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Diversos problemas con el concepto de "propiedad ajena" (Parte I)

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Mensaje por Dulfary 28/04/14, 07:26 pm

Le dolía terriblemente la rodilla. Como nunca. Había atinado a caer en el filo entre dos lozas de la biblioteca. Sin embargo no tenía tiempo para nada de eso, para quejarse, para sobarse, para nada. Debía correr hasta los estantes y encontrar refugio tan rápido como pudiera, así que eso fue lo que hizo.

Renqueando un poco, llegó a la primera división y se puso a salvo del guardián de metal, fuera de su alcance visual, suponiendo que tuviera uno de esos y no sensores térmicos, lo que sería mucho más grave. Y aguardó.

Tenía que aguardar el tiempo suficiente a que se alejara, a que buscara en las cercanías lo que sea que hubiese cortado al fantasma entre la sombra. Eso le dio una idea, una idea que debió haber tenido desde el principio.

Se llevó la mano a su bolsita de armas y extrajo de ella su bien más, más, más preciado. Su Brújula de Sombras. Esta, había sido un regalo de su madre antes de partir a su última misión, la misión de la que jamás regresó, su intento desesperado por enseñarle a la pequeña niña que era entonces a moverse y usar las sombras que tanto la detestaban.

Era un artefacto circular que le cabía en su mano, ahora falsamente adulta, de tal forma que podía sostenerlo y darle estabilidad cerrando tan solo un poco los dedos. Era metálico, al tacto jamás estaba frío del todo, o caliente, parecía conservar siempre la temperatura, y era un poco pesado. Nada que no pudiera cargar con una sola mano, pero cada componente de su interior se hacia sentir en conjunto con la gravedad. De uno de los bordes colgaba una graciosa cadenilla entre el dorado y el bronce, la cual nunca utilizó del todo y más le servía para extraerla desde el fondo de su bolsa de armas o para hacerla pendular.

A ambos lados de la cobertura de latón, tenía intrincado símbolos que en su conjunto semejaban a una rosa de los vientos, pero que el observador perspicaz lograría incluso ver el ojo con la lagrima que representaba al Clan. Era fácil distinguir cual era el lado superior, el correcto para poner hacia arriba porque era un poco más curvado, como la mayoría de los relojes de bolsillo... de los pocos que podían existir en el mundo en ese momento... solo que mucho más grande.

Con un click casi inaudible, la brújula se abrió dejando ver en su interior un cristal brillante y pulido en su superficie, que incluso destellaba un poco pero con un mínimo de habilidad lograba que no la delatara. Por debajo de la superficie, totalmente hermético, se podía admirar un poco el mecanismo de la brújula, pero el cristal mismo tenía tallado varios símbolos de consagración, runas y glifos que habían pasado por generación, casi milenios de un kazekage a otro. Estos símbolos daban la totalmente la vuelta a la esfera. Tres giros en realidad, todos concéntricos y sin llegar a anteponerse un símbolo sobre otro.

A Dulfary le había tomado meses aprender a calibrar por sí misma la brújula. Además de la serie símbolos, tenía tres manecillas que podía marcar y usar en la calibración, que se manejaban desde diferentes ruedas externas hechas en cristal y plata. Adicionalmente, tenía dos agujas más, las cuales no podía controlar y que en ese preciso instante, se movían como locas de un lado a otro bajo el vidrió señalando diferentes juegos de dibujos. Pero Dulfary permaneció tranquila, no parecía ver en ella nada que le alarmara.

Con la velocidad que da la costumbre y la agilidad del uso de un instrumento, empezó a calibrar su brújula. No podía volver a caer en una de las sombras mágicas y necesitaba saber cuales eran reales y cuales no. Señaló lo que tenía que señalar, con el cuarto en penumbras, era sencillo hacer pensar a la brújula que podía estar en el plano de sombras.

~ No, no puedo engañarla, pero si sirve para moverse en el plano, tiene que servir para moverme aquí ~ se dijo dándose ánimos y en cuanto tuvo su información, cerró su tesoro más preciado y volvió a la arboleda de libros.

No sin antes sobarse un poco la rodilla.
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Mensaje por Firavandrei 28/04/14, 08:08 pm

El sonido duró algo menos de un segundo, apenas suficiente para registrarlo, antes de que la mano de Firavandrei le tapase la boca con fuerza. La empujó sin querer contra el fogón, y tuvo que sujetarla para que no cayera al fuego. La zarandeó despiadadamente, tirándole del hombro hasta apoyarla con fuerza sobre la pared, haciendo tintinear los frasquitos de cristal de un armario. En un movimiento ágil y fluido, sacó la larga daga que llevaba a la espalda y la apoyó sobre el cuello de la mujer.

No pretendía matarla, pero vio el miedo dibujado en sus ojos. Shhhhh, le chistó. Shhhhhhhhh.

Aguardó.

No parecía que nadie hubiese escuchado el grito, o que le hubiese prestado atención. Pero durante un rato, que en aquellas circunstancias adquirió connotaciones de eternidad, la medio elfa estuvo tan atenta a cada sonido, a cada cosa fuera de lugar, que cuando "volvió" al mundo real casi había olvidado a la cocinera. Se permitió exhalar toda la respiración que había contenido, sentir cómo el ritmo del corazón le bajaba un poco. Una gota de sudor le perlaba la frente, bajo la máscara. Le costó un poco pronunciar la primera palabra.

- Escucha. No voy a hacerte daño. - Lo dijo muy despacio y en voz muy baja. - Voy a entender que hablas mi idioma. Si me entiendes, cierra varias veces los ojos. - así sucedió. - Bien.

Separó un milímetro la daga de su cuello. Lo suficiente para que no se sintiese tan incómoda. Estaba segura de que era la primera vez que la cocinera tenía un arma como esa cerca. Una hoja fina, pero hecha para cortar carne y hueso en lugar de zanahorias y cebollas. Como una cuchilla de carnicero. De esas había visto. Comprendía lo afilada que estaba. Pareció respirar algo más tranquila, y Firavandrei decidió correr un riesgo.

- Tengo conmigo un saquito de hollín de vermina. ¿Sabes lo que es? Un somnífero. Se usa para inducir un plácido sueño. - mentira. En dosis elevadas, producía terribles pesadillas, de ahí su nombre. También, como un efecto secundario, hacía que la gente olvidase lo que había ocurrido un rato antes de dormirse. Era una sustancia realmente maravillosa. - Voy a hacerte varias preguntas. Luego te voy a quitar la mano de la boca para que me las respondas. Si lo haces, te daré un poco de hollín de vermina y te dejaré dormir plácidamente junto a la chimenea. Si gritas, te rajaré la garganta. - mentira de nuevo, pero el terror en sus ojos le hizo sentirse esperanzada de no tener que enfrentarse a esa situación. De verdad que no quería matar a nadie. - Entiendes de cuchillos. Sabes que puedo atravesar todo el cuello y llegar al hueso antes de que grites.

Y por tercera vez en un instante, mentira de nuevo.

Haría falta mucha fuerza y un arma pesada para hacer eso, e incluso entonces quizá varios golpes. Lo único a lo que podía aspirar - y no pensaba hacerlo - era a abrirle la garganta. Pero era un comentario duro, sangriento, terrorífico, y la mujer, sin experiencia en decapitaciones y terrores similares, pareció tomárselo en serio. Un farol, pero efectivo: La cocinera estaba sudando, respirando fuerte, y no parecía tener la menor intención de gritar.

Solo espero no estar equivocándome, se dijo a sí misma. Tragó saliva.

- Quiero saber cómo subir a la planta de arriba. Cuántos guardias hay en la casa. Cuántas criadas. Si lo sabes, dónde guarda tu señor sus cosas importantes. Y si normalmente recibes visitas por la noche. Voy a quitarte la mano de la boca. Recuerda lo que te he dicho.

La retiró, pero antes volvió a acercarle la daga, como advertencia. Pareció funcionar. Apartó la mano un milímetro, y la mujer no gritó. La apartó un poco más, suficiente para que hablara, y de nuevo no sucedió. La apoyó en su hombro. Turno de la cocinera para tragar saliva. Algo muy incómodo cuando tienes un cuchillo en la garganta.

- N... no he oido bien las preguntas - dijo.

Firavandrei las repitió.

- Ha-hay unas escaleras afuera - señaló. - P-para allá. Tres puertas. N-no estoy segura, puede que, puede que haya unos ocho, pero no son los únicos vigilantes de la casa, señorita, tenga cuidado, le diré esto si no me hace daño, arriba hay criaturas mágicas. No se donde guarda el señor las "cosas importantes", señorita, se lo juro, pero siempre hay mucha seguridad en la tercera planta, es todo lo que se, se lo juro.

- ¿Cuántas criadas? - repitió. Se le ocurrió una cosa más. - ¿Hay invitados en la casa? ¿Bajan aquí por la noche?

- Hay un par, señora, pero no espero a nadie, yo solo me ocupo de darle la segunda cena a los guardias, sobre las cuatro de la mañana, señorita. Cuando hay muchos invitados a veces sí que piden algo, señorita, no sabría decirle qué cosa. Hay dos criadas en el cuarto de arriba, señorita, seguramente están durmiendo. No me haga daño.

- No te voy a hacer daño. Voy a darte una cosa a respirar y te dormirás, ¿Vale? Te agradezco tu ayuda.
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Mensaje por Dulfary 02/05/14, 08:00 pm

El bosque biblioteca o la biblioteca bosque era una concepto que le parecía lo más de llamativo y aun no acababa de creerse. Si acaso ella fuera un poco más aficionada a la lectura, sería un lugar paradisiaco, ideal para perderse entre miles de historias, entre cientos de conceptos y muchas teorías y lecciones. Pero no era aficionada a la lectura, tenía una misión y se estaba distrayendo demasiado.

Eso, dejando el asunto del guardián metálico que la tenía poco más que nerviosa. Debía moverse y por ello se movía entre los aboles, buscando la preciosa flor que la enviaron a recuperar, sin llegar a tener mucho éxito. Encontró eso sí, un pequeño jardín, con sus herramientas y todo, en el cual había, además, un libro, que al pasar le páginas, descubrió casi con obviedad que se trataba de un libro sobre jardinería y decorados de jardines para señoritas de alto sociedad ~ Volumen I ~ Ese, de poco o nada le servía.

El guardián volvía y Dulfary tuvo el buen juicio de ocultarse, valiéndose de los lugares más oscuros y ahora con la tranquilidad de no caer de nuevo en manos ~ garras ~ de esos fantasmas dentro de las sombras.

Le tomó varios minutos llegar hasta el final del pequeño bosque interno, pero lo logró contrario a lo que ella esperaba encontrar, más estanterías y/o otra puerta para salir, tan solo había una pared sólida cubierta de musgo verde y fino con tal estética que no pudo evitar una sonrisa de aprobación.

Si Dulfary hubiese sabido de puertas secretas o tan solo pensado que era obvio que podía haber una allí… Se habría metido de narices por ella en lugar de dar la vuelta y regresar por otro camino, sin dejar de rastrear la flor.

Sin embargo, poco antes de dejar el bosquecillo, vio con el rabillo del ojo algo que le llamó l atención y que seguramente le sería de mucha utilidad en el futuro… en cualquier momento del futuro “Tratado Monográfico Experimental sobre el Plano de las Sombras, sus Efectos, sus ventajas y su Simbiosis con el Mundo Real” Lo que Dulfary había visto, era solo la palabra Sombras y se giró a verlo mejor. Debía tratarse de un ladrillo para leer, de eso no le cabía duda, pero no estaba de más si lo tomaba prestado y luego se lo regresaba, pero entonces vio algo aun más llamativo “Control y Colaboración con Criaturas de Sombras”. Sintió que los pies se le ponían helados, pero no era tanto por la forma en que la sangre se le iba a estos, sino en la aterciopelada advertencia de su Sombra sobre no tomar el libro.

Entonces, vio algo que la dejó paralizada por un momento. Un pequeño cuadernillo de cuero, no de no más un palmo de grande y unas cincuentas páginas que sin abrirlo, se veían viejas “Mi Sombra y Yo” por Sigodor alk Rushanks…

Alk…

Como prefijos que llevaban todos los apellidos de los diferentes miembros del Consejo en su Clan.
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Mensaje por Firavandrei 05/05/14, 09:21 pm

Zumbido.

Siempre habría espacio para la duda de si el casi imperceptible zumbido que percibía cuando aquellas criaturas se acercaban era la resonancia de la magia que las animaba en el medallón, o un vestigio de sonido alcanzándole el oído. Se parecía más a una sensación que no acababa de ser capaz de describir.

Cuando llegaban a las esquinas, las criaturas se detenían, irguiéndose brevemente sobre su esfera metálica, y mirando a su alrededor con toda la curiosidad de la que eran capaces sus ojos inertes. Pasaban apenas un par de segundos antes de que se pusieran en marcha.

Firavandrei llegó a la conclusión de que había solo dos de ellas. Como había constatado antes, el pasillo del segundo piso tenía forma de cuadrado, y las criaturas se distribuían por él siguiendo un patrón simétrico. Tenías que estar siempre justo detrás de una o justo delante de la otra. Y tenían buen oído. Y buena vista. No estaba segura de si la que la había detectado antes no había dado la alarma porque no era el propósito de los seres o porque no le había dado tiempo a asegurarse de que era una intrusa.

No tenía intención de poner a prueba su funcionamiento. Tan pronto como el constructo hacia el que estaba mirando se aproximó a la esquina, salió de detrás de la puerta de un salto y atravesó el pasillo sin hacer ruido. Cuando la esfera comenzó a mirar a su alrededor, se quedó quieta y callada. Cuando se marchó, supo que, por los cálculos que había hecho, tenía unos noventa segundos.

La flor no podía estar en la segunda planta. Los guardias le habían dado la idea, la cocinera se lo había confirmado. La seguridad no era sólida: Solo lo justo y necesario para que un huésped se sintiese protegido. Las escaleras por las que había llegado hasta ahí terminaban en el segundo piso. Esto podía significar un gran número de cosas, pero por ahora prefería pensar que solo quería decir que la casa estaba diseñada siguiendo un patrón más disperso de lo normal. Atravesó el resto del pasillo sin hacer ruido, y se detuvo frente a la puerta directamente opuesta a la de las escaleras que conectaban la primera planta con la segunda. Esperó una señal del medallón. Al no sentirla, se inclinó frente a la cerradura, y la examinó con cuidado. No parecía haber indicios de trampa. Hizo girar el pomo. Estaba cerrada.

Introdujo una guía en la cerradura casi sin pensarlo, y giró la muñeca a un lado y a otro mientras examinaba el pomo. Decidió que era una cerradura de loba de dos vueltas y media, y que en los setenta segundos más o menos que le quedaban podía, con un poco de suerte, abrirla. La ganzúa entró a hacer compañía a la guía, y la ladrona comenzó a tratar de forzar el resorte con calma, pero con rapidez. Se atascó un par de veces, pero consiguió darle una vuelta completa antes de que se soltara. La segunda le costó bastante más trabajo, porque las cerraduras de loba empujan la llave en dirección contraria mientras se trata de abrirlas.

Le quedaban unos veinte segundos cuando la cerradura hizo un fuerte roooc al girar por segunda vez. Demasiado fuerte. Nerviosa, sacó las dos herramientas y abrió la puerta. Tal como esperaba, al otro lado había una escalera. Entró en la estancia y cerró la puerta tras de sí; subió las escaleras de tres en tres hasta quedarse sumida en tinieblas, y se quedó completamente quieta y callada, llevándose las manos a la boca para disimular su respiración acelerada.

El medallón zumbó cuando la criatura se acercó a investigar. Estuvo unos instantes en silencio, y luego la puerta se abrió lentamente. Se preguntó si el hecho de que ya no estuviera cerrada con llave la delataría. Los ojos brillantes y rojizos de la criatura barrieron el interior de la estancia, y se clavaron en ella durante una fracción de segundo. Todo su cuerpo se tensó y se preparó para defenderse.

Los ojillos se apagaron.

El constructo se volvió hacia el pasillo, y cerró la puerta tras de sí. Solo cuando pasaron unos segundos, Firavandrei se permitió respirar de nuevo. No estaba segura de si podían ver a través de las sombras, pero sí que lo estaba de que la hubieran oído si hubiese seguido subiendo las escaleras. Una apuesta arriesgada. Pero benditas sombras.

Benditas, espesas, opresivas sombras.

Cuando se volvió para seguir adelante y vio claramente definido el rostro de la sombra en la oscuridad, casi tuvo una parada cardiaca.
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Mensaje por Dulfary 06/05/14, 12:19 pm

Con cierta opresión en el pecho, Dulfary guardó los libros en su bolsa de armas. Siempre se habían referido al Archimago Malo de la Torre del Archimago, con un nombre que en ese momento se le escapaba por completo, pero tendría que pasar un reporte a su casa respecto a lo que había encontrado. La pregunta que seguía era, ¿a quien? A su padre, como líder del Clan, a algún miembro del Consejo? ¿Cómo saber a quien de ellos decirle? Obviamente al simpático Sigodor no?

~ Por qué no le dices a él? ~ preguntó aquella vocecita en su interior y señaló con los labios y la barbilla al guardián metálico cuyo zumbido había pasado por alto por estar tan metida en sus pensamiento sobre el asunto de los libros. Retrocedió asustada y piso algo blandito, peludo y chillón... bufó

- MIAUG!!!!!!!! - protestó y le mandó la impresionante garrita a defenderse del pisotón que le dio. Si las circunstancias fueran otras, habría tratado de consolar al gatito y hacer la paces con él, pero no tenía tiempo ni opción de eso. Saltó en el viento, con el corazón en la garganta, y se refugió en una de las ramas del árbol más cercano.

El guardia metálico, llegó donde el gato y este lo agredió cambiando de objetivo y totalmente enfurruñado por el maltrato al que había sido sometido de forma tan osada y maleducada. Los ojos brillantes y rojizos del artefacto parecienron analizar la gran amenaza felina y luego empezó a buscar en rededor, sin apagar sus ojos...
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Mensaje por Firavandrei 06/05/14, 01:11 pm

Las garras a las que se estaba enfrentando Firavandrei eran ligeramente más impresionantes. 

Parecieron formarse de la oscuridad, igual que aquel rostro picudo y afilado que no dejaba de mirarla. Las sombras de las que hablaban más abajo. "Y mira que lo venías pensando", se dijo a sí misma. "Las sombras, idiota, piénsatelo dos veces antes de meterte en las sombras. Por un oído te entra y por el otro te-

El pico se cerró en el aire con un sonoro clap y la obligó a dar un salto hacia atrás para esquivarlo. Por supuesto, otra cosa que la ladrona acababa de olvidar era que estaba en unas escaleras. Cosa que, en retrospectiva, la salvó. No inmediatamente, por supuesto; incapaz de poner los dos pies a la misma altura, se torció el tobillo y cayó ruidosamente escaleras abajo, golpeándose con saña contra la puerta de madera de forma que pensó que se tenía que haber roto algo por narices. Pero por lo que vio, la caída le había salvado de quedar dentro de una especie de burbuja de sombras que la criatura estaba tejiendo a su alrededor.

No tenía ni puñetera idea de cómo dañar a un ser como ese. Ni de qué hacer si la atrapaba. Sintió una fuerte presión en el cuello; algo estaba intentando abrir la puerta. El constructo. La sombra, por supuesto, bajaba lentamente las escaleras en dirección a ella, flotando mientras deshacía su burbuja, sin duda para volverla a crear un instante más tarde, cuando pudiera atraparla. Apoyó los pies en el escalón que tenía más cerca, y se empujó con ganas contra la puerta, de manera que no pudiese abrirse con facilidad. Sintió que el constructo, al otro lado, empujaba con ganas.

Cuando la sombra estuvo a suficiente distancia de ella de nuevo, rodó hacia un lado.

La puerta se abrió de golpe y la esfera penetró violentamente en la estancia, perdiendo el equilibrio y flotando hasta chocar con la sombra, que de nuevo comenzó a crear aquella burbuja. Era la proximidad la que les permitía hacerlo. Firavandrei no perdió ni un segundo, y aunque cojeaba por la caída, salió corriendo al pasillo de la segunda planta, mientras la sombra y el constructo resolvían ruidosamente sus diferencias. Al ruido de piezas de armadura diseminándose por todas partes - nota mental: las sombras eran mucho más peligrosas que las esferas - acudió el otro constructo.

La sombra salió de la habitación, y casi de inmediato se difuminó al ser iluminada por las llamas azules de los candelabros.

El segundo constructo se detuvo y pareció adoptar una muy humana postura de "qué carajos ha pasado aquí". Miró en derredor una y otra vez, se aproximó a la puerta ahora abierta de par en par y pareció contemplar los restos diseminados de su compañero. A los pocos instantes se escucharon pasos en el pasillo.

Nadie pareció percatarse de la medio elfa que se cubría la boca con las manos para no jadear, escondida debajo de uno de los muebles del corredor.
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Mensaje por Dulfary 05/06/14, 01:22 pm

FDI: como te predije, un mes. Gracias.

DDI:

Bien oculta entre las ramas del árbol inició un tonto juego del gato y el ratón, escondiéndose del rastreo al que la tenía expuesta el guardián metálico. Sus ojos luminosos, buscaron en una dirección y en otra y pronto su cilíndrico cuerpo se empezó a acercar peligrosamente al árbol.

Simplemente no podía permanecer ahí. Si lo hacía tarde o temprano, y era más bien temprano, el centinela la encontraría y daría la alarma y eso era algo que no podía permitirse. Ni cómo kazekage (aprendiz) ni como miembro de la Orden (iniciada) ~te das cuenta de lo novata que eres en ambas áreas? ~ se dijo a sí misma en lo más profundo de su mente mientras con total sigilo se deslizaba muy cerca del trono del árbol-estantería, huyendo de la proximidad del guardián, hasta quedar del lado contrario al que este investigaba.

Hacer ese movimiento le tomó mucha de la prudencia de la que contaba porque no podía simplemente valerse de los espacios oscuro, no ahora que sabía lo que vivía en ciertas sombras. Aunque su brújula le había indicado que en ese donde se encontraba no había sombras mágicas con picos come niñas, no estaba de más ser precavida.

Con el leve zumbido del centinela opacando la fuerza de cada latido extra acelerado de su corazón, se fue dejando caer del árbol y su siguiente paso, silencioso como gato u otra sombra, fue sincronizado con el movimiento del ser metálico en dirección contraria a este, de tal forma que mientras uno de movía el otro también y siempre tenían el árbol entre los dos, física y visualmente.

Sin embargo no podía mantener ese juego por siempre. Si no salía de la biblioteca cuanto antes no encontraría la flor que había venido a buscar y si se movía en forma inadecuada estaría en la mira del guardián y saber qué poderes tenía tras ser imbuido de vida por el mago (archimago) de la torre.

Aun así, su preocupación al respecto no duró demasiado, porque como era de esperarse por parte de cualquiera de sus maestros previos, llegó un momento en que Dulfary cometió un error. Al menos este no fue de movimiento, fue de astucia. No llegó a pensar que esos seres e metal eran capaces de aprender sobre la marcha y que por tanto, cambiaría su estrategia. Tampoco pensó que fueran tan obstinaos de pensar… “pensar” que si había alguien en la biblioteca estaba allí. Cuando el guardián cambió su dirección en sentido contrario, Dulfary no se percató de esto y alcanzó a dar un paso en falso en la misma vía, para cuando lo entendió ya era tan, los ojos del ser brillaron aun más rojizos y entonces demostró que tan rápido podía moverse realmente.

La aprendiz retrocedió y trató de seguir usando el árbol como escudo, pero en menos de un suspiro el ser estuvo a su lado y tiró su garra metálica hacia ella tratando de retenerla. Falló por muy poco y por la fortuna que la tela de su uniforme de kazekage se rasgara en el punto en que logró la sujeción.

De un saltó en retroceso logró poner distancia entre el guardián y ella y al poner en guardia, este movió lentamente la cabeza de arriba abajo y de regreso. Era difícil notarlo, pero el brillo en sus ojos artificiales fue diferente, ligeramente diferente. La evaluaba, escanearla sería lo más acertado pero es un término un poco sofisticado para el contexto histórico y de vida en el que se encontraban. Entonces, fue el momento de Dulfary de perder la poca ventaja que podía tener.

Abrió y cerró la mano de la manga medio rasgada repetidas veces, la sentía medio adormecida y no lograba entender el porqué. No recordaba haber sentido ningún tipo de pinchazo que explicara la sensación, así que un veneno o un somnífero no podían ser. Su turno de evaluar al ser buscando qué tenía en sus garritas metálicas pero ya que éste había terminado con la suya se aproximo a una velocidad casi imposible a atraparla. El movimiento e Dulfary fue fluido, producto de años de entrenamiento, e una intuición muy afilada y una suerte que le sonreía como si fuera fruto del mismísimo Oscuro*, se volvió a escurrir entre sus dedos, con un medio giro que la alejó otro poco del ser pero sintió de nuevo ese hormigueo en donde alcanzó a rozarla.

Con el ceño fruncido, retrocedió nuevamente porque no se detuvo con su escape, insistía con ímpetu casi humanoide, así que Dulfary no tuvo más remedio que huir en su dirección, de un leve impulso, se alzó del suelo, lo pateó en el pecho ~ eso debe ser el pecho o al menos lo más alto dentro de esférica figura~ ahí donde casi empezaba la separación hacia la esfera de la cabeza.

TONG!!

El sonido fue seco, amortiguado por la suavidad de los zapatos de Dulfary, pero tuvo la contundencia que esperaba de la técnica (no de la fuerza) y este retrocedió un par de centímetros, que sumados a la voltereta hacia atrás que tenía como punto de apoyo el mismo ser, les dio una distancia que servía de mucho a Dulfary para pensar que hacer. En cuanto el ser se recuperó del golpe inicial, Dulfary sacó dos kunai, uno en cada mano y el guardián se detuvo en seco, con lo qe Dulfary sonrió satisfecha, desafiante.

Las armas habían salido prácticamente de la nada, tal vez por eso es que los ojos del ser brillaron en azul primero, tal vez buscando magia, al no hallarla, volvieron al rojizo y volvió a mover la cabeza ésta vez no lo hizo con lentitud, sino acercándose a ella con la misma velocidad, en cuanto los kunai giraron en su mano, pasando del ataque a la defensa, en uno de los brazos del centinela apareció un escudo con varios clicks metálicos, ligeros, rápidos, como disparos muy rápidos de ballesta de repetición, solo que no hubo munición alguna, solo ese escudo que parecía materializado de la nada como sus kunai.

Por supuesto, su sonrisa se borró de inmediato. Escudo y biblioteca

Era una de esas ironías de la vida que la hacía desconcertar y desconcentrar de la situación y urgencia en la que estaba. Un escudo. Una biblioteca

- Un escudo – le dijo en voz baja al guardián - En una biblioteca – frunció el ceño de una forma diferente y una sonrisita curiosa en los labios bajo la máscara de tela – De nuevo? – trató de borrar la sonrisa y no fue difícil – en serio? – agregó un poco más irritada - Escudos y bibliotecas? Me están tomando del pelo? – movió un pie para alistar su huída - Tiene que ser una broma – le dio un nuevo vistazo al guardián a la espera de un arma que no mostraba - Escudos y bibliotecas, no me jodas… - se molestó lo suficiente para atacar al centinela

El chirrido de metal contra metal llenó la habitación y dejó los oídos de Dulfary zumbando por un momento, mientras encontraba la forma de ganar espacio de nuevo.

- Pues no me hace gracia – agregó





FDI: ref a Wheel of Time
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Mensaje por Firavandrei 05/06/14, 05:37 pm

FDI: Desafortunadamente para Dulfary, la otra ladrona había huído con el tesoro hacía bastantes días y... Razz

Los pasos recorrieron con decisión el corredor y se detuvieron a unos metros de donde se encontraba la medio elfa. Alguien examinó con cuidado sus alrededores, y durante unos instantes, Firavandrei tuvo la sensación de que se asomaría a su escondrijo.

- ¿Qué diablos ha pasado aquí? - dijo una voz grave y profunda, salida de la nada.

El que buscaba se volvió hacia la procedencia del barítono. Por un momento, la ladrona se permitió respirar tranquila. La búsqueda había durado unos instantes, pero entre la tensión, el dolor - aún no tenía claro qué se había hecho al caerse por las escaleras - y la incapacidad para respirar al ritmo que le pedía su cuerpo, casi le pareció que había pasado un mes debajo del mueble. Podía sentir el sudor perlándole la frente, el corazón bombeándole sangre a mil por hora. Cansancio.

- No estoy seguro - contestó una voz más juvenil, con cierto acento. - Un gólem ha explotado.

- ¿Qué dices, Hizat? ¿Explotado? Eso no debería ser posible.

- Lo se, pero es exactamente lo que ha pasado. Mira.

Se detuvieron un segundo. El segundo hombre, la voz grave e intensa, entró en su rango visual. Era sorprendente lo silencioso que era. Sus piernas - que era lo único que podía ver - hablaban de un cuerpo grande y grueso, pesado. Un pantalón de seda le arrastraba ligeramente por el suelo.

- Es como si una de las Sombras hubiese atacado al gólem - observó. - ¿Por qué está abierta la puerta de las escaleras?

- Puede que alguien intentase colarse. El maestro dijo que -

- Intrusos, sí, sí. Pero no creo que alguien que haya llegado hasta aquí sea tan torpe. Sin duda debe tratarse de alguna muchacha nueva del servicio a la que no han advertido debidamente de los peligros de la casa.

- Maasha se encarga personalmente de instruír a las -

- Y no me cabe la menor duda de que no es culpa de Maasha, muchacho. He dicho "alguna muchacha nueva". Si fuesen inteligentes, no las contrataríamos como sirvientas. Bah, seguro que ha salido corriendo y no vuelve a pisar la casa. Mañana nos dirán quién ha sido. En fin; habilitaré otro gólem por la mañana. Voy a llevarme al otro para ver si ha sucedido algo. Encárgate de que alguien limpie esto antes de que lo vea Lady Anna.

- Por supuesto. ¿Debería traer a gente de abajo para que vigilen esta planta?

- Tonterías. Si tenemos intrusos, esta planta no es lo que nos preocupa.

El muchacho llamado Hizat, de sonrisa atrevida, tez morena y barba de tres días, contempló cómo la oronda figura de su interlocutor se daba la vuelta y se perdía en las sombras del pasillo. No fue hasta que lo vio atravesar una de las puertas laterales del mismo que se permitió respirar con desgana. Se arregló la chaqueta de seda azul que llevaba y se volvió lentamente para encargarse de-

sentir cómo una daga se le apoyaba súbitamente sobre la nuez.

- Buenas noches.

Antes de que pudiera responder, una mano precisa pero firme le tiró de las solapas de la chaqueta. La muchacha - no tenía duda de que era una muchacha - abrió la puerta de una habitación, aparentemente al azar, y tras hacerle pasar bruscamente, cerró la puerta. Observó que la chica cojeaba levemente, y que le costaba un poco mover el brazo izquierdo. Tuvo suerte de que el cuarto estuviera vacío, aunque no parecía que le hubiera importado que hubiese alguien dentro.

- Eh, eh - protestó él con una sonrisa nerviosa. - Me encanta tu estilo, muchacha, de verdad que me encanta, pero -

- Calla - le ordenó la mujer, callándolo bruscamente, mientras le tanteaba la chaqueta con la mano libre. No parecía ir armado. - ¿Eres un mago?

- ¿En qué quedamos? ¿Hablo o me callo?

- Déjate de juegos - gruñó de nuevo, pero lo cierto es que tuvo que reprimir una sonrisa. - Empieza a contarme cosas. Gólems, Sombras, todo lo que hay en esta maldita casa del diablo. No escatimes en detalles.

El hombre suspiró.

No estaba siendo una buena noche.
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Mensaje por Dulfary 09/06/14, 07:51 pm

Creyó por un momento que realmente le dolería. El golpe la había hecho caer y además rodas un poco lejos de la esfera de metal pero sorprendentemente, no le estaba doliendo. La idea que al día siguiente seguramente sí dolería no la animaba mucho, pero tenía algo claro, mientras no doliera en ese momento podría levantarse sin problema alguno y seguir enfrentado a esa cosa antes que se le diera por dar la alarma y delatarla.

El siguiente sonido metálico que escuchó, fue el de su kunai al caer al suelo, no desde alguna parte o dese algún punto del cuerpo del centinela, sino de su mano, de su propia mano. De rodillas en el suelo, totalmente perpleja con la imagen del arma en el piso, no estaba segura de qué era lo que miraba, si su cuchillo o su mano que lo había dejado caer.

No era el mejor momento para estar en shock. Solo necesitaba un par de segundos, que obviamente el guardián no le daría, para entenderlo, para poner las ideas en orden. Trató de mover la mano y el movimiento se le antojó increíblemente lento y torpe. La tenía entumida y lo peor eran los cientos de agujas que sentía bajo la piel, más vívidas según apretaba el puño, punzantes y dolorosas cuando tocó el metal de su arma al tratar de recuperarla.

Un leve destello de luz blanquecina fue lo que la hizo reaccionar, se impulsó hacia atrás dejando su espalda del todo pegada al piso y el zumbido del escudo al pasar por donde antes estaba su cabeza fue la siguiente señal para moverse, se impulsó con ambos pies de tal forma que sus piernas describieron un arco que era el inicio de una vuelta de rollo a la inversa, sin embargo, cuando fue el turno de sus manos de darle estabilidad en el giro, de nuevo una de estas falló, la que tenía las agujas por dentro.

El guardián, fiel a su naturaleza inanimada e inhumana o inhumanoide, no le daba tregua alguna y la rápida secuencia de click click click que dio lugar a una espada corta de gran filo, chocó de nuevo contra su cuchillo, pero de la otra mano. Dulfary mantuvo el contacto el menor tiempo posible y se movía entre giros y fintas, ocasionando rayones a la “piel” del ser, sin llegar a tener mayor efecto en este, aun cuando empezaron a ser más profundos, mientras en simultáneo buscaba desentumecer la otra mano.

En cuanto la tuvo mejor, volvió a distinguir ese destello, muy leve, casi invisible, de luz blanca que provenía del guardián. No tardó mucho en reconocerlo, menos en asociarlo con el cosquilleo y sus ojos se abrieron de par en par


- Eres un hijo de… - se contuvo, ralló nuevamente su cuerpo sin hacerle el menor daño real, pues no sangraba y parecía estar hecho de una gruesa capa de metal – Ok, tú no, tú eres hijo del archimago que hizo, pero ese hijode… - se volvió a morder la lengua, no podía dejarse llevar pos su enojo y desfogarlo en expresiones poco prudentes y educadas o cuando ocurriera en presencia de alguien de la Orden bien podría repetirlo y por tanto volverse a poner en evidencia – de la gran puta meretriz que lo parió te tiene electrocutándome de a poquito!!!! - … su propia advertencia no valió de mucho.

Sin embargo, ahora tenía algo claro, tenía que cambiar de arma y de estrategia.
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Mensaje por Firavandrei 13/06/14, 11:50 am

Firavandrei cerró la puerta tras de sí al salir al pasillo.

Le dolía el cuello. Sabía que, bajo la ropa, debía tener un hematoma. Girar la cabeza resultaba molesto, y cuando pasasen unas horas sería una tortura. Además, se había hecho daño en la rodilla derecha y el brazo izquierdo. Pero dentro de lo que cabe, al fin y al cabo, podía estar contenta. La caída por las escaleras había sido lo suficientemente aparatosa como para que el mero hecho de no romperse nada pudiese ser considerado 'buena fortuna'.

Dentro del cuarto, al otro lado de la puerta, el joven asistente conocido como Hizat descansaba sobre la cama. Había sido descarado e insolente, y Firavandrei tenía que admitir que en otras circunstancias, seguramente, habrían acabado siendo amigos. En todo caso la información, si era cierta, merecía la pena.

El pasillo, iluminado por la luz del faro que se filtraba a través de las cortinas que daban al jardín y la luz azulada, evidentemente mágica, de los candelabros y linternas, estaba en silencio, vacío y tétrico. Aunque sabía que los guardianes-esfera - gólems - ya no patrullaban esa zona, no podía evitar estar en alerta. Se estiró un par de veces para desentumecer los magullados músculos de sus brazos y piernas. Se descolgó la petaca de café del arnés y trató de contrarrestar el efecto del cansancio con un largo trago del líquido amargo y desagradable.

Por último, descolgó un farol de la pared.

Si tenía que fiarse de lo que había dicho Hizat, y no estaba segura de hacerlo, era la luz mágica la que impedía que las Sombras, como la que había encontrado, ocupasen toda la casa. "El resplandor de la llama azul disuelve las Sombras", había dicho. La ladrona dio los pocos pasos que la separaban de la puerta de las escaleras con sumo cuidado, evitando acercar los pies a los trozos de metal diseminados a resultas del gólem despedazado. No necesitó hurgar de nuevo en la cerradura.

Dos ojillos brillantes la contemplaban desde la oscuridad de las escaleras, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar su presencia. El corazón le empezó a latir con más fuerza; por alguna razón, aquella criatura disparaba una reacción primitiva en su cerebro, un pavor increíble. Enfrentándose a él con toda su fuerza de voluntad, la medio elfa dio un par de pasos hacia adelante, quedándose en el dintel de la puerta, con la mano que sostenía el farol extendida en dirección a la criatura. Tal y como le habían advertido, la Sombra retrocedió a medida que el círculo azulino que iluminaba la lámpara avanzaba. Siseó como una serpiente o un felino acorralados, y había en el siseo una amenaza que hizo a la ladrona sentir un escalofrío.

- Cállate - le dijo en voz baja, para envalentonarse a sí misma. - Cállate y desaparece, pesadilla estúpida.

Avanzó con tanta decisión como le permitía el miedo. Comenzó a subir los escalones con rapidez, contemplando como la sombra se apartaba a su paso y finalmente desaparecía para volver a aparecer a su espalda, y entonces sintió que el terror preternatural se le agolpaba en la garganta, y creyó adivinar cómo la criatura, ahora que la había atrapado, se abalanzaría sobre ella ignorando la luz y se daría un festín con sus huesos. Imaginar aquellas garras atravesando su carne le daba una sensación de vacío que le daba ganas de gritar. Le temblaban las manos cuando manipuló la puerta que la conducía la tercer piso. Estaba cerrada con llave.

Se volvió y planto la espalda contra la madera. El sudor le recorría la cara bajo la máscara. Los ojos de la sombra le devolvían una mirada burlona y descarada, no muy diferente de la del joven asistente de mago, Hizat. Me ha engañado, pensó. Esta cosa me va a matar.

Pero no sucedió nada.

La sombra mantuvo su distancia. Firavandrei tardó unos instantes en permitirse relajarse, y aún unos cuantos más en encontrar suficiente estabilidad en sus manos como para operar las ganzúas. Le llevó cuatro intentos abrir la puerta.
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Mensaje por Dulfary 16/06/14, 12:40 am

Efectivamente era electricidad.

El rayo era prácticamente imperceptible y la suerte, velocidad  y habilidad de la niña le habían servido para no recibirlo de forma directa, de ahí que en varias ocasiones sintiera el cosquilleo o que incluso perdiera uso de sus cuchillos al quedarle la mano entumida (más bien adormecida). Sin embargo el daño no había sido mayor.

La forma sutil en que hacía uso de ese rayo de energía (extermínate!!) parecía estar fríamente pensada por quien diseñó al centinela (y a todos sus compañeros) pues si algún intruso o quien se les enfrentara hacía uso de armas de filo o simplemente de metal, inevitablemente recibiría la descarga y según los cálculos de Dulfary había una de dos opciones, o que daba desarmado por conducir la electricidad, o bien aguantabas como bien podías la descarga de energía. Al menos en su caso, había terminado por soltar el arma.

Pero no volvería a pasar, necesitaba algo que no fuera conductor y que además suportara la fuerza y el filo de la espada del guardián de metal.  

Su kunai se deslizó por todo el filo de la espada, invadiendo lo que debiera ser su espacio vital, pero fue el borde del escudo lo que impidió que ella misma asestara un golpe que le quitara estabilidad al ser. Sin piernas a las cuales hacerles una llave con sus pies, pronto se vio en una situación complicada y comprometida, con el dolor sordo subiéndole desde donde la golpeó hasta la cabeza y sin mayor espacio para recurrir a otra arma. Y entonces, vino ese fuego imaginario que surge de la piel al abrirse en mala forma y brotar sangre cuando la espada, solo de refilón, logró cortarle en el brazo.

La sangre, cálida, espesa, como pequeños besitos que se deslizaba por la piel no tardó en humedecer y luego empapar su ropa a lo largo de la manga. Le ardía, le dolía, pero no la sentía profunda ni incapacitante, solo abierta. Y entró en pánico, por fin.  

Lo curioso es que entrar en pánico, en cierta forma fue de utilidad, ya que eso la impulsó a huir del centinela, tan lejos como este inicialmente permitió, blandiendo su espada tratando de herirla nuevamente, dos pequeños cortes adicionales, pero al menos ahora tenía distancia y cuando el escudo la hizo caer nuevamente, divisó cual sería su arma, así que tras arrastrarse un poco mientras lograba ponerse en pie, corrió en dirección a esta.

La maniobra la pensó mucho, de hecho no la pensó. Tan solo tenía claro que necesitaba de la fuerza bruta del guardián. Así que cuando saltó sobre una de las mesas de lectura dispuesta entre los anaqueles, no es que tuviera realmente un plan como tal, al menos no uno diferente a no dejarse tocar. Su pie a duras penas si tocó el borde de la mesa pero fue suficiente para darle el empujón que necesitaba para saltar en la dirección contraria, haciendo sonar la madera contra la piedra del suelo por la energía utilizada en esto.

El guardián, que la seguía muy de cerca lanzó un tajo que cortó el espacio vació que se encontraba entre ella y la mesa cuando Dulfary ya estaba en el aire dando un giro hacia atrás a fin de caer a la espalda del metálico. Flexionó las rodillas tan solo lo necesario para amortiguar la caída y posicionarse para dar una patada justo en el medio de la esfera y hacer uso del impulso propio y ajeno y la inercia ajena para proyectarlo contra la mesa de mala forma. El golpe fue certero y efectivo.

El peso hizo el resto del trabajo al estrellarse contra la mesa. Esta cedió y se rompió entregándole a Dulfary el arma que necesitaba y que no tardó en agarrar: una de las patas de la mesa tendría que funcionar como garrote y tendría que funcionar de inmediato pues la ausencia de dolor en el guardián lo puso en actividad inmediatamente, la ausencia de emociones y sentimientos no lo llevó a ser impulsivo sino a retomar su tarea con enfoque y eficiencia… hasta que el garrote de Dulfary impacto en su cabeza y ambos se tambalearon desorientados.

Por supuesto, la respuesta del centinela fue enviar ese mismo rayo atravez de su espada, contra el madero que nuevamente lo agredía, pero esta vez no pudo desarmarla. Metal contra madera y luego otra vez metal contra madera, primero la espada, luego el escudo. La tercera vez contra la cabeza.

Con ese último golpe el ser de metal se quedó quieto un momento, lo que le dio a Dulfary la oportunidad de tomar aire. Respiraba agitada, con la pata de la mesa sujeta con ambas manos, las rodillas ligeramente flexionada, lista para actuar de nuevo, pero las piernas ligeramente abiertas, dándole un punto de equilibrio para no caerse.

- Ves a electrocutar a… - se calló de inmediato, con respingo incluido y todo cuando volvió a moverse tratando de reactivarse. TONG! Resonó en las paredes de la biblioteca cuando la pata lo golpeó una vez más en la cabeza al punto de dejársela ladeada, levemente desencajada de… ¿eso era un soporte que la unía a la esfera que hacía las veces de cuerpo?. Dejó caer el madero y antes que este tocara el piso, con gran agilidad ya se había encaramado en el cuerpo del guardián esférico, casi como una araña se había deslizado sobre él, enrollando sus piernas alrededor de la pelota que hacía de cuerpo y un kunai hacía el difícil trabajo de cortar ese soporte. Desde el punto de vista de Dulfary le había tomado una eternidad hacer el corte y que la cabeza cayera… desde el punto de vista de un observador externo, cualquiera, aun sin entrenamiento o con el mejor de estos, había sido el movimiento delicado y decisivo, totalmente fluido y contundente de un asesino experto.

Por fortuna para la psique de la niña, esta no lo vio así.

El zumbido del guardián cesó de inmediato, pero el ruido blanco y sordo en los oídos de la niña solo se detuvo cuando las dos hojas de madera de la puerta de la biblioteca se unieron, una vez estuvo de vuelta al pasillo, en donde se recostó a una pared y se dio tiempo para calmarse y respirar con normalidad.
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Mensaje por Firavandrei 17/06/14, 11:19 pm

El pasillo de la tercera planta no se diferenciaba mucho del de la segunda.

Estaba oscuro, y en la oscuridad la mente sensibilizada de Firavandrei imaginaba cosas. Una gota fría de sudor le recorría el cuello. El medallón emitía una vibración muy leve, pero persistente. La magia permeaba aquel lugar.

La luz de su farol disipaba las sombras más inmediatas, pero aquello era bendición y maldición al mismo tiempo: Si se encontraba con alguien en la oscuridad, sería vista sin ninguna duda. Sus ojos de medio elfa alimentados por la pócima le daban cierta ventaja en las sombras, pero no podía abandonar el farol. Si lo apagaba o se adentraba en la oscuridad sin él, corría el riesgo de que aquellos horrores la despedazaran. No estaba segura de tener ninguna forma de enfrentarse a aquellas criaturas.

Por ello, entró en el pasillo con mucho cuidado. Lo había contemplado desde la puerta, abriendo apenas el espacio necesario para que una hoja de papel pasase a través de ella. No la abrió mucho más; sacó la cabeza, se cercioró de que estaba sola, sacó el resto del cuerpo, cerró la puerta tras de sí. En la oscuridad, buscó indicios de sombras.

La poción mejoraba la forma en la que percibía la luz y la oscuridad, pero el efecto psicológico de la distinción entre ambas persistía. Las criaturas aparecían, por tanto, en su campo visual como si fuesen transparentes. Su vista podía delatarlas cuando se movían, pero era más difícil cuando se quedaban quietas. Maldijo en voz muy baja. ¿Derecha o izquierda? Tardó unos segundos en tomar la decisión más sabia: Hacia el lado del pasillo que era más corto. El medallón vibró ligeramente más fuerte cuando lo hizo.

Asomó la cabeza por la esquina, y distinguió claramente el efecto óptico de dos 'sombras' camufladas en la zona más oscura del corredor. Un escalofrío le recorrió la espalda. Casi por instinto, se acercó a una de las puertas laterales del pasillo. Estuvo a punto de hacer girar el pestillo para abrirla, sintiendo cómo una gota de sudor frío le recorría el cuello; aquellas cosas le daban mucho miedo. Por suerte, acabó por mirar el pestillo antes de darle uso.

Parecía una trampa simple de detonador, pero era bastante sofisticada. Un cablecito unía el pestillo con la cerradura, perfectamente tensado de manera que, si no lo veías, provocarías una reacción inmediata al hacer girar la puerta. Miró a su alrededor. Se le ocurrieron un par de sitios donde podía haber una trampa escondida. Ninguno era bonito. Se apartó de la puerta.

Respiró con fuerza.

Una puerta con una trampa se parecía bastante a lo que buscaba, pero no creía que lo fuese a encontrar tan cerca de las escaleras. Según lo que le había sonsacado a Hizat, "Había una zona oculta" en la tercera planta. El aprendiz no parecía saber mucho más al respecto de ella, pero trampa no significaba lo mismo que oculto. Marcó mentalmente la puerta para revisarla más tarde, y se adentró en el pasillo, haciendo apartarse a las Sombras con su farolillo de luz azul. Las criaturas sisearon al dejarle paso, y la ladrona se mantuvo todo lo lejos de ellas que le permitía la anchura del pasillo.

El otro lado del edificio era igual de oscuro que este. El pasillo se extendía una buena distancia, y podía ver unas cuantas sombras distribuidas aquí y allá. Sin duda alguna, era un hervidero. Suerte que se le había ocurrido lo del farol. El pensamiento - qué hubiera pasado si no - le daba escalofríos. Siguió avanzando.

Cuando iba por la mitad del pasillo, el medallón vibró con una violencia inusitada. Tanto que se echó la mano al cuello, sujetándolo. La cadena tintineó casi imperceptiblemente, y sintió cómo el aparato se revolvía contra su mano. Estaba junto a una puerta de madera blanca, con un farol azul a cada lado. La cerradura tenía una trampa, como la otra, pero esta parecía terriblemente más complicada.

Su instinto de ladrona le obligó a acuclillarse. Importante, repetía su cerebro mientras sus dedos examinaban con cuidado los mecanismos de la cerradura. Peligroso.
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Mensaje por Dulfary 25/06/14, 01:13 pm

La puerta cedió con relativa facilidad. Sin emitir sonido alguno se separó de su dintel y las bisagras permitieron que parte de la luz azulina de los corredores ingresara formando un triangulo irregular. Dentro, todo era oscuridad, se distinguían formas sólidas en forma de sombras más oscuras, pero que se delataban como muebles, grandes, seguramente lujosos, seguramente de madera.

Parecía ser un lugar más seguro que los pasillos llenos de sombras asesinas y de guardianes culones.

Dentro de la habitación, las sombras parecían un poco más normales y en cuanto la vista se hubo acostumbrado, se podía distinguir una gran cama con dosel y velos que resguardaban a su ocupante, que justo en ese momento, haciendo ruiditos propios de quien duerme profundamente, se movía a una mejor posición. Junto a la ventana había un puff largo y bajo este se alcanzaban a distinguir esas mismas marcas que tenían las ventanas del taller.

Un rápido recorrido visual por la habitación delataba un biombo del que no se distinguían mayores detalles por la ausencia de luz, más allá del tamaño y lo que parecía ser un vestido desgonzado sobre este; un escaparate, un escritorio con su silla en la que bien podía haber una persona sentada observándola y no se distinguiría por la forma en que impactaba la luz que provenía del pasillo (las ventanas estabas todas cubiertas por pesadas cortinas), una mesa de té tal vez y…

Sniff

Sniff sniff

Grrrr

Otro Grrr y otro grrr y otro.

Por fin, Dulfary bajó la mirada hacia el piso y se encontró una pequeña jauría de lo que ella denominó ratas perrunas. Seis pequeños perritos, de pelo pargo color paja y gris y orejas erguidas que le gruñían y de pronto empezaron a ladrar en forma estridente y con el movimiento de sus pequeños cuerpos tinteneaban cascabeles en sus collares con los que se podría pagar la alimentación de una isla pobre por un año y…

Empezaron a ladrar, cada uno por su cuenta armando un gran alboroto.

- Shhh – les dijo imperante tratando de calmarlos pero solo logró que otros se unieran a los ladridos – SHHH!!! - Les pidió con desesperación, moviendo las manos en solicitud de calma, lo que los alteró aun más.

De inmediato cerró la puerta y el ruido quedó dentro, sin detenerse, así que volvió a abrirla y les tiró lo que tenía de carne seca en su bolsa de armas y todos corrieron al interior de la habitación, gruñéndose entre sí mientras la niña cerraba de nuevo la puerta y huía del lugar en dirección contraria a donde había visto la luz que se movía por el pasillo momentos antes, sin caer en cuenta que la forma cuadrada que hacía el conjunto de corredores la llevaría a encontrarse con quien la portara
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Mensaje por Firavandrei 25/06/14, 01:43 pm

Peligroso y difícil.

Firavandrei estuvo jugando con la cerradura durante algunos minutos antes de darse cuenta siquiera de qué era lo que estaba haciendo mal. Era una trampa mecánica, pero parecía haber algo mágico en su interior. Las pequeñas ruedas dentadas no cedían a la presión que la lógica sugería que era la correcta.

Jugó y jugó con el mecanismo, completamente concentrada. Tras desmontar la cajita metálica de la cerradura, durante un largo rato estuvo jugando con una larga varilla de metal terminada en una punta en forma de flecha. Cuando consiguió sacar uno de los engranajes, pasó a las ganzúas. En comparación, fue bastante sencillo. La puerta cedió y se abrió a un espacio oscuro en el que sus ojos afectados por la poción no tenían dificultades para captar los pequeños detalles.

Un armario, un escritorio, una lujosa cama con dosel, un cofre finamente ornamentado a los pies de esta. Una habitación señorial y magnífica, sin duda la habitación del mago. Bajó la vista para encontrarse con la alfombra, que amortiguaría sus pasos. Escudriñó el cuarto y no le pareció ver el rastro de ninguna sombra. Dejó el farol fuera, semioculto bajo un mueble.

Firavandrei era silenciosa. Dado que veía los obstáculos perfectamente y tenía un control motriz extraordinario, no tuvo el menor problema a la hora de entrar en la habitación. Merecía la pena, pensó, echarle un buen vistazo. Cabía la posibilidad de que lo que buscaba se encontrase allí. Se acercó en primer lugar al pie de la cama, junto al cofre. Sin poder evitarlo, alzó la cabeza para mirar al mago.

Anton Veldrei dormía plácidamente sobre una almohada de plumas de ganso, un hombre de metro sesenta y cinco con la frente calva y arrugada, una cuidada barba de pelo blanco y un rostro ladino e inteligente que hacía pensar en las características frecuentemente asociadas a los magos; una gran inteligencia, una gran sabiduría, y una terrible astucia con la que unir ambas en sus propósitos.

La medio elfa le contempló durante unos instantes. Había conocido a algunos magos en su vida, y no estaba segura de lo que sentía hacia ellos. Mientras que en algunos podía confiarse, la mayoría estaban tan sedientos de poder que resultaban desagradables. Se preguntó de qué categoría sería Anton Veldrei, aunque los pormenores de su casa ya le habían dado una idea.

Atacarle ahora podría ser una solución a problemas futuros.

Se le ocurrió de pronto, pero inmediatamente supo que no era una buena idea. Sus jefes no estarían de acuerdo en que le pasase algo. Además, estaba segura de que el mago dormía con protecciones de todo tipo. Firavandrei era una ladrona con experiencia, y sabía que en casa de un ingeniero, un sacerdote o un granjero uno podía esperar que el individuo en cuestión hubiese olvidado activar sus protecciones, si es que disponía de ellas. En el caso de los magos, la misma naturaleza de su trabajo hacía que aquellos que olvidaban cosas como activar sus protecciones no llegasen muy lejos.

Pero sí que podía intentar dormirlo.

Sacó con mucho cuidado el resto del hollín de vermina que le quedab en la bolsita. Suficiente como para provocar una sobredosis y una noche de pesadillas, pero no quería tomar riesgos innecesarios. Se lo puso en la mano, se acuclilló con mucho cuidado de no tocar la cama cerca de donde el mago tenía la cabeza, desplazándose al lateral del mueble. El mago tenía lac abeza girada en su dirección, respiraba fuertemente con la boca entreabierta. Se permitió una leve sonrisa mientras tomaba aire para-

Ladrar.

Ladrar, ladrar, ladrar, ladridos, ladridos, ladridos, silencio, más ladridos. Venían de la misma planta, y aunque sonaban lejos, sonaban lo suficientemente alto como para hacer que el mago se revolviera y abriera los ojos. El corazón de FIravandrei olvidó latir una o dos veces. Durante un instante, hubo silencio absoluto.

Los ojos del mago eran de color azul oscuro, entrecerrados y enrojecidos a causa del sueño. Durante unos instantes, miró directamente hacia la medio elfa. Su puta vida, maldijo mentalmente. Los perros del-

- Perros del demonio - masculló el mago.

Puede leerme el pensamiento maldita sea este hijo de perra me va a sacar la piel a tiras y se va a hacer unos pantalones de montar con ella y- Los perros empezaron a ladrar de nuevo e interrumpieron sus pensamientos. Su mirada, y la del mago, se fueron en dirección a la puerta. Luego, el mago empezó a mover la mano en dirección a la mesita de noche, donde había un farol de aceite. Firavandrei recordó súbitamente que el cuarto estaba a oscuras.

Se tiró al suelo como si acabasen de matarla casi al mismo tiempo que el mago encendía el farol. No se atrevió a meterse debajo de la cama, porque era, después de todo, la habitación de un mago, pero se quedó tan quieta como una alfombra, y durante los segundos de incertidumbre en los que el hechicero se quitaba la colcha y decidía por qué lado salía de la cama, creyó que los latidos de su propio corazón intentando escapársele del pecho la delatarían. Finalmente, quiso la suerte, o el destino, que el mago saliese de la cama por el otro lado.

- No se puede dormir en esta casa con tanto puto perro - mascullaba el hechicero para sí mismo mientras, pudo ver la medio elfa a través de las patas de la cama, se ponía un batín de color rojo oscuro. Se acercó a una de las librerías de la habitación, hizo algo que Firavandrei no pudo ver. El mueble se desplazó de su posición original, y el mago recuperó un cetro de madera oscura con una gema roja que brillaba intensamente. Tenía pinta de peligroso. - Espero que al menos haya sido por una buena razón.

Tardó unos momentos en salir del cuarto, y solo unos instantes después de escuchar cerrarse la puerta, Firavandrei se atrevió a salir de su escondrijo. La medio elfa se dirigió con rapidez, pero en silencio, a la puerta del pasillo, y pegó la oreja inmediatamente. "Tú", escuchó la voz del mago, sin saber a quién se dirigía. "Ven conmigo." Los pasos se alejaron en dirección al lado contrario de la casa, desde donde, tras el breve silencio - como si los perros se hubiesen detenido a hacer, oler o comer algo - volvían a venir ladridos.

Firavandrei se volvió inmediatamente en dirección a la estantería movediza. Si tengo una ocasión de explorar este cuarto, se dijo, es ahora o nunca. Operó los libros con toda la rapidez de la que eran capaz sus manos, y tardó menos de un minuto en dar con el que debía sacar para desplazar la estantería. Había otro cetro detrás de ella, uno con gema púrpura; cuando, decepcionada, empezaba a pensar que no había nada más en el armario escondido, se dio cuenta de un tirador. Al accionarlo, se abrió la parte interna de la estantería.

El pasaje al que conducía estaba oscuro, pero Firavandrei podía ver con facilidad a través de él. Con miedo a que el mago volviese y la descubriese, entró sin pensárselo dos veces, con cierto sentido de urgencia, y accionó un tirador de la pared que provocó que volviese a cerrarse.
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Mensaje por Dulfary 30/11/14, 02:08 am

Difícil y peligroso.

A qué horas y cómo por qué se había dejado convencer de entrar en semejante trampa contra bobos - aturdebobos, su mente viajó con Otto y no pude reírse por lo bajo sin producir sonido alguno, a él le gustaría estar en tal torre y tener una bonita y larga conversación con el archimago en cuestión – de la que ya no tenía idea de cómo salir o por donde seguir buscando sin exponerse a las Sombras picudas y garrozas o los obesos hombres de metal culo ancho?

Sabía que en ese momento ya no importaba el cuándo, el cómo o porqué estaba en esa locura de edificio, que tenía que seguir adelante, concentrarse en su misión y terminar, que tenía que olvidarse de los dichosos perros y rogar porque lo poco de carne que les dio bastara para que llegara a otro lugar antes que volvieran a alertar a cualquier otro ser… consciente de la absurda torre ~ no me gustan los magos… bueno, los archimagos ~ se repitió mientras sus pasos sigilosos se escabullían lejos de esa puerta

La distribución en forma de cuadrado que formaban los pasillos en torno a la macabra biblioteca hizo que a final de cuenta le diera la vuelta a esta y llegara al punto en el que había visto vacilar la llama azul del farol que la hizo huir en dirección a los odiosos perritos; cada zancada que daba era larga, silenciosa, y por más increíble que pudiera ser, medida.

No podía detenerse, en parte porque el tiempo apremiaba, en parte porque sentía pasos moverse por el otro costado, en el corredor opuesto a su lado del cuadrado. Pasos. Reales, de persona. No eran el zumbido de los seres de culo extragrande. Logró acompasar sus pasos a los de lo que parecía era otro guardia (solo que humano o humanoide en este caso), de tal forma que mientras él abría la puerta a revisar a los perros chillones, Dulfary ya estaba del lado contrario, mucho más cerca del farol azul del que huía, pero del que no había visto nada.

Estaba confundida, más por la forma en que el hombre, ahora confirmado por su voz, se refería a los perritos que por el hecho de no encontrarse con el farol como esperaba. El pasillo nuevamente estaba vacío. Intranquilizadoramente vacío.

Suspiró aliviada y se dio el tiempo para consultar con su brújula donde estaba la siguiente Sombra falsa y lo que le mostró la dejó aun más perpleja: insistía en que estaba justo en frente de ella, pero frente a ella estaba una de las lámparas en la pared y no generaba sombra en el punto en que se lo señalaba la brújula. Entonces?

Cambió de dirección y esta seguía insistiendo en que justo allí, donde no había sombras, había una falsa sombra. ~ Pero qué? ~

Recostada a la pared de piedra, contra la biblioteca, se fue deslizando hasta llegar a la interacción que lo unía con el otro pasillo y con sumo cuidado asomó la cabeza. Mas luces azules, un acceso que parecía descender y una puerta adicional, la cual no parecía estar cerrada con llave.

Eso dejaba dos opción respecto a la procedencia del guardia o el huésped o del residente o lo que fuera, por las escaleras o desde la habitación. Entrecerró un poco los ojos tratando de agudizar la vista, de percibir si había alguien más allá de la puerta donde una débil luz de farol hacia su mejor esfuerzo por iluminar, colándose por debajo de esta, pero daba la sensación que estaba oscuro por lo demás y no lograba distinguir nada, menos aun si ésta, estaba cerrada. Ese pasillo, mientras se hacían cargo de los perros, también estaba vació, así que amagó tomar impulso para infiltrarse en esa habitación, pero se contuvo. La brújula marcaba varias Sombras Falsas en su interior y… era tan estúpido como suicida el hacer semejante cosa.

Claro que, dónde más podía estar la flor robada?

Volví a recostar la espalda en la pared, se le acaba el tiempo, uno de los perros chilló tal vez le dieran una patada y se quedaba sin opciones. Su brújula seguía avisando de la Sombra Falsa así que quiso saber de qué se trataba y regresó hasta el farol, estudiando con sumo cuidado cada piedra, cada ladrillo, y luego el guardaescobas y el piso, algo que le indicara si había una puerta que no había visto y que… tocó con cuidado la lámpara, su exquisito brocado, el cristal frío del que emanaba la luz azulada, parecía un tulipán que fuera disecado y esta cambió la intensidad de su brillo lo que hizo que Dulfary entrara en pánico, dio un paso al frente para emprender la huida y todo fue oscuridad.
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Mensaje por Firavandrei 01/12/14, 02:22 pm

FDI: ¡Hola! Qué grata sorpresa que hayas vuelto. Ha pasado bastante tiempo, de modo que es posible que se me hayan olvidado detalles. ¡No dudes en hacérmelo saber si se me olvida algo importante!

Una densa oscuridad se extendía ante ella; y aunque para sus ojos de medio elfa, amplificados por el efecto de la poción, cada recoveco del pasillo en el que se encontraba era visible con nitidez, se detuvo unos instantes a contemplarlo con cautela. Las sombras - las Sombras - seguían siendo mayormente invisibles a sus ojos, como si más que de oscuridad estuviesen formadas de aire, incorpóreas, transparentes.

Respiró hondo, y se echó la mano derecha a la espalda, extrayendo despacio el largo cuchillo curvo que guardaba bajo la chaqueta. Un gesto infantil; no creía que el arma fuese a tener efecto alguno contra las Sombras. Pero el tacto del arma, el gesto de tener el puño cerrado sobre el mango, le hacía sentir más tranquila. Poniéndose en cuclillas, extrajo de un saquito de su arnés un puñado de lo que podían ser trozos de cristal o piedras preciosas poco trabajadas, y las esparció en el suelo frente a la puerta por la que había entrado. Si, cuando comenzase a avanzar, alguien atravesaba la silenciosa puerta, oiría el crujido de los cristales.

Avanzó despacio. La lógica sugería que lo mejor que podía hacer era poner la mayor cantidad de distancia entre sí misma y el lugar por el que había entrado en el menor tiempo que pudiera, de forma que la oscuridad del pasillo jugase a su favor; pero el instinto le decía que un mago no pone un pasadizo secreto en su cuarto sin unas cuantas protecciones mágicas. Y la entrada, camuflada en el armario, junto con la carencia absoluta de decoración de las paredes de piedra gris y los suelos de losa desnuda, disipaban cualquier duda posible al respecto de si se trataba de un pasadizo secreto.

Poco a poco, paso a paso, se dedicó a ir mirando a un lado y a otro en busca de resortes, disparadores, rebordes, brillos en la oscuridad; atenta a un tintineo repentino del medallón sobre su pecho. Se detuvo varios minutos cuando reparó en que la argamasa que rodeaba a una de las losas del suelo parecía más desgastada que la de las demás, y se tumbó en el suelo, hurgando con cuidado los bordes del rectángulo de piedra con el cuchillo en busca de indicios de una placa de presión. Se sintió un tanto decepcionada cuando no encontró nada.

Se estaba poniendo nerviosa. El pasillo estaba en silencio absoluto, y los sonidos del exterior no parecían penetrar las gruesas paredes de piedra. En algún momento, trató de pegar la oreja y escuchar a un lado y a otro, pero no llegaba nada. Los ladridos se habían extinguido tan pronto como la estantería se había cerrado tras ella, y la idea de que el mago pudiese estar en aquellos momentos volviendo a su cuarto, con la idea de entrar en su pasadizo secreto para ver si alguien le había robado algo, era suficiente para enervarla. Cuando, tras haber recorrido unos cuarenta pasos, el pasillo giró noventa grados a la derecha y dejó de estar a la vista directa de la entrada, se sintió mejor.

Entonces se encontró con la primera trampa.
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Mensaje por Dulfary 02/12/14, 09:05 pm

Fdi: Pero si me dan ganas de meterme debajo de una piedra por la vergüenza que tengo contigo, la única razón por la que no la haga es porque entonces tardaría aun más en responder y ya sería el colmo. Cualquier cambio a la trama será bienvenido, no faltaba más que fuera de desaparecida me pusiera quisquillosa. yo me adapto!

DDI:


Bendita oscuridad.

Profunda, inamovible, perturbadora.

El corazón de la aprendiza de kazekage latía a una velocidad que era casi dolorosa. Sabía que justo frente a ella había una de las Sombras Falsas, pero todo, absolutamente todo era oscuridad. Y ella, a pesar de manejar sombras – en teoría – no veía en lo absoluto. Cualquier paso que diera sería un paso en falso

~ Cómo diría los Fenomenal Carroza… nada, nada, no veo un carajo… hay que saltar, hay que saltar… el po … zo ciego* ~ Así que se mantenía totalmente quieta, apenas respirando, mientras tarareaba la canción en su cabeza.

No debía quedarse ahí. En cualquier momento, la Sombra Falsa se movería y ella no la vería llegar ~ si se te viene encima un Yeti no lo verías llegar, admítelo ~ su propio pensamiento no le dio mucha tranquilidad, aunque supo descartarlo con la estratégica ventaja que sí lo oiría venir.

Pasó un par de angustiosos segundos en los que esperaba que su visión se acostumbrara a la oscuridad, sin mucho éxito. Echar la mano hacia atrás, era arriesgarse a un saludo formal de parte de la Sombra Falsa, lo mismo que al frente, lo mismo que al lado. Con cuidado, y prácticamente sin hacer ruido alguno, sacó uno de sus kuani, confiando en que los simboles de consagración sirvieran para darle un poco de luz. No por sí mismo, obviamente no, sino en respuesta a la presencia de la Sombra Falsa.

Y ahí estaba. Ese tenue resplandor azulado que solía causar tanto daño y dolor en seres “malignos”, mostrándole un poco del mundo a su alrededor. Y no era mucho mundo que digamos.  Si bien no le dejaba ver sino a un palmo de distancia, ya era algo.

A su espalda, la pared fría, de piedra pulcramente tallada, una sola pieza que se extendía más allá de ese palmo hacia la densa oscuridad. No, ahí no estaba la Sombra Falsa. Su brújula le señaló que estaba justo a un paso de ella, hacia la derecha, así que dio un precavido paso hacia la izquierda dejándole su espacio para recuperar el propio. Lo bueno, se sentía un poco más a salvo. Lo malo, el brillo de los símbolos de consagración se hacía aun más débiles.

Las suaves curvas de cada tribal sagrado iba perdiendo luminosidad y con ello su opción de ver. Sin embargo, algo captó poderosamente su atención antes que dejara de ser un punto en medio de la negregura. Frente a ella, no había más camino, ni pared, ni puertas, ni monstruos, ni nada. Sólo un gran abismo que no parecía tener fin y si acaso lo tenía, así solo fuera un escalón, no lograba verlo.

Dio otro paso a la izquierda y sintió la presión contra su hombro de la piedra. Se acababa el camino disponible. Ahora qué? Alargó el kunai cuanto pudo y divisó como la pared se extendía hacia el frente. Bien, al menos ya tenía por dónde ir, pero se toó con algo.

El algo metálico, ovalado con una protuberancia puntiaguda le hizo saltar el corazón. Se puso en guardias esperando a uno de los Guardias Culones, sin embargo nada ocurrió. Volvió a palparlo. Estaba frío, no parecía un porta antorchas ~ si se me hubiera ocurrido traer antorchas…. ~ . Hizo un poco de presión y por un momento se quedó ciega

Incluso en el pasillo por el que iba Firavandrei, muy alerta buscando trampas y demás, una serie de pequeños cristales azulados, como los faroles exteriores, se encendieron por la parte superior del pasaje, a una distancia prudencial entre unos y otros, dando a los corredores un aspecto fantasmagórico que resultaba aun más aterrador que su previa oscuridad. Los cristales llegaban hasta ese pasillo en el que estaba, de tal forma que no iluminaban el previo.

Uno de esos cristales, estaba muy cerca al ingenioso interruptor que enviaba un haz de magia a través de un conducto que alimentaba a los cristales, y fue eso lo que cegó a Dulfary por un momento.  

fdI: *extracto de una canción de los Fabulosos Cadilacs
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Mensaje por Firavandrei 03/12/14, 03:28 pm

El pasillo, sumido en sombras, se extendía unos treinta metros por delante de ella, y se bifurcaba a la izquierda hacia la mitad (O hacia la derecha, visto desde la perspectiva de alguien que viniese por el otro lado).

El medallón comenzó a vibrar con fuerza incluso antes de que sus ojos, afectados por la poción, tuviesen ocasión de escudriñar el pasillo. Al igual que en la sección anterior, unos cristales cuya función le era desconocida adornaban las paredes. La gran diferencia con la sección anterior eran la miríada de pequeñas esferas que flotaban erráticamente por el aire, emitiendo de vez en cuando un leve zumbido mágico.

Firavandrei se quedó quieta durante unos instantes, contemplando la oscuridad con prudencia, dividiendo su atención entre el movimiento de las esferas y la consistencia de las sombras. El movimiento no delató a ninguna de aquellas Sombras Falsas, pero eso no significaba que no estuvieran allí. Se permitió, no obstante, soltar el cuchillo y volver a enfundarlo. Las esferas eran más preocupantes.

En un principio, resultaba completamente imposible saber cuál era su efecto. No eran trampas estáticas, sino que se revolvían en el aire, girando en base a patrones que al principio eran invisibles. Unas giraban describiendo círculos en el sentido de las agujas del reloj y otras en el inverso, otras dibujaban complejas figuras y otras se revolvían dibujando ochos y espirales de distintos tipos. Las esferas nunca se tocaban entre sí, y se movían con rapidez, de forma que era prácticamente imposible atravesar el pasillo sin tocar al menos una.

Pensó en echar a correr hacia el otro lado y confiar en la suerte, pero la idea no le gustaba. Podía ser que, corriendo, pudiese esquivarlas todas, pero tendría que estudiar el patrón más detenidamente en busca del momento oportuno. Más le preocupaba no saber qué hacían las esferas. No emitían energía, no parecían disparar nada y no creaban una barrera, de modo que parecía lógico que la idea era que un intruso las tocase. Y entonces, ¿Qué? ¿Serían mortíferas? ¿Dispararían una alarma? No se atrevía a sacar una de su órbita.

Nunca había encontrado una trampa así. Era realmente ingeniosa, y no creía poder desactivarla de ningún modo, lo cual le hacía admirar un poco la paciencia del hechicero, que sin duda debía haber estado meses animando aquellos objetos individualmente y diseñando aquel patrón. Ahora no le cabía la menor duda de que estaba cerca de su destino. Se echó atrás, y respiró fuerte. Solo tenía que observar y -

Y de repente un fogonazo hizo encenderse los cristales al unísono, haciéndole dar un respingo y taparse la cara con el brazo. Si Dulfary quedó cegada unos instantes, la medio elfa, con los ojos afectados por la poción, tuvo que cerrarlos inmediatamente mientras sus pupilas se acostumbraban a la iluminación, para no quedarse ciega.
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Mensaje por Dulfary 09/12/14, 05:04 pm

El pasillo había dejado de ser oscuro, de ser una boca de lobo en la que no sabía dónde estaba pisando y si en algún momento daría con la úvula.
A su vista le tardó un par de segundos adaptarse a la nueva luz. Azulada como la externa, hacia ver el pasillo casi irreal y le hacía sentir casi como un fantasma. Sin poderlo evitar, trató de levitar y moverse como tal. Sonrió para sí misma, festejándose la ocurrencia, pero todo hacía parte del su proceso de quemar tiempo para adaptarse a la luz y dejar de ver ese punto azul brillante aun cuando cerraba los ojos.

Tampoco le dedicó demasiado tiempo a eso, parte de su levitar era el seguirse moviendo al interior del pasaje secreto buscando algo así como una puerta que la llevara hasta la flor que venía a recuperar.

Caminaba con cuidado, más cuidando el sigilo que previendo trampas como tal. Esa idea, tan básica y obvia dentro de una torre como esta, no se había cruzado a ese nivel por su cabeza. Quiso la suerte, el destino o el estar en el lugar esquivado en el momento indicado, que no encendiera alguna, que sus pies se apoyaran a solo milímetros de la imperceptible platina que activaba la descarga de electricidad sin llegar a tocarla; o que creyera estar haciendo más ruido del que debía y se detuviera por un instante antes acercarse demasiado a la cuerda de nylon que liberaba una docena de Sombras Falsas en simultaneo y al retomar su camino la pasara sin hacerla vibrar lo más mínimo; y ni qué hablar del pasillo que simplemente no vio por estar camuflado perceptualmente desde el ángulo en que ella lo veía y en cuya boca había una red de monofilamento tal afilado que bien podría cortar en cubos uniformes a alguien que intentara pasar a través de ella con demasiada prisa.

Pero el destino, de Firavandrei, no impidió que diera con una de las esferas flotantes que describían esos circuitos aparentemente caóticos (Dulfary no se tomó el trabajo de estudiarla demasiado) y que la guiaba en dirección al pasillo en el que la mercenaria estaba. No tocó la esfera, solo le pareció muy curiosa y aún más curioso lo que hacía de flotar. Pasó su lado sin tocarla siquiera, sin acercarse ni un poco a ella y se ubicó mejor antes de adentrarse en este nuevo pasillo.

No llegó por su espalda, llegó por el frente, a lo lejos del punto en que estaba Firavandrei, más allá de la maraña de esferas flotantes, donde estas empezaban a reducir su cantidad, el corredor se volvía a bifurcar, lo que le dejaba a Dulfary una esquina por la cual asomarse y observar.

Y llevarse el susto de vida cuando vio la figura humanoide.

En un primer momento creyó que se trataba de uno de los Guardias Culones y poco le faltó para salir corriendo lejos de él y buscar otra vía. Sin embargo, recostada contra el muro que la resguardaba, en cierta forma dándole la espalda a Firavandrei, alcanzó a analizar lo que había visto. Le faltaba… volumen para ser un guardia metálico, así que no, no era uno de ellos.

De hecho, había visto la figura de forma muy rápida y no había distinguido bien de qué se trataba. La recordaba oscura, negra, una Sombra Falsa tal vez. Pero las sombras falsas no se veían así, sino que permanecían agazapadas. Tal vez fuera el archimago, nigromante malo de la montaña.

Sólo había una forma de salir de la duda y esta era asomarse de nuevo. Así que giró sobre sí misma de tal forma que se recostó de frente contra la pared, muy pegada a esta mientras intentaba moverse de a poco para asomar solo un ojo, lo mínimo de ella para hacer un segundo reconocimiento de la situación.

Pero vio movimiento, de las esferas muy seguramente, y reculó. Así, hizo un segundo intento, asomó un ojo y al ver la nube de esferas, resolvió que tendría que asomar el segundo para ver mejor y clavó sus ojos rojos y toda su atención en la figura al otro lado, lista para ocultarse de nuevo en cuanto creyera que había sido vista.
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Mensaje por Firavandrei 09/12/14, 10:22 pm

Dilema.

No se atrevía a avanzar, pero no podía quedarse donde estaba. El repentino fogonazo de luz de los cristales la había desorientado y hecho perder el ritmo, de modo que lo único que podía hacer con respecto a lo primero era lanzarse a ciegas hacia adelante y descubrir, a las malas, qué hacían las esferas. Y en lo que respectaba a lo segundo, parecía obvio que no estaba sola.

Una rápida reflexión fruto del pánico le hizo pensar que solo había dos posibilidades: que quien hubiese "encendido la luz" estuviese en el pasillo por el que había venido ella, o en el opuesto. Si era lo primero, estaba jodida; PERO...

... habría escuchado el crujido de los cristales que había dejado atrás. Por lo cual, haciendo caso de un instinto que acabas por desarrollar cuando parte de tu trabajo consiste en estar en sitios donde no es bueno para tu salud que te pillen, decidió que había alguien al otro lado del pasillo, y que lo más sensato era retroceder y esconderse tras la esquina que había girado unos instantes antes.

Con los ojos llorosos a causa del fogonazo, que tal vez no había sido tan fuerte, pero que había sobrecargado sus ojos hipersensibilizados por la poción, se valió de las manos para guiarse por la pared hasta alcanzar su nuevo escondite. Quiso la suerte, o el destino, que posase la palma de la mano izquierda en un punto muy particular de la pared; aunque no se dio cuenta de ello inmediatamente, a resultas del feliz accidente las feroces esferas se detuvieron en primer lugar, luego se pegaron a la pared que tenían más cerca, formando un pasillo, y por último dejaron de zumbar. En aquellos momentos, el sonido no hacía una gran diferencia, pero la carencia de él devolvió al pasillo el silencio sepulcral en el que se había sumido unos instantes antes.

El regreso del silencio captó de inmediato la atención de la medio elfa, y provocó que se quedase completamente quieta en su nuevo escondite, completamente ajena al hecho de que la trampa se había desactivado por su propia acción y no la de la hipotética y anónima persona al otro lado del pasillo. En su cabeza, aquello fue una demostración de que estaba en lo cierto. A pesar de que no oía a nadie.

No había tiempo que perder, por tanto. Al igual que Dulfary, pero sin saberlo, la medio elfa se volvió de cara a la pared y asomó la mitad de la cara a través de la esquina. La luz ya no le hacía daño en los ojos, pero todavía veía una mancha blanca en el centro de su campo visual, a pesar de lo cual pudo constatar que las esferas ahora estaban quietas. Aunque creyese ver movimiento al otro lado del pasillo, no podía estar segura. Se le ocurrió una idea.

Se echó la mano a la espalda, por encima de la chaqueta, y extrajo muy silenciosamente la pequeña ballesta de mano, aún cargada con la flecha de carrete que había usado antes. Contó hasta tres en silencio, después de lo cual salió de su escondrijo y disparó decididamente contra la pared al final del pasillo, rompiendo el silencio con el chasquido de la cuerda y el silbido de la flecha surcando el aire. Arrancó un puñado de chispas de la pared, rebotando en las losas de piedra sin tener suficiente fuerza para clavarse. Para cuando cayó al suelo,

Firavandrei ya estaba pegando la espalda a la pared del pasillo que se abría a la izquierda, tirando bruscamente de la cuerda para volver a tener la flecha en la mano.
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Mensaje por Dulfary 10/12/14, 10:30 pm

Por la vida de Dulfary habían desfilado muchos maestros, con diferentes nieles de severidad, de lo cuales, todos, habían tirado la toalla con ella por uno u otro detalle. En su mayoría, trataban de ocultar en sus vidas el haber pasado por sus manos, a pesar del gran honor y renombre quepo dría significar el ser sensei de la hija del líder del Clan. De alguna forma, todos sentían que habían fallado al invertir su tiempo y esfuerzo en alguien que se negaba a aprender.

Sin embargo, no tendrían por qué darse por defraudados en un 100%, la decepción solo debería llegar hasta un 95% y la prueba de ello estuvo en que, algo, algo de todo el tiempo invertido había dejado en el fondo de ella ese instinto que logró avisarle que la sombra volvería de la esquina en la que se había ocultado y se retiró antes que sus ojos se encontraran desde ambos extremos del corredor.

Contuvo la respiración por un momento, completamente pegada a la pared, la loza fría contra su frente y de pronto, todo fue silencio.

Abrió los ojos sorprendida y el aire contenido en sus pulmones empezó a quemarle. Había silencio. En realidad no era silencio, era mas silencio. El corazón latió con más lo que hizo que los pulmones ardieran más. Tenía que dejar salir el aire, pero con ese silencio estaba segura que se delataría, si es que no lo había hecho ya.

Despacio, muy despacio, uniendo los labios casi para silbar para reducirle el ruido, fue dejando salir el aire y al recuperarlo lo hizo por la nariz. Dio un paso alejándose de la esquina y solo entonces se dio cuenta por qué el silencio era mayor. La esfera que había visto flotando, ahora estaba quieta, contra la pared contraria, a la espera de… ¿activarse tal vez?

Entonces era eso. La nube de esferas se había quedado quieta.

Era hora de volver a mirar, de establecer como estaba su posición real de… de quedarse quieta.

Lo único que impidió que diera un respingo que acompañara ese paso atrás que dio antes de asomarse nuevamente, fue ese sutilísimo cambio en el viento cuando la cuerda de la ballesta de mano fue liberada para disparar la flecha en su dirección. No fue el sonido, fue el viento, casi imperceptible, pero tan escaso entre los pasillos secretos que para Dulfary no pasó desapercibido, si bien no logró identificar en un primer momento a qué se debía.

Lo siguiente fue el golpe contra la pared y la evidente flecha. Se quedó quieta muy quieta, de nuevo sin respirar, mientras la flecha retrocedía, lo que le dijo a Dulfary que debía tener alguna tipo de hilo como el que ella unía a sus kunai.

¿Era una advertencia o solo estaba tratando de verificar su presencia? Era muy difícil saberlo, al menos para la niña y su poca experiencia en ese tipo de situación (por no hablar de todas las demás)

Así que solo le quedaba una alternativa. Esperar. Acercarse hasta el borde y esperar al siguiente movimiento de la figura oscura.
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Mensaje por Firavandrei 11/12/14, 01:05 am

La flecha se retorció en el aire, impulsada hacia el lado equivocado de su naturaleza, y aterrizó sin ceremonia en la mano de la medio elfa, que con movimientos diestros y entrenados tuvo la ballesta lista para disparar de nuevo en menos de tres segundos. Y su inteción, desde luego, era disparar de nuevo.

A un observador externo que conociese la historia de ambas mujeres le resultaría divertido tener en cuenta que el trasfondo de Firavandrei era prácticamente el opuesto. La mestiza había tenido pocos maestros en su vida, pero se había asegurado de sacar el mayor partido posible de la tutela de cada uno de ellos. Un maestro no puede enseñar cosas como el talento, pero puede entrenar los instintos y perfeccionar las habilidades.

Una de las cosas que la medio elfa había aprendido era a hacer uso de circunstancias como la sorpresa. La lógica detrás de sus acciones (el primer disparo, y ahora el segundo) era simple: Alguien que viniese por el otro lado del pasillo no tenía por qué esperar una amenaza. Disparando una vez, se aseguraba de que la (o las) persona (s) se lo pensasen dos veces antes de cargar a ciegas al pasillo, so pena de recibir un incómodo flechazo. Disparando dos veces en un espacio de tiempo corto, se aseguraba de que dichas personas se planteasen la posibilidad de que hubiese más de un ballestero al otro lado de la esquina, lo que le daría tiempo para actuar mientras ultimaban las precauciones.

El segundo disparo fue más bajo y más a la derecha que el primero, impactando cerca de la esquina tras la que (sin que ella lo supiera) se escondía Dulfary. Volvió a tirar de la flecha tan pronto como el chispazo y el sonido de metal contra piedra, que era lo único que necesitaba, se dejaron ver y escuchar respectivamente. Esta vez no recargó la ballesta; en su lugar, usó toda su atención para recorrer la corta distancia que separaba el pasillo en el que se encontraba ahora, inexplorado y potencialmente peligroso, de una puerta de metal con remaches que alguien había dejado entreabierta.

Correr es peligroso cuando temes la posibilidad de que haya trampas, pero en este caso el riesgo era mínimo. La trampa principal de la estancia parecian ser las esferas. Seguía sin saber qué hacían, pero el dueño de la casa parecía confiar en que la combinación del secretismo de aquellos pasillos y la ingeniosa trampa mágica hacían imposible que un intruso se abriese paso hasta la siguiente estancia. Hasta el punto de olvidarse de cerrar la puerta, pensó Firavandrei un instante, y al siguiente se recriminó el pensamiento, recordándose un pensamiento anterior: Mago. Metódico. Una persona que necesita hacer cien mil y un rituales para cada conjuro no olvida algo por casualidad.

Decidió cambiar de estrategia en el último segundo, y muy afortunadamente; cuando, en lugar de abrir la puerta, decidió darle una somera patada (que anunciaba a los cuatro vientos lo que estaba haciendo, pero ya daba igual, pues se había anunciado disparando), un leve cosquilleo a través de la suela de goma de sus botas le dijo que había hecho lo correcto no tocándola con la mano. Por instinto, saltó hacia atrás nada más dar la patada, y de nuevo acertó de pleno.

Una fiesta de trampas se dispararon en secuencia en el corredor, en la puerta y en la estancia que guardaba: Cuchillas, dardos, ácido, dos pequeños tubos que escupían fuego y una descarga eléctrica a través del metal de la puerta. El sonido de disparadores, chisporroteos, salpicaduras y metales surcando el aire a gran velocidad llenó la estancia durante varios segundos.

Una vez que se hizo el silencio, la medio elfa, algo aturdida y extremadamente asustada, se levantó del suelo (al que se había arrojado en su intento de esquivar los dardos). Se tomó una fracción de segundo para constatar que seguía viva y conservaba dos brazos y dos piernas, tras lo cual consideró dos hechos: Uno, que su medallón no vibraba, lo que interpretó como una señal de que las trampas serían mecánicas y no volverían a dispararse, salvo que fueran recargadas. Y dos, que por lo que a ella respectaba, seguía habiendo alguien en el pasillo. Alguien, además, que era imposible que no hubiese escuchado la patada y los disparadores, por lo que sabía que ya no corría riesgo de ser disparado.

La conclusión, inmediata: Corrió como un gamo y se adentró en la sala tras la puerta metálica, y la cerró tras de sí con fuerza. De una patada, por supuesto, no fuera a ser que se le disparase algo de nuevo.
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Mensaje por Dulfary 11/12/14, 01:33 am

Había visto solo una figura desdibujada entre la nube de esferas. No dos, ni tres, solo una, esbelta para ser un Guardián Metálico y sin pico o garras para ser una Sombra Falsa. Eso quería decir, que se trataba de alguien muy rápido, para lograr disparar una segunda saeta en tan poco tiempo, más cuando parecía ser la misma.

Por la posición en que impactó la esquina, había cambiado de sitio dentro del pasillo y aun quedaba pensar si estaba en este como tal o si había entrado en el intermedio. Era difícil aventurar pero los pasos alejándose, ligeros, precisos, difíciles de identificar si el zumbido de las esferas continuara, la ayudó a tomar la decisión de volverse a asomar.

Obviamente, no había nadie.

Sacó del todo la cabeza y vio las esferas perfecta y cómodamente alineadas. Era un espectáculo perturbador. Fuera quien fuera, era bueno, muy bueno, había desactivado esa trampa, hiciera lo que sea que debiera hacer; y sin lugar a dudas no era miembro de la seguridad del lugar, o habría ido a por ella en lugar de lanzar advertencias o estaría en el pasillo esperando su siguiente movimiento o…

Sus pasos, que había estado avanzando por el pasillo entre las esferas, se detuvieron de pronto con el estruendo del metal al ser golpeado, más todo el ruido que vino luego, tintineos, el olor a ozono, el leve calor. Se sobrecogió un poco, asustada por el repentino escándalo, sacó uno de sus cuchillos – otro – poniéndose en guardia, aunque nada pasó en ese primer momento.

~  Se mató! Se comió la trampa que me habría comido yo y se mató!! ~ pensó alarmada y se apresuró a llegar al nuevo pasillo sin precaución alguna.

Cuando vio el bulto en el suelo, su primer impulso fue acudir en su ayuda, socorrerle en las graves heridas que sin duda tendría, sin embargo en cuanto le vio moverse, empezar a levantarse, regresó dos pasos, de espaldas, lista a ocultarse de nuevo y ganar tiempo para defenderse, pero la muchacha ~ Sí!! Es una mujer... o un hombre muy femenino en sus formas ~ Suspect  ni siquiera se volvió hacia ella, sino que corrió nuevamente contra la puerta.

~ Esta es de las mías y no me refiero al Clan ~ descubrió, con perplejidad, como era que muy seguramente la percibían los demás y a sus acciones arriesgadas e impulsivas.

Una vez más Dulfary se preocupó por ella, mientras en su mente algo hacía un extraño click, ese mismo algo que le decía que la detuviera antes que se hiciera daño, que la impelía a protegerla, un algo en la forma en que corría que movió cosas en ella, algo más allá de su buen corazón, un recuerdo etéreo.

Sin embargo, siempre sin embargo, no tuvo tiempo de procesarlo muy bien pues ésta cerró la puerta tras de sí y la dejó sola en el pasillo mucho antes que le diera alcance. Así que dejó de correr, el último trayecto hasta la puerta lo hizo con más cautela, siendo más notorio el calor de la trampa de fuego.

Palpó la puerta con cuidado, con la mano extendida. La había cerrado, la había dejado por fuera y ahí podría estar la flor que había ido a recuperar. Si había hecho todas esas cosas en el último momento, solo podía ser que era consciente que la niña (con apariencia de adulto) estaba allí, pisándole los talones. Lo que sin duda no debía saber, era que también venía de afuera.  

Una sonrisa traviesa, de niñita malvadosa y terrible pero que en su cara de adulta se veía como una de picardía y “sana” conspiración afloró en sus labios y se pegó mucho a la puerta

- Sée que estáqs ahiiiiii – susurró en la puerta, casi cantando,  no tan alto que la escucharan en todos los pasillos, pero sí lo suficientemente alto como para ser oída detrás de la puerta – lo sé… lo sé… - canturreó, con voz hasta melodiosa, una burla cruel si acaso ella hiciera parte del personal de la Torre del Mago Malo Nigromante de la MontañTorre - ábreme la puertaaaa – siguió cantando, pero de inmediato su tono cambió a uno más mas serio, más amenazante o lo que esperaba ella fuera intimidante, dejando el canto  - o te convertiré en sapo – aunque de hecho, sonó un poco más sombrío de lo que le habría gustado.
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Mensaje por Firavandrei 11/12/14, 08:57 pm

Se quedó quieta.

La habitación en la que se encontraba ahora era rectangular, no tan grande como otras que había visto en la torre, pero varias veces más ancha que el pasillo, con el que compartía la piedra gris de sus paredes sin ventanas. La única iluminación provenía de las velas que ardían con un suave fuego verde en los brazos de sendos candelabros de lo que parecía plata, frente a ella, a ambos lados de un estaribel sobre el que había una vitrina.

Como había imaginado, la estancia parecía un almacén. Además de la vitrina frente a ella, en cada esquina había una plataforma sobre la que se había montado una armadura completa con sus armas correspondientes. No pudo evitar fijarse en que cada una de las armaduras era diferente, y llevaba un arma distinta. En el espacio de muro entre unas y otras armaduras, distintos muebles polvorientos parecían contener objetos valiosos, pero lo que llamó su atención enseguida fue lo que parecía una caja fuerte. Estaba directamente frente a ella, al otro lado de la vitrina; un armario alto, más alto que la propia medio elfa, con signos evidentes de disparadores de trampas ocultos en el intrincado grabado dorado que cubría su material. A diferencia del resto de los muebles de la casa, era de un metal oscuro y mate. Si tenía que elegir un sitio por el que empezar, y quizás un único mueble que examinar, ese era el que buscaba.

Se colgó la ballesta, ahora recargada, de la espalda, y comprobó rápidamente el suelo y las paredes en busca de trampas evidentes. Al no descubrir ninguna, dio unos cuantos pasos en dirección a la vitrina, tanteando el suelo. Cuando iba a examinarla, escuchó una voz, y se volvió bruscamente, con la mano en la empuñadura del cuchillo, asustada.

Por fortuna, estaba al otro lado de la puerta.

Quizá en otras circunstancias se hubiera parado a examinar las connotaciones de la voz que canturreaba, pero no tenía la intención de hacerlo en aquellos momentos. El tono burlón fue rápidamente confundido por uno que, efectivamente, emplearía un sicario (Una sicaria, en este caso) del hechicero. Dado que había escuchado hablar de la tal Lady Anna, imaginó que se trataría de ella. No era la voz que habría asociado a su imagen mental de la maga. Incluso, dijo su mente, jugándole una mala pasada, se parece a la de--

No había tiempo para reminiscencias. Ignorando la voz, se volvió sobre sí misma en un movimiento ágil, y se acercó al armario-caja-fuerte, ignorando la vitrina y sus contenidos. Sabía perfectamente que estaba atrapada, que solo había una forma de salir de ese cuarto y era por donde había entrado, pero ya se le ocurriría algo. En su cabeza, la habían descubierto. No sabía cómo, pero a resultas de ello, quien estaba fuera era Lady Anna, dispuesta a llevarse lo que sabía muy bien que estaba buscando. Así que hiciese lo que hiciese, la prioridad era asegurar el objeto. Sobre cómo escapar, pelear o morir no podía hacer gran cosa por el momento.

Se inclinó sobre la cerradura de la caja fuerte, y chasqueó los labios de inmediato. Mierda, pensó. Una de estas cosas.

En idioma ladrón, eso significaba que iba a tardar más de lo que le gustaría.
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Mensaje por Dulfary 11/12/14, 09:50 pm

Silencio

Silencio al otro lado de la puerta.

Su amenaza no había sido tomada en serio. Es que acaso los archimagos no convertían a la gente en sapo cuando los sorprendía husmeando en sus casas?

En cierta forma se había sentido desilusionada, frustrada que no generara ningún tipo de reacción, solo el silencio. Por otro lado, no creía que hubiese sido suficiente convincente al intimidar y que por tanto el silencio se debiera a que estuviera paralizada de miedo.

Y ahora qué?

Esperar a que sacara la flor, enfrentarla en la puert en compañía del grupo de seguridad del mago y luego irse con la flor? Suspiró, ojala todo fuera tan sencillo como un pensamiento así de optimista.

Cabía la posibilidad que la habitación tuviera otra salida y la perdiera, de nuevo.

Apoyó con más fuerza la mano en la puerta. Por supuesto, esta no cedió sino que se quedó ene mismo lugar. Tomó la manija para… no estaba segura de para qué, era obvio que estaría asegurada y… no. Estaba sin llave

Rápidamente contempló sus alternativas.

Plan A: Abrir la puerta, con fuerza tal que no tuviera tiempo a impedírselo y colarse en la habitación y luego vería que podía hacer o no.

Plan B: Tirar lentamente de la manija y empujar la puerta en un movimiento rápido que la deje atontada y poder establecer una charla

Plan C: Ser realista y darse cuenta que…. No estaba siguiendo ningún plan en lo absoluto, que estaba abriendo la puerta muy lentamente, con total suavidad y apenas lo suficiente para colar una pierna (y con eso trabarla en caso que tratara de cerrarla) y luego el resto del cuerpo porque no había encontrado ningún tipo de resistencia uncial a su intento por ingresar.

No estaba en la puerta, estaba más lejos.

Escurrió el cuerpo por el pequeño espacio que tenía y dejó ala puerta entre abierta por temor a hacer mas ruido del que debía ya que la mujer, le estaba dando la espalda, interesada en algo más adelante.

Sus ojos, de inmediato se fueron hacia las dos armaduras y la perturbadora posibilidad que sirvieran como otra frente de seguridad en el lugar. Al menos antes e volver a posarse en la espalda de la muchacha.

Ladeó la cabeza. En verdad no la había sentido entrar? Sería extraño que no. Había algo en ella, algo que la impelía a moverse, a acercar sus pasos totalmente sigilosos, tan silenciosa como una sombra más en la habitación, en su dirección.

Su curiosidad, la estaba consumiendo, ese calor extraño que sentía en su interior que le aceleraba el corazón con cada grupo de centímetros que reducía de distancia. Las diferentes señales que había visto en el transcurso del día empezaban a tomar sentido para ella… tanto como sentido, no, pero empezaban a acumularse en su cabeza, como una pequeña advertencia a que tenía que darse cuenta de algo.

La forma en que estaba acuclillada. Levantó la mano, con la palma hacia arriba, a la expectativa que cayera qué . Sin una respuesta a eso bajó la mano y optó por ver qué era lo que tanto hacía.
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