Censo
Últimos temas
Noticias
Afiliados normales
Mar de Jaspia es un foro basado en un mundo original con líneas argumentales que pertenecen a sus administradores y participantes. Tanto los escritos como el diseño están protegidos por una licencia Creative Commons. Algunos códigos fueron desarrollados por el equipo web de Protorol. La mayoría de nuestras imágenes son sacadas de DeviantArt y retocadas, si quieres créditos propios o te interesa alguna imagen en concreto, haznoslo saber.
KirillAdmin ♒ MP!
ChelsieAdmin ♒ MP!
LisandotMod ♒ MP!
DelinMod ♒ MP!
SophitiaColab ♒ MP!
CyrianColab ♒ MP!
Años Activos
Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
3 participantes
Página 4 de 4.
Página 4 de 4. • 1, 2, 3, 4
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
Se le hizo una eternidad el instante en el que aquellas figuras humanas comenzaron a desaparecer, aunque a penas hubo un instante entre que el primero de ellos se desvaneció y hasta que lo hizo el último. Y con el último de ellos también se desvanecieron las fuerzas que la situación le habían dado y se dejó caer boca arriba, mirando a Lisandot.
- ¿Estás bien?- Preguntó con ronca y extraña voz, sabía que era algo absurdo preguntar eso en el estado que estaban, era poco más que una costumbre, un mero formalismo, un intento de buscar una respuesta que hiciese que todo aquello pareciese medio normal. O quizás, con la esperanza de que ella le tranquilizase y le dijese que lo tenía bajo control. Necesitaba que alguien tuviese esto bajo control, y él no era, desde luego. Se sentía agotado, pero tenía que hablar, porque ella se había quedado muy callada. Era obvio que trataba de racionalizar aquello, o quizás de entenderlo, simplemente, y no podía. Pero no podía, estaba afónico, agotado y débil. Quería explicarle que lo sentía, decirle que cuando le había preguntado si era una hechicera, no lo había hecho por odio, como ella parecía haber pensado. Quería explicarle la mentira que para él era una verdad: Que había sido posadero y había perdido aquella vida por su poder que le había ganado la enemistad de un poderoso hechicero. No era cierto, pero para Beck lo era. Y en la cara de aquel hechicero ponía la cara de un viejo chamán Rahjiid, y el espíritu de Carapatata, su más odiado perseguidor. Pero no podía hablar, no tanto. Esa pregunta había gastado su capacidad de hablar durante un rato. Pero seguía preguntándose, ¿cómo estaba ella? Le señaló la pierna, y débilmente se encogió de hombros. La pregunta era sencilla: ¿Cómo está tu pierna?
Entre tanto, pensó que debía hacer un fuego. Sí, sólo necesitaba descansar unos minutos y lo haría. Estaba empapado, se sentía débil y frío. Eso le ayudaría a encontrarse mejor. Pero antes... antes necesitaba descansar un momento, sólo un momento más.
Lo que no sabía entre tanto, es que los habitantes del bosque habían notado la aparición y desaparición del Señorío de Maglavar en mitad de su bosque. Se había arracimado un grupo de ellos, apenas una partida de caza, y temerosos del "archimago" que había aparecido a tantos no-muertos y luego les había hecho desaparecer, estaban vigilando la cueva, esperando acontecimientos y refuezos. Si los elfos algo son, es pacientes, esperarían a saber qué sucedía antes de correr ningún riesgo. Quizás incluso esperasen a la noche para actuar, pues los elfos, pensaban, tendrían muchas más posibilidades con su visión élfica y con el conocimiento de la tierra, si además les acompañaba la luz de la luna. Lo que estaba claro es que no dejarían que nadie se dedicase a hacer extraños actos mágicos en su bosque sagrado, no arriesgarían que nadie alterase las corrientes de la vida y la magia allí.
FDI: Sorry, de verdad. Me da un cargo de conciencia enorme tener tu trama y la de Luthys y Alma paradas.
- ¿Estás bien?- Preguntó con ronca y extraña voz, sabía que era algo absurdo preguntar eso en el estado que estaban, era poco más que una costumbre, un mero formalismo, un intento de buscar una respuesta que hiciese que todo aquello pareciese medio normal. O quizás, con la esperanza de que ella le tranquilizase y le dijese que lo tenía bajo control. Necesitaba que alguien tuviese esto bajo control, y él no era, desde luego. Se sentía agotado, pero tenía que hablar, porque ella se había quedado muy callada. Era obvio que trataba de racionalizar aquello, o quizás de entenderlo, simplemente, y no podía. Pero no podía, estaba afónico, agotado y débil. Quería explicarle que lo sentía, decirle que cuando le había preguntado si era una hechicera, no lo había hecho por odio, como ella parecía haber pensado. Quería explicarle la mentira que para él era una verdad: Que había sido posadero y había perdido aquella vida por su poder que le había ganado la enemistad de un poderoso hechicero. No era cierto, pero para Beck lo era. Y en la cara de aquel hechicero ponía la cara de un viejo chamán Rahjiid, y el espíritu de Carapatata, su más odiado perseguidor. Pero no podía hablar, no tanto. Esa pregunta había gastado su capacidad de hablar durante un rato. Pero seguía preguntándose, ¿cómo estaba ella? Le señaló la pierna, y débilmente se encogió de hombros. La pregunta era sencilla: ¿Cómo está tu pierna?
Entre tanto, pensó que debía hacer un fuego. Sí, sólo necesitaba descansar unos minutos y lo haría. Estaba empapado, se sentía débil y frío. Eso le ayudaría a encontrarse mejor. Pero antes... antes necesitaba descansar un momento, sólo un momento más.
Lo que no sabía entre tanto, es que los habitantes del bosque habían notado la aparición y desaparición del Señorío de Maglavar en mitad de su bosque. Se había arracimado un grupo de ellos, apenas una partida de caza, y temerosos del "archimago" que había aparecido a tantos no-muertos y luego les había hecho desaparecer, estaban vigilando la cueva, esperando acontecimientos y refuezos. Si los elfos algo son, es pacientes, esperarían a saber qué sucedía antes de correr ningún riesgo. Quizás incluso esperasen a la noche para actuar, pues los elfos, pensaban, tendrían muchas más posibilidades con su visión élfica y con el conocimiento de la tierra, si además les acompañaba la luz de la luna. Lo que estaba claro es que no dejarían que nadie se dedicase a hacer extraños actos mágicos en su bosque sagrado, no arriesgarían que nadie alterase las corrientes de la vida y la magia allí.
FDI: Sorry, de verdad. Me da un cargo de conciencia enorme tener tu trama y la de Luthys y Alma paradas.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
Repentinamente, la espada que sostenía se le hizo insoportablemente pesada y cayó de sus manos, que no podían sostenerla y como si fuera una señal, sus piernas también fallaron y la hicieron caer sentada sobre el duro suelo de piedra. La tensión nerviosa que la había sostenido hasta ese momento había desaparecido junto con el señor Prickwick y compañía, dejándola agotada y más confusa que nunca. Y por sobre todo eso, el esfuerzo al que había sometido su pierna herida había anulado el efecto del anestésico que había bebido y el dolor taladraba ahora su extremidad haciendo que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
Apenas entendió lo que Beck le preguntaba y tardó mucho en contestarle porque aún creía estar soñando e intentaba concentrarse para poder despertar. Era un mal sueño, un sueño de dolor, agotamiento y miedo y ya no quería seguir soñándolo. Pero por más que lo intentaba, no conseguía despertar, seguía en aquella caverna húmeda y fría cada vez que tornaba a mirar. No conseguía entenderlo, siempre había sido capaz de entrar y salir de un sueño a voluntad y sólo fue al cabo de varios intentos fallidos que comprendió que no estaba soñando, que todo aquello era real.
Un gemido de angustia se escapó de sus labios cuando por fin lo entendió y entonces contestó la pregunta de Beck, con un gesto de la cabeza y un monosílabo ahogado.
- N-no.
En realidad, estaba al borde del colapso. Nunca había sido una persona muy fuerte físicamente y había ido más allá de sus propios límites. Como si fuera una muñequita de trapo que cae de la posición en que la ha dejado apoyada su dueña, se desmoronó en el piso y se ovilló en un fútil esfuerzo de autoprotegerse, sin siquiera ver los gestos con los que Beck intentaba preguntarle por su pierna.
Yacía ahí, hundida en una espesa niebla - indiferente al hombre enfermo que estaba tendido cerca de ella, ignorante de los elfos que acechaban en la entrada de la caverna - mientras la fiebre, causada por la naciente infección de su pierna herida y no atendida, se apoderaba de su cuerpo haciéndola temblar.
Apenas entendió lo que Beck le preguntaba y tardó mucho en contestarle porque aún creía estar soñando e intentaba concentrarse para poder despertar. Era un mal sueño, un sueño de dolor, agotamiento y miedo y ya no quería seguir soñándolo. Pero por más que lo intentaba, no conseguía despertar, seguía en aquella caverna húmeda y fría cada vez que tornaba a mirar. No conseguía entenderlo, siempre había sido capaz de entrar y salir de un sueño a voluntad y sólo fue al cabo de varios intentos fallidos que comprendió que no estaba soñando, que todo aquello era real.
Un gemido de angustia se escapó de sus labios cuando por fin lo entendió y entonces contestó la pregunta de Beck, con un gesto de la cabeza y un monosílabo ahogado.
- N-no.
En realidad, estaba al borde del colapso. Nunca había sido una persona muy fuerte físicamente y había ido más allá de sus propios límites. Como si fuera una muñequita de trapo que cae de la posición en que la ha dejado apoyada su dueña, se desmoronó en el piso y se ovilló en un fútil esfuerzo de autoprotegerse, sin siquiera ver los gestos con los que Beck intentaba preguntarle por su pierna.
Yacía ahí, hundida en una espesa niebla - indiferente al hombre enfermo que estaba tendido cerca de ella, ignorante de los elfos que acechaban en la entrada de la caverna - mientras la fiebre, causada por la naciente infección de su pierna herida y no atendida, se apoderaba de su cuerpo haciéndola temblar.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
Estaba tan agotado que su mente funcionaba de una forma inconexa. Cuando ella se dejó caer su impulso había sido dejarlo y dormirse, o simplemente cerrar los ojos un segundo (sólo un segundo de nada...). Cualquier otra persona lo habría hecho, quizás salvo las personas más tenaces, las más valientes... o las más cobardes. Esa cobardía animal y latente, que algunos llaman instinto de supervivencia, y que tan desarrollada estaba en el subconsciente de Beck, y que se encendió como un faro entre las rocas cuando se dio cuenta de que si cerraba los ojos, nadie estaría vigilando, y que eran dos personas malheridas, en una cueva en mitad de un paraje animal que desconocía. ¿Había lobos en la zona? ¿O trasgos en el peor de los casos?
Se sentó con esfuerzo y echó un vistazo alrededor. No vio nada llamativo, salvo la bolsa de Lisandot, extraña y deforme. Recordó que ella estaba herida. Dios, ¿pero como se había herido? Se intentó poner de pie, pero le temblaban tanto las piernas que no fue capaz. Respiró hondo, agotado como si hubiese hecho un gran esfuerzo físico y repentino, y cuando consiguió calmar su respiración, se pensó en arrastrar a cuatro patas hasta alcanzar a Lisandot, pero cuando apoyó su brazo derecho notó un terrible y doloroso calambrazo que se iniciaba desde el hombro, y entonces, recordó cómo ella se había herido y cómo su hombro con ella. Determinado, apretó los labios e ignoró los pinchazos y el entumecimiento del hombro levemente hinchado y se acercó poco a poco hasta Lisandot. Al llegar, se sentó aparatosamente a su lado. Con poco tacto le echó un vistazo a la rodilla herida y vio se le había inflamado una barbaridad. Además, al parecer al caer se había clavado una piedra o algo punzante que le había hecho un corte feo, pero no profundo, a parte de rasgarle la ropa. No sabía curar la herida (salvo aplicando cauterización, pero no tenía un fuego a mano), pero sabía que no sería mala idea echarle una bebida con mucha graduación alcohólica. Era de las cosas más básicas que aprendía uno en cualquier grupo de pillastres o en cualquier taberna en que abundasen las broncas. ¿Tendría Lisandot alguna en su bolsa?
Cinco largos minutos después había conseguido llegar hasta la bolsa y la miraba como si fuese un monstruo dormido al que fuese a meterle la mano en la boca. Era obviamente mágico, una de esas bolsas de contención, o como se llamasen, que admitían mucho volumen y mucho peso, reduciéndolo, supuso. No era la primera vez que ponía el ojo en una, aunque sí la primera vez que metía la mano en una bolsa de estas. En fín, la suerte estaba echada. Con un ruido de cristales chocando, Beck sacó tres frasquitos. Los olió, y no olían a alcohol, sino a productos raros, aunque el último olía a menta, y lo puso a parte. Sacó tres tiras de tela blanca y limpias, obviamente para hacer vendas, y luego una serie de hojas y ramitas envueltos en paquetitos de tela que no supo reconocer. Estaba pensando en darse por vencido cuando sacó una pequeña cantimplora con agua, o al menos, con algo que no olía a nada. Le echó un sorbo. Sí, parecía agua. La apartó junto al frasquito de menta y las vendas. Justo en ese momento, Lisandot comenzó a hacer ruidos en su inconsciencia, pequeños gemidos de dolor que le recordaron a Beck la urgencia del asunto. En fin, tendría que ser suficiente, el resto de cosas que había visto no tenía ni idea de lo que eran. Echó un sorbito al frasco del mejunje con olor a menta, y vio que sabía también a menta. Era el único frasco que Beck se atrevía a usar sin miedo: Sabía que la menta no era en nada peligrosa, y aunque sabía a algo más, no lo reconoció, y no le dio mucha importancia.
Se arrastró de nuevo hasta Lis, pero a medio camino tuvo que parar, porque le dieron arcadas, aunque no llegó a vomitar nada (claro que era normal, llevaba bastante sin comer). Cuando al fin consiguió llegar hasta ella se sentó torpemente a su lado. Ahora, la garganta y la boca le picaban por efecto del mejunje de menta, y era un poco molesto. Inclinándose, Beck intentó limpiar la herida de la sangre para poder apreciar su tamaño. Como había pensado, no era tan grave, más grave sería la lesión interna que le había hinchado la rodilla. Tomó una de las vendas y la aplicó a la herida, y a Lisandot debió hacerle algún daño cuando apretó, porque se movió en sueños y gimió. Beck la miró, y vio que tenía la frente perlada en sudor, así que usó la segunda de las vendas para secarle la frente, y la dejó a un lado, para después. La última, se la anudó en una mano, para cubrir su piel, y así poder evitar tocarla. Se apoyó en una roca junto a Lisandot y se quedó vigilante... durante aproximadamente diez minutos, luego, aunque se resistió, el cansancio le venció y cayó en un frágil y superficial sueño, acompañado de la peculiar nana que formaba el viento en la entrada de la cueva.
Se sentó con esfuerzo y echó un vistazo alrededor. No vio nada llamativo, salvo la bolsa de Lisandot, extraña y deforme. Recordó que ella estaba herida. Dios, ¿pero como se había herido? Se intentó poner de pie, pero le temblaban tanto las piernas que no fue capaz. Respiró hondo, agotado como si hubiese hecho un gran esfuerzo físico y repentino, y cuando consiguió calmar su respiración, se pensó en arrastrar a cuatro patas hasta alcanzar a Lisandot, pero cuando apoyó su brazo derecho notó un terrible y doloroso calambrazo que se iniciaba desde el hombro, y entonces, recordó cómo ella se había herido y cómo su hombro con ella. Determinado, apretó los labios e ignoró los pinchazos y el entumecimiento del hombro levemente hinchado y se acercó poco a poco hasta Lisandot. Al llegar, se sentó aparatosamente a su lado. Con poco tacto le echó un vistazo a la rodilla herida y vio se le había inflamado una barbaridad. Además, al parecer al caer se había clavado una piedra o algo punzante que le había hecho un corte feo, pero no profundo, a parte de rasgarle la ropa. No sabía curar la herida (salvo aplicando cauterización, pero no tenía un fuego a mano), pero sabía que no sería mala idea echarle una bebida con mucha graduación alcohólica. Era de las cosas más básicas que aprendía uno en cualquier grupo de pillastres o en cualquier taberna en que abundasen las broncas. ¿Tendría Lisandot alguna en su bolsa?
Cinco largos minutos después había conseguido llegar hasta la bolsa y la miraba como si fuese un monstruo dormido al que fuese a meterle la mano en la boca. Era obviamente mágico, una de esas bolsas de contención, o como se llamasen, que admitían mucho volumen y mucho peso, reduciéndolo, supuso. No era la primera vez que ponía el ojo en una, aunque sí la primera vez que metía la mano en una bolsa de estas. En fín, la suerte estaba echada. Con un ruido de cristales chocando, Beck sacó tres frasquitos. Los olió, y no olían a alcohol, sino a productos raros, aunque el último olía a menta, y lo puso a parte. Sacó tres tiras de tela blanca y limpias, obviamente para hacer vendas, y luego una serie de hojas y ramitas envueltos en paquetitos de tela que no supo reconocer. Estaba pensando en darse por vencido cuando sacó una pequeña cantimplora con agua, o al menos, con algo que no olía a nada. Le echó un sorbo. Sí, parecía agua. La apartó junto al frasquito de menta y las vendas. Justo en ese momento, Lisandot comenzó a hacer ruidos en su inconsciencia, pequeños gemidos de dolor que le recordaron a Beck la urgencia del asunto. En fin, tendría que ser suficiente, el resto de cosas que había visto no tenía ni idea de lo que eran. Echó un sorbito al frasco del mejunje con olor a menta, y vio que sabía también a menta. Era el único frasco que Beck se atrevía a usar sin miedo: Sabía que la menta no era en nada peligrosa, y aunque sabía a algo más, no lo reconoció, y no le dio mucha importancia.
Se arrastró de nuevo hasta Lis, pero a medio camino tuvo que parar, porque le dieron arcadas, aunque no llegó a vomitar nada (claro que era normal, llevaba bastante sin comer). Cuando al fin consiguió llegar hasta ella se sentó torpemente a su lado. Ahora, la garganta y la boca le picaban por efecto del mejunje de menta, y era un poco molesto. Inclinándose, Beck intentó limpiar la herida de la sangre para poder apreciar su tamaño. Como había pensado, no era tan grave, más grave sería la lesión interna que le había hinchado la rodilla. Tomó una de las vendas y la aplicó a la herida, y a Lisandot debió hacerle algún daño cuando apretó, porque se movió en sueños y gimió. Beck la miró, y vio que tenía la frente perlada en sudor, así que usó la segunda de las vendas para secarle la frente, y la dejó a un lado, para después. La última, se la anudó en una mano, para cubrir su piel, y así poder evitar tocarla. Se apoyó en una roca junto a Lisandot y se quedó vigilante... durante aproximadamente diez minutos, luego, aunque se resistió, el cansancio le venció y cayó en un frágil y superficial sueño, acompañado de la peculiar nana que formaba el viento en la entrada de la cueva.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
La fiebre le provocaba un delirio que la hacía revivir los momentos más azarosos de su vida, los de mayor peligro, los más dolorosos. La muerte de su padre, la partida desde su tierra natal, el ataque de los piratas en una ciudad cuyo nombre ya no recordaba, los espantosos momentos en espera de que la hoguera fuera encendida, la noticia de la muerte de Cedric, el ataque del pájaro gigante, la noche de la luna roja, el terror de la ciudad en ruinas… Escenas que se entremezclaban y superponían creando cruentas pesadillas que la hacían sollozar y gemir de pavor.
Quería despertar, salir de esas pesadillas a las que estaba tan poco habituada, pero su magia no respondía a sus deseos esta vez; ya menguada por el extraño poder de Beck, era impotente contra el debilitamiento de su organismo. Toda magia necesita energía para funcionar y las suyas estaban agotadas.
Sin poder despertar para curarse a sí misma, dependía por completo de un hombre casi tan agotado y enfermo como ella misma. Si Beck hubiera tenido alguna noción sobre medicinas y curaciones, hubiera sabido que aquel menjurje de menta y algo más, árnica más precisamente, era todo lo que necesitaba para desinfectar la herida de la pierna. Con todo la limpieza y el vendaje, que le arrancaron quejidos de dolor, fueron de no poca ayuda.
Siguió atrapada en el delirio mientras fuera de la caverna, la tarde empezaba a declinar. La pequeña partida de caza de los elfos había sido aumentada con refuerzos y ante la inminente llegada de la noche, deliberaban acerca de lo que iban a hacer. Nada ni nadie había salido de la caverna, ni entrado a ella y, aunque había quien decía haber escuchado vagos sonidos, no parecía haber movimientos en su interior. El grupo se había dividido en tres bandos distintos: quienes pensaban que la falta de actividad en la cueva era señal de que ya no había peligro y, por lo tanto, debían regresar a su cuidad; los que, más cautelosos, pensaban que debían montar guardia cuando menos hasta el amanecer y, finalmente, aquellos que creían que debían entrar a la caverna y ver que sucedía en ella. Poco a poco, esta última posición iba sumando adeptos.
Dentro de la caverna el frío aumentaba al aumentar las sombras en el exterior. Luego de delirar durante largo tiempo Lis había caído en un pesado sopor, del cual la empezó a sacar la baja de la temperatura ambiente. Aterida, se revolvió en sueños y comenzó a abrir los ojos.
Quería despertar, salir de esas pesadillas a las que estaba tan poco habituada, pero su magia no respondía a sus deseos esta vez; ya menguada por el extraño poder de Beck, era impotente contra el debilitamiento de su organismo. Toda magia necesita energía para funcionar y las suyas estaban agotadas.
Sin poder despertar para curarse a sí misma, dependía por completo de un hombre casi tan agotado y enfermo como ella misma. Si Beck hubiera tenido alguna noción sobre medicinas y curaciones, hubiera sabido que aquel menjurje de menta y algo más, árnica más precisamente, era todo lo que necesitaba para desinfectar la herida de la pierna. Con todo la limpieza y el vendaje, que le arrancaron quejidos de dolor, fueron de no poca ayuda.
Siguió atrapada en el delirio mientras fuera de la caverna, la tarde empezaba a declinar. La pequeña partida de caza de los elfos había sido aumentada con refuerzos y ante la inminente llegada de la noche, deliberaban acerca de lo que iban a hacer. Nada ni nadie había salido de la caverna, ni entrado a ella y, aunque había quien decía haber escuchado vagos sonidos, no parecía haber movimientos en su interior. El grupo se había dividido en tres bandos distintos: quienes pensaban que la falta de actividad en la cueva era señal de que ya no había peligro y, por lo tanto, debían regresar a su cuidad; los que, más cautelosos, pensaban que debían montar guardia cuando menos hasta el amanecer y, finalmente, aquellos que creían que debían entrar a la caverna y ver que sucedía en ella. Poco a poco, esta última posición iba sumando adeptos.
Dentro de la caverna el frío aumentaba al aumentar las sombras en el exterior. Luego de delirar durante largo tiempo Lis había caído en un pesado sopor, del cual la empezó a sacar la baja de la temperatura ambiente. Aterida, se revolvió en sueños y comenzó a abrir los ojos.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
Mientras que Lisandot y Beck dormían, vencidos por el agotamiento de los acontecimientos, los elfos, a las afueras de la caverna donde ellos dos se refugiaban, buscaban llegar a un acuerdo sobre qué hacer con los nuevos visitantes que tanto estaban llamando la atención.
Ninguno de ellos sabía qué era lo que esperaban encontrar, ninguno sabía lo que pasaba, ni de quiénes se trataba. Sin embargo, era su deber averiguar si algún peligro se les estaba acercando, o si se trataba de unos bandidos huyendo de las autoridades, o si simplemente eran gentes maleducadas que no tenían en cuenta lo importante de no pertubar la paz de los elfos.
Por esto mismo, y porque necesitaban tranquilizar a todos los demás, incluso a ellos mismos, se había organizado una reunión no muy lejos de donde se habían visto señales de la presencia de los visitantes por última vez.
- Bien, dado que tenemos que tomar una decisión referente a qué hacer con respecto a las malas nuevas que nos han ido llegando, aquí nos encontramos. Y ahora mismo debemos decidir qué hacer.- Era Lehta quién habló, pronunciandose como el responsable del grupo e intentando así, llevar un poquito de orden en todo este asunto.
Tras una breve deliberación, ya que, a estas alturas eran los más los que deseaban averiguar qué estaba pasando, se decidió entrar en aquella caverna. Con Lehta a la cabeza, otros doce elfos más se acercaron hasta la entrada del lugar donde se encontraban los desconocidos. El resto del grupo de elfos, marchó, dejando la actuación y el deber a quienes correspondía. Habían decidido entrar de manera tranquila aunque firme, pues corrían el riesgo de encontrarse con alguien inofensivo y no había necesidad de buscar más problemas.
Así, el grupo de elfos se adentró en la caverna, con algunas antorchas para iluminar la oscuridad, dado que ya estaba bien entrada la noche. Lehta iba en cabeza, seguido de su mano derecha, Kemen, el cual le proporcionaba luz gracias a la antorcha que portaba en su mano izquierda, dejando así libre su derecha por su hubiera necesidad de utilizarla rápidamente. Lehta llevaba las manos vacías, aunque iba armado, por supuesto, pero era consciente de que si querían saber de forma pacífica, iba a ser lo mejor.
Tras caminar unos pasos de forma cautelosa y en total silencio, se toparon al fin con algo: se trataba de un hombre apoyado en una roca, junto a él había una joven que se veía herida claramente, ambos estaban dormidos.
Por unos momentos, Lehta pensó que habían sido envenenados pero pronto se dio cuenta de que respiraban. Y decidió hablar para ver si despertaban.
- ¡Señores!- exclamó.
Ninguno de ellos sabía qué era lo que esperaban encontrar, ninguno sabía lo que pasaba, ni de quiénes se trataba. Sin embargo, era su deber averiguar si algún peligro se les estaba acercando, o si se trataba de unos bandidos huyendo de las autoridades, o si simplemente eran gentes maleducadas que no tenían en cuenta lo importante de no pertubar la paz de los elfos.
Por esto mismo, y porque necesitaban tranquilizar a todos los demás, incluso a ellos mismos, se había organizado una reunión no muy lejos de donde se habían visto señales de la presencia de los visitantes por última vez.
- Bien, dado que tenemos que tomar una decisión referente a qué hacer con respecto a las malas nuevas que nos han ido llegando, aquí nos encontramos. Y ahora mismo debemos decidir qué hacer.- Era Lehta quién habló, pronunciandose como el responsable del grupo e intentando así, llevar un poquito de orden en todo este asunto.
Tras una breve deliberación, ya que, a estas alturas eran los más los que deseaban averiguar qué estaba pasando, se decidió entrar en aquella caverna. Con Lehta a la cabeza, otros doce elfos más se acercaron hasta la entrada del lugar donde se encontraban los desconocidos. El resto del grupo de elfos, marchó, dejando la actuación y el deber a quienes correspondía. Habían decidido entrar de manera tranquila aunque firme, pues corrían el riesgo de encontrarse con alguien inofensivo y no había necesidad de buscar más problemas.
Así, el grupo de elfos se adentró en la caverna, con algunas antorchas para iluminar la oscuridad, dado que ya estaba bien entrada la noche. Lehta iba en cabeza, seguido de su mano derecha, Kemen, el cual le proporcionaba luz gracias a la antorcha que portaba en su mano izquierda, dejando así libre su derecha por su hubiera necesidad de utilizarla rápidamente. Lehta llevaba las manos vacías, aunque iba armado, por supuesto, pero era consciente de que si querían saber de forma pacífica, iba a ser lo mejor.
Tras caminar unos pasos de forma cautelosa y en total silencio, se toparon al fin con algo: se trataba de un hombre apoyado en una roca, junto a él había una joven que se veía herida claramente, ambos estaban dormidos.
Por unos momentos, Lehta pensó que habían sido envenenados pero pronto se dio cuenta de que respiraban. Y decidió hablar para ver si despertaban.
- ¡Señores!- exclamó.
Narrador- Cantidad de envíos : 157
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
El viento helado le golpeaba en la cara, tan frío que casi dolía. Hacía agitarse las hojas del final del otoño, y aquel dibujo clavado en la viga de madera de aquella casa carcomida y vieja. Aleteaba aquel dibujo, con un ruido ominoso al rozarse contra la madera, era un dibujo de algún bandido de mirada penetrante, que le observaba desde allí, y durante un segundo, no comprendió que se trataba de él mismo. El dibujo movía la boca, tratando en vano de avisarle de algo.
Todo estaba oscuro, bajo pesados nublos, pero la plaza del pueblo brillaba bajo un rayo de sol escapista, que había logrado evadir las nubes. Pero por más que iluminase aquel rayo, no podría darle color a aquellos hombres vestidos de tonos oscuros, con una llamativa luna y un cofre ribeteados en sus ropas, en rojo. Inmediatamente reconoció la voz de quien hablaba, mientras repitía “Infanticida”, y todo el mundo parecía pendiente y comprendían, horrorizados. Su padre estaba allí, y ante su vista se lo llevaron hacia el patíbulo. No podía ver más, y se giró para correr, mientras todos le miraban huir, indiferentes, y esa sensación de pánico, un pánico creciente. Entonces, de repente, el viejo Ferguson le cerraba el paso a unos cuantos pasos, mirándole con sus ojos ciegos y blanquecinos, como los de un muerto, “Ya sabía yo que eras un asesino”.
- ¡Señores!- La palabra le sacó de golpe de la pesadilla, con un fuerte sobresalto abrió los ojos dando un visible brinco y echándose la mano al cinto, donde su espada no estaba, porque se encontraba en el suelo unos metros más allá. Vio que estaban rodeados, pero no había nada que pudiese hacer. Si no hubiese estado tan cansado habría oído a toda la partida llegar, pero... De golpe se dio cuenta de que eran raros, y notó que eran elfos. Quizás no los habría escuchado de todas formas. Abrió la boca para hablar, pero le salió un ruido siseante y ronco. Los elfos se pusieron inmediatamente tensos, quizás menos el que parecía el jefe, cuando no reconocieron lo que quiera que había dicho, de hecho, un par de arcos le apuntaron inmediatamente.
- ¡Nada de trucos!- gritó otro. Beck comprendió que quizás pensaban que quizás era un mago y que no debía hacer gestos con las manos ni decir nada raro e incomprensible, no fuese a ser que se creyesen que estaba recitando un conjuro y acabase ensartado en una flecha. Así que levantó las manos con las palmas hacia fuera. Miró al suelo, a Lisandot. Diría que estaba despierta, pero no estaba seguro. Carraspeó, mientras pensaba que ellos podrían curarla. Tenía la garganta tan seca...
- Agua- pidió con voz rota y casi inaudible, mientras hacía un gesto inconfundible, con su mano izquierda, como si vertiese una cantimplora en su propia boca. Entre tanto, pensaba: ¿Cómo cojones iba a salir esta vez? ¿Como iba a explicar los zombis, el Señorío de Maglavar en el bosque sin que pensasen que era un nigromante, o sin que le capturasen para estudiarle? Al menos, curarían a la chica, algo es algo...
Todo estaba oscuro, bajo pesados nublos, pero la plaza del pueblo brillaba bajo un rayo de sol escapista, que había logrado evadir las nubes. Pero por más que iluminase aquel rayo, no podría darle color a aquellos hombres vestidos de tonos oscuros, con una llamativa luna y un cofre ribeteados en sus ropas, en rojo. Inmediatamente reconoció la voz de quien hablaba, mientras repitía “Infanticida”, y todo el mundo parecía pendiente y comprendían, horrorizados. Su padre estaba allí, y ante su vista se lo llevaron hacia el patíbulo. No podía ver más, y se giró para correr, mientras todos le miraban huir, indiferentes, y esa sensación de pánico, un pánico creciente. Entonces, de repente, el viejo Ferguson le cerraba el paso a unos cuantos pasos, mirándole con sus ojos ciegos y blanquecinos, como los de un muerto, “Ya sabía yo que eras un asesino”.
- ¡Señores!- La palabra le sacó de golpe de la pesadilla, con un fuerte sobresalto abrió los ojos dando un visible brinco y echándose la mano al cinto, donde su espada no estaba, porque se encontraba en el suelo unos metros más allá. Vio que estaban rodeados, pero no había nada que pudiese hacer. Si no hubiese estado tan cansado habría oído a toda la partida llegar, pero... De golpe se dio cuenta de que eran raros, y notó que eran elfos. Quizás no los habría escuchado de todas formas. Abrió la boca para hablar, pero le salió un ruido siseante y ronco. Los elfos se pusieron inmediatamente tensos, quizás menos el que parecía el jefe, cuando no reconocieron lo que quiera que había dicho, de hecho, un par de arcos le apuntaron inmediatamente.
- ¡Nada de trucos!- gritó otro. Beck comprendió que quizás pensaban que quizás era un mago y que no debía hacer gestos con las manos ni decir nada raro e incomprensible, no fuese a ser que se creyesen que estaba recitando un conjuro y acabase ensartado en una flecha. Así que levantó las manos con las palmas hacia fuera. Miró al suelo, a Lisandot. Diría que estaba despierta, pero no estaba seguro. Carraspeó, mientras pensaba que ellos podrían curarla. Tenía la garganta tan seca...
- Agua- pidió con voz rota y casi inaudible, mientras hacía un gesto inconfundible, con su mano izquierda, como si vertiese una cantimplora en su propia boca. Entre tanto, pensaba: ¿Cómo cojones iba a salir esta vez? ¿Como iba a explicar los zombis, el Señorío de Maglavar en el bosque sin que pensasen que era un nigromante, o sin que le capturasen para estudiarle? Al menos, curarían a la chica, algo es algo...
Última edición por Beck el 08/05/11, 01:05 pm, editado 1 vez
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
Que hubiera abierto los ojos, no significaba que estuviera plenamente consciente. La caverna estaba tan oscura y sentía tanto frío, que por un momento pensó que quizás ya había muerto. Pero estaba demasiado exhausta como para sentir pena por eso o para alegrarse cuando la entrada de gente a la caverna la hizo entender que seguía viva o siquiera para sentir el miedo que, de ordinario, le habría provocado el verse rodeada por una partida de personas armadas.
Los observó llegar con total apatía, registrando apenas el dato de que eran elfos, sin hacerse conjeturas acerca de porqué habían entrado a la caverna armados, sin especular acerca de lo que pensarían por la materialización del señorío de Maglaver y los zombies, sin temer las consecuencias que aquello pudiera tener para Beck y para ella, sin esperar que pudieran ayudarles.
Con la misma indolencia vio como Beck despertaba ante el llamado del que parecía el jefe y se esforzaba por decir algo. Ella ni siquiera intentó hablar. Se sentía muy ajena a todo eso, como si estuviera presenciando una obra de teatro sentada en un lugar muy lejano. Pero era una obra que ni siquiera despertaba del todo su interés; ni la angustia de Beck ni la tensión de los elfos encontraban eco en ella.
Permanecía en absoluto silencio y totalmente inmóvil, excepto por los temblores que sacudían continuamente su cuerpo. El frío penetraba en sus huesos e intensificaba su agotamiento, haciendo que sólo quisiera dormir. Si dormía estaría bien;, ya no estaría herida, ni cansada ni tendría frío ni estaría tendida en ese duro suelo. Si dormía, podría estar donde quisiera. Era tan lindo dormir y soñar…. pero esos hombres estaban haciendo demasiado ruido.
Siguió sin moverse, pero esta vez sí habló, con voz que quería ser firme, pero apenas resultó en un susurro.
- Silencio- pidió – quiero dormir.
Tras lo cual, se hizo un ovillo en el suelo y cerró los ojos.
Los observó llegar con total apatía, registrando apenas el dato de que eran elfos, sin hacerse conjeturas acerca de porqué habían entrado a la caverna armados, sin especular acerca de lo que pensarían por la materialización del señorío de Maglaver y los zombies, sin temer las consecuencias que aquello pudiera tener para Beck y para ella, sin esperar que pudieran ayudarles.
Con la misma indolencia vio como Beck despertaba ante el llamado del que parecía el jefe y se esforzaba por decir algo. Ella ni siquiera intentó hablar. Se sentía muy ajena a todo eso, como si estuviera presenciando una obra de teatro sentada en un lugar muy lejano. Pero era una obra que ni siquiera despertaba del todo su interés; ni la angustia de Beck ni la tensión de los elfos encontraban eco en ella.
Permanecía en absoluto silencio y totalmente inmóvil, excepto por los temblores que sacudían continuamente su cuerpo. El frío penetraba en sus huesos e intensificaba su agotamiento, haciendo que sólo quisiera dormir. Si dormía estaría bien;, ya no estaría herida, ni cansada ni tendría frío ni estaría tendida en ese duro suelo. Si dormía, podría estar donde quisiera. Era tan lindo dormir y soñar…. pero esos hombres estaban haciendo demasiado ruido.
Siguió sin moverse, pero esta vez sí habló, con voz que quería ser firme, pero apenas resultó en un susurro.
- Silencio- pidió – quiero dormir.
Tras lo cual, se hizo un ovillo en el suelo y cerró los ojos.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
Lehta observó la escena sin estar nada seguro de los dos personajes que había encontrado en la cueva. El elfo de su derecha había advertido al hombre sobre no hacer ningún tipo de truco. Al parecer, el hombre era inofensivo, y tras lo que pareció un gran intento por decir algo dijo tan sólo: "Agua". Lehta no iba a ofrecerle lo que pedía tan rápidamente. Así que no dijo nada al respecto.
Sin embargo, era la chica que se hallaba tendida en el suelo lo que sí le preocupaba. No quería dejarse llevar por las apariencias, pues ya eran muchos sus años y su experiencia como para saber que podría tratarse de un truco. La chica apenas se movió, y tan sólo pidió silencio para volver a dormir, pero sí que temblaba su cuerpo entero. De verdad parecía bastante enferma.
Lehta se giró hacia sus compañeros y les susurró órdenes en élfico. Un instante después cuatro elfos se acercaron cautos al hombre y la mujer. Separaron con cuidado a la joven del hombre y en grupos de dos se dispusieron a atar las muñecas de ambos. Ningun elfo dijo ni una palabra. Con la chica tuvieron más cuidado, e incluso uno de ellos la cogió en brazos, habiéndose asegurado de que no le iba a ser fácil emplear ningún truco. Al hombre lo mantuvieron atado aún en el suelo, hasta que Lehta se acercó a él.
- Quiero saber vuestros nombres- exigió. - Una vez lo hayas hecho, puede que te proporcionemos un poco de lo que has pedido.- Al hombre le costaba hablar, y tras unos momentos en los que se le veía intentarlo consiguió decir con voz débil:
- Beck- señaló a la chica que se encontraba en brazos de uno de los elfos y añadió: - Lisandot.
Para Lehta esa respuesta había sido suficiente por el momento, por lo que hizo un gesto con la mano para que se le diera un poco de agua al hombre que decía llamarse Beck. Mientras tanto, con otro gesto, ordenó a los dos elfos que acompañaban a Lisandot que se la llevaran, y fueron seguidos por otros dos compañeros. El resto permaneció inmóvil y Lehta esperó a que Beck terminara de beber para decir:
- Va a tener que acompañarnos, señor Beck.- y sin más los dos elfos que lo maniataron lo levantaron y lo alzaron para seguir al resto del grupo hacia el bosque.
El paseo fue rápido y no dieron a Beck muchas posibilidades de ver por dónde caminaban ni hacia dónde se dirigían. Cuando llegaron a su destino, pudo oírse a Lehta decir unas palabras en élfico y tras unos pasos más, Beck fue soltado de nuevo en el suelo. Aunque esta vez no se trataba del suelo de una cueva, sino más bien de una casita, pequeña y bien cuidada. Los dos mismos elfos de antes se mantenían vigilantes junto a Beck, dispuestos a cortar cualquier tipo de defensa o ataque por su parte.
- Tu amiga está siendo examinada por alguien con conocimientos de medicina. Tú permanecerás aquí hasta nueva orden.
Sin embargo, era la chica que se hallaba tendida en el suelo lo que sí le preocupaba. No quería dejarse llevar por las apariencias, pues ya eran muchos sus años y su experiencia como para saber que podría tratarse de un truco. La chica apenas se movió, y tan sólo pidió silencio para volver a dormir, pero sí que temblaba su cuerpo entero. De verdad parecía bastante enferma.
Lehta se giró hacia sus compañeros y les susurró órdenes en élfico. Un instante después cuatro elfos se acercaron cautos al hombre y la mujer. Separaron con cuidado a la joven del hombre y en grupos de dos se dispusieron a atar las muñecas de ambos. Ningun elfo dijo ni una palabra. Con la chica tuvieron más cuidado, e incluso uno de ellos la cogió en brazos, habiéndose asegurado de que no le iba a ser fácil emplear ningún truco. Al hombre lo mantuvieron atado aún en el suelo, hasta que Lehta se acercó a él.
- Quiero saber vuestros nombres- exigió. - Una vez lo hayas hecho, puede que te proporcionemos un poco de lo que has pedido.- Al hombre le costaba hablar, y tras unos momentos en los que se le veía intentarlo consiguió decir con voz débil:
- Beck- señaló a la chica que se encontraba en brazos de uno de los elfos y añadió: - Lisandot.
Para Lehta esa respuesta había sido suficiente por el momento, por lo que hizo un gesto con la mano para que se le diera un poco de agua al hombre que decía llamarse Beck. Mientras tanto, con otro gesto, ordenó a los dos elfos que acompañaban a Lisandot que se la llevaran, y fueron seguidos por otros dos compañeros. El resto permaneció inmóvil y Lehta esperó a que Beck terminara de beber para decir:
- Va a tener que acompañarnos, señor Beck.- y sin más los dos elfos que lo maniataron lo levantaron y lo alzaron para seguir al resto del grupo hacia el bosque.
El paseo fue rápido y no dieron a Beck muchas posibilidades de ver por dónde caminaban ni hacia dónde se dirigían. Cuando llegaron a su destino, pudo oírse a Lehta decir unas palabras en élfico y tras unos pasos más, Beck fue soltado de nuevo en el suelo. Aunque esta vez no se trataba del suelo de una cueva, sino más bien de una casita, pequeña y bien cuidada. Los dos mismos elfos de antes se mantenían vigilantes junto a Beck, dispuestos a cortar cualquier tipo de defensa o ataque por su parte.
- Tu amiga está siendo examinada por alguien con conocimientos de medicina. Tú permanecerás aquí hasta nueva orden.
Narrador- Cantidad de envíos : 157
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
Los elfos tenían un peculiar acento cuando hablaban en común y las noticias que le dieron fueron buenas. Podían mentirle, pero al fin y al cabo, no les serviría de nada, ya que estaba a su absoluta merced, no estaba en estado de poder evitar nada. De todas formas estaba tan acostumbrado a hacerlo que buscó las posibles vías de escape, era un defecto de vivir durante años como él. Habría buscado las salidas hasta del mismísimo paraíso.
La habitación era cuadrada, no muy amplia. Supuso que no era más que un refugio de guardabosques, eficaz y sin lujos: unos camastros de apariencia cómoda, muchas mantas en un rincón, para los meses más fríos, pero ninguna chimenea. Los elfos seguramente no utilizaban fuegos aquí, tampoco les hacía falta porque la cercanía del mar haría los inviernos suaves. Las ventanas eran pequeñas, casi justo lo necesario para que pasase un cuerpo incómodamente, y estaban cubiertas por contraventanas hechas de alguna dura corteza de árbol, que ahora estaban entreabiertas y dejaban entrar la brisa previa al amanecer.
Las cuerdas que le ataban las muñecas eran firmes pero relativamente suaves. Se rascó y aprovechó el movimiento para observar que no podría librarse fácilmente, salvo dislocándose el pulgar de la mano derecha, pero era muy molesto, le inutilizaría la mano para casi cualquier cosa, y luego tendría que recolocárselo. No merecía la pena ni intentarlo sin saber qué clase de tratamiento le deparaba.
Los camastros le llamaban, estaba terriblemente cansado. Miró a los guardias y les señaló el camastro más cercano, y estos, tras consultarse entre sí con la mirada le dijeron que podía usarlas. Desde luego, sería más fácil vigilarle si estaba dormido. Trabajosamente, Beck se echó en el camastro y cerró los ojos y trató de dormirse. Cuando abrió los ojos tenía la sensación de apenas haber dormido un minuto, pero se sentía recompuesto, y el sol suave que iluminaba la habitación le dijo que habían pasado un par de horas.
Lehta estaba con los otros dos elfos, y le miraba con una extraña expresión mientras hablaba en élfico con los vigilantes. Eso era lo que le había despertado, a pesar de que hablaban en susurros y de que el idioma élfico era notablemente suave y fluido. La mirada de Lehta indicó que se había dado cuenta de que estaba despierto...
La habitación era cuadrada, no muy amplia. Supuso que no era más que un refugio de guardabosques, eficaz y sin lujos: unos camastros de apariencia cómoda, muchas mantas en un rincón, para los meses más fríos, pero ninguna chimenea. Los elfos seguramente no utilizaban fuegos aquí, tampoco les hacía falta porque la cercanía del mar haría los inviernos suaves. Las ventanas eran pequeñas, casi justo lo necesario para que pasase un cuerpo incómodamente, y estaban cubiertas por contraventanas hechas de alguna dura corteza de árbol, que ahora estaban entreabiertas y dejaban entrar la brisa previa al amanecer.
Las cuerdas que le ataban las muñecas eran firmes pero relativamente suaves. Se rascó y aprovechó el movimiento para observar que no podría librarse fácilmente, salvo dislocándose el pulgar de la mano derecha, pero era muy molesto, le inutilizaría la mano para casi cualquier cosa, y luego tendría que recolocárselo. No merecía la pena ni intentarlo sin saber qué clase de tratamiento le deparaba.
Los camastros le llamaban, estaba terriblemente cansado. Miró a los guardias y les señaló el camastro más cercano, y estos, tras consultarse entre sí con la mirada le dijeron que podía usarlas. Desde luego, sería más fácil vigilarle si estaba dormido. Trabajosamente, Beck se echó en el camastro y cerró los ojos y trató de dormirse. Cuando abrió los ojos tenía la sensación de apenas haber dormido un minuto, pero se sentía recompuesto, y el sol suave que iluminaba la habitación le dijo que habían pasado un par de horas.
Lehta estaba con los otros dos elfos, y le miraba con una extraña expresión mientras hablaba en élfico con los vigilantes. Eso era lo que le había despertado, a pesar de que hablaban en susurros y de que el idioma élfico era notablemente suave y fluido. La mirada de Lehta indicó que se había dado cuenta de que estaba despierto...
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
El letargo se apoderó de ella apenas cerró los ojos y, así, no tuvo conciencia alguna de ser levantada en brazos y transportada por uno de los elfos; mucho menos tuvo conciencia de lo que pasaba con Beck.
Su cuerpo era continuamente recorrido por escalofríos y, muy pronto, la fiebre la transportó al mundo de las pesadillas. Deliraba nuevamente, tanto con los horrores que había vivido como con aquellos sobre los que había leído u oído hablar; todos presentes y entremezclados para martirizarla arrancándole sollozos y quejidos que no llegaban a hacerla despertar. Se debilitaba a ojos vistas y, si bien esto era muy malo, la protegía del que podía ser un peligro mayor: materializar los entes que poblaban su delirio, convenciendo a los elfos de que eran brujos peligrosos y sentenciándolos a una muerte segura.
Le quitaron las ataduras de las muñecas apenas la depositaron en un camastro, convencidos ya de que no representaba un peligro, y se marcharon luego dejándola en compañía de un hombre ya mayor y una mujer, quien le quitó las húmedas ropas para permitir que la examinaran mejor. Entre sueños, se revolvió contra aquellas manos que la despojaban, pero nada pudo hacer para evitar que cumplieran su cometido. En su pálida piel lucían numerosos moretones y algunas cortaduras producto de la caída, pero la lesión de más importancia era la rodilla: una luxación, según determinó el ojos experimentado de quien la examinaba.
Metódicamente, el elfo y su ayudante fueron tratando las heridas visibles, desde la más grave a la de menor importancia, y procuraron detectar la presencia de heridas internas, de las cuales no parecía haber indicios, para concluir haciéndola beber una infusión que combatiera la fiebre.
Vestida nuevamente con ropa seca, yació tendida bajo las cobijas, bajo la atenta mirada de la elfa, convertida aquella noche en guardiana de su sueño y de su vida. Poco a poco, temblores y delirio fueron desapareciendo y se sumergió en las oscuras aguas de un sopor en el que los sueños eran fugitivas figuras que no lograba aprehender.
Muchas horas después, cuando el sol se acercaba ya a su cenit, empezó a salir del mundo de los sueños. Se revolvió en el camastro sin abrir los ojos – los párpados pesaban tanto – sintiendo vagamente que se encontraba en un lugar distinto a la caverna en la que se había quedado dormida; se encontraba aún demasiado débil y cansada como para formularse preguntas o hacer conjeturas, pero no lo suficiente como para no sentir una presencia cerca.
- ¿Beck?
Su cuerpo era continuamente recorrido por escalofríos y, muy pronto, la fiebre la transportó al mundo de las pesadillas. Deliraba nuevamente, tanto con los horrores que había vivido como con aquellos sobre los que había leído u oído hablar; todos presentes y entremezclados para martirizarla arrancándole sollozos y quejidos que no llegaban a hacerla despertar. Se debilitaba a ojos vistas y, si bien esto era muy malo, la protegía del que podía ser un peligro mayor: materializar los entes que poblaban su delirio, convenciendo a los elfos de que eran brujos peligrosos y sentenciándolos a una muerte segura.
Le quitaron las ataduras de las muñecas apenas la depositaron en un camastro, convencidos ya de que no representaba un peligro, y se marcharon luego dejándola en compañía de un hombre ya mayor y una mujer, quien le quitó las húmedas ropas para permitir que la examinaran mejor. Entre sueños, se revolvió contra aquellas manos que la despojaban, pero nada pudo hacer para evitar que cumplieran su cometido. En su pálida piel lucían numerosos moretones y algunas cortaduras producto de la caída, pero la lesión de más importancia era la rodilla: una luxación, según determinó el ojos experimentado de quien la examinaba.
Metódicamente, el elfo y su ayudante fueron tratando las heridas visibles, desde la más grave a la de menor importancia, y procuraron detectar la presencia de heridas internas, de las cuales no parecía haber indicios, para concluir haciéndola beber una infusión que combatiera la fiebre.
Vestida nuevamente con ropa seca, yació tendida bajo las cobijas, bajo la atenta mirada de la elfa, convertida aquella noche en guardiana de su sueño y de su vida. Poco a poco, temblores y delirio fueron desapareciendo y se sumergió en las oscuras aguas de un sopor en el que los sueños eran fugitivas figuras que no lograba aprehender.
Muchas horas después, cuando el sol se acercaba ya a su cenit, empezó a salir del mundo de los sueños. Se revolvió en el camastro sin abrir los ojos – los párpados pesaban tanto – sintiendo vagamente que se encontraba en un lugar distinto a la caverna en la que se había quedado dormida; se encontraba aún demasiado débil y cansada como para formularse preguntas o hacer conjeturas, pero no lo suficiente como para no sentir una presencia cerca.
- ¿Beck?
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
Lehta dio unas órdenes concisas y enseguida hubo allí un barreño con agua y unos trapos de lino. Unos elfos laboriosos cogieron la ropa sucia y algo maloliente de Beck y le comunicaron que se la devolverían limpia. Antes de dejarle solo para que se lavara, le inspeccionaron el hombro y le dieron una madera para morder, antes de tirar de su brazo para asegurarse que estaba en su sitio de forma nada cuidadosa y bastante dolorosa. Luego, le ordenaron que se lavara como era debido. Obediente, se refregó como pudo. Tardaron más de la cuenta en volver, y para evitar el frío, se metió debajo de unas cuantas mantas. Así le encontraron a su retorno. Le ofrecieron una sencilla camisa de algún tejido parecido al algodón y unos pantalones cardados a juego. Dejaron sus ropas sobre el camastro, aún húmedas.
Beck agradeció que le hubieran lavado la ropa y le hubieran atendido, un poco confundido con tanta amabilidad inesperada. Uno de los elfos, al parecer divertido con que no entendiera mucho de qué iba aquello, le dijo en lenguaje común que la Alta Raza tenía costumbre de lavar a sus prisioneros antes de los juicios, porque sólo así podía asegurarse un juicio justo. De lo contrario, dijo, la imagen de suciedad exterior podía confundirse con un espíritu interiormente sucio.
Beck no contestó a aquello. Mientras los elfos salían y le dejaban solo para pensar, se sentó sobre el camastro y suspiró. Luego, con una punzada de culpabilidad, se preguntó como estaría Lisandot. No sabía que ella se estaba despertando, más o menos en ese momento, y que junto a ella, un elfo de rostro amable vigilaba. Su nombre era Kemen, y había sido parte del grupo que los había recogido. Él mismo había traído a la joven en brazos, y ahora esperaba para explicarle, con la mayor claridad y paciencia que pudiera reunir, que ese atardecer el consejo de ancianos les interrogaría sobre lo acontecido en el bosque la noche anterior.
Cuando la mujer se hubo despertado, se acuclilló para ponerse a su altura, se presentó y le dijo:
- Tu amigo está bien, de momento. Y si colaboráis, todo seguirá bien. Queremos saber qué brujería sucedió la otra noche. Los eternos os van a interrogar sobre ello, pero también podríais hacerlo más fácil y explicarnos ya lo sucedido. Mientras piensas en ello, ¿necesitas algo que te pueda traer? ¿Agua quizás?
Beck agradeció que le hubieran lavado la ropa y le hubieran atendido, un poco confundido con tanta amabilidad inesperada. Uno de los elfos, al parecer divertido con que no entendiera mucho de qué iba aquello, le dijo en lenguaje común que la Alta Raza tenía costumbre de lavar a sus prisioneros antes de los juicios, porque sólo así podía asegurarse un juicio justo. De lo contrario, dijo, la imagen de suciedad exterior podía confundirse con un espíritu interiormente sucio.
Beck no contestó a aquello. Mientras los elfos salían y le dejaban solo para pensar, se sentó sobre el camastro y suspiró. Luego, con una punzada de culpabilidad, se preguntó como estaría Lisandot. No sabía que ella se estaba despertando, más o menos en ese momento, y que junto a ella, un elfo de rostro amable vigilaba. Su nombre era Kemen, y había sido parte del grupo que los había recogido. Él mismo había traído a la joven en brazos, y ahora esperaba para explicarle, con la mayor claridad y paciencia que pudiera reunir, que ese atardecer el consejo de ancianos les interrogaría sobre lo acontecido en el bosque la noche anterior.
Cuando la mujer se hubo despertado, se acuclilló para ponerse a su altura, se presentó y le dijo:
- Tu amigo está bien, de momento. Y si colaboráis, todo seguirá bien. Queremos saber qué brujería sucedió la otra noche. Los eternos os van a interrogar sobre ello, pero también podríais hacerlo más fácil y explicarnos ya lo sucedido. Mientras piensas en ello, ¿necesitas algo que te pueda traer? ¿Agua quizás?
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: Hoy va a darse un entierro (Parte 2)
No fue Beck quien le contestó. Abrió los ojos e intentó incorporase para hablar con su interlocutor, notando por primera vez que su pierna herida se encontraba inmovilizada. Apenas comenzaba a registrar la información sobre el estado de Beck y a tomar conciencia del lugar donde se encontraba cuando una palabra la congeló.
Brujería…
Su cuerpo se estremeció sin que pudiera evitarlo, mientras en un segundo una serie de imágenes irrumpían en su mente, invocadas por esas ocho letras. Una huida sin esperanzas… la captura… la muchedumbre vociferante y hostil… la pira… las antorchas… el fuego que comenzaba a morder los maderos sobre los que la habían colocado, atada a un poste…
Una acusación de brujería… otra vez… otra vez…
-- ¿B-brujería?- preguntó, haciendo un esfuerzo por reaccionar, pero sin poder evitar que su voz temblara ligeramente y sus ojos se tornaran de color azabache por el temor -- ¿Cómo? ¿Qué pasó?
Ella ignoraba que el sueño compartido con Beck se había materializado en el bosque. Pero su pierna estaba herida y se sentía muy débil… ¿había tenido fiebre?... ¿había materializado sus delirios? Le había pasado antes, estando enferma… ¿Qué cosas había hecho aparecer en el bosque de Valenderiel? No recordaba nada de lo que había soñado…
Y ahora, además, había perdido el control de su poder; había inducido un sueño en Beck, sin desearlo… ¿Lo había hecho con los elfos? ¿Había tejido sueños o pesadillas?
Sacudida por las dudas, conmocionada por la idea de haber causado algún daño por el descontrol de su poder, aterrada por la posibilidad de una nueva acusación de brujería, miró a su interlocutor esperando y temiendo a la vez su respuesta.
Brujería…
Su cuerpo se estremeció sin que pudiera evitarlo, mientras en un segundo una serie de imágenes irrumpían en su mente, invocadas por esas ocho letras. Una huida sin esperanzas… la captura… la muchedumbre vociferante y hostil… la pira… las antorchas… el fuego que comenzaba a morder los maderos sobre los que la habían colocado, atada a un poste…
Una acusación de brujería… otra vez… otra vez…
-- ¿B-brujería?- preguntó, haciendo un esfuerzo por reaccionar, pero sin poder evitar que su voz temblara ligeramente y sus ojos se tornaran de color azabache por el temor -- ¿Cómo? ¿Qué pasó?
Ella ignoraba que el sueño compartido con Beck se había materializado en el bosque. Pero su pierna estaba herida y se sentía muy débil… ¿había tenido fiebre?... ¿había materializado sus delirios? Le había pasado antes, estando enferma… ¿Qué cosas había hecho aparecer en el bosque de Valenderiel? No recordaba nada de lo que había soñado…
Y ahora, además, había perdido el control de su poder; había inducido un sueño en Beck, sin desearlo… ¿Lo había hecho con los elfos? ¿Había tejido sueños o pesadillas?
Sacudida por las dudas, conmocionada por la idea de haber causado algún daño por el descontrol de su poder, aterrada por la posibilidad de una nueva acusación de brujería, miró a su interlocutor esperando y temiendo a la vez su respuesta.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Página 4 de 4. • 1, 2, 3, 4
Temas similares
» Hoy va a darse un entierro (Parte 1)
» En busca de un barco a cualquier parte
» El primer paso del fin [Trama] Parte I.
» Diversos problemas con el concepto de "propiedad ajena" (Parte I)
» En busca de un barco a cualquier parte
» El primer paso del fin [Trama] Parte I.
» Diversos problemas con el concepto de "propiedad ajena" (Parte I)
Página 4 de 4.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
14/11/24, 09:56 pm por Alma Swann
» El Vals de los Enmascarados
11/11/24, 09:24 am por Luthys
» Adonde me lleven los sueños
04/04/18, 08:55 pm por Lisandot
» Sentimientos encontrados
22/02/18, 10:03 pm por Songèrie
» El fin de un viaje y el comienzo de otro.
04/02/18, 03:16 pm por Florangél
» Vini, saquei, marchi
30/01/18, 06:23 pm por Narrador
» Rumbo a Moselec (Trama 3)
30/01/18, 06:01 pm por Narrador
» Trama 3 . Se reclutan piratas y maleantes varios
30/01/18, 05:58 pm por Narrador
» Vestigios del pasado
30/08/17, 06:51 pm por Auria