Censo
Últimos temas
Noticias
Afiliados normales
Mar de Jaspia es un foro basado en un mundo original con líneas argumentales que pertenecen a sus administradores y participantes. Tanto los escritos como el diseño están protegidos por una licencia Creative Commons. Algunos códigos fueron desarrollados por el equipo web de Protorol. La mayoría de nuestras imágenes son sacadas de DeviantArt y retocadas, si quieres créditos propios o te interesa alguna imagen en concreto, haznoslo saber.
KirillAdmin ♒ MP!
ChelsieAdmin ♒ MP!
LisandotMod ♒ MP!
DelinMod ♒ MP!
SophitiaColab ♒ MP!
CyrianColab ♒ MP!
Años Activos
Creer en el Infierno
5 participantes
Página 7 de 9.
Página 7 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Re: Creer en el Infierno
Kirill no fue el único que reaccionó en aquellos momentos.
Pero la reacción de Yshara fue más discreta, más comedida. La elfa estaba cansada, aunque su determinación era la misma. La joven rubia no dio señales de pasar al ataque, y así, la pelirroja tampoco hizo lo mismo.
Qué curioso. Se preguntó cómo habría llegado hasta allí.
En cualquier caso, apenas unos instantes después de la entrada de Kathrina en la sala, Yshara ya había cargado una flecha en su arco. Y el acero de la punta, mortalmente afilada, humeaba ligeramente por efecto de la energía mágica. Un pensamiento, una palabra fuera de lugar, era todo lo que necesitaba.
Pero estaba de un humor sombrío, y se sintió cruel. Por un momento se encontró divagando cómo iba a matarla... o a no hacerlo. Consideró muchas formas de disparar aquella flecha, si a través del cráneo, de la garganta... sus ojos azul eléctrico atrajeron su mirada. ¿Le acertaría en el ojo con una flecha...? Al parecer, encontró divertido el pensamiento.
Pero no atacó. Todavía.
Pero la reacción de Yshara fue más discreta, más comedida. La elfa estaba cansada, aunque su determinación era la misma. La joven rubia no dio señales de pasar al ataque, y así, la pelirroja tampoco hizo lo mismo.
Qué curioso. Se preguntó cómo habría llegado hasta allí.
En cualquier caso, apenas unos instantes después de la entrada de Kathrina en la sala, Yshara ya había cargado una flecha en su arco. Y el acero de la punta, mortalmente afilada, humeaba ligeramente por efecto de la energía mágica. Un pensamiento, una palabra fuera de lugar, era todo lo que necesitaba.
Pero estaba de un humor sombrío, y se sintió cruel. Por un momento se encontró divagando cómo iba a matarla... o a no hacerlo. Consideró muchas formas de disparar aquella flecha, si a través del cráneo, de la garganta... sus ojos azul eléctrico atrajeron su mirada. ¿Le acertaría en el ojo con una flecha...? Al parecer, encontró divertido el pensamiento.
Pero no atacó. Todavía.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Qué es lo que quieres de mí.
Buena pregunta. Muy buena pregunta. Los ojos de Kathrina abandonaron a la mujer de los rizos negros, a la que había creído sinceramente Ethel, para posarse sobre la otra, cuyas palabras delataban. ¿Ella era Ethel...? De alguna forma, la había creído más... espectacular.
Las dos llevaban el mismo uniforme que había visto en las mujeres que habían atacado, pero había algo distinto en ellos. No habría sabido decir qué. Sin embargo, en el estado de confusión mental en el que se encontraba Kathrina, no le dio gran importancia. Entró en la sala con pasos lentos, encarándose con la mujer de las cadenas, mirando de reojo al mago, a la hechicera, a la mujer del arco.
"Idiota. ¿Qué quieres de ella? ¿Qué has venido a hacer aquí? Morir a sus pies, eso es lo que vas a lograr".
Los ojos de Kathrina se posaron sobre los del mago. Por supuesto, no sabía que fuese un hechicero; el hombre acudía hacia ella con el arma en alto, y Kathrina se aprestó a defenderse, alzando su escudo, creyendo en sus posibilidades. Era lo suficientemente competente con las armas para creer que podía derrotar a un combatiente.
Frunció el ceño, dando un paso atrás. Aquello no entraba en sus planes. Quería hablar, no combatir. Quiso intentar deshacerse de Kirill, sin herirle, sin dañarle. Amagó que daba un segundo paso, esperando quizá que el hombre atacase, para golpear con el escudo. Su preocupación era la mujer del arco; esperaba que disparase en cualquier momento, y que su vida... terminase.
- ¡Espera! - exclamó, de pronto.
No supo muy bien a quién se lo dijo. Si al mago, aunque quizás no debería haber entrado en combate con él, para empezar; si a la elfa, aunque no tenía cara de ser de las que esperaban, si a Ethel, aunque no sabía por qué. O acaso se lo decía a sí misma, pero no sabía a qué debía esperar. Kathrina dio un tercer paso atrás, vacilante, y cambió el ángulo del escudo para defenderse de un eventual ataque por parte de la elfa.
- Alto - repitió, exasperada. - Quiero... hablar. Hablar con Ethel.
No podía dejar de mirar a los ojos de la pelirroja.
¿Por qué le resultaba tan familiar?
Buena pregunta. Muy buena pregunta. Los ojos de Kathrina abandonaron a la mujer de los rizos negros, a la que había creído sinceramente Ethel, para posarse sobre la otra, cuyas palabras delataban. ¿Ella era Ethel...? De alguna forma, la había creído más... espectacular.
Las dos llevaban el mismo uniforme que había visto en las mujeres que habían atacado, pero había algo distinto en ellos. No habría sabido decir qué. Sin embargo, en el estado de confusión mental en el que se encontraba Kathrina, no le dio gran importancia. Entró en la sala con pasos lentos, encarándose con la mujer de las cadenas, mirando de reojo al mago, a la hechicera, a la mujer del arco.
"Idiota. ¿Qué quieres de ella? ¿Qué has venido a hacer aquí? Morir a sus pies, eso es lo que vas a lograr".
Los ojos de Kathrina se posaron sobre los del mago. Por supuesto, no sabía que fuese un hechicero; el hombre acudía hacia ella con el arma en alto, y Kathrina se aprestó a defenderse, alzando su escudo, creyendo en sus posibilidades. Era lo suficientemente competente con las armas para creer que podía derrotar a un combatiente.
Frunció el ceño, dando un paso atrás. Aquello no entraba en sus planes. Quería hablar, no combatir. Quiso intentar deshacerse de Kirill, sin herirle, sin dañarle. Amagó que daba un segundo paso, esperando quizá que el hombre atacase, para golpear con el escudo. Su preocupación era la mujer del arco; esperaba que disparase en cualquier momento, y que su vida... terminase.
- ¡Espera! - exclamó, de pronto.
No supo muy bien a quién se lo dijo. Si al mago, aunque quizás no debería haber entrado en combate con él, para empezar; si a la elfa, aunque no tenía cara de ser de las que esperaban, si a Ethel, aunque no sabía por qué. O acaso se lo decía a sí misma, pero no sabía a qué debía esperar. Kathrina dio un tercer paso atrás, vacilante, y cambió el ángulo del escudo para defenderse de un eventual ataque por parte de la elfa.
- Alto - repitió, exasperada. - Quiero... hablar. Hablar con Ethel.
No podía dejar de mirar a los ojos de la pelirroja.
¿Por qué le resultaba tan familiar?
Kath Vance- Cantidad de envíos : 41
Re: Creer en el Infierno
Su intención había sido asegurarse de que la desconocida no atacara forzándola a defenderse desde el principio... pero Kirill también había esperado un contraataque.
La espada impactó contra el escudo una primera vez, una segunda, antes de que el mago se diera cuenta de que la mujer no iba a pasar a la ofensiva y de que sólo intentaba rechazarle sin herirle. Se encontró desconcertado; desconcertado y frustrado, suponiendo un truco pero negándose a pensar en cuál podría ser este. De no haber sido por aquel grito que interrumpió sus movimientos, Kirill habría entrado en un imparable frenesí con el único objetivo de eliminar a un oponente que no entendía, que indirectamente le había provocado y que se encontraba cerca de enfurecerle. Aquel "espera" que había sido lanzado para todos y para nadie encontró en Kirill un destinatario, y el mago se apartó con precaución en lugar de descargar un tercer golpe.
No sabía lo que quería aquella mujer - no sabía, en realidad, ni quien era, ni de dónde salía, ni por qué no había respondido a su ataque como debería haberlo hecho -, pero observó con satisfacción su vacilante movimiento de retroceso. Su orgullo quiso relacionarlo con su anterior ataque, al parecer no sin cierto efecto aunque este fuera sólo intimidatorio. Más seguro de sí mismo al saber esto, Kirill se mantuvo en guardia, prestando más atención a los movimientos de la rubia que a sus palabras.
Escuchó a pesar de todo el nombre de Ethel, y al hacerlo le dedicó una rápida mirada inconsciente a la hechicera a la espera de cualquier tipo de reacción.
La espada impactó contra el escudo una primera vez, una segunda, antes de que el mago se diera cuenta de que la mujer no iba a pasar a la ofensiva y de que sólo intentaba rechazarle sin herirle. Se encontró desconcertado; desconcertado y frustrado, suponiendo un truco pero negándose a pensar en cuál podría ser este. De no haber sido por aquel grito que interrumpió sus movimientos, Kirill habría entrado en un imparable frenesí con el único objetivo de eliminar a un oponente que no entendía, que indirectamente le había provocado y que se encontraba cerca de enfurecerle. Aquel "espera" que había sido lanzado para todos y para nadie encontró en Kirill un destinatario, y el mago se apartó con precaución en lugar de descargar un tercer golpe.
No sabía lo que quería aquella mujer - no sabía, en realidad, ni quien era, ni de dónde salía, ni por qué no había respondido a su ataque como debería haberlo hecho -, pero observó con satisfacción su vacilante movimiento de retroceso. Su orgullo quiso relacionarlo con su anterior ataque, al parecer no sin cierto efecto aunque este fuera sólo intimidatorio. Más seguro de sí mismo al saber esto, Kirill se mantuvo en guardia, prestando más atención a los movimientos de la rubia que a sus palabras.
Escuchó a pesar de todo el nombre de Ethel, y al hacerlo le dedicó una rápida mirada inconsciente a la hechicera a la espera de cualquier tipo de reacción.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Después del impetú con el que había entrado, Ethel también creyó que la extraña
respondería al ataque de Kirill, cosa que cuando no se dio la hizo enarcar una ceja, en
lo que Teresa se mostraba aun más altiva.
Al igual que el mago, ambas esperaron. La una contuvo el ataque de apoyo, la otra dejó el hechizo estático por un instante antes de continuar. Era extraña que dudara tanto despúes de llegar tan lejos y en la forma en que lo hizo. Qué más estaba pasando en su casa a parte del ataque?
Sus susurros se hicieron aun más bajos, la mujer estaba pidiendo tiempo, ella se lo daría, estaba pidiendo hablar con ella, eso le pareció aun mas fuera de orden. Qué era lo que quería y por qué si ya habían llegado tan lejos? Cerró los ojos sin preocuparse por ella, despues de todo estaba en una situación bastante complicada en medio de los ojos de esos tres. Anudó el hechizo, no iba a perder lo que hebía adelantado, pero tampoco podía continuar por mas tiempo.
Laira por la vileza en contra de ellas se incrementaba nuevamente y eso sería un impedimiento para seguir. Si se detenía, más luces verdes, o sea Flores, se extinguirían, pero no estaba concentrada en absoluto cortesía de esa solicitud, tan particular, de audiencia.
Cerró los puños molesta, buscando control.
- Tu olfato te ha traído hasta la meta, felicidades! Puedes hablar con Ethel como premio – no estaba siendo sarcástica, de hecho la tranquilidad de su tono podía ser desconcertante, pero para quienes la conocían lo suficiente, era una muestra clara de su esfuerzo por no saltarle encima a la invasora –En qué te podemos ayudar? – preguntó con la misma cadencia con la que atendía a cualquier cliente distinguido que estuviera dispuesto a pagar… a cualquier cliente, punto. Se puso de pie lentamente, dejando la mano desgonzada, goteando sangre sobre su ritual interrumpido.
Teresa la miró por un momento y volvió a dirigir lamirada a Kath, altiva, esperando que a pesar de las palabras de Ethel esta aun estuviera confundida como para atacar.Por su lado la bruja, esperaba que lo tuviera que decir, fuera de valor y fuera rápido. Sus niñas no soportarían mucho tiempo más.
respondería al ataque de Kirill, cosa que cuando no se dio la hizo enarcar una ceja, en
lo que Teresa se mostraba aun más altiva.
Al igual que el mago, ambas esperaron. La una contuvo el ataque de apoyo, la otra dejó el hechizo estático por un instante antes de continuar. Era extraña que dudara tanto despúes de llegar tan lejos y en la forma en que lo hizo. Qué más estaba pasando en su casa a parte del ataque?
Sus susurros se hicieron aun más bajos, la mujer estaba pidiendo tiempo, ella se lo daría, estaba pidiendo hablar con ella, eso le pareció aun mas fuera de orden. Qué era lo que quería y por qué si ya habían llegado tan lejos? Cerró los ojos sin preocuparse por ella, despues de todo estaba en una situación bastante complicada en medio de los ojos de esos tres. Anudó el hechizo, no iba a perder lo que hebía adelantado, pero tampoco podía continuar por mas tiempo.
Laira por la vileza en contra de ellas se incrementaba nuevamente y eso sería un impedimiento para seguir. Si se detenía, más luces verdes, o sea Flores, se extinguirían, pero no estaba concentrada en absoluto cortesía de esa solicitud, tan particular, de audiencia.
Cerró los puños molesta, buscando control.
- Tu olfato te ha traído hasta la meta, felicidades! Puedes hablar con Ethel como premio – no estaba siendo sarcástica, de hecho la tranquilidad de su tono podía ser desconcertante, pero para quienes la conocían lo suficiente, era una muestra clara de su esfuerzo por no saltarle encima a la invasora –En qué te podemos ayudar? – preguntó con la misma cadencia con la que atendía a cualquier cliente distinguido que estuviera dispuesto a pagar… a cualquier cliente, punto. Se puso de pie lentamente, dejando la mano desgonzada, goteando sangre sobre su ritual interrumpido.
Teresa la miró por un momento y volvió a dirigir lamirada a Kath, altiva, esperando que a pesar de las palabras de Ethel esta aun estuviera confundida como para atacar.Por su lado la bruja, esperaba que lo tuviera que decir, fuera de valor y fuera rápido. Sus niñas no soportarían mucho tiempo más.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Creer en el Infierno
Qué diablos.
Yshara frunció el ceño, molesta. Sintió la tentación momentánea de disparar, así fuera solamente para que aquella mujer dejase de mirarla. Parecía buscar algo en ella que la elfa no acababa de comprender, ni de estar segura que quisiera comprender.
Era... molesta. Como si quisiera reconocer algo en ella. Yshara estaba segura de no haberla visto antes, aunque su rostro le era vagamente familiar. Al menos, no tuvo su atención durante demasiado tiempo; Kirill se encargó de que no pudiera mirarla tan fijamente como quería. Kirill...
Ethel habló.
Yshara no estuvo segura de que fuera prudente. Bueno, en realidad, daba igual. La rubia no podía hacer gran cosa... o éso creía. Maldita fuera, estaba desconcertada, y la sensación no era agradable; tenía la sensación de que aquella mujer tenía un plan.
Es decir, tenía que tener un plan. O eso, o era tonta. Y a la elfa, la experiencia de su vida le había hecho presuponer siempre que había un plan. Otra cosa es que pudiera acertar a escudriñarlo.
Se volvió de pronto, apartando la vista y el arco de la rubia, y se aproximó con paso lento a las ventanas, esperando quizás que Kathrina fuera una distracción y la verdadera amenaza estuviese en otro lado.
Yshara frunció el ceño, molesta. Sintió la tentación momentánea de disparar, así fuera solamente para que aquella mujer dejase de mirarla. Parecía buscar algo en ella que la elfa no acababa de comprender, ni de estar segura que quisiera comprender.
Era... molesta. Como si quisiera reconocer algo en ella. Yshara estaba segura de no haberla visto antes, aunque su rostro le era vagamente familiar. Al menos, no tuvo su atención durante demasiado tiempo; Kirill se encargó de que no pudiera mirarla tan fijamente como quería. Kirill...
Ethel habló.
Yshara no estuvo segura de que fuera prudente. Bueno, en realidad, daba igual. La rubia no podía hacer gran cosa... o éso creía. Maldita fuera, estaba desconcertada, y la sensación no era agradable; tenía la sensación de que aquella mujer tenía un plan.
Es decir, tenía que tener un plan. O eso, o era tonta. Y a la elfa, la experiencia de su vida le había hecho presuponer siempre que había un plan. Otra cosa es que pudiera acertar a escudriñarlo.
Se volvió de pronto, apartando la vista y el arco de la rubia, y se aproximó con paso lento a las ventanas, esperando quizás que Kathrina fuera una distracción y la verdadera amenaza estuviese en otro lado.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Bien, idiota. Ya tienes su atención.
¿Y ahora?
Kathrina devolvió las miradas; la de la pelirroja, que se le hacía difícil de resistir, aunque era la que más despertaba su curiosidad. La del mago, en la que buscaba indicios de un próximo ataque por sorpresa. La de la mujer que se había identificado en un primer momento como Ethel; la que ahora actuaba como si fuera Ethel.
Si Yshara estaba perpleja, Kathrina no lo estaba menos. Y a diferencia de lo que la elfa pensaba, no tenía un plan. De hecho, no estaba segura de qué era lo que estaba haciendo allí. Para alguien acostumbrada a tener una cierta sensación de control, su capacidad para hacerse cargo de la situación se desvanecía por momentos.
Pensó en qué era lo que estaba haciendo allí. Sí, lo recordaba; por caótico que fuese todo, tenía muy presente qué era lo que buscaba. Por un momento, se maldijo a sí misma. "Para ésto valen los principios", pensó. "Para morir sola en las garras de una... de una..."
No podía mentirse a sí misma. Lo que quiera que fuera lo que estaba haciendo la tal Ethel, era... repugnante. Sangre, magia negra. Los cadáveres de la estancia - soldados de Zergould - atestiguaban la malicia de la hechicera.
Y aun asi, aún tenía que preguntar. Aún tenía que saberlo. Porque todas aquellas piezas... no encajaban. Y el puzzle en el que se había convertido todo era demasiado grande.
- Ethel - murmuró, mirando a la segunda mujer que había hablado, la morena, aunque no perdió de vista a la primera. - Tú eres... Ethel.
Cerró los puños con fuerza. Su determinación aún no estaba extinta.
- Escúchame - gruñó. - Quiero saber. Los cadáveres de dos docenas de soldados alfombran tu vivienda, igual que los de Dios sepa cuántas de tus guerreras. Y tengo la sensación de que ni siquiera saben por qué han muerto. Pero yo sí quiero saberlo. ¿Quién eres? ¿Qué has hecho contra el señor de éste reino?
No.
No eran las preguntas que quería hacer. Eran preguntas interesantes, esclarecedoras, preguntas que le habrían servido para aclarar el puzzle -- el que estaba teniendo lugar en aquella casa.
No era el puzzle que había venido a resolver.
Alzó la espada, apuntando con ella en dirección a Ethel.
- Me llamo Kathrina de Vance - dijo. - Condesa regente de Vance, hija del reino de Feirastradh, invadido por una traición. Se me ha dicho que has tenido algo que ver con ello. Quiero saber qué y por qué.
¿Y ahora?
Kathrina devolvió las miradas; la de la pelirroja, que se le hacía difícil de resistir, aunque era la que más despertaba su curiosidad. La del mago, en la que buscaba indicios de un próximo ataque por sorpresa. La de la mujer que se había identificado en un primer momento como Ethel; la que ahora actuaba como si fuera Ethel.
Si Yshara estaba perpleja, Kathrina no lo estaba menos. Y a diferencia de lo que la elfa pensaba, no tenía un plan. De hecho, no estaba segura de qué era lo que estaba haciendo allí. Para alguien acostumbrada a tener una cierta sensación de control, su capacidad para hacerse cargo de la situación se desvanecía por momentos.
Pensó en qué era lo que estaba haciendo allí. Sí, lo recordaba; por caótico que fuese todo, tenía muy presente qué era lo que buscaba. Por un momento, se maldijo a sí misma. "Para ésto valen los principios", pensó. "Para morir sola en las garras de una... de una..."
No podía mentirse a sí misma. Lo que quiera que fuera lo que estaba haciendo la tal Ethel, era... repugnante. Sangre, magia negra. Los cadáveres de la estancia - soldados de Zergould - atestiguaban la malicia de la hechicera.
Y aun asi, aún tenía que preguntar. Aún tenía que saberlo. Porque todas aquellas piezas... no encajaban. Y el puzzle en el que se había convertido todo era demasiado grande.
- Ethel - murmuró, mirando a la segunda mujer que había hablado, la morena, aunque no perdió de vista a la primera. - Tú eres... Ethel.
Cerró los puños con fuerza. Su determinación aún no estaba extinta.
- Escúchame - gruñó. - Quiero saber. Los cadáveres de dos docenas de soldados alfombran tu vivienda, igual que los de Dios sepa cuántas de tus guerreras. Y tengo la sensación de que ni siquiera saben por qué han muerto. Pero yo sí quiero saberlo. ¿Quién eres? ¿Qué has hecho contra el señor de éste reino?
No.
No eran las preguntas que quería hacer. Eran preguntas interesantes, esclarecedoras, preguntas que le habrían servido para aclarar el puzzle -- el que estaba teniendo lugar en aquella casa.
No era el puzzle que había venido a resolver.
Alzó la espada, apuntando con ella en dirección a Ethel.
- Me llamo Kathrina de Vance - dijo. - Condesa regente de Vance, hija del reino de Feirastradh, invadido por una traición. Se me ha dicho que has tenido algo que ver con ello. Quiero saber qué y por qué.
Kath Vance- Cantidad de envíos : 41
Re: Creer en el Infierno
Sonrió burlonamente al ver que la desconocida le devolvía una mirada suspicaz, sintiéndose agradablemente consciente de que temía otro ataque por su parte. Seguía sin saber quién era, pero a cada momento agradecía más su aparición.
"Falsa alarma, después de todo..." pensó. "Ésta no es nada, y ya parece medio muerta."
Mantuvo su sonrisa en la comisura de los labios y escuchó lo que tenía que decir con volatil interés; por suerte la mujer no se explayó en exceso. Sus palabras hicieron que Kirill dejara escapar una pequeña risita, cansada pero divertida: ¿"quería saber"? Fantástico, pero no parecía gozar de suficiente poder y autoridad como para exigir algo así en aquel momento.
¿Qué había hecho Ethel contra el señor del reino, un señor que ni siquiera merecía ese nombre? Kirill creía saberlo: ser poderosa, una amenaza; ¿era necesario algo más? Cualquier sospecha de complot, cualquier absurdo temor de una noche - por otro lado bien fundado - podía haber llevado a aquel ataque. Nunca había tenido en gran estima a Zergould, y no pretendía razonar o justificar sus acciones más allá de lo que le parecía evidente. Pero más importante: ¿apuntar a Ethel con una espada, soltar su nombre y acusar a la hechicera de haber participado en una "traición"?
Kirill no había tenido más remedio que reir solapadamente ante eso.
- De traiciones está lleno el mundo - comentó -... Y ahora te recomiendo que bajes esa espada. No estás en posición de alzarla; bájala o lánzate...
Mantuvo su espada en alto en un gesto provocador, invitándo a Kath a que eligiera la segunda opción... pues él no esperaba otra cosa, aunque estuviera interfiriendo un poco en los asuntos de Ethel.
- No te preocupes: si de mi depende será limpio y rápido.
"Falsa alarma, después de todo..." pensó. "Ésta no es nada, y ya parece medio muerta."
Mantuvo su sonrisa en la comisura de los labios y escuchó lo que tenía que decir con volatil interés; por suerte la mujer no se explayó en exceso. Sus palabras hicieron que Kirill dejara escapar una pequeña risita, cansada pero divertida: ¿"quería saber"? Fantástico, pero no parecía gozar de suficiente poder y autoridad como para exigir algo así en aquel momento.
¿Qué había hecho Ethel contra el señor del reino, un señor que ni siquiera merecía ese nombre? Kirill creía saberlo: ser poderosa, una amenaza; ¿era necesario algo más? Cualquier sospecha de complot, cualquier absurdo temor de una noche - por otro lado bien fundado - podía haber llevado a aquel ataque. Nunca había tenido en gran estima a Zergould, y no pretendía razonar o justificar sus acciones más allá de lo que le parecía evidente. Pero más importante: ¿apuntar a Ethel con una espada, soltar su nombre y acusar a la hechicera de haber participado en una "traición"?
Kirill no había tenido más remedio que reir solapadamente ante eso.
- De traiciones está lleno el mundo - comentó -... Y ahora te recomiendo que bajes esa espada. No estás en posición de alzarla; bájala o lánzate...
Mantuvo su espada en alto en un gesto provocador, invitándo a Kath a que eligiera la segunda opción... pues él no esperaba otra cosa, aunque estuviera interfiriendo un poco en los asuntos de Ethel.
- No te preocupes: si de mi depende será limpio y rápido.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
La mirada despectiva que Ethel le dirigió también llevaba un poco de preocupación porque le fuera a gastar el nombre. Su expresión se hizo mas seria y Teresa cerró los ojos molesta por exponerse así.
Pero la dejó hablar, que soltara cada una de sus palabras resistiendo el impulso de responderle de inmediato a las cosas carentes de fundamente que decía de sus niñas. Qué sabía ella de los alcances de la lealtad de sus Flores? Cómo podía especular desde su corto punto de vista que ellas no sabían por qué morían? La temperatura de la habitación subió ligeramente, casi imperceptible.
No quería hablar, quería respuestas a lo que acontecía en la casa. Hasta ahí no vio mayor problema la bruja, pero cuando vino su presentación, dio dos amenazantes pasos al frente, a pesar de la espada de la mujer, y ahora si la temperatura volvió a subir, al nivel de un invernadero.
Sin embargo ahora la expresión cambió, y sonrió en dirección a Kirill, que muchacho tan encantador. Era magnifico, toda una joya.
- Conoces las respuestas a cada una de esas preguntas que haces, las conoces tan bien que tratas de limpiar tu vacía conciencia suicidándote al venir aquí - guardó silencio un momento, solo para cerciorarse que en efecto conocía las respuestas. Se hizo a un lado dejando ver el espejo que aun trataba de mostrar la imagen del comandante del hombre bajo tortura. Claro que conocía las respuestas, tal vez las sentía como dudas, pero las conocía.
- Que tu te dejes arrastrar a la batalla como un manso corderito que no sabe mas que obedecer ordenes sin cuestionarlas, no implica que las Flores fallecidas no conozcan las razones por las que luchan, a diferencia tuya, por lo que veo, ellas si tenían un propósito en sus vidas truncado por la debilidad de carácter del que se dice regente - sus palabras salieron con rencor.
- La única que no conoces es quien soy, y alguien que se deja manipular de esa forma tan ridícula por los suyos no es merecedora de saberlo. Mi nombre ya lo tienes, y me lo estas gastando: Ethel Dayli, Flor de Lis de la Hermandad de Flores del Imperio* Hija de Nadie, Reclutadora de fuerzas para el pelele de Zergould - no era necesario llegar mas allá con los sarcasmos añadiendo "chivo expiatorio de turno" esperaba que la inteligencia de la señorita de Vance fuera suficiente.
- Tomaron mi casa a traición, matan a mis niñas, atacan en un momento en que no podemos defendernos ni romanamente bien, se valen de aquellos que se suponen son nuestros aliados para hacernos dudar y nos vienes acusar a nosotras, a MI, de traición? – la indignación en su tono, aun guardaba un poco de control por lo que tomó aire despacio – Vienes a hablar, bien, pero esta pregunta es para ti sola: por qué estas dudando hasta ahora de lo que te dicen los tuyos? – no esperaba que le respondiera, pero le habría encantado que lo hiciera para tratar de entender lo que sucedía y los argumentos con los que estaban utilizando a otros.
- Y ahora, Condesa de Vance – al mencionar su titulo su tono se tiñó de ironía – tiene lo que quería y no le puedo invitar al té por las razones que ya conoce; si no va a complacer al camarada le agradezco que no siga interrumpiendo lo que hacemos y busque al siguiente blanco al que su “rey” vaya a clavarle el puñal por la espalda – con la punta del cuchillo le señaló la puerta
- Aunque... también podría drme gusto a mi, haciendo que su estancia sea un poco mas... prolongada y dolorosa - añadió con una sádica sonrisa, bajando un poco la cabeza
Pero la dejó hablar, que soltara cada una de sus palabras resistiendo el impulso de responderle de inmediato a las cosas carentes de fundamente que decía de sus niñas. Qué sabía ella de los alcances de la lealtad de sus Flores? Cómo podía especular desde su corto punto de vista que ellas no sabían por qué morían? La temperatura de la habitación subió ligeramente, casi imperceptible.
No quería hablar, quería respuestas a lo que acontecía en la casa. Hasta ahí no vio mayor problema la bruja, pero cuando vino su presentación, dio dos amenazantes pasos al frente, a pesar de la espada de la mujer, y ahora si la temperatura volvió a subir, al nivel de un invernadero.
Sin embargo ahora la expresión cambió, y sonrió en dirección a Kirill, que muchacho tan encantador. Era magnifico, toda una joya.
- Conoces las respuestas a cada una de esas preguntas que haces, las conoces tan bien que tratas de limpiar tu vacía conciencia suicidándote al venir aquí - guardó silencio un momento, solo para cerciorarse que en efecto conocía las respuestas. Se hizo a un lado dejando ver el espejo que aun trataba de mostrar la imagen del comandante del hombre bajo tortura. Claro que conocía las respuestas, tal vez las sentía como dudas, pero las conocía.
- Que tu te dejes arrastrar a la batalla como un manso corderito que no sabe mas que obedecer ordenes sin cuestionarlas, no implica que las Flores fallecidas no conozcan las razones por las que luchan, a diferencia tuya, por lo que veo, ellas si tenían un propósito en sus vidas truncado por la debilidad de carácter del que se dice regente - sus palabras salieron con rencor.
- La única que no conoces es quien soy, y alguien que se deja manipular de esa forma tan ridícula por los suyos no es merecedora de saberlo. Mi nombre ya lo tienes, y me lo estas gastando: Ethel Dayli, Flor de Lis de la Hermandad de Flores del Imperio* Hija de Nadie, Reclutadora de fuerzas para el pelele de Zergould - no era necesario llegar mas allá con los sarcasmos añadiendo "chivo expiatorio de turno" esperaba que la inteligencia de la señorita de Vance fuera suficiente.
- Tomaron mi casa a traición, matan a mis niñas, atacan en un momento en que no podemos defendernos ni romanamente bien, se valen de aquellos que se suponen son nuestros aliados para hacernos dudar y nos vienes acusar a nosotras, a MI, de traición? – la indignación en su tono, aun guardaba un poco de control por lo que tomó aire despacio – Vienes a hablar, bien, pero esta pregunta es para ti sola: por qué estas dudando hasta ahora de lo que te dicen los tuyos? – no esperaba que le respondiera, pero le habría encantado que lo hiciera para tratar de entender lo que sucedía y los argumentos con los que estaban utilizando a otros.
- Y ahora, Condesa de Vance – al mencionar su titulo su tono se tiñó de ironía – tiene lo que quería y no le puedo invitar al té por las razones que ya conoce; si no va a complacer al camarada le agradezco que no siga interrumpiendo lo que hacemos y busque al siguiente blanco al que su “rey” vaya a clavarle el puñal por la espalda – con la punta del cuchillo le señaló la puerta
- Aunque... también podría drme gusto a mi, haciendo que su estancia sea un poco mas... prolongada y dolorosa - añadió con una sádica sonrisa, bajando un poco la cabeza
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Creer en el Infierno
Yshara frunció el ceño.
Afuera, todo era un caos. Podía ver el cielo, azul oscuro, salpicado de estrellas que se asomaban tímidamente entre las nubes. Llovizneaba, aunque la segunda parte de la tormenta se adivinaba para dentro de poco; las nubes se conjuraban con la luna, ausente, para crear una miríada de sombras. Para los agudos sentidos de la elfa, acostumbrados a la oscuridad, no eran un problema; pero no hubiera necesitado ser elfa para ver lo que sucedía.
La casa ardía salvajemente por un costado, y la luz de las llamas delataba un sembrado de cadáveres en el jardín. Cuerpos de Flores y de soldados, por igual; algunos de Zergould, otros que no conocía, aunque el blasón le resultaba vagamente familiar. Daba igual, apenas le prestó atención. Examinó las ventanas con cuidado, esperando una amenaza, pero no era una posibilidad realista. La casa de Ethel estaba destrozada. Era imposible para un humano acceder a las ventanas.
Maldita fuera. Tendrían que abandonar la casa. Y si Zergould estaba en su contra, también el Reino. Y... entonces escuchó lo que Kathrina de Vance decía.
- Espera - exclamó, volviéndose hacia Ethel, con el ceño fruncido por la sorpresa. Alzó una mano, como pidiéndole que se refrenase, que no la matase todavía. Conocía a Ethel y su crueldad. Se volvió hacia Kathrina. - ¿Feirastradh?
¿Feirastradh? ¿El reino de Feirastradh, invadido? Ahora recordaba; ése era el blasón de los soldados que había visto en el jardín. ¿Qué significaba éso...? Bueno, eso daba igual, bien podía ser otro de los misterios de lo que había sucedido aquella noche. Pero, ¿Feirastradh había caído? Éso le preocupaba más.
- ¿Qué ha pasado en Feirastradh? - preguntó.
No lo reflejó en su voz, pero había una cierta ansiedad en ella. Ethel, que la conocía bien, sin duda que pudo notarlo.
Afuera, todo era un caos. Podía ver el cielo, azul oscuro, salpicado de estrellas que se asomaban tímidamente entre las nubes. Llovizneaba, aunque la segunda parte de la tormenta se adivinaba para dentro de poco; las nubes se conjuraban con la luna, ausente, para crear una miríada de sombras. Para los agudos sentidos de la elfa, acostumbrados a la oscuridad, no eran un problema; pero no hubiera necesitado ser elfa para ver lo que sucedía.
La casa ardía salvajemente por un costado, y la luz de las llamas delataba un sembrado de cadáveres en el jardín. Cuerpos de Flores y de soldados, por igual; algunos de Zergould, otros que no conocía, aunque el blasón le resultaba vagamente familiar. Daba igual, apenas le prestó atención. Examinó las ventanas con cuidado, esperando una amenaza, pero no era una posibilidad realista. La casa de Ethel estaba destrozada. Era imposible para un humano acceder a las ventanas.
Maldita fuera. Tendrían que abandonar la casa. Y si Zergould estaba en su contra, también el Reino. Y... entonces escuchó lo que Kathrina de Vance decía.
- Espera - exclamó, volviéndose hacia Ethel, con el ceño fruncido por la sorpresa. Alzó una mano, como pidiéndole que se refrenase, que no la matase todavía. Conocía a Ethel y su crueldad. Se volvió hacia Kathrina. - ¿Feirastradh?
¿Feirastradh? ¿El reino de Feirastradh, invadido? Ahora recordaba; ése era el blasón de los soldados que había visto en el jardín. ¿Qué significaba éso...? Bueno, eso daba igual, bien podía ser otro de los misterios de lo que había sucedido aquella noche. Pero, ¿Feirastradh había caído? Éso le preocupaba más.
- ¿Qué ha pasado en Feirastradh? - preguntó.
No lo reflejó en su voz, pero había una cierta ansiedad en ella. Ethel, que la conocía bien, sin duda que pudo notarlo.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Lo que decía la mujer era cierto.
Kathrina sonrió sombríamente, divertida por la ironía de cómo de cierto era. Había ido allí a... limpiar su vacía conciencia, suicidándose. Estúpida, estúpida cría.
Pero lo que decía la bruja estaba de más. No, no conocía las respuestas. Sólo las temía. No sabía si podía creer en su palabra, pero tenía claro que no podía creer en la de Feiran. Debía descubrir lo que había sucedido... y aquella mujer era la clave. No sabía por qué, había esperado que fuera más... cooperativa.
Normal; ahora se había metido en un lío.
Pero sí, era cierto. Había visto a las Flores. Ellas habían sabido cuál era su propósito, pero no por qué eran atacadas. Entendió que había herido el orgullo de la mujer, pero no quiso aceptarlo; la bruja la estaba entendiendo mal a propósito. Al principio, Kathrina pensó en confrontarla, pero sus palabras encontraron blanco. Sí, se había dejado manipular. Eso lo sabía. No dolía menos porque lo supiera, pero era la triste realidad.
Pero, ¿Por qué estaba dudando hasta ahora de lo que le decían los suyos?
Cerró los ojos. Ethel no esperaba que respondiera; Kathrina, por su parte, estuvo a punto de no contestar. Pero lo hizo. Sus razones... Aquella mujer pensaba que solo era una marioneta, que solo era una cría a la que habían manipulado. La verdad era más oscura que todo eso.
- No he tenido motivos para desconfiar de nadie - respondió, sombría. - Hasta ahora. Hoy no se qué estoy haciendo. Ni para quién. Ni contra quién. Y no quiero levantar mi espada contra alguien que no se si lo merece.
Que no se si merece que yo la mate. No le cabía duda de que aquella mujer era maligna. Pero no tenía ganas de juzgarla, y ya había cometido demasiados errores. Si Kathrina fuese una mujer de voluntad débil, le habría dado igual. Pero los principios son los principios. Son lo que consume a la gente lo suficientemente estúpida como para tenerlos. Kathrina dejó caer su espada al suelo, rindiéndose, pero conservando el escudo.
- ¿Qué sucedió? - le preguntó a la elfa, y sonrió sombríamente. - Tomaron nuestro reino a traición, mataron a mi gente. Atacaron en un momento en el que no podíamos defendernos ni romanamente bien, y se valieron de aquellos que se nos suponían aliados.
Volvió a mirar a Ethel. No esperaba nada parafraseándola, pero se divirtió haciéndolo.
- No - dijo, sombría. - Mátame si quieres, pero no te daré diversión. Tú y yo estamos en la misma situación. Ya tengo mis respuestas.
"Ahora lo que no tengo es un lugar al que regresar", pensó.
Pero daba igual. La mataría, supuso. Ya no tenía fe en nada, y se quedó mirando en dirección a Kirill, en quien adivinó a su verdugo. No le prestó atención al sonido que escuchó tras de sí, un paso, un ligero sonido del batiente de la puerta que había a su espalda. Flores, supuso. La rodearían. La apuñalarían. Y...
Y, en fin, escuchó el sonido del metal, pero no sintió el frío. Alguien había arrojado una daga, pero no contra ella. La Flor que había fingido ser Ethel en un principio se llevó la mano al pecho, donde la hoja se había clavado profundamente, hasta la empuñadura, pero la hemorragia era demasiado virulenta como para detenerla con la mano. Kathrina se volvió, y profirió una especie de gemido.
Era él. El comandante de las fuerzas de Zergould. Maldito hijo de puta, la había seguido. La sonrisa que el hombre le dirigió, le heló la sangre en las venas.
- Hola, comandante - dijo el hombre, con sorna. - Qué conmovedor.
Abrió las puertas a su espalda. Algunos soldados tenían prisioneras a algunas de las Flores de Ethel; también a Canción. El hombre llevaba una espada en la mano, con la que apuntó en dirección a Yshara primero, y después a Ethel.
- Muy bien, mis pequeñas putas - dijo. - Es hora de rendirse. O de sufrir. - sonrió sombríamente. - O de ambas cosas, por qué no.
Finalmente, su mirada fue para Kirill. Kathrina estaba desarmada; la flor, herida. Yshara y Ethel estaban lejos. Kirill era su oponente mas lógico si comenzaba una pelea.
Kathrina sonrió sombríamente, divertida por la ironía de cómo de cierto era. Había ido allí a... limpiar su vacía conciencia, suicidándose. Estúpida, estúpida cría.
Pero lo que decía la bruja estaba de más. No, no conocía las respuestas. Sólo las temía. No sabía si podía creer en su palabra, pero tenía claro que no podía creer en la de Feiran. Debía descubrir lo que había sucedido... y aquella mujer era la clave. No sabía por qué, había esperado que fuera más... cooperativa.
Normal; ahora se había metido en un lío.
Pero sí, era cierto. Había visto a las Flores. Ellas habían sabido cuál era su propósito, pero no por qué eran atacadas. Entendió que había herido el orgullo de la mujer, pero no quiso aceptarlo; la bruja la estaba entendiendo mal a propósito. Al principio, Kathrina pensó en confrontarla, pero sus palabras encontraron blanco. Sí, se había dejado manipular. Eso lo sabía. No dolía menos porque lo supiera, pero era la triste realidad.
Pero, ¿Por qué estaba dudando hasta ahora de lo que le decían los suyos?
Cerró los ojos. Ethel no esperaba que respondiera; Kathrina, por su parte, estuvo a punto de no contestar. Pero lo hizo. Sus razones... Aquella mujer pensaba que solo era una marioneta, que solo era una cría a la que habían manipulado. La verdad era más oscura que todo eso.
- No he tenido motivos para desconfiar de nadie - respondió, sombría. - Hasta ahora. Hoy no se qué estoy haciendo. Ni para quién. Ni contra quién. Y no quiero levantar mi espada contra alguien que no se si lo merece.
Que no se si merece que yo la mate. No le cabía duda de que aquella mujer era maligna. Pero no tenía ganas de juzgarla, y ya había cometido demasiados errores. Si Kathrina fuese una mujer de voluntad débil, le habría dado igual. Pero los principios son los principios. Son lo que consume a la gente lo suficientemente estúpida como para tenerlos. Kathrina dejó caer su espada al suelo, rindiéndose, pero conservando el escudo.
- ¿Qué sucedió? - le preguntó a la elfa, y sonrió sombríamente. - Tomaron nuestro reino a traición, mataron a mi gente. Atacaron en un momento en el que no podíamos defendernos ni romanamente bien, y se valieron de aquellos que se nos suponían aliados.
Volvió a mirar a Ethel. No esperaba nada parafraseándola, pero se divirtió haciéndolo.
- No - dijo, sombría. - Mátame si quieres, pero no te daré diversión. Tú y yo estamos en la misma situación. Ya tengo mis respuestas.
"Ahora lo que no tengo es un lugar al que regresar", pensó.
Pero daba igual. La mataría, supuso. Ya no tenía fe en nada, y se quedó mirando en dirección a Kirill, en quien adivinó a su verdugo. No le prestó atención al sonido que escuchó tras de sí, un paso, un ligero sonido del batiente de la puerta que había a su espalda. Flores, supuso. La rodearían. La apuñalarían. Y...
Y, en fin, escuchó el sonido del metal, pero no sintió el frío. Alguien había arrojado una daga, pero no contra ella. La Flor que había fingido ser Ethel en un principio se llevó la mano al pecho, donde la hoja se había clavado profundamente, hasta la empuñadura, pero la hemorragia era demasiado virulenta como para detenerla con la mano. Kathrina se volvió, y profirió una especie de gemido.
Era él. El comandante de las fuerzas de Zergould. Maldito hijo de puta, la había seguido. La sonrisa que el hombre le dirigió, le heló la sangre en las venas.
- Hola, comandante - dijo el hombre, con sorna. - Qué conmovedor.
Abrió las puertas a su espalda. Algunos soldados tenían prisioneras a algunas de las Flores de Ethel; también a Canción. El hombre llevaba una espada en la mano, con la que apuntó en dirección a Yshara primero, y después a Ethel.
- Muy bien, mis pequeñas putas - dijo. - Es hora de rendirse. O de sufrir. - sonrió sombríamente. - O de ambas cosas, por qué no.
Finalmente, su mirada fue para Kirill. Kathrina estaba desarmada; la flor, herida. Yshara y Ethel estaban lejos. Kirill era su oponente mas lógico si comenzaba una pelea.
Kath Vance- Cantidad de envíos : 41
Re: Creer en el Infierno
Se mantuvo en silencio mientras Ethel hablaba, esperando por si su intervención era requerida en algún momento. Existía siempre la posibilidad de que las palabras de la hehicera acabaran de convencer a la condesa para que se lanzara contra ella, y en tal caso Kirill quería estar listo para interponerse y ahorrarle un movimiento a Ethel o a Yshara... Aunque por la última frase de la hehicera, que le hizo sonreír, parecía no tener reparos en tomar todo bajo su cargo y encargarse personalmente de de Vance si se negaba a retirarse.
Lamentablemente no había tiempo para eso. Kirill notaba el cansancio en su cuerpo y quería irse de allí lo antes posible, cada vez más consciente a pesar de su habitual irreflexividad de que el peligro aumentaba a cada segundo que pasaba. Se descubrió deseando que los discursos se acortasen para poder de nuevo dedicarse a la abertura de esos malditos portales... pero ahora Yshara también tenía preguntas, y la cosa parecía querer alargarse.
Las acciones de Kathrina desviaron sus pensamientos. La condesa soltó la espada, rindiéndose, pidiendo así su muerte, y le miró a él, casi como si hubiera escuchado sus pensamientos y le ofreciera un fin rápido a aquella situación.
Kirill le devolvió la mirada y alzó la espada pensativamente, con lentitud mientras observaba a la mujer; por mucho que deseara acabar con todo aquello, no había nada en las últimas palabras de de Vance que le impulsara a matarla, ni le gustaba arremeter contra un enemigo desarmado sin razón. Habría preferido que huyera y se fuese a morir ella sola a cualquier rincón de la casa... pero tampoco tendría reparos en poner fin a su vida.
Fue entonces cuando sus temores se realizaron, en el peor momento posible, cuando estaba distraído. La llegada de un hombre, uno de los muñecos de Zergould, le pilló desprevenido; le miró sobresaltado, con los ojos bien abiertos. Tardó unos segundos en identificarlo como enemigo, pero en cuanto apuntó con la espada a Ethel e Yshara no hubo duda posible. La sangre pareció hervirle en las venas al observar tamaña osadía, y no reflexionó al lanzarse en dirección a él mientras aún le daba la espalda, hablando de no se sabía qué tonterías sobre rendirse y sufrir.
Lamentablemente no había tiempo para eso. Kirill notaba el cansancio en su cuerpo y quería irse de allí lo antes posible, cada vez más consciente a pesar de su habitual irreflexividad de que el peligro aumentaba a cada segundo que pasaba. Se descubrió deseando que los discursos se acortasen para poder de nuevo dedicarse a la abertura de esos malditos portales... pero ahora Yshara también tenía preguntas, y la cosa parecía querer alargarse.
Las acciones de Kathrina desviaron sus pensamientos. La condesa soltó la espada, rindiéndose, pidiendo así su muerte, y le miró a él, casi como si hubiera escuchado sus pensamientos y le ofreciera un fin rápido a aquella situación.
Kirill le devolvió la mirada y alzó la espada pensativamente, con lentitud mientras observaba a la mujer; por mucho que deseara acabar con todo aquello, no había nada en las últimas palabras de de Vance que le impulsara a matarla, ni le gustaba arremeter contra un enemigo desarmado sin razón. Habría preferido que huyera y se fuese a morir ella sola a cualquier rincón de la casa... pero tampoco tendría reparos en poner fin a su vida.
Fue entonces cuando sus temores se realizaron, en el peor momento posible, cuando estaba distraído. La llegada de un hombre, uno de los muñecos de Zergould, le pilló desprevenido; le miró sobresaltado, con los ojos bien abiertos. Tardó unos segundos en identificarlo como enemigo, pero en cuanto apuntó con la espada a Ethel e Yshara no hubo duda posible. La sangre pareció hervirle en las venas al observar tamaña osadía, y no reflexionó al lanzarse en dirección a él mientras aún le daba la espalda, hablando de no se sabía qué tonterías sobre rendirse y sufrir.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
La palabra de Yshara era quizá en el momento el mejor argumento que se podía utilizar para que efectivamente esperara. Por otro lado, no creyó que también fuera suficiente para que Kirill aguardara otro poco. La tensión en el ambiente ya se iba más allá de lo obvio, la toma de la casa y la muerte, aunque tal vez también de posible captura, sobre toda aquella que tuviera que ver con Las Flores, los deseos refrenados de cada uno sin una razón de peso tangible para no ceder a las cosas que se esperaban de ellos o que bullían ellos empezaba a ser más fatigante que la acción misma.
Había que proceder, lo sabía e Yshara le pedía que aguardara solo por el nombre de un Reino. Sí, Feirastradh repitió en su mente la bruja del que no quedara nada en unos años, no de la línea de sangre de su actual rey. Sus ojos fijos en de Vance decían lo que sus labios no podían pronunciar, sin conocer las razones del interés de la elfa, hacerle en ese momento no solo era delatar la misión de Orquídea, sino generar un roce innecesario por falta de dialogo entre ellas y que no era ni conveniente ni querido. Lo que pudiera decir la rubia al parecer era importante.
Pero no era el lugar.
No era el momento.
Tenían que irse y ella solo les estaba estorbando. Si no era parte de su estrategia, entonces era mas factible, para todos los presentes, llevársela con ellos y luego hacerle preguntas, de la forma que fuera, hasta estaba dispuesta a aceptar que fuera con una taza de té y sin hacerles daño, pero irse, buscar al perro que los comandaba e irse inmediatamente. Los portales para sus niñas estaban casi listos pero de nada servirían si seguían muriendo, solo porque ellos estaban debatiendo sobre política de un reino que ya había caído y caería aun más.
La sonrisa de alegre crueldad de la bruja se fue acentuando con cada palabra de Kathrina, sus dudas resultaban un entremés delicioso para su espíritu en tensión, hasta que la sonrisa, sin desparecer en ningún momento se volvió franca, empática
Y Ethel también se divirtió al replicar su respuesta, al punto de sonreírle con encanto.
- Touche! - su sonrisa se hizo mas amplia - si el patrón se parece tanto, porque llegaste tan lejos en su juego - el tono ya no era hostil, había una amistosa curiosidad investigativa sobre lo que se cocía en el interior de Kathrina.
- y yo tengo confirmadas las mías, así que… - solo le faltaba una ficha del rompecabezas, pero entonces su sonrisa se borró, mirando por detrás de la condesa, sus ojos siguieren en línea recta la trayectoria de la daga. Un movimiento demasiado rápido para que ella advirtiera a tiempo, o para que el Loto se defendiera. Teresa dio dos pasos atrás y se dejó caer haciendo tintinear las cadenas que usaba por arma.
El comandante le apuntó con la espada y tras el impacto inicial y el breve lapso de tiempo que le tomó darse cuenta de lo sucedido, ella sonrió con la satisfacción, casi orgásmica, de un niño que recibe el regalo que tanto le habían negado sus padres.
– Gracias por ahorrarme el trabajo de buscarte, pero aquí no solo hay pequeñas meretrices - Kirill no esperó mas y cargó contra él aprovechando que se dirigía a ellas y la sonrisa de Ethel se hizo de nuevo macabra – no ignores al amigo – enfatizó con burla. No le quitaría la diversión a Kirill, eso si que no, jamás, pero luego buscaría la forma de evitar que lo matara, del todo, ese trofeo, era suyo.
Por el momento caminó hasta salir de arreglo y recogió del suelo sus espadas, dirigiéndole una mirada indiferente a Teresa que se desangraba. Tendría que curarla; donde estaba Antoniette cuando se le necesitaba? Ah si, las había evacuado a todas las de la habitación. Miró a las Flores cautivas. Por qué estaban cautivas? Les hizo un ademan de cuestionamiento, por lo menos estaban armadas? Miró a Canción y se conmovió un poco, si era por estar encartadas con Canción, que lindas, podría ser… Rocío no estaba, no necesitaba sus habilidades para saber donde estaba. Suspiró.
- Grita – le dijo a Teresa ubicándose, de forma poco cauta, a su lado. Haló sin consideración alguna la daga de su pecho y enterró la propia en el agujero y empezó a recitar sin poder hacer un circulo ni nada que le dieron glamuor al momento, sacando lentamente la daga. No es que pudiera regresar a sus labores de forma inmediata, pero al menos, no moriría desangrada en ese momento, tal vez después.
Había que proceder, lo sabía e Yshara le pedía que aguardara solo por el nombre de un Reino. Sí, Feirastradh repitió en su mente la bruja del que no quedara nada en unos años, no de la línea de sangre de su actual rey. Sus ojos fijos en de Vance decían lo que sus labios no podían pronunciar, sin conocer las razones del interés de la elfa, hacerle en ese momento no solo era delatar la misión de Orquídea, sino generar un roce innecesario por falta de dialogo entre ellas y que no era ni conveniente ni querido. Lo que pudiera decir la rubia al parecer era importante.
Pero no era el lugar.
No era el momento.
Tenían que irse y ella solo les estaba estorbando. Si no era parte de su estrategia, entonces era mas factible, para todos los presentes, llevársela con ellos y luego hacerle preguntas, de la forma que fuera, hasta estaba dispuesta a aceptar que fuera con una taza de té y sin hacerles daño, pero irse, buscar al perro que los comandaba e irse inmediatamente. Los portales para sus niñas estaban casi listos pero de nada servirían si seguían muriendo, solo porque ellos estaban debatiendo sobre política de un reino que ya había caído y caería aun más.
La sonrisa de alegre crueldad de la bruja se fue acentuando con cada palabra de Kathrina, sus dudas resultaban un entremés delicioso para su espíritu en tensión, hasta que la sonrisa, sin desparecer en ningún momento se volvió franca, empática
Y Ethel también se divirtió al replicar su respuesta, al punto de sonreírle con encanto.
- Touche! - su sonrisa se hizo mas amplia - si el patrón se parece tanto, porque llegaste tan lejos en su juego - el tono ya no era hostil, había una amistosa curiosidad investigativa sobre lo que se cocía en el interior de Kathrina.
- y yo tengo confirmadas las mías, así que… - solo le faltaba una ficha del rompecabezas, pero entonces su sonrisa se borró, mirando por detrás de la condesa, sus ojos siguieren en línea recta la trayectoria de la daga. Un movimiento demasiado rápido para que ella advirtiera a tiempo, o para que el Loto se defendiera. Teresa dio dos pasos atrás y se dejó caer haciendo tintinear las cadenas que usaba por arma.
El comandante le apuntó con la espada y tras el impacto inicial y el breve lapso de tiempo que le tomó darse cuenta de lo sucedido, ella sonrió con la satisfacción, casi orgásmica, de un niño que recibe el regalo que tanto le habían negado sus padres.
– Gracias por ahorrarme el trabajo de buscarte, pero aquí no solo hay pequeñas meretrices - Kirill no esperó mas y cargó contra él aprovechando que se dirigía a ellas y la sonrisa de Ethel se hizo de nuevo macabra – no ignores al amigo – enfatizó con burla. No le quitaría la diversión a Kirill, eso si que no, jamás, pero luego buscaría la forma de evitar que lo matara, del todo, ese trofeo, era suyo.
Por el momento caminó hasta salir de arreglo y recogió del suelo sus espadas, dirigiéndole una mirada indiferente a Teresa que se desangraba. Tendría que curarla; donde estaba Antoniette cuando se le necesitaba? Ah si, las había evacuado a todas las de la habitación. Miró a las Flores cautivas. Por qué estaban cautivas? Les hizo un ademan de cuestionamiento, por lo menos estaban armadas? Miró a Canción y se conmovió un poco, si era por estar encartadas con Canción, que lindas, podría ser… Rocío no estaba, no necesitaba sus habilidades para saber donde estaba. Suspiró.
- Grita – le dijo a Teresa ubicándose, de forma poco cauta, a su lado. Haló sin consideración alguna la daga de su pecho y enterró la propia en el agujero y empezó a recitar sin poder hacer un circulo ni nada que le dieron glamuor al momento, sacando lentamente la daga. No es que pudiera regresar a sus labores de forma inmediata, pero al menos, no moriría desangrada en ese momento, tal vez después.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Creer en el Infierno
Cojones.
La situación, entonces, se complicaba por momentos. Yshara no estaba segura de cómo encajar aquel golpe. Hacía tiempo que no recibía noticias de Feirastradh; pero sabía muy bien que, lo que a ella le interesaba de aquel reino, estaba próximo a la Familia Real. Si había caído...
Diablos, no podía permitirse el pensamiento. Pero estuvo segura de que, si le hubiera pasado algo malo, lo habría sabido. Sintió unas ganas enormes, a pesar de la situación en la que se encontraban, de ir inmediatamente a hablar con Kuranthis. ¿Quizá era una de las cosas sobre las que la adivina le había advertido?
Pero no iba a tener tiempo para pensar, porque, de nuevo, la situación se hacía más peliaguda a su alrededor.
Yshara gruñó al reconocer a Canción entre las cautivas. Maldita estúpida descerebrada, ¿Por qué reaparecía justo en ésa situación? Y también algunas de las Flores. Emboscadas, seguramente; Yshara imaginó que los soldados habían acabado encontrando el acceso adonde se encontraban. Prueba de ello era aquel hombre al que odió de inmediato, en silencio, y a cuyo corazón apuntó casi al instante con su arco.
Pero hubiera sido estúpido. Kirill se dirigió a la batalla de inmediato, y el hombre no pareció dar la orden a sus lacayos de dar muerte a las Flores, quizá para sentirse un poco más honorable mientras se disponía a combatir con el mago. Bien, Yshara no era honorable. La elfa susurró una retahíla de palabras en élfico mientras echaba mano a un par de flechas adicionales en su carcaj y, casi de inmediato, abrió fuego.
Los proyectiles no iban hacia el capitán. No era su juego, no quería privar a Kirill de aquella liberación después de todo lo que había hecho por ellas. Sin embargo, sí que una de las flechas pasó por delante del rostro del hombre. Apenas un zumbido, un destello de la magia con la que pulsaba el virote, y que hizo que nada más rebasarle dibujase una curva en el aire para dirigirse hacia su verdadero objetivo.
Un disparo, tres soldados soltaron a sus presas; Canción y las dos Flores que le parecieron a Yshara de mayor graduación de entre las que estaban cautivas. Un movimiento acertado; Canción cayó al suelo como un saco, desprovista de voluntad como estaba, pero las Flores ni siquiera se mostraron sorprendidas por su liberación, y casi de inmediato cada una de ellas mató a otro soldado, liberando a una compañera.
- Da gusto cómo haces que funcione todo - dijo la elfa, dando un paso atrás para proteger a Ethel mientras atendía a la Flor herida. - ¡Por aquí, niña idiota!
Por supuesto, ese comentario iba dirigido a Kathrina, al tiempo que volvía a cargar una flecha en su arco. Pasaría un rato hasta que pudiera disparar otro proyectil mágico, pero no era prudente entrar en la refriega cuerpo a cuerpo y dejar sin cobertura a Ethel.
- Hora de que decidas un bando - le dijo a la rubia. - ¿Alguna idea?
La situación, entonces, se complicaba por momentos. Yshara no estaba segura de cómo encajar aquel golpe. Hacía tiempo que no recibía noticias de Feirastradh; pero sabía muy bien que, lo que a ella le interesaba de aquel reino, estaba próximo a la Familia Real. Si había caído...
Diablos, no podía permitirse el pensamiento. Pero estuvo segura de que, si le hubiera pasado algo malo, lo habría sabido. Sintió unas ganas enormes, a pesar de la situación en la que se encontraban, de ir inmediatamente a hablar con Kuranthis. ¿Quizá era una de las cosas sobre las que la adivina le había advertido?
Pero no iba a tener tiempo para pensar, porque, de nuevo, la situación se hacía más peliaguda a su alrededor.
Yshara gruñó al reconocer a Canción entre las cautivas. Maldita estúpida descerebrada, ¿Por qué reaparecía justo en ésa situación? Y también algunas de las Flores. Emboscadas, seguramente; Yshara imaginó que los soldados habían acabado encontrando el acceso adonde se encontraban. Prueba de ello era aquel hombre al que odió de inmediato, en silencio, y a cuyo corazón apuntó casi al instante con su arco.
Pero hubiera sido estúpido. Kirill se dirigió a la batalla de inmediato, y el hombre no pareció dar la orden a sus lacayos de dar muerte a las Flores, quizá para sentirse un poco más honorable mientras se disponía a combatir con el mago. Bien, Yshara no era honorable. La elfa susurró una retahíla de palabras en élfico mientras echaba mano a un par de flechas adicionales en su carcaj y, casi de inmediato, abrió fuego.
Los proyectiles no iban hacia el capitán. No era su juego, no quería privar a Kirill de aquella liberación después de todo lo que había hecho por ellas. Sin embargo, sí que una de las flechas pasó por delante del rostro del hombre. Apenas un zumbido, un destello de la magia con la que pulsaba el virote, y que hizo que nada más rebasarle dibujase una curva en el aire para dirigirse hacia su verdadero objetivo.
Un disparo, tres soldados soltaron a sus presas; Canción y las dos Flores que le parecieron a Yshara de mayor graduación de entre las que estaban cautivas. Un movimiento acertado; Canción cayó al suelo como un saco, desprovista de voluntad como estaba, pero las Flores ni siquiera se mostraron sorprendidas por su liberación, y casi de inmediato cada una de ellas mató a otro soldado, liberando a una compañera.
- Da gusto cómo haces que funcione todo - dijo la elfa, dando un paso atrás para proteger a Ethel mientras atendía a la Flor herida. - ¡Por aquí, niña idiota!
Por supuesto, ese comentario iba dirigido a Kathrina, al tiempo que volvía a cargar una flecha en su arco. Pasaría un rato hasta que pudiera disparar otro proyectil mágico, pero no era prudente entrar en la refriega cuerpo a cuerpo y dejar sin cobertura a Ethel.
- Hora de que decidas un bando - le dijo a la rubia. - ¿Alguna idea?
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Desde luego, aquel hombre no podía haber esperado que aquella gente se rendiría.
Kathrina lo pensó por un momento. ¿Por qué le había seguido? Quizás creyó - al parecer, adecuadamente - que encontraría a Ethel, algo que al parecer aún no había sucedido cuando ella entró en la casa. Por otro lado, si aún le quedaba alguna duda sobre la configuración de sus lealtades, ahí quedaba la respuesta. Sonrió sombríamente.
La espada de Kirill chocó violentamente contra la del hombre, provocando una lluvia de chispas. Kathrina quiso aprovechar el momento para recuperar su propio arma, acuclillándose primero y saltando entre ambos contendientes con rapidez, usando las manos para dar una voltereta - una vez recogida su arma - y ponerse de pie, al otro lado... cerca de Yshara y de Ethel. Se sintió algo intranquila, a pesar de que la tal Ethel se había mostrado... ¿Amigable?
- ¿Éso es todo? - provocaba en aquellos momentos el hombre a Kirill.
Iba armado con una larga cimitarra en la mano derecha, y también llevaba una espada notablemente más corta, pero igualmente curva, en la mano izquierda. Con ésta parecía estar preparado para defenderse de Kirill; con la otra hizo un amago de barrido en dirección al mago.
- No te molestes en intentarlo, chico - siguió diciendo, mientras atacaba. - Las que ahora son tus amas, mañana serán mis esclavas. Nadyssra ya está postrada de rodillas frente a Zergould, suplicando por su vida; ¡Ahora es el turno de su zorra!
... y sin embargo, vaciló.
Vaciló porque mientras decía ésto, mientras dirigía un nuevo golpe en dirección a Kirill, a quien trataba de desmoralizar con aquellas palabras, una flecha le pasó por delante de los ojos. Tan cerca, que le arañó el puente de la nariz; tan cerca que sintió que se le hacía un nudo en la garganta y perdía la concentración. Miró en dirección a la elfa un momento, y Kathrina pensó en intervenir; pero el combate no cambió de contendientes.
Dio un paso atrás, acercándose a la pelirroja. No le gustó que la llamase 'niña idiota', pero no estaba en disposición de que le importase. Le dirigió una mirada de soslayo, mientras le hacía la pregunta clave. ¿De qué parte estaba?
Kathrina no necesitó volver a mirar al que hasta ahora había sido su 'colega' para responder.
- Hay una forma de salir de ésta isla - murmuró. - Puedo ayudaros, pero no se si podremos hacer nada por Nadriss... comosediga. Le han tendido una emboscada en la capital. Era...
"... ya", pensó. "Guarda silencio, estúpida. No necesitas dar esos detalles, no si no quieres provocar la ira de ésta gente". Pero conocía la operación; Nadyssra había sido el objetivo principal. Ahora se preguntaba si también esa mujer habría sido "inocente" - no, no lo era, había oído que era uno de los Siete Pecados de Zergould -, si había dejado morir a alguien que tampoco había tenido nada que ver con Feirastradh.
Kathrina lo pensó por un momento. ¿Por qué le había seguido? Quizás creyó - al parecer, adecuadamente - que encontraría a Ethel, algo que al parecer aún no había sucedido cuando ella entró en la casa. Por otro lado, si aún le quedaba alguna duda sobre la configuración de sus lealtades, ahí quedaba la respuesta. Sonrió sombríamente.
La espada de Kirill chocó violentamente contra la del hombre, provocando una lluvia de chispas. Kathrina quiso aprovechar el momento para recuperar su propio arma, acuclillándose primero y saltando entre ambos contendientes con rapidez, usando las manos para dar una voltereta - una vez recogida su arma - y ponerse de pie, al otro lado... cerca de Yshara y de Ethel. Se sintió algo intranquila, a pesar de que la tal Ethel se había mostrado... ¿Amigable?
- ¿Éso es todo? - provocaba en aquellos momentos el hombre a Kirill.
Iba armado con una larga cimitarra en la mano derecha, y también llevaba una espada notablemente más corta, pero igualmente curva, en la mano izquierda. Con ésta parecía estar preparado para defenderse de Kirill; con la otra hizo un amago de barrido en dirección al mago.
- No te molestes en intentarlo, chico - siguió diciendo, mientras atacaba. - Las que ahora son tus amas, mañana serán mis esclavas. Nadyssra ya está postrada de rodillas frente a Zergould, suplicando por su vida; ¡Ahora es el turno de su zorra!
... y sin embargo, vaciló.
Vaciló porque mientras decía ésto, mientras dirigía un nuevo golpe en dirección a Kirill, a quien trataba de desmoralizar con aquellas palabras, una flecha le pasó por delante de los ojos. Tan cerca, que le arañó el puente de la nariz; tan cerca que sintió que se le hacía un nudo en la garganta y perdía la concentración. Miró en dirección a la elfa un momento, y Kathrina pensó en intervenir; pero el combate no cambió de contendientes.
Dio un paso atrás, acercándose a la pelirroja. No le gustó que la llamase 'niña idiota', pero no estaba en disposición de que le importase. Le dirigió una mirada de soslayo, mientras le hacía la pregunta clave. ¿De qué parte estaba?
Kathrina no necesitó volver a mirar al que hasta ahora había sido su 'colega' para responder.
- Hay una forma de salir de ésta isla - murmuró. - Puedo ayudaros, pero no se si podremos hacer nada por Nadriss... comosediga. Le han tendido una emboscada en la capital. Era...
"... ya", pensó. "Guarda silencio, estúpida. No necesitas dar esos detalles, no si no quieres provocar la ira de ésta gente". Pero conocía la operación; Nadyssra había sido el objetivo principal. Ahora se preguntaba si también esa mujer habría sido "inocente" - no, no lo era, había oído que era uno de los Siete Pecados de Zergould -, si había dejado morir a alguien que tampoco había tenido nada que ver con Feirastradh.
Kath Vance- Cantidad de envíos : 41
Re: Creer en el Infierno
Se había lanzado a ciegas, sin pensar en las consecuencias de sus acciones ni fijarse en su alrededor. Uno de los soldados podía haber matado a la Flor que tenía presa, o haberle atacado por la espalda a traición, y el movimiento habría pillado por sorpresa al mago. En su mente solo estaba presente el deseo de acabar todo aquello, rápido, y soñaba despierto con asestar golpe tras golpe contra el acerp de su contrincante hasta acorralarlo contra una pared, y allí darle muerte.
Pero Kirill, al pensar esto, se adelantaba demasiado a los hechos y subestimaba a aquel comandante de Zergould. El temple con el que paró su ataque le descolocó, y el darse cuenta de que en cada mano llevaba un arma le llevó a sentir que había sido un incauto al avanzar exponiéndose así; podría haber parado con una su ataque y haberle herido con la otra.
Por ello no retomó sus ataques ni se perdió las palabras que le dirigió su contrincante. Pero si lo que había pretendido aquel hombre era desmoralizarle, debió de sorprenerse al descubrir que provocaba en Kirill el efecto contrario al esperado. La furia que sentía se reflejó en su rostro. Que le llamaran "chico" había hecho que entrecerrara los ojos, sin acabar de creer lo que le decían, pero lo siguiente hizo que volviera a abrirlos de golpe.
¿Nadyssra postrada ante Zergould?
¡Y una puta mierda!
Ni siquiera se fijó en que le habían tratado de perro, ni vio el momento de duda de su contrincante. El que vacilara le facilitó a Kirill parar su ataque; los aceros volvieron a chocar, pero esta vez el mago no permitió que hubiera momento de pausa. Enfurecido, y con la diestra ocupada parando el golpe, Kirill quiso propinarle al comandante un puñetazo en toda la cara con su mano libre. El movimiento le dejó abierto a otro ataque si el hombre contraatacaba, y Kirill ni siquiera pensó en usar su magia para desgarrarle la piel del rostro o intentar reventarle un ojo, pero por un momento todo aquello fue ompensado por la enorme satisfacción que sintió al sentir que su golpe impactaba, y sólo se concentró en darle con toda la fuerza que pudo reunir con su mano mala.
Pero Kirill, al pensar esto, se adelantaba demasiado a los hechos y subestimaba a aquel comandante de Zergould. El temple con el que paró su ataque le descolocó, y el darse cuenta de que en cada mano llevaba un arma le llevó a sentir que había sido un incauto al avanzar exponiéndose así; podría haber parado con una su ataque y haberle herido con la otra.
Por ello no retomó sus ataques ni se perdió las palabras que le dirigió su contrincante. Pero si lo que había pretendido aquel hombre era desmoralizarle, debió de sorprenerse al descubrir que provocaba en Kirill el efecto contrario al esperado. La furia que sentía se reflejó en su rostro. Que le llamaran "chico" había hecho que entrecerrara los ojos, sin acabar de creer lo que le decían, pero lo siguiente hizo que volviera a abrirlos de golpe.
¿Nadyssra postrada ante Zergould?
¡Y una puta mierda!
Ni siquiera se fijó en que le habían tratado de perro, ni vio el momento de duda de su contrincante. El que vacilara le facilitó a Kirill parar su ataque; los aceros volvieron a chocar, pero esta vez el mago no permitió que hubiera momento de pausa. Enfurecido, y con la diestra ocupada parando el golpe, Kirill quiso propinarle al comandante un puñetazo en toda la cara con su mano libre. El movimiento le dejó abierto a otro ataque si el hombre contraatacaba, y Kirill ni siquiera pensó en usar su magia para desgarrarle la piel del rostro o intentar reventarle un ojo, pero por un momento todo aquello fue ompensado por la enorme satisfacción que sintió al sentir que su golpe impactaba, y sólo se concentró en darle con toda la fuerza que pudo reunir con su mano mala.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Su zorra? Por alguna razón pensó que tenía que darse por aludida y fue un poco cómico como levantó la vista de improviso mirando al Comandante, en lo que parpadeaba un par de veces con incredulidad. Solo le faltó defenderse diciendo: eh, no, aquí hay un error, yo no tengo nada intimo con él... a mi me gustan los hombres realmente hombres. Pero era claro a lo que se refería y su propósito.
Lo que más le gustó de la frase, que escuchó a medias por estar centrada en su Loto, fue el asunto de las esclavas. Si supiera lo que sería de él, se dejaría matar de Kirill en el acto. Y por desgracia, para él, no moriría en el lugar.
Pero así como sonó por tiempo del necesario el asunto de Zorra, también lo de Nyssadara. Se levantó despacio, permaneciendo detrás de Yshara. Sus niñas se habían hecho cargo de algunos de los demás guardias y sólo debían encargarse ahora de los demás.
Las palabras de la condesa atrajeron su atención. Ella también tenía como salir de la isla, sus niñas, las que habían salido antes se habían encargado de eso. Sin embargo, tener un señuelo y salir por otra vía también era una opción, una muy buena opción, que le agradaba aun más. Pero ahora que se había callado a mitad de su frase, la miraba con interés.
- No se le va a dejar a tras – dijo seca, contundente en la determinación de tal idea mirando con demasiada seriedad a Kathrina, ya no como enemiga, aunque tampoco del todo como aliada – Pero no se calle Condesa, aquí nos interesa lo que todos puedan decir – no mentía, quería saber que clase de versión tenía ella y de donde la había sacado. No iba a armar todo el rompecabezas en ese lugar, pero empezar a tener mas información no estaba de mas.
De momento, un mandala de luz se dibujó bajo los pies de ellas. No podía interferir todavía en la pelea de Kirill, pero si podía darle una mano a sus niñas.
Lo que más le gustó de la frase, que escuchó a medias por estar centrada en su Loto, fue el asunto de las esclavas. Si supiera lo que sería de él, se dejaría matar de Kirill en el acto. Y por desgracia, para él, no moriría en el lugar.
Pero así como sonó por tiempo del necesario el asunto de Zorra, también lo de Nyssadara. Se levantó despacio, permaneciendo detrás de Yshara. Sus niñas se habían hecho cargo de algunos de los demás guardias y sólo debían encargarse ahora de los demás.
Las palabras de la condesa atrajeron su atención. Ella también tenía como salir de la isla, sus niñas, las que habían salido antes se habían encargado de eso. Sin embargo, tener un señuelo y salir por otra vía también era una opción, una muy buena opción, que le agradaba aun más. Pero ahora que se había callado a mitad de su frase, la miraba con interés.
- No se le va a dejar a tras – dijo seca, contundente en la determinación de tal idea mirando con demasiada seriedad a Kathrina, ya no como enemiga, aunque tampoco del todo como aliada – Pero no se calle Condesa, aquí nos interesa lo que todos puedan decir – no mentía, quería saber que clase de versión tenía ella y de donde la había sacado. No iba a armar todo el rompecabezas en ese lugar, pero empezar a tener mas información no estaba de mas.
De momento, un mandala de luz se dibujó bajo los pies de ellas. No podía interferir todavía en la pelea de Kirill, pero si podía darle una mano a sus niñas.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Creer en el Infierno
Estupendo.
El puñetazo de Kirill conectó con la mandíbula del hombre. Incluso desde donde estaba, Yshara sintió el leve crujido del hueso astillándose. El borbotón de sangre que le brotó de la comisura delató la pérdida de al menos un diente. La elfa sonrió.
Adoraba a ése chico. Mucho.
De manera casi inocente, Yshara levantó la pierna derecha. Lo hizo de tal forma, en tal ángulo, que cuando la inercia del golpe de Kirill hizo volverse al hombre en su dirección, cayendo bruscamente de rodillas, fue a encontrarse con una somera patada en el hígado, que le dejó sin aliento. El hombre exhaló un gemido, y se llevó las manos al vientre, dejando caer una de las armas.
De todas maneras, la situación parecía haberse resuelto con relativa facilidad. Las flores se defendían bien. Una de ellas había perdido la garganta; el soldado que la apresaba había sido rápido, y se desangraba lentamente en el suelo, mirando a Ethel con una expresión vacía y patética. Otra de las flores había perdido la vida con mucha mayor rapidez, al volverse para enfrentarse a uno de los soldados y encontrar en su lugar una daga que se le encajó bajo la clavícula.
Por lo demás, la pelea había tomado un tinte caótico. Los soldados derramaban mucha más sangre que las flores, y apenas quedaban en pie para entonces tres o cuatro de ellos. Uno fue especialmente estúpido; viendo en apuros a su comandante, sobre el que la elfa puso la pierna derecha, empujándole al suelo con el pie para luego apoyarla sobre su pecho, tras desarmarle, corrió a socorrer al hombre. Casi sin mirar, Yshara le descerrajó la flecha que llevaba cargada en el arco. Le entró por la mejilla, le salió por la nuca; se desplomó con un gorjeo horrible. Yshara cargó una segunda flecha con rapidez, y la descargó entre los ojos de la flor que agonizaba con la garganta abierta. Merecía algo mejor que una agonía por servir a Ethel.
Luego, dejó caer el arco, y se agachó muy lentamente, mirando a los ojos del hombre. Se le escapó una mirada en dirección a Kirill; no quería privarle de su presa, pero lo cierto es que sabía de sobra que Ethel lo quería vivo. Ella también lo quería vivo. Y Kirill también tendría ocasión de divertirse, sin duda. Sonrió en dirección al mago, y después, con aquella misma sonrisa, volvió los ojos hacia el hombre.
- Inútil - dijo.
Las garras de metal se cerraron en torno a sus cabellos, arrancándole un quejido. La elfa apenas tuvo que hacer fuerza. El hombre era demasiado pesado para que lo levantara con una mano, pero le incorporó. Además, es sorprendente lo cooperativo que puede llegar a ser un hombre que tiene cinco cuchillas afiladas a unos milímetros del cerebro.
- Inútil sin... cerebro - dijo, pensando por un momento en clavarle las garras. - No se si me parecen más penosos tus delirios o tu inutilidad. Desafortunadamente, vas a vivir para lamentar tu error.
No es que le soltara; en realidad no lo hizo. Lo que hizo la elfa fue abrir las piernas de repente, dejándose caer a horcajadas sobre su abdomen. Al mismo tiempo, le empujó. Le empujó hasta que el suelo crujió por el golpe que le dio con el cráneo del tipo, que exhaló un quejido de dolor.
- ¿Sabes? - la sonrisa de Yshara era demencial, una sonrisa de superioridad, de crueldad incipiente. - Creo que es hora de un par de pequeñas verdades.
Miró a Kirill. En realidad el comandante le importaba un carajo. Era a él a quien le debía un par de explicaciones. Así, sentada a horcajadas de forma casi erótica sobre aquel tipo, mientras el último soldado era degollado de forma casi ritual por una de las flores, la elfa se permitió una carcajada. No era venganza, pero al menos podrían... desquitarse. Ethel podría hacerlo.
- Tus compañeros han fallado de la misma forma que tú lo has hecho - dijo, acariciándole el rostro con las cuchillas de su mano izquierda. - Nadyssra está sana y salva, estúpido montón de excrementos.
Se acercó hasta que sus narices estuvieron la una sobre la otra, sin perder aquella sonrisa.
- Soy yo.
El puñetazo de Kirill conectó con la mandíbula del hombre. Incluso desde donde estaba, Yshara sintió el leve crujido del hueso astillándose. El borbotón de sangre que le brotó de la comisura delató la pérdida de al menos un diente. La elfa sonrió.
Adoraba a ése chico. Mucho.
De manera casi inocente, Yshara levantó la pierna derecha. Lo hizo de tal forma, en tal ángulo, que cuando la inercia del golpe de Kirill hizo volverse al hombre en su dirección, cayendo bruscamente de rodillas, fue a encontrarse con una somera patada en el hígado, que le dejó sin aliento. El hombre exhaló un gemido, y se llevó las manos al vientre, dejando caer una de las armas.
De todas maneras, la situación parecía haberse resuelto con relativa facilidad. Las flores se defendían bien. Una de ellas había perdido la garganta; el soldado que la apresaba había sido rápido, y se desangraba lentamente en el suelo, mirando a Ethel con una expresión vacía y patética. Otra de las flores había perdido la vida con mucha mayor rapidez, al volverse para enfrentarse a uno de los soldados y encontrar en su lugar una daga que se le encajó bajo la clavícula.
Por lo demás, la pelea había tomado un tinte caótico. Los soldados derramaban mucha más sangre que las flores, y apenas quedaban en pie para entonces tres o cuatro de ellos. Uno fue especialmente estúpido; viendo en apuros a su comandante, sobre el que la elfa puso la pierna derecha, empujándole al suelo con el pie para luego apoyarla sobre su pecho, tras desarmarle, corrió a socorrer al hombre. Casi sin mirar, Yshara le descerrajó la flecha que llevaba cargada en el arco. Le entró por la mejilla, le salió por la nuca; se desplomó con un gorjeo horrible. Yshara cargó una segunda flecha con rapidez, y la descargó entre los ojos de la flor que agonizaba con la garganta abierta. Merecía algo mejor que una agonía por servir a Ethel.
Luego, dejó caer el arco, y se agachó muy lentamente, mirando a los ojos del hombre. Se le escapó una mirada en dirección a Kirill; no quería privarle de su presa, pero lo cierto es que sabía de sobra que Ethel lo quería vivo. Ella también lo quería vivo. Y Kirill también tendría ocasión de divertirse, sin duda. Sonrió en dirección al mago, y después, con aquella misma sonrisa, volvió los ojos hacia el hombre.
- Inútil - dijo.
Las garras de metal se cerraron en torno a sus cabellos, arrancándole un quejido. La elfa apenas tuvo que hacer fuerza. El hombre era demasiado pesado para que lo levantara con una mano, pero le incorporó. Además, es sorprendente lo cooperativo que puede llegar a ser un hombre que tiene cinco cuchillas afiladas a unos milímetros del cerebro.
- Inútil sin... cerebro - dijo, pensando por un momento en clavarle las garras. - No se si me parecen más penosos tus delirios o tu inutilidad. Desafortunadamente, vas a vivir para lamentar tu error.
No es que le soltara; en realidad no lo hizo. Lo que hizo la elfa fue abrir las piernas de repente, dejándose caer a horcajadas sobre su abdomen. Al mismo tiempo, le empujó. Le empujó hasta que el suelo crujió por el golpe que le dio con el cráneo del tipo, que exhaló un quejido de dolor.
- ¿Sabes? - la sonrisa de Yshara era demencial, una sonrisa de superioridad, de crueldad incipiente. - Creo que es hora de un par de pequeñas verdades.
Miró a Kirill. En realidad el comandante le importaba un carajo. Era a él a quien le debía un par de explicaciones. Así, sentada a horcajadas de forma casi erótica sobre aquel tipo, mientras el último soldado era degollado de forma casi ritual por una de las flores, la elfa se permitió una carcajada. No era venganza, pero al menos podrían... desquitarse. Ethel podría hacerlo.
- Tus compañeros han fallado de la misma forma que tú lo has hecho - dijo, acariciándole el rostro con las cuchillas de su mano izquierda. - Nadyssra está sana y salva, estúpido montón de excrementos.
Se acercó hasta que sus narices estuvieron la una sobre la otra, sin perder aquella sonrisa.
- Soy yo.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Kathrina no entendía bien la situación.
Es decir, sí. Pero no. En cierto momento, pensó en empuñar la espada, especialmente cuando uno de los soldados se dirigió hacia... la pelirroja. Nadyssra. ¿Cómo podía estar aquí y, a la vez, allí...? No, no entendía nada. ¿Había sido una especie de contraemboscada? ¿Habían jugado con ellos?
No iba a matar a soldados que habían estado bajo su mando. Llamémoslo reminiscencia estúpida; sin duda, en el ejército, lo habrían llamado estupidez sin más. Pero no estaba tan preparada como creía para consumar su cambio de bando con sangre.
En lugar de éso, miró en dirección a Kirill. El mago era alguien que le resultaba... peculiar. No podía evitar admirar el ahínco con el que peleaba. También se le escapó una mirada para Yshara, claro. Kathrina no podía entender lo que estaba confesando, pero entendió que aquella mujer era peligrosa, mucho. No querría haber estado en el pellejo del hombre. Y, en cierto modo, se alegró de lo que había sucedido: Podría haber sido ella. Es más, en un instante concreto, los ojos de Yshara se encontraron con los suyos, y el pensamiento voló de la pelirroja hasta ella. Yshara no habría vacilado en hacerla sufrir si hubiera sido ella. ¿Por qué iba a hacerlo?
Aquella mujer le evocaba dolor. Dolor profundo, el dolor de la malicia pura. De alguna forma, no había nada que implicase dolor que no pudiese imaginar a ésa mujer haciéndole a alguien.
- Yo... - balbuceó. Al final, apartó la mirada, y la volvió hacia Ethel. - ¿Cómo es posible que...?
No, no entendía nada.
- Se me dijo que habría gente cazando a Nadyssra en la ciudad - dijo, dubitativa. - Parecían bastante... seguros.
Se llevó los dedos pulgar e índice a los ojos, presionando con fuerza. Necesitaba pensar. Y dormir.
- Es igual - dijo. - Las... tropas de refuerzo - señaló tímidamente en dirección a los cadáveres de los soldados de Zergould - tenían que llegar a ésta isla en varios barcos. Todavía no se habrán enterado de... creo que puedo llevaros hasta uno.
"Todavía no se habrán enterado de mi traición". Kathrina puso los ojos en blanco, y sintió la tentación de ceder al desmayo que crecía lentamente en su interior.
En qué estaba metida, dioses del Cielo y de la Tierra.
Es decir, sí. Pero no. En cierto momento, pensó en empuñar la espada, especialmente cuando uno de los soldados se dirigió hacia... la pelirroja. Nadyssra. ¿Cómo podía estar aquí y, a la vez, allí...? No, no entendía nada. ¿Había sido una especie de contraemboscada? ¿Habían jugado con ellos?
No iba a matar a soldados que habían estado bajo su mando. Llamémoslo reminiscencia estúpida; sin duda, en el ejército, lo habrían llamado estupidez sin más. Pero no estaba tan preparada como creía para consumar su cambio de bando con sangre.
En lugar de éso, miró en dirección a Kirill. El mago era alguien que le resultaba... peculiar. No podía evitar admirar el ahínco con el que peleaba. También se le escapó una mirada para Yshara, claro. Kathrina no podía entender lo que estaba confesando, pero entendió que aquella mujer era peligrosa, mucho. No querría haber estado en el pellejo del hombre. Y, en cierto modo, se alegró de lo que había sucedido: Podría haber sido ella. Es más, en un instante concreto, los ojos de Yshara se encontraron con los suyos, y el pensamiento voló de la pelirroja hasta ella. Yshara no habría vacilado en hacerla sufrir si hubiera sido ella. ¿Por qué iba a hacerlo?
Aquella mujer le evocaba dolor. Dolor profundo, el dolor de la malicia pura. De alguna forma, no había nada que implicase dolor que no pudiese imaginar a ésa mujer haciéndole a alguien.
- Yo... - balbuceó. Al final, apartó la mirada, y la volvió hacia Ethel. - ¿Cómo es posible que...?
No, no entendía nada.
- Se me dijo que habría gente cazando a Nadyssra en la ciudad - dijo, dubitativa. - Parecían bastante... seguros.
Se llevó los dedos pulgar e índice a los ojos, presionando con fuerza. Necesitaba pensar. Y dormir.
- Es igual - dijo. - Las... tropas de refuerzo - señaló tímidamente en dirección a los cadáveres de los soldados de Zergould - tenían que llegar a ésta isla en varios barcos. Todavía no se habrán enterado de... creo que puedo llevaros hasta uno.
"Todavía no se habrán enterado de mi traición". Kathrina puso los ojos en blanco, y sintió la tentación de ceder al desmayo que crecía lentamente en su interior.
En qué estaba metida, dioses del Cielo y de la Tierra.
Kath Vance- Cantidad de envíos : 41
Re: Creer en el Infierno
De no haber caído al suelo de rodillas aquel hombre, Kirill le habría pegado otro puñetazo sin dudarlo; y si Yshara no se hubiera unido a la acción con un golpe en el hígado habría pasado directamente a darle patadas antes de cortarle algún brazo... aunque, a pesar de lo que temían Ethel e Yshara, no le habría matado. No aún, no tan rápido. No había escuchado el chasquido del hueso, y aún necesitaba que aquel perro sufriera antes de acabar con él definitivamente.
Kirill casi podía sentir cómo le hervía la sangre en las venas después de haber escuchado las necedades que le había dicho aquel hombre, y le dolió físicamente no poder seguir encargándose de él. Fue como si al arrebatarle a su presa le pegaran a él otro puñetazo en la boca del estómago. Yshara intervino, y la sonrisa que le dedicó sólo sirvió para calmar parcialmente al mago sin llegar a aplacarle del todo. Kirill tuvo que tragar sus deseos de partirle la cara a aquel hombre, dar media vuelta y liberar parte de su frustración descabezando al cadáver de un soldado enemigo que había caído cerca. Tras esto se mantuvo dándole la espalda a Yshara, esperando así poder controlarse mejor y olvidar pronto la cólera que sentía y que sólo intensificaba su cansancio.
Pero su resolución de no mirar duró poco. Con cierta curiosidad, pero ante todo porque escuchaba las palabras de Yshara y los reconfortantes quejidos de dolor del hombre, volvió a girarse para observar la escena: la cazarrecompensas a horcajadas y el comandante a su merced. Casi se le pasó el malhumor ante la satisfactoria visión, y decidió seguir atento a lo que ocurriera a continuación... Sin saber que lo que seguía no eran golpes y alaridos, sino el momento de las revelaciones.
Algo pareció revolverse en su estómago cuando Yshara le miró a él al hablar de "verdades". Era cierto que la cazarrecompensas le había prometido explicaciones, pero no pensó que éstas llegarían en aquel momento... Estaba muy cansado, no sabía si quería siquiera oírlo. Le bastaba con la certeza de que su señora seguía viva y libre; ya no necesitaba saber qué demonios había ocurrido exactamente en la mansión, ni dónde estaba él, ni por qué atacaba Zergould...
Por ello fue un alivio que lo que siguiera fuera sólo una noticia que él ya conocía: que Nadyssra estaba viva. Kirill suspiró interiormente, y comenzó a sonreír al darse cuenta de lo tonto que había sido al temer recibir una verdad: había sido un momento muy tonto por su parte, dado que en ningún caso sentiría él miedo o cualquier sentimiento similar e igualmente cobarde por algo así...
... y se le congeló la sonrisa en los labios.
Sólo pudo mirar fijamente a Yshara, sorprendido por lo atrevido de la afirmación, lo obviamente falso... ... ¿falso? De repente era como si un recuerdo se hubiera activado en su mente, y al ver a Yshara vio a Nadyssra, y ambas eran una y la misma. Se dio cuenta de que hasta entonces había sido incapaz de recordar el rostro de su Señora... se dio cuenta de que era cierto.
Por unos segundos paralizado, su única reacción fue arbrir desorbitádamente los ojos y, al darse cuenta de una vez por todas en presencia de quién estaba, dejarse caer al suelo sobre una rodilla, con la cabeza gacha frente a Nadyssra sin saber qué decir.
Kirill casi podía sentir cómo le hervía la sangre en las venas después de haber escuchado las necedades que le había dicho aquel hombre, y le dolió físicamente no poder seguir encargándose de él. Fue como si al arrebatarle a su presa le pegaran a él otro puñetazo en la boca del estómago. Yshara intervino, y la sonrisa que le dedicó sólo sirvió para calmar parcialmente al mago sin llegar a aplacarle del todo. Kirill tuvo que tragar sus deseos de partirle la cara a aquel hombre, dar media vuelta y liberar parte de su frustración descabezando al cadáver de un soldado enemigo que había caído cerca. Tras esto se mantuvo dándole la espalda a Yshara, esperando así poder controlarse mejor y olvidar pronto la cólera que sentía y que sólo intensificaba su cansancio.
Pero su resolución de no mirar duró poco. Con cierta curiosidad, pero ante todo porque escuchaba las palabras de Yshara y los reconfortantes quejidos de dolor del hombre, volvió a girarse para observar la escena: la cazarrecompensas a horcajadas y el comandante a su merced. Casi se le pasó el malhumor ante la satisfactoria visión, y decidió seguir atento a lo que ocurriera a continuación... Sin saber que lo que seguía no eran golpes y alaridos, sino el momento de las revelaciones.
Algo pareció revolverse en su estómago cuando Yshara le miró a él al hablar de "verdades". Era cierto que la cazarrecompensas le había prometido explicaciones, pero no pensó que éstas llegarían en aquel momento... Estaba muy cansado, no sabía si quería siquiera oírlo. Le bastaba con la certeza de que su señora seguía viva y libre; ya no necesitaba saber qué demonios había ocurrido exactamente en la mansión, ni dónde estaba él, ni por qué atacaba Zergould...
Por ello fue un alivio que lo que siguiera fuera sólo una noticia que él ya conocía: que Nadyssra estaba viva. Kirill suspiró interiormente, y comenzó a sonreír al darse cuenta de lo tonto que había sido al temer recibir una verdad: había sido un momento muy tonto por su parte, dado que en ningún caso sentiría él miedo o cualquier sentimiento similar e igualmente cobarde por algo así...
... y se le congeló la sonrisa en los labios.
Sólo pudo mirar fijamente a Yshara, sorprendido por lo atrevido de la afirmación, lo obviamente falso... ... ¿falso? De repente era como si un recuerdo se hubiera activado en su mente, y al ver a Yshara vio a Nadyssra, y ambas eran una y la misma. Se dio cuenta de que hasta entonces había sido incapaz de recordar el rostro de su Señora... se dio cuenta de que era cierto.
Por unos segundos paralizado, su única reacción fue arbrir desorbitádamente los ojos y, al darse cuenta de una vez por todas en presencia de quién estaba, dejarse caer al suelo sobre una rodilla, con la cabeza gacha frente a Nadyssra sin saber qué decir.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Ethel no se inmutó con lo más mínimo de lo que sucedía en la habitación. Al quitar la vista de Kathrina la puso en cada movimiento que dio el comandante. Lo estudiaba con demasiado detenimiento, con una mirada desapasionada que solo lo abandonó cuando Yshara se rebeló como Nadyssra.
El espectáculo la habría hecho sonreír, y le habría hecho traer una silla para estar más cómoda para mirarlo, pero no fue así. Lo que hervía en su interior no le dejaba margen al disfrute, ni le permití ver la gracia en todo aquello.
Los ojos azules viajaron primero a un Kirill de rodillas, que por un mínimo instante la enterneció y después de ahí su vista estaba ahora en algo mucho mas importante para ella. Los ojos de su Flor que la miraban inerte. Miraba los últimos pasos de la danza de sus niñas al luchar, los hombres caídos, las mujeres caídas, la vista fija en la flecha en la cabeza de Polett.
La condesa balbuceaba algo y la bruja cerraba el puño buscando un control que no entendía por qué tenía que mantener si nadie se lo pedía si nadie se lo esperaba. El comandante era basura, era nada, no valía ni el polvo que pisaban sus niñas. Se había equivocado en algo. Cada una de ellas le importaba más de lo que podía haberse dado cuenta o de lo que podía aceptar; en algún punto habían dejado de ser simples peones traedores de sangre para ella en su afán de destruir y corromper, eran tiempo era esfuerzo y se atrevió a pensar por un momento que hasta era cariño real; que llamarlas "mis niñas" o "mis flores" no era un posesivo sino un calificativo de afecto.
Cerró los ojos despacio. Algo se rompía dentro de ella y se dejaba caer en su interior como algo helado que al tocar el fondo ardía demasiado para contenerlo.
Al abrirlos, el cuerpo aun con vida del soldado a través del cuál había obtenido la imagen borrosa del Comandante, se inmoló, cada uno de los arreglos brilló con luz propia y sin que esa fuera su intención, clavó la vista en Kirill, con odio. Por supuesto ese odio no era hacía él o por él, sólo estaba ahí, tan fuerte que el sentimiento no podía cambiar solo por poner los ojos en un verdadero aliado.
Apartó a Kathrina con relativa gentileza, usando el dorso de su mano. No era correcto lo que iba hacer, mucho menos algo sabio, pero no caería una más de las suyas.
- Nos vamos - susurró sombría, con total frialdad y puso las manos sobre el marco del espejo que mostraba los putos de luz que eran las Flores diseminadas en la casona. Kirill había dicho que la ayudaría con algo de energía, Yshara tenía bajo control al bastardo con el que desfogaría toda la ira que tenía por dentro, De Vance tenía la ruta de salida con algún plan B que los ayudara a pasar con pocos riegos ( o eso suponía, porque no creía que fuera a ofrecer algo que requiriera de más personal que el presente ). Susurró muy rápido un cantico, recuperando el tiempo perdido desde la aparición de la noblecita.
Detrás de cada Flor en la casa, se materializó un espejo, sencillo y sin marco, solo el cristal, casi chocando contra cada una de ellas, dando un giro e 360 grados para literalmente tragárselas y, a falta de mayor energía para hacer un truco más sofisticado, estallar en su lugar una vez las sacaba del lugar.
Ethel soltó un suspiro profundo, e hincó la rodilla en el piso, lo hizo con calma y solemnidad, como quien remata un ritual, con una tranquilidad que estaba lejos de sentir. Necesitaría un instante para retomar energías. A partir de entonces eran libres, ellas creían que debían esperar el llamado a volver a la Orden de la Hermandad, pero esa era la despedida, sin discursos, sin abrazos, sin melosería. Solo las muchachas presentes en el lugar dejaron de tener su propio espejo. Tampoco lo habrían aceptado.
Además, unque tuviera en mente hacer uso de los pasajes secretos que se habían olvidado desde hacía décadas, tampoco era tan suicida.
El espectáculo la habría hecho sonreír, y le habría hecho traer una silla para estar más cómoda para mirarlo, pero no fue así. Lo que hervía en su interior no le dejaba margen al disfrute, ni le permití ver la gracia en todo aquello.
Los ojos azules viajaron primero a un Kirill de rodillas, que por un mínimo instante la enterneció y después de ahí su vista estaba ahora en algo mucho mas importante para ella. Los ojos de su Flor que la miraban inerte. Miraba los últimos pasos de la danza de sus niñas al luchar, los hombres caídos, las mujeres caídas, la vista fija en la flecha en la cabeza de Polett.
La condesa balbuceaba algo y la bruja cerraba el puño buscando un control que no entendía por qué tenía que mantener si nadie se lo pedía si nadie se lo esperaba. El comandante era basura, era nada, no valía ni el polvo que pisaban sus niñas. Se había equivocado en algo. Cada una de ellas le importaba más de lo que podía haberse dado cuenta o de lo que podía aceptar; en algún punto habían dejado de ser simples peones traedores de sangre para ella en su afán de destruir y corromper, eran tiempo era esfuerzo y se atrevió a pensar por un momento que hasta era cariño real; que llamarlas "mis niñas" o "mis flores" no era un posesivo sino un calificativo de afecto.
Cerró los ojos despacio. Algo se rompía dentro de ella y se dejaba caer en su interior como algo helado que al tocar el fondo ardía demasiado para contenerlo.
Al abrirlos, el cuerpo aun con vida del soldado a través del cuál había obtenido la imagen borrosa del Comandante, se inmoló, cada uno de los arreglos brilló con luz propia y sin que esa fuera su intención, clavó la vista en Kirill, con odio. Por supuesto ese odio no era hacía él o por él, sólo estaba ahí, tan fuerte que el sentimiento no podía cambiar solo por poner los ojos en un verdadero aliado.
Apartó a Kathrina con relativa gentileza, usando el dorso de su mano. No era correcto lo que iba hacer, mucho menos algo sabio, pero no caería una más de las suyas.
- Nos vamos - susurró sombría, con total frialdad y puso las manos sobre el marco del espejo que mostraba los putos de luz que eran las Flores diseminadas en la casona. Kirill había dicho que la ayudaría con algo de energía, Yshara tenía bajo control al bastardo con el que desfogaría toda la ira que tenía por dentro, De Vance tenía la ruta de salida con algún plan B que los ayudara a pasar con pocos riegos ( o eso suponía, porque no creía que fuera a ofrecer algo que requiriera de más personal que el presente ). Susurró muy rápido un cantico, recuperando el tiempo perdido desde la aparición de la noblecita.
Detrás de cada Flor en la casa, se materializó un espejo, sencillo y sin marco, solo el cristal, casi chocando contra cada una de ellas, dando un giro e 360 grados para literalmente tragárselas y, a falta de mayor energía para hacer un truco más sofisticado, estallar en su lugar una vez las sacaba del lugar.
Ethel soltó un suspiro profundo, e hincó la rodilla en el piso, lo hizo con calma y solemnidad, como quien remata un ritual, con una tranquilidad que estaba lejos de sentir. Necesitaría un instante para retomar energías. A partir de entonces eran libres, ellas creían que debían esperar el llamado a volver a la Orden de la Hermandad, pero esa era la despedida, sin discursos, sin abrazos, sin melosería. Solo las muchachas presentes en el lugar dejaron de tener su propio espejo. Tampoco lo habrían aceptado.
Además, unque tuviera en mente hacer uso de los pasajes secretos que se habían olvidado desde hacía décadas, tampoco era tan suicida.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Creer en el Infierno
Silencio.
Yshara sonreía, satisfecha. Los ojos del hombre le devolvían incertidumbre. La miraba y no sabía qué pensar, qué decir, qué ver, qué hacer. Y era satisfactorio.
Por supuesto, no podía compensar todo lo que había sucedido aquella noche; pero podía ver que el fracaso de las operaciones no era algo inconspicuo, no les pasaba desapercibido. Sintió ganas de sacarle los ojos, así como los tenía, abiertos de par en par; pero supo contenerse, aunque no hubiera sabido explicar por qué. Ethel tenía más razones que ella para querer su piel.
- Habéis fracasado - susurró.
Alzó la vista.
Hablaba con él, pero no hablaba con él. Hablaba con Ethel, con Kirill, con Kathrina. Con las Flores. Consigo misma. Su sonrisa era lúgubre.
- Tú. La gente que enviásteis a la ciudad. Tu señor. Ahora sois carne muerta, y os tocará esperar a que os alcance la venganza. Pero tú envidiarás ése destino dentro de poco.
No era un desquite. No lo decía por sentirse mejor. Pensaba en que, una vez aquella casa ardiera, como lo hacía la de la Ciudad, nadie sabría que habían sobrevivido, y seguramente las darían por muertas. Y podrían orquestar una venganza, en otro momento, en otro contexto. Pero ahora no tenía importancia. Sus ojos se habían posado en Kirill, y la sonrisa, de pronto, había desaparecido.
- Kirill - dijo, en un tono distinto; más parecido al que usaba al dirigirse a Ethel. - No, levántate. Ya no soy tu señora.
Se puso de pie con lentitud, inmovilizando la cabeza del soldado con el pie izquierdo, sobre la garganta, arrancando un gorjeo. Mientras lo hacía, su mano derecha hurgaba bajo su manto, en el interior del zurrón que siempre la acompañaba. Volvió a aparecer con un colgante entre sus dedos, que le mostró al hechicero: Una cadena dorada, de finos eslabones, de la que colgaba una joya roja difícil de contemplar.
- Nadyssra es un fantasma - murmuró. - Y yo sigo debiéndote explicaciones. Pero no las hubieras creído antes, y siguen sin proceder ahora. Mejor que sepas la parte de la verdad que te interesa hasta que podamos discutir el resto.
Nadie había sabido que Nadyssra era ella gracias al uso de aquel talismán. Quien lo veía puesto alrededor del cuello de alguien, no podía recordar de ésa persona más que... el talismán en sí. Hacía que la gente no te prestase atención. A no ser que lo supieran, claro. No creyó que Kirill necesitase más pruebas de que había sido su 'jefa' todo éste tiempo.
Pero había algo más apremiante. Yshara miró a Ethel, a lo que acababa de hacer. Volvía a estar seria; tenía el ceño fruncido. Entendía lo que había pasado.
- Bien - dijo. - Si lo que Ethel ha hecho es lo que yo creo, estamos jodidos. Tenemos que salir de aquí. Ahora. ¿Ideas?
Yshara sonreía, satisfecha. Los ojos del hombre le devolvían incertidumbre. La miraba y no sabía qué pensar, qué decir, qué ver, qué hacer. Y era satisfactorio.
Por supuesto, no podía compensar todo lo que había sucedido aquella noche; pero podía ver que el fracaso de las operaciones no era algo inconspicuo, no les pasaba desapercibido. Sintió ganas de sacarle los ojos, así como los tenía, abiertos de par en par; pero supo contenerse, aunque no hubiera sabido explicar por qué. Ethel tenía más razones que ella para querer su piel.
- Habéis fracasado - susurró.
Alzó la vista.
Hablaba con él, pero no hablaba con él. Hablaba con Ethel, con Kirill, con Kathrina. Con las Flores. Consigo misma. Su sonrisa era lúgubre.
- Tú. La gente que enviásteis a la ciudad. Tu señor. Ahora sois carne muerta, y os tocará esperar a que os alcance la venganza. Pero tú envidiarás ése destino dentro de poco.
No era un desquite. No lo decía por sentirse mejor. Pensaba en que, una vez aquella casa ardiera, como lo hacía la de la Ciudad, nadie sabría que habían sobrevivido, y seguramente las darían por muertas. Y podrían orquestar una venganza, en otro momento, en otro contexto. Pero ahora no tenía importancia. Sus ojos se habían posado en Kirill, y la sonrisa, de pronto, había desaparecido.
- Kirill - dijo, en un tono distinto; más parecido al que usaba al dirigirse a Ethel. - No, levántate. Ya no soy tu señora.
Se puso de pie con lentitud, inmovilizando la cabeza del soldado con el pie izquierdo, sobre la garganta, arrancando un gorjeo. Mientras lo hacía, su mano derecha hurgaba bajo su manto, en el interior del zurrón que siempre la acompañaba. Volvió a aparecer con un colgante entre sus dedos, que le mostró al hechicero: Una cadena dorada, de finos eslabones, de la que colgaba una joya roja difícil de contemplar.
- Nadyssra es un fantasma - murmuró. - Y yo sigo debiéndote explicaciones. Pero no las hubieras creído antes, y siguen sin proceder ahora. Mejor que sepas la parte de la verdad que te interesa hasta que podamos discutir el resto.
Nadie había sabido que Nadyssra era ella gracias al uso de aquel talismán. Quien lo veía puesto alrededor del cuello de alguien, no podía recordar de ésa persona más que... el talismán en sí. Hacía que la gente no te prestase atención. A no ser que lo supieran, claro. No creyó que Kirill necesitase más pruebas de que había sido su 'jefa' todo éste tiempo.
Pero había algo más apremiante. Yshara miró a Ethel, a lo que acababa de hacer. Volvía a estar seria; tenía el ceño fruncido. Entendía lo que había pasado.
- Bien - dijo. - Si lo que Ethel ha hecho es lo que yo creo, estamos jodidos. Tenemos que salir de aquí. Ahora. ¿Ideas?
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Ideas.
¿Ideas de qué? Para aportar ideas, Kathrina primero debería haber estado situada dentro de lo que estaba sucediendo. Se dejó apartar por Ethel, pasiva, contemplativa.
En aquellos momentos, Kathrina daba la sensación de ser una mujer de voluntad débil. Y bueno, técnicamente, lo era. No sabía a qué ponerle voluntad, así que no podía ejercer... demasiada. No se adaptaba a la situación; no sabía qué había esperado de aquel enfrentamiento, ni había evaluado plenamente aquello de... cambiarse de bando. Los cadáveres de los soldados de Zergould que se enfriaban en el suelo no le decían nada, pero al mismo tiempo eran un testigo mudo de que algo se removía.
A veces una persona puede desencadenar la ola que ha de cambiar su vida de rumbo, y no poder hacer nada mientras la contempla llegar. Kathrina se encontraba en ése estado. Había decidido lo que iba a pasar. Había decidido por qué, lo que quería saber, lo que quería hacer. Y ahora que lo había logrado, la ola se llevaba por delante su vida; traicionaba a todo cuanto había conocido.
Y creía tener un motivo para ello. Y no le disgustaba. Pero no se adaptaba a aquella nueva situación, y tenía un problema. La elfa pidió ideas; Kathrina, viendo lo que pasaba a un lado y a otro sin entender, miró en dirección a la puerta.
- No hay tantos soldados como para que venzan tan pronto toda resistencia - sugirió, ajena a lo que acababa de suceder. - Sugiero abandonar la casa antes de que las llamas nos atrapen. ¿Hay... cuerda en algún lado? Podemos salir por las ventanas.
Miraba a Ethel, como si fuera una superior jerárquica. Se daba cuenta, y le parecía un tanto reprobable hablarla con respeto, pero su mente intentaba reconstruir su funcionamiento. Necesitaba cancha para actuar, y un superior con el que confirmar acciones. Y Ethel parecía la cabeza pensante allí.
¿Ideas de qué? Para aportar ideas, Kathrina primero debería haber estado situada dentro de lo que estaba sucediendo. Se dejó apartar por Ethel, pasiva, contemplativa.
En aquellos momentos, Kathrina daba la sensación de ser una mujer de voluntad débil. Y bueno, técnicamente, lo era. No sabía a qué ponerle voluntad, así que no podía ejercer... demasiada. No se adaptaba a la situación; no sabía qué había esperado de aquel enfrentamiento, ni había evaluado plenamente aquello de... cambiarse de bando. Los cadáveres de los soldados de Zergould que se enfriaban en el suelo no le decían nada, pero al mismo tiempo eran un testigo mudo de que algo se removía.
A veces una persona puede desencadenar la ola que ha de cambiar su vida de rumbo, y no poder hacer nada mientras la contempla llegar. Kathrina se encontraba en ése estado. Había decidido lo que iba a pasar. Había decidido por qué, lo que quería saber, lo que quería hacer. Y ahora que lo había logrado, la ola se llevaba por delante su vida; traicionaba a todo cuanto había conocido.
Y creía tener un motivo para ello. Y no le disgustaba. Pero no se adaptaba a aquella nueva situación, y tenía un problema. La elfa pidió ideas; Kathrina, viendo lo que pasaba a un lado y a otro sin entender, miró en dirección a la puerta.
- No hay tantos soldados como para que venzan tan pronto toda resistencia - sugirió, ajena a lo que acababa de suceder. - Sugiero abandonar la casa antes de que las llamas nos atrapen. ¿Hay... cuerda en algún lado? Podemos salir por las ventanas.
Miraba a Ethel, como si fuera una superior jerárquica. Se daba cuenta, y le parecía un tanto reprobable hablarla con respeto, pero su mente intentaba reconstruir su funcionamiento. Necesitaba cancha para actuar, y un superior con el que confirmar acciones. Y Ethel parecía la cabeza pensante allí.
Kath Vance- Cantidad de envíos : 41
Re: Creer en el Infierno
Las palabras de su Señora le habrían llenado de alegría y orgullo en otro momento: "Habéis fracasado", "Sois carne muerta". La capacidad para acabar saliendo victorioso de la peor de las situaciones, la supremacía que demostraban y de la que Kirill podía ser en parte partícipe como siervo de Nadyssra, habrían curvado en otro momento sus labios en una sonrisa aviesa aunque infantil. Al mago le habría brillado los ojos, y probablemente habría soltado una carcajada burlona en honor al enemigo derrotado...
Pero Kirill no se encontraba en una situación habitual para él en la que pudiera reaccionar casualmente.
Aunque sus ojos, muy abiertos, parecieran apuntar con insistencia al suelo, su mirada estaba perdida, así como lo estaba su mente. Al mirar al infinito sus pupilas parecían vibrar de forma casi imperceptible bajo su ceño fruncido en un gesto de preocupación. Su rostro no parecía delatar un pensamiento profundo que atravesara en aquel momento su espíritu, sino meras reacciones supercifiales, emocionales, casi animales. Parecía quizás asustado, aunque unos segundos más de observación revelarían que más que eso se encontraba descolocado, algo temeroso... ¿Pero temeroso de qué?
Kirill mismo no habría sabido responder, aunque intentaría con todas sus fuerzas demostrar que tenía sus razones para actuar así. ¡Haber faltado en varias ocasiones al respeto a Nadyssra! No haberse dado cuenta de que era ella. ¿Qué tipo de siervo sería si no esperara con temor un posible castigo en lugar de revelarse contra él? No, sólo demostraba un temor respetuoso del que era digno su Señora. Una tras de otra, habría ensayado todas estas excusas.
Por suerte, nadie le preguntó, ni siquiera él mismo.
- Kirill.
Su Señora le llamaba; Kirill levantó la vista. De golpe, encontrándose así en contacto visual directo. Consiguió no desviar la mirada, aunque quizás sería más justo decir que, perdido como estaba, no llegó a reaccionar a tiempo a la hora de bajar la cabeza de nuevo... y pronto olvidó que esta habría sido su primera intención instintiva. De hecho, su rostro cambió y abandonó su expresión asustada.
Volvía a parecer decidido.
"No, levántate. Ya no soy tu señora."
- Sóis mi señora, sea cual sea el nombre por el que se os conozca.
"Si Nadyssra es un fantasma, entonces he servido a un fantasma detrás del cual está la persona real. Vuestras habilidades no son un espectro, ni vuestras acciones"... Pero cerró la boca antes de decir todo eso, y apretó los dientes. Yshara, Nadyssra... la que fuera; la miró con franqueza y decisión, con desafío, dispuesto a discutir aquellas afirmaciones que había hecho: "ya no soy tu señora".
Pero tenía razón: en aquel momento no procedía. El tiempo y el cansancio aún apremiaban. Kirill volvió a agachar la cabeza frente a Nadyssra, cerró los ojos a penas unos segundos y se puso en pie, espada en mano.
Sentía que la energía mágica que se había estado reuniendo para el portal y a la que él había contribuido, aunque de forma muy limitada, se había perdido. Ethel parecía haberla usado, o fuera de control se habría disipado como se evapora el agua. De cualquier forma parecía que no tendrían tanto tiempo como para crear otro portal desde cero, sobretodo por lo cansados que estaban.
- Cuerdas - le dedicó una fugitiva mirada a Yshara -... las de las cortinas, quizás, pero no estoy seguro de cuál será la situación actual fuera, ni tengo ganas de apostarme como blanco para posibles arqueros. Con el fuego no falta luz.
No podía fiarse del todo de Kathrina; ni siquiera tenía del todo claro cómo se había efectuado aquel cambio de bandos para ella.
Pero Kirill no se encontraba en una situación habitual para él en la que pudiera reaccionar casualmente.
Aunque sus ojos, muy abiertos, parecieran apuntar con insistencia al suelo, su mirada estaba perdida, así como lo estaba su mente. Al mirar al infinito sus pupilas parecían vibrar de forma casi imperceptible bajo su ceño fruncido en un gesto de preocupación. Su rostro no parecía delatar un pensamiento profundo que atravesara en aquel momento su espíritu, sino meras reacciones supercifiales, emocionales, casi animales. Parecía quizás asustado, aunque unos segundos más de observación revelarían que más que eso se encontraba descolocado, algo temeroso... ¿Pero temeroso de qué?
Kirill mismo no habría sabido responder, aunque intentaría con todas sus fuerzas demostrar que tenía sus razones para actuar así. ¡Haber faltado en varias ocasiones al respeto a Nadyssra! No haberse dado cuenta de que era ella. ¿Qué tipo de siervo sería si no esperara con temor un posible castigo en lugar de revelarse contra él? No, sólo demostraba un temor respetuoso del que era digno su Señora. Una tras de otra, habría ensayado todas estas excusas.
Por suerte, nadie le preguntó, ni siquiera él mismo.
- Kirill.
Su Señora le llamaba; Kirill levantó la vista. De golpe, encontrándose así en contacto visual directo. Consiguió no desviar la mirada, aunque quizás sería más justo decir que, perdido como estaba, no llegó a reaccionar a tiempo a la hora de bajar la cabeza de nuevo... y pronto olvidó que esta habría sido su primera intención instintiva. De hecho, su rostro cambió y abandonó su expresión asustada.
Volvía a parecer decidido.
"No, levántate. Ya no soy tu señora."
- Sóis mi señora, sea cual sea el nombre por el que se os conozca.
"Si Nadyssra es un fantasma, entonces he servido a un fantasma detrás del cual está la persona real. Vuestras habilidades no son un espectro, ni vuestras acciones"... Pero cerró la boca antes de decir todo eso, y apretó los dientes. Yshara, Nadyssra... la que fuera; la miró con franqueza y decisión, con desafío, dispuesto a discutir aquellas afirmaciones que había hecho: "ya no soy tu señora".
Pero tenía razón: en aquel momento no procedía. El tiempo y el cansancio aún apremiaban. Kirill volvió a agachar la cabeza frente a Nadyssra, cerró los ojos a penas unos segundos y se puso en pie, espada en mano.
Sentía que la energía mágica que se había estado reuniendo para el portal y a la que él había contribuido, aunque de forma muy limitada, se había perdido. Ethel parecía haberla usado, o fuera de control se habría disipado como se evapora el agua. De cualquier forma parecía que no tendrían tanto tiempo como para crear otro portal desde cero, sobretodo por lo cansados que estaban.
- Cuerdas - le dedicó una fugitiva mirada a Yshara -... las de las cortinas, quizás, pero no estoy seguro de cuál será la situación actual fuera, ni tengo ganas de apostarme como blanco para posibles arqueros. Con el fuego no falta luz.
No podía fiarse del todo de Kathrina; ni siquiera tenía del todo claro cómo se había efectuado aquel cambio de bandos para ella.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Todo aquello que se cocía el interior de Krill, era de gran interés para la bruja, en verdad le habría gustado darse cuenta de cada una de sus expresiones, de como iba asimilando lo que ocurría el rededor, no en su forma más morbosa, sino como dato a tener en cuenta. Pero no fue así.
Ni eso, ni la genuina expresión venida de Yshara llegaron a ella. Solo estaba centrada en recuperar un poco de energía, en cómo saldrían de ahí, con la mirada puesta en el piso, tal como el mago un momento antes, mientras planeaba el paso a seguir y que no había previsto.
No, no quería planear. Estaba cansada, no quería irse, era su casa. Maldita escoria de Igoroth, ratas traicioneras que quemaron su casa. Su mente empezó a desconectarse de nuevo. Lo que dijo Kathrina, y la idea de Kirill se perdieron entre las paredes y los oídos de quienes si estaban dispuestos a escuchar y no fraguaban en su imaginación cuanta energía requeriría para llamar un relámpago, de la tormenta anterior, que destruyera la casa con todos sus nuevos inquilinos adentro. Quería que sufrieran, que agonizaran, que los últimos segundos de sus vidas fueran una eterna tortura antes de desaparecer como desaparecería su jardín. Quería venganza, quería el dolor de los ajenos. Se dio cuenta que lo que le haría al Comandante no bastaría para saciarla.
- No! - dijo una de las flores que se quedó atrás - Afuera hay arqueros, entre el bosque... -
- Pero nuestras arqueras estaban haciéndose cargo, Mariela.... - secundó alguien
- Ya no están! - la forma en que la cortó fue tajante, con molestia en su tono por el detalle - y no sabemos que tanto limpiaron el terreno o si tienen arqueros de repuesto - frunció el ceño - podríamos lanzar a alguno de estos por la ventana para cerciorarnos, pero eso solo terminará de delatar nuestra posición - miraron a Teresa y luego a Ethel entre todas, esperando la guía de un líder. Si estuvieran solas sabrían que hacer, pero con un grupo tan grande y con la novedad de un rehén (porque nunca antes habían tomado prisioneros) debían unificar estrategias.
Ethel no se movió. No las miró, pero al menos si las escuchó a ella.
La que si se movió fue Teresa, con una lentitud que jamás le habían visto sus compañeras, pues se terminaba de reponer de su herida. Pateó la mano del Comandante para dejara de sujetar patéticamente la bota de Yshara y la pusiera en el suelo donde ella la piso con el talón en su palma.
- Quien venía detrás de ti? - preguntó. El tiempo no era lo que sobraba y ahora que su líder habitual estaba temporalmente desconectada, posando su vista en De Vance, con una mirada hambrienta que evaluaba si podía romper la dieta e ir a por ese segundo plato que no debía tomar o mas bien conformarse con las migajas que representaba el hombre venido de parte del otro rey.
- Hay pasajes por los que podemos ir si no les agradan las ventanas -
- Pero casi todo está tomado... - susurró una
- No mis pasajes - puso la mirada en Yshara, la vista perdida, de niña perdida, cargada de rabia, de una suplica muy sencilla "quiero matar a alguien y me esta quemando por dentro".
La ventaja de esos pasajes era que no eran conocidos ni por las Flores y ella misma los había olvidado hace mucho por no usarlos; la desventaja era que llegaban a un punto en la parte trasera de la casa, en medio del bosquesillo, cerca de la cabaña donde habían estado jugando con Canción, aunque el lugar era lo suficientemente engañoso para poder notarlo siquiera, estaba cerca de uno de los puntos de incursión de los bárbaros que había tomado su casa y por supuesto, los alejaba del puerto
- Son túneles bastante firmes, además, lo pondremos de escudo humano lo que nos dará un par de segundos para contraatacar cualquier cosa. O si quieren ir por la ventanas, podemos empezar a destrozar las cortinas. No hay mas tiempo - ató sus armas a su cadera y salió del circulo en el suelo, aparentemente recobrando la cabeza fría.
- Aunque el señuelo no está de más. Si nos dan tiempo suficiente para avanzar y los lanzan podremos atraer la atención hasta este punto y salir por otro lugar para cuando entiendan y alcancen esta habitación - la Flores asintieron conformes; era algo bastante básico y quienes asumirían el mayor riesgo si todo salía mal acababan de dar su visto bueno al respecto - y tú - agregó bajando la mirada al hombre - no nos vas a retrasar, no, no podrás hacerlo - no era una petición ni una orden, era un hecho que daba por descontado.
Ni eso, ni la genuina expresión venida de Yshara llegaron a ella. Solo estaba centrada en recuperar un poco de energía, en cómo saldrían de ahí, con la mirada puesta en el piso, tal como el mago un momento antes, mientras planeaba el paso a seguir y que no había previsto.
No, no quería planear. Estaba cansada, no quería irse, era su casa. Maldita escoria de Igoroth, ratas traicioneras que quemaron su casa. Su mente empezó a desconectarse de nuevo. Lo que dijo Kathrina, y la idea de Kirill se perdieron entre las paredes y los oídos de quienes si estaban dispuestos a escuchar y no fraguaban en su imaginación cuanta energía requeriría para llamar un relámpago, de la tormenta anterior, que destruyera la casa con todos sus nuevos inquilinos adentro. Quería que sufrieran, que agonizaran, que los últimos segundos de sus vidas fueran una eterna tortura antes de desaparecer como desaparecería su jardín. Quería venganza, quería el dolor de los ajenos. Se dio cuenta que lo que le haría al Comandante no bastaría para saciarla.
- No! - dijo una de las flores que se quedó atrás - Afuera hay arqueros, entre el bosque... -
- Pero nuestras arqueras estaban haciéndose cargo, Mariela.... - secundó alguien
- Ya no están! - la forma en que la cortó fue tajante, con molestia en su tono por el detalle - y no sabemos que tanto limpiaron el terreno o si tienen arqueros de repuesto - frunció el ceño - podríamos lanzar a alguno de estos por la ventana para cerciorarnos, pero eso solo terminará de delatar nuestra posición - miraron a Teresa y luego a Ethel entre todas, esperando la guía de un líder. Si estuvieran solas sabrían que hacer, pero con un grupo tan grande y con la novedad de un rehén (porque nunca antes habían tomado prisioneros) debían unificar estrategias.
Ethel no se movió. No las miró, pero al menos si las escuchó a ella.
La que si se movió fue Teresa, con una lentitud que jamás le habían visto sus compañeras, pues se terminaba de reponer de su herida. Pateó la mano del Comandante para dejara de sujetar patéticamente la bota de Yshara y la pusiera en el suelo donde ella la piso con el talón en su palma.
- Quien venía detrás de ti? - preguntó. El tiempo no era lo que sobraba y ahora que su líder habitual estaba temporalmente desconectada, posando su vista en De Vance, con una mirada hambrienta que evaluaba si podía romper la dieta e ir a por ese segundo plato que no debía tomar o mas bien conformarse con las migajas que representaba el hombre venido de parte del otro rey.
- Hay pasajes por los que podemos ir si no les agradan las ventanas -
- Pero casi todo está tomado... - susurró una
- No mis pasajes - puso la mirada en Yshara, la vista perdida, de niña perdida, cargada de rabia, de una suplica muy sencilla "quiero matar a alguien y me esta quemando por dentro".
La ventaja de esos pasajes era que no eran conocidos ni por las Flores y ella misma los había olvidado hace mucho por no usarlos; la desventaja era que llegaban a un punto en la parte trasera de la casa, en medio del bosquesillo, cerca de la cabaña donde habían estado jugando con Canción, aunque el lugar era lo suficientemente engañoso para poder notarlo siquiera, estaba cerca de uno de los puntos de incursión de los bárbaros que había tomado su casa y por supuesto, los alejaba del puerto
- Son túneles bastante firmes, además, lo pondremos de escudo humano lo que nos dará un par de segundos para contraatacar cualquier cosa. O si quieren ir por la ventanas, podemos empezar a destrozar las cortinas. No hay mas tiempo - ató sus armas a su cadera y salió del circulo en el suelo, aparentemente recobrando la cabeza fría.
- Aunque el señuelo no está de más. Si nos dan tiempo suficiente para avanzar y los lanzan podremos atraer la atención hasta este punto y salir por otro lugar para cuando entiendan y alcancen esta habitación - la Flores asintieron conformes; era algo bastante básico y quienes asumirían el mayor riesgo si todo salía mal acababan de dar su visto bueno al respecto - y tú - agregó bajando la mirada al hombre - no nos vas a retrasar, no, no podrás hacerlo - no era una petición ni una orden, era un hecho que daba por descontado.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Creer en el Infierno
Los pasajes. Sí, sonaba como una idea, pero tenían varios problemas; uno de los más acuciantes era justo el de no saber cuántos enemigos tenían ni lo cerca que estaban de ellos.
Yshara se paró a pensar un momento. En fin, la solución podían no ser las ventanas, pero desde luego acababan de darle una idea. Miró en derredor; la sala en la que se encontraban era lo suficientemente grande como para ponerla en práctica. Miró a los soldados muertos, y a las flores que quedaban, a las ventanas, a las cortinas y al suelo. Por último, miró a Ethel.
- No estamos perdidos - musitó, con una sonrisa sardónica. Señaló a tres flores. - Vosotras tres, conmigo. Traed esos cadáveres. Ethel, id adelantándoos. Os alcanzaremos.
No esperó ni a que las Flores vacilaran ni a que Ethel le consultara. No había tiempo. Ethel no podía pararse a pensar que la elfa fuese a estar en peligro, y las flores no podían pararse a cavilar. No ahora que todo dependía de la rapidez de cada uno. Yshara se volvió hacia el rincón de la estancia más apartado, y lanzó sin pensárselo dos veces varios puñados de sus cuentas de colores hacia la esquina más oscura.
Una palabra después, la mansión se sacudió de nuevo a causa de una explosión.
La elfa no era inconsciente, ni idiota. La estructura de la casa ya estaba debilitada, pero no había buscado derruírla. Sabía bien cómo funcionaban sus explosivos. Por supuesto, el tabique que separaba aquella habitación y la siguiente se vino abajo, pero éso entraba en sus planes; también que lo hiciera la parte del suelo que la separaba del piso inferior. De hecho, éso era lo que quería.
No se detuvo a contemplar el resultado de su trabajo. Aun mientras pronunciaba la palabra, había estado en movimiento; arrancando una de las cuerdas que mantenía en su sitio las cortinas, para, ahora, usarla de forma que quienes no se atrevieran a bajar de un salto, como haría ella, pudieran hacerlo mediante la cuerda. Se la lanzó a una de las Flores.
- Tú - ordenó. Podía ser muy autoritaria cuando la situación lo requería. - Ata éso a algún lado. Vosotras - dijo a las que habían recogido cadáveres - acercáos a las ventanas. Los demás, id bajando.
Cargó un puñado de flechas en su arco mientras se volvía, dirigiéndose a las ventanas. Había arqueros fuera, ¿Eh? Pues iba a divertirse un rato mientras llamaba la atención de los atacantes.
Yshara se paró a pensar un momento. En fin, la solución podían no ser las ventanas, pero desde luego acababan de darle una idea. Miró en derredor; la sala en la que se encontraban era lo suficientemente grande como para ponerla en práctica. Miró a los soldados muertos, y a las flores que quedaban, a las ventanas, a las cortinas y al suelo. Por último, miró a Ethel.
- No estamos perdidos - musitó, con una sonrisa sardónica. Señaló a tres flores. - Vosotras tres, conmigo. Traed esos cadáveres. Ethel, id adelantándoos. Os alcanzaremos.
No esperó ni a que las Flores vacilaran ni a que Ethel le consultara. No había tiempo. Ethel no podía pararse a pensar que la elfa fuese a estar en peligro, y las flores no podían pararse a cavilar. No ahora que todo dependía de la rapidez de cada uno. Yshara se volvió hacia el rincón de la estancia más apartado, y lanzó sin pensárselo dos veces varios puñados de sus cuentas de colores hacia la esquina más oscura.
Una palabra después, la mansión se sacudió de nuevo a causa de una explosión.
La elfa no era inconsciente, ni idiota. La estructura de la casa ya estaba debilitada, pero no había buscado derruírla. Sabía bien cómo funcionaban sus explosivos. Por supuesto, el tabique que separaba aquella habitación y la siguiente se vino abajo, pero éso entraba en sus planes; también que lo hiciera la parte del suelo que la separaba del piso inferior. De hecho, éso era lo que quería.
No se detuvo a contemplar el resultado de su trabajo. Aun mientras pronunciaba la palabra, había estado en movimiento; arrancando una de las cuerdas que mantenía en su sitio las cortinas, para, ahora, usarla de forma que quienes no se atrevieran a bajar de un salto, como haría ella, pudieran hacerlo mediante la cuerda. Se la lanzó a una de las Flores.
- Tú - ordenó. Podía ser muy autoritaria cuando la situación lo requería. - Ata éso a algún lado. Vosotras - dijo a las que habían recogido cadáveres - acercáos a las ventanas. Los demás, id bajando.
Cargó un puñado de flechas en su arco mientras se volvía, dirigiéndose a las ventanas. Había arqueros fuera, ¿Eh? Pues iba a divertirse un rato mientras llamaba la atención de los atacantes.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Página 7 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Página 7 de 9.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
14/11/24, 09:56 pm por Alma Swann
» El Vals de los Enmascarados
11/11/24, 09:24 am por Luthys
» Adonde me lleven los sueños
04/04/18, 08:55 pm por Lisandot
» Sentimientos encontrados
22/02/18, 10:03 pm por Songèrie
» El fin de un viaje y el comienzo de otro.
04/02/18, 03:16 pm por Florangél
» Vini, saquei, marchi
30/01/18, 06:23 pm por Narrador
» Rumbo a Moselec (Trama 3)
30/01/18, 06:01 pm por Narrador
» Trama 3 . Se reclutan piratas y maleantes varios
30/01/18, 05:58 pm por Narrador
» Vestigios del pasado
30/08/17, 06:51 pm por Auria