Se busca "Héroe"

Lita contemplaba la villa donde se encontraba desde lo alto de un tejado, aquello era lo mas ridículamente caótico que había visto en su vida: estrechas callejuelas, casas en huecos tan pequeños que casi parecía imposible que hubieran sido construidas, personas que, milagrosamente, era capaces de esquivar a los demás transeúntes cuando, por un casual, se cruzaban en las más estrechas de aquellas calles…

Al llegar a la isla se había sentido ilusionada, parecía un buen lugar donde buscar algún “héroe” (o heroína) que la ayudara a recuperar su cuerpo, la alegría se hizo mayor al descubrir la villa, eso significaba que la isla estaba habitada. Era cierto que se había sentido un poco decepcionada al ver que solo era una pequeña villa en lugar de una ciudad, pero no se dejó desanimar y cruzó flotando la laguna hasta llegar a la otra orilla.

Sin embargo, el caos de calles y callejones, las casas apiñadas sin ningún tipo de orden o lógica y los primeros gritos de algunos habitantes a la vista de un fantasma, la habían vuelto a desanimar. Por eso había subido a las alturas, por eso y para descansar del caos y las miradas, porque no todos habían gritado, solo la habían observado con curiosidad. Necesitaba una forma lógica de plantear la hazaña que tenía por delante, necesitaba encontrar a alguien con quien poder hablar, necesitaba… un amigo,

Suspirando, flotó de nuevo hacia las calles de la villa y empezó a caminar cabizbaja y sin rumbo por entre las casas de Denke.

Mila vagaba por entre las calles de Denke, sola, como siempre... Ya llevaba varios meses viajando sin rumbo. Desde que había llegado a Jasperia había visitado dos islas más, Tinaraith y Rhylia, pero en ninguna de ellas se había sentido "cómoda", la primera era muy....apagada, y ahora lo que menos necesitaba era un paisaje triste, pues así era como ella estaba. La segunda isla le había resultado más interesante, pero tan solo por el hecho de lo difícil que había sido llegar, por un momento había podido olvidar toda su vida pasada para centrarse en el presente, pues estaba viendo la muerte a cada ola que arrastraba al barco hacia los afiladas arrecifes de la inaccesible isla. Sin embargo, una vez dentro, Mila había rechazado por completo la idea de vivir allí, pues la Orden de la Dama no la inspiraba demasiada confianza, y no tardó en marcharse.
No sabía lo que buscaba, no sabía hacia donde iba, pero ese lugar, Denke, le gustaba. Además no podía seguir viajando por mucho más tiempo. Le avergonzaba admitir que desde que se había quedado sin apenas dinero un mes atrás había tenido que alimentarse o bien de lo que malamente podía pescar o bien de las pequeñas piezas de comida que pudiera robar en huertas o mercados...
Durante sus meses viajando, Mila no había conocido a nadie, pero eso era culpa suya. Muchas veces se le había acercado gente para hablar un rato o simplemente para preguntar si le apetecia jugar un rato a las cartas, pero ella, amablemente, había rechazado todas las propuestas. Llevaba demasiado tiempo sin hablar con nadie, y lo menos que quería era meter la pata, enfadar a alguien, y con ello aumentar la gran posibilidad de utilizar la habilidad que ella con tantas ganas trataba de evitar.
Pero bueno, Denke parecía un lugar activo por el día, repleto de gente entre la cual poder pasar desapercibida, y tranquilo por las noches, ya que todo el mundo se refugiaba en sus casas por miedo a unas criaturas de las que todavía no sabía nombre ni apariencia.

Mientras paseaba por las desordenadas calles de ese lugar iba buscando una posada en la que poder pasar unas noches, pues no era muy recomendable dormir al aire libre con esas criaturas sueltas...
Era una ciudad acogedora, al menos para ella, en ese momento sintió que no le importaría conocer a alguien, se sentía muy sola, pero no quería dañar a nadie. Ese pensamiento la hizo estremecer y se pregunto si habría alguien en aquellas islas a quien no afectara su poder, pues eso sería un grandísimo alivio, aunque la esperanza no era muy grande.

La visión de una misteriosa chica la hizo abandonar rápidamente sus pensamientos. Era una chica joven y guapa sin embargo había algo en ella que llamaba mucho la atención, se podía mirar a través de ella... era... ¿un fantasma?
Mila estaba fascinada, nunca había visto nada parecido, y por un momento la envidio, ¡seguramente pudiera hacerse invisible cuando deseara!
Pero había un detalle más que Mila había tardado demasiado en pensar... si no tenía cuerpo... ¡es posible que no pudiera hacerle daño! Bueno, por lo menos matarla seguro que no podía... La simple idea la hizo sentirse realmente alegre, ¡era posible que hubiera gente a la que no pudiera hacer daño! En ese momento en el rostro de Mila apareció una pequeña sonrisa, cosa que desde hacía mucho tiempo no pasaba.
Mila se dio cuenta de que quizás había sido un poco indiscreta y que a lo mejor la chica se hubiera tomado la sonrisa y sus miradas como un signo de desprecio o como si se estubiera riendo de ella por su condición, y eso era lo que menos quería que pensara...
En ese momento volvió rapidamente la mirada, esperando no haberla ofendido, para su desgracia había estado demasiado tiempo en sus pensamientos y no miraba por donde iba, justo cuando volvió la vista hacia el frente se encontró con un pequeño puesto de verduras a tan solo unos centímetros de su cara, le dio tiempo a poner las manos para no estamparse contra el puestecillo, sin embargo tuvo la mala suerte de tirar al suelo varias cajas de tomates, la mayoría de los cuales rodaron calle abajo.

- ¡Aah! yo... mmm... ¡no sabe cuanto lo siento!- dijo Mila. Sus mejillas se encendieron en cuestión de segundos. Toda la calle tenía la vista puesta en ella, o eso era lo que ella sentía.
"Muy bien Mila... y eras tú la que no quería llamar la atención..." pensó.
El hombre parecía realmente enfadado y no hacía más que exigir un dinero que Mila no poseía, no sabía que hacer, estaba realmente avergonzada y bloqueada, necesitaba salir de allí, quería correr, quería... poder hacerse invisible, pero eso no era posible, y necesitaba encontrar una solución, y rápido.
En ese momento imaginó a un hombre tropezando y cayendo sobre el puesto de aquel pobre tendero, con la mala suerte de derrumbarlo... una barra de metal que sostenía la lona cayendo sobre la cabeza del hombre que no hacía más que gritar y demandar su dinero.... el pobre hombre inconsciente.... Mila libre...
¡NO! ¡otra vez lo estaba haciendo!
Todo lo que había imaginado...
Todo haciendose realidad...
¡NO!
Una gran sensación de culpabilidad la inundó.
Cuando el tendero estubo tirado en el suelo, al cabo de unos segundos, a Mila le entraron una ganas irremediables de salir de allí, de correr y esconderse, de no volver a salir...
Y así lo hizo, sin embargo con las prisas volvió a meter la pata... como no... chocó contra la chica a la que antes había estado observando, aunque chocar no sería la palabra más adecuada... más bien, la atravesó.

- ¡Lo siento! yo...- su respiración se volvió entrecortada. Casi mataba a un hombre... estaba totalmente bloqueada.
Lo único que hizo fue escapar de la masa de gente que rodeaba a su víctima y fue a esconderse a un pequeño callejón que se encontraba a unos metros del lugar, y allí se quedó.
"Creo que lo de hacer amigos lo voy a dejar... para otra vida..." Dio un suspiro y cerró los ojos, intentando calmar un poco tanto a su corazón, que latía con fuerza, como a su conciencia, que gritaba desesperada...

Mayo se había pasado la mayor parte del día paseándose por la población. A pesar de sus estrechas callejuelas, Denke estaba llena de vida y había mucho que ver, según la perspectiva de Mayo. Y puesto que ya había hecho lo que había venido a hacer, ¿por qué no aprovechar para hacer algo de turismo? Hasta la mañana siguiente no podría tomar el barco de vuelta. Matokaw le había pagado bien el recado y le había buscado un sustituto temporal en la Lonja, prometiéndole reservarle el puesto todo lo que hiciera falta, teniendo en cuenta que a veces los barcos se desviaban con las tormentas… Mato no se fiaba mucho del tiempo en alta mar. Nadie en Shamataw parecía fiarse más que de lo que tenían en la isla. Y aunque Mato era un personaje de trato agradable, Mayo sospechaba que la había elegido a ella para ofrecerle esta misión precisamente porque no era nativa, y bueno, si se perdía… pues… no era lo mismo.

A Mayo le daba igual. Había aceptado porque estaba un poco harta de la rutina diaria y le apetecía ver qué más se cocía por aquellas islas. Le sorprendió bastante el hecho de que Denkenia fuera tan distinta en todo, a pesar de encontrarse en el mismo territorio. También le sorprendió el alcalde, Tnidis, al que le había traído algunos mensajes de parte del Consejo de Shama. Era un hombre joven y cordial, y bastante despabilado. Y Mayo hubiera jurado que los mensajes que le traía, parte de los cuales leyó delante de ella, le habían desarrugado el preocupado ceño en parte. Aquel hombre vivía estresado.
En cualquier caso, no era su problema. Ella ya había cumplido, o casi, porque Tnidis le había pedido que volviera a pasar al día siguiente antes de marcharse para entregarle unas misivas. Y ya de paso, ¿podría encargarse del correo? Los hombres del barco sabían lo que tenían que hacer con él, ella solamente tenía que recogerlo, entregárselo y luego sacarlo del barco para ponerlo en manos del Consejo, que lo repartiría. Le aseguró que se trataba tan sólo de un paquete muy, muy pequeñito y le obsequió con una enorme sonrisa. Mayo no pudo negarse.

Y allí estaba, cubierta con su capa, observando a la gente trabajando en sus talleres de puertas abiertas y contemplando los artilugios de todas clases que fabricaban con aquella hierba rara, y recibiendo alguna que otra miradita extrañada porque su cuerpo hacía tanto bulto, como si estuviera jorobada. Cuando su estómago empezó a quejarse, decidió que era hora de buscar un sitio donde meterse a comer algo cómodamente sentada.

Era imposible no fijarse en la chica que había montado aquel revuelo. Primero tirando aquellas cajas de tomates, luego... no estaba muy segura, todo había sucedido demasiado deprisa y de pronto, el encargado del puesto estaba tirado en el suelo con su débil estructura derrumabda encima y la chica... la había atravesado... y como fastidaba aquello a Lita, no enían ningún respeto, ni que ella fuera completamente invisible, ni que supieran todos que no la dolía... aunque seguramente aunque si la doliera todos harian lo mismo.

Indignada y algo furiosa se encaminó en dirección al callejón por el que la chica había desparecido, esa chica se las iba a pagar, ¿cómo se atrevía a atravesarla? ¿Es que no había nadie en aquel lugar capaz de tener un respeto por una pobre fantasma? Se lo iba a pagar, le gastaría una bromita de la que no se olvidaría, la haría correr bien lejos con una de sus peores caras, si... pero su enfado se fue apagando... tenía cosas más importantes en las que pensar, tenía que encontrar alguien que se dignara ayudarla... Además después de todo la chica solo había salido corriendo, quizá solo se había asustado...

Se detuvo antes de entrar al callejón, iría a ver si la muchacha se encontraba bien y luego seguiría su búsqueda. Fue en ese preciso instante cuando le pareció ver una figura familiar, pero no estaba segura, además había viajado demasiado lejos como para que algun rostro conocido apareciera por allí. Se giró varias veces pero la figura de Mayo con su capa tapando las alas le pasó desapercibida.

Encogiendose de hombros se giró de nuevo hacia el callejón y desapreció por la esquina. Al menos la muchacha no había ido muy lejos. Cuando iba a decir algo se dió cuenta de que quizá la joven fuera de esas personas que gritaban y salían corriendo al ver un fantasma, y eso la hizo detenerse, y quedarse allí inmóvil durante unos muinutos, tratando de decidir si se marchaba o se quedaba.

Mila estaba intentando calmarse, y lo estaba consiguiendo, su respiración cada vez era más tranquila, pero no podía dejar de pensar en aquel pobre hombre... le había dejado sin negocio e inconsciente, y encima había salido corriendo. Había sido una cobarde, podía haber arreglado las cosas de otra forma, aún le quedaban algunas monedas aunque no las suficientes, pero podía ponerse a trabajar...
Su reacción no le había gustado... volvería a la calle y comprobaría si el hombre ya se había recuperado, o si podía hacer algo por él.
Mila se levantó ya más tranquila, decidida a intentar arreglar lo que había provocado, sin embargo al levantar la cabeza vio, a unos metros, la figura de la chica a la que... bueno había atravesado... Estaba ahí, depie, mirandola. En ese momento Mila se dio cuenta de que se podía haber molestado por lo que había hecho... Al fin y al cabo si ella fuera un fantasma no le gustaría que la gente la atravesara... ¿Doleria? No lo sabía, nunca había conocido a nadie así, pero creía que lo mejor sería acercarse y preguntarle.
Había pasado mucho tiempo sin dirigirle la palabra a nadie, y estaba un poco insegura, pero ella sabía que tarde o temprano debía hablar con alguien, no podía pasarse la vida sola, o por lo menos no debía...
Se encaminó hacia la chica, ya más segura de sí misma, y dispuesta a pedirla disculpas. No estaba lejos, por lo que no tardó demasiado en llegar hasta ella.

- Hola. Yo, siento haberte atravesado antes. No miraba demasiado por donde iba y había demasiada gente... Espero no haberte hecho daño. Si lo he hecho lo siento aún más, si se puede...- Mila esbozó una pequeña sonrisa que esperaba que la desconocida no se tomara a mal. Su voz sonaba curiosamente segura y amistosa. Hacia mucho tiempo que no se escuchaba a sí misma decir una frase tan larga y se sintió contenta por ello.
No sabía como respondería la chica, pues a lo mejor estaba muy enfadada por lo que había hecho y solo se había acercado para discutir, o tal vez se había acercado para preguntar que tal estaba y por qué había salido corriendo, pues a los ojos de los demás ella no había tenido la culpa del derrumbamiento del puesto.
Fuera lo que fuera, Mila lo aceptaría, pues si se enfadaba lo entendería, a nadie le gusta que le empujen y menos aún que le atraviesen...
La miró a los ojos y esperó una respuesta.

No llevaba más que un par de minutos buscando cuando oyó el jaleo. Se acercó hasta quedarse a una distancia prudencial, no fuera que se viera involucrada sin buscarlo, pero cuando vio de lo que se trataba pasó por delante del lugar de los hechos, curiosa. No había sido más que uno de tantos incidentes que solían darse en los mercados. Afortunadamente, el pobre hombre al que le había tocado recibir había ganado un chichón pero no parecía haber sufrido más daños. Un par de mozos ya estaban ayudando a poner orden y quitar las cajas de en medio, y el tendero de al lado le estaba haciendo una cura de emergencia.

Por supuesto, Mayo no tenía nada que hacer allí. Pero le había ido bien acercarse a aquel lado del barrio, que tenía pinta de concurrido y por lo tanto tendría más tabernas para elegir. Empezó a mirar a su alrededor, fijándose en las tiendas y en la gente. Acabó preguntándole a una carnicera que tenía una selección de salchichas de apetitoso aspecto colgadas en su puesto, y ésta le dio instrucciones para llegarse a una venta cercana donde hacían buenos guisos con la carne que les vendía. Sin más, Mayo se alejó en la dirección que le habían indicado.

Lita se preparó para los gritos de Mila cuando esta se giró, pero estos nunca llegaron, por el contrario si recibió una disculpa… ¿Una disculpa? ¿A ella? Se quedó sin voz, aquello sí que no se lo esperaba. Cuando por fin reaccionó, se giró haciéndose la ofendida mientras respondía

- Vale, por esta vez te perdono.

Se giró de nuevo hacia la chica más sonriente, como queriéndola decir que era solo una broma y que no estaba enfadada. Acto seguido, volvió a girarse para marcharse: todo estaba en orden y sentía curiosidad por saber que había pasado con el tendero y su puesto. Además aun necesitaba encontrar a alguien que la ayudara.

Sin detenerse un instante, salió de nuevo al bullicio de la calle más principal, pero sabiendo de lo estrecho de las calles y la de gente que recorría los puestos a aquellas horas decidió hacerlo levitando por encima de los transeúntes: tendría mejores vistas de todo.

Mila no se esperaba la primera reacción de la chica, al principio parecía...¿sorprendida?, como si ella hubiera hecho algo que no se esperase. Pero inmediatamente después pareció ofendida y se dio la vuelta.
"Vaya" pensó Mila. "He dicho algo mal".
Y entonces volvió a girarse pero con una pequeña sonrisa esta vez.
Mila estaba desconcertada y la miró con curiosidad. Bueno al menos la había dicho que la perdonaba, aunque solo fuera por esa vez. Mila parecía estar ya de mucho mejor humor y su comentario le hizo gracia, si solo la iba a perdonar por esa vez procuraría no volver a atravesarla...Mila pensó que podría preguntarle si era de Denke, por si sabía de alguna posada o venta donde poder quedarse, pero justo cuando iba a comenzar a hablar, la chica volvió a darse la vuelta y se fue.
Bueno, tendría que preguntar a otra persona... o simplemente caminar por las atestadas calles de esa pequeña ciudad que en un principio le había transmitido tranquilidad. Cuando vio a la chica, de la que aún no sabía nombre, sobrevolar las calles sintió ganas de poder hacer lo mismo, así sería mucho más fácil no tropezar con cosas... En ese momento Mila recordó que debía pasarse por el lugar del incidente y comprobar que el hombre del puesto se encontraba bien.
Se encamino hacía la calle principal y comprobó que había un hombre tratando al tendero de urgencia y se alegró de que ya se hubiera "recuperado". Pensó en acercarse, pero tenía que decidir entre darle al tendero los pocos ahorros que le quedaban por las cajas de tomates, o poder comer durante una semana más con ellos...
Quizás Mila escogió la opción más egoísta, pero seguramente sería la opción que la permitiría sobrevivir...
Se encaminó en dirección contraria con grandes remordimientos pero asegurándose resguardo y comida para esa noche.
En ese momento pasó por delante de una carnicería. Mila se dio cuenta de que estaba muerta de hambre, hacia ya tiempo que no comía carne. El incidente la había dejado derrotada y con hambre. Decidió que ese día se daría un pequeño capricho y comería algo rico. Siguió calle arriba para ver si encontraba algún sitio donde la dieran de comer.

Una chuletita estaría bien, aunque fuera pequeña. Su dieta últimamente se había basado en la fruta, en parte porque era lo más fácil de conseguir en Shama, su domicilio habitual ahora, y en parte por pura cabezonería. No dejaba de darle vueltas a todo lo que para ella se acercase a ser más como un ave de presa y menos como un humano.
Sí, definitivamente pediría una chuletita muy hecha. Crujiente.

Se detuvo frente a la entrada del mesón y metió la mano en el bolsillo para asegurarse al tacto de que llevaba algunas monedas. Solía apartar algo de suelto para tenerlo a mano y no tener que sacar la bolsa a cada momento, y así tenerla más segura. Pero al sacar la mano se le cayó al suelo el papelito donde había apuntado la dirección del domicilio del alcalde, y una ligera brisa lo arrastró un par de metros por donde había venido. Se volvió con rapidez y saltó sobre él con agilidad… sin reparar en la persona que llegaba y contra la que chocó sin querer, con lo que perdió el equilibrio y cayó hacia atrás sobre su trasero.

-Vaya… Lo siento, no miraba por dónde iba –dijo, ruborizándose y sin ver a la persona con la que se estaba disculpando. Era un poco mayorcita para jugar a ser un gato, y la habían pillado con las manos en la masa.

Lita observaba todo desde su posición ventajosa en las alturas, pero no veía nada interesante, todo parecía en orden con el tendero y su puesto. Tampoco parecía haber nadie que pudiera parecer un héroe… o heroína… pero ¿cómo se distinguía a una persona normal de un valiente? Y lo que era más importante ¿Iba a ser capaz de pedir a alguien que arriesgara su vida por la de ella? Esa isla no le había gustado nada. Quizá ese era el motivo por el que no le parecía que ningún candidato fuera lo suficientemente heroico.

Deprimida nuevamente se giró y se encamino en dirección contraria a donde había ocurrido el accidente con el puesto, justo a tiempo de ver como una figura envuelta en una capa chocaba contra otra. Se quedó parada mirando la escena. Aquel rostro le resultaba familiar pero ¿dónde lo había visto? Habían pasado tantas cosas desde que llegara a ese archipiélago y consideraba tan lejano el reino donde había conocido a esa persona que no encajaban en su cabeza las piezas del rompecabeza.

Se acercó un poco más, mientras seguía mirando fijamente la cara de la mujer, hasta que finalmente algo en su cerebro hizo click cuando le pareció distinguir parte de lo que se ocultaba debajo de la capa “¡Mayo!... ¿Mayo?” bajó hasta quedarse a la altura del suelo justo al lado de la mujer alada.

- Esto sí que es una sorpresa, no esperaba encontrar un rostro familiar precisamente aquí, en este reino

Sonrió, por un momento se había olvidado de todo, de sus problemas, de su búsqueda, de la persona con la que Mayo había chocado… estaba feliz de ver una cara conocida y amigable.

Mila caminaba sin un rumbo fijo, guiada por el hambre y con ello por su olfato. En ese momento un rico olor a carne llegó hasta ella. Levantó la vista y... ¡ahí lo tenía! Se trataba de un pequeño mesón, sin embargo estaba repleto de gente. Eso era una buena señal, seguramente se comiera bien, aunque esperaba que el precio no fuera demasiado caro...
Su estómago no hacía más que quejarse, así que no perdió tiempo y se encaminó hacia la entrada de este.
Cuando se estaba acercando a la puerta Mila observó que había una chica a la entrada, "quizás haya gente esperando..." pensó. No le hacía mucha gracia eso de tener que esperar durante mucho tiempo, pues estaba demasiado hambrienta, y el olor de aquel lugar no ayudaba mucho. Para cuando hubo pensado esto Mila ya se encontraba a la entrada. Iba a acercarse un poco más para ver la lista de precios y si realmente había mucha gente esperando, cuando de repente la chica a la que había visto desde lejos se giró bruscamente, como tratando de pillar algo, que Mila no había visto, al vuelo.
Mila no se esperaba ese repentino movimiento, pero al parecer aquella chica se esperaba aún menos que hubiera alguien detrás... La desconocida chocó contra ella y justo después cayó de culo en el suelo. Mila perdió el equilibrio durante unos segundos, pero finalmente pudo mantenerse en pie.
La situación había sido bastante cómica y Mila no pudo evitar soltar una pequeña risita, al ver a aquella chica tirada en el suelo y a ella misma dando traspiés para no acabar en la misma posición.
En ese momento la chica comenzó a disculparse. Vaya, aquel día estaba siendo bastante curioso... primero el desastre del puesto, luego el choque con aquel fantasma del que ya no sabía nada, y por último otro choque con otra persona... en comparación con el día anterior, este estaba siendo bastante activo, aunque no sabía muy bien si para bien o para mal...
La chica no tardó en ruborizarse, Mila supuso que sería porque estaría avergonzada... A ella la caída no la había molestado, ni si quiera le había hecho daño y pensó que no había motivo por el que la chica pudiera avergonzarse, una caída la tiene cualquiera.

-¡No te preocupes! Yo tampoco miraba demasiado por donde iba... más bien es mi olfato el que me guía...- dijo Mila con una amable sonrisa.
Mila iba a preguntar si iba a comer en aquel mesón o si acababa de terminar, cuando de repente oyó una voz tras de sí que le resultó algo familiar. ¡Era la chica "fantasma" con la que había tropezado antes! Había descendido y había comenzado a hablar con la chica que tenía en frente, y parecía no haber reparado en ella.

Había cambiado parte de sus monedas por la moneda local para poder moverse. Agradecía como nadie en el mundo poder estar en tierra firme. Hasta que volviera a zarpar, no mas barcos, no mas mareos, no mas sentirse inestable.

Le gustaba este lugar, era tranquilo, pacifico y tenía un misterio. El asunto de las focas, morsas, manatís o lo que fueran, le parecía interesante como primer punto a indagar o a tener encuentra dentro de su misión que aun no comprendía muy bien como llevar a cabo.

El primer gasto que hizo, aunque se convenció a si misma que era una inversión, fue comprar ropa, parecía un marinerito esbelto y desorientado, se sentía extraña vestida así, pero le causaba una cierta gracia el tener el sombrero que le cubría un poco los ojos rojos del sol y que le mantenía el cabello disciplinado. Al menos, se veía vestida como el común de la población o al menos de la que transita por los puertos.

Su siguiente inversión tenía que ser para su estomago. Tenía hambre y mucha. Preguntado y preguntando llegó hasta la calle, en la que tres personas estaban en la calle, una de estas en el piso. Tal vez las habían sacado del lugar, o hbía psado un accidente, aunque por la expresión de todas... eso era un fantasma? El vello en su nuca se erizó mucho y se detuvo por un instante. Parecía estar con ellas y nadie parecía asustarse por el fantasma.

Caminó rápidamente hasta donde estaban, pegada a la pared como si acaso una mirada del fantasma valiera para petrificarla o algo y se metió en el mesón, sin fijarse de forme detallada quienes estaban en el piso. Una vez dentro suspiró con alivio y empezó a buscar donde sentarse.

Una amable camarera se ofreció a ubicarla, preguntando si venía sola. La mesa que tenía era para varias personas y no quería perder clientes por no tener donde ubicarlos

- No te preocupes, si a las personas no les importa compartir la mesa con alguien más a mi tampoco y si ponen problema y ya hay espacio yo me cambio. Esto huele muy rico! que hay para comer? - se acomodó en la mesa y esperó por el menú.

-Lo siento, si es que me pasa por no prestar atención –reiteró Mayo mientras apoyaba las manos tras su espalda. Levantó una mano y allí estaba el papelito traidor, clavado en una de sus larguísimas uñas. Se lo metió en el bolsillo y estaba a punto de incorporarse cuando alguien… algo… alguien más se apareció a su lado. Mayo parpadeó, confusa, y levantó una mano para mantener el reflejo del sol apartado de sus ojos. No dio resultado, porque la verdad era que las calles de Denke eran tan estrechas que el sol llegaba de rebote y de segunda mano. Pero Mayo volvió a parpadear, enmudecida por la sorpresa. Ni siquiera se fijó en la muchachita rubia que acababa de pasar por su lado, colándose en seguida en el mesón. Intentó digerir las palabras de aquella voz conocida, procesar la imagen de aquella persona que había luchado junto a ella.

Tragó saliva y se levantó sin quitarle la vista de encima a la sonriente aparición, y una vez incorporada agitó los brazos sin saber si tenía que abrazarla o no; ganas no le faltaban, pero era un gesto inútil, así que dio cuatro aletazos sin dirección y al fin dejó caer los brazos a sus costados.

-Lita… ¡Lita! ¡Cuánto tiempo! Me preguntaba qué habría sido de ti. Yo… Bueno…

Se dio por vencida. Simplemente no sabía por dónde empezar.

-Creo que tenemos mucho que contarnos para ponernos al día. El caso…

Su estómago eligió aquel preciso instante para protestar estrepitosamente. Mayo arrugó la frente y volvió a enrojecer ligeramente.

-Disculpad. Estaba a punto de ir a comer algo. Y supongo que tú también –añadió, volviéndose hacia la otra muchacha, recordando el comentario sobre su olfato. Ciertamente el aroma que llegaba desde el interior del mesón era muy atractivo.

El subconsciente de Lita, consciente de lo que ella no quería reconocer, agradeció mucho el gesto de Mayo de no tratar de abrazarla, habría sido bastante incómodo y hubiera arruinado el momento de felicidad. La parte consciente de su cerebro rió al ver lo que a ella le parecieron cómicos movimientos de los brazos de su amiga.

La fantasma tampoco fue consciente de que alguien con cara de susto, seguramente por su culpa, había pasado pegada a la pared hasta el interior del restaurante, de haberse dado cuenta posiblemente se hubiera enfadado y hubiera tratado de asustar a la muchacha.

Cuando Mayo se dirigió a alguien más, fue cuando se dio cuenta de que la muchacha que hacia unos minutos la había atravesado, también estaba allí y parecía ser el motivo de que la alada hubiera acabado en el suelo.

- ¡Oh! Pero si eres la chica de antes, que casualidad – iba a decir, que de accidentes sufres en un rato ¿no?, pero se mordió la lengua a tiempo, no le parecía nada educado - ¿también vas a comer aquí?

Desde luego el “también”, no era porque Lita fuera a ingerir ningún alimento, era imposible en su estado… o casi, el recuerdo de los momentos vividos junto a Lusion acudió a su mente, y por unos instantes su mirada pareció volverse distante y melancólica. Rechazó esos pensamientos y se centró en la alegría del momento.

- Bueno, todo sea por escuchar una buena historia – o contarla pensó para sí misma – os acompañaré dentro.

Sonaba totalmente resignada y ofendida por tener que entrar a un restaurante cuando no podía disfrutar del gran placer de la comida. Mientras se giraba para entrar al local, recordó que cuando había conocido a Mayo, ella no tenía ningún recuerdo y, de nuevo se sintió algo deprimida: no sabía si era mejor no recordar lo que era comer, o saberlo y no poder disfrutarlo. Suspirando entró al local sin mirar atrás.

Vaya, al parecer las dos chicas ya se conocían de otra ocasión y parecía haber pasado bastante tiempo desde la última vez que se vieron. Mientras ellas hablaban Mila se fijo en una chica que se acercaba en ese momento al mesón, sin embargo se paró en seco al reconocer a la "chica fantasma", o eso le pareció a Mila. La nueva chica retomó rápidamente su camino pero no sin antes tomar una serie de precauciones que sorprendieron e hicieron gracia a Mila. Aceleró el paso y fue pegada a la pared, como intentando pasar desapercibida ante aquel grupo que acababa de formarse en la puerta del mesón; con un rápido movimiento se introdujo en el interior del lugar y la perdió de vista.
Mila tuvo que salir de su ensimismamiento cuando sintió que la hablaban, en ese momento la chica fantasma pareció darse cuenta de la presencia de Mila.

- Eh... si, quería comer algo- respondió a la chica con la que acababa de chocar, bueno, en realidad había chocado con las dos... pero se refería a la que acababa de identificar como Mayo, y al parecer la chica fantasma se llamaba Lita.
Al preguntar Mayo que si ella también iba a comer, se preguntó si se lo decía por compartir mesa... sin embargo Mila no quería intrometerse en una conversación de dos amigas, y supuso que le volvería a tocar comer sola, aunque no estaba segura de si quedarían suficientes mesas... Además en ese momento oyó a Lita decir que las acompañaría dentro. ¿A las dos? ¿eso quería decir que comería con ellas? "Vaya, este va a ser un día lleno de sorpresas" pensó Mila. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, no le desagradó la idea de charlar un rato con otras personas...

- Por cierto, me llamo Mila, encantada. ¿Lita y Mayo no es asi?

[FDI: Dul ha comunicado que de momento no participará. Esperemos que regrese pronto y con ganas.]


Mayo sonrió a Mila. No había contado con comer en compañía y mucho menos encontrarse con alguien conocido en aquel lugar. Sociable por naturaleza, no sería ella quien se quejase.

-Vamos, será mejor que entremos ya antes de que se lo coman todo.

Abrió la marcha, deteniéndose un momento en el umbral para hacerse una idea del local y haciéndose luego paso entre las mesas. El local parecía muy lleno. Pero no llegó a ver a la jovencita rubia sentada sola al fondo porque, justo al pasar por una mesa redonda colocada cerca de la barra, sus ocupantes se levantaron satisfechos. Mayo se detuvo.

-Aquí mismo nos va bien. Si quieres comer con nosotras, Mila, por mí encantada. De todos modos esto está rebosante.

No era que no quisiera conversar privadamente con Lita sobre algunas cosas, pero habría tiempo para eso. Además, le había parecido entender que Mila y Lita ya se conocían. O algo así.

fdi: esperemos que ahora que Dul regresó se ponga juiciosa a responder y no cause problemas ^^

Ddi:

Su olfato no se decidía al tratar de establecer qué era lo que olía más rico de todo. A su estomago poco o nada le importaba eso. Él quería comida y la queería de inmediato o haría tanto escandalo que la pondría en ridiculo.

La camarera le ofreció desde carnes asadas, ahumadas u horneadas, hasta guisados. Ahora eran sus oídos los que ponían a rugir a su estomago. Todo se escuchaba realmente exquisito. Optó por un guisado de varias carnes y algo dulce para tomar y esperó. Pero mientras esperaba al sitio entraron las personas que vio en la puerta, fantasma incluido.

Aunque había dos opciones, por supuesto ella se fue por la más fantiosa. Un fantasma que necesitaba comer. Ya lo había todo. Sin embargo no fue eso lo que realmente atrajo su atención. Fue lo familiar que se le hizo una de ellas. ~ mmm yo te conozco a ti... ~ no es que tardara en reconocerla, era que le pareció demasiado raro encontrarla de nuevo.

Siguió a tan particular trío con la vista hasta que se sentaron en un mesa que recién descocupaban. Se levantó despacio pensando en lo que era el hecho de haber salido de un lugar porque no debía involucrarse demasiado para llegar a otro al que también estaban llegando mas personas que no creyó volver a ver... no en tan poco tiempo.

Le hizo señas a la camarera para que le llevara el plato, cuando estuviera listo, a esa otra mesa. Era perfecto, de nuevo tenía una mesa desocupada. Con esa sonrisa de grato sorpresa, aun un poco prevenida por el asunto del fantasma, se acercó hasta ellas.

- Disculpen señoritas, les importaría compartir conmigo su mesa? No me gusta comer solita - a pesar del pucher final, lució la mejor de sus sonrisas.

Lita entró al restaurante y se quedó unos instantes en la puerta. El local estaba realmente lleno (por suerte para ella), pues la gente estaba más pendiente de su comida y los camareros que de un fantasma que acababa de aparecer por la puerta. Algunos camareros la miraron con cierto recelo, aunque viendo cada día algo raro que pasaba a comer allí, no dijeron nada, aunque procuraron mantenerse a cierta distancia.

Tratando de parecer lo más normal posible, movió sus fantasmales pies por el suelo en un intento de parecer que caminaba, aunque si alguien se hubiera fijado realmente hubiera descubierto que aquellos pies de vez en cuando flotaban y en ocasiones estaban por debajo del suelo; incluso en ocasiones atravesaba sin más una pata de alguna silla u objeto que había por el suelo. Por suerte una vez más, nadie se fijó en esos detalles.

Se “sentó” en una de las sillas que se encontraba algo separada de la mesa y observó a su alrededor. Justo en ese instante, una muchacha rubia se acercó a su mesa y pidió comer acompañada. Por ella no había inconveniente… o quizá si… algunas de las miradas que le echaba eran del tipo “AH!! Un fantasma!!” y eso la molestaba mucho, pero la joven parecía cortés y no quería decir nada, decidió que no la molestaba… por el momento.

Miró a Mayo y a Mila esperando ver que decían ellas, al fin y al cabo eran ellas las que iban a comer.

Cuando estaban entrando al interior del mesón, Mila aún seguía indecisa... no sabía si debía inmiscuirse en una conversación privada, quizás tan solo fuera a ser un estorbo.
Mila nunca había sido demasiado sociable, por eso no le costo demasiado optar por la opción más sencilla: se despediría de las chicas y buscaría otra mesa.
Cuando iba a empezar a hablar escuchó a Mayo ofreciendola que comiera con ellas, y entonces no se pudo negar.

- Eh... de acuerdo, muchas gracias... aunque no quisiera molestar- dijo, aún un poco indecisa.
Pero finalmente se sentaron todas en la mesa que acababa de quedar libre.
Mila se preguntaba si Lita no lo pasaría mal viendo comida continuamente y no pudiendo comerla... porque suponía que no podría comerla... o si por el contrario no sentía hambre y ver comida le diera igual; pero no se atrevía a preguntarlo tan directamente, al menos por el momento.
Momentos después de haberse sentado, la chica a la que había visto antes pasar corriendo, con la mirada temerosa al ver a un fantasma, ahora se estaba acercando hacia su mesa, sin embargo no dejaba de echar miradas extrañas a Lita. A Mila le hizo mucha gracia, pues a ella, Lita no le daba ninguna impresión, tan solo, algo de curiosidad.
Nunca había creído en los fantasmas, pero desde hacía mucho, había de dejado de asustarse de las cosas extrañas, ahora tan solo sentía una gran curiosidad por ellas, pero en ningún momento miedo.
El comentario de la recién llegada la sorprendió, ¿quería comer con ellas? ¿con Lita incluida? No se lo esperaba, aunque quizas conociera a Mayo.
Bueno, por ella no había ningún problema en que la nueva chica se uniera a la comida, con más gente quizás no se sintiera tan estorbo...
Mila miró a las dos chicas con las que estaba sentada para ver sus expresiones, y luego respondió.

-Por mi no hay problema- dijo mirando a Mayo y a Lita- ¿vosotras que decís?

Mayo no dijo nada. Se quedó mirando a la joven rubia con los ojos muy abiertos por la sorpresa y sin saber qué decir. Se levantó sin mirar mucho lo que hacía. Encontrarse con una antigua conocida en un lugar como aquel, y por casualidad, le parecía sorprendente. Con dos… milagroso.

-Dulfary… -balbuceó. No la había tratado mucho durante su estancia en Cascadas, pero era fácil recordar a la jovencita rubia de carácter burbujeante. Además, en una ocasión incluso habían luchado lado a lado. Su expresión de asombro fue transformándose en una sonrisa ecstática: de no tener ni idea de cómo seguirían los amigos que había dejado atrás a encontrarse con dos sanas y salvos, la cosa variaba mucho.

-¡Pues claro! Quiero decir, ¡claro que no! ¡Siéntate! ¿Conoces a Lita? Es una vieja amiga. Y esta es Mila. ¡Caramba! Esto es fantástico. Tienes que contarnos qué te trae por aquí. Y tenemos que celebrarlo. ¡Camarera! –llamó, dispuesta a despilfarrar parte de su presupuesto en una jarra de buen vino.

La reacción de Mayo, para la niña, no tenía precio. Por supuesto desconocía que no era el primer encuentro que tenía en Jaspia, que una casualidad se empezaba a convertir en una serie de coincidencias de lo mas de particular y lo ultimo que pensó Dulfay es que se diera un éxodo, a saber por qué razón, del que Mayo fuera la primera en darse cuenta.

- La misma que viste y calza - se miró los pies como asegurándose de lo que decía y volvió a sonreír. - Gracias - le dijo a Mila y esperó a que Mayo también diera su permiso, la fantasma no parecía interesada en decir si o no. Supuso que estaría incomoda con su mirada, pero Dul, en el fondo sabía que lo cosa se pondría peor, porque cuando sus reservas pasaran, llegaría la curiosidad y con ella, las preguntas imprudentes.

Ya con el permiso de las dos y con una ultima mirada a Lita por si cambiaba de opinión y se animaba a dar su voto, se sentó en la mesa.

- Mi nombre es... jeje, bueno, como dijo Mayo, Dulfary, mucho gusto y muchas gracias por dejarme comer con ustedes - miró con amabilidad a Mila y mucho mas relajada a Lita, aunque le costaba un poco de trabajo porque la vista se iba mas allá por lo traslúcida. - Es buenísimo encontrarse con una cara conocida en un sitio... mmm desconocido - sonrió de nuevo de oreja a oreja, preguntándose en silencio el por qué de su falta de elocuencia al elegir palabras, aunque lo achacó a la sorpresa.

La camarera se acercó rápidamente para tomar la orden, ahora que parecía que en la mesa tenían prisa. Podía ser emoción, alegría, tristeza ira, escándalo natural de la persona, exceso de hambre, pero para ella, cualquier llamado a su persona implicaba que los comensales tenían prisa. Empezó a citar de nuevo que había dentro del menú, en lo que Dul, se alistaba para responder a esa primera pregunta.

- En mi casa me cambiaron la asignación y dijeron que dejara que los otros y mi hermano se hicieran cargo del bollo que hay... - se tapó la boca y se puso roja - perdón, perdón... de los problemas que se dejaron en Cascadas. A mi sí tráeme lo que pedí - sus ojos pasaban de una a otra en especial cuando pidió disculpas, pero al final los dejó sobre la camarera.

No se atrevió a preguntar por qué estaba Mayo ahí, para no excluir a las demás de la conversación.

- Ustedes son de aquí? - la sonrisota, ahí.

Lita no dijo nada, ella no iba a cenar y ciertamente le daba igual que la chica rubia se sentara o no a comer, además si era amiga de Mayo entonces menos problemas. Por otro lado, puede que alguna de ellas pudiera ayudarla, o que supiera de alguien que pudiera hacerlo.

Cuando empezaron a llamar a la camarera y pedir la cena, Lita se evadió de la mesa y se sumió en sus propios pensamientos, prefería no escuchar el menú, no saber lo que se estaba perdiendo probar, no saber que estaba en un restaurante rodeada de gente haciendo algo que le estaba vedado. Suspiró bajito varias veces, mientras su mente se perdía en su llegada al archipiélago.

Volvió al presente y sus acompañantes cuando la camarera se había marchado y Dulfary preguntó algo. Tardó unos segundos en procesar la pregunta.

- Eh… ¿de aquí? No, realmente no, soy de… bueno eso da igual, es un reino lejano. Yo conocí a Mayo en otro reino llamado Cascadas

Empezaba a acostumbrarse a las miradas de Dulfary que iban más allá de su persona, tenía que hacerlo o su volátil carácter de su época sin recuerdos montaría una escenita que posiblemente les valiera una expulsión del restaurante.

Trató de distraerse de los platos que iban y venían, mirando a cualquier parte donde no hubiera comida, pero en un restaurante, eso era ciertamente difícil. Necesitaba concentrarse en algún otro tema. Finalmente se quedó mirando el techo del restaurante, deleitándose con las tablas que lo componían, concentrándose en sus veteados y formas, en que alguna de ellas estaba un poco más torcida… volvió a olvidarse de sus acompañantes.

Coincidencias... una tras otra... Lita y Mayo ya se conocían, Mayo y Dulfary también; y Mila había conocido a Lita y a Mayo por... un "accidente". Y ahora estaban las cuatro, sentadas en una misma mesa y a punto de comer... Era...simplemente... extraño.

- Encantada de conocerte. Yo soy Mila- dijo con una amable sonrisa- Y, no, no soy de por aquí. Soy de un pequeño pueblo llamado Laysoon... no creo que lo conozcáis... Esta bastante lejos, he estado 4 meses viajando hasta llegar aquí.- dijo con una mirada de añoranza.
En ese momento notó la presencia de la camarera... ¿qué quería tomar?

- Emm... Pues para mi... ¡unas chuletas de cordero!

Hacía tanto que no comía carne. Se le hizo la boca agua con solo pensarlo.
Entonces, se fijó en Lita. Ella seguramente no sintiera hambre... sin embargo, probablemente echase de menos la comida, aunque no la necesitara. Tenía la mirada puesta en el techo, como si no existiera nada más en aquel momento. Eso la llevó a afirmar su deducción. Es duro querer poder hacer cosas, pero que algo en tí, ya sea tu condición física... o mental.. te lo impida, y eso Mila lo sabía perfectamente.
Y si su deducción era cierta, Lita ahora lo estaría pasando bastante mal... aunque, si no se equivocaba, ella misma había accedido a acompañarlas...

- Entonces, ¿todas sois de Cascadas? Vaya, ya había oído rumores de que había mucha gente extranjera de un mismo lugar... será ese reino- dijo Mila pensativa- ¿Y cómo es que ahora estáis por aquí?¿ Estáis solo de paso o para quedaros?

Como Mayo tenía que elegir su comida, dejó que hablaran las demás mientras decidía y le hacía su pedido a la camarera. Pero cuando Mila mencionó lo de los extranjeros, se volvió de nuevo hacia ella.

-¿En serio? ¿Has conocido a más gente de allí? ¿Aquí, en Denke?

Ni se le ocurrió que Mila pudiera estar refiriéndose a Jaspia entera, aunque la coincidencia seguiría siendo notable. En cualquier caso, la información era muy valiosa para Mayo, que aún no había perdido totalmente la esperanza de un reencuentro. ¿Podría ser?

-Yo no soy de Cascadas, pero viví allí un tiempo –explicó para beneficio de Mila-. Al final… decidí mudarme. Vivo en Shamataw y tenía que hacer algo aquí en Denke. Mañana sale el barco de regreso –añadió. No quería dar muchos detalles en aquel momento, allí en medio.

-Cascadas está en un mal momento –siguió explicándole a la muchacha-. No me extraña que mucha gente haya emigrado, se ha convertido en un lugar inhabitable. Supongo que es normal que una cantidad de gente acabe en el mismo sitio. Me imagino que en otros reinos también se habrán formado grupos de expatriados procedentes de allí.

A medida que hablaba, iba pensando en cómo lo haría ella para encontrar a más gente… pero no se trataba sólo de eso, ella buscaba a alguien que ni siquiera era oriundo de aquel reino. Supuso que algo podría hacer, pero ¿sería buena idea? Sin embargo, aquel no era buen momento para pensar en ello y volvió a prestar atención a su realidad inmediata, aunque sólo fuera por cortesía. Además, aparte de la información que le pudieran dar Lita y Dul, se alegraba de veras de verlas, y ¿quién podía saber cuándo volverían a encontrarse?

Comenzaba a escasearle el dinero de nuevo, y Vera ya no tenía nada que vender. Prefiriendo la seguridad de una buena posada a gastar lo que tenía en comida, se había propuesto en un principio ayunar, ahorrar, y buscar algún modo de ganarse algunas monedas de forma honrada. No quería pararse a pensar el retraso que volvería a suponer aquello en su viaje... pero al mismo tiempo era posible que con retraso o sin él, su pequeña odisea terminara ya. El mundo era demasiado grande, y si su hermano seguía allí fuera (sólo en raras ocasión se planteó la posibilidad de su muerte) Vera comenzaba a sospechar que nunca volvería a verlo.

A pesar de sus planes iniciales, el buen sentido se impuso: necesitaba comer algo, aunque fuera frugal. Si no lo hacía sólo conseguiría debilitarse; ¿cómo podría buscarse algún empleo si estaba acosada por mareos? No se encontraba muy optimista, pero eso no quitaba que comer era necesario. Tendría suficiente para una posada segura aquella noche, y aquella misma tarde pasearía a la espera de encontrar un negocio que necesitara otra mano a su servicio.

Había entrado en el local justo antes de la hora punta, cuando todas las mesas aún no estaban ocupadas y la sala comenzaba sólo a llenarse del sonido de conversación sobre conversación. Había tomado un asiento libre, ella sola; había pedido una sopa de verduras que esperaba que le remontara el ánimo y esperado pacientemente mientras se la traían. El local, mientras tanto, se había ido llenando... y cuando Vera quiso darse cuenta, unos hombres se sentaron en su misma mesa, charlando animádamente, a una proximidad casi incómoda. Era cierto que el espacio comenzaba a escansear.
La joven, sin casi pensarlo, se desplazó hacia el borde de la mesa, donde comió en silencio, con grandes dósis de reserva y timidez y procurando al mismo tiempo que quedara claro que estaba sola porque quería. Por suerte nadie le dirigió la palabra. Habían vuelto a pasarla por alto, y se sentía agradecida por ello. A pesar de todo comenzó a comer algo más rápido.

Y casi había acabado cuando la vio entrar.

Disimulaba bien, y pretendía colocar un pie tras el otro, como si caminara. Incluso adoptó la pose de una mujer sentada... pero Vera la reconoció fácilmente. Un fantasma. Fue para ella una vista agradable; le recordaba su hogar, la llenaba de melancolía mientras por su cabeza pasaba el recuerdo de cientos de caras que habían sido sus amigas... los rostros de otros fantasmas que había dejado en Tarazed, de donde no podían salir.
Por un momento quiso ponerse a llorar, pero se controló. Estaba cansada, se dijo, si se dejaba afectar así por la simple presencía de un fantasma. Desde su asiento comenzó a mirarla disimuladamente, girando la cabeza de una forma quizás demasiado obvia en su dirección, pero sólo por unos segundos. Habría dado lo que fuera por hablar con ella, pero estaba rodeada por otras mujeres y no acababa de atreverse a acercarse a decir hola. Nunca había sido tan extrovertida como para sentarse ante unas desconocidas y comenzar a hablar con una de ellas. Además, le parecía descortés, y Vera no había olvidado su educación.

... O quizás sí. Ella misma no se dio cuenta de que estaba prestándole un oído a la conversación de las desconocidas. No reparaba realmente en lo que decían, pero una parte de ella estaba atenta, tomando aquello como un medio para distraerse. No esperaba escuchar nada de interés, y de hecho ya comenzaba a olvidarlas mientras sus ojos se desenfocaban y su mente comenzaba a vagar de nuevo hacia ninguna parte...

"Sois de Cascadas"...

Vera pestañeó, y su vista volvió a clavarse en los objetos que la rodeaban. Un cuenco, una cuchara. De repente le pareció que el ruido que había en aquel local era muy intenso y que habría deseado que todos se callaran: todos, menos aquellas mujeres. ¿Había oído lo que creía haber oído? Contuvo la respiración, atenta a lo que decían en la mesa cercana, aquella en la que estaba la fantasma. Como si así pudiera escuchar mejor lo que decían.

Lo que dijo otra de ellas le interesó... mucho. Vera olvidó su cuchara, y continuó concentrándose en la conversación, bien erguida en su silla.