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Creer en el Infierno
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Re: Creer en el Infierno
Al lanzar su ataque contra Carson, Kirill no pudo evitar desviar su mirada y clavarla en los ojos del soldado, atraido por ellos. Lo que vio fue fuerza, fuerza proveniente de odio, rabia, sed de... venganza. El hechicero no pudo entenderlo. ¿Por qué? ¿Qué había hecho para despertar aquello? ¿Era acaso Candress su amante?
La confusión brilló en sus ojos y la duda le hizo más lento. El contraataque de Carson le pilló por sorpresa y no opuso la más mínima resistencia con su espada a la fuerza del soldado, que le empujó hacia atrás y le torció la muñeca, dejando al mismo tiempo su arma clavada en la madera.
Kirill abrió los ojos por la sorpresa y, en un acto reflejo, desvió su atención del soldado para comprobar el estado de su arma. En el mismo momento, una fuerte mano le asió por la ropa y le elevó del suelo.
El impacto contra el suelo no fue agradable. Era la segunda vez que le hacían aquello, y por alguna ocurrencia la mente de Kirill creyó conveniente aquel instante para considerar que más valía procurar evitar una tercera. Al comenzar a incorporarse, casi a cuatro patas, el hechicero notó un líquido resbalando por su labio inferior, y al llevarse la mano para limpiarlo pudo comprobar que era sangre. Debía de haberse mordido la lengua en la caída.
- Bastardo - murmuró, alzando sus ojos repletos de furia hacia Carson.
Pero aquel sentimiento le duró poco. La visión del soldado pareció superponerse con la de Aileen, y entonces Kirill comprendió. Comprendió lo que aquel hombre había dado por supuesto, el origen de la fuerza con la que le atacaba. Carson le miraba fijamente, y su seriedad intimidó a Kirill más de lo que lo habría hecho cualquier sonrisa sádica.
- Voy a matarte lentamente.
Kirill le creyó. Para él, de todas formas, no existía la muerte rápida, y Carson podría pasarse mucho tiempo jugando con él de la forma más tosca sin que el hechicero muriera. Se sintió furioso; él era inocente, ¿no era evidente?
- Joder, si me viste a la entrada del pasillo en el vestíbulo cuando ella gritó. Yo no he sido quien la ha matado.
Mientras hablaba comprendió que no importaría qué dijese. Su situación era la misma. Si no había matado a Aileen, sí que había atacado a Caldress, declarándose como enemigo de Malzeth y los suyos. De cualquier forma, parecía que Carson le daba a elegir, aunque él no acabara de comprenderlo. Consideró lo que le espera en el vestíbulo, y decidió que si debía dejar que aquel hombre le clavara cinco espadas en el cuerpo con tal de poder matarlo, siempre sería mejor que huir hacia atrás como un cobarde cuando ni siquiera existía salida.
- Me estás dejando en ridículo - fue todo lo que quisó salir de sus labios mientras se ponía de pie.
Si hubiera tenido que basarse sólo en su fuerza para vencer podría haberse dado por muerto; muerto tras larga agonía, por supuesto. Por suerte, no sólo tenía eso.
Kirill reunió su magia en su brazo derecho, creando inmediatamente una espada de oscuridad, más larga, más manejable y más mortífera que la que seguía incrustada en la madera. La única razón por la que Kirill seguía llevando consigo una espada real era que requería por su parte menos energía.
Atacar antes de que recuperara su arma... aunque debía de tener otras. De todas formas le pareció su única opción; detendría su mano con una barrera si hacía ademan de ir a empuñar las armas clavadas en la madera. Evitaría que volviera a darle, haciendo uso de las mismas barreras. Manipularía la forma de su "espada" con tal de acertarle. No le importaba cuánta energía le consumiría aquello; debía quitar a Carson de en medio.
La confusión brilló en sus ojos y la duda le hizo más lento. El contraataque de Carson le pilló por sorpresa y no opuso la más mínima resistencia con su espada a la fuerza del soldado, que le empujó hacia atrás y le torció la muñeca, dejando al mismo tiempo su arma clavada en la madera.
Kirill abrió los ojos por la sorpresa y, en un acto reflejo, desvió su atención del soldado para comprobar el estado de su arma. En el mismo momento, una fuerte mano le asió por la ropa y le elevó del suelo.
El impacto contra el suelo no fue agradable. Era la segunda vez que le hacían aquello, y por alguna ocurrencia la mente de Kirill creyó conveniente aquel instante para considerar que más valía procurar evitar una tercera. Al comenzar a incorporarse, casi a cuatro patas, el hechicero notó un líquido resbalando por su labio inferior, y al llevarse la mano para limpiarlo pudo comprobar que era sangre. Debía de haberse mordido la lengua en la caída.
- Bastardo - murmuró, alzando sus ojos repletos de furia hacia Carson.
Pero aquel sentimiento le duró poco. La visión del soldado pareció superponerse con la de Aileen, y entonces Kirill comprendió. Comprendió lo que aquel hombre había dado por supuesto, el origen de la fuerza con la que le atacaba. Carson le miraba fijamente, y su seriedad intimidó a Kirill más de lo que lo habría hecho cualquier sonrisa sádica.
- Voy a matarte lentamente.
Kirill le creyó. Para él, de todas formas, no existía la muerte rápida, y Carson podría pasarse mucho tiempo jugando con él de la forma más tosca sin que el hechicero muriera. Se sintió furioso; él era inocente, ¿no era evidente?
- Joder, si me viste a la entrada del pasillo en el vestíbulo cuando ella gritó. Yo no he sido quien la ha matado.
Mientras hablaba comprendió que no importaría qué dijese. Su situación era la misma. Si no había matado a Aileen, sí que había atacado a Caldress, declarándose como enemigo de Malzeth y los suyos. De cualquier forma, parecía que Carson le daba a elegir, aunque él no acabara de comprenderlo. Consideró lo que le espera en el vestíbulo, y decidió que si debía dejar que aquel hombre le clavara cinco espadas en el cuerpo con tal de poder matarlo, siempre sería mejor que huir hacia atrás como un cobarde cuando ni siquiera existía salida.
- Me estás dejando en ridículo - fue todo lo que quisó salir de sus labios mientras se ponía de pie.
Si hubiera tenido que basarse sólo en su fuerza para vencer podría haberse dado por muerto; muerto tras larga agonía, por supuesto. Por suerte, no sólo tenía eso.
Kirill reunió su magia en su brazo derecho, creando inmediatamente una espada de oscuridad, más larga, más manejable y más mortífera que la que seguía incrustada en la madera. La única razón por la que Kirill seguía llevando consigo una espada real era que requería por su parte menos energía.
Atacar antes de que recuperara su arma... aunque debía de tener otras. De todas formas le pareció su única opción; detendría su mano con una barrera si hacía ademan de ir a empuñar las armas clavadas en la madera. Evitaría que volviera a darle, haciendo uso de las mismas barreras. Manipularía la forma de su "espada" con tal de acertarle. No le importaba cuánta energía le consumiría aquello; debía quitar a Carson de en medio.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
En cierto modo, no era tan evidente.
Haciendo uso de la suspicacia humana, Carson podría haber imaginado un sinfin de posiblidades que justificasen por qué el grito se había provocado cuando Kirill ya no estaba a su alcance. Después de todo, era un mago; éso podía haberle dado carta blanca para conjeturar. Pero, por supuesto, para hacerlo primero los ojos de Carson tendrían que haber reflejado que el hombre pensaba.
La que le movía no era una ira ciega, no era un arrebato bersérker que le hiciera imprudente y temerario, repentinamente sediento de sangre. Pero tampoco estaba pensando. La sangre se le arremolinaba en la cabeza, y apretaba los dientes con furia. No cargaba, no le obcecaba la rabia hasta el punto de ser descuidado. Pero no deseaba otra cosa mas que ver las tripas del mago esparcidas por la pared. Daba igual que hubiera matado a Aileen o a Candress, o a ninguna de las dos: Si no era el autor, estaba alineado con el responsable. Las motivaciones ya las discutiría consigo mismo más tarde.
Le contempló en silencio mientras formaba aquella espada de sombras; pero solo fue un segundo. Afianzando los pies en el suelo, el teniente agarró su ancha espada con ambas manos, y dio un paso adelante. La distancia que separaba a ambos hombres no era grande, pero el pasillo no era tan ancho. Carson comenzó a levantar su espada, ligeramente inclinada hacia un lateral, como si calculase de antemano cual era la trayectoria que debía seguir el primer golpe para desarmar al hechicero.
Se movía con fluidez, con la naturalidad de un guerrero curtido. El movimiento podía parecer pretencioso, pero no lo era en absoluto. Con un segundo paso, sus manos se cerraron de pronto en torno a la empuñadura, bruscamente...
... y profirió un gemido, cayendo de rodillas frente a Kirill antes de que el sonido de la cuerda, como una nota de guitarra, se extinguiera ahogado por el repiqueteo de la lluvia en la pared. La punta de una flecha que había entrado en su cuerpo a través de la espalda le sobresalía por la parte izquierda del pecho.
Ni siquiera volvió la vista para divisar a su atacante, ni pareció inmutarse por el disparo. Apretó con más fuerza los dientes, entre los que se deslizaba un hilillo de sangre, y extendió las manos hacia Kirill, ahora temblorosas a causa de la flecha que le atravesaba el corazón.
- Te... - murmuró. - Ma... ta... ré...
Haciendo uso de la suspicacia humana, Carson podría haber imaginado un sinfin de posiblidades que justificasen por qué el grito se había provocado cuando Kirill ya no estaba a su alcance. Después de todo, era un mago; éso podía haberle dado carta blanca para conjeturar. Pero, por supuesto, para hacerlo primero los ojos de Carson tendrían que haber reflejado que el hombre pensaba.
La que le movía no era una ira ciega, no era un arrebato bersérker que le hiciera imprudente y temerario, repentinamente sediento de sangre. Pero tampoco estaba pensando. La sangre se le arremolinaba en la cabeza, y apretaba los dientes con furia. No cargaba, no le obcecaba la rabia hasta el punto de ser descuidado. Pero no deseaba otra cosa mas que ver las tripas del mago esparcidas por la pared. Daba igual que hubiera matado a Aileen o a Candress, o a ninguna de las dos: Si no era el autor, estaba alineado con el responsable. Las motivaciones ya las discutiría consigo mismo más tarde.
Le contempló en silencio mientras formaba aquella espada de sombras; pero solo fue un segundo. Afianzando los pies en el suelo, el teniente agarró su ancha espada con ambas manos, y dio un paso adelante. La distancia que separaba a ambos hombres no era grande, pero el pasillo no era tan ancho. Carson comenzó a levantar su espada, ligeramente inclinada hacia un lateral, como si calculase de antemano cual era la trayectoria que debía seguir el primer golpe para desarmar al hechicero.
Se movía con fluidez, con la naturalidad de un guerrero curtido. El movimiento podía parecer pretencioso, pero no lo era en absoluto. Con un segundo paso, sus manos se cerraron de pronto en torno a la empuñadura, bruscamente...
... y profirió un gemido, cayendo de rodillas frente a Kirill antes de que el sonido de la cuerda, como una nota de guitarra, se extinguiera ahogado por el repiqueteo de la lluvia en la pared. La punta de una flecha que había entrado en su cuerpo a través de la espalda le sobresalía por la parte izquierda del pecho.
Ni siquiera volvió la vista para divisar a su atacante, ni pareció inmutarse por el disparo. Apretó con más fuerza los dientes, entre los que se deslizaba un hilillo de sangre, y extendió las manos hacia Kirill, ahora temblorosas a causa de la flecha que le atravesaba el corazón.
- Te... - murmuró. - Ma... ta... ré...
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Kirill se preparó para crear un escudo mágico que parara el ataque, y en su mano derecha la espada de oscuridad pareció agitarse inquieta, como si ella misma estuviera impaciente por acabar con aquello. El hechicero estaba en guardia, preparado para todo, preparado, si era necesario, para dejar que le clavara la espada en pleno pecho con tal de inmovilizar a su enemigo. Pensaría más tarde en el dolor y en la sangre.
Concentrado en el ataque, el hechicero tardó unos segundo en comprender qué pasaba cuando Carson cayó al suelo. Por un momento hasta pensó que se había tropezado... pero la punta de una flecha venía a desmentir aquello.
Miró al soldado impasible, desde arriba, sin acortar su sufrimiento ni ponerse al alcance de sus manos. Permaneció así una buena decena de segundos antes de esquivar su cuerpo para ir a recuperar su espada real, permitiendo que la de oscuridad desapareciera. Era hora de seguir hacia delante.
De alguna forma le había ofrecido a ella la oportunidad para quitar de en medio a otro de aquellos seguidores de Malzeth; ¿ahora qué? Levantó la vista hacia el extremo del pasillo por el que había llegado la flecha, pero dio por supuesto que no vería nada. Las sombras se extendían con demasiada eficacia.
Se giró por lo tanto hacia el vestíbulo. No tenía intención de volver allí, no era tan temerario. Con el mayor de los sigilos simplemente se acercó hacia la entrada a una distancia prudencial, esperando escuchar algo que le diera alguna pista sobre lo que podía hacer a continuación. O al menos para comprobar, en el caso de que siguieran en el mismo sitio, si la presión de los ahora dos atacantes hacía mella en los incautos que, simplemente, se habían equivocado escogiendo a su presa.
Concentrado en el ataque, el hechicero tardó unos segundo en comprender qué pasaba cuando Carson cayó al suelo. Por un momento hasta pensó que se había tropezado... pero la punta de una flecha venía a desmentir aquello.
Miró al soldado impasible, desde arriba, sin acortar su sufrimiento ni ponerse al alcance de sus manos. Permaneció así una buena decena de segundos antes de esquivar su cuerpo para ir a recuperar su espada real, permitiendo que la de oscuridad desapareciera. Era hora de seguir hacia delante.
De alguna forma le había ofrecido a ella la oportunidad para quitar de en medio a otro de aquellos seguidores de Malzeth; ¿ahora qué? Levantó la vista hacia el extremo del pasillo por el que había llegado la flecha, pero dio por supuesto que no vería nada. Las sombras se extendían con demasiada eficacia.
Se giró por lo tanto hacia el vestíbulo. No tenía intención de volver allí, no era tan temerario. Con el mayor de los sigilos simplemente se acercó hacia la entrada a una distancia prudencial, esperando escuchar algo que le diera alguna pista sobre lo que podía hacer a continuación. O al menos para comprobar, en el caso de que siguieran en el mismo sitio, si la presión de los ahora dos atacantes hacía mella en los incautos que, simplemente, se habían equivocado escogiendo a su presa.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Efectivamente, el pasillo estaba demasiado oscuro como para ver nada. Y tampoco habría encontrado Kirill a nadie si simplemente hubiera caminado, o corrido, hacia el lugar del que había provenido la flecha.
Ajenos a la situación del pasillo, los atacantes que todavía quedaban en el vestíbulo terminaban rápidamente una discusión en voz baja. Dificultosamente, Invierno se había puesto de pie, y aunque por la forma en la que se cubría el flanco izquierdo y se sujetaba la muñeca se podía deducir que no sería una gran amenaza en lo sucesivo, parecía dispuesta a acompañar al grupo. El hombre de cabellos rubios señaló en dirección al pasillo en el que se encontraba Kirill, y Malzeth asintió con la cabeza.
- No os separéis - murmuró. - Maldita sea, debimos hacerlo así desde el principio. Dividirnos para cubrir más terreno fue idea de ésa zorra.
Escudriñaban la oscuridad con atención, paso tras paso, en busca de cualquier indicio de la presencia de Kirill o de su presa mientras caminaban, con las espadas desnudas en la mano, excepto Invierno, que renqueaba un paso por detrás de ellos, cojeando ligeramente. Se dirigían al pasillo que, tras doblar una esquina, conducía hasta donde Kirill se encontraba.
Ajenos a la situación del pasillo, los atacantes que todavía quedaban en el vestíbulo terminaban rápidamente una discusión en voz baja. Dificultosamente, Invierno se había puesto de pie, y aunque por la forma en la que se cubría el flanco izquierdo y se sujetaba la muñeca se podía deducir que no sería una gran amenaza en lo sucesivo, parecía dispuesta a acompañar al grupo. El hombre de cabellos rubios señaló en dirección al pasillo en el que se encontraba Kirill, y Malzeth asintió con la cabeza.
- No os separéis - murmuró. - Maldita sea, debimos hacerlo así desde el principio. Dividirnos para cubrir más terreno fue idea de ésa zorra.
Escudriñaban la oscuridad con atención, paso tras paso, en busca de cualquier indicio de la presencia de Kirill o de su presa mientras caminaban, con las espadas desnudas en la mano, excepto Invierno, que renqueaba un paso por detrás de ellos, cojeando ligeramente. Se dirigían al pasillo que, tras doblar una esquina, conducía hasta donde Kirill se encontraba.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Kirill frunció el ceño al escuchar sus restantes enemigos avanzar por el pasillo en el que él se escondía, directos hacia él. Parecía que ya no tenían la más mínima intención de separarse, y aquello constituía un problema tanto a la hora de encararlos como para abordar a Invierno... y no le daba tiempo a pensar.
Sería mejor que les esquivase mientras aún le daba tiempo a hacerlo. Volvió a retroceder con paso rápido para ganarles algo de ventaja, pasó ante Carson - supuso que se detendrían a examinar cómo habría muerto -, entró en una de las habitaciones cerrando la puerta tras de sí y se acercó a la ventana. Por un momento pensó que estaría encallada, pero finalmente pudo abrirla sin provocar apenas ruido.
La lluvia volvió a cubrirlo rápidamente, calándolo hasta los huesos. Ya en la tierra exterior, Kirill volvió a cerrar casi por completo la ventana desde fuera, se apartó de la vista de aquel lado de la casa y volvió a acercarse hacia el vestíbulo por la entrada principal. No creía que hubieran dejado allí una trampa (en cualquier caso no sentía ningún tipo de amenaza mágica), pero se mantuvo alerta por si acaso,verificando que el lugar estaba vacío antes de volver a entrar. Todo él goteaba, dejando a su paso un rastro húmedo que Kirill miró con desagrado. Se escurrió superficialmente el pelo y, concentrándose un momento, heló las gotas de agua que empapaban su ropa [FDI. Esas-aplicaciones-que-nunca-pensaste-que-tendría-la-magia-de-hielo]. Procuró deshacerse del hielo más al alcance de su mano; pasaría algo de frío, sin duda, pero al menos el rastro que dejaría no sería tan evidente.
Y de nuevo se encaminó hacia el pasillo que acababa de abandonar. Se preguntó si no habría sido más fácil esconderse en una habitación y esperar a que los otros pasaran; todo aquello era un extraño juego de persecución.
Sería mejor que les esquivase mientras aún le daba tiempo a hacerlo. Volvió a retroceder con paso rápido para ganarles algo de ventaja, pasó ante Carson - supuso que se detendrían a examinar cómo habría muerto -, entró en una de las habitaciones cerrando la puerta tras de sí y se acercó a la ventana. Por un momento pensó que estaría encallada, pero finalmente pudo abrirla sin provocar apenas ruido.
La lluvia volvió a cubrirlo rápidamente, calándolo hasta los huesos. Ya en la tierra exterior, Kirill volvió a cerrar casi por completo la ventana desde fuera, se apartó de la vista de aquel lado de la casa y volvió a acercarse hacia el vestíbulo por la entrada principal. No creía que hubieran dejado allí una trampa (en cualquier caso no sentía ningún tipo de amenaza mágica), pero se mantuvo alerta por si acaso,verificando que el lugar estaba vacío antes de volver a entrar. Todo él goteaba, dejando a su paso un rastro húmedo que Kirill miró con desagrado. Se escurrió superficialmente el pelo y, concentrándose un momento, heló las gotas de agua que empapaban su ropa [FDI. Esas-aplicaciones-que-nunca-pensaste-que-tendría-la-magia-de-hielo]. Procuró deshacerse del hielo más al alcance de su mano; pasaría algo de frío, sin duda, pero al menos el rastro que dejaría no sería tan evidente.
Y de nuevo se encaminó hacia el pasillo que acababa de abandonar. Se preguntó si no habría sido más fácil esconderse en una habitación y esperar a que los otros pasaran; todo aquello era un extraño juego de persecución.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
A medida que la noche caía sobre el Reino, la tempestad no tenía aspecto de ir a mejorar. La lluvia se había recrudecido, y los relámpagos, aunque eran dispersos, iluminaban de vez en cuando el cielo, dibujando las sombras de los edificios de la Ciudad sobre el manto azul oscuro de la noche.
La barriada circundante a la casa seguía estando en el más absoluto de los silencios. Nadie pisaba la calle. El repiqueteo de la lluvia, y el de los cascos de un caballo - demasiado lejos como para representar una amenaza, seguramente alguien de la Guardia - eran los únicos sonidos. Kirill no tuvo problemas para alcanzar de nuevo la parte frontal de la casa. La puerta seguía tal y como estaba, un marco desvencijado desprovisto de batiente, y los soldados se habían marchado del vestíbulo.
No obstante, la sala no estaba vacía.
Por la posición en la que se encontraba, Kirill seguramente no pudo verla hasta que se encaminó hacia el pasillo, pero estaba ahí. Le contemplaba desde las sombras, con una graciosa sonrisa surcándole el rostro. Tenía las finas manos apoyadas sobre la balaustrada del segundo piso, y estaba ligeramente inclinada hacia adelante. Sus cabellos plateados caían en cascada sobre sus hombros, pero a diferencia del resto de los ocupantes de la casa, estaba seca.
Los ojos azules de la elfa se posaron sobre el mago durante unos instantes, pero no dijo nada. Le contempló durante unos instantes, luego se apartó un paso de la barandilla, y sin dejar de sonreírle, se dio la vuelta y se adentró en el corredor que discurría por encima de aquel en el que yacía Carson. Su piel pálida destacaba contra las sombras, y su capa de seda gris oscura ondeó al son de la brisa de la noche antes de que desapareciera en el interior del corredor.
En el de abajo no se oía nada. Los soldados ya debían haberlo cruzado.
La barriada circundante a la casa seguía estando en el más absoluto de los silencios. Nadie pisaba la calle. El repiqueteo de la lluvia, y el de los cascos de un caballo - demasiado lejos como para representar una amenaza, seguramente alguien de la Guardia - eran los únicos sonidos. Kirill no tuvo problemas para alcanzar de nuevo la parte frontal de la casa. La puerta seguía tal y como estaba, un marco desvencijado desprovisto de batiente, y los soldados se habían marchado del vestíbulo.
No obstante, la sala no estaba vacía.
Por la posición en la que se encontraba, Kirill seguramente no pudo verla hasta que se encaminó hacia el pasillo, pero estaba ahí. Le contemplaba desde las sombras, con una graciosa sonrisa surcándole el rostro. Tenía las finas manos apoyadas sobre la balaustrada del segundo piso, y estaba ligeramente inclinada hacia adelante. Sus cabellos plateados caían en cascada sobre sus hombros, pero a diferencia del resto de los ocupantes de la casa, estaba seca.
Los ojos azules de la elfa se posaron sobre el mago durante unos instantes, pero no dijo nada. Le contempló durante unos instantes, luego se apartó un paso de la barandilla, y sin dejar de sonreírle, se dio la vuelta y se adentró en el corredor que discurría por encima de aquel en el que yacía Carson. Su piel pálida destacaba contra las sombras, y su capa de seda gris oscura ondeó al son de la brisa de la noche antes de que desapareciera en el interior del corredor.
En el de abajo no se oía nada. Los soldados ya debían haberlo cruzado.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Se sobresaltó al percibir un destello plateado en el segundo piso y se giró hacia él de golpe, con la espada en alto. Su ceño fruncido y sus dientes apretados dieron paso a una expresión de desconcierto.
Ella no dijo nada. Él tampoco. Transcurrieron unos segundos de silencio y entonces la elfa se apartó de la barandilla, desapareciendo por el pasillo superior sin haberle dedicado una palabra. Kirill bajó la guardia despacio, como si lo hiciera a regañadientes, y se quedó allí quieto durante unos segundos. Había perdido mucho tiempo. No le importaba desperdiciar un poco más.
Giró de nuevo la cabeza hacia el pasillo por el que se pretendía adentrarse, ahora en completo silencio. Después de todo aquello, lo que Kirill más quería casi era sentarse en el suelo a esperar quién más asomaba por la zona...
Se planteó seguir a la elfa, pero no quería encontrar de frente con los soldados, y temía caer en alguna clase de trampa. Seamos sinceros, Kirill no tenía ni idea de quién era ella, y lo único que podía dar por seguro era que no lo había atacado; sólo había... sonreído. Se preguntó si había estado burlándose de él o si aquello sería alguna clase de invitación.
Si lo era, decidió rechazarla.
El pasillo inferior estaba en silencio. Kirill podría permitirse recorrer la primera mitad a paso rápido, luego comenzaría a ir con más ciudad hasta el final del pasillo y subiría al segundo piso donde, con un poco de suerte, acabaría dando con la retaguardia del grupo de Malzeth...
Pero debía ir con cuidado. Era posible que acabara encontrándose de nuevo cara a cara con la elfa.
Ella no dijo nada. Él tampoco. Transcurrieron unos segundos de silencio y entonces la elfa se apartó de la barandilla, desapareciendo por el pasillo superior sin haberle dedicado una palabra. Kirill bajó la guardia despacio, como si lo hiciera a regañadientes, y se quedó allí quieto durante unos segundos. Había perdido mucho tiempo. No le importaba desperdiciar un poco más.
Giró de nuevo la cabeza hacia el pasillo por el que se pretendía adentrarse, ahora en completo silencio. Después de todo aquello, lo que Kirill más quería casi era sentarse en el suelo a esperar quién más asomaba por la zona...
Se planteó seguir a la elfa, pero no quería encontrar de frente con los soldados, y temía caer en alguna clase de trampa. Seamos sinceros, Kirill no tenía ni idea de quién era ella, y lo único que podía dar por seguro era que no lo había atacado; sólo había... sonreído. Se preguntó si había estado burlándose de él o si aquello sería alguna clase de invitación.
Si lo era, decidió rechazarla.
El pasillo inferior estaba en silencio. Kirill podría permitirse recorrer la primera mitad a paso rápido, luego comenzaría a ir con más ciudad hasta el final del pasillo y subiría al segundo piso donde, con un poco de suerte, acabaría dando con la retaguardia del grupo de Malzeth...
Pero debía ir con cuidado. Era posible que acabara encontrándose de nuevo cara a cara con la elfa.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
El pasillo estaba más o menos como Kirill lo había dejado.
Tras doblar la primera esquina, estaba el cadáver de Carson. Le habían dado la vuelta, poniéndole boca arriba sobre el suelo, seguramente para examinarle. También le habían sacado la flecha, que alguien había tirado con saña hasta el otro lado del pasillo. El metal de su punta captaba un reflejo carmesí de la escasa luz que se filtraba a través de las ventanas desvencijadas.
En aquella sección del pasillo no había nadie más que el muerto, y Kirill pudo atravesarla sin problemas. Mas allá, el pasillo volvía a torcer bruscamente hacia la izquierda, y desembocaba en un corto corredor que, a su vez, se bifurcaba para continuar en dos caminos diferentes. A la derecha había un pequeño rellano del que partía una escalera de caracol; a la izquierda, un corredor que debía discurrir por detrás del vestíbulo. Se ampliaba hacia la derecha, y había unas cuantas columnas en su interior, que sostenían antorchas. Estaba decorada con escudos y armaduras apoyadas junto a las columnas.
- Dejadla - gruñó la voz de Malzeth desde el pasillo de las armaduras. - Que se pudra.
Tras doblar la primera esquina, estaba el cadáver de Carson. Le habían dado la vuelta, poniéndole boca arriba sobre el suelo, seguramente para examinarle. También le habían sacado la flecha, que alguien había tirado con saña hasta el otro lado del pasillo. El metal de su punta captaba un reflejo carmesí de la escasa luz que se filtraba a través de las ventanas desvencijadas.
En aquella sección del pasillo no había nadie más que el muerto, y Kirill pudo atravesarla sin problemas. Mas allá, el pasillo volvía a torcer bruscamente hacia la izquierda, y desembocaba en un corto corredor que, a su vez, se bifurcaba para continuar en dos caminos diferentes. A la derecha había un pequeño rellano del que partía una escalera de caracol; a la izquierda, un corredor que debía discurrir por detrás del vestíbulo. Se ampliaba hacia la derecha, y había unas cuantas columnas en su interior, que sostenían antorchas. Estaba decorada con escudos y armaduras apoyadas junto a las columnas.
- Dejadla - gruñó la voz de Malzeth desde el pasillo de las armaduras. - Que se pudra.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Avanzó rápido, y a penas le dedicó una mirada al cadáver de Carson cuando pasó junto a él. Temía de alguna forma perder de vista de forma completa al grupo de Malzeth y comenzar a avanzar tan a ciegas como ellos... pero siendo uno solo en lugar de tres. En tal caso estaría en desventaja... y ya ni siquiera sabía cuántos jugadores había en la partida.
Sus temores resultaron infundados. En el momento en el que llegaba a una bifurcación, dando al fin con la escalera de caracol que había estado buscando, la voz del oficial le retuvo. Sorprendido, Kirill se pegó contra la pared izquierda del pasillo que se bifurcaba y esperó en silencio, intentando averiguar qué ocurría a sus espaldas. Desde su posición observaba la escalera de caracol. Si la subía quizás encontraría a la elfa... y sería buena idea hacerle unas cuantas preguntas. Acercarse más al grupo, en cambio...
Pero el contenido del discurso de Malzeth le retuvo. Debían de hablar de Invierno.
"Eso, dejadla atrás", pensó. Pero no pudo pasar a la acción. Por el momento, tocaba esperar en silencio, sin bajar la guardia.
Sus temores resultaron infundados. En el momento en el que llegaba a una bifurcación, dando al fin con la escalera de caracol que había estado buscando, la voz del oficial le retuvo. Sorprendido, Kirill se pegó contra la pared izquierda del pasillo que se bifurcaba y esperó en silencio, intentando averiguar qué ocurría a sus espaldas. Desde su posición observaba la escalera de caracol. Si la subía quizás encontraría a la elfa... y sería buena idea hacerle unas cuantas preguntas. Acercarse más al grupo, en cambio...
Pero el contenido del discurso de Malzeth le retuvo. Debían de hablar de Invierno.
"Eso, dejadla atrás", pensó. Pero no pudo pasar a la acción. Por el momento, tocaba esperar en silencio, sin bajar la guardia.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Silencio fue lo que hubo durante algunos instantes, después de que la voz de Malzeth se apagara. Un par de pasos que parecían discurrir en círculos resonaron sobre el silencio, y luego un leve gruñido.
- Estamos perdiendo el tiempo - dijo. - Déjala. No nos concierne.
- Tal vez a tí no te concierna - la voz de Invierno era lenta, el cansancio y el dolor se notaban en ella, pero era firme. - A mí sí. Dejadme. Os alcanzaré.
- No vamos a separarnos más - dijo Malzeth, y le coreó un chillido y un paso rápido. Había tomado a Invierno por la muñeca herida, y la mujer le apartó de sí con violencia. - Ya no voy a consentir...
- He dicho que me dejéis - repitió la joven bruja.
Silencio, de nuevo, y durante algunos instantes. A la luz de una antorcha que vibró a causa de la brisa, la sombra de Invierno aparecía frente a frente con la de Malzeth. Estaba encorvada, se cubría el lado izquierdo del cuerpo y cojeaba, pero aún resultaba inquietante. Una parte de la luz surgía de su mano derecha, que estaba recubierta de llamas de color púrpura oscuro.
Malzeth tardó un rato en decidirse, al parecer, pero finalmente se dio la vuelta y caminó en dirección opuesta a donde estaba Kirill, hacia el otro lado del corredor.
- Bah - espetó. - Es tu funeral, niña estúpida.
Los pasos se alejaron, seguidos por los de otro hombre, Lobo, hasta desaparecer por el otro extremo del corredor. Solo entonces Invierno pareció volverse hacia otro lado, con toda su atención puesta en algo que las sombras y las columnas impedían que Kirill viera.
- He deseado muchas veces que el destino me pusiera en las manos una oportunidad como ésta - dijo en tono frío, sombrío.
- Estamos perdiendo el tiempo - dijo. - Déjala. No nos concierne.
- Tal vez a tí no te concierna - la voz de Invierno era lenta, el cansancio y el dolor se notaban en ella, pero era firme. - A mí sí. Dejadme. Os alcanzaré.
- No vamos a separarnos más - dijo Malzeth, y le coreó un chillido y un paso rápido. Había tomado a Invierno por la muñeca herida, y la mujer le apartó de sí con violencia. - Ya no voy a consentir...
- He dicho que me dejéis - repitió la joven bruja.
Silencio, de nuevo, y durante algunos instantes. A la luz de una antorcha que vibró a causa de la brisa, la sombra de Invierno aparecía frente a frente con la de Malzeth. Estaba encorvada, se cubría el lado izquierdo del cuerpo y cojeaba, pero aún resultaba inquietante. Una parte de la luz surgía de su mano derecha, que estaba recubierta de llamas de color púrpura oscuro.
Malzeth tardó un rato en decidirse, al parecer, pero finalmente se dio la vuelta y caminó en dirección opuesta a donde estaba Kirill, hacia el otro lado del corredor.
- Bah - espetó. - Es tu funeral, niña estúpida.
Los pasos se alejaron, seguidos por los de otro hombre, Lobo, hasta desaparecer por el otro extremo del corredor. Solo entonces Invierno pareció volverse hacia otro lado, con toda su atención puesta en algo que las sombras y las columnas impedían que Kirill viera.
- He deseado muchas veces que el destino me pusiera en las manos una oportunidad como ésta - dijo en tono frío, sombrío.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
No... no habían estado hablando de Invierno. Había alguien más - y después de descubrir aquello, ¿cuántas sorpresas más podía llevarse? -. Por lo que decían, una mujer, moribunda... desarmada... desmayada... En cualquier caso no planteaba una amenaza, y tampoco había dicho nada.
Pero el resultado era el mismo. Invierno se quedaba atrás.
Kirill esperó a que los pasos de Malzeth se alejaran junto con los de Lobo. Ahora sólo eran dos... y hasta se permitió preguntarse si volvería a verlos. Él también debía tener cuidado, por aquella elfa desconocida que le había observado sin atacarle...
El hechicero asomó por la esquina, Invierno habló... pero desde su posición él no pudo ver con quién. Inquieto, Kirill fue avanzando por la habitación procurando no llamar la atención de la joven, concetrada en... sus propios asuntos. Guardó las distancias y se situó a la sombra de una de las columnas del lado opuesto del corredor. Querría acercarse más, girar a Invierno hacia él... pero el tono de voz de la hechicera le había inquietado. En el fondo, ¿qué sabía de ella?
Quizás fuese a descubrir algo.
Pero el resultado era el mismo. Invierno se quedaba atrás.
Kirill esperó a que los pasos de Malzeth se alejaran junto con los de Lobo. Ahora sólo eran dos... y hasta se permitió preguntarse si volvería a verlos. Él también debía tener cuidado, por aquella elfa desconocida que le había observado sin atacarle...
El hechicero asomó por la esquina, Invierno habló... pero desde su posición él no pudo ver con quién. Inquieto, Kirill fue avanzando por la habitación procurando no llamar la atención de la joven, concetrada en... sus propios asuntos. Guardó las distancias y se situó a la sombra de una de las columnas del lado opuesto del corredor. Querría acercarse más, girar a Invierno hacia él... pero el tono de voz de la hechicera le había inquietado. En el fondo, ¿qué sabía de ella?
Quizás fuese a descubrir algo.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Invierno estaba herida. Renqueaba al caminar, y sus jadeos delataban que había adrenalina corriendo por su sangre. Tenía un brazo inmovilizado, y no podía mantenerse erguida a causa del dolor que le atenazaba el costado izquierdo. Y aun asi, sonreía cuando Kirill vio su figura a través de las sombras. Esperó a que Malzeth y Lobo se hubiesen marchado, y entonces clavó los ojos en la otra figura.
Caminar hasta ella le costó más de lo que había imaginado, pero no le importó. era como si el dolor hubiera pasado a un plano secundario, o más bien, como si hubiera encontrado una forma de descargar toda la rabia y la frustración que le provocaba aquella situación, y aquel dolor. Se situó trabajosamente sobre la otra figura, que estaba tendida en el suelo; un pie a cada lado de su costado. La mujer emitió una especie de gemido.
- Cuando Malzeth me dijo que estarías aquí, supe que te vería en ésta situación - bufó. - Y si no, te la provocaría yo misma. Te acuerdas de mí, ¿Verdad, puta?
Se agachó momentáneamente para tirar un poco de la capa en la que estaba envuelta la mujer, haciéndola volverse boca arriba. La capa estaba empercudida de sangre, que se había filtrado hasta el suelo, dejando un rastro difuso al que un relámpago le arrancó un destello carmesí. El rostro de Yshara estaba contraído en una mueca de dolor; tenía los ojos cerrados, y la parte izquierda del cuerpo cubierta aún por la capa. Era de donde provenía la mayor parte de la sangre. Invierno sonrió.
- Ya no eres tan fuerte, ¿Verdad? - se burló. - Ya no eres tan chula como en el molino, zorra. Ahora no puedes hacerme nada, y vas a desear haberme matado cuando tuviste la oportunidad. ¿Recuerdas lo que me dijiste entonces, elfa de mierda? ¿Recuerdas...?
Se había ido agachando poco a poco, sobreponiéndose al dolor que le causaba el costado, para arrodillarse, sentarse a horcajadas sobre el vientre de la elfa. Su mano derecha no había parado de hacer chiribitas en ningún momento, y sus dedos estaban impregnados en una fina llamita que lamía la oscuridad. Por cómo sonreía la hechicera, estaba claro para qué iba a usar la llama. Fue acercando poco a poco la mano hasta Yshara, deleitándose en cómo a la elfa parecía incomodarle el calor.
- ¿Lo recuerdas?
Y se produjo el primer quejido.
El golpe fue tan rápido que Kirill no pudo haberlo visto incluso si estaba prestando atención. Un hilo de sangre saltó contra la pared cuando la elfa le cruzó la cara con la mano que mantenía debajo de la capa, de la que escapó un objeto que resonó con un golpe sordo y húmedo entre las sombras. Con la derecha le inmovilizó la mano que llameaba, y con la izquierda le tapó la boca antes de que su grito pudiese advertir a nadie. La sorpresa de Invierno y la inercia de su movimiento hicieron que darle la vuelta a la situación y ser ella la que acabase a horcajadas sobre la hechicera fuese realmente sencillo.
- Te dije - susurró - que si volvías a creerte más lista que yo, te arrancaría la piel.
Caminar hasta ella le costó más de lo que había imaginado, pero no le importó. era como si el dolor hubiera pasado a un plano secundario, o más bien, como si hubiera encontrado una forma de descargar toda la rabia y la frustración que le provocaba aquella situación, y aquel dolor. Se situó trabajosamente sobre la otra figura, que estaba tendida en el suelo; un pie a cada lado de su costado. La mujer emitió una especie de gemido.
- Cuando Malzeth me dijo que estarías aquí, supe que te vería en ésta situación - bufó. - Y si no, te la provocaría yo misma. Te acuerdas de mí, ¿Verdad, puta?
Se agachó momentáneamente para tirar un poco de la capa en la que estaba envuelta la mujer, haciéndola volverse boca arriba. La capa estaba empercudida de sangre, que se había filtrado hasta el suelo, dejando un rastro difuso al que un relámpago le arrancó un destello carmesí. El rostro de Yshara estaba contraído en una mueca de dolor; tenía los ojos cerrados, y la parte izquierda del cuerpo cubierta aún por la capa. Era de donde provenía la mayor parte de la sangre. Invierno sonrió.
- Ya no eres tan fuerte, ¿Verdad? - se burló. - Ya no eres tan chula como en el molino, zorra. Ahora no puedes hacerme nada, y vas a desear haberme matado cuando tuviste la oportunidad. ¿Recuerdas lo que me dijiste entonces, elfa de mierda? ¿Recuerdas...?
Se había ido agachando poco a poco, sobreponiéndose al dolor que le causaba el costado, para arrodillarse, sentarse a horcajadas sobre el vientre de la elfa. Su mano derecha no había parado de hacer chiribitas en ningún momento, y sus dedos estaban impregnados en una fina llamita que lamía la oscuridad. Por cómo sonreía la hechicera, estaba claro para qué iba a usar la llama. Fue acercando poco a poco la mano hasta Yshara, deleitándose en cómo a la elfa parecía incomodarle el calor.
- ¿Lo recuerdas?
Y se produjo el primer quejido.
El golpe fue tan rápido que Kirill no pudo haberlo visto incluso si estaba prestando atención. Un hilo de sangre saltó contra la pared cuando la elfa le cruzó la cara con la mano que mantenía debajo de la capa, de la que escapó un objeto que resonó con un golpe sordo y húmedo entre las sombras. Con la derecha le inmovilizó la mano que llameaba, y con la izquierda le tapó la boca antes de que su grito pudiese advertir a nadie. La sorpresa de Invierno y la inercia de su movimiento hicieron que darle la vuelta a la situación y ser ella la que acabase a horcajadas sobre la hechicera fuese realmente sencillo.
- Te dije - susurró - que si volvías a creerte más lista que yo, te arrancaría la piel.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Kirill asistió a la mayor parte de la escena con expresión sombría, intentando identificar quién era la mujer del suelo... Invierno la conocía. La conocía y no le guardaba el menor aprecio; eso quedaba demasiado evidente. Estaba cubierta de sangre, y cuando la hechicera la volvió boca arriba...
Ah. Era aquella cazarrecompensas.
Las palabras que Invierno le dedicaba resultaban mayormente incomprensibles para Kirill. No sabía cuál era la relación entre aquellas dos mujeres, por qué Invierno buscaba venganza... pero tampoco era asunto suyo. Supuso que podía permitirle a la hechicera aquellos minutos de satisfacción. Que matara a aquella elfa. No importaba. Le llamaba más la atención lo herida que parecía la joven hechicera...
Kirill se perdió completamente el golpe que dio la vuelta a la situación; asía habría sido aunque no se hubiera permitido relajarse. Demasiado tarde comprendió que la elfa había estado fingiendo.
- ¡Invierno! - llamó a media voz, aunque no serviría de nada.
La hechicera quedó completamente inmovilizada y a la merced de la elfa en cuestión de un segundo. Para entonces Kirill ya se había lanzado sobre la cazarrecompensas con la espada en alto.
Ah. Era aquella cazarrecompensas.
Las palabras que Invierno le dedicaba resultaban mayormente incomprensibles para Kirill. No sabía cuál era la relación entre aquellas dos mujeres, por qué Invierno buscaba venganza... pero tampoco era asunto suyo. Supuso que podía permitirle a la hechicera aquellos minutos de satisfacción. Que matara a aquella elfa. No importaba. Le llamaba más la atención lo herida que parecía la joven hechicera...
Kirill se perdió completamente el golpe que dio la vuelta a la situación; asía habría sido aunque no se hubiera permitido relajarse. Demasiado tarde comprendió que la elfa había estado fingiendo.
- ¡Invierno! - llamó a media voz, aunque no serviría de nada.
La hechicera quedó completamente inmovilizada y a la merced de la elfa en cuestión de un segundo. Para entonces Kirill ya se había lanzado sobre la cazarrecompensas con la espada en alto.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
La hechicera no respondió, ni reaccionó.
El cambio de situación había sido demasiado brusco, y la chica demasiado inexperta. Se creía en control de la situación, y ni por un momento creyó que dejaría de tenerlo, de modo que no supo qué hacer. Cuando su espalda golpeó contra el suelo, emitió un quejido, y se quiso llevar las manos a la cara, donde el golpe de la elfa le dolía.
Pero una de sus manos estaba inmovilizada, y al mover la otra sintió un dolor tremendo. Lo único que pudo hacer fue cubrirse el rostro con la manga de la túnica correspondiente al brazo roto, encogiéndose y esperando que no se produjera un segundo ataque. Un pánico sordo, cerval, empezó a brotar en su interior, y la muchacha tuvo de pronto ganas de llorar, sintiéndose atrapada.
Y de verdad que parecía que Yshara fuera a desollarla de inmediato, pero a ella tampoco le dio tiempo a hacer nada con la hechicera. Había alguien más en el corredor.
Lo cierto es que su presencia, al menos en parte, también tomó a la elfa por sorpresa; pero a diferencia de Invierno, ella estaba acostumbrada a reaccionar deprisa. De hecho, tan pronto como detectó la presencia del hechicero, comenzó su reacción; dio un pequeño salto para pasar de estar sentada a horcajadas sobre el vientre de la hechicera a quedar en cuclillas, y soltó la mano de la muchacha. Agarró su túnica con ambas manos mientas se echaba bruscamente hacia atrás, apoyando la espalda en el suelo, y una vez no necesitó las piernas para sostenerse, haciendo uso de su sorprendente flexibilidad, las apoyó en el vientre de la hechicera.
Cuando completó el movimiento y se hubo inclinado por completo hacia atrás, extendió bruscamente las piernas a la par que abría las manos, y la inercia y la fuerza de sus extremidades hizo el resto. Arrojó a Invierno súbita y violentamente sobre Kirill, tal vez no esperando tanto hacerle daño como sorprenderle. Tan pronto como la chica estuvo en el aire, sus piernas buscaron apoyo de nuevo, y se volvió hacia los dos hechiceros a la par que desenvainaba de su cinto una larga espada ligera, negra y un tanto curva, con la que defenderse del arma de Kirill.
El cambio de situación había sido demasiado brusco, y la chica demasiado inexperta. Se creía en control de la situación, y ni por un momento creyó que dejaría de tenerlo, de modo que no supo qué hacer. Cuando su espalda golpeó contra el suelo, emitió un quejido, y se quiso llevar las manos a la cara, donde el golpe de la elfa le dolía.
Pero una de sus manos estaba inmovilizada, y al mover la otra sintió un dolor tremendo. Lo único que pudo hacer fue cubrirse el rostro con la manga de la túnica correspondiente al brazo roto, encogiéndose y esperando que no se produjera un segundo ataque. Un pánico sordo, cerval, empezó a brotar en su interior, y la muchacha tuvo de pronto ganas de llorar, sintiéndose atrapada.
Y de verdad que parecía que Yshara fuera a desollarla de inmediato, pero a ella tampoco le dio tiempo a hacer nada con la hechicera. Había alguien más en el corredor.
Lo cierto es que su presencia, al menos en parte, también tomó a la elfa por sorpresa; pero a diferencia de Invierno, ella estaba acostumbrada a reaccionar deprisa. De hecho, tan pronto como detectó la presencia del hechicero, comenzó su reacción; dio un pequeño salto para pasar de estar sentada a horcajadas sobre el vientre de la hechicera a quedar en cuclillas, y soltó la mano de la muchacha. Agarró su túnica con ambas manos mientas se echaba bruscamente hacia atrás, apoyando la espalda en el suelo, y una vez no necesitó las piernas para sostenerse, haciendo uso de su sorprendente flexibilidad, las apoyó en el vientre de la hechicera.
Cuando completó el movimiento y se hubo inclinado por completo hacia atrás, extendió bruscamente las piernas a la par que abría las manos, y la inercia y la fuerza de sus extremidades hizo el resto. Arrojó a Invierno súbita y violentamente sobre Kirill, tal vez no esperando tanto hacerle daño como sorprenderle. Tan pronto como la chica estuvo en el aire, sus piernas buscaron apoyo de nuevo, y se volvió hacia los dos hechiceros a la par que desenvainaba de su cinto una larga espada ligera, negra y un tanto curva, con la que defenderse del arma de Kirill.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Sin duda la elfa logró pillarle desprevenido... aunque lo cierto es que Kirill no había pensado en nada más que en lanzarse contra ella. Después de eso no había tenido planes. No se había planteado posibilidades.
Detuvo su ataque y logró atrapar a la malherida Invierno en el aire, procurando evitar que se golpeara de nuevo; con el brazo izquierdo la cogió por la cintura y la apartó, sin empujarla y aún manteniéndola sujeta, de la linea de ataque directa de la cazarrecompensas. En la mano derecha aún tenía su espada.
Pero todo aquello había ocurrido demasiado tiempo como para que el hechicero se detuviera entonces, y, aunque no vio que la cazarrecompensas le atacase, creó una barrera entre él y ella en un acto reflejo, movido por la inercia del momento. Duró sólo un par de segundos... y Kirill no la renovó.
Observó a la elfa con desconfianza entremezclada de curiosidad. No sabía qué quería exactamente... Simplemente no comprendía casi nada. Salvo que no parecía reservarle nada bueno a Invierno y, ahora, probablemente a él tampoco.
Detuvo su ataque y logró atrapar a la malherida Invierno en el aire, procurando evitar que se golpeara de nuevo; con el brazo izquierdo la cogió por la cintura y la apartó, sin empujarla y aún manteniéndola sujeta, de la linea de ataque directa de la cazarrecompensas. En la mano derecha aún tenía su espada.
Pero todo aquello había ocurrido demasiado tiempo como para que el hechicero se detuviera entonces, y, aunque no vio que la cazarrecompensas le atacase, creó una barrera entre él y ella en un acto reflejo, movido por la inercia del momento. Duró sólo un par de segundos... y Kirill no la renovó.
Observó a la elfa con desconfianza entremezclada de curiosidad. No sabía qué quería exactamente... Simplemente no comprendía casi nada. Salvo que no parecía reservarle nada bueno a Invierno y, ahora, probablemente a él tampoco.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
La barrera fue innecesaria.
Tras arrojar a Invierno contra Kirill, Yshara se puso en pie con rapidez, pero se dispuso a defenderse, no a atacar. El mago se deshizo con destreza del estorbo que en aquellos momentos era la herida Invierno, pero el ataque que esperaba no se produjo. Yshara dio un paso adelante, y su espada se cruzó con la del hechicero cuando la barrera desapareció. Nada más.
Sus ojos, de un color indeterminado entre el marrón de la tierra y el rojo de la sangre, estuvieron clavados en él apenas un segundo, pero enseguida se volvieron hacia Invierno.
- Zorra - gimió, dolorida, mientras le daba un codazo a Kirill. - ¡Suéltame!
De nuevo su mano izquierda comenzó a incendiarse violentamente, pero ésta vez formó una llama más grande, más palpable, que llenó el ambiente de la mansión de calor con rapidez. Apenas tardó un segundo en convertirse en una pequeña esfera, más grande cuando dirigió ambas manos hacia Yshara, dispuesta a dispararla aun a pesar del dolor de la muñeca izquierda, mientras murmuraba más improperios contra la elfa. Su rostro estaba contraído en una mueca de asco, agravado por las marcas cortantes que le surcaban la sien donde Yshara le había golpeado. La sangre le impedía abrir ese ojo.
- ¡Arde!
La reacción de la elfa no se hizo esperar demasiado, y tampoco le importó si Kirill se movía o no. Antes de que Invierno tuviera ocasión de disparar la bola de fuego, la pelirroja se quitó la capa empapada de sangre de un tirón, y la enrolló con destreza en la mano de la hechicera justo cuando apuntaba hacia ella. Como era de esperar, la bola de fuego saltó en pedazos, prendiendo la capa, y a juzgar por la mueca de dolor, prendiendo una de las manos de la propia Invierno. El fuego se extendió como una tea por el manto, y la elfa lo arrojó lejos de sí, dándole un brusco tirón a la mano herida de la hechicera, que cayó al suelo.
Yshara retrocedió con rapidez antes de un eventual contraataque, y se encaró con Kirill.
- ¿Qué quieres de ella? - preguntó.
Tras arrojar a Invierno contra Kirill, Yshara se puso en pie con rapidez, pero se dispuso a defenderse, no a atacar. El mago se deshizo con destreza del estorbo que en aquellos momentos era la herida Invierno, pero el ataque que esperaba no se produjo. Yshara dio un paso adelante, y su espada se cruzó con la del hechicero cuando la barrera desapareció. Nada más.
Sus ojos, de un color indeterminado entre el marrón de la tierra y el rojo de la sangre, estuvieron clavados en él apenas un segundo, pero enseguida se volvieron hacia Invierno.
- Zorra - gimió, dolorida, mientras le daba un codazo a Kirill. - ¡Suéltame!
De nuevo su mano izquierda comenzó a incendiarse violentamente, pero ésta vez formó una llama más grande, más palpable, que llenó el ambiente de la mansión de calor con rapidez. Apenas tardó un segundo en convertirse en una pequeña esfera, más grande cuando dirigió ambas manos hacia Yshara, dispuesta a dispararla aun a pesar del dolor de la muñeca izquierda, mientras murmuraba más improperios contra la elfa. Su rostro estaba contraído en una mueca de asco, agravado por las marcas cortantes que le surcaban la sien donde Yshara le había golpeado. La sangre le impedía abrir ese ojo.
- ¡Arde!
La reacción de la elfa no se hizo esperar demasiado, y tampoco le importó si Kirill se movía o no. Antes de que Invierno tuviera ocasión de disparar la bola de fuego, la pelirroja se quitó la capa empapada de sangre de un tirón, y la enrolló con destreza en la mano de la hechicera justo cuando apuntaba hacia ella. Como era de esperar, la bola de fuego saltó en pedazos, prendiendo la capa, y a juzgar por la mueca de dolor, prendiendo una de las manos de la propia Invierno. El fuego se extendió como una tea por el manto, y la elfa lo arrojó lejos de sí, dándole un brusco tirón a la mano herida de la hechicera, que cayó al suelo.
Yshara retrocedió con rapidez antes de un eventual contraataque, y se encaró con Kirill.
- ¿Qué quieres de ella? - preguntó.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Kirill se fijó durante largo rato en aquellos ojos que rápidamente habían pasado sobre él. Su color, cercano al de la sangre, le provocaba una extraña sensación, pero... Algo le decía que simplemente no era el momento de pensar en cosas como esa. Ni el de dejarse intimidar.
Apartó de su rostro la expresión confundida al mismo tiempo que, con algo de retraso, soltaba a Invierno. Era evidente por el codazo, detenido por la coraza de Kirill pero que no por ello dejaba de manifestar los deseos de la hechicera, que prefería quedarse suelta; Kirill no puso objeciones. Pero tampoco pensó que Invierno pasaría a la acción de forma tan... incontrolada.
El calor se hizo sentir con rápidez, del mismo modo que su efecto; el hielo que cubría buena parte de sus ropas se deshizo, y la tela volvió a quedar mojada. Pero a Kirill aquello no le importaba. Invierno estaba realizando patéticos esfuerzos, y él... Él comenzaba a pensar.
Ya no sabía quién era amigo y quién enemigo.
Recordó que Invierno parecía haberle traicionado, que se había aliado con Malzeth para atacar a traición... ¿Seguía pudiendo imaginar que, quizás, había una explicación más para todo aquello? ¿Que Invierno había fingido aliarse con ellos porque así se lo habían ordenado? ¿Que no había sido idea suya y que, simplemente, había olvidado comentarle desde el principio el verdadero objetivo de la misión: dar muerte a Malzeth y los suyos?
La pregunta que le hizo la elfa fue por lo tanto un eco a las que él mismo se planteaba. Podría haber actuado con más orgullo, no dejarse amilanar y responder "¿Qué quieres tú de ella?". Pero por alguna razón no lo hizo.
- Ya ni lo sé. Supongo que escuchar su versión de la historia.
No creía que aquella elfa fuese a entenderle. No le importó. Simplemente no había esperado eso de Invierno.
Apartó de su rostro la expresión confundida al mismo tiempo que, con algo de retraso, soltaba a Invierno. Era evidente por el codazo, detenido por la coraza de Kirill pero que no por ello dejaba de manifestar los deseos de la hechicera, que prefería quedarse suelta; Kirill no puso objeciones. Pero tampoco pensó que Invierno pasaría a la acción de forma tan... incontrolada.
El calor se hizo sentir con rápidez, del mismo modo que su efecto; el hielo que cubría buena parte de sus ropas se deshizo, y la tela volvió a quedar mojada. Pero a Kirill aquello no le importaba. Invierno estaba realizando patéticos esfuerzos, y él... Él comenzaba a pensar.
Ya no sabía quién era amigo y quién enemigo.
Recordó que Invierno parecía haberle traicionado, que se había aliado con Malzeth para atacar a traición... ¿Seguía pudiendo imaginar que, quizás, había una explicación más para todo aquello? ¿Que Invierno había fingido aliarse con ellos porque así se lo habían ordenado? ¿Que no había sido idea suya y que, simplemente, había olvidado comentarle desde el principio el verdadero objetivo de la misión: dar muerte a Malzeth y los suyos?
La pregunta que le hizo la elfa fue por lo tanto un eco a las que él mismo se planteaba. Podría haber actuado con más orgullo, no dejarse amilanar y responder "¿Qué quieres tú de ella?". Pero por alguna razón no lo hizo.
- Ya ni lo sé. Supongo que escuchar su versión de la historia.
No creía que aquella elfa fuese a entenderle. No le importó. Simplemente no había esperado eso de Invierno.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
La elfa torció el gesto ante la respuesta de Kirill.
De hecho, aquella elfa le entendió, mucho mejor de lo que Kirill estaría dispuesto a creer. "Su versión de la historia", dijo. Yshara chasqueó la lengua, y sonrió de forma sombría mientras bajaba lentamente la espada, sin dejar de estar alerta.
- Ya comprendo - murmuró casi para sí misma.
La elfa dio un paso lateral. Se encontraban cerca de una de las varias columnas que decoraban aquella parte de la vieja mansión, y por no acercarse demasiado a Kirill - precaución para ella, precaución para él - la mujer rodeó la estructura con rapidez, emergiendo al otro lado. Sus pasos la acercaron a una Invierno que acababa de desprenderse del manto llameante, que le había dejado una fea quemadura en la mano derecha.
Atenta como estaba a las llamas, se percató demasiado tarde de que tenía a Yshara cerca, y su reacción fue demasiado torpe. Movió las manos con rapidez para formular un hechizo, con el rostro contrayéndose de furia, pero una punzada de dolor proviniente de la muñeca le hizo exhalar un aullido, dando a la elfa el tiempo suficiente como para agarrarla por los cabellos.
La levanto como si la tomase de rehén, aprisionándole el brazo herido deliberadamente a la espalda, dejando caer su espada para ello. Con la otra mano, firmemente sujeta a sus cabellos, la levantó hasta ponerla de pie, para luego retirarla.
- Has participado en el juego, y has visto moverse las fichas - dijo con una media sonrisa, atrayendo a Invierno hacia sí. - Pero todavía no sabes cuáles son los bandos, ¿No? Tal vez sea cierto que se te debe una explicación.
"Tal vez no solo Invierno te la deba", pensó Yshara para sí misma. Invierno, por cierto, se estaba revolviendo; pero ésta vez la elfa fue rápida a la hora de atajarla. Desenvainando una daga con rapidez, le golpeó en la sien con ella, y luego se la apoyó en la mejilla, con la hoja peligrosamente cerca de un ojo.
- Invierno contestará a tus preguntas - musitó, y una sonrisa extraña curvó sus labios. - Si aprecia sus ojos - se apresuró a matizar.
De hecho, aquella elfa le entendió, mucho mejor de lo que Kirill estaría dispuesto a creer. "Su versión de la historia", dijo. Yshara chasqueó la lengua, y sonrió de forma sombría mientras bajaba lentamente la espada, sin dejar de estar alerta.
- Ya comprendo - murmuró casi para sí misma.
La elfa dio un paso lateral. Se encontraban cerca de una de las varias columnas que decoraban aquella parte de la vieja mansión, y por no acercarse demasiado a Kirill - precaución para ella, precaución para él - la mujer rodeó la estructura con rapidez, emergiendo al otro lado. Sus pasos la acercaron a una Invierno que acababa de desprenderse del manto llameante, que le había dejado una fea quemadura en la mano derecha.
Atenta como estaba a las llamas, se percató demasiado tarde de que tenía a Yshara cerca, y su reacción fue demasiado torpe. Movió las manos con rapidez para formular un hechizo, con el rostro contrayéndose de furia, pero una punzada de dolor proviniente de la muñeca le hizo exhalar un aullido, dando a la elfa el tiempo suficiente como para agarrarla por los cabellos.
La levanto como si la tomase de rehén, aprisionándole el brazo herido deliberadamente a la espalda, dejando caer su espada para ello. Con la otra mano, firmemente sujeta a sus cabellos, la levantó hasta ponerla de pie, para luego retirarla.
- Has participado en el juego, y has visto moverse las fichas - dijo con una media sonrisa, atrayendo a Invierno hacia sí. - Pero todavía no sabes cuáles son los bandos, ¿No? Tal vez sea cierto que se te debe una explicación.
"Tal vez no solo Invierno te la deba", pensó Yshara para sí misma. Invierno, por cierto, se estaba revolviendo; pero ésta vez la elfa fue rápida a la hora de atajarla. Desenvainando una daga con rapidez, le golpeó en la sien con ella, y luego se la apoyó en la mejilla, con la hoja peligrosamente cerca de un ojo.
- Invierno contestará a tus preguntas - musitó, y una sonrisa extraña curvó sus labios. - Si aprecia sus ojos - se apresuró a matizar.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
La situación se estaba volviendo más y más extraña. ¿Pero importaba acaso?
Kirill no movió un dedo cuando la elfa rodeó la columna para capturar a Invierno; la cazarrecompensas habría podido pasar a pocos centímetros de él sin que el hechicero alzase lo más mínimo su espada. Había entrado en un estado de apatía, y él mismo, en un principio, habría tenido ganas de admitirse momentaneamente deprimido... pero finalmente abogó por atribuir aquello al cansancio y a la extraña seguridad de que la elfa no le atacaría. Sólo iba a atrapar a Invierno.
Paseó su mirada por el suelo, y se le ocurrió que quizás fuera hora de marcharse. Que Yshara hiciera lo que quisiera con Invierno. Dejaba de ser su problema y de cara a su deber no tenía razones para salvarla o ayudarla.
Con esta certeza en su mente, había comenzado a girar su cuerpo hacia la salida cuando la voz de la elfa le detuvo. Volvió a mirarla, escuchó lo que tenía que decirle. "¿Y si la explicación ya me da igual?" pensó, pero en el fondo sus palabras parecieron volver a despertarle. Clavó sus ojos en Invierno, y verla en aquella situación le provocó risa y lástima al mismo tiempo. Fue consciente de una cosa: Yshara le estaba ofreciendo la única salida a todo aquello, y él no iba a desaprovecharla.
Se acercó más a Invierno y la miró desde arriba con una marcada ausencia de sentimientos en el rostro. Parecía que al fin podría escuchar las respuestas que ya imaginaba de la boca de la propia Invierno... pero aunque era lo que había estado tiempo buscando no sintió ninguna clase de excitación o de nerviosismo.
- ¿Qué pretendías con todo esto? ¿Por qué contratar a Malzeth?- preguntó, y más allá de aquello el resto importaba poco -. Quiero la explicación más larga que puedas ofrecerme.
No importaba si resultaba demasiado larga. El único problema sería si, envuelta por su propio dolor, Invierno no llegaba a contestar... y en tal caso sería exclusivamente de la joven, a juzgar por el cuchillo que aguardaba junto a su ojo.
- También me gustaría saber antes de que alguien me degolle por la espalda a quién más has metido en esto, ¿y quién demonios es esa elfa de ojos azules y pelo plateado?
Kirill no movió un dedo cuando la elfa rodeó la columna para capturar a Invierno; la cazarrecompensas habría podido pasar a pocos centímetros de él sin que el hechicero alzase lo más mínimo su espada. Había entrado en un estado de apatía, y él mismo, en un principio, habría tenido ganas de admitirse momentaneamente deprimido... pero finalmente abogó por atribuir aquello al cansancio y a la extraña seguridad de que la elfa no le atacaría. Sólo iba a atrapar a Invierno.
Paseó su mirada por el suelo, y se le ocurrió que quizás fuera hora de marcharse. Que Yshara hiciera lo que quisiera con Invierno. Dejaba de ser su problema y de cara a su deber no tenía razones para salvarla o ayudarla.
Con esta certeza en su mente, había comenzado a girar su cuerpo hacia la salida cuando la voz de la elfa le detuvo. Volvió a mirarla, escuchó lo que tenía que decirle. "¿Y si la explicación ya me da igual?" pensó, pero en el fondo sus palabras parecieron volver a despertarle. Clavó sus ojos en Invierno, y verla en aquella situación le provocó risa y lástima al mismo tiempo. Fue consciente de una cosa: Yshara le estaba ofreciendo la única salida a todo aquello, y él no iba a desaprovecharla.
Se acercó más a Invierno y la miró desde arriba con una marcada ausencia de sentimientos en el rostro. Parecía que al fin podría escuchar las respuestas que ya imaginaba de la boca de la propia Invierno... pero aunque era lo que había estado tiempo buscando no sintió ninguna clase de excitación o de nerviosismo.
- ¿Qué pretendías con todo esto? ¿Por qué contratar a Malzeth?- preguntó, y más allá de aquello el resto importaba poco -. Quiero la explicación más larga que puedas ofrecerme.
No importaba si resultaba demasiado larga. El único problema sería si, envuelta por su propio dolor, Invierno no llegaba a contestar... y en tal caso sería exclusivamente de la joven, a juzgar por el cuchillo que aguardaba junto a su ojo.
- También me gustaría saber antes de que alguien me degolle por la espalda a quién más has metido en esto, ¿y quién demonios es esa elfa de ojos azules y pelo plateado?
Última edición por Kirill el 21/08/09, 09:13 am, editado 1 vez
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Desde luego, la idea de que Invierno contestara las preguntas no era mala.
Después de todo, si había alguien que podía disipar las dudas sobre todo aquello, ésa era Invierno. La muchacha estaba hasta el cuello en aquel asunto, saltaba a la vista. Tal vez por éso se mostró reticente a jugar al juego de Kirill e Yshara. Tal vez porque no quería decir todo lo que sabía, o porque creía que lo que dijera la condenaría. Por desesperación, por miedo, por odio, por orgullo. Había fuerzas demasiado poderosas tirando de la joven bruja de un lado para otro.
La sensación de encontrarse en ésa situación, lo que Kirill consideraba gracioso, para ella era humillante, todo un golpe al orgullo que le hacía sentir un profundo odio, sordo y áspero. No quería darles la satisfacción de ver cómo se rendía. No quería que la degradaran más. Apretó los dientes con fuerza, aceptando lo inevitable: Que la matarían. O peor.
O quizás no.
Lo hizo de pronto, de un instante al siguiente, sin dejar que el pensamiento se asentara en su cabeza. Tan pronto como le surgió la idea, se revolvió un segundo, y arrojó con violencia la cabeza hacia atrás, de golpe, queriendo darle un cabezazo a la elfa, tal vez romperle la nariz. No creyó tener suficiente fuerza como para matarla, pero de veras que lo deseó. Tanto, que no se le ocurrió la idea de que podía no ser la primera vez que alguien intentaba hacerle éso a Yshara. No se le ocurrió que la elfa podía no tener la cabeza directamente detrás de la suya. Le rozó la mejilla con los cabellos, pero no la golpeó. Supo que había fallado, y pudo sentir cómo el miedo se le arremolinaba en el vientre en el segundo que siguió a su fracasado intento.
En cambio, Yshara ni vaciló ni falló. Alzó la mano un momento, apartándole la daga de la cara, y la descargó con fuerza sobre su abdomen, hundiendo la empuñadura del arma en el vientre de la bruja hasta arrancarle el aire de los pulmones. Invierno se encorvó hacia adelante de inmediato, con un quejido ahogado, desgarrador, escupiendo al suelo el hilillo de sangre que le asomaba entre los dientes. El arranque de dolor fue tremendo, y respiraba con dificultad cuando la elfa volvió a tirarle del pelo para sujetarla en su posición original. Le costaba mantenerse erguida, y notó que le temblaban las rodillas.
- Gghhh - gorjeó.
La única respuesta que obtuvo fue el acero de la daga de Yshara sobre su rostro una vez más, interceptando la trayectoria de una lágrima. Tomó aire profundamente, emitiendo un sonido desagradable al hacerlo, y tosió. Su voz estaba entrecortada cuando comenzó a hablar de nuevo.
- Perros - gimió. - Creéis... creéis que os lo agradecerá. Creéis que... os tendrá en estima. Os matará. Deberíais... deberíais haber... dejado que yo la... matara...
Tomó aire con fuerza, y captó la indirecta de la elfa cuando ésta hizo brotar una gota de sangre de su mejilla con la daga. De la boca le brotaba un hilo de saliva manchada de sangre, que le llegaba hasta la barbilla. Sus ojos se clavaron en Kirill.
- No... te creí... un esclavo - dijo. - Ella...
La frase se cortó con un agudo chillido, que disfrazó el nada sutil sonido del crujir de huesos. Yshara había retorcido la muñeca un poquito, sólo un poquito. Gruesas lágrimas brotaron de los ojos de Invierno, y se estremeció de dolor unas cuantas veces, incapaz de seguir durante algunos momentos.
- No queremos que nos cuentes estupideces - le advirtió la elfa. - Venga, cuéntale. Cuéntanos. ¿Por qué todo ésto?
- Por... por ésa arpía... - susurró lentamente, aunque respiraba mejor. - Por ésa perra por la que... peleáis... por Nadyssra.
- Éso ya lo sabemos - musitó la elfa. - Querías matar a Nadyssra. La pregunta es por qué.
- ¿Por qué...? - la joven apretó los dientes con rabia, de nuevo. - ¿Por qué no...? Nadyssra... Nadyssra es débil. Igual que Zergould. Igual que vosotros. ¿Sabeis... sabéis acaso que... Nadyssra era uno de los Siete Pecados? ¿La zorra que fingía hablar en nombre... de 'uno cuyo nombre... no conviene que trascienda'?
Escupió al suelo.
- Os engañó...
Después de todo, si había alguien que podía disipar las dudas sobre todo aquello, ésa era Invierno. La muchacha estaba hasta el cuello en aquel asunto, saltaba a la vista. Tal vez por éso se mostró reticente a jugar al juego de Kirill e Yshara. Tal vez porque no quería decir todo lo que sabía, o porque creía que lo que dijera la condenaría. Por desesperación, por miedo, por odio, por orgullo. Había fuerzas demasiado poderosas tirando de la joven bruja de un lado para otro.
La sensación de encontrarse en ésa situación, lo que Kirill consideraba gracioso, para ella era humillante, todo un golpe al orgullo que le hacía sentir un profundo odio, sordo y áspero. No quería darles la satisfacción de ver cómo se rendía. No quería que la degradaran más. Apretó los dientes con fuerza, aceptando lo inevitable: Que la matarían. O peor.
O quizás no.
Lo hizo de pronto, de un instante al siguiente, sin dejar que el pensamiento se asentara en su cabeza. Tan pronto como le surgió la idea, se revolvió un segundo, y arrojó con violencia la cabeza hacia atrás, de golpe, queriendo darle un cabezazo a la elfa, tal vez romperle la nariz. No creyó tener suficiente fuerza como para matarla, pero de veras que lo deseó. Tanto, que no se le ocurrió la idea de que podía no ser la primera vez que alguien intentaba hacerle éso a Yshara. No se le ocurrió que la elfa podía no tener la cabeza directamente detrás de la suya. Le rozó la mejilla con los cabellos, pero no la golpeó. Supo que había fallado, y pudo sentir cómo el miedo se le arremolinaba en el vientre en el segundo que siguió a su fracasado intento.
En cambio, Yshara ni vaciló ni falló. Alzó la mano un momento, apartándole la daga de la cara, y la descargó con fuerza sobre su abdomen, hundiendo la empuñadura del arma en el vientre de la bruja hasta arrancarle el aire de los pulmones. Invierno se encorvó hacia adelante de inmediato, con un quejido ahogado, desgarrador, escupiendo al suelo el hilillo de sangre que le asomaba entre los dientes. El arranque de dolor fue tremendo, y respiraba con dificultad cuando la elfa volvió a tirarle del pelo para sujetarla en su posición original. Le costaba mantenerse erguida, y notó que le temblaban las rodillas.
- Gghhh - gorjeó.
La única respuesta que obtuvo fue el acero de la daga de Yshara sobre su rostro una vez más, interceptando la trayectoria de una lágrima. Tomó aire profundamente, emitiendo un sonido desagradable al hacerlo, y tosió. Su voz estaba entrecortada cuando comenzó a hablar de nuevo.
- Perros - gimió. - Creéis... creéis que os lo agradecerá. Creéis que... os tendrá en estima. Os matará. Deberíais... deberíais haber... dejado que yo la... matara...
Tomó aire con fuerza, y captó la indirecta de la elfa cuando ésta hizo brotar una gota de sangre de su mejilla con la daga. De la boca le brotaba un hilo de saliva manchada de sangre, que le llegaba hasta la barbilla. Sus ojos se clavaron en Kirill.
- No... te creí... un esclavo - dijo. - Ella...
La frase se cortó con un agudo chillido, que disfrazó el nada sutil sonido del crujir de huesos. Yshara había retorcido la muñeca un poquito, sólo un poquito. Gruesas lágrimas brotaron de los ojos de Invierno, y se estremeció de dolor unas cuantas veces, incapaz de seguir durante algunos momentos.
- No queremos que nos cuentes estupideces - le advirtió la elfa. - Venga, cuéntale. Cuéntanos. ¿Por qué todo ésto?
- Por... por ésa arpía... - susurró lentamente, aunque respiraba mejor. - Por ésa perra por la que... peleáis... por Nadyssra.
- Éso ya lo sabemos - musitó la elfa. - Querías matar a Nadyssra. La pregunta es por qué.
- ¿Por qué...? - la joven apretó los dientes con rabia, de nuevo. - ¿Por qué no...? Nadyssra... Nadyssra es débil. Igual que Zergould. Igual que vosotros. ¿Sabeis... sabéis acaso que... Nadyssra era uno de los Siete Pecados? ¿La zorra que fingía hablar en nombre... de 'uno cuyo nombre... no conviene que trascienda'?
Escupió al suelo.
- Os engañó...
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Kirill se esforzó en no sentir nada ante los esfuerzos de Invierno por liberarse, el dolor que recorría su cuerpo y su triste estado. Pero era imposible. La forma en la que se encorvaba, sus lágrimas y sus infructuosos forcejeos hacían a la hechicera demasiado patética como para que Kirill pudiera quedarse indiferente. No ignoró la humillación que suponía aquella situación para ella, y dejó de hacerle la más mínima gracia.
Por eso mismo en aquel momento no podía enfadarse con Invierno dijera lo que dijera, demasiado ocupado teniéndole lástima; dejó que hablara sin interrumpirla. Después de todo era lo que él le había pedido: la versión más larga, que dijera todo lo que tuviera que decir. Esperó con paciencia a que la joven le diera su explicación, divagando en otros sentidos si era necesario, hasta que aquella última acusación , engrandecida por los pocos segundos de silencio que la siguieron, quedó en el aire.
- Puedes llamarme lo que quieras - dijo entonces - : perro, esclavo... Pero observa: ¿quién está llorando, tú o Nadyssra? Te has equivocado, Invierno.
Comprendía ahora lo muy diferentes que habían visto las cosas. Comprendía las razones que habían movido a Invierno, y que todos sus errores provenían de uno solo: el pensar que Nadyssra era débil. Pero por mucho que comprendiera lo que había hecho la hechicera no cambiaría, no dejaba de ser una traidora; no dejaba de haberse aliado con Malzeth para atacar a su señora, a la que nunca - y ella no parecía consciente de esto - habría podido matar.
En aquel sentido él también se había esquivocado al temer sinceramente que pillarían a la "presa" desprevenida. No, él no había llegado allí pensando que Nadyssra se lo agradecería. La situación le había parecido demasiado grave como para pararse a considerar lo que su señora fuese a pensar de él si le veía allí; de la misma forma podría haberle considerado aliado de Invierno contra ella, podría haberle atacado. No había llegado esperando cumplidos, sino dispuesto a advertir a Nadyssra, costase lo que le costase. Nada más.
Pero aquello no iba a decírselo a Invierno:
- No tengo necesidad de explicarme ante ti... de la misma forma que Nadyssra no tiene por qué hacerlo ante mí.
Esperó haber dejado las cosas suficientemente claras con aquella última frase. Nadyssra estaba por encima... e Invierno debería haber sido capaz de verlo.
Por eso mismo en aquel momento no podía enfadarse con Invierno dijera lo que dijera, demasiado ocupado teniéndole lástima; dejó que hablara sin interrumpirla. Después de todo era lo que él le había pedido: la versión más larga, que dijera todo lo que tuviera que decir. Esperó con paciencia a que la joven le diera su explicación, divagando en otros sentidos si era necesario, hasta que aquella última acusación , engrandecida por los pocos segundos de silencio que la siguieron, quedó en el aire.
- Puedes llamarme lo que quieras - dijo entonces - : perro, esclavo... Pero observa: ¿quién está llorando, tú o Nadyssra? Te has equivocado, Invierno.
Comprendía ahora lo muy diferentes que habían visto las cosas. Comprendía las razones que habían movido a Invierno, y que todos sus errores provenían de uno solo: el pensar que Nadyssra era débil. Pero por mucho que comprendiera lo que había hecho la hechicera no cambiaría, no dejaba de ser una traidora; no dejaba de haberse aliado con Malzeth para atacar a su señora, a la que nunca - y ella no parecía consciente de esto - habría podido matar.
En aquel sentido él también se había esquivocado al temer sinceramente que pillarían a la "presa" desprevenida. No, él no había llegado allí pensando que Nadyssra se lo agradecería. La situación le había parecido demasiado grave como para pararse a considerar lo que su señora fuese a pensar de él si le veía allí; de la misma forma podría haberle considerado aliado de Invierno contra ella, podría haberle atacado. No había llegado esperando cumplidos, sino dispuesto a advertir a Nadyssra, costase lo que le costase. Nada más.
Pero aquello no iba a decírselo a Invierno:
- No tengo necesidad de explicarme ante ti... de la misma forma que Nadyssra no tiene por qué hacerlo ante mí.
Esperó haber dejado las cosas suficientemente claras con aquella última frase. Nadyssra estaba por encima... e Invierno debería haber sido capaz de verlo.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Yshara esbozó una leve sonrisa.
En cierto modo, ella también estaba muy interesada en lo que Invierno tenía que decir, aunque podía captar las líneas generales de su plan en su mente. Se preguntó cómo habría obtenido Invierno aquella información. La chica no estaba 'suponiendo' aquello, sino que lo sabía con certeza. Lo afirmaba con seguridad. Tras unos instantes de silencio, Yshara se acercó unos centímetros a su oreja.
- Entonces - dijo - te enteraste de que Nadyssra era uno de los Siete Pecados. Y pensaste que, ya que era el Pecado que más a mano tenías, podías... ¿Matarla y ocupar su lugar? ¿O solo matarla?
Invierno guardó silencio. Se mordía el labio inferior, los ojos cerrados con fuerza. Trataba de aguantar el dolor que le atenazaba el vientre, pero la muchacha no estaba acostumbrada. Era demasiado joven, se dijo la elfa. Demasiado altanera. Nunca había tenido un combate serio, había quitado vidas que nunca le pusieron en aprietos. No le habían herido de gravedad, y no le habían enseñado a resistir el dolor. No era una superviviente.
La despreció en silencio.
- Así que buscaste a más gente que estuviera en tu situación - siguió. - Por ejemplo, Kirill. Le considerabas cercano a tí, y creías que compartía tu ambición. Después contactaste con Malzeth... el pobre y patético Malzeth. A él le conocías mejor, habías intentado ganarte su favor en más de una ocasión. Sabías lo mucho que le molestaba Nadyssra, lo mucho que le molestaba cualquiera que ejerciera su autoridad sobre él. Especialmente si era una mujer, ¿No? Y creíste que nadie tendría mejores motivos que él para unirse a tu cruzada.
La hizo girar brevemente, sin soltarla. No tanto para que la joven mirase hacia la oscuridad del corredor, sino para hacerlo ella. No sabía si Malzeth acudiría a los quejidos de la chica. Por un lado, estaba demasiado ocupado intentando acabar el trabajo como para abandonar la cautela; por otro, era obvio que donde hubiera gritos, habría enemigos. En cualquier caso, estaba bastante segura de que no habían hecho tanto ruido. Y al menos durante un tiempo, Malzeth creería que los gritos eran de la elfa.
- Malzeth es un hombre muy simple - murmuró casi para sí misma. - Pero no es idiota. No confió en tí al principio, y no quiero ni imaginarme a qué tuvo que rebajarse una ramera de barrio como tú para conseguir el apoyo de su grupito de soldados de élite. - Yshara le dedicó una mirada bastante significativa a Kirill. - Yo diría que nuestra pequeña Invierno está hecha una auténtica zorra, ¿Verdad?
El comentario de la elfa pareció dar en el blanco. Los ojos de la chica volvieron a humedecerse de pronto, y se revolvió débilmente en brazos de la elfa una vez más. La elfa la calmó pronto, apenas con una leve presión en la muñeca herida. Invierno siguió callada. La situación de por sí ya era bastante humillante, y la elfa había conseguido que sus mejillas se encendieran. En su obsesión, aparentemente, Invierno no había escatimado en medios de persuasión.
Yshara se lo había supuesto. Malzeth era la piedra angular de su plan. Sin él, la situación no habría llegado hasta el punto en el que estaba en ésos momentos. Invierno, simplemente, no podría haber prescindido de él de ninguna forma. Y sin disponer de autoridad, asumía que sólo había una forma en la que podía haberse ganado no su apoyo, sino su atención.
- Cuando Malzeth accedió a hacerte el trabajo sucio, ya tenías todo cerrado. Tenías a tus perros de presa, y sólo tenías que soltarlos. Lo que no se te ocurrió fue que Malzeth pensase exactamente lo mismo que tú, ¿Eh? Usarte como sabueso y luego sacrificarte. ¿Creías que Malzeth iba a cambiar a una jefa por otra? ¿Por una que se había arrastrado ante él para implorar su ayuda? Eres bastante ingénua.
Miró a Kirill, aunque seguía hablando para Invierno. La muchacha seguía callada, pero no hacía falta que hablara. El plan se desenmarañaba solo en la mente de Yshara, y el silencio de Invierno era su cómplice. Sabía que había detalles que estaba pasando por alto, pero todo llegaría. A su debido momento.
- Supongo que ahí entraba Kirill para tí - dijo. - Te valdrías de él para deshacerte de Malzeth sin mancharte las manos de sangre. Pero Malzeth volvió a pensar igual que tú, y tomó sus propias precauciones. Y vino a mí.
- Y tú... - Invierno alzó los ojos, aunque no pudo llegar a mirarla, pero había desprecio en ellos. - Tú corriste a contárselo a tu dueña... zorra miserable...
Las palabras de la muchacha hicieron sonreir a la elfa.
- Ah, ¿Sí?
En cierto modo, ella también estaba muy interesada en lo que Invierno tenía que decir, aunque podía captar las líneas generales de su plan en su mente. Se preguntó cómo habría obtenido Invierno aquella información. La chica no estaba 'suponiendo' aquello, sino que lo sabía con certeza. Lo afirmaba con seguridad. Tras unos instantes de silencio, Yshara se acercó unos centímetros a su oreja.
- Entonces - dijo - te enteraste de que Nadyssra era uno de los Siete Pecados. Y pensaste que, ya que era el Pecado que más a mano tenías, podías... ¿Matarla y ocupar su lugar? ¿O solo matarla?
Invierno guardó silencio. Se mordía el labio inferior, los ojos cerrados con fuerza. Trataba de aguantar el dolor que le atenazaba el vientre, pero la muchacha no estaba acostumbrada. Era demasiado joven, se dijo la elfa. Demasiado altanera. Nunca había tenido un combate serio, había quitado vidas que nunca le pusieron en aprietos. No le habían herido de gravedad, y no le habían enseñado a resistir el dolor. No era una superviviente.
La despreció en silencio.
- Así que buscaste a más gente que estuviera en tu situación - siguió. - Por ejemplo, Kirill. Le considerabas cercano a tí, y creías que compartía tu ambición. Después contactaste con Malzeth... el pobre y patético Malzeth. A él le conocías mejor, habías intentado ganarte su favor en más de una ocasión. Sabías lo mucho que le molestaba Nadyssra, lo mucho que le molestaba cualquiera que ejerciera su autoridad sobre él. Especialmente si era una mujer, ¿No? Y creíste que nadie tendría mejores motivos que él para unirse a tu cruzada.
La hizo girar brevemente, sin soltarla. No tanto para que la joven mirase hacia la oscuridad del corredor, sino para hacerlo ella. No sabía si Malzeth acudiría a los quejidos de la chica. Por un lado, estaba demasiado ocupado intentando acabar el trabajo como para abandonar la cautela; por otro, era obvio que donde hubiera gritos, habría enemigos. En cualquier caso, estaba bastante segura de que no habían hecho tanto ruido. Y al menos durante un tiempo, Malzeth creería que los gritos eran de la elfa.
- Malzeth es un hombre muy simple - murmuró casi para sí misma. - Pero no es idiota. No confió en tí al principio, y no quiero ni imaginarme a qué tuvo que rebajarse una ramera de barrio como tú para conseguir el apoyo de su grupito de soldados de élite. - Yshara le dedicó una mirada bastante significativa a Kirill. - Yo diría que nuestra pequeña Invierno está hecha una auténtica zorra, ¿Verdad?
El comentario de la elfa pareció dar en el blanco. Los ojos de la chica volvieron a humedecerse de pronto, y se revolvió débilmente en brazos de la elfa una vez más. La elfa la calmó pronto, apenas con una leve presión en la muñeca herida. Invierno siguió callada. La situación de por sí ya era bastante humillante, y la elfa había conseguido que sus mejillas se encendieran. En su obsesión, aparentemente, Invierno no había escatimado en medios de persuasión.
Yshara se lo había supuesto. Malzeth era la piedra angular de su plan. Sin él, la situación no habría llegado hasta el punto en el que estaba en ésos momentos. Invierno, simplemente, no podría haber prescindido de él de ninguna forma. Y sin disponer de autoridad, asumía que sólo había una forma en la que podía haberse ganado no su apoyo, sino su atención.
- Cuando Malzeth accedió a hacerte el trabajo sucio, ya tenías todo cerrado. Tenías a tus perros de presa, y sólo tenías que soltarlos. Lo que no se te ocurrió fue que Malzeth pensase exactamente lo mismo que tú, ¿Eh? Usarte como sabueso y luego sacrificarte. ¿Creías que Malzeth iba a cambiar a una jefa por otra? ¿Por una que se había arrastrado ante él para implorar su ayuda? Eres bastante ingénua.
Miró a Kirill, aunque seguía hablando para Invierno. La muchacha seguía callada, pero no hacía falta que hablara. El plan se desenmarañaba solo en la mente de Yshara, y el silencio de Invierno era su cómplice. Sabía que había detalles que estaba pasando por alto, pero todo llegaría. A su debido momento.
- Supongo que ahí entraba Kirill para tí - dijo. - Te valdrías de él para deshacerte de Malzeth sin mancharte las manos de sangre. Pero Malzeth volvió a pensar igual que tú, y tomó sus propias precauciones. Y vino a mí.
- Y tú... - Invierno alzó los ojos, aunque no pudo llegar a mirarla, pero había desprecio en ellos. - Tú corriste a contárselo a tu dueña... zorra miserable...
Las palabras de la muchacha hicieron sonreir a la elfa.
- Ah, ¿Sí?
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Le había bastado con saber que Invierno estaba contra Nadyssra. Las razones por las que había actuado más allá de eso dejaban de importar – se quedaban en simples excusas a las que no iba a atender. Ya no.
La expresión de Kirill no permitía adivinar lo que éste pensaba ni reflejaba ninguna emoción. Había cierta dureza en sus rasgos, sí, pero no una actitud reprobadora, y mucho menos lástima. No tenía la mirada desenfocada, sino bien fija en Invierno, pero tampoco parecía estar esperando nada más de ella. Quizás la observaba como quien observa un animal sin uso de razón, con superioridad sobre un fondo de indiferencia.
No se movió ni dijo nada más. No pareció reaccionar a lo que Yshara tuvo que decir, al encadenamiento de acciones y pensamientos que habían llevado hasta allí y que, punto por punto, estaban siendo puestos sobre la mesa con gran facilidad, para mayor humillación de la hechicera. Todo había sido premeditado, pero al mismo tiempo parecía que, de haber pensado un poco más, Invierno se habría dado cuenta de que nada de aquello funcionaría. Kirill escuchó pronunciar su nombre como el de un peón, pero aún permaneció impasible.
Lo de Malzeth, en cambio…
Sí: una zorra. Algo de asco brilló en los ojos de Kirill, que se fruncieron levemente ante lo que acababa de escuchar. Pareció que Invierno volvería a llorar, pero esta vez el hechicero no sentiría lástima por ella si no era muy en el fondo, enterrada en lo más profundo bajo su capa de indiferencia despreciativa en la que asomaba la repulsión. El desprecio que sentía se alimentaba ahora del patetismo de Invierno.
Sí, llora ahora, llora ahora que ya te has rebajado y no eres más que basura.
La expresión de asco no desapareció. Kirill siguió sin moverse, escuchando y observando al mismo tiempo que su mente, en un plano muy secundario, parecía darle vueltas a otros asuntos relacionados con Invierno sin llegar a una conclusión definitiva.
- Da asco hasta matarla – fue su comentario en voz alta, ajeno al último intercambio de palabras entre las dos mujeres.
La expresión de Kirill no permitía adivinar lo que éste pensaba ni reflejaba ninguna emoción. Había cierta dureza en sus rasgos, sí, pero no una actitud reprobadora, y mucho menos lástima. No tenía la mirada desenfocada, sino bien fija en Invierno, pero tampoco parecía estar esperando nada más de ella. Quizás la observaba como quien observa un animal sin uso de razón, con superioridad sobre un fondo de indiferencia.
No se movió ni dijo nada más. No pareció reaccionar a lo que Yshara tuvo que decir, al encadenamiento de acciones y pensamientos que habían llevado hasta allí y que, punto por punto, estaban siendo puestos sobre la mesa con gran facilidad, para mayor humillación de la hechicera. Todo había sido premeditado, pero al mismo tiempo parecía que, de haber pensado un poco más, Invierno se habría dado cuenta de que nada de aquello funcionaría. Kirill escuchó pronunciar su nombre como el de un peón, pero aún permaneció impasible.
Lo de Malzeth, en cambio…
Sí: una zorra. Algo de asco brilló en los ojos de Kirill, que se fruncieron levemente ante lo que acababa de escuchar. Pareció que Invierno volvería a llorar, pero esta vez el hechicero no sentiría lástima por ella si no era muy en el fondo, enterrada en lo más profundo bajo su capa de indiferencia despreciativa en la que asomaba la repulsión. El desprecio que sentía se alimentaba ahora del patetismo de Invierno.
Sí, llora ahora, llora ahora que ya te has rebajado y no eres más que basura.
La expresión de asco no desapareció. Kirill siguió sin moverse, escuchando y observando al mismo tiempo que su mente, en un plano muy secundario, parecía darle vueltas a otros asuntos relacionados con Invierno sin llegar a una conclusión definitiva.
- Da asco hasta matarla – fue su comentario en voz alta, ajeno al último intercambio de palabras entre las dos mujeres.
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Creer en el Infierno
Los ojos de Invierno se posaron sobre los de Kirill.
La expresión de desafío que había en ellos no se degradó ni un ápice. La reacción que las palabras de la elfa pudieran provocar en Kirill no era algo que le perturbase demasiado. A Invierno nunca le había preocupado lo que otros pensaran de ella, incluso si éso era el asco que el mago no podía disimular en su mirada. No se sentía avergonzada. Había hecho lo que tenía que hacer por su causa. Lo que le dolía era haber fracasado.
- ¿Quién eres tú para sentir asco? - preguntó con brusquedad, revolviéndose vanamente en brazos de la elfa. - Eres igual que ella y que la mujer del barco. Sois los lameculos de Nadyssra. Y creéis que...
- Éso ya lo has dicho antes - interrumpió Yshara con brusquedad, haciéndola emitir un quejido al empujarla ligeramente con la cadera, haciendo presión en el brazo roto. - Invierno, eres una mujercilla bastante patética, ¿Sabes?
La interfecta volvió a apretar los dientes, manchados sanguinolenta saliva. Pareció forcejear, pero era bastante inútil intentar liberarse. En condiciones normales, Yshara era más fuerte que ella. Estando como estaba, a la elfa le bastaba con apretarle en la muñeca e Invierno sentía tal dolor que las fuerzas se le escapaban. Tardó unos segundos en rendirse, y volvió la cabeza para clavar sus ojos bañados de odio en los de Yshara, que le contestó con una sonrisa.
- Creíste que Kirill era un perro ambicioso como tú, carente de toda lealtad. Creíste que Malzeth se dejaría manipular sin más. Y pensaste, de veras llegaste a pensarlo, que Nadyssra era una especie de monito ausente que no movería un dedo mientras tu urdías. ¿De veras crees que Nadyssra no se había enterado de todo antes de que Malzeth contactase conmigo?
En cierto modo, la inexperiencia de Invierno resultaba reconfortante. De haberse tratado de alguien más adulta, con más recursos, con más prudencia, podría haber puesto en verdaderos apuros a Nadyssra. La bruja era inteligente, pero era demasiado... irreflexiva.
La expresión de su rostro le decía todo lo que tenía que decirle. No había considerado nada de éso. No había creído que Nadyssra pudiera enterarse. No entendía dónde podía haber estado la filtración... y cómo la elfa podía saberlo.
- ¿Cómo puedes... cómo sabes tú...?
Yshara sonrió.
Sus ojos se posaron sobre Kirill. La sonrisa de la elfa reflejaba todo menos alegría. Era una sonrisa sórdida, oscura, de anticipación, de crueldad, de malicia. Abrazó con fuerza a la bruja contra sí, haciéndola gemir al retorcer aún más su muñeca, y apartó la vista de Kirill para darle un suave mordisco en la oreja izquierda, que la sobresaltó, haciéndole abrir los ojos de pronto.
El puñal se deslizó con suavidad sobre piel y carne, penetrando sin dificultad alguna. El grito no se hizo esperar: Desgarrador, agónico, sobrehumano, horrendo. Yshara dibujó una línea perfecta, horizontal, tan fluida como el movimiento de una batuta; el acero desgarró la sien, el párpado, el puente de la nariz, despues el otro párpado. La sangre manó de inmediato e impidió a Kirill ver cómo los globos oculares se abrían al paso de la cuchilla como tomates maduros, y el chillido de Invierno se convertía en uno de miedo, de dolor, mientras intentaba en vano llevarse las manos a los ojos para detener el dolor, para detener la hemorragia. El espectáculo entraba dentro de la definición de enfermizo.
Yshara sostuvo a Invierno unos instantes por el pelo, mientras la chica se revolvía de sufrimiento, pataleando descontroladamente, completamente ida, demente a causa del terrible dolor. Las lágrimas que pudiera derramar quedaban anegadas por la sangre que le manaba de la cara. Yshara le asestó un rodillazo en el vientre, de nuevo arrancándole el aire de los pulmones y haciéndola toser con violencia, y después la arrojó lejos de sí, aún tirándole del pelo. En un movimiento inconsciente, la bruja trató de detener la caída con las manos, lo que provocó un crujido desagradable y un chillido creciente.
La elfa se volvió hacia Kirill. Los chillidos de Invierno no tardarían en atraer a alguien hasta su posición, pero aun así se agachó con parsimonia para recuperar su espada, sin dejar de mirar al hechicero.
- ¿Y tú qué papel juegas en todo ésto, Kirill von Skatha? - preguntó.
La expresión de desafío que había en ellos no se degradó ni un ápice. La reacción que las palabras de la elfa pudieran provocar en Kirill no era algo que le perturbase demasiado. A Invierno nunca le había preocupado lo que otros pensaran de ella, incluso si éso era el asco que el mago no podía disimular en su mirada. No se sentía avergonzada. Había hecho lo que tenía que hacer por su causa. Lo que le dolía era haber fracasado.
- ¿Quién eres tú para sentir asco? - preguntó con brusquedad, revolviéndose vanamente en brazos de la elfa. - Eres igual que ella y que la mujer del barco. Sois los lameculos de Nadyssra. Y creéis que...
- Éso ya lo has dicho antes - interrumpió Yshara con brusquedad, haciéndola emitir un quejido al empujarla ligeramente con la cadera, haciendo presión en el brazo roto. - Invierno, eres una mujercilla bastante patética, ¿Sabes?
La interfecta volvió a apretar los dientes, manchados sanguinolenta saliva. Pareció forcejear, pero era bastante inútil intentar liberarse. En condiciones normales, Yshara era más fuerte que ella. Estando como estaba, a la elfa le bastaba con apretarle en la muñeca e Invierno sentía tal dolor que las fuerzas se le escapaban. Tardó unos segundos en rendirse, y volvió la cabeza para clavar sus ojos bañados de odio en los de Yshara, que le contestó con una sonrisa.
- Creíste que Kirill era un perro ambicioso como tú, carente de toda lealtad. Creíste que Malzeth se dejaría manipular sin más. Y pensaste, de veras llegaste a pensarlo, que Nadyssra era una especie de monito ausente que no movería un dedo mientras tu urdías. ¿De veras crees que Nadyssra no se había enterado de todo antes de que Malzeth contactase conmigo?
En cierto modo, la inexperiencia de Invierno resultaba reconfortante. De haberse tratado de alguien más adulta, con más recursos, con más prudencia, podría haber puesto en verdaderos apuros a Nadyssra. La bruja era inteligente, pero era demasiado... irreflexiva.
La expresión de su rostro le decía todo lo que tenía que decirle. No había considerado nada de éso. No había creído que Nadyssra pudiera enterarse. No entendía dónde podía haber estado la filtración... y cómo la elfa podía saberlo.
- ¿Cómo puedes... cómo sabes tú...?
Yshara sonrió.
Sus ojos se posaron sobre Kirill. La sonrisa de la elfa reflejaba todo menos alegría. Era una sonrisa sórdida, oscura, de anticipación, de crueldad, de malicia. Abrazó con fuerza a la bruja contra sí, haciéndola gemir al retorcer aún más su muñeca, y apartó la vista de Kirill para darle un suave mordisco en la oreja izquierda, que la sobresaltó, haciéndole abrir los ojos de pronto.
El puñal se deslizó con suavidad sobre piel y carne, penetrando sin dificultad alguna. El grito no se hizo esperar: Desgarrador, agónico, sobrehumano, horrendo. Yshara dibujó una línea perfecta, horizontal, tan fluida como el movimiento de una batuta; el acero desgarró la sien, el párpado, el puente de la nariz, despues el otro párpado. La sangre manó de inmediato e impidió a Kirill ver cómo los globos oculares se abrían al paso de la cuchilla como tomates maduros, y el chillido de Invierno se convertía en uno de miedo, de dolor, mientras intentaba en vano llevarse las manos a los ojos para detener el dolor, para detener la hemorragia. El espectáculo entraba dentro de la definición de enfermizo.
Yshara sostuvo a Invierno unos instantes por el pelo, mientras la chica se revolvía de sufrimiento, pataleando descontroladamente, completamente ida, demente a causa del terrible dolor. Las lágrimas que pudiera derramar quedaban anegadas por la sangre que le manaba de la cara. Yshara le asestó un rodillazo en el vientre, de nuevo arrancándole el aire de los pulmones y haciéndola toser con violencia, y después la arrojó lejos de sí, aún tirándole del pelo. En un movimiento inconsciente, la bruja trató de detener la caída con las manos, lo que provocó un crujido desagradable y un chillido creciente.
La elfa se volvió hacia Kirill. Los chillidos de Invierno no tardarían en atraer a alguien hasta su posición, pero aun así se agachó con parsimonia para recuperar su espada, sin dejar de mirar al hechicero.
- ¿Y tú qué papel juegas en todo ésto, Kirill von Skatha? - preguntó.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Creer en el Infierno
Exteriormente, la expresión de Kirill apenas varió. Pero en su interior, el desafío de los ojos de Invierno provocó que su corazón se encogiera al mismo tiempo que aumentaba su decisión y su desprecio; comprobaba que ella no se arrepentía de nada. Que suplicara por su vida habría sido aún más bajo y habría llevado a Kirill a clavarle directamente la espada en el pecho con tal de que se callara, pero que se hubiera arrepentido…
Pero no lo hacía. Y si no lo hacía entonces, no lo haría nunca.
Aquello mismo indicaba la sonrisa de Yshara. Fue demasiado evidente que la hechicera no saldría de aquello ilesa, quizás ni siquiera viva. Y conociéndola Kirill no se podía permitir pensar que, de sobrevivir, Invierno fuese a volver al buen camino como un corderito que al fin ha aprendido a temer y respetar.
El castigo era inevitable, y parecía que Yshara se reservaría el honor de llevarlo a cabo. Kirill se cruzó de brazos y esperó con una expresión que parecía entre impaciente y aburrida. Aquellos no eran sus verdaderos sentimientos, pero sí los que reflejaba cuando aquello empezó con el grito de Invierno y sus ojos muy abiertos.
El espectáculo que siguió era repugnante, y el hechicero se vio tentado de apartar la mirada. Pero se obligó a sí mismo a seguir mirando... “Eso es lo que le ocurre a quien desafía a Nadyssra”, pensó; Invierno se lo había buscado... ella sola, sin que nadie la empujara a ello. La próxima vez podría tocarle a él llevar a cabo el castigo.
Pero no habría próxima vez como aquella… y se dio cuenta de que habría preferido hacerle él aquello a Invierno, aunque no por vengarse a nivel personal. Habría sido para demostrarse a sí mismo que podía hacerlo y, habiendo llevado a cabo el acto él mismo, no poder tenerle piedad a Invierno nunca más. En aquel momento sabía que la imagen que había presenciado no lo abandonaría jamás.
Observó a la hechicera caer al suelo con el ceño fruncido y los brazos aún cruzados sobre el pecho, la misma posición en la que llevaba todo el tiempo. Permaneció así incluso un par de segundos más después de que Yshara le hablara.
- ¿Más allá de lo que te ha dicho Invierno? El de atacante hasta que se me pida que me retire - respondió -. Lobo y Malzeth siguen sueltos. Nadyssra en paradero desconocido. Y una extraña elfa ronda por el pasillo superior.
Dijo aquello, y entonces se dio cuenta de que le habían llamado por su nombre completo, incluido apellido... algo que, que él tuviera constancia, no tenía por qué estar en el conocimiento de la cazarrecompensas. La miró extrañado, pero no dijo nada al respecto, dando por sentado que se lo habría oído quizás a Malzeth, quizás a Invierno...
Pero no lo hacía. Y si no lo hacía entonces, no lo haría nunca.
Aquello mismo indicaba la sonrisa de Yshara. Fue demasiado evidente que la hechicera no saldría de aquello ilesa, quizás ni siquiera viva. Y conociéndola Kirill no se podía permitir pensar que, de sobrevivir, Invierno fuese a volver al buen camino como un corderito que al fin ha aprendido a temer y respetar.
El castigo era inevitable, y parecía que Yshara se reservaría el honor de llevarlo a cabo. Kirill se cruzó de brazos y esperó con una expresión que parecía entre impaciente y aburrida. Aquellos no eran sus verdaderos sentimientos, pero sí los que reflejaba cuando aquello empezó con el grito de Invierno y sus ojos muy abiertos.
El espectáculo que siguió era repugnante, y el hechicero se vio tentado de apartar la mirada. Pero se obligó a sí mismo a seguir mirando... “Eso es lo que le ocurre a quien desafía a Nadyssra”, pensó; Invierno se lo había buscado... ella sola, sin que nadie la empujara a ello. La próxima vez podría tocarle a él llevar a cabo el castigo.
Pero no habría próxima vez como aquella… y se dio cuenta de que habría preferido hacerle él aquello a Invierno, aunque no por vengarse a nivel personal. Habría sido para demostrarse a sí mismo que podía hacerlo y, habiendo llevado a cabo el acto él mismo, no poder tenerle piedad a Invierno nunca más. En aquel momento sabía que la imagen que había presenciado no lo abandonaría jamás.
Observó a la hechicera caer al suelo con el ceño fruncido y los brazos aún cruzados sobre el pecho, la misma posición en la que llevaba todo el tiempo. Permaneció así incluso un par de segundos más después de que Yshara le hablara.
- ¿Más allá de lo que te ha dicho Invierno? El de atacante hasta que se me pida que me retire - respondió -. Lobo y Malzeth siguen sueltos. Nadyssra en paradero desconocido. Y una extraña elfa ronda por el pasillo superior.
Dijo aquello, y entonces se dio cuenta de que le habían llamado por su nombre completo, incluido apellido... algo que, que él tuviera constancia, no tenía por qué estar en el conocimiento de la cazarrecompensas. La miró extrañado, pero no dijo nada al respecto, dando por sentado que se lo habría oído quizás a Malzeth, quizás a Invierno...
Kirill- Cantidad de envíos : 779
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