Nieve

Rose abrió la boca para responder, pero la volvió a cerrar.

Si la respuesta de Yshara desconcertó a Dul, a Rose todavía más. Era la primera persona que conocía que prefería abiertamente a los semielfos antes que a otras razas... o al menos que no los consideraba un montón de mierda.

Los humanos no solían ser amables con los medio elfos. No en cuanto descubrían que lo eran, razón por la que Rose había aprendido a quedarse muy callada acerca de su origen y a dejar que el pelo le cubriera siempre las orejas. Podía entenderla cuando decía que los humanos son vanos y miserables, y seguramente le habría dado la razón antes de conocer a Dul.

... quizás Dul tampoco era humana. No se le había ocurrido la posibilidad...

... en cuanto a los elfos, Rose no recordaba nada sobre ellos. Pensar en "los elfos" le trajo una cierta amargura, de modo que supo que sus experiencias con ellos seguramente no eran bonitas, pero nada más. Vacío, como siempre. Su mente se negaba a reaccionar, aunque se sintiera tan cerca de descubrir algo más.

- Uhm... - murmuró mientras la seguía, tímida.

Iba a decir "gracias", pero de pronto se dio cuenta de que no había nada que agradecer. No había dicho nada bueno, ni había disipado su duda, solo que eran interesantes. Por lo que Dul había dicho, eso bien podía significar que... qué sabía ella, que le resultase interesante clavarles un puñal y ver cómo se morían.

Bajó la cabeza, perturbada por aquel pensamiento. Aquella mujer le parecía un tanto sórdida.

- Señora, yo... - murmuró. - Os agradezco que nos invitéis a vuestra casa, pero... solo quiero recuperar mi... mi espada.

Quizá pedirlo era un grave error, pero no podía quedarse callada.

La elfa giró la cabeza para mirar a Dulfary, y su gesto era... interrogativo, mucho, como si no se esperase una pregunta como aquella. Que no se la esperaba.

- ¿Candress? - preguntó. - ¿Qué tiene que ver ella con...?

Yshara era una mujer inteligente.

Las piezas se ataron en su mente a medida que iba hablando, y antes de terminar la frase ya tenía la idea general de lo que había sucedido. Apartó la vista, sonrió cuando Dulfary no pudo verla. Aquella confusión tenía un deje de humor.

- No es la mujer que te ha enviado aquí - dijo. - ¿De qué conoces a Candress?

No esperaba respuesta, pero sería curioso saber qué había pasado exactamente. Y también, si Dulfary lo sabía, qué exactamente había hecho Candress.

En cualquier caso, Rose volvió a hacerla sonreír.

Yshara se detuvo bruscamente, y el sonido del acero al salir de una vaina se hizo patente. Casi antes de terminar la pregunta, Rose se encontró con su propia espada apuntándole directamente a la garganta.

- ¿Te refieres a ésta espada? - preguntó, socarrona. - Oh, claro que la recuperarás. Pero no ahora.

Habían ido siguiendo la fachada frontal hasta terminarla, y luego habían doblado en direcciín a la parte trasera. No parecían estar dirigiéndose a ningún sitio en particular, pero ahora, la elfa se hizo a un lado, apartando la espada de Rose. Disimulada entre la hierba había una especie de madera, como la puerta de unos escalones. La elfa lo abrió con el pie; debajo, en efecto, había una serie de escalones de piedra que conducían hasta un corredor lóbrego y siniestro.

Yshara descendió los peldaños en primer lugar, sin esperar una respuesta, y pudieron escuchar el chirrido de una puerta de metal al abrirse. La sostuvo para que pudieran entrar; al otro lado había una especie de sala cuadrada y bastante grande que se asemejaba a una catacumba. Pero estaba en completa penumbra, así que resultaba difícil de ver.

Con la pregunta de Yshara, sobre la relación de Candress con todo eso, Dul por fin frunció el ceño extrañada. Sería acaso que se había equivocado y esa mujer no era la que había citado Malzeth?

La imagen de la habitación se vino a su mente, cada detalle, la mujer en la cama, la ventana roto, Malzeth saliendo cargado por sus hombres y sangrando, la sanger en la nieve. Las imagenes se sucedían muy rápido en su mente. Eso era lo que no encajaba. Rose había estado atada, seguramente desde antes que la ventana se rompiera, que al Malzeth se cruzara con ella en la escalera. Entonces, quien era?

- No la conozco - dijo con relativa tranquilidad - Sé que existe porque la rata inmunda de Malzeth la citó para que fuera con... - se contuvo de forma notoria - con ella, así que asumí algo que no era - miró a Rose interrogante, como si acaso puediera darle respuestas sobre quien era la mujer, aunque fuera algo absurdo.

De todas formas, su amiga parecía metida en sus propias cavilaciones y entonces lo dijo. Dul no se lo reprochó de forma alguna. En algun momento habría que decirlo, pero tuvo que morderse la lengua para no mezclar la cosas. Tomarían la espada y se irían de ahí y esperaa, con todo su corazón, no tener que volver... nunca.

Sin embargo, las cosas dieron un giro bastante brusco, tanto como el de la elfa al sacar la espada. Fue simultaneo, la espada corría en su vaina, Dul sacaba un kunai que, con casi la misma velocidad con que el filo se acercaba a Rose, se fue a interponer para que no le hiciera daño a su amiga. Y en medio de todo eso, su respingo de temor mientras se movía.

Decir "casi" es la unica forma de justificar por qué llegó tarde, por qué hizo contacto con el arma de Rose solo después que esta se había detenido en su cuello. Sus ojos rojos estaban ligeramente mas abiertos, aterrados por lo que habría pasado de la elfa no se hubiese detenido cuando lo hizo. Lo que Dul intentó habría servido para que no la matara, pero seguramente si la habría herido.

- Ya! dejala tranquila - fue imperativa, pero en ningun momento alzó la voz, tal vez por la tensión que sentía aunque de hecho, sonó bastante estresada - si sabes la respuesta para qué preguntas? - solo retiró su arma, cuando Yshara hizo lo mismo y aunque en ningún momento el pulso le tembló sabía que no iba poder mantener sus nervios a raya por mucho mas tiempo, menos si seguía hacíendo esas cosas.

Solo cuadno la elfa bajó volvió a hablar, un poco mas tranquila.

- Estas bien? - preguntó preocupada, miernadole el cuello. Sí era eso lo que mas ponía nerviosa. Si estuviera sola, solo era ella contra sus miedos y contra la elfa y sus acciones. Pero estaba con Rose y le preocupaba mucho su bienestar, incluso mas que el suyo propio, como siempre.

Tal vez la medio elfa tenía razón al dudar su Dul era humana. Para ser parte de semejante raza, desentonaba bastante, aunque aun le faltaba mucho por crecer. De momento había que bajar las escaleras, tras asegurarse que Rose estaba bien, abrió ella la marcha y pronto llegó a la puerta. Cuanto antes se hablara lo de la espada, mas pronto saldrían de ahí.

Cruzó la puerta y siguió andando mas por inercia y concentración de la cadencia de estos, que por lo que viera de ellos. Eso debía responder la pregunta de Rose. Sí, era humana. Al menos de alguna raza que no ve nada en la oscuridad, menos aun si no se acostumbra al cambio de luz.

Se detuvo, cerró los ojos y esperó un tiempo prudencial con ellos cerrados. Debía ser graciosisimo para la elfa todo aquello: ellas dos ci podían ver, Dul, aun no.

Rose no estaba entendiendo muy bien lo que decían. No conocía a Candress, ni recordaba bien a Malzeth, de modo que no tenía mucho sentido para ella; quizá, de haber conocido el papel que aquel hombre jugaba en la lucha por la libertad de aquel reino, las cosas habrían sido diferentes.

Pero Rose todavía no sabía gran cosa sobre aquel conflicto, aunque sí estaba más o menos decidida a tomar una parte en él. Eso todavía no lo sabía, pero su cuerpo, su alma se lo estaban pidiendo a gritos. Quizá porque necesitaba enmendarse... de todo aquello que no recordaba haber hecho.

Sus cavilaciones fueron detenidas de súbito por la hoja de una espada.

Se sobresaltó y exhaló un gemido de sorpresa. Sintió el acero sobre la garganta, frío y agudo, horriblemente afilado, y se puso pálida. En ningún momento esperó que la mujer la matase, pero no se esperaba que la amenazase. Sí que se dio cuenta de que la espada era la suya, sin necesidad de que la elfa preguntase, pero no respondió.

Cerró los ojos y respiró con ansiedad. Desde que volviera a tener memoria... lo cierto es que había sido mucho más insegura. Más miedosa. Era algo que no le gustaba, que sabía que no debería ser así, pero que no podía evitar. Todo a su alrededor era algo nuevo, y a menudo, algo amenazador. Se sintió mal por dejar escapar aquel gemido, y volvió a abrir los ojos.

La elfa ya no le apuntaba con la espada, y Dulfary le miraba el cuello. Rose se apoyó en su hombro, creyendo que iba a perder pie, y se tocó la garganta con la mano. No había herida, ni sangre. Dentro de lo que cabe, la pelirroja - la otra pelirroja - había sido considerada.

- Es... estoy bien - murmuró. - Solo ha sido una... advertencia.

Siguieron caminando, y Rose no volvió a decir nada. No por resentimiento, sino porque, de pronto, entendió que aquella mujer no les estaba conduciendo adonde fuera sin motivo. Y no sabía cuál sería, pero sí que lo mejor sería que no la cuestionara de nuevo.

Cuando llegaron a aquella sala, la chica frunció el ceño. Gracias a su vista de medio elfa, efectivamente, podía ver un poco en la oscuridad. Tomó a Dul de la mano, con fuerza, y la guió hasta una parte más o menos abierta en la zona central de la estancia. Supuso que, cuando sus ojos se hicieran a la escasa iluminación, tanto ella como Dulfary verían mejor.

Yshara no agregó nada al asunto.

No era un ataque. Viendo la reacción de ambas, si la hubiera atacado ahora estaría muerta. No; si quería hacerle daño a Rose o a Dulfary, desde luego que no era de ése tipo. Claro que, con ella, nunca sabías cuándo te quería hacer daño.

La elfa observó a la muchacha rubia durante un momento, haciéndose eco sus ojos de lo que ella pensaba. Sonrió con cierta crueldad. Era un animal de luz perdido en un mundo de sombras, ahora más que nunca. La pelirroja veía, y la elfa también, pero ella no. Yshara la dejó pasar unos instantes a oscuras, y luego dio unos pasos. Hizo sonar con fuerza una piedra contra otra, yesca contra pedernal, y la chispa que prendió una mecha iluminó la estancia un segundo.

Luego la mecha prendió una vela, y la vela prendió otra vela. Y poco a poco, Yshara encendió las velas de varios candelabros, hasta que la luz en la sala fue suficiente, aunque las sombras aún eran muchas y muy espesas.

Era una sala de piedra gris y húmeda, cuadrada y decorada únicamente con una serie de nichos en la pared que estaban enmarcados por arcos ciegos de ladrillo. Podía parecer una cripta, pero nunca se había guardado un sepulcro en aquella estancia. Había un tragaluz al fondo, una reja muy estrecha en lo alto de la pared, pero apenas dejaba entrar nada. Esparcidas por la estancia, sin un orden aparente, había unas cuantas mesas, varias sillas, un par de colchones de paja en una esquina y algunos cojines.

Pese a lo cerrado que estaba, el ambiente no estaba cargado. Y tampoco había demasiado polvo. Parecía como si alguien se hubiera molestado en limpiar aquel sitio. Yshara arrastró una mesa hasta dejarla cerca de uno de los candelabros, y luego se volvió hacia sus... ¿Huéspedes?

- Puedo oler vuestra sangre desde aquí - susurró, mirándolas. - Antes de que tratemos cualquier otro asunto... - se lo pensó un momento - y sin que sirva de precedente, os ofrezco curación y descanso.

Lo decía en serio.

Se hacía una idea de lo confusa que era la situación para Rose y lamentaba no poder ser de mucha ayuda. Pero había que seguir adelente. Le parecía muy bonita la unión que representaban, apoydandose la una a la otra cuando alguna se veía corta. PAra darse animo, para moverse para seguir. Como amigas de toda una vida

Aun se acosrumbraba a la oscuridad con los ojos cerrados, cuando sintió la mano de ella en su hombró. Por un momento se sobresaltó, pero se dejó guiar y lugo sedio el proceso contrario, no veía bien deslumbrada por la chispa inicial del pedernal. En un momento todo volvió a la normalidad y para entonces la habitación estaba iluminada y con... sombras.

~algo más? aun me queda un porción de nervios ~ pensó con sarcasmo. Estudió todo el lugar, mirando cada parte con detenimiento y con la duda de si debía ayudar a la elfa a rodar la mesa o no, aunque para cuando se decidió, ya lo había terminado de hacer.

- Ah? - preguntó ante su oferta, sorprendida. No era la primera vez que se disponía a atender sus heridas, pero... creyó que esa vez era la que no debía sentar el precedente. Con todo lo quele producía la asesina, incluyendo c onfusión, no iba a dejar pasar la oportunidad.

Miró a Rose, su carita, sus herdias y golpes y sonrió, antes de volverse a Yshara.

- Gracias - susurró con sinceridad y de corazón, relajando totalmente la expresión - Nena... dale tú primero, yo solo necesito descanso - mintió sin que le vibrara lo mas minimo.

Pero...

No, no llegó a protestar. Asintió con la cabeza, y su tren de pensamientos la traicionó. Es verdad, ella ya había descansado un rato, aunque fuera el poco que había dormido, encadenada. Dulfary... necesitaba más sueño que otra cosa. Aunque las dos estaban heridas.

- Pero... - pero, volvió los ojos hacia arriba con una ténue sonrisa, tenía que haber un pero. - ¿Seguro?

Sí, estaba segura, no lo habría dicho si no. De todas maneras, las heridas de la propia Rose no eran tan graves. Sí que eran muy molestas: Tenía magulladuras por todo el cuerpo, y el tobillo no dejaba de molestarla, y tenía la nariz destrozada después de los golpes que se había llevado en el sótano de la Guardia...

Si, bueno, quizas sí que necesitaba un poco de cuidado después de todo.

Así que, tras asentir con la cabeza y recibir el "permiso" de Dulfary, se recostó en la mesa que la elfa había desplazado a tal efecto. Al tenderse se dio cuenta de que el cansancio la estaba ganando a pasos agigantados, pero todavía podría mantenerse despierta. Miró a los ojos rojos de la mujer a la que Dulfary tanto temía, y creyó por un momento poder entender por qué.

- Uhm... gracias - susurró, tímida.

Yshara no dijo nada.

Ni siquiera cuando Dulfary cedió su turno para ser 'atendida', una cosa que le hizo esbozar una leve sonrisa. En su mente saltó la chispa, se dibujó el comentario con el que comenzar a martirizar la psique de Dulfary, pero la llama no prendió.

Cuando la chiquilla pelirroja se tumbó en la mesa, Yshara acercó una vela. La muchacha cerró los ojos, y la elfa la examinó con detenimiento, con cuidado, en silencio, de forma casi reverente. Con los dedos de su mano derecha recorrió el contorno de su mandíbula, sin dejar de mirarla. Si Dulfary se hubiera asomado a los ojos de la na'kari en aquellos momentos, habría encontrado algo más que curiosidad por sus heridas.

Pero la tenía. La chiquilla parecía... como si alguien la hubiera cogido por el tobillo y la hubiera golpeado contra el suelo. En general las heridas no eran más que magulladuras, golpes y hematomas, pero algunas eran graves. No parecía tener cortes. Le retiró la capa, y le miró también el cuerpo con el mismo extraño detenimiento.

- Puedes echarte un rato si quieres - dijo, indicando los colchones de paja con cojines que había en el suelo. - Son más cómodos de lo que parece.

Y finalmente, se incorporó. El aspecto de Rose era bastante penoso, y la elfa se la quedó mirando unos instantes mientras, por debajo de la delgada capa negra que tenía echada por encima, se quitaba de la mano izquierda un brazalete que para Dulfary, sin duda, era familiar. Lo dejó encima de un estante de madera mientras se acercaba, del que tomó una especie de bolsa de cuero.

- Vienen a mí las muchachas, vapuleadas y harapientas - se burló mientras se volvía hacia la improvisada camilla. - Parecéis un par de desechos humanos. ¿Como os habéis hecho todo esto?

La pregunta iba dirigida a Dulfary, desde luego.

Rose podría haber contestado, pero tan pronto dijo éso, atacó sin piedad. Mojó un paño en aquella cosa que le compraba a los enanos, y que más que para beber servía para desinfectar, y se la aplicó a la pelirroja en las heridas más laceradas, las que tenían un rastro de sangre en la piel. Yshara había usado aquella cosa sobre sí misma, y sabía de sobra que dolía mucho.

Se balanceó sobre sus pies mientras Rose se acercaba a la mesa. Debía estar tan cansada como ella, a Dulfary le pareció curioso que se acostara de una vez en esa camilla improvisada, aunque de hecho parecía que esa era su función, en ese momento.

Las observaba moverse desde su posición, con un estado de animo siempre cambiante entre la tranquilidad, la precaución y hasta la suspicacia cada vez que la elfa hacía algo. Quizá solo cuando dejó de lado su brazalete pareció calmarse un poco, dejar que sus nervios descansaran.

Aunque no por demasiado. Sus ojos rojos siguieron con cierto espanto el recorrido de la botella. Obviamente no sabía lo que había en su interior, pero si lo podía sospechar, y si su intuición era correcta… un escalofrío le recorrió la espalda, memoria al dolor que llaman. Sin poder evitarlo, apartó la vista, por fin, en dirección a los colchones que le había señalado mientras escuchaba lo que le decía.

~valpu qué?? ~

Quien entendía a la elfa? Según iba hablando se miró su propia ropa. Sí, tenía la ropa rasgada en varias partes y bajo las rasgaduras también tenía cortada la piel. Pero se suponía que a ella no le importaba la vestimenta y... de acuerdo, tenía razón, parecían pordioseras y se sintió incomoda porque se lo hiciera notar.

- Las... - se detuvo y escogió mejor sus palabras - los desgraciados de la guardia que no saben aceptar un no por respuesta. Tú sabes que tengo imán para los problemas... ellos exponen su problema de actitud y uno no es bobo ni temeroso como la pobre gente de este reino y responde y... bueno...nos encontramos nosotras - soltó una risita - como dicen en mi tierra "se juntaron el hambre, con las ganas de comer -

Era curioso...

Dulfary y la elfa hablaban como si... se conocieran. Es decir, qué estupidez; sabía que se conocían. Pero Dul había hablado de ella como si fuera una especie de némesis, y ahora, de pronto...

... sus ojos siguieron sin darse cuenta la trayectoria del brazalete. La elfa se lo aflojó y se lo retiró, pero Rose contuvo el aliento cuando lo hizo. Cada uno de los dedos del brazalete, metálicos, estaba... afilado. Afilado hasta la náusea, hasta que podías sentir la frialdad de un corte sobre la piel solo con mirarlo en el ángulo apropiado. Pero no era el miedo lo que la hacía mirarlo.

Algo... había algo en aquel arma, en aquel objeto. Sintió un deseo muy fuerte de alcanzarlo, de tocarlo, de... observarlo. Algo en el objeto la volvía ansiosa, la volvía--

- Ayy - la concentración se rompió de repente.

No fué un grito, ni un quejido; fue como un chillido casi para sí misma cuando el fuertísimo alcohol entró en contacto con la herida más grave que tenía, la de la pierna. Se agarró del borde de la mesa, cerrando los ojos, tratando de no revolverse, dejando hacer a la mujer, pero dolorida.

No volvió a abrir los ojos. El corazón le latía rápido y esperaba algo doloroso en cualquier momento; puntos, un tirón, más alcohol. Se quedó muy tensa, pero se dio cuenta de que no quería abrir los ojos. No podía dejar de pensar en el brazalete.

Tsk.

La historia de Dulfary era vaga. No era lo que quería saber. La estaba esquivando, y supuso que debería haber imaginado que no le respondería. Realmente quería saber lo que había sucedido; cuál era la participación de Malzeth en todo ésto, qué había hecho, qué habían hecho.

Maldijo por lo bajo. Estuvo callada un momento, sin saber cómo responder. No creía que fuera a poder convencerla, y el sarcasmo salió solo, sin pretenderlo. Ni siquiera miró a Dulfary mientras lo decía.

- Ya - musitó. - Nací, crecí, me salió pelo y acabé en tu casa.

No perdió detalle de lo que sucedió con Rose.

La chica... siguió con la mirada su brazalete. El nar'yara. Claro, maldita imbécil, se dijo a sí misma; deberías habértelo quitado. Ella puede verlo. Puede sentirlo. Lo has ocultado durante seiscientos años para que ahora una cría venga y -

- Sobrevivirás - le dijo a Rose, tanto para romper su propia línea de pensamientos como para intentar hacer lo propio con la de la muchacha. - Estás magullada, pero es casi todo. No tienes heridas graves, pero te voy a coser el labio. Está partido.

Alzó la cabeza para mirar a Dulfary. No tenía que recoger nada. En un saquito de su cinturón, que se hurgó con los dedos, tenía un poco de hilo grueso, semejante a sedal, y unas cuantas agujas curvas. Puso una de ellas sobre el fuego de una vela durante unos instantes, y luego la humedeció en el licor enano.

- ¿Es todo lo concreta que piensas ser? - le dijo a Dul, sin demasiada emoción. - Si no quieres hablar conmigo, siempre podemos callarnos y escuchar gritar a tu amiga.

Esperó el tiempo justo para que Dulfary se hiciera ideas raras sobre ése comentario; y al siguiente instante, casi sin bajar la vista, clavó la aguja caliente en la piel de Rose, junto a la herida del labio. Por supuesto, la chica no se quedó quieta, ni tranquila. Yshara había puesto la mano izquierda sobre su abdomen para que no se revolviera, pero se revolvió de todos modos.

Por un momento, apenas un fugaz segundo, casi pareció complacida de sentir su dolor bajo las manos.

Cuando Yshara iba hablando, no entendía del todo a que refería. Pero en su cabeza quedó dando vueltas eso de "acabé en tú casa" ~ más veces de las que quisiera ~

La miraba hacer, apartaba la vista cuando sus nervios llegaban al límite y volvía mirar. Entendía como le dolía a Rose, se imaginaba que le dolía tanto como a ella en su momento, así que apretando el estomago suspiraba quedamente. Eso, hasta que volvió a tensarse. Gritar? Cómo espectáculo del día?

- Ja, ja, graciosa - dijo sarcástica, aunque sabía que si en verdad pretendía ayudarlas y el gritar iba por ese lado, sería inevitable, pues sus métodos, para lo malo y para lo bueno, hasta donde recordaba eran dolorosos y gritables. - Y bueno, que quieres que te diga? acaso tu amiga no te contó que los cerdos de la guardia se ensañaron en que estábamos violando el toque de queda que a penas iniciaba o que somos tan brillantes que nos escondimos en sus narices en la bodega de la casa de la guardia para poder el resto de la noche ? - no admitiría jamás que había sido por equivocación, solo sería un plan que salió errado, así que siguió - ni que cuando el plan tuvo una pequeña falla y cada una terminó a su lado aprovechó para robarse la espada de ella? Si no es así, que poco conversadora eres con tus amigas, con razón pareces tener interés en hablar conmigo cuando tenía entendido que tú también te desesperas con eso - torció la boca y se tiró como niña malcriada en los colchones que le señalara, dejando salir un quejido quedo, al caer. Cómo siempre que se molestaba, mientras hablaba, sin interrumpirse a sí misma, iba ganando velocidad en su discurso y ese tono de niñata caprichosa.

- Ahora, cual es tu interés en todo esto? - preguntó con un poco más de tranquilidad, pero con los brazos cruzados, algo separados para no lastimarse su herida.

Es fácil perderse una historia cuando sientes dolor.

Es fácil simplemente oir, pero no procesar. El dolor es una cosa cruel, informe, fría. Da igual qué forma tome. Había peores heridas que la que Yshara le estaba cosiendo, pero la aguja en su carne era algo enloquecedor.

Estaba caliente, y quemaba, y pinchaba, y la sentía traspasarle la piel del labio, y gruñía de dolor. A veces no se daba cuenta de cuando alzaba el torso, o clavaba las uñas en la mesa, o flexionaba de repente las piernas. El dolor puede ser horrible. Para cuando la elfa acabó, había lágrimas en los ojos de Rose.

Cuando se dio cuenta de que también tenía que coserle el labio por dentro, casi se sintió desfallecida. Pero ésta vez protestó menos.

En cualquier caso Rose se quedó muy quieta, muy tensa, y en su dolor no escuchó lo que dijo Dulfary, ni agregó absolutamente nada. Simplemente se dejó atacar por las manos de Yshara, en las que, pese a todo, confiaba.

A la elfa no pareció inmutarle demasiado el dolor de Rose.

La aguja entraba en la piel, volvía a salir. Claro que la aguja estaba ardiendo, y el metal perforaba la carne sin dificultad. La chica se revolvía cada vez que lo hacía, y se le saltaron las lágrimas. La elfa no pareció inmutarse demasiado.

- Ah... - dijo, sonriendo ante la historia de Dulfary. - ¿Os escondísteis en la Casa de la Guardia? ¿En sus mismas narices?

Yshara no tenía ningún motivo por el que no creer en la historia de Dulfary, o al menos dudar de que había sido todo por voluntad propia y no por casualidad. En tal caso, pensó, sonriendo, la chica tenía... huevos. Siempre era divertido ver como una muchacha de tantos recursos se acobardaba al intentar explicar algunas cosas.

Era algo que a Yshara le parecía raro. Era como si la chica tuviera... menos edad de la que parecía. No parecía darle crédito a la audacia, pero sí a sus valores. Era bastante extraño; Yshara se preguntó... bueno, se interrumpió a sí misma. No importa.

- Lo que hago con mis amigas - dijo, en tono sombrío - es únicamente asunto mío.

Pero estaba riendo por dentro ante su ocurrencia. De ésta forma, y sin darse cuenta, le imprimió a su frase una sonrisa extraña, un toque siniestro. La sonrisa podía parecer sardónica, Dul podría haber pensado, fácilmente, que la invitaba a hacer algo malo o que se escandalizaría si se lo contara.

Le dió un par de palmaditas a Rose en la mejilla, haciéndole abrir los ojos. Había terminado. El resto de heridas no precisaban de gran atención, excepto quizá la de la pierna. Cuando se levantase a la mañana siguiente, Rose estaría más jodida de lo que en su vida lo había estado, pero no era nada grave.

- Ven - le dijo a Dulfary, mientras ayudaba a Rose a ponerse de pie. - Te toca.

Sí, había ignorado la pregunta sobre su interés.

Lo que hacía con sus amigas era asunto suyo.... Bien, que hiciera lo que se le diera la gana con sus amigas!!! No llegó a captar el posible doble sentido de la frase, pero sí se ofuscó con sus palabras. Claro, ella si tenía que ser un poco mas precisa sobre los acontesimientos que las llevaron hasta ahí, pero lo que hace con sus amigas es asunto suyo

No sabía ni para que se enfadaba tanto, estaba convencida que lejos de llegar a produir algo coherente en la elfa, le estaba el gusto de enojarse, seguramente le parecería divertidisimo que hiciera una rabieta y que se tomara tan personal el comentario.

Se puso en pie, mas que con agilidad, de forma brusca y se acercó al lugar, con el ceño fruncido, los dientes apretados y una expresión general de enfado que se esfumó al fijarse en Rose. Se veía mal... a la luz de las velas se veía tan aporreada como con la luz del día y ahora tenía ese feo cocido. Suspiró y la puso con ternuna la mano en la cabeza.

- No llores... - pidió dulcemente, a sabiendas que no era su decisión llorar y que las lágrimas venían del dolor. La tomó de la mano y la ayudó a llegar a los colchones antes de regresar a la mesa. Ya no había enfado en su expresión, solo preocupación.

Se sentó sobre la mesa de un saltó y, de inmediato, se reprochó por ello. Dolió el cuerpo en general. Con las manos apoyadas en el borde de la tabla y el cuerpo echado un poco hacia dealnte, nol e daba la cara aYshara, solo miraba al piso, pensaba, trataba de entender las cosas desde el momento en que había amanecido... empezaba a dolerle la cabeza.

- Y lo que haga con las mías es asunto mío - no lo dijo con hostilidad, al contrario, su tono fue casi conciliador - así que por qué no me dices cual es tu interés en todo esto, qué tienes que ver con la ayuda para salir de esa casa y por qué nos enviaron para acá para que fueras presicamente tú quien nos ayudara? - no había exigencia en su pregunta, solo la duda, quería entender.

A simple visita no se veía herida, al menos no mucho, la ropa razgada en varios puntos, en los cuales era factible que la piel tuviera cortes en la misma dirección que la ropa. Tal vez lo más notorio era la venda, sucia y con una marcada y gruesa línea roja, en el brazo. Golpes varios y... si la tocaba, notaría que tenía la piel fría, muy fría, seguramente la temperatura corporal estaba por debajo de lo normal, pero Dulfary parecía noh aberse dado el tiempo para reparar en su propio estado.

Al levantar la vista, tenía los ojos ligeramente rojizos e hizo una mueca muy parecida a una sonrisa, pero que era de interrogación

Estaba temblando cuando se puso en pie; el dolor la había mareado, y ahora lo veía todo como borroso, como si pasase ante sus ojos más rápido de lo que debería, envuelto por un halo luminoso y salpicado de las lucecitas que se le dibujaban en los ojos.

- G-gra-gracias - tartamudeó, casi bizqueando, cuando Yshara la ayudó a ponerse en pie. Y cuando fue Dulfary quien la sostuvo, y la acompañó hasta los cojines - Perdona...

Perdona, sí.

Perdona, porque la había metido en todo aquel lío. La sangre, el dolor, el enfrentarse a Yshara, todo se lo habría ahorrado Dulfary si hubiera mirado a otro lado, si no la hubiera ayudado. A Rose podrían haberle hecho daño y haberla matado, y ella podría haber simplemente caminado en otra dirección, sin hacer nada. Todas las personas que había conocido desde que "volviera" no tenían piedad por el dolor ajeno.

Y perdona, porque estaba llorando, en efecto. Lloraba de dolor, con los dedos tanteando la herida que sus ojos no podían ver, un dolor profundo y rabioso. Lloraba porque sentía mucho lo que había pasado, porque el cansancio y el dolor vuelven idiotas a las personas, y en aquellos momentos Rose era muy idiota.

Abrazó con fuerza a Dulfary mientras la ayudó a recostarse, y cuando lo hizo, la semielfa casi cayó de espaldas sobre los cojines. Gimió, y se quedó muy quieta.

Yshara siguió con la vista la escena entre las dos muchachas, una pequeña "cuestión de amigas", aparentemente. Sus finas orejas de elfa le permitieron escuchar lo que se decía, pero su rostro no mostró reacción alguna.

Esperó pacientemente a que Dulfary dejase a Rose sobre los cojines, y a que volviese, y se tendiese sobre la mesa. Miró a la muchachilla pelirroja, dolorida y agotada, caer rápidamente hacia atrás y, aparentemente, quedar aletargada. Sonrió con desgana mientras se volvía hacia la chica.

Y fue un contraste curioso. Comparada con Dulfary, la mestiza era bastante... débil. Claro que Yshara no sabía por lo que habían podido pasar, y tampoco le daba importancia a aquel veredicto. Dulfary le hablaba en tono conciliador, mientras la elfa la ayudaba a tenderse sobre la madera, al tiempo que hacía un rápido inventario mental de sus múltiples heridas. La pregunta la había hecho ya antes, pero le resultó divertido aquel cambio de actitud.

Yshara era una mujer juguetona. Antes de pensar que quizás no fuera prudente hacer lo que se le pasó por la cabeza, ya lo había hecho. Saltó súbitamente sobre la mesa, y se situó encima de Dulfary, con las piernas una a cada lado de su cadera e inclinada sobre su rostro, sonriente, una mano en cada una de sus mejillas.

- ¿Por qué crees, ah? - preguntó, pero su tono tampoco era hostil, sino divertido. - ¿Y si fui yo quien os mandó secuestrar en primer lugar, muchacha? ¿Y si solo quería tenerte una vez más entre mis garras para martirizarte otro poco, para saborear el olor de tu miedo?

Se rió mientras se incorporaba levemente. Pero no era una risa nada oscura, sino más bien... alegre. Una de ésas risas que uno no esperaba oír en una mujer como Yshara Nadyssra.

- Nah - se desdijo sin dejar de mirarla, con una sonrisa. - Lo que ha pasado ha sido simple y llanamente que has tenido mucha suerte, chiquilla. De haber sucedido las cosas de otro modo, dudo que hubiera podido intervenir.

Le acarició el pelo. Por un momento, solo un momento, aquella mujer siniestra y abominable pareció como un gato contento de tener a alguien con quien jugar.

- Pero no es lo que quieres escuchar - susurró. - Quieres que te cuente qué es lo que pretendo. Y yo no estoy segura de que debas saberlo todavía, aunque puede que te hagas una idea. Tiene que ver con tu amiga.

Su sonrisa era alegre, pero volvía a tener un deje siniestro. Se había ido acercando a Dulfary poco a poco, y ahora estaba prácticamente recostada sobre ella, si bien es cierto que tenía mucho cuidado de no hacerle daño, de no tocar las zonas más heridas. Casi tenía los ojos sobre los suyos cuando volvió a abrir la boca.

- Yshara - murmuró, muy despacio. Una palabra élfica, que el acento de la mujer convertía en una especie de siseo suave. - Me llamo Yshara.

Se dejó recostar, no más tocar su espalda la dura madera de la mesa y ya sintió cierto descanso que sabía que no podía tomar, no todavía, pero dejó salir un suspiro de alivio. Necesitaba descansar, el sueño de la noche había ayudado, pero no había completamente cómodo, no como dormir en una cama, en un cambuche o parecido. Su propio suspiro le confirmaba lo conscentida que era.

Y entonces, su cuerpo y su mente volvieron a entrar en tensión. Sí, había sentido la presión sobre la mesa con el impulso de la elfa, pero no supo asociar eso a la sombra que se movía, a la figura que se le venía encima con volver a estar acorralada. Cuando quiso removerse inquieta, quitarse, evitarla, ya era demasiado tarde, ya la tenía, literalmente, encima con la cara entre sus manos. No había a donde correr, por mas que apoyara la cabeza contra la mesa no estaría mas lejos de lo que estaba y eso, era excesivamente cerca.

Apretó los dientes, cerró los ojos por un segundo esperando lo que fuera a doler, luego se forzó a abrirlo, a fijar la vista en Yshara. El corazón dolía de lo rápido que latia, estaba asustada, pero aun la miraba sin entender, no sus palabras, sino lo que estaba sucediendo, y segun sus palabras tomaron cuerpo en su mente, se fue llenando de más y más temor. Ahora si se removió inquieta.

Maldita sea, cómo podía ser tan ingenua, cómo pudo ser tan tonta para caer en una trampa tan obvia y peor aun, cómo pudo meter en semejante lio a Rose. Sintió un nudo en la garganta... fuera lo que fuera a suceder sería horrible... Estaba aterrada, lo que pudiera quedarle de valor se fue al suelo, a sus pies, como el resto de su sangre y lo peor... lo peor era que le creía que podía oler su miedo.

Por qué esa mujer tenía que ser así? Por qué no podía dejarla tranquila, qué le había hecho para que la viera como un juguete con el cual divertirse? Ella NO ERA SU RATON!!! Y aun así, ahí estaba, inmovil, dejandose torturar con sus palabras.

Sin embargo, antes que le faltara el aire se echó a reir. Simple y llanamente. Reía. No recordaba ese tipo de risa en ella, pero sí reconocía el tipo: se estaba divirtiendo, a costillas de ella. Cerró los o jos con fuerza, cuando acercó la mano y le acarició el cabello, el cual estaba sucio y húmedo por la nieve. Aun sin perder un apice de tensión, tuvo que reconocer que prefería mil veces esa broma tan pesada a su forma habitual de divertirse, así que abrió los ojos despacio, confundida.

- De... - le falló la voz y se forzó a articularlo, rápido - dejala fuera de esto - pero no fue contundente y ni tan enfatica como sentía que debía serlo, aunque eso no significara nada. Eso sí, sonó como una petición personal. De nuevo se caercó a ella y de nuevo sintió el impulso de retroceder. Esa sonrisa si la conocía y no era buena.

Algo tramaba.

Puso los ojos en los de ella, su respiración estaba cortada, la controlaba de mala forma, tratado de quedarse lo más quieta posible, de controlar sus propios nervios. Yshara la palabra en elfico no le decía nada, no entendía el elfico. Pero se lo explicó y ella no quería que se lo explicara, no quería saber. Se le resecó aun más la garganta, por qué le decía su nombre? No le bastaba con que en las noches que no tenía pesadillas con su sombra, las tuviera con ella? No, no parecía ser suficiente, ahora tenía identidad, ahora se daba cuenta que nunca le había preguntado su nombre, que seguramente tampoco le había dado el suyo.. ahora sí, la miró con miedo, del viceral.

Abrió la boca, con un deje de angustia, se sentía presionada. Algo en su interior le decía que le hablaba con la verdad al darle su nombre y ahora se enfrentaba no solo a la presión, social, de dar el suyo, sino a si debía responder como siempre lo hacía en esos casos, con un nombre falso, o hacerlo con el propio. Rose conocía el nombre real si algo pasaba y se sabía la verdad ya podía hacerse una idea de lo que haría la elfa, no solo fisica sino mental y emocionalmente por tal cosa.

Era lo que mejor había aprendido. No, no podía temerle a ese nivel... aunque así fuera. Volvió a abrir la boca, los ojos fijos en los de ella, casi hipnotizada, volvió a cerrar la boca, apretó los labios y sintiendo como la sangre volvía a su cabeza la giró lejos de su mirada. La forma en que tomaba el aire, por la neriz, deltaba lo cerca que estaba una y otra, y otra, y otra, y otra vez de decir algo, de soltar un nombre.

- Aral... Dulfary - soltó por fin, un susurro mas bien poco inteligible, por el nudo en su garganta. Se contuvo a tiempo, no se iba a exponer a cargar a Rose con otra culpa que no era suya.

No podía.

En más de una ocasión había intentado... ser amable con ella. Condescendiente quizás, pero en cualquier caso, no hostil. No podía, no era capaz. Cuando lo intentaba, Dulfary - ahora tenía un nombre para ella - adoptaba aquella actitud... defensiva.

Era como un pequeño perrito desvalido.

Sentía el miedo, la anticipación, el terror cada vez que ella movía un músculo. Y por mucho que se esforzara en ser amable, aquello le gustaba, le gustaba hasta el punto de la excitación. Aquella chica le tenía un pavor genuino, y a Yshara el miedo le alimentaba.

Sonrió mientras sus manos se abrían y se posaban sobre sus mejillas, enmarcando con los dedos su rostro mientras acercaba el suyo, sin dejar de mirarla a los ojos.

- Dulfary - repitió, aparentemente contenta. - De modo que por fin tengo un nombre para tí.

Pero su sonrisa, a medida que examinaba de cerca el rostro de Dulfary, se iba volviendo ladina, peligrosa, sombría. Se mordió el labio inferior, frunció el ceño, volvió a ser la mujer que Dulfary conocía, la alegría ahora extinta, solo aquella expresión siniestra de retorcido placer. Apartó las manos de sus mejillas y las dejó en la madera de la mesa, apoyándose, a ambos lados de su cabeza.

- ¿Y tú... Dulfary? - preguntó, seria. - ¿Qué quieres tú de ella? ¿De qué la conoces? ¿Qué esperas poder hacer? Yo también quiero respuestas.

Y qué esperaba? Que siendo elfa su oído no lograra entender sus balbuceos? No solo era ingenua, si no ilusa. Sus ojos volvieron a los de Yshara, no podía ser de otra forma cuando la hizo mirarla de nuevo usando sus manos. En su ojos aun había algo de miedo, ese algo que no se iría y que se mantenía como color de fondo de la expresión de cualquier otra emoción, creando así esas extrañas combinaciones de siempre.


Había miedo, pero se iba tranquilizando, por paradójico que fuera, por la extraña alegría en el tono de Yshara la presión de tener que dar su nombre, de la prevención general que tenía para con ella, iba pasando y con eso volvía a tener control, un mínimo, sobre sus emociones. Pero por qué tenía que acercarse tanto? La ponía nerviosa, nunca sabía a que atenerse.


Y aun así, prefería cuando se mostraba como la recordaba, sin matices amistoso que la confundieran y la hicieran bajar la guardia, tener que estar a la defensiva le servía para volver a dominarse, para que cuando volvía a hablarle con la seriedad a la que la tenía acostumbrada pudiera mirarla fijamente, aun con su miedo, hacerlo con desconfianza por el calibre de sus preguntas.


- La guardia quiso aprovecharse de su desconocimiento de las leyes de la ciudad, y yo intervine. Yo no quiero nada de ella – reconoció sin entender y solo al terminar de hablar cayó en cuenta del interrogatorio. Qué le importaba a ella esos detalles? Porque tenía que responder preguntas cuando a ella no se le habían contestado las suyas. Se fue enojando y frunciendo el ceño molesta. Nerviosa y molesta.


Desvió a la vista lentamente, en dirección a Rose. Estaba tumbada, debía sentirse muy mal, pobre. Volvió la vista a Yshara, con su extraña determinación de costumbre.


- Qué es lo que… - en su tono había, por fin, exigencia, en sus ojos la mezcla más común que obtenía de la elfa, miedo y desafío. La observaba detalladamente y por eso no terminó su pregunta. Así de cerca, cada vez encontraba y reencontraba semejanzas más y mas familiares, el parecido, sin ser idénticas, era asombroso y de pronto en su mente algo hizo que todo encajara.


De tener el ceño fruncido y recelo en su mirada, pasó a tener los ojos mas abiertos en especial cuando por fin lo entendió.


-Hah! - exclamó sonoramente ante su descubrimiento y apoyó mas la espalda contra la mesa al tratar de retroceder ~ no puede ser... ~ mirando fijamente a la elfa, con los ojos brillantes, vibrantes y sorprendidos


Estaba segura de estar especulando, pero tenía un poco de sentido, aunque eso implicara que en el pasado se hubiese equivocado, a medias. El parecido no era fortuito, no era de raza, tenía una razón de ser y viéndolas tan de cerca fue tan obvio que la sobrecogió. Rose era... de Yshara... su Luz.


Esa que creyó que aun conservaba en alguna parte de su interior. Pero no estaba adentro, se había equivocado en eso. De alguna forma se las había arreglado para expulsarla de ella, tal vez, para que no estorbara. Eso explicaba tantas cosas. Claro, por eso la miraba como la miraba, después de todo, así estuviera fuera de sí, era parte de ella.


No, eso era absurdo. Simplemente no tenía mucho sentido. Tenía que haber una explicación más sencilla. Sí, eso era. Su mente, por el cansancio, por su falta de madurez, por la tensión, por el estrés que le producía su cercanía y la sensación de dolor inminente en cualquier momento, por lo que fuera, no estaba trabajando del todo bien

El juego era divertido, y Dulfary, como siempre, hacía su papel a la perfección.

Pero ésta vez fue distinto.

Yshara seguía sonriendo cuando la chica le dio la respuesta. Parecía dentro de lo que había esperado. Quizás la otra tuvo un lío, se buscó un problema, y Dulfary, la amiga de los pobres, intervino. La pregunta era lo de menos.

La joven estaba empezando a reaccionar, como siempre lo hacía. Ante la presión era cuando lo daba todo de sí misma; enérgica, reactiva, pero tan cargada por el miedo. A Yshara le gustaba ver aquella transformación, y...

...

Pareció contrariada.

A medida que la expresión de desafío se diluía en los ojos de Dulfary, y aparecía la perpleja sorpresa en su lugar, la sonrisa de Yshara se convirtió en un gesto serio. En sus ojos leyó algo que la chica no verbalizó, supo dónde le había llevado su cadena de pensamientos.

Muy seria, se alzó de nuevo hasta quedar un poco por encima de ella, sin apoyarse con las manos. Se llevó la derecha a la cintura, y sacó uno de sus cuchillos, uno que Dulfary conocía bien, largo y afilado, de color verdoso.

- Muy bien - dijo, de nuevo seca. - Vamos a pasar al siguiente punto, entonces. Ahora es cuando decido si te ayudo a recuperar la salud... o a perderla. ¿Qué argumentos tienes a tu favor?

Aquello era una idiotez.

Yshara lo sabía bien cuando abrió la boca. Lo hizo para interrumpir sus pensamientos. Para darle miedo, porque bien sabía que la gente con miedo es estúpida. Su expresión no era tanto de seriedad y de desdén, como solía serlo, como de cautela.

Que las dos elfas tenían un parentesco era algo que saltaba a la vista. Concretar un grado específico de parentesco sería, quizás, más difícil. La elfa jugó ostensiblemente con el cuchillo, en un intento de que los pensamientos de Dulfary no se acercasen demasiado a éste detalle.

- ¿Hmm? - preguntó con desidia.

Pero era tarde. La idea, un poco erronea tal vez, estaba implantada en su cabeza, la duda se mantenía en sus ojos. Guardó silencio por un momento, se pasó la lengua por el labio, tenía la garganta re seca. Sus no s no se apartaban de la hoja del puñal, pero su vista no estaba ahí. Eso era obvio.

Había temor, había duda, había confusión, pero la idea seguía ahí, tratando de volver algo un poco mas real que si impresión inicial.

- Qué??? - preguntó por fin, desubicada, pestañando perdida. No había entendido. Lo que le dijo, el cuchillo, su expresión, las concecuencias de su pregunta que al replantearsela siguió sin entender, la inquitud de si estaba hablando en serio al decir eso. Varios "qué" unidos en uno solo.

Algo se acomodó junto a la idea de la Luz de Yshara: había una amenaza. Tocaba responder algo mas elocuente. Dejó de mirar la hoja, miró a la elfa aun sin comprender del todo como era que había cambiado todo y luego giró en dirección de Rose, rápidamente antes de volver al puñal.

- Si no me quieres ayudar no me ayudes - dijo airada - yo estoy bien y no, gracias, preferiría que no marques territorio compitiendo con la guardia - se movió bruscamente tratando de liberarse de Yshara, aunque el recelo en su mirada decía que "esa duda" seguía ahí. Desde donde estaba no podía ver a Rose y si las podía comparar de forma más directa su pensamiento absrudo podía aclararse.

Hmph.

Yshara no se quedó satisfecha del todo con aquello. Había una idea dentro de Dulfary... una a la que era peligroso que la niña le diese vueltas, tuviera razón en lo que había pensado o no. Por otro lado, ¿Qué iba a hacer?

Por primera vez en toda la tarde, Yshara se planteó seriamente matar a Dulfary. ¿No sería quizás el mejor curso de acción, cerrarle la boca? Pero, ¿Qué sería de su compañera? Se volvió para mirarla. Parecía haber caído inconsciente, lo cual era más o menos normal. Aún tenía que hablar con ella... con ambas. Dulfary era útil. Y no solo para aquella situación. En sus ojos, en su rostro, nunca se dejó entrever el menor indicio de que la vida de Dulfary, por un momento, había estado en juego.

- Oh - murmuró como respuesta, quizás algo tarde. - ¿De veras estás bien?

La agarró por la barbilla cuando intentaba revolverse, escapar de debajo de ella, y con la otra mano hurgó en las heridas que había visto. Procuró hacerle el suficiente daño como para recordarle que no estaba tan bien. Sonrió de forma sombría y lacónica, moviendo con la mano con la que agarraba la barbilla de Dul su cabeza para mirarle ambos lados.

- Marcar territorio - repitió, un susurro. - No fuerces tu suerte, niña. Tú ya eres mía, desde hace mucho. Es la Guardia la que tendrá que responder por marcar mi territorio.

Hacía mucho tiempo que Yshara había descubierto lo mucho que le divertía poner nerviosa a aquella chica, a Dulfary. La sujetó fuerte de la barbilla, se acercó con una sonrisa siniestra y lamió de forma un tanto obscena su mejilla, llegándole casi hasta la oreja, en cuyo lóbulo le dio un mordisco no lo suficientemente fuerte como para que le doliera.

- Mía - le dijo al oído. - ¿Me entiendes?

Y antes de que la muchacha pudiera reaccionar, ya se había bajado. De encima de ella, y de la mesa.

- Tu turno - dijo, mientras se hacía con otra aguja.

El silencio que vino después la puso nerviosa, pero esperó, con la vista paseándose entre todos los puntos que tenía a mirar. Aunque la intrigaba, no quiso imaginarse lo que estará pensando, no creyó estar en peligro per se, pero si que sin duda no sería algo bueno.

Cómo toda pregunta que no se expresa, la respuesta llegó casi de inmediato. Primero asintió con la cabeza y luego vino el dolor provocado. Sabía que podía pasar, que era algo eventual y que de alguna forma se estaba alistando para eso y para no darle el gusto de quejarse. Pero no bastó.

Al primer argumento de su punto, no estar del todo bien, de forma involuntaria soltó un quejido ahogado. Ese primero lo vio venir, para los siguientes apretó dientes y labios y aguantó tanto como pudo sin soltar un solo sonido pero... pero no estaba tratando con cualquiera, estaba tratando con la elfa psicopata, alguien que conocía donde y cuando tocar, alguien que además sabía a donde iban a parar casi todos los golpes que recibía la niña. Así que cuando le hozo dolor justo en ese punto dejó escapar un gemido, con el que no quedaba más remedio que darle la razón y con esta la victoria.

Odiaba tener que sucumbir ante ella, pero esa de verdad había dolido, solo le quedaba hacerse a la idea y seguir la corriente para que el orgullo no se uniera, otro poco, al fin fin de dolores, sobre todo cuando fue a por la herida del brazo, quizá la mas notoria.

- Ayy!! pasito que esa si duele! - protestó y trató, sin éxito, de soltar su cara pero entre sus palabras y la nueva fuerza ejercida a su barbilla, se quedó quieta, mirándola con la replica que estaba por expresar su voz. Ella no era una propiedad y menos de nadie y menos aun de ella, como un juguete. Que se olvidara! Era absurdo lo que estaba diciendo. Cómo se atrevía si quiera a pensar eso?

Pero al acercársele, solo permaneció en la expresión de sus ojos e inmediatamente después ni siquiera en ellos. SE abrieron más de lo que daban abasto, en shock. Qué rayos estaba haciendo?? Se quedó totalmente quieta, casi sin respirar, fría (seguía estando curiosamente fría), a pesar que se le subían los colores a la cara. Su escasa experiencia en tantos ámbitos, le impedía reaccionar de forma alguna a la, mas o menos, obscena lamida de la elfa. De haberla tenido, quizá se habría violentado.

Aun estando quieta, sin comprender del todo lo que estaba sucediendo (eso sí intuyéndolo, razón por la cual se sonrojaba) algo se agitó dentro de ella, algo incomodo y pesado que se convirtió en un respingo de alerta, mas que de dolor. Las palabras cayeron en su oído y las procesó dándoles más de una connotación, ninguna de esas, a su vista, favorable.

- No - fue solo un susurro, su voz en un hilo que casi no escucha ella misma, algo más venido de su interior que de un razonamiento profundo y junto con este y el movimiento de Yshara para bajarse de la mesa, Dulfary rodó sobre sí en la dirección contraria dejándose caer violentamente de la mesa sobre sus pies. Estaba confundida, estaba un poco aterrada, esta atontada y estaba, pese a sus palabras, mal.

El moverse tan rápido hizo que, a pesar de caer sobre sus pies, tener que usar la mesa no como una efímera defensa contra la elfa y sus intensiones cualesquiera que fueran, si no como un soporte para no caer al suelo. El dolor de cabeza fue intenso y por un instante sintió que sus piernas realmente no la sostendrían.

- No hay nada que coser - dijo suavemente pero a la defensiva, aun desconcertada por lo ocurrido. Se miró el brazo, la gran mancha roja que dejaba ir gotitas hacia su muñeca más allá del vendaje de Rose - bueno, sí hay que coser - rectificó - pero nada mas... -

Pobre Dulfary.

La sonrisa que se dibujaba en los labios de Yshara era siniestra. La pobre chica estaba tan confundida. El miedo y el dolor eran fáciles de llevar hasta el terreno en el que ella la quería, y su ingenuidad y su... ¿Timidez?, eran también un arma. La elfa se rió, y dio un par de palmadas sobre la madera de la mesa.

- Ya - dijo. - Es una lástima, porque yo sí que veo mucho más.

Había esperado que hiciera éso, pero le satisfizo ver que seguía junto a la mesa en lugar de salir corriendo. Quizás todavía habría mucho que ver antes de que la noche se terminase. O quizás debiera dejar de divertirse e intentar...

No.

No, mejor no. No aquella noche. No hasta que se hiciera de día, no hasta que comprobase que estaban... mejor. No quería forzar la situación, o mejor aún, no quería que la situación fuese... no quería que se le saliese de las manos. Y no temía específicamente por Dulfary, aunque desde luego la otra chica, Riadh, parecía más... dócil que ella.

- Bueno... Entonces a coser, ¿No? - dijo, socarrona. - ¿O preferirías hacer... otra cosa?

La estaba provocando, obviamente. Si su tono de voz no lo dejaba claro, su sonrisa lo haría.