Segundo Puerto

- Lo que no te mata y sólo es molesto, te hace más fuerte, dicen por ahí – concedió, con una sonrisa casi burlona, dirigiendo una mirada en la dirección en la que debería estar la improvisada “celda” de Stergek. La burla, era hacia ese paladín. Cuando estuviera libre, ya vería que tantos problemas y mortandad le traía a ella, sin embargo, ese era un problema para ella y Lohengrin, seguramente a Breigal le tenía sin cuidado, así que no lo mencionó.

Sobre su resistencia a quedarse indefenso, no dijo nada, al menos en un primer momento: Dul siempre tenía que decir algo. Pero pensó un poco en sus palabras, en su posición, y su sonrisa se fue apagando, sin perder aun esa actitud de tranquilidad que por fin había conseguido. Sin embargo, en lugar de enviarlo a por una letrina a comer, empezó a conversar con tranquilidad.

- Los clérigos de la dama, los decentes que he conocido, suelen decir que la sanación es un trabajo de a dos. Que lo esencial que se necesita es la confianza del otro en quien intenta curar. No fue con esas palabras, puedes agregarle mucho de misticismo y guachu, guachu y tendrás sus palabras más exactas, pero, básicamente, es eso. El caso es que… no es mucho lo que yo pueda hacer… una planta que para ti es natural tendrías efecto que una que no, como la que yo tengo para intentarlo y respecto a lo otro, si no confías en mí, y créeme que entiendo y te acepto que no lo hagas, sin ningún tipo de resentimiento o dolor dramático por tal cosa, simplemente no puedo hacerlo –

Suspiró y sonrió traviesa.

- Podría hacerlo a la fuerza, claro, una vez que empiece no podrías detenerme y solo cuando no haya nada haciéndote daño te darías cuenta que no había nada que temer, pero no quiero hacerlo así – Por otro lado, le alegraba que no recordara el hecho que se negaba a matar, en el punto en que estaban, sí prefería que no confiara en ella.

Para Dulfary era lo mejor. Seguramente el reoraf tenía cosas buenas, tantas o mas que las solía ver en todos los seres, pero sería una pésima idea el entablar una relación más cercana con alguien que seguramente no volvería a ver tras algún amanecer cercano.

Y así, si no recordaba lo de su reticencia a matar, se mantendría su recelo y por tanto, todo se quedaba dentro del círculo vicioso que tanto detestaba Dulfary.

- No sé cómo ayudarte. Te hago una pomada a ver si funciona o sirve de algo? - propuso un tanto resignada, agotando opciones.

-Estoy de acuerdo con eso.

Ese fortalecimiento era verdad, se decía, en las diosas de Werth. Se decía que las 3 deidades de los reoraf eran más fuertes mientras más dolor soportaban, pero eso era aún mayor en Husge. Se decía que cada golpe dado y recibido por la diosa, lejos de debilitarla, la fortalecía. También se decía que Husge sería la primera en caer, y que las 3 caerían.

-Es mejor que no lo prefieras. He olvidado a distinguir un acto bueno de uno malo, y temo que más aún si recuerdo que hace poco casi me aplastas sentándote encima.

Recordaba aquella jugada sucia, aunque sorprendente al mostrar la agilidad que tenía, una agilidad que no esperaba ver en alguien de su tipo. No habría caído al suelo si la joven no se hubiese tirado encima de él como si fuese un cocodrilo al que quiere atrapar. Algún día podría demostrarlo.

-Quizás no pueda hacerse nada. Pasaron 14 años y siguen casi como el primer día. Probemos con esa pomada. Confío en que no me arrancarás el brazo. No sé cómo harías para salvar a tu compañero o a los hombres de la bodega si lo haces -comentó con una leve sonrisa, mientras ponía su brazo a completa disposición de la paladín.

El barco continuaba elevándose. Le caía bien la joven, y confiaba en que no lo traicionaría, pero también sabía que por alguna razón ella quería salvar a Stregek, y quizás pensara que quitándolo del camino a Breigal pudiese hacer algo para sacarlo de la cámara de las diosas. Era una posibilidad que, como bien se encargaba Phabendior de recordarle, tenía que tener en cuenta.

Dulfary sonrió con paciencia y cierta resignación. Lo que iba a hacerle, era tan sencillo como bloquear el flujo de información de los nervios de los brazos para que dejara, por un momento corto, de sentir dolor. Pero eso implicaba, perder hasta cierto punto la movilidad, de ahí, su advertencia.

- Bien, vamos a echarle un poco de esto - sacó un frasco redondo, chato relativamente grande, lleno con una sustancia viscosa, verde, poco agradable, con un olor fuerte - esto es lo que usamos nosotros cuando hay casos de quemaduras, alivia mucho, no estoy segura de qué está hecho, pero nunca me he quemado como para ponerme en la tarea de descifrarlo - con sumo cuidado y delicadeza esparció un poco, cerca a la muñeca, solo para comprobar que no tuviera ninguna reacción alérgica.

El tacto de la niña maldita con la apariencia de un adulto era suave, cálido de una forma diferente la sola presencia de temperatura, casi tierno, pero aun llevaba ese atisbo de duda de quienes en realidad no son sanadores y se aventuran en un campo que saben que no es lo suyo y aun así quieren ayudar.

- Aunque creo que mi teoría es cierta... lo digo con base en lo que me cuentas: me odias y si no a mí, sí a nosotros, y mientras el sentimiento está presente, tus vendas no servirán de nada o actuarán en tu contra - parecía decirlo en serio, pero agregó canturreando - te va a tocar dejar ir eso - sólo faltó el lero, lero y sacarle la lengua.

Cuando vio que no hacía una reacción alérgica evidente, se quedó quieta como si acabara de caer en cuenta de algo.

El ceño de Dulfary se frunció, peligrosamente, de inmediato. Lo miró esa profundidad acostumbrada, hasta el alma y lo que fuera que escondiera en ella, incluso a traves de Phab, sin embargo no fue pesada, había una chispa de humar detrás de ese ceño fruncido y sus palabras, pese a la seriedad y y el tono de evidente enojo, aun tenía espacio para la duda de una broma, o no.

- Estas diciendo, que estoy tan gorda y pesada que podría aplastarte con solo sentarme sobre ti????? - la lentitud con la que dijo cada palabra, era casi una amenaza a tener en consideración, más bien una invitación a elegir con mucho cuidado la forma en que se iba a responder a eso si no quería ser desollado por tal osadía. Una pregunta trampa para cualquier miembro del genero masculino.

La respuesta del reoraf fue inmediata. O mejor dicho, fue inmediato su comienzo.

-Estoy diciendo que... -comenzó a decir el pelirrojo, pero una tercera voz intervino en la conversación.

-No, Breigal. Si algo aprendí de Salket es que digas lo que digas, dirás algo malo.

-Pero aún así no me sacará el brazo, según ella. Ambos sabemos que eso no le conviene. ¿Qué riesgo corro si digo lo que sea que diga?

-No lo sé. Pero si quieres mantener buenos términos con un ser femenino, sea cual sea su especie, no debes contestar esas preguntas.

-Estás exagerando. Daliny no tenía esa clase de preguntas... -comenzó a decir, pero Dulfary notaría como si algo hubiese atajado aquello que Breigal estaba a punto de expresar.

-¿Y su vestido azul? ¿Recuerdas la elección entre el vestido azul y el verde?

-Oh... Lo había olvidado...

-¿Recuerdas que tanto tú como Talinthraxus se expresaron sin tomar en cuenta lo que les estábamos diciendo, como estuviste a punto de hacer con esta humana?

-Ya pasaron 20 años como para que sigas con tus reproches.

-Justamente por eso es un buen momento para recordarte lo insoportable que se puso, ya...

-No se puso insoportable. Tú no tienes 2 gramos de paciencia.

-Te aguanté durante 197 años, no me digas que no tengo paciencia. Mírate, a punto de caer nuevamente en uno de esos absurdos planteos. Todo porque pasaron apenas 20 años y ya lo habías olvidado.

-¿Qué es lo peor que puede pasar si digo una de las tantas cosas que no quiere oír? ¿O es que acaso quiere oír lo que sea? -Como sucedía cada vez que Breigal se ponía a hablar con Phabendior, había olvidado que estaba acompañado. A los ojos de cualquiera, Breigal estaba discutiendo con la pared.

-Puede morir alguien.

-Exageras.

-Recuerda el vestido, Brei...

-Maldición... -murmuró el reoraf, como si acabara de recordar que tenía que hacer algo importante. -Pero algo debo decir. Hace... -miró a Dul- ¿Cuánto hace que estaba a punto de responderte?

-No demasiado. ¿Qué ibas a decirle?

-Que cualquiera que se sentara sobre alguien para que caiga al suelo podría aplastarlo. Quiero decir... ¿viste cómo no le importó absolutamente nada? -Miró a la paladín como si de repente hubiese recordado que estaba hablando con ella.- Pudiste haberme roto la otra pierna, ¿esa es tu manera de conocer gente? ¿Saltar sobre ellas y que pase lo que tenga que pasar?

Así era como Breigal lo recordaba. Él estaba girando para permanecer de pie y aquella mujer se le tiró encima aplastándolo contra el suelo. No había margen de error. Estaba seguro de que incluso Arzhel hubiese apoyado su punto de vista, si no fuese por aquella determinación que el hombre parecía tener en siempre darle la razón a la joven, como si Breigal hubiese llegado del más alejado rincón de la inmoralidad y llevase una vida de mentiras. Eso debía ser por las ideas con que los humanos crecieron, pensaba el reoraf. Él sabía, y hasta ese momento había corroborado con hechos, que los humanos se sentían las mejores criaturas del universo. Estaba convencido de que sus puntos de vista eran distintos, desde la vida y la muerte, hasta el modo de preparar una sopa. Tenía una religiosa a su lado, era una buena oportunidad para confirmar aquello.

-¿Qué piensan ustedes sobre la muerte? -preguntó con tono confidencial, mirándola a los ojos, viendo en ellos reflejados los suyos propios. Un infinito ciclo de espejos del color de la sangre.

Cuando empezó a responder, lo miró suspicaz, con los ojos entrecerrados, siendo aun más desconfiada cuando cambió su frase no más empezar a formularla, casi una amenaza velada que se volvió en recelosa sospecha en cuanto se dio cuenta que parecía estar hablando solo.

- No, no te voy a sacar el brazo y no porque “no me convenga” que te puede meter tus amenazas por el fondo del orto, sino porque yo no soy así… - murmuró entre dientes, si le prestaba un poco de atención, lo escucharía sin problema, incluso el tono gangoso con el que se refirió a la conveniencia, al imitarlo, sino, solo un refunfuño ininteligible de alguien mal educado a medio entrometerse en la conversación de otros dos.

Dicho lo suficientemente rápido como para sonar de fondo a la propia voz de Phab y escuchar lo demás que tenía que decir, faltando realmente muy poco para corregirlo, aclarando que su nombre no era daliny sino Dulfary . Por suerte, supo entender que se refería a alguien más y se contuvo de comentar.

- Dalany es un nombre muy bonito. Con razón te tiene como te tiene – sonrió adorablemente, olvidándose del enojo anterior – pero si tampoco te fijas en los pequeños detalles en los que nosotras nos solemos fijar, estás en la olla con ella, sobre todo que pasarán unos 100 para que ella se olvide de esa cosa horrible e inoportuna que… - se llevó el índice a los labios para indicarse a ella misma que se callara y aguardó, mirándolo aun sin perder la desconfianza, pero con una sonrisita divertida que no se borró ni cuando le preguntó por el tiempo que llevaba esperando

- Una pequeña eternidad. Ustedes sigan debatiendo. Ni idea qué cosas horribles te estará diciendo ese demonio tuyo que te tiene poseído pero, no sé por qué sospecho que tiene razón y te está tratando de asesorar bien, al menos esta vez – le dijo mirándolo con cautela, como si de un loco peligroso se tratara – aunque tú no tengas interés de hacerle caso – se golpeó la frente la con mano, negando despacio con la cabeza al escuchar lo que tenía que responder, por fin.

- sí.. sí me importa... - lo dijo con evidente tono de estarse armando de paciencia, pero como era más natural en ella, empezó a reí. Era gracioso, muy gracioso – Entonces según tú sí peso tanto como una ballena y estoy tan esférica que jamás un chico se fijará en mí si no es para dar un rodeo extra gigante y que no lo aplaste por error – volvió a negar con la cabeza, sin dejar de reírse – Y no, a ti te conocí en un bar cuando decías que tus diosas son mejores que los dioses de cualquier otro – volvió a tomar aire, hasta llenarse los pulmones.

Su siguiente pregunta le sorprendió un poco. Y aun así no le retiró la mirada, sino escarbó un poco dentro de sus ojos, casi sin querer. El problema vino, cuando quiso empezar a responder y lo hizo pensando en su Clan

- Para nosotros la muerte…. - Guardó silencio y se humedeció los labios – Es algo que nos llega a todos… - y de hecho eran muy raros los kazekage que llegaban a viejos, lo normal era morir joven - No voy a hablar por la Orden. Yo pienso de la muerte es como nacer – asintió fuerte con la cabeza – sí, eso es. Cuando te toca, te tocó, pero hay muchas cosas que la pueden acelerar o retardar y prefiero retardarla, sobre todo la de otros, porque alguien más se pondría triste con la ausencia. Eso de la muerte como evento. La muerte como estado, no solemos filosofar mucho sobre eso – ahí se refería al Clan – pero para mi es como… mmm…. Como un nuevo viaje, una nueva aventura, porque creo que nadie tiene ni idea de lo que hay más allá, por lo menos no he conocido un nigromante que se tome el tiempo para preguntarle a un no muerto "hey!! cómo son las cosas en el más allá?" aunque cuando he estado muy cerca, lo que he sentido es oscuridad y frío, se siente horrible, más allá de la gracia de no sentir dolor y porque lo he sentido así de feo es que no quiero que otros pasen por ahí. Tal vez es que yo no vaya a ningún paraíso o Eden o un jardín lleno de 70 mil vírgenes que no sé para qué las quiero pero quisiera creer que a otros les tocará eso, pero…. Y si no…? -

Miró por el ojo de buey e hizo un puchero

– Son muchos "peros" en una sola frase, eh? Creo que nunca lo había pensado… no tengo idea… - parecía que la idea la tocaba, sin embargo de inmediato volvió a mirarlo, a los ojos – lo que si tengo claro es que si vuelves a decirle a una dama que sí puede estar pasada de peso como para aplastar solo por caer encima de alguien, la tuya será muy pronto y según la dama, rápida e indolora o tremendamente agónica... y con largos periodos de historia - sí, historia, no histeria

Si Breigal no hubiese estado hablando con Phabendior, la discusión con Dulfary hubiese sido interminable. Había varias frases de Dul que requerían una respuesta, pero, ya sea por suerte o por desgracia, el oído del reoraf las ignoró completamente. Sin embargo, una vez que los de ojos rojos volvieron a hablar entre sí, Phabendior no le quitó los ojos de encima a la kazekage. Él sí la había escuchado, y no sólo eso, si de él dependía, el barco iba a girar en círculos mientras seguía ganando altura, y lo que era peor, se dirigiría de nuevo a aquella taberna.

-Yo no dije que eran mejores, dije que las vi. Algo que seguramente el prisionero no hizo.

Un viaje... Le costaba ver la muerte como un viaje. Es decir, ¿un viaje adónde? Entendía que debía ser sólo de ida, pero eso no quitaba que no se le ocurriera un lugar. Los reoraf tenían ceremonias cuyo motivo era el deceso, pero no creían que realmente hubiese algo más allá. Lo que se creía era que "los hijos de la diosa deben estar juntos", y fue por eso que Breigal había rendido su merecido homenaje a cada uno de los caídos.

-En ningún momento dije eso. Vaya, es cierto, oyen lo que quieren oír. No te preocupes, cuando un muchacho se fije en ti, lo espantarás con esas preguntas absurdas.

La voz de Breigal fue cargada de una sinceridad inusitada, y sin embargo no había malicia en su tono. Sonó como si le hubiese dicho "ese peinado te queda bien, pero no deja lucir tus ojos", con aquella sinceridad extrañamente hiriente y buena a la vez, aquella que sólo un amigo puede decir.

-No caíste encima, te tiraste sobre mí para hacerme caer al suelo. Son dos cosas muy distintas. Y dudo mucho que sea agónica. Se moriría antes, te lo aseguro.

- No te quedas atrás, cuando una muchacha crea que se está fijando en ti cambiará de opinión no mas abras la boca - lo dijo exactamente en el mismo tono de Breigal, calmado y con una alta connotación de viejo amigo de la infancia, de toda la vida - cosa que a ti te dará lo mismo, porque existe Dalany - sonrió con complicidad, pronunciándolo erradamente, sin intención, por segunda vez.

- Como sea, no te guíes mucho por lo que yo te digo, es en serio cuando te digo que nosotros no solemos pensar mucho en eso. Es algo que ocurre, en algún momento y que te aleja de tus seres queridos, pero no hay mucho tiempo para lamentarse, toca levantarse y seguir, hay cosas que no dan espera, aunque lleves el duelo por dentro por mucho años, incluso hasta que te toque a ti. Lo que no entiendo es que a viene esa pregunta - esperaba que le diera pistas de qué agregar a su disertación

- Pero que consté, no he dicho que sea yo la que te vaya a matar por decirme pesada y gorda, solo te advierto que no existen muchas mujeres tan pacientes como ... yo... - su mirada se desconectó por un momento de la conversación, mirando al vació en cualquier dirección como si acaba de decir algo de vital importancia, que no había notado y que había representado un golpe duro e inesperado.

Y es que era la segunda o tercera vez que pensaba en sí misma como mujer y no como niña. La maldición le estaba haciendo efecto a tal punto que empezaba a creerse la mentira que era su edad... estaba acortando su vida y sus vivencias por culpa de un anillo que nunca debió tener.

- Breigal... - llamó suavemente, sin mirarlo - no está bien ir por la vida matando gente solo por qué sí, por te cae encima o no te cae bien... tú ya pasaste por eso... sabes que no está bien... - no lo miró, seguía absorta en el repentino descubrimiento.

- Pero tienes razón, no tiene que ver con el peso, tiene que ver con la técnica y la fuerza, si tuviera más fuerza tal vez si te habría aplastado, un poco. Que llorón - hizo una mueca de perplejidad.

-Lo que sé es que se puede vivir arrastrando esos fantasmas -le respondió el pelirrojo a la paladín.

Breigal era consciente de que solamente podría estar tranquilo cuando le devolviera ese golpe a la humanidad. El pensamiento triste llegaba cuando sabía que no podría contar con Daliny o Talin cuando quisiera llevarlo a cabo, pues ninguno de ellos estaría de acuerdo.

-¿Pero qué saben ellos de lo que viví? -pensó en voz alta.

Apreciaba mucho a sus amigos, pero una parte de él aún no les disculpaba el haberse marchado así. ¿Acaso él no era nada? El caos no era una excusa, él los había buscado, y fue justamente por eso que lo atraparon, por buscarlos. Él se quedó llevando a cabo todas y cada una de las ceremonias para despedir a los caídos, él siguió buscando en cada rincón de la isla a sus amigos, y aunque se resignó a la idea de que no los encontraría, nunca había perdido la esperanza de que siguieran vivos.

-Temo que eres lo único que me queda... ¿Habrá estado alguien en una situación similar?

-No. Pero habrán tenido sus razones. Podrás saber más cuando los encontremos.

-Tendría que haber sido el sacrificio del último día para tenerlo todo, señorita.

Llorón era, consideraba el reoraf, la palabra más alejada del último seguidor de Husge. No fueron muchas las veces que Phab debió acudir en rescate de los sentimientos de su protegido, de hecho ninguno de los dos sabía de alguien que haya necesitado tan poco ese aspecto del guardián. Incluso había quien decía que Breigal era el seguidor de Husge perfecto "ya que no tenía sentimientos". Si hubiesen sabido...

-No sé si existirá alguna cultura donde la religión tenga tanto peso sobre la forma de vida que llevamos. ¿Te has preguntado alguna vez cómo serías si hubieses seguido otra deidad?

-Breigal, las heridas no se han abierto. El problema son las vendas.

El reoraf contempló sus brazos. Phabendior tenía razón. Las vendas lo lastimaban o la teoría de Dulfary estaba equivocada.

- Los fantasmas? Yo creo que lo saben todo… – respondió ignorando por completo el flujo de sus pensamientos.

Pero cuando dijo que era lo único que le quedaba, algo vibró de mala forma en su interior, se parecía a la sensación de un corazón roto, pero no era eso porque no se le rompía su  corazón por un daño a ella, sino que la conmovía hasta lo más profundo esa triste expresión de niño de desvalido. Lo único que me queda.

- No, no digas eso – dijo casi en una conmovida súplica y antes de darse cuenta, se había apresurado a tomarle la mano entre las suyas, casi con angustia. Podía considerarlo cualquier cosa, llamarlo de las formas más hirientes, pero sentirse solo en el mundo… por más que estuviera rodeado, era, a ojos de la niña, de lo más horrible –Mira, a mi me acabas de conocer, me halaga que digas eso – la sinceridad en sus palabras resultaría enternecedora, si acaso se detenía a pensar en cómo lo había pensado, casi como una oferta incondicional de apoyo a pesar de todo lo que se habían dicho o los prejuicios que pudiera tener ella – pero también tienes a tu demonio raro que te susurra y siempre está contigo, tus amigos que se pondrán felices en cuanto te vean, yo no me voy a hacer a  un lado si es lo que necesitas… no estás tan solo como crees… o como te hayan dicho otros – incluyéndola a ella - Lo digo, lo repito y lo mantengo.- 

Lo siguiente que le dijo, no lo entendió (Y por ahí derecho, yo tampoco), lo que la hizo guardar silencio, por un segundo.

- Ehm.. no entendí – con mueca y todo de total confusión por sus palabras sobre el sacrificio.

Era complicado responder la pregunta que le hacía, por la sencilla razón que entre el Clan, se era libre de creer en lo que quisiera cada uno siempre que propendiera al equilibrio y, en su casa, entre sus padres y hermanos, nunca le habían inculcado  una religión o creencia en particular. No es que fuera atea, entendía y creía en que sí debía existir algo superior, ese algo por el cual luchaban por el Equilibrio, pero no le daba nombre ni un culto en particular a ese Algo De hecho, le rendía más culto al viento (algunos a la sombra) y hasta al equilibrio, sin llegar a rezarles

- La verdad es que no. En casa me inculcaron mis creencias, por muchas generaciones han creído en la Dama y sus preceptos por eso estaban tan orgullosos que mi tío por fin me dejara entrar a la Orden, siendo tan humildes no creyeron que me darían la oportunidad y él tampoco es que hiciera demasiada fuerza, pero cada cosa que me enseñó me trajo aquí – mintió con total desfachatez – Supongo que no mucho en mí cambiaría según la deidad que siguiera. Aquí, jasperia, hay un grupo que se hace llamar el Credo, no tengo muy claro que veneran, pero por cómo se refieren a ellos no ha de ser algo lindo, el caso, si yo fuera parte de ellos, pensaría menos en las cosas hermosas de la vida, lo positivo de cada situación y seguramente viviría amargada – hizo otra mueca – el caso, si mi deidad fuera otra, mis hábitos y costumbres cambiarían, pero no veo porqué mi esencia lo haría – se quedó pensando un momento eso, pero con la mirada en los brazos de Breigal.  

- Si ves? Estas tranquilo, no estás odiándome u odiando a alguien más y mi remedio surte mejor efecto, aun sin las vendas  - cambió el tema con una sonrisa alegre, aunque se seguían viendo las quemaduras.

-  Brei… - le sonrió con dulzura y confianza, apretando solo un poco sus manos  - dejando de lado tu deseo de matar humanos, revivir a los tuyos, el encontrar a tus amigos y seguramente deshacerte de mi… qué cosa te haría feliz en este momento? – se lo preguntaba con el corazón en la mano, mirándolo directamente a los ojos

-Lo decía por los otros dos que quedan -respondió el reoraf con desánimo, no por la pregunta hecha por la paladín, sino por los pensamientos que habían llevado a que el pelirrojo se hiciera esa pregunta.

Casi estuvo por cortarla en seco cuando se hizo cargo de las palabras que eran para Phab, pero en cambio no emitió palabra, sonido ni gesto alguno. La dejó hablar, pues eso era lo que le había enseñado su mentor tiempo atrás. Que ella pensara eso a él no le afectaba en nada, no lo hacía ni más triste ni más feliz, por lo tanto no había motivo para corregirla.

-El sacrificio del último día es el ser perfecto. Según mi cultura, su sacrificio pondrá fin a la guerra. Ninguno creía que viviría el momento en que la guerra comenzara.

Breigal no quería matar humanos, sino solamente a los fanáticos religiosos. No solamente eso: quería demostrarles lo que era un verdadero fanático, lo que era de verdad hacer cumplir a rajatabla los lineamientos de su diosa. Aquel que no se mostrara agradecido, sería consumido por el Cenz. Quien quisiera el poder por el poder sería ejecutado. Tampoco quería revivir a nadie. Las únicas personas que de verdad le importaban estaban vivas. Y en cuanto a deshacerse de Dulfary, lo que apenas toleraba era la obsesión que aquella mujer tenía con defender a los que devastaron Werth; no era que quisiera deshacerse de ella, sino de su terquedad al defender a aquellos asesinos. Pero lo que lo haría feliz... lo primero que le vino a la mente fue matar a Stregek, pero pensó que eso entraba en "tu deseo de matar humanos". No le venía nada a la mente, sólo encontrarla.

-Solamente encontrarla... y que esté bien.

Nada más lo haría feliz. Al menos mientras eso siguiera inconcluso. Ya cuando la encontrara podría ponerse feliz por trivialidades.

Encontrarla a ella. Dentro de la lista que había dicho para dejar de lado que lo hicieran feliz había incluido el encontrar a sus amigos y aun así, era encontrarla a ella lo que lo haría feliz, pese a la “restricción”. No pudo evitar sonreírle, enternecida y con cierta compasión.

- Debes quererla mucho, extrañarla demasiado – comentó casi como quien no quiere mencionarlo – No es algo que te pueda dar en este momento, lo siento – la disculpa era totalmente honesta y nacida del corazón. Podría intentarlo, pero para eso necesitaría haberla conocido y algo de ella, para calibrar un poco la brújula al respecto – Pero ten por seguro que está bien. Si tiene la mitad de lo que dices de tu gente, está bien – podía sonar a frase de cajón, pero lo decía totalmente convencida.

Entonces cayó en cuenta de algo, soltando su mano lentamente.

- Un ser perfecto para… sacrificarse? Hablas en serio? Vale, sí, lo dices en serio, es tu cultura tu creencia, pero… si es perfecto no podría encontrar otra forma de arreglar las cosas que no sea el auto sacrificio? – por dispersa que fuera, esta vez había ido un poco más lejos, se quedó pensando en si auto sacrificio no era algo redundante y con ello se desconectó un momento de la realidad - Pero si la guerra ya ocurrió y tuvieron la vileza de exterminarlos, la guerra ya terminó, no? O es que piensan iniciarla de nuevo entre ustedes tres? – preguntó tratando de entender.

-Más de lo que muchos soportarían, de hecho -respondió el reoraf. No sabía cómo explicarlo. Lo cierto es que la única manera de que un humano o cualquier ser entendiera lo mucho que quería a Daliny sería ver a la diosa de Talinthraxus. Mejor dicho, ver a Naub' Lonks. Ver a la diosa era algo que podría hacer cualquiera, incluso se decía que lo realmente difícil era sacarle los ojos de encima. -Ella es más que cualquiera de nosotros. De hecho fue quien masacró a los invasores.

Y luego se había marchado. No podía evitarlo, sus pensamientos siempre llegaban a ese importante detalle. Ninguno de los dos lo había buscado. ¿Por qué? Por fortuna, la paladín siguió hablando, obligando a la mente de Breigal a salir de ese lugar peligroso en el que tenía la costumbre de pasar el rato.

-El problema es que, como habrás notado, nuestra existencia no es bienvenida por tu gente, sino todo lo contrario. Nuestro acto de existir en alguna parte es algo que debe corregirse, por eso fue la invasión. Buscaban a nuestra creadora -seguía teniendo la precaución de no nombrarla, sólo por si acaso-. Ella me dio este barco, de hecho, para buscar a los otros dos. Nadie sabe qué efecto tendrá el sacrificio, pero los ancianos aseguraban que eso pondría fin a la guerra. Eso o el Werthtrew. La guerra continúa. Los invasores vinieron a aniquilar a nuestra creadora, y tuvieron la merecida desgracia de encontrarse con Daliny y, de alguna manera, lastimarla. No me extrañaría que regresen. Y conozco lo suficiente a mis dos amigos para estar seguro de que querremos estar juntos cuando ese momento llegue.

Dulfary asintió a las palabras de Breigal. Había algo en ellas que le confirmaba lo mucho que dolían ciertas cosas y no solo las dichas por ella, sino las que compartía con la niña, el trasfondo que llevaba, los recuerdos asociados (o eso asumía ella) y eso la hacía refrenarse un poco en lo que quería decir o podía detener antes que pasar por su boca en forma de palabras. El amor, el afecto que tenía por su amiga parecía ser una de esas cosas.

- alguna vez le dirás lo que sientes por ella? – preguntó con tanta cautela cómo pudo, casi que palabra por palabra, como si acaso eso agregara tacto a tan delicado tema… hasta que dijo que masacró a los invasores.

~ Y acabas de perder 10 puntos a mis ojos, querida señorita dueña del corazón de Brei ~ Aunque había algo más, ese algo que él ya había mencionado pero que la niña aun parecía no dimensionarlo del todo: la partida de sus amigos, dejándolo a su suerte y abandono.

- De hecho mi gente… – se cortó y dejó que continuara. Decir que su gente no le habría la opción de hablar y que habrían sino mucho más radicales que la Orden de la Dama, no ayudaría a ese momento de apertura y cercanía. En su lugar prestó atención a lo que Breigal creían eran las razones de los invasores.

- La hirieron??? – preguntó alarmada, casi interrumpiendo lo que decía.

- Lo estarán, te dieron herramientas para lograrlo y aunque pienses lo peor de nosotros, también hallaras personas que estén dispuestas a ayudarte con esa tarea – le sonrió con inocente optimismo – yo sé que lo vas a lograr y tendrán un final feliz mucho mejor que un simple final de guerra y más muertes, sino algo aun más maravilloso - agregó esperanzada