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Delin
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Delin
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- Durante su estancia en Cascadas: Cuando el saber esta de mas
- Durante su estancia en Cascadas: Nueva etapa
- Una vez en Jaspia: Esperando una nueva vida
- Secretos revelados
- El enfrantamiento con sus jefes brujos: Mensaje 2 de este tema
- Inmediatamente despues: El fin y el principio
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Última edición por Delin el 31/03/16, 07:38 pm, editado 1 vez
Delin- Cantidad de envíos : 622
El enfrantamiento con sus jefes brujos
Había una tormenta de mil demonios esa noche, una tormenta de verano, pero igualmente violenta, tan violenta como los sentimientos que se agitaban dentro del corazón del brujo. Hacía varios días que presentía su llegada, la había temido desde el momento que los traicionó, pero presentirla, sentirla tan cerca que casi podía olerlos… eso ocurrió tan solo unos días atrás.
Sin darse cuenta, todo lo que la selkie le había hecho avanzar en dirección a la felicidad, lo había perdido y había vuelto a ser más huraño, más seco, más… como era al principio, un muro contra el que chocabas, impermeable a lo que caía sobre él, duera esto bueno a malo, incluso a la pequeña Álainn la estaba dejando atrás.
Muireall, haciendo gala de su don y sus cualidades no le había dicho nada, quizá ella también presentía algo, o pensaba que era algo temporal y pasaría en unos días, pero no pasaría, quizá nunca más pasara nada en su vida, quizá había llegado el final, porque esa tarde, a última hora, justo antes de marchar a casa a encontrarse con Muireall y su hija, los había visto desembarcar en un puerto, en cuanto se dio cuenta de quienes eran corrió a casa a recoger sus elixires y sus armas para marcharse, cuanto más lejos mejor.
No quería poner en riesgo a la selkie y su bebe. Si las pasara algo por su culpa jamás se lo perdonaría, tenía muchas más víctimas a su espalda y muchas acciones que no tenían perdón pero ellas no… por algún motivo sabía que si algo las pasaba sería el fin, quizá por que moriría, pero seguramente porque era su ancla en la cordura, su guía hacia todos los sentimientos buenos, y perderlas sería el camino a la locura o una vuelta a sus inicios… Nunca podría dejar de ser quien era, no iba a ser nunca ni el más locuaz, ni el más gracioso, ni siquiera el más cariñoso, pero había empezado a creer que podía ser un poco feliz y que eso no era tan malo.
Con el escándalo que armó al entrar a la casa apresuradamente y empapado por la lluvia para coger sus cosas y marcharsem debió despertar al bebé y esta a su madre, aunque el brujo no había sido consciente de sus lloros y casi atropella a la selkie cuando salía de la casa de nuevo apresuradamente. La aparto a un lado algo bruscamente.
- Me voy. Si no vuelvo en unos días coge todo y márchate de aquí sin mirar atrás.
Cerró la puerta y corrió tan rápido como pudo, lo que era bastante dadas sus modificaciones genéticas podía correr más rápido que cualquier humano normal.
A pesar de que llegó a confiar que nunca lo encontrarían, había preparado todo y estudiado cada detalle. Era su única posibilidad (una efímera, pero una al fin y al cabo) de sobrevivir en caso de que llegaran, cuando llegaran… nunca debió bajar la guardia, ni permitirse sentir nada, quizá, tal como le habían contado durante sus años en la academia sentir, y especialmente sentir felicidad, amor o similar, te hacía débil y perdías tu poder. Si era cierto estaba perdido.
Se acercó a la cala donde había revelado sus secretos a la selkie. Allí había dejado una barca con remos. El único lugar donde quería enfrentarse a ellos era en la isla de Ur Shalasti, peligroso para el humano medio, no tanto para alguien entrenado y, decididamente un paraíso en comparación con la academia.
Negarse a usar magia para que no lo rastrearan ya no tenía ningún sentido puesto que le habían encontrado igualmente y necesitaba guardar todas las fuerzas, tomó un elixir que le daría más resistencia y conjuró un hechizo sobre los remos para que estos ayudaran en la tarea de remar. Esto sería suficiente para acortar el viaje a la mitad y llegar casi fresco a la isla.
Una vez allí se encaminó a uno de los pequeños volcanes que existían en la isla y se preparo para realizar un conjuro poderoso que hiciera que el volcán entrara en erupción justo cuando él lo deseara. Le llevaría un par de horas y tiempo no le sobraba pero era su mejor baza, ellos eran 3 y el solo uno, esperaba que el balance quedara en un 2 contra uno si conseguía cogerles por sorpresa.
Tras dos horas de bailes extraños y movimientos de manos complicados, algunos tan enrevesados que parecería que se hubiera roto uno o dos dedos, se alejó de allí. Era momento de ir de caza, si tenía suerte podría capturar a una de las criaturas que habitaban en la isla y, si todo iba bien, entretener a uno de los dos que quedaran en pie. Preparó una jaula con piedras y magia, no le llevó más de media hora encontrar acorralar y encerrar en la jaula a la criatura.
Ya solo quedaba esperar, repasó mentalmente su plan, preparó los elixires que iba a necesitar y se sentó a descansar y tomar un refrigerio, quizá su última comida, la comida de un condenado.
Tan solo dos horas después de haberse sentado, noto su presencia, en poco más de 20 minutos estaría allí, tomo los elixires, preparó un par de escudos con su mágica y se puso de pie. Con su espada en una mano cerró los ojos un instante, un último pensamiento para Muireall y Álainn y después desterró de su mente cualquier distracción.
- Maestros
Hacía mucho que habían dejado de serlo, pero las viejas costumbres son difíciles de quitar, y más tras un entrenamiento como el suyo.
Notaba la magia vibrar en el ambiente, y veía a las claras los efectos de varios elixires sobre ellos, además de algunos escudos. Desde su posición solo podía ver a dos de ellos, eso quería decir que el tercero estaba ya preparado para atacar por la espalda.
En breves segundos, sin medía más palabra, su maestro Goban (experto en armas) y su maestro Deken (experto en conjuros), se lanzaron al ataque. Solo faltaba Nikumul, el más odiado por todos los alumnos, el que sometía a los recién llegados a torturas, el que ponía a prueba sus habilidades, el mayor torturador, tenía una imaginación para el mal y el dolor tan grande como su mutado cuerpo.
Goban por su derecha y Deken por su izquierda se abalanzaban sobre él sin media más ni media palabra. Delin no se movió, esperaba el momento adecuado, se concentró en seguir a Goban con su mirada al tiempo que su magia le indicaba la posición de Deken, levantó la espada para parar un mandoble al tiempo que su otra mano soltaba el conjuro del volcán, justo al tiempo que Deken pasaba por encima del mismo. La explosión prácticamente atrapo el cuerpo entero del maestro de conjuros, solo se salvo una pierna, un brazo y parte de su rostro. Era tal la precisión necesaria para desactivar la explosión en la milésima de segundo que tardaba en pasar por encima que apenas podía creer que el alcance hubiera sido tan alto.
Pese a la lava hirviendo sobre su cuerpo, ni un solo quejido, ni un suspiro, no esperaba acabar con él tan fácil, los escudos lo protegieron de gran parte de los daños, pero no de todos, era su momento.
En tan solo tres latidos desde que se pusieran en movimiento, había activado el conjuro, parado un mandoble y lanzado una bola de fuego al rostro de Goban, para girarse en iniciar una ataque contra Deken. Un salto, tan alto y rápido que parecía que hubiera volado hasta el maestro malherido, un conjuro durante el vuelo a su espada y un golpe certero directo a su corazón. Los conjuros no lo protegerían de su espada de plata mágica y su traje había quedado reducido a cenizas gracias a la lava. El primero había caído, pero antes de dejar de respirar lanzo un mandoble que le hizo un corte en un brazo.
Delin se apartó del cuerpo de Deken un segundo demasiado tarde. Nikumul hacía acto de presencia y Goban también había saltado tras él. Un corte en una pierna y una quemadura en su mano zurda, se sumaban a la herida del brazo para hacer balance del primer choque.
No tenía tiempo de pensar en el dolor, ni en la sangre, ni en curarse, bastante bien iba por el momento, aunque lo difícil empezaba ahora, no se dejarían atrapar dos veces por un ataque sorpresa.
Corrió todo lo rápido que pudo, en lo que podría parecer una huida, hacia donde se encontraba la jaula de la criatura. Por el camino (eran apenas dos minutos de carrera), intentaba esquivar mandobles, conjuros y pociones explosivas, mientras intentaba no dar un mal paso, le seguían de cerca, demasiado cerca. Quizá era verdad y sentir te hacía débil… No, desterró esos pensamientos y se concentro en la lucha.
Según paso por encima de la jaula libero a la enfurecida criatura que, tras unas horas encerrada, y sin haber conseguido atrapar su cena (Delin) en su persecución anterior estaba de bastante malas pulgas.
Desgraciadamente su plan en esta ocasión falló, aunque ninguno de sus maestros se libro de un par de bocados y alguna que otra cornada, además de algún cortecito, la pobre criatura duró apenas 5 minutos en manos de sus antiguos maestros.
Mandobles de espadas, bolas de fuego, pequeños rayos, flechas de un arco, zumbidos de las hachas… todo se sucedía a una velocidad vertiginosa, un intercambio sin fin en ese dos contra uno de los 3 brujos que quedaban. La luchas se prolongó durante varios días, el efecto de los elixires mermaba, los escudos caían y tenían que ser reemplazados… el problema para Delin era que era mucho más difícil conjurar escudos puesto que mientras uno de ellos podía echarse atrás unos instantes y conjurarlos mientras el otro atacaba, Delin tenía que pelear mientras lo hacía y eso le daba desventaja como claramente se podía ver en la cantidad de heridas de cada uno de ellos.
Delin sabía que era su fin, en aquellas circunstancias no podría ganar, había confiado en que la bestia entretuviera un rato más a los dos brujos para poder sacar algo de ventaja, pero no había funcionado y estaba en peores condiciones a cada momento. Empezaba a notar la ausencia de los efectos de los elixires, los escudos eran cada vez más débiles por no poderlos conjurar en condiciones y la pérdida de sangre comenzaba a notarla.
La imagen de Muireall y sus ojos que tanto le gustaban, el recuerdo de los pequeños deditos de Álainn jugando con los suyos dio paso a la imagen de ellas dos muertas a manos de aquellos dos. Nunca dejaban cabos sueltos y si le habían encontrado a él, también a la selkie. Una furia abrumadora inundó cada célula de su cuerpo sin saber muy bien por qué. Si iba a morir al menos acabaría con uno de ellos al menos, eso daría más tiempo a la muchacha para huir y esconderse y, tal vez, encontrar ayuda.
Cambió su estrategia, evaluó cual de los dos brujos estaba en peores condiciones y se centro en él. Solo se protegería de ataques vitales de Nikumul hasta que acabara con Goban. Eso le dejaría seguramente sin fuerzas… seguramente moribundo, no era momento de engañarse, pero si con eso le daba más tiempo a la joven para huir moriría en paz. Al menos eso creía.
En un uno contra uno normal. Solo con dos contrincantes desde el comienzo de la batalla, seguramente Delin hubiera salido vencedor, no ileso, puede que muy malherido o moribundo, pero si vencedor, pero tras varios días luchando contra dos de ellos sin descanso, y con varias heridas importantes le costó unas cuantas horas acabar con su maestro Goban.
Solo quedaba uno, pero apenas le quedaban fuerzas para mantenerse en pie, no digamos luchar. Un nuevo paso atrás, una zancada mal dada y fue a dar con sus huesos en el suelo. Estaba todo perdido, ese era el fin… lamentaba no haber tenido más tiempo con la selkie, aprender más de ella y de la pequeña, pero daba gracias por descansar y acallar las voces que tanto lo atormentaban cada día. Por fin pagaría por sus crímenes
Si existía alguna divinidad o alguna fuerza que manejara su destino, no estaba de acuerdo en que aquel fuera su final. Quizá querían burlarse de él y que muriera desangrado y solo, quizá los dioses solo protegían a Muireall y su pequeña, dos almas puras, de aquellos desalmados, o tal vez deseaban que Delin siguiera pagando por sus crímenes en vida, o quizá solo fue casualidad y un poco de suerte. El caso es que uno de aquellos pequeños volcanes sobre el que transcurría ahora la batalla decidió que era su momento de estallar justo cuando Delin caía y el triunfante maestro Nikumul, apoyado sobre el borde del volcán, levantaba su espada para dar el toque de gracia. Sin escudos y sin elixires, con las fuerzas mermadas y varias heridas, el chorro de lava hirviendo fue mortal, aunque debido a su mutado cuerpo aun fue capaz de dar dos paso en dirección a Delin intentando clavar su espada mientras la cenizas de su cuerpo volaban lejos.
Delin abrió los ojos al no sentir el golpe de gracia pero si el temblor del suelo bajo su cuerpo, y no se lo pensó, por una vez agradeció el duro entrenamiento, quedarse en el suelo era quedarse a recibir más golpes, por muy mal que estuvieras siempre podía ser peor de no levantarte. Se puso en pie, y echo a correr en dirección al agua, al mar. Solo miró a tras un segundo para asegurarse que su antiguo maestro caía. No se libro de llevarse alguna quemadura. La lava llovía por la zona con las explosiones y erupciones del pequeño volcán.
Una vez en la playa montó en la barca, conjuró un hechizo que llevara a la barca a su lugar de partida y perdió el conocimiento dirigiendo sus últimos pensamientos a la selkie y su hija. Quizá después de todo, si que iba a ser su final… ¿quién iba a encontrarlo y curarlo? ¿Cómo podía confiar que llegaría a la cala donde contó a la selkie sus secretos?
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