Segundo Puerto

La risa de Breigal fue lo último que le hizo bajar la guardia, respecto a él, pese a que seguía dolida por el asunto de la desaparición del barco.

Estaba ligeramente ubicada con respecto a su posición en la isla, Todo lo que debían hacer era seguir el camino del musgo y entonces llegarían a uno de los caminos que a adentraban a la selva desde Daosh, de ahí, seguir la línea hasta el claro. Simple, efectivo… complicado como algunas cosas con Dulfary. Por eso la suposición de Breigal estaba más que errónea.

Mientras a Arzhel le daba vueltas en la mente el cadáver del paladín, A Dulfary también. Había algo raro en sus lesiones que no lograba descifrar, algo más que estar solo y haber sido atacado por un animal. Pero qué? Decidió que tendría dejar su mente trabajando en eso sino quería detenerse por enésima vez a mover el puño.

Por un par de metros, había perdido el rastro del musgo, pero pronto lo encontró y con él, las huellas de algo más grande y más pesado que avispas. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, cuando fue a colocar la mano sobre un tronco y se dio cuenta que este no solo no era rugoso sino áspero aunque felpudo, y el tronco… respiraba.

Ni siquiera tomó aire o cerró los ojos. Fue clara y contundente en su expresión

- Mierrda! –

Su movimiento iba a ser lo más de agil, girar la vista, advertirles saltar. Pero ante la situación, la ventaja por la sorpresa la tenía el animal, el enorme animal de largos brazos terminados en una afiladas garras, patas casi del tamaño de la joven kazekage, cubierto con pelos, plumas, un alargado pico, y demostró una velocidad y agilidad impensable para algo de su tamaño. De un zarpazo, golpeó y derribó a Dulfary, enviándola contra otro árbol, al que golpeó antes de caer al suelo.

Su gruñido, se dejó oír, sólo después de hacer un segundo ataque, estaba vez valiéndose de su garra mortalmente afilada, contra Breigal.

Aparentemente, todo estaba mucho mejor en el grupo. Quizás el combatir contra esas cosas había hecho que de alguna manera nos uniéramos un poco más. Nos necesitábamos para cruzar ese bosque, o al menos esa era la sensación que me daba. En un momento, Arale pareció perdida, como si no supiera dónde estaba. La miré fijamente pero esa situación se resolvió al instante, por lo que el grupo retomó su camino.

La palabra de la paladín hizo que desenvainara la espada por puro instinto. La bestia que se nos presentó a continuación me hizo considerar la idea de que Kuzueth fuese una isla de gigantes. Las criaturas que vimos eran absurdamente enormes. La bestia atacó a Arale, lanzándola de un zarpazo contra un árbol, y luego se abalanzó sobre mí. Corrí hacia la criatura, con la intención de pasar a un costado y cortarle una pata durante el trayecto. Logré que mi espada saboree un poco la pata de esa criatura, pero no creo haberle causado un gran daño, mientras que su garra logró alcanzarme un poco el brazo, pasando bastante cerca de la herida anteriormente provocada por el kunai de Arale. Ya estaba colocado detrás de la bestia, aguardando una señal para continuar atacando.

-Va a terminar muerta si esto sigue así -comentó Phab, haciendo alusión a Arale-. Sólo tienes que decirlo... ¿Deseas que ella siga viviendo?

FDI= Preasumo el resultado para que se pueda continuar (no está especificado el sistema que usaremos ). Si hace falta editar, sólo díganlo y será hecho No veo la imagen

-Por vida del rey! -gritó Arzhel, tomado por sorpresa. La muchacha parecía haberse perdido, y justo cuando daba señales de haber vuelto a encontrar el camino, un gigantesco úrsido los atacó. Mientras Arale era despedida contra un árbol próximo y la bestia se encaraba a Breigal, Arzhel desenvainó la daga y se la pasó a la mano derecha en un rápido gesto. Contra un animal como aquél servía de bien poco la ropera: más valdría intentar destriparlo por abajo y en corto.

Sin embargo, Breigal parecía bastarse para acabar con la bestia, pues tras infligirle un corte en la pierna quedó justo detrás de la feroz criatura, listo para rematarla.

Entonces vio la bestia al caballero y cargo contra él, a pesar de la herida de su pata. Arzhel se tiró a un lado para esquivar la embestida, y quedando a la derecha del animal le clavó profundamente la afilada cuchilla de la daga en la pata trasera y retirándose cuando con un rugido salvaje el animal se incorporó agitando sus pesados brazos en el aire, sin intentar golpear a nada en concreto. Estaba loco de furia, y por precaución Arzhel salió lo más rápido que pudo del alcance del animal, hacia donde se encontraba Arale.

-¡Cuidado! ¡El animal está ciego de ira! -les advirtió- ¡Cuidado!

El daño que infligió Breigal, además de darles cierta ventaja, añadió un poco mas de furia al animal, se fue contra Arzhel al perder de vista por un momento al reogaf, pero los movimientos del caballero fueron más audaces que los propios e hizo caer al gran animal por el corte hecho y entonces, la cosa empeoró.

La furia de la bestia se dejó oír por un buen tramo de la salva, haciendo que varios pájaros alzaran vuelo y luego, cuando buscó el primer blanco al cual darle, fue el alto sonido que producía Arzhel y su movimiento lo que llamó su atención y lo fijó como objetivo, el primer objetivo, cargó contra él con todo su tamaño y fuerza, primero un zarpazo largo que buscaba también enviarlo contra lo que fuera, tras el cual su pata delantera cayó con estruendo al piso y luego un segundo intento de ataque con la segunda zarpa para detener el posible vuelo y así, hacer el tercer movimiento con el que remataría al objeto de su ira y odio, un dentellada.

Haber logrado cortarle la pata no pareció servir para nada bueno. No parecía que la herida le afectara demasiado, a diferencia del ataque de Arzhel, que logró que la bestia caiga al suelo. Todo parecía marchar bien, hasta ese enormemente sonoro rugido. Arzhel nos advirtió a Arale y a mí que el animal estaba ciego de ira, pero al parecer su voz llamó la atención de la enorme bestia, que se abalanzó sobre él. Haciendo uso de mi brazo derecho, levanté velozmente una porción del suelo para golpear la cabeza del animal. Logré el golpe, pero no pude detener su marcha asesina y tampoco parecía haberle hecho mucho daño.

No debía usar mi control sobre la tierra. Debía sacar provecho de mi velocidad. El animal tenía una herida en su pata, pero el problema era que para llegar a esa pata debía pasar del otro lado. Aprovechando la distracción generada por Arzhel, corrí hacia el animal y corté otra de sus patas. Si lograba reducir su velocidad sería más fácil acabar con la bestia, e incluso hasta podríamos huir de ella, para así evitar asesinarla y mantener tranquila la conciencia de Arale, que parecía absolutamente incapaz de dejar que algo muera.

-No te preocupes... -susurró Phab, mientras yo corría hacia la bestia para luego realizar el corte que pretendía, al menos, reducir la velocidad del animal.

La respuesta del ataque de la bestia fue sobrecogedora: atacó al caballero, cargando contra él con todo su peso e ignorando el ataque de Breigal. Arzhel pudo esquivar la montaña de carne que se le venía encima, pero el segundo zarpazo lo tumbó al suelo, desequilibrándolo y dejándolo indefenso ante la posterior dentellada del animal, directo al brazo izquierdo.

Arzhel se había cubierto el brazo con la capa durante la caída, esperando amortiguar el mordisco del colosal úrsido aunque fuera mínimamente, pero de todos modos sintió como los dientes del animal le desgarraban el antebrazo, ya herido desde la escaramuza de la taberna, traspasando la capa y la delgada camisa. Sin poder evitarlo se le escapó un grito ahogado, y tuvo suerte de que que el animal se volvió hacia Breigal, que le acababa de hacer un nuevo corte en la pata ilesa.

Haciendo un esfuerzo por ignorar el dolor atroz de la terrible herida del antebrazo, Arzhel le lanzó la daga con sus últimas fuerzas con la fortuna de que, gracias a la poca distancia, la hoja se clavó horriblemente en el ojo izquierdo de la bestia, que rugió de nuevo más enfurecida y totalmente enloquecida por el dolor, mientras Arzhel se llevaba la mano a la herida del antebrazo intentando sujetarse el destrozo que le había hecho la bestia y se arrastraba hacia la base de un próximo árbol en un intento de retirarse de la pelea.

Otro corte, otro grito desgarrador que cruzó esa parte de la selva. No podía catalogársele de otra forma el gruñido que dio la criatura.

Las patas del osito flaquearon, dejándolo sentado, momentáneamente sobre su cuartos traseros, no pudiendo dedicarle un contraataque a Breigal, se ensañó con lo que tenía más cerca. Volvió a atacar a Arzhel, un ataque mucho mas ciego que el anterior, mientras una de sus zarpas trataba de darle a Breigal y luego a ese bultito que empezaba a moverse un poco mas allá.

Se le quería reventar la cabeza. Le latía la espalda, la sien, la pierna, las heridas, las viejas las nuevas. No quería abrir los ojos, no quería salir de esa zona de confort que era la inconsciencia, que lo era por primera máximo por segunda vez. Pero el ruido, el fuerte tirón del deber y la solidaridad la trajo de regreso. Se movió muy lentamente, haciendo una evaluación de los daños, mientras el osito fallaba el nuevo zarpazo contra el caballero y se valía del impulso de este para ponerse en pie para ir a por ella. Desde su posición, en el piso, podía ver la enorme pata hacer presión sobre la tierra blanda. La fuerza de esa cosa era muy grande.

Pero también era un poco mas lenta que cuando la golpeó.

GRRRRPPP!!! Dulfary se tapó los oídos cuando la bestia rugió tras la puñalada en el ojo. Trastabilló por las tres heridas infringidas, mostró los dientes dentro de su ¿pico? y se le vio dispuesto a seguir dando la pelea. Ahora, se lanzó, aun ciego, contra Breigal, pero su plan, su instinto claramente le decía que huyera.

Aproveché la lucha entre Arzhel y la bestia para crear dos copias de mi espada, la cual envainé luego. Con una de las copias en mi boca, y la otra en mi mano derecha (ya que aún no podía mover el brazo izquierdo) me acerqué sigilosamente a la criatura, la cual tenía inutilizables sus patas traseras. Aumentando mi velocidad poco a poco, y avanzando mucho más rápido al ver que Arzhel estaba en problemas, y Arale no reaccionaba. (1)

El grito que profirió la bestia al recibir ese ataque en su ojo, o al menos eso parecía desde mi ángulo, bien podría haber sido una amenaza dirigida a mí. Se acercó a mi posición tan rápido como pudo, lo que no era mucho. La daga de Arzhel estaba clavada en su ojo izquierdo, el cual expulsaba una gran cantidad de sangre.

-Un seguidor de Husge jamás huye de un combate del que pidió formar parte... -Corrí hacia la bestia y me lanzó un zarpazo, al que respondí frenando y moviendo la hoja de mi espada hacia un lado, que cortó la pata dirigida a mí y se partió, quedando la hoja clavada en la zarpa del animal.

No había ya nada que hacer para la bestia, con las profundas heridas causadas por Arzhel, y mis cortes realizados en tres de sus patas, se encontraba prácticamente inválida. No podía correr, no podía ver con un ojo, derramaba gran cantidad de sangre, y tampoco podría atacar muy efectivamente. Escupí la espada, la tomé con la mano derecha, y la clavé entre las costillas de la bestia, apuntando adonde normalmente se encontraba el corazón. Quedé debajo de esos kilos y kilos de carne, la espada se rompió y me dispuse a salir tan rápido como pude. Sin embargo, no pude evitar que el animal caiga sobre mi pie derecho, lo que dejó oír un crujido bastante feo.

-Maldita sea -murmuré. Haciendo uso de mi brazo derecho, levanté la tierra que flanqueaba mi pierna, para luego poder sacarla de allí. Mi brazo derecho estaba cansado, pero aún podía moverlo lo suficiente como para comprobar el estado de mi pie, y así verificar que mi tobillo estaba roto, al igual que la estructura ósea que se encontraba cerca. Suspiré, no de dolor, sino de indignación. Me quité la venda que cubría la herida provocada por el kunai de Arale y me cubrí el tobillo tras quitarme el calzado. Mi pie se encontraba cubierto de sangre. Observé que Arzhel estaba herido de gravedad. Me acerqué a él tan rápido como pude (a los saltos, porque no quería empeorar el estado de mi pie), quitándome la venda que me quedaba en el camino, y ofreciéndosela al llegar-. Creo que te vendrá bien esto, si es que sientes amor por alguien, y creo que lo sientes. -Luego de la decisión de Arzhel, me acerqué a Arale. -¿Te encuentras bien?

*FDI= Si Arzhel rechaza la venda de Breigal, éste vuelve a envolver su brazo con ella.
(1)= Cuestión de ángulo, Breigal no ve que Dul reaccione.

Arzhel se alzó agarrándose al tronco del árbol con la mano ilesa, sudoroso. Tenía una profunda herida en el antebrazo izquierdo que sangraba profusamente. Intentó mover los dedos y, aunque con gran dolor, pudo. Milagrosamente no parecía haber cortado un tendón o nervio, lo que lo hubiera dejado impedido. Sin embargo, no se podía decir que no fuera grave.

Vio acercarse a Breigal a saltos, y aún apoyado con la diestra en el tronco negó efusivamente con la cabeza.

-No, no necesito nada de eso -dijo quedamente-. No más que vos -No iba a mostrar debilidad delante de Breigal ni de la muchacha. Antes moriría desangrado que eso. Se acercó a la bestia caída con el brazo colgando y desclavó con la diestra la daga clavada en el ojo del animal. Aún podía sentir la fatigosa respiración de la bestia y, sin consultar, se la clavó profundamente en el cuello y la degolló, aguantándo el dolor del brazo mordiéndose el labio inferior. Era lo mejor que podía hacerse: de otro modo sólo se prolongaría la agonía de la desafortunada criatura. No había crueldad ni venganza en ello: el animal los había atacado porque habían entrado en su territorio, no era malvado. Los animales no tenían esos principios morales. Había hecho lo que tenía que hacer, y era en todo caso culpa del trío por haberse metido en su territorio.

Tras envainar, y sin mirar a nadie ni decir palabra, se sentó en un tocón y sacó lo único que llevaba en su saco que podía ser de ayuda, el pellejo de vino. Vertió el líquido encima de la herida ahogando todos los gritos e imprecaciones, sacó una venda limpia y se la colocó apretando fuerte. Era una cura de emergencia, que apenas serviría para parar la hemorragia y evitar la infección, pero a falta de nada mejor, serviría.

Dejó la capa ensangrentada y hecha jirones en el suelo, ya no servía de nada, y se levantó mirando a Breigal y Arale. Menudo panorama, en medio de la selva de Kuzueth, y heridos todos.

Con un deje de lastima, retiró la vista del oso y Breigal cuando este le daba fin. No podía hacer nada por evitarlo, no lograría llegara tiempo, le dolía, el animal solo defendía su territorio, era triste.

Pero eso sería todo, el animal caería y cayó aplastando el pie de Breigal, su advertencia de cuidado no sirvió de nada, pese haber gritado y pronto, todo fue silencio… al menos el silencio que puede haber en una jungla. Se sentía embotada, le dirigió una mirada a Arzhel, su cabeza voló lejos de ahí, a un lugar donde no doliera el cuerpo y cuando se mente regresó a la realidad, Breigal estaba delante de ella, preguntado por su bienestar. Asintió lentamente con la cabeza, mirándolo a los ojos.

- Tu pie, está mal, deja que te ayude – ofreció, pero no tuvo que pasar mucho tiempo para percatarse de su negativa. El pie no se veía bien, cojeaba, ella sabía lo suficiente de anatomía para hacer una idea de lo roto que debía estar y el asunto de solo vendarlo no le parecía suficiente – Deja que te ayude… - insistió pero de nuevo estuvo la negativa* y siendo tan terca como era, aprovechando su posición ventajosa, le hizo un barrido a la pierna sana enviándolo al suelo, con agilidad felina saltó sobre él, colocando la mano del brazo herido en su rodilla (la del pie fracturado) y el sano en su abdomen para que se quedara quieto.

- Déjame hacer mi trabajo, no te muevas que sí necesitas ayuda, no seas terco – soltándolo, y trabajando prácticamente a una mano, le soltó la venda – esto te va a doler – y hundió sus dedos en varios puntos de presión a lo largo de los nervios de la pantorrilla. Se llevó la venda a la boca, la sostuvo con los dientes mientras su mano herida sacaba de su bolsita de armas un par de tabillas, tendría que reponerlas después, pero esto era más urgente. Sabiendo que los nervios estaban neutralizados, acomodó los huesos rotos, aunque le tomó dos intentos cada movimiento, se movía con la misma celeridad de siempre pero hacer la fuerza necesaria con el dolor que sentía ella en el brazo le costaba lo suyo.

Fijó las tablillas con la venda de Bregial, no podría sacar las suyas teniendo que sostener el amarre, dio dos vueltas muy rápidas y luego con total diligencia apretó el entablillado. Ya estaba, le dolía horrores su propia herida, pero al menos los huesos soldarían bien. Sonrió orgullosa y terca y fijó ahora su atención en Arzhel.

Sangraba tanto o más que ella, había que ayudarlo, así que tomó impulso para ir a por él.

- Quédate quieto un momento – le advirtió a Breigal – sólo un momento al menos – limpiándose el sudor con la manga de su tabardo, se dirigió hacia Arzhel, si él también se rehusaba a recibir su ayuda, tendría que obligarlo, tal cual como con Breigal.

Por fortuna, por atender a Breigal, se perdió el momento en que el caballero degollaba al osito, sino, habría vomitado.

Fdi:* basada en nuestra conversación

-Gracias, pero mi pie no necesita de tu ayuda. Sólo debo pensar en la persona indicada y en dos o tres...

Me interrumpí al notar que Arale pretendía tirarme. ¿Hacerme perder el equilibrio? ¿A mí? Que tuviese un pie roto, un brazo inútil y el otro cansado, no significaba que caería así como así. Aproveché el impulso que me dio la pierna con que Arale me hizo "perder el equilibrio" para girar, impulsándome, además, con mi brazo derecho, para lograr que el giro fuese más rápido. Logré apoyar nuevamente el pie derecho en el suelo y me disponía a enderezarme, cuando Arale se arrojó sobre mí, causando que no pueda mantenerme de pie y, por tanto, cayera bruscamente al suelo*. ¿Dolor? ¿A mí? Cuando llegásemos a esa maldita ciudad a la que nos dirigíamos, podía ser. En ese momento sólo sentía cómo mi pie era reacomodado por la paladín, que luego de "ayudarme" (imaginaba que eso me perjudicaría más de lo que me ayudaba), se levantó para hablar con Arzhel, seguramente para ayudarlo, también. La herida no había sido la gran cosa. No tardaría mucho en sanarse con la venda de Athanexis. Arale estaba muchísimo peor que yo, y sin embargo no atendió sus heridas. De no haber sido tan brusca, me hubiese recordado a Daliny. Ella lo hubiese solucionado de manera mucho más efectiva y decorosa, aunque también era cierto que, muy probablemente, yo no hubiese opuesto resistencia a sus cuidados. No iba a quedar así... Esto no iba a quedar así. Me senté y estiré, usando la mano y la boca, la venda que anteriormente ofrecí a Arzhel, y éste rechazó. Me puse de pie y, caminando muy rápida pero cautamente, haciendo gala de ese equilibrio que me había sido otorgado, me situé detrás de Arale, dándole la espalda.

Ni bien llegué, aprovechando que su atención estaba más enfocada en Arzhel, sujeté el brazo herido de la joven humana, lo estiré como si ella fuese tan incapaz como yo de sentir dolor, y, a través de un extraño movimiento, de esos que me habían otorgado la fama de ebrio constante, rodeé su brazo con mi brazo izquierdo, cuya mano, por el mismo impulso, quedó al alcance de mi boca, la cual la sujetó para aprisionar el brazo de la joven. Posé la venda sobre la herida de Arale, presionando su punta con mi mano, y, como si eso hubiese sido ensayado miles de veces, el búho de Sast voló alrededor del brazo de la paladín, haciendo que el viento obligara a la venda a rodearlo. Finalmente, terminé de sujetar la venda con mi mano y luego me retiré.

-Piensa en alguien que quieras. -Le dije mientras volvía a mirarla.- Mientras mayor sea el amor que sientas, más rápido sanará la herida. Y estamos a mano -sentencié luego. Sólo restaba atender las heridas de Arzhel, que, en lo personal, me parecían las más serias del grupo, y ya podríamos retomar nuestra marcha.




*FDI= Me tomé la libertad de adornar un poquito esa situación. Como notarás, el resultado es exactamente el mismo que describiste en tu post, así que no creo que haya problemas.
Si me hice un choclo importante con lo que hace Breigal, por favor, díganme así veo de qué manera logro describirlo mejor.

Mientras observaba la escena entre Arale y Breigal, el caballero se volvió a dejar caer en el tocón, sentado, mordiéndose el labio inferior para aguantar el dolor. No era la primera vez que le traspasaban el pellejo, ni la más grave, pero hacía tiempo que no le era infligida una herida de gravedad. A causa de su vida de soldado había estado a punto de dejarse la vida en numerosas ocasiones, pero no por ello el dolor era menos. Sin embargo, la herida no era todo lo grave que podría: la bestia le hubiera podido hundir el pecho de un zarpazo, o abrirle la cabeza, lo que hubiera significado una muerte segura. No, en cambio, esa herida. Resultaría en una buena cicatriz, sin duda, pero con gran dolor había conseguido mover la mano y los dedos... Sí, podría ser mucho peor. Si no se desangraba, claro.

Se miró el antebrazo, apoyado en su pierna izquierda. La venda estaba completamente empapada en su sangre. Tenía que conseguir que, de algún modo, la hemorragia se detuviese. Seguramente en aquel bosque habría cientos de plantas que alguien con conocimientos de herbología podría utilizar con ese fin; pero, por desgracia, él no era ese alguien.

-Piensa en alguien que quieras. -oyó decir a la voz de Breigal-.Mientras mayor sea el amor que sientas, más rápido sanará la herida. Y estamos a mano.

No pudo evitar sonreír, torcido. Se ahorró un comentario sobre lo irónico que era hablar de amor verdadero mientras uno se desangraba... No era la situación en la que él se encomendaría a la amada, o a la divinidad de turno... Si llegaba, iba a ser una muerte lánguiada, desangrándose con todo el tiempo del mundo... No era la estocada que te atraviesa el pecho y te deja listo de papeles con el tiempo justo para pensar en lo que haya sido importante en tu vida, o te hace caer gritando un nombre como últimas palabras... Se reprendió mentalmente: estaba empezando a divagar.

Levantó la vista y vio a la muchacha acercándose a él, lentamente, y la miró con una expresión intermedia entre cansancio y resignación. No iba a aparentar debilidad enfrente de sus compañeros de viaje y camaradas.

-Ved que bonito recuerdo me ha dejado el animal, muchacha -dijo sarcásticamente mirando el cuerpo sin vida de la bestia y luego los ojos de la chica-. Otra más para la colección.

Fdi: Mil disculpas por la tardanza; a cambio, les dejo respuesta larga ^^

ddi:

Pero lo cierto era que Dulfary si era capaz de sentir el dolor, y mucho, aunque no diera muestras de ello; y como todo animal en la naturaleza, reaccionaba de forma espontanea ante tales estímulos: contra ataque y huida.

En el momento en que estuvo a la altura de Arzhel, para tratar de brindarle ayuda, su atención se posó en él y por lo tanto no fue consciente de la cercanía de Breigal hasta que fue muy tarde, para ambos. La forma en que se giró hacia el reogaf fue tan brusca como el dolor que sintió al tomarla de esa forma por el brazo, por supuesto que trató de poner resistencia, pero solo después de darle dos rápidos golpes, el primero con el puño en el esternón, como mecanismo para alejarlo, el segundo, que iba dirigido a crear aun mas distancia entre ellos, no fue tan atinado ya que el primero no logró su propósito primario (distancia) de modo que su pie en lugar de dar una patada al vientre, lo hizo varios centímetros más abajo, donde sin duda habría más dolor, pero... no lo hubo.

- Es que a ti no te duele nada??? - preguntó perdiendo la compostura, es decir, sin tener en cuenta las apariencias y dejando salir toda su impertinencia. Pero estando inmovilizada, se dejó hacer, con la vista clava con fuerza y rabia en el suelo, solo levantándola por un momento para mirarlo ofendida por sus palabras, o al menos eso decía la expresión conjunta de su ceño fruncido y la forma en que apretaba los dientes y por ende los labios... sus ojos... sus ojos sólo le preguntaban porqué era tan feliz haciéndole daño de esa manera y por supuesto, no se refería al daño físico.

- Que te... - su voz se cortó y fue mejor, no quería caer en lo que ella llamaba su juego, así que tomó aire y retomó - no te parece, que la herida de Arzhel sangra un poquito más que la mía? - retiró el brazo con un poco mas de delicadeza - prioridades, decían mis maestros, prioridades Breigal... - su voz ronca terminó siendo un murmullo; no era la experiencia y la madurez la que hablaba, todo lo contrario, era el capricho y la voluntariedad, la parte más infantil de ella, esa que se ahoga en la crueldad propia de los niños, que buscaba herirlo.

Aunque el regaño iba para ella misma también, estaban perdiendo el tiempo pelando, mientras un compañero se desangraba.

- Arzhel, tenemos la impresión que no quieres ser ayudado, pero necesitas ayuda, si te fuerzo a recibirla, también la vas a devolver? Ya me duele lo suficiente como para recibir más ayuda, pero de verdad necesitas que alguien te de una mano - apretó en su puño las vendas blancas de cu propiedad con las que esperaba colaborarle un poco, porque su mordida necesitaba, cuando menos, de un doctor de verdad.

Y mientras tanto, ella hacía su mejor esfuerzo por no pensar en Kelisay, prefería el ardor de la sangre que recordar su última mirada.

- Breigal... - dijo en voz baja, mientras esperaba una respuesta positiva de parte del caballero - gracias por tu interés - fue totalmente sincera, aunque no lo mirara - de una forma extraña, es muy bonito de tu parte -

Si Arzhel no iba a aceptar la ayuda, era mejor que se pusieran en camino cuanto antes.

Que Arale opusiera resistencia era algo que tuve asumido desde el primer momento. Me golpeó, en vano. La única razón por la que pudo "derrotarme" antes fue porque sólo disponía de un pie, además de que ella se me arrojó encima. Nunca supe, ni me interesó saber, si la patada que me dio iba dirigida allí donde impactó, o si se trató de un accidente, un mal cálculo nacido de la suposición de que el golpe que recibí entre las costillas sería más efectivo, pero de algo sí estaba seguro, y su manera de actuar me lo confirmó: no esperaba que permaneciera inmutable como estuve. Eso sin duda dolería. Dolería, pero dentro de un tiempo, que bien podía ser de días. Sin embargo, en ese momento, mientras la intranquilidad seguía presente, pues no sabíamos en qué momento ni de dónde nos podría alcanzar otra de esas extrañas criaturas que habitaban la isla, decidí disfrutar un poco de esa falsa insensibilidad.

-Ya he sufrido demasiado, Arale. El dolor forma parte de la vida, hay que aprender a vivir con él.

Esas palabras podían ser interpretadas de más de una manera, y consideraba correcta cada una de ellas. Lo cierto es que yo había nacido con un extraño don que no muchos tenían. De hecho, no sabía de nadie que lo tuviese a mi mismo nivel. Sabía convivir sin perturbaciones tanto con los dolores físicos como con los espirituales. Hablar con un ser invisible para el resto de las especies podía ser visto como una perturbación, pero si ellos fuesen capaces de ver a Phab, sabrían que yo jamás hablaba solo. Discutía ideas con alguien que bien podría ser visto como mi parte pensante.

-Claro que así lo creo, fue por eso que él fue el primero al que le ofrecí una de mis vendas. Él no quiso aceptarla, y tampoco se obstinó a ayudarme, así que lo dejé en paz.

Comenzaba a pensar que Arale era una persona que, de haber sido un reoraf, hubiese sido bastante extraña. Incluso supuse que siendo humana su comportamiento era extraño. ¿Para qué llevaba una espada si jamás la usaba? De haber sido un poco más escéptico, hubiese pensado que el arma estaba solamente de adorno. Parecía ser que la joven paladín no se adaptaba demasiado a esa Orden a la que pertenecía. A menos, claro, que el inadaptado fuese su compañero, y el paladín promedio fuese como Arale. Sus palabras me obligaron a posar mi vista en ella, como si estuviese viendo sus ojos, a pesar de que en ese preciso momento se encontraba dándome la espalda, mirando en dirección a Arzhel.

-Somos un equipo, al menos durante esta expedición. Es perfectamente normal que me preocupe si resultas herida.

FDI= Avisa si hay algún error

Aquella situación le parecía ciertamente divertida. Sarcásticamente divertida. Los otros discutiendo y hablando de él -y la gravedad de su herida- como si no estuviera presente. No era alguien dado a consejos, y no podía dar órdenes, de manera que no dijo nada, aunque pensara que un claro de la selva no era el lugar más adecuado para ponerse a discutir sobre eso.

Estaba cansado, demasiado cansado ni siquiera para escuchar a los demás con detenimiento. Por no discutir y mantener la paz dentro del grupo decidió simplemente obviar las palabras de uno y otra. Comprendía al pelirrojo, pero había ciertas cosas que no podía llegar a entender; simplemente, no era humano. El dolor forma parte de la vida, pero cuán diferentes son ambas vidas, pensaba. Cuán distintas.

Ni siquiera respondió a la provocación de Breigal... "¿Ayudaros en qué, maese? Quizá queráis que os ofrezca una de mis vendas que no están bendecidas por nadie pero me han mantenido con vida, o tal vez queráis que os atraviese la garganta con mi espada y ponga fin a vuestro tan grande dolor..." No, eso no arreglaría nada y, en realidad, no lo pensaba. Simplemente estaba hastiado y herido, no se podía esperar que sus pensamientos fueran de otro color que el de la pez.

En cambio, respiró profundamente, y respondió a la muchacha.

-Arale, muchacha, me he vendado y lavado la herida lo mejor que he podido. ¿Podéis vos hacer algo más? Si no es así, entonces mejor que nos pongamos en marcha, no sea que ése -señaló el enorme cadáver del oso- atraiga a otros más grandes que él...

Fdi: si hay error, la espada se quedó en la taberna, pero lo dicho aun es aplicable así que déjalo así

Las palabras de Breigal la terminaron de alejar de cualquier pensamiento que pudiera tener hacia Kelisay y en su lugar la acercaron a una persona que solía decir lo mismo, no en ese tono, ni con esa intención, sino con sevicia y ansias por provocar dolor. Y ella conocía de primera mano que tan buena era esa persona en provocarlo. No pudo evitar sentir un escalofrío y desechó el pensamiento, no fuera a invocarla.

- ah, entonces me vas a decir que es MI culpa que tu me hagas doler, solo porque yo ayudé primero, para ser tan grande, te comportas como un niño, estas peor que yo y ya es mucho decir – le discutió tan infantilmente como era su edad, sarcástica, pura bravata de niña

Le peleaba porque pese al pensamiento de Arzhel, ella entendía a que venían sus palabras, o al menos eso creía ella. Pero estaba bastante lejos que cada cual estaba interpretando las palabras, la situación u acciones a su antojo y por vías muy, muy distantes la una de la otra.

Así que lo siguiente que hizo fue tomar impulso para responderle a Arzhel, levantó el dedo para replicar y… el mundo, ella se detuvo, sin cambiar de posición, aun con la expresión de empezar a dar lata, el dedo levantado, una afirmación en los labios. Sí podía hacer algo más, podía zurcir la herida, pero no tenían tiempo, no estaban en un lugar adecuado, era un riesgo y Lohengrin estaba aguardando. Lentamente bajó la mano, dejó salir el aire y cedió.

- Si puedo, pero tardaría un tiempo suponiendo que quede bien hecho y sea de utilidad, tienes razón, movámonos… - se dio la vuelta y empezó a abrir la marcha, pero al dar sólo un par de pasos, sonrió con malicia, girándose lentamente hacia los dos hombres, no logrando disimilar su sonrisa traviesa a tiempo para lo que iba a decir – pero no le digas “eso” a Breigal, él tiene nombre – dicho esto, retomó el camino a paso rápido, rumbo al claro.

- Movámonos – repitió

-¿En qué momento dije...? -Lo único que faltaba era que ella fuese la culpable de sentir dolor. De lo que no parecía ser capaz era de convivir armónicamente con dicho sufrimiento. Se lo hubiese dicho, pero callé al notar que ella no parecía tener intenciones de cambiar de parecer. ¿Me estaba tratando de inmaduro? ¿Ella? Tuve inmensos deseos de reír a carcajadas, pero decidí dejarlo en una simple sonrisa y un posterior suspiro. Realmente me costaba creer de dónde venían aquellas palabras.

Eché un último vistazo al oso (o lo que sea que fuese esa criatura) y fui detrás de Arale. Observé a Arzhel también, y por alguna razón que no comprendía del todo, decidí que él también tenía que estar sano para continuar la expedición, aunque era cierto que no podíamos detenernos.

-Si en algún momento tu herida se complica demasiado, Arzhel, deja que Arale te cure. Yo les cubro las espaldas. -Lo cierto es que en ese lugar, cada sombra que apareciera entre los árboles podría ser una amenaza, no podía mantener mi espada guardada. Esa cabeza que llevaba me estaba resultando incómoda, pero no podía dejarla... La necesitaba. Caminé rápidamente para acercarme a Arale, aunque jamás perdí de vista a Arzhel. No me parecía el tipo de persona que pediría ayuda si su herida se complicaba. -Eso no servirá si te enojas...-dije haciendo alusión a la venda con la que cubrí su brazo.- Si mis palabras te enfadaron... Discúlpame... No fue esa mi intención...

Rió quedamente con la pequeña puya de Arale hacia Breigal*; realmente formaban un grupo pintoresco, como mínimo. Sencillamente asintió con la cabeza ante las últimas palabras de la paladín y se volvió a Breigal.

-Descuidad, Breigal, en caso de que se complique... -se quedó callado. La herida era grave, pero... No, pensar en lo que podría pasar no iba a beneficiar en nada, aunque tampoco perjudicara-. Os lo agradezco en cualquier caso -dijo con una leve inclinación de la cabeza-. En marcha -concluyó con voz autoritaria, teñida de sus viejos años de oficial en el ejército.

Entonces, tras improvisar un cabestrillo con lo que quedaba de la capa, calarse de nuevo el sombrero y cargar con su bolsa de viaje, empezó a caminar detrás de Dulfary*

Pronto llegaron a lo que parecía un claro en la selva, y una pequeña bestia, un extraño reptil, se escabulló entre la maleza a su paso, huyendo de algo. Y ése algo... No era la última persona que esperaría encontrarse allí si se encontrara un caballero -al fin y al cabo, no muchos podía albergar Kuzueth, pensaba-, pero lo que implicaba que conociese a Arale... Porque indudablemente la había saludado a ella... ¡La persona sobre la que habían estado hablando sobre el barco era la misma! Y, diablos, aunque aún estupefacto, no podía dejar de agradarle encontrarse allí con el caballero Lohengrin.

-¡Maese! ¡Por vida del rey, usted! -voceó, mirando sorprendido primero al caballero y luego a la paladín.

*He puesto eso por la respuesta de maese Lohengrin, en que dice "[...]al ver a Dulfary abriendo la marcha.[...]" Si hay algún problema lo cambiaré, claro.

- Sarcasmo, se llama sarcasmo - acotó cuando aun duraba la discusión con Breigal, momentos antes de empezar la marcha.

Abriendo el camino del grupo como iba, no prestó atención a la conversación de esos dos. En su lugar, sus sentidos, por fin, estaban alerta al ambiente y su infinidad de peligros. Avispas gigantes y horrendas, osos descomunales cuidando su territorio y haciéndose pasar por arboles... que venía ahora? un dinosaurio?

Sin embargo, el comentario de Breigal la hizo volverse, para variar, bruscamente, lista para soltarle aun discurso de mamá

- Qué parte de... - empezó a decir, pero lo que agregó la dejó muda. Mirándolo a los ojos, su cambio de voz le produjo un escalofrío y sentía como su herencia le pedía sacar armas y encargarse de ese demonio que cruzaba voces con el muchacho del barco. El breve silencio fue la lucha interna por tratar de mantener la cabeza fría, en equilibrio entre una posición y otra, entre irse contra él o abandonarse a la confianza.

Apretó los dientes y dio un paso atrás, alejándose de él y antes de decir algo o de tan siquiera dar una mirada a Arzhel, el kunai apareció en su mano y su atención se fijó en lo que entraba en el claro.

- No jodas... - le susurró a la vida al destino o incluso a la criatura, daba igual - esto tiene que ser un chiste - apretó el arma y antes de actuar, el pequeño saurio desvió el camino y desapareció entre la maleza tan rápido como había llegado. Asustada, valga decirlo, con el corazón latiendo a mil por hora quiso por fin decir algo y entonces, apareció Lohengrin.

La sonrisa de alivio en su carita de ángel con ojos de demonio, no tuvo disimulo alguno ni precio. Suspiro incluido, sonrió relajada como si la mera presencia del caballero implicara el fin de todas la amenazas de la jungla de Kuzueth. Dio dos pasos a él, devolviendo el saludo

- Hola - un hola que dejaba ir toda la tensión del día y hasta el dolor de su brazo, hasta que Arzhel intervino. Mirando a uno y otro, como lo que prometía ser una sonrisa no puedo reprimir decir lo obvio - ustedes... entonces él - soltó una risita cansada - Que mundo mas pequeño - y olvidándose que tenía en el mismo escenario a un paladín (ex paladín) y un demonio, sucumbió a sus emociones y dejó caer la rodilla delante de su amigo y guardián de Motas

- Lo siento Lohengrin - bajó la cabeza lo suficiente como para que el flequillo le cubriera sus ojos fuertemente cerrados - lo arruiné - apretó su propia rodilla con la mano - todo - sollozó

Parecía ser que ninguna parte de esa condenada jungla era segura. Apenas habíamos emprendido nuestra marcha, cuando un pequeño reptil se dejó ver ante nosotros. Venía demasiado rápido, desde la dirección a la que nos dirigíamos, y al ver que avanzábamos, cambió su rumbo para desaparecer de nuestra vista.

Las más probables realidades a las que nos enfrentábamos eran las siguientes: el reptil paseaba por la selva, rumbo a algún lugar específico o bien en busca de una presa; y, al vernos, sintió el olor que las primeras criaturas que enfrentamos, y decidió que no quería tener que lidiar con tres seres capaces de acabar con esos animales cuyo peso era inmensamente mayor al del reptil. O bien, estaba huyendo de algo... Esa idea casi me indignaba, pero consideraba su certeza como lo más probable de todo.

-Genial -murmuré, resignado-. No alcanzaba con unos insectos y un mamífero, también tiene que aparecer otra cosa -comenté. Sin embargo, distinto de cualquier bestia que hubiese esperado encontrar en ese lugar, apareció un humano. Un humano, que al parecer, era aquella persona que veníamos a ver, y tanto Arzhel como Arale lo conocían. Realmente esperaba que eso fuesen buenas noticias.

El saludo de la joven a esa persona que nos recibió en el claro me hizo pensar que haberlo encontrado era algo realmente bueno. Sin embargo, sus posteriores palabras... ¿Lo había arruinado? Me hubiese gustado saber de qué estaba hablando, pero supuse que lo sabría de ser necesario. Una idea se hizo un lugar en mi mente para explicar en qué habría fallado Arale. Se la veía tranquila en la taberna, en compañía del resto. ¿Tendría algo que ver con los guardias y el paladín? ¿Sería ese hombre un paladín? Si así era, podría traernos problemas. Lo mejor sería que Breigal se ocupara del asunto, y me haría presente en caso de que hiciese falta perderme de su vista. Perderme, una vez y para el resto de los días.

-Parece ser que soy el único que no lo conoce. Breigal, mucho gusto -saludé realizando una pequeña reverencia.

Lohengrin, aún con la espada en la mano, se acercó para saludar a Dulfary y a sus nuevos compañeros. Su amiga corrió hacía él, y al llegar a su lado, clavó la rodilla en tierra. Por un momento, el caballero se mostró confundido. "Lo siento Lohengrin." Dulfary bajó la cabeza lo suficiente como para que el flequillo le cubriera sus ojos fuertemente cerrados. "Lo arruiné." Apretó su propia rodilla con la mano "Todo." sollozó.

"Pero... levántate, niña..." Tiró de ella hacia arriba. "Hay que salir de aquí antes de que cualquier otro animalejo nos confunda con su cena... De camino podrás contarm..." Pero su conversación se vio interrumpida por un grito. "¡Maese! ¡Por vida del rey, usted!" voceó Arzhel. Lohengrin se quedó estupefacto, y ya prestó más atención a los compañeros de viaje de Dulfary. Uno de ellos era Arzhel, su nuevo camarada, con quien había compartido su primera (y hasta ahora única) pelea de taberna en Moramaille. El otro era un hombre alto y pelirrojo, algo desgarbado, y con una suerte de extraño tricornio en la cabeza, pero de aspecto duro y decidido.

"Arzhel!" Se acercó a su amigo, quizá para asegurarse de que sus ojos no lo estaban engañando. "Por el inmaculado hábito de la Dama*, maese! ¿Cómo habeis llegado hasta aquí?" Cuando fue a estrecharle las manos, se fijó en el cabestrillo, los vendajes, y la sangre que goteaba de su brazo roto. "No se os puede dejar solo, maese, traed eso acá. ¿Pero qué clase de alimaña os ha hecho un estropicio como este?" Sin ningún miramiento, agarró el brazo herido de Arzhel y lo atrajo hacía sí con fuerza, mientras retiraba los toscos vendajes.

"No os mováis tanto, diablos..." Ni siquiera se detuvo a examinar el brazo. Tomándolo con fuerza, con las dos manos, concentró una vez más todas sus energías para reparar las heridas. En un primer momento, en parte por la gravedad de la herida, y en parte por los forcejeos de Arzhel, no pareció ocurrir nada. Pero poco después, al fin Lohengrin sintió que el hueso de Arzhel comenzaba a soldarse de nuevo, y como el tejido muscular también se regeneraba. "Ea, maese... Vuestra herida no está curada del todo, pero al menos no sigue sangrando. Necesitareis algunos días para que se recupere completamente... Alguno de ustedes necesita otro parche rápido?"

Reparó entonces en el tercer integrante del grupo, y se acercó a él. "Parece ser que soy el único que no lo conoce. Breigal, mucho gusto" saludó realizando una pequeña reverencia. "El placer es mío.", respondió el caballero, estrechando las manos de Breigal. "Ya que también sois parte de esta expedición, supongo que debo agradeceros el haber escoltado hasta aquí a..." una mirada de la niña fue suficiente para que el caballero entendiera. "A Arale. Gracias también por vuestra parte en todo esto, sea lo que sea. " Miró a los tres, esperando alguna clase de explicación. Y a Dulfary, más preocupado por su semblante abatido, que por las heridas que ella mostraba.

*

Arzhel se quedó atónito viendo la reacción de Arale ante el caballero Lohengrin, no sólo por el hecho de que se conocieran (al fin y al cabo, si él mismo lo conocía, no había razón para sorprenderse de que lo conociera Arale, más que la casualidad), sino por como se comportó. Hasta que el caballero lo vio a él, y Arzhel no pudo disimular una sonrisa (una sonrisa franca, sincera, no una de aquellas muecas torcidas que solían verse en sus labios justo antes de que la espada saliera de su vaina) cuando Lohengrin se encamino hacia él.

-¿Que Cómo he llegado hasta aquí? Vive el rey, señor caballero, que es una aventura digna de ser contada... -sin embargo, se vio interrumpido por la reacción de Lohengrin a sus heridas. Sin darle tiempo a negarse (lo cual no dejaba de agradecer Arzhel interiormente, pues su honor le hacía reacio a permitir que le curase, si bien era innegable que lo quería y lo necesitaba), Lohengrin le curó la herida, respondiendo Arzhel solamente con unas murmuraciones indefinidas y los mínimos movimientos que el honor requería.

-Maese, es un rasguño, no hace falta que... -decía, a pesar de que Lohengrin ya estaba terminando de cerrar la herida-. Os lo agradezco, maese Lohengrin. Estoy en deuda con vos -dijo finalmente, llevando su mano derecha al corazón e inclinando levemente la cabeza en señal de agradecimiento. Observó como se dirgía a Breigal, y luego carraspeó ligeramente-. Me temo, maese Lohengrin, que estamos en un buen lío... -comenzó algo titubeante; no quería asignarse responsabilidades que no le correspondían, pero a fin de cuentas alguien tenía que poner en antecedentes al caballero-. De hecho, uno de los más grandes en los que me he visto durante toda mi vida.

Cuando Lohengrin tiró de ella para que se levantara, puso un poco de resistencia, sin embargo terminó por estar de pie. Lo que le decía no hallaba sentido en la mente de la niña. Él estaba mas preocupado por su bienestar y el estar en medio de la jungla que lo que tenía que decirle.

Y lo que tenía que decirle, para la niña, era tremendamente grave. Aun más que su situación actual o la tonta jungla.

Desconcertada, observó como se dirigía a Arzhel, como lo sanada y un nudo se hacía en su garganta, dejando que la angustia y la impotencia crecieran en ella. Las heridas de Arzhel eran grave, agradecía que Lohengrin estuviera ahí para atenderlas con su don, pero por qué no podía escucharla mientras lo hacía?

Lo miraba fijamente, olvidándose de sus rencillas con Breigal y su desazón pasó a indignación cuando preguntó si alguien más necesitaba un "parche". Su respiración se hizo profunda y pesada, se estaba controlando todo cuando podía, apretó el puño, no muy fuerte pues era ella quien también necesitaba un "parche", entrecerró los ojos cuando la miró y por lo menos no la delató en el nombre.

- Lío? - repitió en voz alta y estalló - LÍO??? lío es solo la tapa de la olla!!! Lo eché a perder, todo!! tanto para nada y lo peor es que terminé arrastrándolos a ellos solo por que ese demonio no sabe mantener la boca cerrada y tiene que hablar de mas y sin pensar en si lo que dice afecto el orgullo o no de la cultura donde se haya, es PEOR QUE YO!! Tantos planes, tanto cuidado y tantos meses para nada! por nada!! - tomó aire y al hacerlo sollozó, pero al retomar, no hizo mayores pausas en su discurso, su protesta.

- Perdí el control, te fallé a ti, le fallé a Devan y lo peor es que.. es que.. - soltó un hipito y las lágrimas fluyeron como le pedían desde hacía tantas horas - lo puse en evidencia, se cayó todo, lo puse en riesgo a él y a ti por ahí derecho y.. y.. y... - otro hipo y se secó la nariz (sorbiendo, como no) con una mano y con la otra se secó bruscamente las lágrimas que de inmediato volvieron a cubrirle las mejillas - todo para nada, y Kelisay, me odia, para nada, tendrías que haber visto... me detesta... la forma en que me miró cuando nos cruzamos.... me odia, ahora me odia como los odia a todos... y yo... yo... yo simplemente me dejé llevar, perdí el ... norte... no medí la consecuencias de mis acciones... y lo arruiné... todo... van unir cabos... ¿qué va a pasar... con... Devan...? y Keli... - rompió del todo a llorar - lo siento... no lo pude evitar... - se dejó caer al suelo, sin dejarse interrumpir, agarrándose el brazo herido - no podía dejar... que Stregek...- sollozó de nuevo, mirando al suelo - lo... lo sacrifiqué a él, no... no quiere saber de mi... - tenía en su mente, de forma fija, la mirada de desprecio de Kelisay al verla como Iniciada - lo siento... me delaté yo sola... no podía... me quedó grande... y no sirvió para nada... igual los... nos van a cazar... y van a llegar a ti... y... y...condenar a Devan y... y... -

Siendo la persona optimista que era, no podía ver aun la luz en medio de todo eso. Alguna tendría que haber, estaba segura, pero por ahora lloraba, le dolía el brazo, las tres heridas, por las conversaciones con Breigal, le dolía el corazón, sentía su propia culpa en todo aquello y el soporte que esperaba encontrar, que le recriminara o la apoyara, lo que fuera, centró su atención en otras cosas.
fdi: cada grupo de puntos suspensivos, es igual a un hipo

Según las palabras de Arale, ese hombre que acabábamos de encontrar, se llamaba Lohengrin. Parecía ser que Arale quería contarle algo inmensamente importante. Supuse que se refería a los sucesos que me involucraron, quizás eran mucho peores de lo que había imaginado. La importancia que le daba Arale parecía ser demasiada, mientras que aquel hombre parecía estar muy tranquilo en ese aspecto. Dedicó unos pocos segundos a sanar las heridas de Arzhel, lo que me hizo entender que tenía magia curativa. ¿Mi parte en todo eso?

-Temo que tengo el poder de hacer interesante cualquier comida en una taberna. Peligrosamente interesante.

De pronto Arale estalló, y contó (a mi parecer, de una manera incomprensible) lo que había ocurrido en la taberna, además de algunas otras cosas que no entendí en absoluto. Un tal Devan, un tal Keli... Echó a llorar de manera inconsolable... ¿Qué diablos le sucedía?

-¿Crees que será para tanto? Creo que acabé en una región de dementes peligrosos -murmuré. Observé a Lohengrin meditando qué tan prudente sería preguntarle por Talin y Daliny. Decidí que por algo habría que comenzar. -Caballero Lohengrin... ¿Por casualidad ha visto gente... físicamente llamativa pasar por esta isla? Jóvenes, de no más de 21 años...

Después de todo, a eso venía. A buscar a mis dos amigos...