estaba buscando algo. Pero Iara se fijó en su cuerpecito: estaba demasiado delgado para alguien tan joven como él, posiblemente apenas llegaría a los 20 años. ¿Cómo era posible? ¿Es que acaso no tenía padres? ¿O es que estaba enfermo? Bien, en cualquier caso, ella iba a ofrecerle su, ya por muchos conocida, su mano amiga y sabia.
Sonriendo se acercó al chico, lentamente debido a sus piernas viejas y gastadas por los años, y se colocó justo delante de él.
- ¿Qué tal, jovencito?- preguntó con un tono dulce y una gran sonrisa en los labios. Cuando hablaba con la gente acostumbraba a colocar sus manos delante de su vientre, juntas. - Mi nombre es Iara. Veo que eres nuevo por aquí y me preguntaba si necesitas algo, aunque sea la compañía de una anciana como yo.- Dejó ver que era un chiste, con la misma sonrisa que mantuvo todo el rato. Ella era así, natural y lanzada, no le daba verguenza nada, y así se ganó la confianza de muchos de los habitantes del Reino del Mar de Jaspia.
Mientras esperaba que el muchacho contestara, Iara lo observaba detenidamente, sin borrar, ni un momento, la sonrisa alegre de sus labios.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
A pesar de que se había intentado concienciar durante el viaje, no pudo evitarlo. Sabía bastante bien, por malas experiencias, de muchos de los peligros que acechan a los incautos y a los que se delatan como nuevos en lugares como éste. Pero simplemente es que no podía evitarlo.
No es que fuera la primera ciudad que veía, es que era una ciudad tan sumamente grande a sus ojos que hacía que lo que él conocía como "ciudad" no pareciera digna de ese nombre. Y su asombro por algo tan nimio seguramente a ojos de otros no podía ser disimulado. Su mirada se paseaba por lo poco del perfil de la ciudad que conseguía entrever entre los distintos edificios, maravillado, con los ojos muy abiertos como los de un niño. Muchos le sorprendían con sus suntuosas formas y sus acabados, pero sobretodo era la rara armonía que formaban tantos edificios tan dispares y a la vez tan similares.
Era cierto que todo aquello lo había visto desde la borda del barco, pero, quizás por la forma de la bahía que resguardaba un poco el paisaje de la ciudad desde el mar o bien porque la última parte del viaje la había pasado asegurándose de no dejar nada en su cabina, desde el puerto se le antojaba todo aún mayor. Aquello parecía inabarcable. Por pura y simple estadística, estaba convencido de que podría encontrar a alguien que fuera capaz de ayudarle.
El problema era dónde buscarlo.
- ¿Qué tal, jovencito? - le sobresaltó una voz, trayéndole de vuelta al mundo real. Se acababa de dar cuenta que se había quedado embobado viendo el paisaje (cosa rara, eso solía ocurrirle más observando artilugios) y había bajado la guardia. Hubiera podido ser presa fácil de cualquier robabolsas afortunado que se hubiera cruzado en su camino, pero para su fortuna la primera persona que había reparado en él era una mujer mayor de aspecto tranquilizador.
Bueno, o él pensó que era la primera, dado que cuando miró a su alrededor un poco, vio que varios transeúntes le estaban mirando raro. No era sorprendente, el día era cálido y la mayoría de la gente vestía ropas livianas, normalmente de media manga o menos, pero él iba con un estrafalario abrigo largo de aspecto grueso y una larga vara de metal a modo de bastón a pesar de su juventud. Si tan sólo pudiera explicarles que era una prenda muy fresca, que el mismo sistema que le servía para aislarle del calor proveniente del vapor del depósito hacía que no se calentara la prenda...
Pero sería divagar y no quería ser descortés con la mujer que se había presentado. Parecía una buena persona, y la sonrisa que de cuando en cuando alguno de los que pasaban por allí le dedicaban reforzaba la impresión.
- Un placer conocerla, Iara, mi nombre es Otto. - contestó devolviéndole la sonrisa. Inclinó la cabeza un poco de manera cortés. Bueno, un poco más, dado que la mujer era sensiblemente más baja que él. - ¿Se nota mucho que no soy de por aquí? -preguntó riéndose un poco de sí mismo y sonrojándose. - La verdad es que agradecería mucho un poco de ayuda. Al preparar mi viaje hacia aquí, subestimé enormemente el tamaño de la ciudad, en Moramaile no hay nada parecido. ¿Podría darme unas indicaciones generales?
No quería importunar mucho a la anciana, pensando que tendría cosas que hacer.
- Siempre y cuando no interfiera demasiado con sus quehaceres, a menos que pueda ayudarla.
No es que fuera la primera ciudad que veía, es que era una ciudad tan sumamente grande a sus ojos que hacía que lo que él conocía como "ciudad" no pareciera digna de ese nombre. Y su asombro por algo tan nimio seguramente a ojos de otros no podía ser disimulado. Su mirada se paseaba por lo poco del perfil de la ciudad que conseguía entrever entre los distintos edificios, maravillado, con los ojos muy abiertos como los de un niño. Muchos le sorprendían con sus suntuosas formas y sus acabados, pero sobretodo era la rara armonía que formaban tantos edificios tan dispares y a la vez tan similares.
Era cierto que todo aquello lo había visto desde la borda del barco, pero, quizás por la forma de la bahía que resguardaba un poco el paisaje de la ciudad desde el mar o bien porque la última parte del viaje la había pasado asegurándose de no dejar nada en su cabina, desde el puerto se le antojaba todo aún mayor. Aquello parecía inabarcable. Por pura y simple estadística, estaba convencido de que podría encontrar a alguien que fuera capaz de ayudarle.
El problema era dónde buscarlo.
- ¿Qué tal, jovencito? - le sobresaltó una voz, trayéndole de vuelta al mundo real. Se acababa de dar cuenta que se había quedado embobado viendo el paisaje (cosa rara, eso solía ocurrirle más observando artilugios) y había bajado la guardia. Hubiera podido ser presa fácil de cualquier robabolsas afortunado que se hubiera cruzado en su camino, pero para su fortuna la primera persona que había reparado en él era una mujer mayor de aspecto tranquilizador.
Bueno, o él pensó que era la primera, dado que cuando miró a su alrededor un poco, vio que varios transeúntes le estaban mirando raro. No era sorprendente, el día era cálido y la mayoría de la gente vestía ropas livianas, normalmente de media manga o menos, pero él iba con un estrafalario abrigo largo de aspecto grueso y una larga vara de metal a modo de bastón a pesar de su juventud. Si tan sólo pudiera explicarles que era una prenda muy fresca, que el mismo sistema que le servía para aislarle del calor proveniente del vapor del depósito hacía que no se calentara la prenda...
Pero sería divagar y no quería ser descortés con la mujer que se había presentado. Parecía una buena persona, y la sonrisa que de cuando en cuando alguno de los que pasaban por allí le dedicaban reforzaba la impresión.
- Un placer conocerla, Iara, mi nombre es Otto. - contestó devolviéndole la sonrisa. Inclinó la cabeza un poco de manera cortés. Bueno, un poco más, dado que la mujer era sensiblemente más baja que él. - ¿Se nota mucho que no soy de por aquí? -preguntó riéndose un poco de sí mismo y sonrojándose. - La verdad es que agradecería mucho un poco de ayuda. Al preparar mi viaje hacia aquí, subestimé enormemente el tamaño de la ciudad, en Moramaile no hay nada parecido. ¿Podría darme unas indicaciones generales?
No quería importunar mucho a la anciana, pensando que tendría cosas que hacer.
- Siempre y cuando no interfiera demasiado con sus quehaceres, a menos que pueda ayudarla.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
La anciana contempló con su sonrisa alegre al joven Otto mientras éste hablaba. Parecía un poco nervioso, y algunos vecinos de por allí le miraban curiosos. Eso le hizo pensar que no parecía ser mal chico, quizá algo desorientado, pero nada más.
- ¡Oh! Así que de Moramaile, ¿eh?- La anciana colocó su mano derecha sobre el hombro del chico, a pesar de que tenía que casi ponerse de puntillas para hacerlo. - Ya sabía yo que no eras de fuera del Reino... Este olfato viejo y gastado nunca falla- dijo echándose a reír.
Después calló, y se giró sobre sí misma. Por la esquina que tenía justo detrás, apareció el tabernero Will, enfadado y gritando.
- ¡Malditos ladrones! Se roban todo lo bueno y nuevo que tengo! ¡Soy pobre, demonios! ¡¿No pueden tener un poco de piedad?!
Iara volvió a mirar a Otto y dijo en voz baja:
- Se trata del tabernero Will. El pobre hombre trabaja mucho al cabo del día y hay unos ladronzuelos que le roban a menudo. No te pienses que roban para comer, no, roban los humildes artilugios y utensilios que el pobre Will se puede permitir comprar para mejorar su negocio.
La anciana se volvió hacia Will, que acaba de apoyarse en el muro de una de las casas de alrededor, enfadado e intentando calmarse. Era momento de decir algo, y muchos esperaban que así fuera.
- ¡Will!- lo llamó Iara. El tabernero se acercó hasta ella, intentando por todos los medios calmarse. - ¿Qué ha pasado esta vez?
- No lo sé, he salido antes de comprobar todas las pérdidas. Pero estoy seguro de que han sido esos mequetrefes, malditos... Apenas puedo permitirme nada moderno y útil para la taberna, y ellos no hacen más que empeorar las cosas.- El tabernero parecía muy preocupado, era obvio que era un hombre trabajador y pobre, al cual no hacían más que robarle lo poco que tenía.
- Está bien. Yo misma intentaré buscar una solución. No te preocupes. Vuelve al trabajo y ya iré a hablar contigo.
Will obedeció a la anciana, que había vuelto a sonreír para consolarle y regresó sobre sus pasos.
- Bueno, chico, me dirigía a comprar un poco de tomillo para un caldo que iba a preparar para esta noche. Aunque tengo un estofado listo para ser comido. ¿Quieres comer algo? Te vendria muy bien para rellenar ese cuerpo tan delgado que tienes... - dijo la anciana mirándole detenidamente.
- ¡Oh! Así que de Moramaile, ¿eh?- La anciana colocó su mano derecha sobre el hombro del chico, a pesar de que tenía que casi ponerse de puntillas para hacerlo. - Ya sabía yo que no eras de fuera del Reino... Este olfato viejo y gastado nunca falla- dijo echándose a reír.
Después calló, y se giró sobre sí misma. Por la esquina que tenía justo detrás, apareció el tabernero Will, enfadado y gritando.
- ¡Malditos ladrones! Se roban todo lo bueno y nuevo que tengo! ¡Soy pobre, demonios! ¡¿No pueden tener un poco de piedad?!
Iara volvió a mirar a Otto y dijo en voz baja:
- Se trata del tabernero Will. El pobre hombre trabaja mucho al cabo del día y hay unos ladronzuelos que le roban a menudo. No te pienses que roban para comer, no, roban los humildes artilugios y utensilios que el pobre Will se puede permitir comprar para mejorar su negocio.
La anciana se volvió hacia Will, que acaba de apoyarse en el muro de una de las casas de alrededor, enfadado e intentando calmarse. Era momento de decir algo, y muchos esperaban que así fuera.
- ¡Will!- lo llamó Iara. El tabernero se acercó hasta ella, intentando por todos los medios calmarse. - ¿Qué ha pasado esta vez?
- No lo sé, he salido antes de comprobar todas las pérdidas. Pero estoy seguro de que han sido esos mequetrefes, malditos... Apenas puedo permitirme nada moderno y útil para la taberna, y ellos no hacen más que empeorar las cosas.- El tabernero parecía muy preocupado, era obvio que era un hombre trabajador y pobre, al cual no hacían más que robarle lo poco que tenía.
- Está bien. Yo misma intentaré buscar una solución. No te preocupes. Vuelve al trabajo y ya iré a hablar contigo.
Will obedeció a la anciana, que había vuelto a sonreír para consolarle y regresó sobre sus pasos.
- Bueno, chico, me dirigía a comprar un poco de tomillo para un caldo que iba a preparar para esta noche. Aunque tengo un estofado listo para ser comido. ¿Quieres comer algo? Te vendria muy bien para rellenar ese cuerpo tan delgado que tienes... - dijo la anciana mirándole detenidamente.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
Según parecía, su primera impresión no había sido equivocada. Parecía tratarse de una mujer muy amable y popular entre la gente de esa zona, o eso creía poder deducir de lo que veía.
- Sí, la verdad es que realmente es la primera vez que salgo de allí. Supongo que ensanchar los horizontes de uno nunca está de más, mi maestro siempre decía que era buena idea. - comentó sonriendo.- Y, por favor, deje de tratarse como una anciana. He visto gente mucho más joven y menos desenvuelta que usted. Es la viva imagen de la salud.
Entonces fue cuando él advirtió al tabernero... ¿Will había dicho?.... despotricando sobre su robo. Apretó los puños cuando le contó sobre su situación; él comprendía bastante bien lo que era subsistir con lo mínimo como para ser indiferente a unos ladronzuelos que se ensañaban con un pobre hombre.
Cuando la mujer se volvió de vuelta hacia él, le contestó volviendo a sonreir.
- No, por favor, ahora mismo no podría comer nada, en el barco nos han dado un poco de rancho. Además, aún no he hecho nada para merecer esa invitación. - Inclinándose gentilmente.- Como gratitud, sin embargo, le acompañaré a la tienda si lo desea y luego a visitar a Will, si me lo permitiera. - Se encogió de hombros humildemente, un poco más serio.- Soy... una especie de inventor y me gustaría ver si puedo ayudarle en algo. No me agrada ver que abusan de un hombre humilde y no levantar un dedo.
Volvió a sonreír. Sinceramente pensaba que quizás, ayudando un poco al tabernero, podría conseguir que posteriormente éste le ayudase. Quizás con algo de información, o simplemente ahorrándose unas monedas por la habitación o las comidas. Al menos en su aldea natal, el mejor modo de conseguir ayuda siempre fue estar disponible para ayudar.
- Y entonces, quizás si sea digno de tal invitación.
- Sí, la verdad es que realmente es la primera vez que salgo de allí. Supongo que ensanchar los horizontes de uno nunca está de más, mi maestro siempre decía que era buena idea. - comentó sonriendo.- Y, por favor, deje de tratarse como una anciana. He visto gente mucho más joven y menos desenvuelta que usted. Es la viva imagen de la salud.
Entonces fue cuando él advirtió al tabernero... ¿Will había dicho?.... despotricando sobre su robo. Apretó los puños cuando le contó sobre su situación; él comprendía bastante bien lo que era subsistir con lo mínimo como para ser indiferente a unos ladronzuelos que se ensañaban con un pobre hombre.
Cuando la mujer se volvió de vuelta hacia él, le contestó volviendo a sonreir.
- No, por favor, ahora mismo no podría comer nada, en el barco nos han dado un poco de rancho. Además, aún no he hecho nada para merecer esa invitación. - Inclinándose gentilmente.- Como gratitud, sin embargo, le acompañaré a la tienda si lo desea y luego a visitar a Will, si me lo permitiera. - Se encogió de hombros humildemente, un poco más serio.- Soy... una especie de inventor y me gustaría ver si puedo ayudarle en algo. No me agrada ver que abusan de un hombre humilde y no levantar un dedo.
Volvió a sonreír. Sinceramente pensaba que quizás, ayudando un poco al tabernero, podría conseguir que posteriormente éste le ayudase. Quizás con algo de información, o simplemente ahorrándose unas monedas por la habitación o las comidas. Al menos en su aldea natal, el mejor modo de conseguir ayuda siempre fue estar disponible para ayudar.
- Y entonces, quizás si sea digno de tal invitación.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
Una vez el muchacho habló, Iara comprendió que no se había equivocado. Algo en su interior le había asegurado que ese chico iba a servir para algo, y él mismo lo había dejado claro. Ya verían de qué modo podrían ser útiles tanto Will como Otto, eso sería más tarde.
- Está bien, querido Otto, es por allí- señaló una calle a unos quince pasos de ellos.
Allí era donde estaba el llamado herbolario. Se trataba de un señor que se dedicaba a conseguir plantas de los alrededores y de lugares más lejanos para hacerles el trabajo más fácil a los habitantes de Trinacria. Recordaba cómo había nacido ese negocio, que no se estilaba por ese entonces. Sin embargo, ese señor había conseguido que el negocio fuera viento en popa, no sin esperar bastantes días a que la gente se acostumbrara a ello. El señor que lo regentaba estaba enfermo. Por alguna razón, el mundo le había castigado con una enfermedad en las piernas que lo mantenía sentado la mayor parte del tiempo, por lo que apenas podía dedicarse a ningún trabajo. Era viudo, y tan sólo tenía una hija, la cual marchó hacía mucho tiempo en busca de trabajo, marido y familia. Nunca regresó junto a su padre, y éste nunca supo de ella. Por estas razones, el señor del herbolario era un hombre triste, aunque simpático y dispuesto a ayudar a la gente. Fue Iara la que le dió la idea de montar ese negocio, y muchos de los vecinos del lugar le ayudaron a conseguirlo.
Habían comenzado a caminar, en silencio, anciana y joven, dirección al lugar que Iara había señalado. Ella sonrió al recordar lo que el joven Otto había dicho: "He visto gente mucho más joven y menos desenvuelta que usted. Es la viva imagen de la salud." No era la primera vez que a la anciana Iara le decían algo parecido, pero ella era totalmente consciente de que ya no le quedaban muchos años de vida.
- Está bien, jovencito, así que no quieres probar mi delicioso estofado... Deberías hacerlo porque, como ya he dicho antes, estás demasiado flacucho, y un joven fuerte y rellenito siempre llama más la atención... y no sólo a las chicas- le dirigió una sonrisa pícara a Otto. - Pero acepto tu propuesta, sin embargo, porque además esta noche probarás mi delicioso caldo y una cama muy confortable que tengo en casa. Bueno, todo eso suponiendo que no tengas familia o amigos por aquí...
Siempre le pasaba lo mismo, estaba tan preocupada con ayudar y hacer senti bien a los demás, que a veces podía resultar pesada, aunque solía darse cuenta a tiempo.
- Está bien, querido Otto, es por allí- señaló una calle a unos quince pasos de ellos.
Allí era donde estaba el llamado herbolario. Se trataba de un señor que se dedicaba a conseguir plantas de los alrededores y de lugares más lejanos para hacerles el trabajo más fácil a los habitantes de Trinacria. Recordaba cómo había nacido ese negocio, que no se estilaba por ese entonces. Sin embargo, ese señor había conseguido que el negocio fuera viento en popa, no sin esperar bastantes días a que la gente se acostumbrara a ello. El señor que lo regentaba estaba enfermo. Por alguna razón, el mundo le había castigado con una enfermedad en las piernas que lo mantenía sentado la mayor parte del tiempo, por lo que apenas podía dedicarse a ningún trabajo. Era viudo, y tan sólo tenía una hija, la cual marchó hacía mucho tiempo en busca de trabajo, marido y familia. Nunca regresó junto a su padre, y éste nunca supo de ella. Por estas razones, el señor del herbolario era un hombre triste, aunque simpático y dispuesto a ayudar a la gente. Fue Iara la que le dió la idea de montar ese negocio, y muchos de los vecinos del lugar le ayudaron a conseguirlo.
Habían comenzado a caminar, en silencio, anciana y joven, dirección al lugar que Iara había señalado. Ella sonrió al recordar lo que el joven Otto había dicho: "He visto gente mucho más joven y menos desenvuelta que usted. Es la viva imagen de la salud." No era la primera vez que a la anciana Iara le decían algo parecido, pero ella era totalmente consciente de que ya no le quedaban muchos años de vida.
- Está bien, jovencito, así que no quieres probar mi delicioso estofado... Deberías hacerlo porque, como ya he dicho antes, estás demasiado flacucho, y un joven fuerte y rellenito siempre llama más la atención... y no sólo a las chicas- le dirigió una sonrisa pícara a Otto. - Pero acepto tu propuesta, sin embargo, porque además esta noche probarás mi delicioso caldo y una cama muy confortable que tengo en casa. Bueno, todo eso suponiendo que no tengas familia o amigos por aquí...
Siempre le pasaba lo mismo, estaba tan preocupada con ayudar y hacer senti bien a los demás, que a veces podía resultar pesada, aunque solía darse cuenta a tiempo.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
- Oh, por favor, no he dicho eso. Lo que sucede es que ya he comido y comer sin hambre le quita parte del gusto a una comida.- contestó cortésmente, mientras caminaba a su lado, como una improvisada escolta.
Sonrió divertido ante el comentario de Iara, negando suavemente con la cabeza. No era la primera persona que se preocupaba por su fina complexión. Era cierto que quizás fuera un poco más enfermizo que la media, pero "ya" no era un problema de alimentación, sino de desarrollo por haber pasado muchos apuros en la niñez. Dudaba sinceramente que a esas alturas pudiera hacer algo al respecto. - ¿Y permitir que una chica se sienta tentada de utilizar su encanto para apartarme de tan grata compañía?- contestó echándose a reír.- No hace falta que se preocupe por mí, esta no es más que la complexión que mis padres pudieron proporcionarme.
- No, me temo que vengo.... un poco a la aventura a Trinacria, mi familia y amigos siguen en Moramaile. - Excepto su maestro, cuyo paradero era uno de sus quebraderos de cabeza.- Pero de esto podemos hablar más tranquilamente durante la cena o mientras buscamos el modo de ayudar al buen Will. En cuanto al alojamiento, no quisiera causarle más molestias aún. Puedo permitirme alojamiento en alguna posada...
En esta conversación se encontraban cuando llegaron al herbolario.
Sonrió divertido ante el comentario de Iara, negando suavemente con la cabeza. No era la primera persona que se preocupaba por su fina complexión. Era cierto que quizás fuera un poco más enfermizo que la media, pero "ya" no era un problema de alimentación, sino de desarrollo por haber pasado muchos apuros en la niñez. Dudaba sinceramente que a esas alturas pudiera hacer algo al respecto. - ¿Y permitir que una chica se sienta tentada de utilizar su encanto para apartarme de tan grata compañía?- contestó echándose a reír.- No hace falta que se preocupe por mí, esta no es más que la complexión que mis padres pudieron proporcionarme.
- No, me temo que vengo.... un poco a la aventura a Trinacria, mi familia y amigos siguen en Moramaile. - Excepto su maestro, cuyo paradero era uno de sus quebraderos de cabeza.- Pero de esto podemos hablar más tranquilamente durante la cena o mientras buscamos el modo de ayudar al buen Will. En cuanto al alojamiento, no quisiera causarle más molestias aún. Puedo permitirme alojamiento en alguna posada...
En esta conversación se encontraban cuando llegaron al herbolario.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
El joven no parecía encontrarse muy mal en su compañía, pero aún así Iara se esforzaba porque el chico estuviera cómodo y agusto y no se sintiera solo o fuera de lugar. Parecía un joven bueno, aunque no lo conocía del todo y ya sabía que no era bueno fiarse de las apariencias.
- Tranquilo, he ayudado a muchos hombres a encontrar una buena mujer con la que compartir el resto de su vida, y muy pocas veces me he equivocado- le guiñó un ojo al joven. Justo en ese momento, el panadero Poke pasó de nuevo por allí, e Iara le dedicó una sonrisa y un saludo alegre con la mano. - Así que has dejado todo en Moramaile... Imagino que debes tener grandes motivos para haberlo hecho, es muy duro abandonarlo todo y partir solo hacia un lugar que no se conoce. - Sus palabras eran casi alabanzas por lo valiente que le parecía a la anciana la decisión tomada por Otto. Aún así, no pensaba hablar más del tema, el chico parecía preferir hablarlo en privado y tranquilamente. Igual tenía mucho que contar o dudas que resolver... - Sobre el alojamiento no te preocupes, jovencito, prefiero que hagas compañía a una vieja charlatana como yo, a que pierdas algunas de las monedas que lleves en una posada. Aunque en Trinacria poseemos varias muy confortables... - añadió sonriendo.
Fue entonces cuando llegaron al herbolario.
En realidad, el herbolario no era más que una pequeña casa que el dueño había preparado para realizar el oficio y poder desenvolverse bien sin estar muy lejos de su hogar, debido a su enfermedad. La anciana no dejó pasar a Otto primero, más bien en un gesto de protección que descortés. Dentro había una mesa alargada, encima de la cual había numerosos tipos de plantas y semillas, muchas de las cuales no eran fáciles de encontrar cerca de Trinacria. Justo detrás de la mesa había una estantería llena de bolsitas con otro tipo de hojas, plantas, flores y semillas, algo más caras debido a su escasez o uso que pudiera dárseles.
La anciana se acercó a la mesa, y se disponía a explicarle a Otto algún que otro uso que podían tener los materiales que tenían delante. Pero en ese momento apareció el dueño del negocio. Caminaba con un bastón, claramente muy pobre, pues se trataba de un triste palo encontrado en cualquier bosque cercano.
- ¡Encantado de teneros aquí, Iara! - El señor era muy educado, y caminaba a duras penas apoyándose en su bastón. No estaba ni delgado ni gordo, aunque se le veía débil y cansado. Su rostros era fino y lleno de arrugas, aunque no era de una edad muy avanzada. El pelo, moreno antaño, empezaba a tener un color más blanco, debido a las canas. El tipo se sentó en su silla junto a la mesa y añadió: - ¿Qué os trae por aquí, mi señora?
- Oh, querido, sólo he venido a buscar un poco de tomillo para un caldo, no he tenido tiempo de salir a buscar y tampoco quería hacerlo hoy, ya que tendría hacerlo deprisa y estas piernas ya no son tan rápidas como antes.- la anciana sonrió al señor.- Este chico que me acompaña es Otto, es su primera visita a Trinacria y voy a guiarlo un poco antes de dejarlo a su libre albedrío. - El señor rió.
- Siempre igual, Iara. - dijo él sonriendo. Entonces se levantó, haciendo un esfuerzo y se acercó al joven que acompañaba a la anciana. Le tendió la mano, algo que por allí sólo se estilaba si se eran conocidos, y dijo: - Encantado. Te has buscado muy buena compañía y guía para empezar por estas tierras. Espero que te vaya bien.
- Tranquilo, he ayudado a muchos hombres a encontrar una buena mujer con la que compartir el resto de su vida, y muy pocas veces me he equivocado- le guiñó un ojo al joven. Justo en ese momento, el panadero Poke pasó de nuevo por allí, e Iara le dedicó una sonrisa y un saludo alegre con la mano. - Así que has dejado todo en Moramaile... Imagino que debes tener grandes motivos para haberlo hecho, es muy duro abandonarlo todo y partir solo hacia un lugar que no se conoce. - Sus palabras eran casi alabanzas por lo valiente que le parecía a la anciana la decisión tomada por Otto. Aún así, no pensaba hablar más del tema, el chico parecía preferir hablarlo en privado y tranquilamente. Igual tenía mucho que contar o dudas que resolver... - Sobre el alojamiento no te preocupes, jovencito, prefiero que hagas compañía a una vieja charlatana como yo, a que pierdas algunas de las monedas que lleves en una posada. Aunque en Trinacria poseemos varias muy confortables... - añadió sonriendo.
Fue entonces cuando llegaron al herbolario.
En realidad, el herbolario no era más que una pequeña casa que el dueño había preparado para realizar el oficio y poder desenvolverse bien sin estar muy lejos de su hogar, debido a su enfermedad. La anciana no dejó pasar a Otto primero, más bien en un gesto de protección que descortés. Dentro había una mesa alargada, encima de la cual había numerosos tipos de plantas y semillas, muchas de las cuales no eran fáciles de encontrar cerca de Trinacria. Justo detrás de la mesa había una estantería llena de bolsitas con otro tipo de hojas, plantas, flores y semillas, algo más caras debido a su escasez o uso que pudiera dárseles.
La anciana se acercó a la mesa, y se disponía a explicarle a Otto algún que otro uso que podían tener los materiales que tenían delante. Pero en ese momento apareció el dueño del negocio. Caminaba con un bastón, claramente muy pobre, pues se trataba de un triste palo encontrado en cualquier bosque cercano.
- ¡Encantado de teneros aquí, Iara! - El señor era muy educado, y caminaba a duras penas apoyándose en su bastón. No estaba ni delgado ni gordo, aunque se le veía débil y cansado. Su rostros era fino y lleno de arrugas, aunque no era de una edad muy avanzada. El pelo, moreno antaño, empezaba a tener un color más blanco, debido a las canas. El tipo se sentó en su silla junto a la mesa y añadió: - ¿Qué os trae por aquí, mi señora?
- Oh, querido, sólo he venido a buscar un poco de tomillo para un caldo, no he tenido tiempo de salir a buscar y tampoco quería hacerlo hoy, ya que tendría hacerlo deprisa y estas piernas ya no son tan rápidas como antes.- la anciana sonrió al señor.- Este chico que me acompaña es Otto, es su primera visita a Trinacria y voy a guiarlo un poco antes de dejarlo a su libre albedrío. - El señor rió.
- Siempre igual, Iara. - dijo él sonriendo. Entonces se levantó, haciendo un esfuerzo y se acercó al joven que acompañaba a la anciana. Le tendió la mano, algo que por allí sólo se estilaba si se eran conocidos, y dijo: - Encantado. Te has buscado muy buena compañía y guía para empezar por estas tierras. Espero que te vaya bien.
- Spoiler:
- FDI: He pensado que ya que es un personaje sólo de paso, puedes manejar al dueño del herbolario si quieres darle un poco más de variación o cualquier cosa, por eso mismo no he querido darle ningún nombre. Simplemente pon el mismo color si le utilizas y listo. Si no te interesa, no lo uses y de todas formas no tardaremos en salir del herbolario
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
- Spoiler:
- FDI: Perdón por el retraso, estos últimos días no han sido los mejores para mi concentración
Con respecto al herborista... no sé me ocurre qué hacer con él XD.
- Oh bueno, pero yo aún soy demasiado joven para pensar en sentar la cabeza. - Bueno, en realidad, su hermano mayor a su edad ya tenía el primer hijo, pero bueno, él había decidido quedarse trabajando la tierra y en ese entorno era más común el casarse muy joven.- Pero cuando lo decida, si necesito consejo ya sé dónde buscarlo. - dijo sonriendo ampliamente.
- En realidad no es tan duro. Sigo teniendo cosas en Moramaile, y está reconfortantemente cerca. - No dijo más, prefería un entorno más tranquilo para hablar de la búsqueda que le había sacado de allí, porque las razones eran complicadas de explicar. De hecho, había partes que ni siquiera él comprendía.
- Aún así me gustaría saber donde están esas posadas, no sé cuánto tiempo tendré que quedarme y no me parece correcto abusar de la hospitalidad.
Dejó que ella se adelantara en el herbolario. En seguida, su nariz se vio agradablemente inundada por el olor de las muchas especias repartidas por la habitación. Escuchó las pocas explicaciones que Iara le dio antes de que llegara el dueño, pero muchas de ellas no eran necesarias. Parte del adiestramiento de un mago incluye una cierta base de alquimia, pues muchos componentes mágicos han de ser extraídos de plantas. Además, había sido criado de Wolfgang además de su aprendiz, y entre las tareas que frecuentemente realizaba estaba la cocina.
No es que fuera un gran cocinero, pero al menos su comida no sabía mal.
Sonrió al herborista cuando éste se dirigió a él. - Le agradezco enormemente sus buenos deseos, señor. Me gustaría felicitarle por su tienda, tiene una selección maravillosa de hierbas. - contestó mientras observaba los estantes de la herboristería.
Su curiosidad le mantuvo ocupado mientras Iara realizaba su compra, mirando los bienes que vendía el hombre. Ciertamente había algunas plantas que, para él, eran muy exóticas. Pero también era cierto que veía escasez de algunas que cerca de su hogar abundaban. Es más, los agricultores locales las consideraban malas hierbas y las arrancaban y quemaban frecuentemente. Para sus adentros decidió que la próxima vez que pudiera hacerse con un poco, le traería al herborista unas cuantas matas.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
Tras el cumplido por lo bueno de su tienda, el dueño del herbolario le dedicó una sonrisa de agradecimiento. Iara también sonrió al ver que el chico parecía bastante educado, esperaba que no se hubiera equivocado con él.
No perdió de vista a Otto, aunque sólo le observaba de reojo mientras que ella compraba el tomillo para el caldo. No quiso entretenerse mucho más, ya que Otto tendría cosas que hacer o, al menos, que contar.
Se despidió del herbolista y salió de nuevo a la calle. Estaban algo alejados de casa, pero hacía un buen día para pasear, pese a que empezaran a rugirle las tripas de hambre.
- Ha sido muy amable por tu parte ese cumplido al señor, eres educado, me gusta eso. - dijo Iara una vez ambos estuvieron fuera del herbolario. Miró a uno y otro lado, y luego alzó la vista para mirar al sol. Presentía que por la noche, cuando el sol se retirara, haría bastante frío, aunque no esperaba una tormenta.
Echó a andar en dirección a su casa. Su intención era visitar al tabernero Will, pero eso sería después de dar de comer a ese pobre muchacho flacucho y de saber un poco más acerca de cómo y por qué estaba en Trinacria. Bien sabía que no era por ser una mujer cotilla, más bien por buscar alguna forma de ayudarle u ofrecerle indicaciones para hacérselo todo más fácil al muchacho. Ella nunca ponía en primer lugar su curiosidad, si bien la satisfacía, no lo hacía adrede.
- Bien, Otto, ya te dije que tengo estofado preparado en casa. Vamos allí, sirvo una ración para cada uno de paso puedes contarme algo sobre tu viaje a la capital.- sonrió. -Aunque, por supuesto, no estás obligado en absoluto. Pienso darte de comer y cobijo al menos esta noche, me lo cuentes o no. - Sonrió de nuevo, dando a entender que lo decía en serio, si ese chico no quería contar nada, no era necesario que lo hiciera, ella no era interesada ni chantajista. - Después, tal y como me dijiste antes, podemos ir a visitar al tabernero Will. Estará gustoso de encontrar una mano amiga que le eche una mano.
No perdió de vista a Otto, aunque sólo le observaba de reojo mientras que ella compraba el tomillo para el caldo. No quiso entretenerse mucho más, ya que Otto tendría cosas que hacer o, al menos, que contar.
Se despidió del herbolista y salió de nuevo a la calle. Estaban algo alejados de casa, pero hacía un buen día para pasear, pese a que empezaran a rugirle las tripas de hambre.
- Ha sido muy amable por tu parte ese cumplido al señor, eres educado, me gusta eso. - dijo Iara una vez ambos estuvieron fuera del herbolario. Miró a uno y otro lado, y luego alzó la vista para mirar al sol. Presentía que por la noche, cuando el sol se retirara, haría bastante frío, aunque no esperaba una tormenta.
Echó a andar en dirección a su casa. Su intención era visitar al tabernero Will, pero eso sería después de dar de comer a ese pobre muchacho flacucho y de saber un poco más acerca de cómo y por qué estaba en Trinacria. Bien sabía que no era por ser una mujer cotilla, más bien por buscar alguna forma de ayudarle u ofrecerle indicaciones para hacérselo todo más fácil al muchacho. Ella nunca ponía en primer lugar su curiosidad, si bien la satisfacía, no lo hacía adrede.
- Bien, Otto, ya te dije que tengo estofado preparado en casa. Vamos allí, sirvo una ración para cada uno de paso puedes contarme algo sobre tu viaje a la capital.- sonrió. -Aunque, por supuesto, no estás obligado en absoluto. Pienso darte de comer y cobijo al menos esta noche, me lo cuentes o no. - Sonrió de nuevo, dando a entender que lo decía en serio, si ese chico no quería contar nada, no era necesario que lo hiciera, ella no era interesada ni chantajista. - Después, tal y como me dijiste antes, podemos ir a visitar al tabernero Will. Estará gustoso de encontrar una mano amiga que le eche una mano.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
Su mirada se paseaba por los estantes, entreteniéndose en leer los nombres de las distintas hierbas, cuando advirtió que Iara le hizo una indicación de que ya iba a salir.
- Que pase una buena tarde, señor. - Se despidió amigablemente del tendero antes de seguir a la mujer a la calle. El sol seguía brillando con fuerza en el cielo, con una suave brisa que evitaba que día se recalentara demasiado. Realmente era un día hermoso.
- Bueno, únicamente un cumplido, en verdad lo pienso. Pese a su edad, se las arregla para tener una tienda muy bien surtida. Muchas de esas especias no son fáciles de encontrar. - comentó como respuesta a Iara mientras caminaban.- Bueno, he pasado una gran parte de mi vida con libros y recibiendo lecciones de un maestro. Supongo que algo de su forma de hablar se me habrá pegado.
Tomaron el camino inverso que habían traído, con lo toques contra el suelo del bastón del muchacho como medida de tiempo. - Acepto con gusto su invitación, Iara, y no me importa compartir el motivo de mi viaje. De hecho, quizás usted misma pueda ayudarme, pero es complicado de explicar, por eso me gustaría estar en un sitio más tranquilo para ello.
Su camino les llevó a pasar frente al callejón donde habían tenido el breve encuentro con el atribulado tabernero. - Me pregunto que clase de pillos son los que están atormentando al buen Will y como lo estarán haciendo. Tengo ya unas cuantas ideas, dependiendo de la situación que tenga cuando lleguemos. - una sonrisa se dibujó en sus labios mientras alguna que otra idea se iba concretando en su cabeza, sólo le quedaría medir las cantidades exactas... y así esperaba conseguir que el buen hombre tuviera una preocupación menos.
- Que pase una buena tarde, señor. - Se despidió amigablemente del tendero antes de seguir a la mujer a la calle. El sol seguía brillando con fuerza en el cielo, con una suave brisa que evitaba que día se recalentara demasiado. Realmente era un día hermoso.
- Bueno, únicamente un cumplido, en verdad lo pienso. Pese a su edad, se las arregla para tener una tienda muy bien surtida. Muchas de esas especias no son fáciles de encontrar. - comentó como respuesta a Iara mientras caminaban.- Bueno, he pasado una gran parte de mi vida con libros y recibiendo lecciones de un maestro. Supongo que algo de su forma de hablar se me habrá pegado.
Tomaron el camino inverso que habían traído, con lo toques contra el suelo del bastón del muchacho como medida de tiempo. - Acepto con gusto su invitación, Iara, y no me importa compartir el motivo de mi viaje. De hecho, quizás usted misma pueda ayudarme, pero es complicado de explicar, por eso me gustaría estar en un sitio más tranquilo para ello.
Su camino les llevó a pasar frente al callejón donde habían tenido el breve encuentro con el atribulado tabernero. - Me pregunto que clase de pillos son los que están atormentando al buen Will y como lo estarán haciendo. Tengo ya unas cuantas ideas, dependiendo de la situación que tenga cuando lleguemos. - una sonrisa se dibujó en sus labios mientras alguna que otra idea se iba concretando en su cabeza, sólo le quedaría medir las cantidades exactas... y así esperaba conseguir que el buen hombre tuviera una preocupación menos.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
- Así que sabes no sólo de plantas, lo cual me resulta interesante, sino también de libros. ¡Vaya! Creo que esta vez he vuelto a acertar en mi primera idea de un desconocido - la anciana se rió de su propio chiste. El cual no esperaba que el joven entendiera.- Y ese maestro que mencionas... Está bien, está bien, en casa estaremos más tranquilos y podrás explicarme todo con más ganas.
Empezaba a tener una gran curiosidad por la vida de ese chico, ¿a qué se dedicaba en realidad? ¿Quién habría sido ese maestro al que había mencionado?
Iara miró al frente, donde se encontraba el lugar en el que se habían topado con el tabernero, y escuchó lo que Otto dijo. Durante unos instantes no abrió la boca, pues ella no sabía de los ladrones más de lo que Will le había contado, y éste tampoco estaba muy informado sobre el tema.
- ¡Ay, jovencito,ojalá supiéramos quiénes intentan acabar con el negocio del pobre Will. Lo siento, no dispongo de esa información, aunque tarde o temprano se acabará averiguando, por el bien del pobre hombre. - suspiró, visiblemente preocupada por el tabernero. Después continuó hablando. - ¿Sabes, hijo? Ese hombre es bueno, aunque siempre le ha podido su mal genio. Tiene un carácter que asusta. Sin embargo, es trabajador y honrado, y no es mala persona, nunca ha tenido problemas serios con nadie y mucho menos ha hecho algo deshonesto. Es fácil tacharlo de buena persona. Lástima que en este mundo siempre haya alguien dispuesto a hacer daño a los demás...
Su voz se había tornado melancólica y triste. La anciana se preocupaba mucho por la gente a la que apreciaba, y ese tabernero no iba a ser una excepción. Sin embargo, lo que más le fastidiaba era el no poder hacer nada por él.
Alzó la vista y vislumbró su casa a unos treinta pasos. Miró a Otto y señaló el lugar con el dedo índice de su mano derecha.
- Esa es mi casa. Ya estamos aquí. Verás que sabroso el estofado.- dijo sonriéndole felizmente.
Caminaron hasta la puerta e Iara la abrió. Entró ella delante de Otto. A sus pies se extendía una habitación que contaba con un par de sillas grandes transformadas en una especia de sillones, una mesa en la que bien podían comer seis o siete personas y al menos diez sillas repartidas por la habitación. Delante de lo que daba el aspecto de sillones, de no ser por su material pobre, había una pequeña chimenea. Detrás de la mesa se encontraba una pequeña cocina, bastante vieja y en la cua se apreciaba el gran uso que se le había dado con el tiempo. A la derecha de la cocina podía verse una ancha cortina de un color marrón, que antaño había sido casi un tono pastel, de tela vieja, detrás de la cual se ocultaban las dos habitaciones que la casa poseía, ambas pobremente amuebladas, dadas las circunstancias.
La anciana se aproximó a la cocina y sacó un bol, dentro del cual metió el tomillo que había comprado en el herbolario.
- Bueno, jovencito, toma asiento y ponte cómodo, en seguida serviré el estofado.- dijo Iara desde la cocina.
Empezaba a tener una gran curiosidad por la vida de ese chico, ¿a qué se dedicaba en realidad? ¿Quién habría sido ese maestro al que había mencionado?
Iara miró al frente, donde se encontraba el lugar en el que se habían topado con el tabernero, y escuchó lo que Otto dijo. Durante unos instantes no abrió la boca, pues ella no sabía de los ladrones más de lo que Will le había contado, y éste tampoco estaba muy informado sobre el tema.
- ¡Ay, jovencito,ojalá supiéramos quiénes intentan acabar con el negocio del pobre Will. Lo siento, no dispongo de esa información, aunque tarde o temprano se acabará averiguando, por el bien del pobre hombre. - suspiró, visiblemente preocupada por el tabernero. Después continuó hablando. - ¿Sabes, hijo? Ese hombre es bueno, aunque siempre le ha podido su mal genio. Tiene un carácter que asusta. Sin embargo, es trabajador y honrado, y no es mala persona, nunca ha tenido problemas serios con nadie y mucho menos ha hecho algo deshonesto. Es fácil tacharlo de buena persona. Lástima que en este mundo siempre haya alguien dispuesto a hacer daño a los demás...
Su voz se había tornado melancólica y triste. La anciana se preocupaba mucho por la gente a la que apreciaba, y ese tabernero no iba a ser una excepción. Sin embargo, lo que más le fastidiaba era el no poder hacer nada por él.
Alzó la vista y vislumbró su casa a unos treinta pasos. Miró a Otto y señaló el lugar con el dedo índice de su mano derecha.
- Esa es mi casa. Ya estamos aquí. Verás que sabroso el estofado.- dijo sonriéndole felizmente.
Caminaron hasta la puerta e Iara la abrió. Entró ella delante de Otto. A sus pies se extendía una habitación que contaba con un par de sillas grandes transformadas en una especia de sillones, una mesa en la que bien podían comer seis o siete personas y al menos diez sillas repartidas por la habitación. Delante de lo que daba el aspecto de sillones, de no ser por su material pobre, había una pequeña chimenea. Detrás de la mesa se encontraba una pequeña cocina, bastante vieja y en la cua se apreciaba el gran uso que se le había dado con el tiempo. A la derecha de la cocina podía verse una ancha cortina de un color marrón, que antaño había sido casi un tono pastel, de tela vieja, detrás de la cual se ocultaban las dos habitaciones que la casa poseía, ambas pobremente amuebladas, dadas las circunstancias.
La anciana se aproximó a la cocina y sacó un bol, dentro del cual metió el tomillo que había comprado en el herbolario.
- Bueno, jovencito, toma asiento y ponte cómodo, en seguida serviré el estofado.- dijo Iara desde la cocina.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
El chico la miró confuso cuando ella se echó a reír, pero no perdió su sonrisa; no le inquietaba. No le cabía duda de que había despertado la curiosidad de aquella mujer que apenas conocía pero algo en ella le inspiraba confianza, quizás fuera lo bien recibida que era en todos lados. Ello le hacía estar tranquilo, pese a conocerla de apenas unas pocas horas.
- Bueno, espero que Will sí que sepa algo más, por lo menos cómo o por dónde entran. Sería un buen comienzo. - comentó. - No creo que sea alguien intentando hacerle mal expresamente a él. Seguramente sea una banda de pillos que le han encontrado el truco a entrar en su negocio y por ello insisten. - Intentó tranquilizarla pensando en positivo. Bueno, eso y tranquilizarse un poco a él mismo. Si había alguien determinado a atacar al pobre Will hasta arruinarlo, si alguien le ayudaba a defenderse, sin duda pasaría a su lista de enemigos...
Sacudió la cabeza levemente, apartando el pensamiento. No es que pensara en no ayudar al tabernero ahora, mucho menos sin saber nada en realidad, pero no le gustaba estar en la lista de enemigos. De nadie.
De nuevo, Iara se tomó la molestia de devolverle a la realidad indicándole que habían llegado a su casa. No parecía demasiado grande (para una persona sóla no debía serlo) pero aún así le parecía encantadora. - Es una muy bonita casa, Iara. - dijo mientras la acompañaba al interior.
Se tomó un momento para mirar a su alrededor, pensando para sus adentros que sin duda la mujer tendía a recibir muchas visitas, y dejó la bolsa de sus posesiones junto a una de las sillas, apoyando el bastón sobre la mesa. - ¿Puedo ayudarla en algo con la comida? - Preguntó educadamente antes de tomar asiento. Aunque fuera invitado, dada la edad de Iara no iba a poner ni un sólo pero a ayudarla, así fuera para preparar la mesa.
- Bueno, espero que Will sí que sepa algo más, por lo menos cómo o por dónde entran. Sería un buen comienzo. - comentó. - No creo que sea alguien intentando hacerle mal expresamente a él. Seguramente sea una banda de pillos que le han encontrado el truco a entrar en su negocio y por ello insisten. - Intentó tranquilizarla pensando en positivo. Bueno, eso y tranquilizarse un poco a él mismo. Si había alguien determinado a atacar al pobre Will hasta arruinarlo, si alguien le ayudaba a defenderse, sin duda pasaría a su lista de enemigos...
Sacudió la cabeza levemente, apartando el pensamiento. No es que pensara en no ayudar al tabernero ahora, mucho menos sin saber nada en realidad, pero no le gustaba estar en la lista de enemigos. De nadie.
De nuevo, Iara se tomó la molestia de devolverle a la realidad indicándole que habían llegado a su casa. No parecía demasiado grande (para una persona sóla no debía serlo) pero aún así le parecía encantadora. - Es una muy bonita casa, Iara. - dijo mientras la acompañaba al interior.
Se tomó un momento para mirar a su alrededor, pensando para sus adentros que sin duda la mujer tendía a recibir muchas visitas, y dejó la bolsa de sus posesiones junto a una de las sillas, apoyando el bastón sobre la mesa. - ¿Puedo ayudarla en algo con la comida? - Preguntó educadamente antes de tomar asiento. Aunque fuera invitado, dada la edad de Iara no iba a poner ni un sólo pero a ayudarla, así fuera para preparar la mesa.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
Oyó al joven hablarle desde la cocina, y la anciana sonrió ante el ofrecimiento. Asomó su cabecita para que el chico la viera y asintió con una sonrisa y un agradecimiento saliendo de su boca.
- Puedes ayudar preparar la mesa, aunque en los tiempos que corren y con lo pobre que soy no es que haya demasiado para preparar - dijo riendo. - La verdad es que prácticamente todo lo que tengo en casa ha sido regalado en agradecimiento por algún favor, alguna donación caritativa por parte de algún señor con algunas que otras riquezas y cosas así. Ya ves que soy una anciana humilde aunque siempre intento tener mi casa adecuada para recibir visitas.
Cogió dos cuencos de madera, y vertió en ellos cantidades iguales de estofado. Estaba a temperatura ambiente así que pensó en acercarlo un poco al fuego de la chimenea. Siempre solía dejarla encendida, a excepción de ser consciente de pasar fuera demasiadas horas. Pero, excepto en sus viajes, eso nunca pasaba. Era una mujer casera y tranquila. Y antes que andar dando vueltas por la ciudad, prefería estar tranquila en su casa, ya se inventaba ella alguna actividad para pasar el tiempo sin desperdiciarlo.
Se acercó a la chimenea con un cuenco en cada mano lleno de comida y colocó cada uno de ellos encima de la tabla para el fuego. Permaneció a la espera. Notaba los movimientos de Otto, aunque no sabía si aún seguía preparando la mesa o simplemente observaba su hogar.
- Bueno, jovencito - dijo sacando los cuencos del fuego y acercándose a la mesa.- La comida está servida. Que aproveche.
- Puedes ayudar preparar la mesa, aunque en los tiempos que corren y con lo pobre que soy no es que haya demasiado para preparar - dijo riendo. - La verdad es que prácticamente todo lo que tengo en casa ha sido regalado en agradecimiento por algún favor, alguna donación caritativa por parte de algún señor con algunas que otras riquezas y cosas así. Ya ves que soy una anciana humilde aunque siempre intento tener mi casa adecuada para recibir visitas.
Cogió dos cuencos de madera, y vertió en ellos cantidades iguales de estofado. Estaba a temperatura ambiente así que pensó en acercarlo un poco al fuego de la chimenea. Siempre solía dejarla encendida, a excepción de ser consciente de pasar fuera demasiadas horas. Pero, excepto en sus viajes, eso nunca pasaba. Era una mujer casera y tranquila. Y antes que andar dando vueltas por la ciudad, prefería estar tranquila en su casa, ya se inventaba ella alguna actividad para pasar el tiempo sin desperdiciarlo.
Se acercó a la chimenea con un cuenco en cada mano lleno de comida y colocó cada uno de ellos encima de la tabla para el fuego. Permaneció a la espera. Notaba los movimientos de Otto, aunque no sabía si aún seguía preparando la mesa o simplemente observaba su hogar.
- Bueno, jovencito - dijo sacando los cuencos del fuego y acercándose a la mesa.- La comida está servida. Que aproveche.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
En cuanto ella aceptó su ofrecimiento, el muchacho dejó su largo abrigo en el respaldo de su asiento y de inmediato epezó a preparar la mesa, deteniendo de cuando en cuando a Iara para preguntarle dónde estaba tal o cual cosa.
- En realidad así es mejor. Si uno tiene demasiado, en seguida salen las envidias y los celos. - Comentó con una sonrisa mientras llenaba una jarra de agua fresca y la dejaba sobre la mesa, regresando a por un par de vasos de cerámica para servirla. - Con tener asegurado siempre lo esencial, lo demás es fácil. Eso decía mi padre.
Para cuando Iara salió de la cocina con los dos cuencos hacia la chimenea, la mesa estaba preparada, una mesa humilde pero agradable, del tipo que Otto solía preferir. Quizás fuera un estímulo positivo remanente de cuando era un infante y acercarse a la mesa significaba que ése día había algo bueno de comer...
Mientras la comida recuperaba su calor, y empezaba a inundar la habiación con su apetitoso olor, Otto acomodaba mejor sus cosas en un rincón para que no estorbasen, cerrando la llave que mantenía en funcionamiento su abrigo-invento, convencido de no necesitarlo de momento. Había sido uno de sus mejores inventos, y le había llevado años ponerlo en funcionamiento y corregir los mil y un fallos que habían surgido en el proceso, así que sabía de sobra que convenía tenerlo apagado todo el tiempo que no fuera a utilizarse, dado que una patada desafortunada o un paso por encima más rápido de la cuenta podía disparar alguno de los pistones y causar un destrozo, como podían atestiguar muchas de las bajas de la vajilla de Wolfgang.
Cuando se aseguró que todo estaba convenientemente apilado, ocupó su asiento en la mesa, apenas un instante antes de que Iara pusiera los dos cuencos sobre la mesa, pero esperó un instante antes de atacar la comida.
- Iara, ¿tiene por costumbre pedir la bendición de la Dama antes de comer? - No es que él fuera demasiado religioso, pero sabía de mucha gente en su tierra que tenía dicha costumbre, pero claro, esto era la gran Trinacria...
Tras la respuesta de Iara, en un sentido u otro (y la bendición si correspondía), el joven comenzó a atacar su cuenco de estofado, con buen apetito. Pese a su delicado aspecto, no es que fuera de mal diente, e Iara podía ver en su rostro que sin duda el estofado era de su gusto.
- Mmmm, desde luego Iara, es una gran cocinera, no deje que nadie le diga jamás lo contrario. - comentó con una sonrisa durante la comida.
- En realidad así es mejor. Si uno tiene demasiado, en seguida salen las envidias y los celos. - Comentó con una sonrisa mientras llenaba una jarra de agua fresca y la dejaba sobre la mesa, regresando a por un par de vasos de cerámica para servirla. - Con tener asegurado siempre lo esencial, lo demás es fácil. Eso decía mi padre.
Para cuando Iara salió de la cocina con los dos cuencos hacia la chimenea, la mesa estaba preparada, una mesa humilde pero agradable, del tipo que Otto solía preferir. Quizás fuera un estímulo positivo remanente de cuando era un infante y acercarse a la mesa significaba que ése día había algo bueno de comer...
Mientras la comida recuperaba su calor, y empezaba a inundar la habiación con su apetitoso olor, Otto acomodaba mejor sus cosas en un rincón para que no estorbasen, cerrando la llave que mantenía en funcionamiento su abrigo-invento, convencido de no necesitarlo de momento. Había sido uno de sus mejores inventos, y le había llevado años ponerlo en funcionamiento y corregir los mil y un fallos que habían surgido en el proceso, así que sabía de sobra que convenía tenerlo apagado todo el tiempo que no fuera a utilizarse, dado que una patada desafortunada o un paso por encima más rápido de la cuenta podía disparar alguno de los pistones y causar un destrozo, como podían atestiguar muchas de las bajas de la vajilla de Wolfgang.
Cuando se aseguró que todo estaba convenientemente apilado, ocupó su asiento en la mesa, apenas un instante antes de que Iara pusiera los dos cuencos sobre la mesa, pero esperó un instante antes de atacar la comida.
- Iara, ¿tiene por costumbre pedir la bendición de la Dama antes de comer? - No es que él fuera demasiado religioso, pero sabía de mucha gente en su tierra que tenía dicha costumbre, pero claro, esto era la gran Trinacria...
Tras la respuesta de Iara, en un sentido u otro (y la bendición si correspondía), el joven comenzó a atacar su cuenco de estofado, con buen apetito. Pese a su delicado aspecto, no es que fuera de mal diente, e Iara podía ver en su rostro que sin duda el estofado era de su gusto.
- Mmmm, desde luego Iara, es una gran cocinera, no deje que nadie le diga jamás lo contrario. - comentó con una sonrisa durante la comida.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
La anciana se sentó a la mesa, junto con Otto. Comprobó que el chico había hecho un buen trabajo, aunque no se le ocurrió alabar su labor.
Antes de probar bocado, Iara contempló al joven sentado en la silla que había escogido él mismo. Hasta ese momento no se había percatado de lo extravagante de su vestimenta. Pero tampoco le dió una gran importancia, ya que venía de otra ciudad, otra familia, otras costumbres y, para colmo, era bastante joven, y ya sabía ella que los jóvenes siempre hacían cosas que para ella estaban fuera de lo normal. Sin embargo, aún con todo, el joven Otto no parecía mal tipo, ni mucho menos. Estaba convencida de que no había ido demasiad rápido al darle cobijo y comida sin conocerlo de nada, Otto no parecía tener malas intenciones. Aunque estaba segura de que muy poca gente habría hecho algo parecido.
Cuando el chico estaba preparado para empezar a comer, preguntó algo que consiguió sorprender a Iara. Su sonrisa había desaparecido unos instantes para resurgir de nuevo en sus labios y dijo:
- Oh, no te preocupes. ¿Puedo contarte un secreto? Llevo demasiados años aquí como para seguir bendiciendo la mesa cada vez que voy a comer. Aunque todo el mundo cree que tengo muy presente la religión y demás rituales... pero nunca ha ido todo eso con mi forma de ser.- Hizo una pausa.- Sin embargo, respeto a cada cual sus costumbres, porque todo el mundo tiene derecho a ser como se le antoje.- la última frase la pronunció en voz más baja y casi como si estuviera hablando consigo misma. Aunque Otto pudo oírla perfectamente.- Come sin reparo, jovencito.- dijo con una alegre sonrisa. Ella comenzó a comer lentamente su ración de estofado.
Tras el cumplido de Otto, Iara no hizo más que sonreír y pronunciar un discreto gracias. Comió gran parte de su cuenco y permaneció unos instantes mirando el fuego que se encontraba a unos pasos de la mesa donde estaban comiendo. Tras unos momentos, la anciana habló de nuevo:
- ¿Sería muy descortés preguntarte qué te trae a Trinacria ya?- lo dijo tímidamente y con una sonrisa. En ningún caso tenía la intención de molestar a Otto y esperaba no haberlo hecho.
Antes de probar bocado, Iara contempló al joven sentado en la silla que había escogido él mismo. Hasta ese momento no se había percatado de lo extravagante de su vestimenta. Pero tampoco le dió una gran importancia, ya que venía de otra ciudad, otra familia, otras costumbres y, para colmo, era bastante joven, y ya sabía ella que los jóvenes siempre hacían cosas que para ella estaban fuera de lo normal. Sin embargo, aún con todo, el joven Otto no parecía mal tipo, ni mucho menos. Estaba convencida de que no había ido demasiad rápido al darle cobijo y comida sin conocerlo de nada, Otto no parecía tener malas intenciones. Aunque estaba segura de que muy poca gente habría hecho algo parecido.
Cuando el chico estaba preparado para empezar a comer, preguntó algo que consiguió sorprender a Iara. Su sonrisa había desaparecido unos instantes para resurgir de nuevo en sus labios y dijo:
- Oh, no te preocupes. ¿Puedo contarte un secreto? Llevo demasiados años aquí como para seguir bendiciendo la mesa cada vez que voy a comer. Aunque todo el mundo cree que tengo muy presente la religión y demás rituales... pero nunca ha ido todo eso con mi forma de ser.- Hizo una pausa.- Sin embargo, respeto a cada cual sus costumbres, porque todo el mundo tiene derecho a ser como se le antoje.- la última frase la pronunció en voz más baja y casi como si estuviera hablando consigo misma. Aunque Otto pudo oírla perfectamente.- Come sin reparo, jovencito.- dijo con una alegre sonrisa. Ella comenzó a comer lentamente su ración de estofado.
Tras el cumplido de Otto, Iara no hizo más que sonreír y pronunciar un discreto gracias. Comió gran parte de su cuenco y permaneció unos instantes mirando el fuego que se encontraba a unos pasos de la mesa donde estaban comiendo. Tras unos momentos, la anciana habló de nuevo:
- ¿Sería muy descortés preguntarte qué te trae a Trinacria ya?- lo dijo tímidamente y con una sonrisa. En ningún caso tenía la intención de molestar a Otto y esperaba no haberlo hecho.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
- Oh, no es que yo tenga demasiada costumbre de hacer eso, si acaso en alguna ocasión especial o cuando estoy en casa ajena y allí sí tienen la costumbre. - Comentó con una sonrisa quitándole hierro al asunto. Si había algo que no quería hacer era incomodar a su anfitriona, y por algún motivo ese tema en concreto le daba la impresión que sí lo hacía.
- En absoluto es descortés, Iara, le prometí hacerlo cuando estuvieramos en un lugar más tranquilo. -contestó con calma, con una media sonrisa.- La verdad es que, es un poco lioso. Comenzaré desde el principio. Hace algunos años, mis padres y yo mismo nos dimos cuenta que mi cuerpo no estaba hecho para la vida que llevaban, de modo que tras unos cuantos tambaleos, entré como aprendiz en la casa de un buen hombre, un estudioso mago llamado Wolfgang, en mi Moremaile natal. Era un hombre un poco gruñón, pero extremadamente brillante y amable, en el fondo. De hecho, él me animaba a investigar por mi cuenta muchas de mis.... - negó con la cabeza suavemente, como reprendiéndose. - Pero me desvío, quizás más tarde hablemos de mis experimentos e inventos. - comentó con una sonrisa. - El caso es que como parte de mi educación, debía permanecer con él ayudándole en las tareas de su hogar. - Como la parte de su educación que consistía en pagar algo por ella, obviamente.
Paró un segundo para beber un lento sorbo de agua. Su rostro se ensombreció levemente al continuar.
- Hace algún tiempo, mi maestro se...ausentó. No era nada especialmente raro, no era la primera vez que partía en algún viaje, pero sí que lo era que no me dijera nada con antelación. Aún así, no me llamó la atención. Pero los días se iban sucediendo, y luego las semanas y luego los meses. Finalmente, comencé a preocuparme y empecé a intentar averiguar dónde había ido.
Una pequeña risita se le escapó en ese momento. - Imagine mi sorpresa cuando nuestros vecinos no sabían de quién les estaba hablando. Ni siquiera cuando hablé con la persona que me lo había presentado. Y no parecía que fuera por temor o que les hubieran amenazado. Es que nadie le recordaba. En ningún lugar.
Se encogió de hombros levemente. - Sólo tengo una pista de qué ha podido suceder, un libro abierto que encontré en la sala de experimentos de mi maestro. Por desgracia... no entiendo absolutamente nada de lo que pone. Conozco el lenguaje pero... es magia muy avanzada para mí. Mi razón para venir aquí es.... encontrar alguien que pudiera ayudarme a entender el libro o... averiguar qué le ha podido suceder al buen Wolfgang.
- En absoluto es descortés, Iara, le prometí hacerlo cuando estuvieramos en un lugar más tranquilo. -contestó con calma, con una media sonrisa.- La verdad es que, es un poco lioso. Comenzaré desde el principio. Hace algunos años, mis padres y yo mismo nos dimos cuenta que mi cuerpo no estaba hecho para la vida que llevaban, de modo que tras unos cuantos tambaleos, entré como aprendiz en la casa de un buen hombre, un estudioso mago llamado Wolfgang, en mi Moremaile natal. Era un hombre un poco gruñón, pero extremadamente brillante y amable, en el fondo. De hecho, él me animaba a investigar por mi cuenta muchas de mis.... - negó con la cabeza suavemente, como reprendiéndose. - Pero me desvío, quizás más tarde hablemos de mis experimentos e inventos. - comentó con una sonrisa. - El caso es que como parte de mi educación, debía permanecer con él ayudándole en las tareas de su hogar. - Como la parte de su educación que consistía en pagar algo por ella, obviamente.
Paró un segundo para beber un lento sorbo de agua. Su rostro se ensombreció levemente al continuar.
- Hace algún tiempo, mi maestro se...ausentó. No era nada especialmente raro, no era la primera vez que partía en algún viaje, pero sí que lo era que no me dijera nada con antelación. Aún así, no me llamó la atención. Pero los días se iban sucediendo, y luego las semanas y luego los meses. Finalmente, comencé a preocuparme y empecé a intentar averiguar dónde había ido.
Una pequeña risita se le escapó en ese momento. - Imagine mi sorpresa cuando nuestros vecinos no sabían de quién les estaba hablando. Ni siquiera cuando hablé con la persona que me lo había presentado. Y no parecía que fuera por temor o que les hubieran amenazado. Es que nadie le recordaba. En ningún lugar.
Se encogió de hombros levemente. - Sólo tengo una pista de qué ha podido suceder, un libro abierto que encontré en la sala de experimentos de mi maestro. Por desgracia... no entiendo absolutamente nada de lo que pone. Conozco el lenguaje pero... es magia muy avanzada para mí. Mi razón para venir aquí es.... encontrar alguien que pudiera ayudarme a entender el libro o... averiguar qué le ha podido suceder al buen Wolfgang.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
La anciana comía lentamente de su cuenco, alternando de vez en cuando con pequeños sorbos de agua. Se notaba algo cansada, pero sabía que tras una buena comida se le acabaría pasando esa sensación.
Otto por fin se había decidido a hablarle sobre su viaje, y ella permaneció totalmente atenta, asintiendo con la cabeza de vez en cuando para demostrarle al joven que realmente estaba escuchándole.
Al parecer había sido un chico que no había servido para tener un trabajo humilde como la tierra, la cría de animales o las tabernas. Al parecer valía para algo de más alto nivel. Lo que Iara veía como algo muy positivo dada la imagen que se había formado de él dentro de su cabeza.
Cuando mencionó a ese mago, la anciana se ausentó unos instantes de la conversación para buscar en su memoria algún recuerdo sobre ese hombre. No lo hayó. Y le resultó aún menos raro cuando escuchó el resto de la historia.
Otto había acabado, por el momento, e Iara se levantó para alcanzar una fuente con un varios tipos de frutas muy comunes por aquellas tierras. No dijo ni una sola palabra. Colocó la fuente justo entre los dos sobre la mesa e hizo un gesto a Otto para que cogiera la pieza que más le gustara. Ella cogió una manzana.
- Lamento informarte de que yo no tengo conocimientos de magia, en absoluto. - Hizo una pausa, le dió un mordisco a su manzana y esperó hasta tragar para volver a hablar.- Sin embargo, me parece un caso muy curioso e intrigante. - Mantenía la vista fija en el fuego y volvió a mirar al joven - Entiendo perfectamente que quisieras partir lejos de tu hogar en busca de tu maestro y en busca de una solución a este... acertijo. No vamos a pensar en ningún asesinato, suicidio o cosas desagradables... - Dió otro par de mordiscos a la pieza de fruta antes de continuar - ¿Tienes idea de alguien que pueda saber algo sobre cómo descifrar lo que pone ese libro?
Era algo que preocupaba a Iara, pues tampoco ella sabía mucho sobre libros de magos o libros que no fueran fáciles para personas entendidas en lectura. Sin embargo, esperaba poder echar una mano al joven, al menos a encontrar un camino que seguir para que él solito pudiera encontrar la solución a todo ese embrollo.
Por otro lado, quiso preguntar:
- ¿Puedo saber exactamente qué cosas te enseñaba ese tal Wolfgang? - Otro bocado para la manzana.
Otto por fin se había decidido a hablarle sobre su viaje, y ella permaneció totalmente atenta, asintiendo con la cabeza de vez en cuando para demostrarle al joven que realmente estaba escuchándole.
Al parecer había sido un chico que no había servido para tener un trabajo humilde como la tierra, la cría de animales o las tabernas. Al parecer valía para algo de más alto nivel. Lo que Iara veía como algo muy positivo dada la imagen que se había formado de él dentro de su cabeza.
Cuando mencionó a ese mago, la anciana se ausentó unos instantes de la conversación para buscar en su memoria algún recuerdo sobre ese hombre. No lo hayó. Y le resultó aún menos raro cuando escuchó el resto de la historia.
Otto había acabado, por el momento, e Iara se levantó para alcanzar una fuente con un varios tipos de frutas muy comunes por aquellas tierras. No dijo ni una sola palabra. Colocó la fuente justo entre los dos sobre la mesa e hizo un gesto a Otto para que cogiera la pieza que más le gustara. Ella cogió una manzana.
- Lamento informarte de que yo no tengo conocimientos de magia, en absoluto. - Hizo una pausa, le dió un mordisco a su manzana y esperó hasta tragar para volver a hablar.- Sin embargo, me parece un caso muy curioso e intrigante. - Mantenía la vista fija en el fuego y volvió a mirar al joven - Entiendo perfectamente que quisieras partir lejos de tu hogar en busca de tu maestro y en busca de una solución a este... acertijo. No vamos a pensar en ningún asesinato, suicidio o cosas desagradables... - Dió otro par de mordiscos a la pieza de fruta antes de continuar - ¿Tienes idea de alguien que pueda saber algo sobre cómo descifrar lo que pone ese libro?
Era algo que preocupaba a Iara, pues tampoco ella sabía mucho sobre libros de magos o libros que no fueran fáciles para personas entendidas en lectura. Sin embargo, esperaba poder echar una mano al joven, al menos a encontrar un camino que seguir para que él solito pudiera encontrar la solución a todo ese embrollo.
Por otro lado, quiso preguntar:
- ¿Puedo saber exactamente qué cosas te enseñaba ese tal Wolfgang? - Otro bocado para la manzana.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
- Bueno, en un primer momento, restringí mi búsqueda a Moramaile, primero propiamente a mi maestro y posteriormente a alguien que pudiera ayudarme con mi acertijo. Pero mi isla no es famosa por la gran cantidad de magos que habitan en ella, ¿cierto? - sonrió ante su propia broma. - Eso me trajo al siguiente paso lógico, probar en un lugar más grande. Trinacria.
Otto se encogió suavemente de hombros cuando Iara mencionó las posibilidades más sombrías. - No es algo en lo que no haya pensado. Pero es muy raro. Si es un suicidio, ¿por qué tantas molestias en no dejar rastro de su paso en nadie? ¿Y por qué en mí sí? Si fuera un asesinato o un secuestro, hubiera habido alguna señal de lucha en casa y los vecinos hubieran estado intimidados o asustados, pero no era así, simplemente para ellos, nunca había habido otra persona viviendo antes que yo.
- El problema es precisamente es ese, Iara, no conozco a nadie capaz de ayudarme, por eso he partido de viaje a ciegas, sin mucho donde empezar. - Sonrió de nuevo. - Un golpe de suerte es lo que necesito, supongo.
La miró confundido cuando preguntó qué le enseñaba exactamente Wolfgang, sin entender muy bien a qué se refería... Se tomó unos segundos antes de contestar, intentando ordenar las ideas en su cabeza. - Soy su aprendiz, así que supongo que lo que se espera que enseñe un mago. Con talento, si puedo creer la palabra de Wolfgang, pero aún muy inexperto. Además, como ya le dije antes, también soy... una especie de inventor.
Se aclaró un poco la garganta. - Desde pequeño, se me han dado bien las máquinas y las herramientas. Y las ideas extrañas. - Se echó a reír y señaló con un gesto la pila de sus cosas.- Por ejemplo, esa toga que llevaba, es uno de mis inventos. Protege tan bien o mejor que una pesada armadura de metal y pesa sólo una pequeña parte.
- Mi maestro me enseñó a combinar una cosa con otra, y gracias a ello, conseguí terminar inventos como ese o unas cuantas cosas más.
Otto se encogió suavemente de hombros cuando Iara mencionó las posibilidades más sombrías. - No es algo en lo que no haya pensado. Pero es muy raro. Si es un suicidio, ¿por qué tantas molestias en no dejar rastro de su paso en nadie? ¿Y por qué en mí sí? Si fuera un asesinato o un secuestro, hubiera habido alguna señal de lucha en casa y los vecinos hubieran estado intimidados o asustados, pero no era así, simplemente para ellos, nunca había habido otra persona viviendo antes que yo.
- El problema es precisamente es ese, Iara, no conozco a nadie capaz de ayudarme, por eso he partido de viaje a ciegas, sin mucho donde empezar. - Sonrió de nuevo. - Un golpe de suerte es lo que necesito, supongo.
La miró confundido cuando preguntó qué le enseñaba exactamente Wolfgang, sin entender muy bien a qué se refería... Se tomó unos segundos antes de contestar, intentando ordenar las ideas en su cabeza. - Soy su aprendiz, así que supongo que lo que se espera que enseñe un mago. Con talento, si puedo creer la palabra de Wolfgang, pero aún muy inexperto. Además, como ya le dije antes, también soy... una especie de inventor.
Se aclaró un poco la garganta. - Desde pequeño, se me han dado bien las máquinas y las herramientas. Y las ideas extrañas. - Se echó a reír y señaló con un gesto la pila de sus cosas.- Por ejemplo, esa toga que llevaba, es uno de mis inventos. Protege tan bien o mejor que una pesada armadura de metal y pesa sólo una pequeña parte.
- Mi maestro me enseñó a combinar una cosa con otra, y gracias a ello, conseguí terminar inventos como ese o unas cuantas cosas más.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
Notó que el muchacho estaba muy perdido, y eso la hacía sentir mal. Ella no tenía idea de cómo podría ayudarle, sus conocimientos, adquiridos durante años, en este momento no servían para nada. Iba a tener que recurrir a la suerte, y parecía que el joven Otto pensaba igual que ella en ese sentido.
No habló durante las siguientes explicaciones del chico, y calló durante un buen rato cuando hubo acabado. Se mantuvo pensativa, cambiando su mirada de uno a otro lado, sin ver nada en particular. Tenía algo entre los dedos de sus manos a lo que, sin darse cuenta, llevaba unos instantes dando vueltas en ellas. Se trataba del hueso de la manzana que no hacía mucho se había terminado de comer. Lo depositó a un lado de la mesa y miró a Otto.
- Veo que mi última pregunta te ha resultado un tanto extraña... Lo siento. No sé, intento encontrar algo que tengas aprendido que pueda servirte de ayuda, y que hubieras pasado por alto.- Hizo una pausa. Su vista estaba fija en el rostro de Otto, pero su mirada estaba ausente. Su rostro hacía rato que había dejado aparcada su sonrisa natural, para presentar un gesto concentrado y preocupado.
Después miró lo que Otto había señalado en sus últimas palabras y sonrió levemente. Se levantó de la silla en la que estaba y se acercó, con paso decidido y con un deje de curiosidad en el rostro hasta las cosas del joven. No quiso tocarlas al principio, y miró a Otto esperando una aceptación de su conducta.
- Esto me resulta muy interesante, posiblemente te sea de mucha ayuda tu habilidad especial para esta faena que te ha llegado sin pedirlo.- Con su mano derecha palmeó tiernamente el hombro de Otto. - Quizá podrías mostrarme algo de esto, ¿no te parece?- Sonrió - Aunque podemos dejarlo para más adelante, si quieres, ahora deberíamos centrarnos en el problema principal...
No habló durante las siguientes explicaciones del chico, y calló durante un buen rato cuando hubo acabado. Se mantuvo pensativa, cambiando su mirada de uno a otro lado, sin ver nada en particular. Tenía algo entre los dedos de sus manos a lo que, sin darse cuenta, llevaba unos instantes dando vueltas en ellas. Se trataba del hueso de la manzana que no hacía mucho se había terminado de comer. Lo depositó a un lado de la mesa y miró a Otto.
- Veo que mi última pregunta te ha resultado un tanto extraña... Lo siento. No sé, intento encontrar algo que tengas aprendido que pueda servirte de ayuda, y que hubieras pasado por alto.- Hizo una pausa. Su vista estaba fija en el rostro de Otto, pero su mirada estaba ausente. Su rostro hacía rato que había dejado aparcada su sonrisa natural, para presentar un gesto concentrado y preocupado.
Después miró lo que Otto había señalado en sus últimas palabras y sonrió levemente. Se levantó de la silla en la que estaba y se acercó, con paso decidido y con un deje de curiosidad en el rostro hasta las cosas del joven. No quiso tocarlas al principio, y miró a Otto esperando una aceptación de su conducta.
- Esto me resulta muy interesante, posiblemente te sea de mucha ayuda tu habilidad especial para esta faena que te ha llegado sin pedirlo.- Con su mano derecha palmeó tiernamente el hombro de Otto. - Quizá podrías mostrarme algo de esto, ¿no te parece?- Sonrió - Aunque podemos dejarlo para más adelante, si quieres, ahora deberíamos centrarnos en el problema principal...
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
El muchacho estiró la mano para buscar otra manzana cuando terminó de hablar. Advirtió el rictus de preocupación en el rostro de la buena mujer y no pudo evitar una sonrisa de gratitud al verlo. Era evidente que ella si podía iba a ayudarle, y su amabilidad era lo que más le agradaba, aunque al final realmente no pudiera ofrecerle más que buenos deseos.
A fin de cuentas, él mismo no podía aportarse más.
- Simplemente es que no me esperaba esa pregunta, nada más. Y créame, Iara, he repasado cada uno de mis conocimientos y talentos, si por mí mismo pudiera averiguar qué ha sucedido... - dijo suspirando con resignación, mientras mordisqueaba distraídamente su fruta.
Su rostro se iluminó de nuevo cuando Iara le preguntó sobre su invento.
- Oh, claro, no tengo ningún problema. - dijo mientras se ponía de nuevo en pie y se dirigía a la pila de sus cosas. - En realidad, el principio es muy simple. - comentó mientras estiraba su toga y se la mostraba a Iara. - En este mundo, todo se reduce en último término a fuerzas funcionando en distintas direcciones. Cuando algo se dirige en tu dirección con una cierta fuerza puedes hacer varias cosas.
Mientras hablaba, ponía su toga sobre el respaldo de la silla, tras activar el resorte que antes había desactivado. Un ruido revelador, como el siseo de una serpiente, le comunicó que el mecanismo estaba en marcha. - Puedes intentar estar fuera de la trayectoria, lo cual es la mejor opción. Otra posibilidad es poner un obstáculo entre tu cuerpo y la fuerza que se acerca a ti, es el principio en el que se basan las armaduras. Es simple y fácil de hacer, básicamente es buscar otra cosa que haga de cabeza de turco para que reciba el impacto en tu lugar.
Con un gesto le indicó a Iara que le siguiera, hacia la cocina, lanzando y recogiendo en el aire el hueso de la manzana que acababa de comerse. Alzó el dedo índice de la otra mano mientras continuaba su explicación, como un profesor dando una lección en un aula. - Pero a mí se me ha ocurrido otra posibilidad. Una fuerza que choque contra la que se aproxima, tendría un efecto muy similar al de la otra posibilidad, con sólo una fracción muy pequeña de su masa, provocando un efecto similar. O incluso superior. Pero es más difícil, porque es algo que debe "reaccionar", no una defensa pasiva.
Cuando llegaron a la cortina de la cocina se dio la vuelta, y sostuvo el hueso de manzana. - Y esta es mi solución. - dijo con orgullo, lanzando con fuerza la manzana hacia la toga sujetada por la silla. Entonces sucedieron varias cosas simultáneamente.
Mientras el proyectil volaba hacia la toga, Iara vio como uno de los extraños tubos que recorrían el basto tejido de la toga se tensaba súbitamente, de uno de los nexos entre tejido y tubo sonaba un revelador chasquido de válvula y una nube salió despedida en dirección al hueso de fruta. Todo había sucedido apenas una fracción de segundo después de que hubiera dejado la mano del muchacho.
La nube se encontró con la manzana y ésta se desvió, golpeando contra el suelo con fuerza, en un ángulo imposible desde donde el chico había lanzado la manzana. Otto sonrió lleno de orgullo al ver el efecto.
- Y este el resultado de dos años de duro trabajo y pruebas a partir de esa simple idea. Ahora la he activado en poca potencia, para evitar romper algo de su casa por accidente, pero a rendimiento óptimo he llegado a desviar dos virotes de ballesta y un golpe de maza simultáneamente. - se volvió a mirar a Iara con una amplia sonrisa, para ver su reacción.
A fin de cuentas, él mismo no podía aportarse más.
- Simplemente es que no me esperaba esa pregunta, nada más. Y créame, Iara, he repasado cada uno de mis conocimientos y talentos, si por mí mismo pudiera averiguar qué ha sucedido... - dijo suspirando con resignación, mientras mordisqueaba distraídamente su fruta.
Su rostro se iluminó de nuevo cuando Iara le preguntó sobre su invento.
- Oh, claro, no tengo ningún problema. - dijo mientras se ponía de nuevo en pie y se dirigía a la pila de sus cosas. - En realidad, el principio es muy simple. - comentó mientras estiraba su toga y se la mostraba a Iara. - En este mundo, todo se reduce en último término a fuerzas funcionando en distintas direcciones. Cuando algo se dirige en tu dirección con una cierta fuerza puedes hacer varias cosas.
Mientras hablaba, ponía su toga sobre el respaldo de la silla, tras activar el resorte que antes había desactivado. Un ruido revelador, como el siseo de una serpiente, le comunicó que el mecanismo estaba en marcha. - Puedes intentar estar fuera de la trayectoria, lo cual es la mejor opción. Otra posibilidad es poner un obstáculo entre tu cuerpo y la fuerza que se acerca a ti, es el principio en el que se basan las armaduras. Es simple y fácil de hacer, básicamente es buscar otra cosa que haga de cabeza de turco para que reciba el impacto en tu lugar.
Con un gesto le indicó a Iara que le siguiera, hacia la cocina, lanzando y recogiendo en el aire el hueso de la manzana que acababa de comerse. Alzó el dedo índice de la otra mano mientras continuaba su explicación, como un profesor dando una lección en un aula. - Pero a mí se me ha ocurrido otra posibilidad. Una fuerza que choque contra la que se aproxima, tendría un efecto muy similar al de la otra posibilidad, con sólo una fracción muy pequeña de su masa, provocando un efecto similar. O incluso superior. Pero es más difícil, porque es algo que debe "reaccionar", no una defensa pasiva.
Cuando llegaron a la cortina de la cocina se dio la vuelta, y sostuvo el hueso de manzana. - Y esta es mi solución. - dijo con orgullo, lanzando con fuerza la manzana hacia la toga sujetada por la silla. Entonces sucedieron varias cosas simultáneamente.
Mientras el proyectil volaba hacia la toga, Iara vio como uno de los extraños tubos que recorrían el basto tejido de la toga se tensaba súbitamente, de uno de los nexos entre tejido y tubo sonaba un revelador chasquido de válvula y una nube salió despedida en dirección al hueso de fruta. Todo había sucedido apenas una fracción de segundo después de que hubiera dejado la mano del muchacho.
La nube se encontró con la manzana y ésta se desvió, golpeando contra el suelo con fuerza, en un ángulo imposible desde donde el chico había lanzado la manzana. Otto sonrió lleno de orgullo al ver el efecto.
- Y este el resultado de dos años de duro trabajo y pruebas a partir de esa simple idea. Ahora la he activado en poca potencia, para evitar romper algo de su casa por accidente, pero a rendimiento óptimo he llegado a desviar dos virotes de ballesta y un golpe de maza simultáneamente. - se volvió a mirar a Iara con una amplia sonrisa, para ver su reacción.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
Otto se estaba contento de poder mostrarle sus inventos a la anciana. O, al menos, eso interpretó ella. Iara siguió cada uno de los movimientos del joven, siguiéndole hasta la cocina cuando éste se lo pidió. Cuando todo ocurrió, la anciana quedó boquiabierta. Miraba sin cesar el hueso de la manzana en el suelo y el abrigo de Otto sobre el respaldo de la silla. ¿Cómo demonios...?
Miró a Otto unos instantes, con una mirada de auténtica sorpresa en sus ojos. Tras un momento, se acercó a la silla, levantó su mano derecha hacia el abrigo y lo tocó con mucho cuidado. Era todo tan extraño. Había conocido la magia, pues había sido ya mucha la gente que había conocido a lo largo de los años, y había visto muchas cosas. Pero nada comparado a eso. No era sólo por el hecho de haber visto ante sus ojos algo tn novedoso y extraño, sino porque había sido un chico muy joven el que lo había hecho posible. No podía creer que todo lo hubiera conseguido sin ayuda.
Miró de nuevo a Otto, recuperando de nuevo su rostro de tranquilidad, aunque con un deje de sorpresa en sus ojos, y le dijo mientras sonreía:
- Querido, esto te va a abrir muchas puertas.- Soltó una carcajada. - Es admirable tu capacidad, Otto, realmente admirable. Me ha asombrado sobremanera tu invento, te felicito. Estoy segura de que llegarás lejos, espero que cuando seas rico y famoso me hagas alguna visita para asegurarme de que llevaba razón, ¿verdad?- No era interés lo que se interpretaba de esa frase, sino preocupación y verdadera admiración hacia el chico.
Tras otro vistazo al abrigo, Iara suspiró y comenzó a recoger la mesa. Al pasar junto a Otto con los dos cuencos en las manos susurró:
- Creo que bien se te puede ocurrir algo para ayudar al pobre Will...
Miró a Otto unos instantes, con una mirada de auténtica sorpresa en sus ojos. Tras un momento, se acercó a la silla, levantó su mano derecha hacia el abrigo y lo tocó con mucho cuidado. Era todo tan extraño. Había conocido la magia, pues había sido ya mucha la gente que había conocido a lo largo de los años, y había visto muchas cosas. Pero nada comparado a eso. No era sólo por el hecho de haber visto ante sus ojos algo tn novedoso y extraño, sino porque había sido un chico muy joven el que lo había hecho posible. No podía creer que todo lo hubiera conseguido sin ayuda.
Miró de nuevo a Otto, recuperando de nuevo su rostro de tranquilidad, aunque con un deje de sorpresa en sus ojos, y le dijo mientras sonreía:
- Querido, esto te va a abrir muchas puertas.- Soltó una carcajada. - Es admirable tu capacidad, Otto, realmente admirable. Me ha asombrado sobremanera tu invento, te felicito. Estoy segura de que llegarás lejos, espero que cuando seas rico y famoso me hagas alguna visita para asegurarme de que llevaba razón, ¿verdad?- No era interés lo que se interpretaba de esa frase, sino preocupación y verdadera admiración hacia el chico.
Tras otro vistazo al abrigo, Iara suspiró y comenzó a recoger la mesa. Al pasar junto a Otto con los dos cuencos en las manos susurró:
- Creo que bien se te puede ocurrir algo para ayudar al pobre Will...
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
Por supuesto, a Otto le encantaba hablar de sus inventos. Sin duda, era lo segundo que más le gustaba hacer.
Lo primero, evidentemente, era diseñar y construir esa clase de artilugios. Nada le llenaba tanto de satisfacción como ver una de sus ideas salir de su cabeza e ir tomando forma poco a poco con su trabajo hasta...funcionar.
Un buen ejemplo de eso, era el artilugio con el que acababa de realizar la demostración. Esa toga le había llevado apenas unos minutos imaginarla tras ocurrírsele el principio tras ella, pero mucho más tiempo y esfuerzo el conseguir que funcionara como él quería. Por ejemplo, reaccionando a algo veloz que se dirigiera a ella, como había sido el hueso de manzana, pero no a alguien que pasara por al lado o le diera un toque en el hombro para saludar, como hacía Iara en aquel momento.
Por ello, la sonrisa de satisfacción en su rostro al advertir la sorpresa en el de Iara era incontenible e innegable, pero no duró demasiado. Cuando la mujer le felicitó, se encogió de hombros humildemente. - No creo que sea para tanto, Iara. Además, dudo mucho que realmente pudiera hacer dinero con estas cosas, sirven como curiosidad, como algo llamativo. En mi experiencia, a la hora de la verdad, un soldado se siente más a gusto protegido por una pesada plancha de metal que por una prenda de tela, por muy efectiva que sea. - concluyó con una sonrisa tímida.
- Aún así, si tiene razón y acabo inventando algo que me haga rico, prometo visitarla, aunque sea solamente para decirle que la tenía. - añadió con una sonrisa amigable.- Pero de todos modos, si no llego nunca a ser rico, no me preocuparé demasiado. Me conformo con tener cada día lo que necesite realmente. Y aún en ese caso, no olvidaré visitarla de cuando en cuando.
Recogió el hueso del suelo y comenzó a recoger la mesa junto a Iara, ofreciéndose para limpiar lo que habían ensuciado durante la comida.
- Lo cierto es que tengo varias ideas, pero depende de qué suceda en la taberna del pobre Will. Sobre todo, con respecto a la fuerza a emplear. No utilizaría lo mismo, por ejemplo, para darle un "susto" a unos pillos que le hubieran elegido para sus gamberradas que para retener a alguien de peor calaña. - Y en su fuero interno se encontraba deseando que aquel no fuera el caso. Acababa de llegar a Trinacria y sí, buscaba llamar la atención para conseguir ayuda, pero no esa clase de atención...
Lo primero, evidentemente, era diseñar y construir esa clase de artilugios. Nada le llenaba tanto de satisfacción como ver una de sus ideas salir de su cabeza e ir tomando forma poco a poco con su trabajo hasta...funcionar.
Un buen ejemplo de eso, era el artilugio con el que acababa de realizar la demostración. Esa toga le había llevado apenas unos minutos imaginarla tras ocurrírsele el principio tras ella, pero mucho más tiempo y esfuerzo el conseguir que funcionara como él quería. Por ejemplo, reaccionando a algo veloz que se dirigiera a ella, como había sido el hueso de manzana, pero no a alguien que pasara por al lado o le diera un toque en el hombro para saludar, como hacía Iara en aquel momento.
Por ello, la sonrisa de satisfacción en su rostro al advertir la sorpresa en el de Iara era incontenible e innegable, pero no duró demasiado. Cuando la mujer le felicitó, se encogió de hombros humildemente. - No creo que sea para tanto, Iara. Además, dudo mucho que realmente pudiera hacer dinero con estas cosas, sirven como curiosidad, como algo llamativo. En mi experiencia, a la hora de la verdad, un soldado se siente más a gusto protegido por una pesada plancha de metal que por una prenda de tela, por muy efectiva que sea. - concluyó con una sonrisa tímida.
- Aún así, si tiene razón y acabo inventando algo que me haga rico, prometo visitarla, aunque sea solamente para decirle que la tenía. - añadió con una sonrisa amigable.- Pero de todos modos, si no llego nunca a ser rico, no me preocuparé demasiado. Me conformo con tener cada día lo que necesite realmente. Y aún en ese caso, no olvidaré visitarla de cuando en cuando.
Recogió el hueso del suelo y comenzó a recoger la mesa junto a Iara, ofreciéndose para limpiar lo que habían ensuciado durante la comida.
- Lo cierto es que tengo varias ideas, pero depende de qué suceda en la taberna del pobre Will. Sobre todo, con respecto a la fuerza a emplear. No utilizaría lo mismo, por ejemplo, para darle un "susto" a unos pillos que le hubieran elegido para sus gamberradas que para retener a alguien de peor calaña. - Y en su fuero interno se encontraba deseando que aquel no fuera el caso. Acababa de llegar a Trinacria y sí, buscaba llamar la atención para conseguir ayuda, pero no esa clase de atención...
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: ¿Por dónde empezar?
FDI: Lo siento, prometí escribir en fin de semana, pero es feria en mi ciudad (soy andaluza ) y, como no, he estado de fiesta todo el fin de semana. Supongo que es comprensible jeje.
La anciana sonrió para sí misma al escuchar las palabras de Otto. Era un chico bastante sensato, sin delirios de grandeza, a pesar de tenes razones para ello, y no sólo eso sino que era muy consciente de que no todo el mundo iba a ver su gran habilidad con la sorpresa y la admiración con la que ella misma lo había visto. Le gustaba la forma de pensar de ese chico, y esperaba que todo le saliera bien en la vida.
Sin embargo, eso le hizo recordar que no podía hacer nada para ayudarle a encontrar a ese maestro suyo. ¿Qué habría pasado con ese hombre? No tenía la menor idea, pero deseaba que se le ocurriera algo con lo que poder ir abriendo puertas en el asunto. Aunque sabía que no iba a ser nada fácil. A pesar de ser un mundo sin muchos recursos, había gente capaz de hacer cosas muy grandes y fuertes para conseguir sus propósitos, y, desgraciadamente, la gran mayoría de las personas que podían hacer tales cosas no las usaban para el bien, sino todo lo contrario. Y eso temía Iara: que ese hombre al que Otto buscaba hubiera sido víctima de una de esos seres con mal espíritu y malas artes.
Con la ayuda de Otto, Iara dejó su hogar confortable y limpio. Y se sentó en una de las sillas que pegaba al fuego. Parecía que empezaba a refrescar, así que le dió más fuego a la hoguera e invitó a Otto a sentarse junto a ella.
- Ahora mismo tengo dos problemas para los que pensar soluciones: el primero es el de la taberna de Will y el segundo el de tu maestro. Y no me decido a empezar por ninguno de los dos. No se me ocurre nadie en esta ciudad que pueda saber algo sobre el paradero de ese señor, ya que, por lo que me has contado, parece que no haya existido nunca... Yo misma no he oído nunca hablar de él. O eso me parece. - miró las llamas del fuego, en silencio, durante un instante.- Pero, sobre Will tampoco sé mucho más que él mismo o tú. Aunque me alegra saber que tienes algunas ideas para ayudarle.- le sonrió - Y por tu cara deduzco que lo último que te gustaría es encontrarte con un matón, un ladrón o cualquier otra cosa que de verdad pueda traer problemas. A mí me pasa lo mismo.- Por supuesto a ella le gustaba ayudar, pero no le gustaba correr peligro, tener que ver con gente peligrosa, ni nada parecido. Prefería la vida tranquila.- ¿Quieres contarme cuáles son esas ideas antes de ir a ver al señor Will?
La anciana sonrió para sí misma al escuchar las palabras de Otto. Era un chico bastante sensato, sin delirios de grandeza, a pesar de tenes razones para ello, y no sólo eso sino que era muy consciente de que no todo el mundo iba a ver su gran habilidad con la sorpresa y la admiración con la que ella misma lo había visto. Le gustaba la forma de pensar de ese chico, y esperaba que todo le saliera bien en la vida.
Sin embargo, eso le hizo recordar que no podía hacer nada para ayudarle a encontrar a ese maestro suyo. ¿Qué habría pasado con ese hombre? No tenía la menor idea, pero deseaba que se le ocurriera algo con lo que poder ir abriendo puertas en el asunto. Aunque sabía que no iba a ser nada fácil. A pesar de ser un mundo sin muchos recursos, había gente capaz de hacer cosas muy grandes y fuertes para conseguir sus propósitos, y, desgraciadamente, la gran mayoría de las personas que podían hacer tales cosas no las usaban para el bien, sino todo lo contrario. Y eso temía Iara: que ese hombre al que Otto buscaba hubiera sido víctima de una de esos seres con mal espíritu y malas artes.
Con la ayuda de Otto, Iara dejó su hogar confortable y limpio. Y se sentó en una de las sillas que pegaba al fuego. Parecía que empezaba a refrescar, así que le dió más fuego a la hoguera e invitó a Otto a sentarse junto a ella.
- Ahora mismo tengo dos problemas para los que pensar soluciones: el primero es el de la taberna de Will y el segundo el de tu maestro. Y no me decido a empezar por ninguno de los dos. No se me ocurre nadie en esta ciudad que pueda saber algo sobre el paradero de ese señor, ya que, por lo que me has contado, parece que no haya existido nunca... Yo misma no he oído nunca hablar de él. O eso me parece. - miró las llamas del fuego, en silencio, durante un instante.- Pero, sobre Will tampoco sé mucho más que él mismo o tú. Aunque me alegra saber que tienes algunas ideas para ayudarle.- le sonrió - Y por tu cara deduzco que lo último que te gustaría es encontrarte con un matón, un ladrón o cualquier otra cosa que de verdad pueda traer problemas. A mí me pasa lo mismo.- Por supuesto a ella le gustaba ayudar, pero no le gustaba correr peligro, tener que ver con gente peligrosa, ni nada parecido. Prefería la vida tranquila.- ¿Quieres contarme cuáles son esas ideas antes de ir a ver al señor Will?
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: ¿Por dónde empezar?
FDI: No te preocupes, ¿la feria era por Málaga no?
DDI:
El chico aceptó la invitación de sentarse junto a la mujer, tras volver a dejar desactivada su toga. Era cierto que la tarde empezaba a declinar y, con ella, la humedad del mar robaba el calor que el sol derramaba sobre las islas, por lo que el pequeño fuego en el hogar era algo muy agradable.
Se sonrojó suavemente cuando ella demostró una vez más la profundidad de su mirada. En verdad, Iara demostraba tener un don para leer a los demás; cada vez le resultaba más fácil comprender lo querida que podía ser aquella anciana en la ciudad.
- Bueno, a nadie en su sano le gusta tener encontronazos con ese tipo de gente, ¿no está de acuerdo? - comentó recomponiendo su sonrisa, antes de continuar hablando, cambiando a un tono un poco más serio, no porque se hubiera molestado, sino porque había puesto su mente a trabajar y a explorar posibilidades. - Con respecto a mi maestro, unos días más o menos no van a suponer una diferencia a estas alturas, así que centrémonos en Will de momento. Las ideas que tengo dependen de una serie de cosas que a su vez dependen de otra serie de cosas que no sabré hasta que esté allí. Pero sí tengo algunas cosas que utilicé para dejar mi casa segura en Moramaile antes de venir. Por ejemplo, puedo arreglar su cerradura de modo que, sin importar qué llave se introduzca, si no hace un cierto gesto o no está en una cierta posición, la llave no pueda girar. Así, ni con una ganzúa ni con una copia de su llave podrían colarse, sólo utilizando un pequeño sistema con imanes para reforzarla. Otro truco es la ventana-enredadera, si alguien intenta entrar desde fuera a través de una ventana, se engancharía en una red que le inmovilizaría. Y además tengo otra idea un poco más contundente, pero eso depende de lo que encuentre en la taberna de Will.
Le guiñó un ojo a Iara. - Y eso no es más que la defensa de mínima hostilidad, tengo trucos más contundentes para convencer a un intruso de que mi casa no es buen sitio.
- Todo eso podría tenerlo listo con apenas unas horas de trabajo, pero la efectividad dependería de lo determinado que estuviera un intruso a entrar y a su número, lógicamente.
DDI:
El chico aceptó la invitación de sentarse junto a la mujer, tras volver a dejar desactivada su toga. Era cierto que la tarde empezaba a declinar y, con ella, la humedad del mar robaba el calor que el sol derramaba sobre las islas, por lo que el pequeño fuego en el hogar era algo muy agradable.
Se sonrojó suavemente cuando ella demostró una vez más la profundidad de su mirada. En verdad, Iara demostraba tener un don para leer a los demás; cada vez le resultaba más fácil comprender lo querida que podía ser aquella anciana en la ciudad.
- Bueno, a nadie en su sano le gusta tener encontronazos con ese tipo de gente, ¿no está de acuerdo? - comentó recomponiendo su sonrisa, antes de continuar hablando, cambiando a un tono un poco más serio, no porque se hubiera molestado, sino porque había puesto su mente a trabajar y a explorar posibilidades. - Con respecto a mi maestro, unos días más o menos no van a suponer una diferencia a estas alturas, así que centrémonos en Will de momento. Las ideas que tengo dependen de una serie de cosas que a su vez dependen de otra serie de cosas que no sabré hasta que esté allí. Pero sí tengo algunas cosas que utilicé para dejar mi casa segura en Moramaile antes de venir. Por ejemplo, puedo arreglar su cerradura de modo que, sin importar qué llave se introduzca, si no hace un cierto gesto o no está en una cierta posición, la llave no pueda girar. Así, ni con una ganzúa ni con una copia de su llave podrían colarse, sólo utilizando un pequeño sistema con imanes para reforzarla. Otro truco es la ventana-enredadera, si alguien intenta entrar desde fuera a través de una ventana, se engancharía en una red que le inmovilizaría. Y además tengo otra idea un poco más contundente, pero eso depende de lo que encuentre en la taberna de Will.
Le guiñó un ojo a Iara. - Y eso no es más que la defensa de mínima hostilidad, tengo trucos más contundentes para convencer a un intruso de que mi casa no es buen sitio.
- Todo eso podría tenerlo listo con apenas unas horas de trabajo, pero la efectividad dependería de lo determinado que estuviera un intruso a entrar y a su número, lógicamente.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
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