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Mensaje por Alexandra Whiskers 04/01/16, 12:53 am

Las olas danzaban suavemente al compás del barco que se aproximaba a las costas. Aquel día era pacífico para navegar, aunque la temperatura era un poco más baja de lo usual. Eso no impedía que los navegantes usaran su indumentaria como usualmente la costumbre indicaba. Se movían de un lado a otro, con meta en mente de llegar al puerto sin ninguna novedad

Aquel barco transportaba los usuales objetos de mercadeo que tanto los mercantes ansiaban para sus ventas. Así también, transportaban una cantidad reducida de pasajeros ajenos a la usual tripulación que vivía en la embarcación. Era algo extra que ganaban gustosamente al llevar un peso extra, aunque en los últimos días, las alertas estaban más encendidas que de costumbre. El viento hacía muy bien su labor de llevar las noticias de los vándalos del mar

Muy así, el barco llegó a buen puerto, y como deseaban, sin novedades

Algunas parejas fueron las primeras en bajar. El rechinar de las tablas acusaba la edad del puerto, mientras que el grito de algunos contramestres se mezclaban entre si. El puerto invitaba a muchos barcos a anclar, y durante esa tarde algo fría, barcos se reunieron bajo distintos motivos, pero con la misma intención. Apenas la gente bajaba, comenzaban su camino por destinos separados, aunque era usual encontrar más de un patán que intentara sabotear la economía de algunos visitantes, ya fuera vendiendoles objetos de promesas falsas, o arrebatándoles a la fuerza. Aunque fuera difícil de creer, era algo usual e incluso las personas estaban acostumbradas a encontrar ese trato donde el destino les guiaba

Podría haber sido un día usual, como cualquiera, pero muchos marinos sabían que no era así. No lo pensaban bajo un halo de negatividad, sino más bien porque no podían sacar su mirada de aquella mujer

Fue la última en bajar, con un paso lento pero determinado. No daba la impresión de que fuera nueva en la isla. El viento suavemente meneaba su cabello, danzando con él de manera juguetona. Uno que otro deseaba ser el viento para tener esa fortuna. Aunque algunos no podían apartar su vista de su figura, lo que realmente hacía contemplar a los viajeros del mar eran sus ojos. Cuando cruzaba su mirada con ellos, sus ojos parecían lagunas profundas que invitaban a bañarse en una cálida sensación de ausentismo de toda la realidad. Muchos no se atrevieron a hablar con ella, la advertencia más clara les llegó cuando vieron la frialdad con que trataba a los nobles que interactuaban con la Nekomimi. Normalmente no les devolvía la palabra, y cuando la insistencia intentaba ganar a la razón, una mirada de sus ojos les dejaba en claro el lugar donde debían estar

Aún así, eso no impedía que los sueños de los navegantes rondaran alrededor de sus cabezas y saltaran de una ilusión a otra. No fue hasta que un grito del contramaestre del barco los devolvió a tierra, logrando que trabajaran más rápido de lo acostumbrado

Los ojos de algunos no tardaron en buscarla, pero por mucho que se extendían, el rastro ya había sido perdido. Curiosamente, entre ellos, el dueño del barco miraba hacia un camino muy específico. Cuando el puerto de Rhylia había sido el primer destino de la embarcación, tuvo la oportunidad de platicar con la governanta de cabellos oscuros. No habló mucho, y eso ayudó a construir un aire de mistisismo que se impregnó en la mente del sujeto. Pero lo que más le llamaba la atención era su acento. No recordaba un acento así en sus viajes, pero se sentía tan agradable como si la institutriz ronroneara cuando hablaba. No parecía que fuera a propósito, ya que su lenguaje corporal no mostraba tanto acercamiento, pero cuando rememoraba, le hacía sonreír como un idiota

Aquello le ganó una inusual reprimenda de sus subalternos, que más bien era la forma de molestarlo. Entre frases como "Uy, vaya a pedirle matrimonio" y "¿Anda como quinceañera, capitán?", los gritos se acentuaron entre los altos ruidos que inundaban el lugar

El sabía que Alexandra iría al centro de la ciudad
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Mensaje por Auria 11/01/16, 01:46 pm

Huir, escapar, esconderse, mirar por encima de su hombro a cada momento, mirar con sospecha hasta la más mínima sombra, dormir poco y nerviosa, siempre alerta a que el siguiente sonido que llegara a sus oídos fuera el de alguien tirando su puerta abajo para arrastrarla luego hasta el cadalso. Así habían sido los últimos meses de Auria desde que había tenido que abandonar el consultorio en el que atendía en Trinacria por culpa de ese repugnante de Zeiss.

Ese malvado y desagradable ladrón de poca monta había descubierto sus planes y la había seguido durante días hasta alejarla de la ciudad. Finalmente había logrado perderlo, pero le había costado largas jornadas de escapar y refugiarse donde pudiera, muchas veces pensaba que había logrado perderlo, solo para volver a verlo muy tranquilo comiendo a pocas mesas de ella, o saludándola entre la multitud como si todo fuera de lo más normal.

Sus nervios estaban al límite cuando por fin había logrado deshacerse de él, o al menos eso creía, sólo entonces pudo dedicarse a recorrer la ciudad de Adysium con más calma. Finalmente había decidido instalarse en Thoram, en primera porque ahí nadie le haría muchas preguntas y en segunda porque el importante número de contrabandistas y peleas hacía que su servicio fuera muy solicitado.

No le había costado mucho el conseguir dinero, tan solo tenía que atender a cualquiera de los granujas que se presentaban en su puerta, habían llegado a valorarla por su capacidad de atender a cualquier hora y sin preguntarles las circunstancias tras las heridas. La médica en cambio no hacía más que detestarlos con cada célula de su ser, eran tan impuros, tan sucios, repugnantes, su sangre apestaba a pecado, y su simple presencia la hacía hervir de ansias por matarlos.

Pero no podía hacerlo, no en ese momento, no de forma tan evidente, tenía que ser paciente, esperar, observar, planear la manera más efectiva de acabar con un buen número de ellos al mismo tiempo. Mientras tanto, cumplía con su papel a la perfección, se comportaba amable y dulce, demostrando gran dedicación y preocupación por el bienestar de sus pacientes.

Precisamente por mantener esa fachada es que estaba en ese momento mirando los puestos del mercado de Thoram, había gastado casi todas sus vendas y hierbas medicinales en los últimos días, resultaba un fastidio, pero tenía que ir a comprar más. No podía mandar a ningún muchacho a hacer el recado porque no confiaba en que supiera elegir las plantas en mejor estado, o que supiera reconocerlas, los comerciantes eran muy astutos y no perdían oportunidad alguna de sacar ventaja.

Se encontraba mirando unas bolsas que servían para anestesiar zonas del cuerpo cuando algo llamó su atención, en un comienzo no estaba segura de qué era lo que la molestaba, era como una sensación de picar en su espalda. Giró la cabeza lentamente y allí estaba, una mujer de exuberante figura la estaba mirando con atención ¿Quién era? No creía conocerla, vestía demasiado bien como para ser una de sus clientes ¿Qué era lo que pretendía? Seguramente era alguien que venía a capturarla ¡Sin duda era eso! Había una recompensa por su cabeza después de todo ¡Que mujer tan desagradable!

Aunque su interior hervía, por fuera mantuvo la calma, pago la compra que estaba haciendo, la puso en el canasto que llevaba colgado del brazo y siguió caminando mientras hacía como que miraba los demás puestos. “No me atraparas, no me atraparas, no me atraparas” se repetía una y otra vez en su cabeza de forma obsesiva mientras caminaba para alejarse de la zona comercial, hacia una zona más tranquila...
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Mensaje por Alexandra Whiskers 11/02/16, 01:54 am

El escenario era adornado por diferentes especias y artículos que viajaban de isla en isla, buscando aquella persona que se tranformaría en su propietario, o propietaria. El puerto era una de las quizás muchas paradas que realizarían. Muchos de ellos serían examinados exhaustivamente, otros solo serían un adorno más de los mercados, y muchos solo volverían a los barcos, buscando un nuevo lugar donde repetir esto una y otra vez. Las disputas entre las islas lentamente dejaban a las personas con un sentimiento de inseguridad que se veía finalmente reflejaba en las demandas de los productos que se comerciaban. Los artículos lujosos lentamente comenzaban a ser menos demandados, mientras que los de primera necesidad, tales como los productos agrícolas comenzaban a ser más y más buscados. Pero esto también lograba cierta inescrupulosidad que hacía que los mercados no fueran ya tan amigables como antes. Aunque para ser justos, los ladrones nunca hicieron de este lugar algo completamente santo

Aún cuando el comercio sentía los efectos de los conflictos entre las islas, el mercado de Adysium era uno de los más vibrantes que se podían encontrar. Eran usuales los aprendices de magia que eran estafados cuando alguien les prometía que las sedas importadas de las lejanas tierras servían para propósitos alquímicos. También era usual encontrar aquellos adinerados que compraban los más variados artículos que en nada aportaban al día a día, pero se permitían de adquirir de todas formas. Claro, no faltaba quien se hacía de un poco más de dinero a costa de despreocupados y descuidados transeúntes. A ojos de personas que no habitaban normalente en la piel de la isla, todo parecía tan vibrante y lleno de vida que parecía algo único, pero para los comerciantes, nada de lo que sucedía era destacable o notable

Sin embargo, aquel día fue muy diferente para muchos. Para algunas personas que pasaban por el lugar, el quedarse pegados observando a una transeunte en especial hacía que sus parejas las abofetearan en público y dando inicio a peleas que les costaría la noche de sueño a otros. Para los comerciantes, también era distinto, pero por motivos completamente distintos

- Ze, rrealmente ez ze eze prrezio? Me parreze etzezivo que prroponga un prrezio de ze eza magnitud porr algo tan zimple como ezto

Su acento, y el excesivo uso de ciertas letras, hacía difícil entender lo que realmente quería decir. A diferencia de las multitudes que normalmente se encontraban en el mercado, Alexandra no era nativa de las islas, por lo que su forma de hablar no se había adecuado totalmente al idioma que era usado por el común de la gente. Esto hacía que, quienes no estaban acostumbrados a su voz, tardaran en hilar las ideas que la nekomimi quería transmitir

- Pues... ehh... - el comerciante miraba hacia su hombro, pensando en que quizás su forma de expresarse no era entendida por la extranjera, por lo que pensó en como explicarle de mejor manera - estos... ehh... este aceite... - tomaba un pequeño frasco, el cual contenía un líquido un poco espeso y de un color amatista muy diferente de otros aceites - traído de... ehhh.... cuevas... ¡especiales!

El ánimo con el que decía la última palabra no era compartido por la gobernanta, quien lo miraba con un aire de incredulidad que más bien se conseguía que sintiera que estaba siendo condescendiente con ella

- Ze mirra, te lo dirré una ze zola vez, porrque no zoy la ze eztúpida que crrez que zoy - esto diciendolo con un tono de amenaza que también era acompañado por su dedo pulgar que apuntaba inquisitivamente a su vendedor - Ze zé que ezaz cuevaz no zon ze ezpecialez como me lo intentaz venderr haze ze diez minutoz. Zé que el ze prezio norrmal no llega ni a la mitad de lo que ze me ofrrezez, Dummkopf, y no crreaz que porr ze zerr ecztrangeria me vaz a ze venderr algo con zobrreprrezio

Algunos miraban la discusión con cierta lejanía pero también con curiosidad, mientras comentaban para si lo que ocurría. La gente murmurando era algo que nunca buscaban los mercantes cuando tenían negocios prometedores o muy prestigiosos. A veces, convenía perder un par de monedas antes que la clientela, aunque la neko estaba perdiendo algo más que "potenciales clientes"

- QUE EZ MUY CARRO! - fue la forma más directa y clara que podía hacerle entender

- Está bien, está bien, puede llevarlo a precio de oferta - finalmente rindiendose - pero por favor, alejese de mi negocio - decía algo derrotado, como si quisiera que esto se acabara lo más antes posible

- Pfhm - fue lo único que dijo antes de perderse con su mercancía comprada entre los transeúntes

Aunque coincidía en que era una de las clientas más bellas que había visto en su vida, no deseaba volver a verla. No con esa actitud tan antagónica a su apariencia

El humor no era algo que se le fuera así como así. El haber discutido con aquel tipo había hecho que sus ánimos fueran muy delicados. De no haber sido una mujer, podía esperarse de ella el tomar al primer transeunte que chocara con ella para darle una paliza de esas para no olvidar. Pero pronto todo eso se desvaneció al ver un rostro que creyó por muchos años haber olvidado

Su mirada se posó en ella por algunos segundos, desde una distancia en donde no era fácil leer sus emociones. A veces el destino tenía formas de encontrar a la gente en momentos en que no eran los mejores ni los adecuados. Colocaba sus piezas de ajedrez para ver cómo sus peones reaccionarían a ver que las piezas contrarias estarían listas para confrontarse. Pero no necesariamente era un sentimiento compartido por las partes. Mientras los sentimientos de Auria eran de recelo y alerta, los de Alexandra eran de incredulidad. No sabía por qué, o qué esperar. Pero esto no había sido al azar, de eso estaba segura

Lentamente caminó, haciendose una con la gente, jugando el mismo juego que la doctora, siguiendo diferentes mercados y preguntando precios de manera muy amable que escondían la verdadera intención. Pronto notó que el volúmen de gente comenzaba a disminuir, y que las zonas comenzaban a cambiar levemente de aspecto. Aún cuando no habían intercambiado mucho sus miradas, no pudo evitar preguntarse si aquella mujer la había reconocido. Aún cuando no fueron las mejores amigas, su pasado en algo las conectaba en algo más que dos extrañas que pasaron por el mismo lugar de aprendizaje

Cuando lo recordaba, se preguntaba qué había salido mal para que todo terminara como todo terminó...

Aunque era difícil perderla de vista, un par de cortesanas de enormes vestidos bastó para que las miradas que se depositaban en ella desaparecieran, confundidas. El común de la gente, aún cuando extrañada, no le tomaba la importancia que quizás la perseguida mujer le daría. Pero aún cuando los ojos de la extranjera desaparecieron, los ojos de una gata negra, subida en un tejado cercano, se clavaban en ella. Eran ojos vigilantes que parecían aburridos a la mirada de los humanos que la notaban, los cuales no eran muchos. Después de todo, ¿que interesante tenía una gata negra en el tejado?
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Mensaje por Auria 08/03/16, 10:45 am

A medida que se alejaba del centro comercial iba acelerando sus pasos, el amontonamiento de gente no era tan denso y eso le permitía caminar más ligero, de cualquier manera, en su apuro no bajaba la guardia, miraba de vez en vez por arriba del hombro, y esa extraña mujer seguía allí. Apretó los dientes, reteniendo el odio que la embargaba, no iba a dejar que consiguiera su cabeza de manera tan sencilla, al menos presentaría batalla.

Golpeó con el hombro a una muchacha que pasaba y una punzada traspasó su mente con un profundo dolor que se convirtió en imágenes, representaciones de un pasado muy lejano, de cosas que le habían pasado a una joven que supuestamente era ella pero que sin embargo no se sentía como tal. Ya había visto a esa mujer antes, o al menos esa Auria del pasado la había conocido, se había chocado con ella de esa misma manera.

Pero así como los recuerdos venían pronto se esfumaron, dejando tras de sí solo ese dolor insoportable en su cerebro. Con gesto de dolor volvió a mirar hacia atrás, pero no pudo ver a su perseguidora por ningún lado, no había ni rastros de ella ¿Y sí había ido a denunciarla con la guardia? Un frío recorrió su espalda al imaginarse lo que esos sucios seres podrían hacerle cuando la capturaran, de solo pensar que pudieran ponerle un dedo encima sintió como una sensación de arcada subiendo por su garganta.

Apresuró el paso hasta llegar a su improvisado consultorio, cerrando la puerta con fuerza y poniendo doble traba para asegurarse de que nadie pasaría. Era una residencia muy humilde, en parte porque no podía darse muchos lujos, pero además porque no quería llamar la atención. Casi el total de la vivienda era un cuarto grande donde estaba el camastro de Auria, cerca de él una chimenea con algunas ascuas de la noche anterior y un caldero colgado, del otro lado había una mesa bastante grande empotrada en la pared con montones de plantas curativas en distintos progresos de preparación. No había ninguna decoración, solo ramas colgando de las vigas en algunas partes, secándose lentamente para convertirse luego en ungüentos.

La doctora dejó la canasta sobre la mesa y luego cerró las cortinas de las únicas dos ventanas del lugar ¿Qué sería mejor? ¿Quedarse vigilando o hacer como si nada pasara? Estaba casi segura que nadie la había seguido, sí no sabía donde vivía tampoco podía llevar a los guardias hacia ella ¿Cierto? A lo mucho podía decirles que la había visto rondando por allí y que estuvieran alerta, entonces lo mejor sería que no fuera por el mercado en un buen tiempo.

Revisó el caldero que había dejado sobre las brasas a propósito toda la noche, dejando que el líquido que estaba dentro se espesara lentamente hasta volverse firme y concentrado. Por suerte había comprado casi todo lo que necesitaba, no iba a ser necesario que saliera de allí en una buena cantidad de días. Retiro el perol y puso en su lugar una jarra con agua, le haría bien tomar una infusión que calmara sus nervios sin por eso dejarla atontada, tomó varias hojas secas que tenía en un frasco de cerámica y las puso en el agua, esperando paciente a que hierva.
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Mensaje por Alexandra Whiskers 26/03/16, 12:05 pm

El contraste podía sentirse cuando se bajaba desde el mercado hasta la zona residencial donde se encontraba la doctora. De los vivos cantos que invitaban a comprar, a las risas de niños que, con una vara, eran transportados a mundos fantásticos, en donde los caballeros eran quienes repartían la justicia a los más necesitados. No les daba miedo luchar contra dragones, o seres que emergían de los más profundos mares. Pero a veces el destino era cruel, y los mismos a quienes ellos aspiraban ser los espantaban de  las calles, a veces por maldad, a veces porque se levantaron de mal humor o para mostrar una autoridad que los chicos, al final, terminaban malinterpretando como una tiranía

A veces el destino era cruel, y tenía formas de matar las ilusiones de los más soñadores

Pasaron varios minutos sin nada que ocurriera. Aún cuando Auria podía lentamente sentirse más tranquila, debido a las infusiones, todavía estaba siendo observada. A diferencia de lo que podía creer, no eran ojos humanos quienes la hostigaban. Un animal sentado en el techo de una de las casas más cercanas posaba sus ojos sobre una de las ventanas de la casa de la doctora, y aún cuando las cortinas evitaban el contacto del exterior al interior, sus ojos de color dorado estaban inmóviles. Movía su cola de un lado a otro, lentamente, mientras los recuerdos lentamente aparecían en su cabeza

Pasaron algunos minutos hasta que había decidido moverse. Sus patas cayeron en la parte más delgada de una alta pared. El ancho apenas era de una mano de una persona adulta, pero para un gato, no era mayor problema. Sus patas traseras la ayudaron a moverse al techo de otra casa. Aún cuando las construcciones eran humanas, las mascotas de los alrededores claman estos territorios como suyos, impregnando sus olores. Ello se podía sentir fácilmente en las chimeneas, lugar preferido de los gatos. Es por eso que su nariz le daba a entender que estar en aquella forma no la hacía exenta de estar entrando en territorio ajeno

No tardó mucho en llegar al techo que correspondía. Se preguntó si había algún lugar por donde entrar al entretecho, cosa que era bien común no solo para gatos, sino también para aves y ratones. No tardó, eso si, en sentir un olor fuerte a su alrededor. No era de la intensidad que usualmente usaban para marcar territorio, era algo mucho más fuerte. Cuando se dio cuenta, giró su cabeza gatuna para darse cuenta que gran gato, desde el otro extremo del techo, la miraba con ojos muy centrados en ella y muy agresivos. El pelaje era de un lomo oscuro que bajaba hasta su panza, hasta convertirse en un pelaje muy blanco. Sus ojos eran de color castaña, y se podía distinguir que era un gato hogareño y no abandonado, debido a su tamaño y aparente peso

Cuando pensaba que las cosas no podían ir de mal en peor, Murphy y su ley le demostraban lo contrario, de nuevo

- Willst du mich veräppeln? - no pudo evitar pensar en su idioma natal, que básicamente era "¿Me estás tomando el pelo?"

Los próximos 10 segundos trataron de una intensa pelea en el techo, en donde manotazos iban, manotazos venían, y también abrazos que lograban que conocieran todo el techo de una forma bien particular. Los gritos singulares de ambos felinos, aún cuando fuertes, no eran tan graves para las personas. Más bien, era divertido para algunos verlos pelear, aunque en la realidad, ambos eran muy agresivos y mordían en zonas sensibles para el otro.

Ninguno de los dos se soltó, lo que logró que ambos cayeran desde el techo de la casa abrazados. No fue hasta ese entonces que finalmente se separaron, siendo el gato hogareño el que terminó escapando de las garras de Alexandra, quien lo miraba con cara de odio y de estar irritada, pero más que nada irritada. Aún cuando estaba acostumbrada a pelear contra otros animales, especialmente con gatos, eso siempre la ponía de mal humor

- Ze porr la dama, jurro que zi vuelvo a pelearr contrra ze otrro maz... - pensaba para sus interiores
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Mensaje por Auria 16/04/16, 11:49 pm

La mujer esperaba, simplemente aguardaba sentada sola en la oscuridad de su casa, golpeaba con los dedos la superficie de la taza que sostenía cerca de su rostro, con la mirada perdida en algún punto de la habitación. Sus labios se movían, pero su boca no producía sonido alguno, era más bien como si estuviera recitando algo, jaculatoria que se repetía rápidamente y sin pausa alguna.

-Tu debes... - Le susurraba la voz de su corazón, sabia que era él por la altura de la que surgía y porque tenía un tono grave y profundo que te hacía estremecer, era así como sonaban ese órgano.

-Acrisolar la fe de toda esta gente - Completo Auria la oración sin dudarlo, hacía ya mucho tiempo que sabia cual era su tarea, el motivo por el cual le habían permitido vivir, su existencia era tan solo una consecuencia fortuita, una mal necesario para que la Dama pudiera cumplir con su objetivo en los reinos humanos.

El reciente encuentro con esa extraña mujer había despertado los antiguos fantasmas que se regodeaban torturando el alma de Auria. Para alejarlos lo único que la mujer podía hacer era repetir los rezos que durante tantos años había aprendido, mientras los murmuraba no podía moverse de su sitio, y aunque escucho los ruidos en el techo se aseguro que ni uno solo de sus músculos hacía movimiento alguno. Era incómodo, y luego de un rato incluso doloroso, pero no había sufrimiento alguno que no estuviera dispuesta a soportar con tal de poder completar su ritual.

-Ilumina mi mente cuando me siento perdida, guía mis pasos cuando el camino se vuelva oscuro, dirige mis acciones hacia tu voluntad - De la infusión que se había preparado ya casi nada quedaba, podía sentir cómo sus pensamientos se calmaban y poco a poco podía retomar el control de sus acciones - Que así sea.

Levantó por fin la mirada, todo rastro de duda había desaparecido, sus ojos había regresado a ese estado frío e inhumano que solía tener cuando nadie estaba cerca. Con mucha tranquilidad dejó la taza vacía sobre la mesa, no se había olvidado de la situación, pero nadie había aparecido aún, y actuar de forma sospechosa no iba a ayudarle en nada. Se acercó a las ventanas y abrió las cortinas, aprovechando para observar nuevamente la calle. No parecía haber nadie sospechoso, el único ruido que podía escuchar era el de ese par de animales insoportables peleando.

Fastidiada, abrió la ventana con la intención de espantarlos, vio salir a uno corriendo en ese preciso momento, detestaba a los gatos, todo el mundo sabía que eran acompañantes de las brujas y de demonios.
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Mensaje por Alexandra Whiskers 08/05/16, 08:15 pm

Aunque estaba molesta, no podía evitar guardar rencores frente a la situación acaecida. Después de todo, los animales operaban desde otros prismas, muy distintos de los humanos. Para ellos, el territorio era algo preciado e importante para mantener su jerarquía y dominación sobre otros seres de su misma especie

Cuando lo pensaba, era curioso cómo un ecosistema así podía convivir en conjunto con las ciudades, plagadas de humanos. En la sabia naturaleza, las especies eran dueñas de una libertad envidiable, más aún la desventaja consistía en que la supervivencia no estaba garantizada. Esto levaba a adquirir patrones de supervivencia de acuerdo a un instinto que les daba la necesidad de traspasar sus genes a las siguientes generaciones, para así asegurar la supervivencia de cada una de las especies. Cuando se eliminaba la necesidad de alimento de la ecuación, debido al amaestramiento de los animales, esto no cambiaba. Ya fuera en el día con los perros y su lucha entre si por territorio, o en la noche con los gatos y sus pugnas, mantenían un deseo irrefrenable de seguir sus más básicos instintos, aún cuando no existieran los riesgos y las necesidades básicas estuvieran cubiertas. Era curioso observar desde el otro lado de la vereda, y ver a los humanos renunciar incluso a esos instintos cuando la comidad y la seguridad se adueñaban de sus vidas

¿Eran los humanos tan despegados de la madre naturaleza?

- Ze, no lo zé, perro zi eze gato vuelve de nuevo... - pensó Alexandra para si, con una cara de irritación que todavía no se le quitaba

No se había dado cuenta, pero otros ojos, además de los de la doctora, la estaban observando. A diferencia, estos eran más inocentes aunque emocionados como si hubieran visto dos fuerzas tremendas chocar en un espectáculo digno de apuestas

- Te dije que el gato negro le iba a ganar a Max

- Nah, si fue suerte de visita, además que Max está gordo como una ballena en día de las madres


Los dos niños se rieron de aquella broma, mientras la tercera acompañante se acercaba a la felina, agachandose y mirandola de reojo

- Pero no entiendo, ¿que tienen que ver las ballenas y el día de las madres?

- Ay, tu no entiendes nada Samy
- no deseaba reconocerlo, pero la verdad es que no tenía mucho sentido. Solo se escuchaba divertido para un hipotético público que pudiera entenderlo

- Nop - la niña respondió, sin darle importancia, pero de una forma adorable que daban ganas de agarragle los cachetes - Puede ser mejor algo como "es tan gordo que, cuando quería viajar a otra isla, tenían que traer un barco para cada pata"

Aunque les costaba esconderlo, el sonido que nació de su garganta, producto de la risa aguantada, delataba que el chiste les había gustado

- O que tal "es tan gordo que tuve que rodearlo para llegar a casa y aún así me perdí"

- Jajaja - reía uno de buena gana - ¿O que tal, "era tan gordo que se caía de la cama por ambos lados"?

Los tres reían contando chistes sobre gordos, mientras rodeaban a la gata negra, quien visiblemente no estaba impresionada por sus chistes

- Ze, zi zupierran loz que me zé... - pensaba, sin que se mostrara con una cara distinta a la que usualmente tenía

Aunque las risas pararon, el humor no parecía irse muy fácilmente del lugar, mientras la niña notaba algo en la nueva vecina

- Eh, mira, parece que salió lastimada de la pelea - el "parece" era bastante liviano, porque había salido con algunas magulladuras y algunos pedazos de pelo menos

La niña no tardó en levantar a la nekomimi, como si fuera su propia gata, y como si fuera de manera natural, paró en la ventana de la vecina más cercana, la cuál era nada más ni nada menos que la mismisima Auria

- Oiga, la gatita se lastimó de su techo - casi diciéndole que tenía responsabilidad por haberse lastimado en el techo de su casa -. ¿Cree que puede hacer algo por ella?

Los dos niños estaban detrás de ella, mirándose extrañados entre si

- Psss, ¿es acaso una gata?

- No lo sé, para mi las gatas y gatos son idénticos

- Es que ustedes no saben nada de nada. Las chicas sabemos mucho de esto - les respondió, sin dejar de mirar hacia el frente, casi orgullosa de tener un instinto tan bueno como el que tenía

El destino tenía formas curiosas y a veces inentendibles de como funcionaba. Esta situación le recordaba mucho a alguna vez que pasó hace muchos años, cuando el conflicto de la guerra era muy lejano y otras eran las preocupaciones...
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Mensaje por Auria 27/05/16, 09:57 am

Afuera del consultorio estaban no solo los gatos que habían interrumpido sus pensamientos con su estúpida pelea, sino también los niños del barrio. No los conocía demasiado, solo de verlos correr por las calles mientras reían con sus juegos infantiles, no los detestaba ni más ni menos de lo que odiaba al resto de las personas. Ella había sido una niña también, claro, aunque hacía ya mucho tiempo de eso, y no recordaba nada de esos tiempos... No quería recordar nada de esa época.

-¡Oh! ¡No me digas! - Respondió Auria sonriendo con dulzura - Pobre gatita, tendremos que hacer algo para remediarlo - Extendió los brazos para agarrar al animal - Parece que tuvo una dura pelea, hay que recompenzar a la...- La puso con la panza hacia arriba y se fijo sí era macho o hembra - Si, La esta bien dicho, La ganadora.

La niña sonrió satisfecha por haber acertado, los niños chistaron y se mostraron molestos ante la evidente superioridad de conocimiento que su amiga demostraba. La doctora sostenía a la gata con ternura contra su pecho, pensaba que al estar herida se mostraría nerviosa o agresiva, pero el animal se comportaba extrañamente calmado, y observaba la situación como si entendiera de qué iba la charla.

-¿Entonces la va a curar?- Preguntó la niña mientras sonreía con una inocencia enternecedora- ¿Podemos ver mientras lo hace?

-¿Qué le va a hacer? ¿Le dolera?- Agregó otro mientras se asomaba por la ventana para ver lo que tenía Auria en su consultorio.

-Yo quiero veeeer - Dijo el tercero emocionado con la idea de ver algo así como una operación o algo similar.

-Sí, la voy a curar. No, no pueden ver jajaja - Siguió sosteniendo a la gata con la mano derecha mientras con la izquierda alejaba al niño de la ventana, revolviendole el pelo mientras reía - No le dolera, no son heridas graves y yo tengo mis secretos para que ni se de cuenta de lo que estoy haciendo - Les guiño un ojo y se llevó el dedo índice a los labios en señal de que no dijeran nada.

No era especialista en animales, pero conocía en líneas generales su anatomía, y no era la primera vez que tenía que curar a la mascota de alguien, de hecho, cuando estaba en la Orden... Sintió una nueva punzada que interrumpió el recuerdo, esa era una advertencia, así que sería mejor no indagar más.

-Ahora vayan a jugar, yo les avisare cuando la minina esté curada - Les sonrió y los niños asintieron, tranquilos de que habían dejado a la gata en buenas manos. La doctora entró de nuevo en el consultorio y cerró la ventana mientras pensaba lo que haría- ¿Que hacer ahora con esta bola de pelos? No tengo agua aquí para ahogarte - Le dijo mientras la levantaba del pellejo - Bien... Te curare entonces...

Si sanaba las heridas de ese animal los niños confiarían más en ella, su reputación mejoraría, si se fiaban de ella tendría más oportunidades para purificarlos. Dejó a la gata sobre su mesa de trabajo mientras buscaba los implementos que necesitaría, hasta el momento se había mostrado bastante tranquila, esperaba que no escapara o tendría que ponerse más agresiva.
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Mensaje por Alexandra Whiskers 11/07/16, 01:44 am

Hace mucho ya que había perdido la noción del tiempo, desconociendo si su viaje había caducado por sus desventuras con felinos territoriales, sin mencionar a mercaderes que la veían con unos ojos muy distintos de quienes normalmente la veían. Odiaba esas miradas, porque significaban una cosa: su pequeño bolso con monedas estaba siendo acorralado por depredadores que desconocían el muro de hielo al que iban a azotarse

Afortunadamente, no parecía que el sol había comenzado su viaje a su diario sueño largo. Todavía niños jugaban en las calles, uno que otro ladrón deseaba hacerse amigo de lo ajeno, y la ocasional dueña de casa que debía correr para alcanzar la prenda que el viento tan fácilmente se hacía dueña de ella. Afortunadamente era una persona que posaba muy bien sus ojos en donde iban sus pies, ya que pudo esquivar a un felino que corría derrotado después de una pelea con otra de su especie. O al menos, así lo creyó

La contrincante no se sentía más victoriosa, sin embargo. Durante muchos años, había sido educada bajo estrictos estándares, y su innato orgullo hacían que fuera un objeto inalcanzable para muchos hombres, un trofeo de dioses que solo los más valientes intentaron obtener. Pero era la semejanza del destino, siendo ella quién decidía y quién no quien llegaba a la cima, y a sus campos fértiles

Es por eso que se sintió bastante dañada del orgullo cuando la miraron así como así, siendo que su sexo no tenía nada que ver con las curaciones o medicinas que iba a recibir por parte de la doctora

- ...ze, al menoz podrrían invitarr un trrago zi van tan dirrectamente ahí - pensó para si. Su rostro mostraba a una felina algo molesta, más no agresiva ni con ganas de llevarles la contraria. Era bastante educada, por decirlo de alguna forma, dando la impresión como si fuera una gata domesticada para tratar con diferente tipo de gente. Aunque la forma en que se relacionaba con sus pares dejaba qué desear

No se impresionó con su cambio de actitud, mostrando cierta frialdad cuando trataba con ella sin los niños. Intentaba comportarse lo más normal a lo que se comportaría a un gato común y corriente, aunque para sus adentros, solo deseaba no terminar como una momia envuelta en decenas de metros de vendas. Levantó levemente su gatuna cabeza, y no pudo evitar recordar a Salem

Algunos recuerdos se entremezclaron en su joven mente, y aunque rápidamente olvidó a ese felino, recuerdos inmediatos volvieron a su cabeza de tiempos pasados, en donde las preocupaciones que actualmente tensionaban la vida de cada persona en Rhylia no existían. Para ella, era la misma línea. No recordaba la cantidad de años que habían sido ya, pero antes de los actuales conflictos, las preocupaciones eran otras. Algunas más egoístas que otras. Justamente, muchas de las preocupaciones de la Nekomimi distaban mucho de los conflictos humanos. Tenía una capacidad natural para no pensar en ellas, una forma de ver y pensar que eran muy distintas a las de hoy

Fue justamente ese tipo de mentalidad que hizo que sus caminos se cruzaran por primera vez

Todo comenzó con ese olor. Ese "maldito" olor, inocente para muchos, pero para ella fue básicamente una declaración de guerra tan equiparable como cuando los barcos comerciantes eran atacados y saqueados por rufianes piratas. Lo maldecía, lo odiaba, deseaba tenerlo frente a frente, cara a cara, mirarlo a los ojos y exigirle las respuestas a su comportamiento, las cuales obviamente no serían suficientes

Para una persona alejada de las costumbres felinas, nunca existiría una comprensión a la impotencia y enojo de Alexandra

- ... eze maldito ezta marrcando terrritorrio en MI caza - murmuraba para sus entrañas, mientras se mordía la uña de su pulgar con la emoción que podía esperarse de alguien que deseaba aniquilar territorios y ciudades por este ultraje

Caminaba por los pasillos, a paso rápido y decisivo, mientras el sonido de su andar podía escucharse por muchos metros de muro. Según ella, quizás en estos tiempos, no hubiera reaccionado de esa forma, pero la juventud se encargaba de aumentar sus defectos de manera exponencial, sobre todo su humor. Aunque si lo pensaba detenidamente, con mucha más humildad, y siendo honesta, hubiera reaccionado de la misma forma si hubieran sido 10, 20 o 50 años atrás

Se detuvo al sentir el rastro más fresco, y su ojo derecho no pudo evitar estar atrapado en un tic

- Ze... ahorra vamoz a converrzarr de lo lindo...

Aquel entonces, fue el primer contacto que tendría con Auria
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Mensaje por Auria 15/07/16, 12:46 pm

En cambio la actual Auria no tenía recuerdo alguno en el cual respaldarse, en cierta fecha, aunque no en una fecha cualquiera, su mente había cerrado todos los caminos que fuera hacia atrás. El resultado quedaba a la vista, cualquiera que la hubiese conocido de aquella época tan alejada en el tiempo probablemente no la reconocería en la actualidad, eran como dos personas distintas, como sí algún tipo de entidad extraña hubiese tomado el control del cuerpo de Auria destruyendo en el proceso todo lo que estaba antes.

Pero el no recordarlo no lo hacía menos cierto, había existido un tiempo en el que la doctora era solo una subordinada de la Orden de la Dama, una muchacha seria pero amable que estudiaba y practicaba en Rhylia junto con el resto de los acólitos.

~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~º~~

Una joven doctora le demostraba a un reducido grupos de alumnos como realizar el entablillado de un brazo fracturado de modo correcto. Aunque era la instructora, no superaba por muchos años a los estudiantes, tenía apenas dos años más que ellos, pero aventajaba en habilidad y conocimiento incluso a muchos de sus superiores.

Dentro de lo que era el área de salud Auria era conocida como una destacada prodigio, causaba admiración en sus compañeros y orgullo en sus Maestros, además de aportar gran renombre al apellido de su familia. Una enorme responsabilidad caía sobre los hombros de esa joven doctora y sin embargo no había en ella rastro alguno de arrogancia o altivez, aceptaba sus obligaciones y se comprometía con la causa, considerando que la Dama tendría sus motivos para haberla puesto en esa situación.

La clase concluyo con normalidad, la muchacha se quedó parada junto a la puerta despidiendo a los alumnos para luego ponerse a juntar los implementos que habían estado utilizando para la clase. Un sonido conocido llamó su atención, miró hacia la puerta aún abierta y vio al pequeño gato que venía todas las tardes a visitarla. Sonrió y se acercó para acariciarlo, si bien no se permitían tener mascotas en las instancias que les prestaba la Orden, el reglamento no decía nada sobre alimentarlos.

El dulce animal refregaba la cabeza y la espalda contra la mano de Auria, ronroneando para demostrar que disfrutaba del contacto. La doctora no escatimo en mimos pero luego de unos minutos se alejó para buscar algo en el bolso de mano que había traído al aula, de uno de los bolsillos sacó un paño, lo acercó al gato mientras lo abría, dentro contenía varios huesos de pollo con una buena cantidad de carne aún adherida a ellos.

Sin más preámbulos el animal comenzó a comer como si en ello le fuese la vida, la mujer se empezó a reír.

-Si comes tan rápido te vas a atragantar, pequeño minino - No le había puesto un nombre para evitar encariñarse con él, sabía que tarde o temprano se iría para no volver, pero al final no había servido de nada, porque las visitas de ese adorable animal se habían vuelto parte de su rutina.
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Mensaje por Alexandra Whiskers 25/07/16, 01:39 am

Era una tarde fresca en los pasillos, siendo difícil determinar qué estación del año era aquella. La temperatura en el ambiente no era calurosa, pero se podía vestir ropas ligeras para el día a día. Eso no quitaba que muchos de ahí debían respetar las reglas de vestimenta para cada uno de ellos, por lo que podían escucharse murmurar a algunos caballeros que se encontraban ahí, quejándose sobre el sol hacía que sus armaduras se volvieran más cálidas de lo normal

- ¡Eh! ¡Isaac! Apuesto a que el sol está para freír un par de huevos encima de esa armadura, ¿no? - se escuchaba desde algunos metros un aprendiz de mago con un pomposo sombrero y ropas más holgadas y misericordiosas que las del propio guerrero

- No sé que dices, si los míos ya se frieron - le contestó desde el otro lado, ocasionando una carcajada entre ambos y quienes alcanzaban a escuchar su no tan silenciosa conversación. Aún así, no faltaban aquellos quienes se horrorizaban ante tal vulgar comunicación entre los dos. Las personas de más edad eran características de esto, pensando en que los jóvenes cada vez se volvían más vulgares, sobre todo en su lenguaje burdo y soez

Era una forma de pensar que condicionaba a muchas personas a olvidar que alguna vez fueron jóvenes, en tiempos donde lo que ellos hacían o decían era visto con malos ojos ante los que en esos tiempos eran los vejestorios. Aunque Alexandra tenía una opinión muy decidora y firme cada vez que se topaba con estas situaciones:

- Viejaz chizmozaz - murmuraba para si, mientras tenía que aguantar a su buen oído el escuchar los murmullos de otros - ¿Ze porr qué diabloz no ze meten en lo zuyo? Podrrían ze prroduzir algo parra la zoziedad en vez de ze conzumirr airre como laz viejaz chizmozaz de mierr--

No terminaba de articular sus maldiciones cuando algo de un metro y medio se topaba contra ella, interrumpiendo su concentración en encontrar el olor del minino. Aunque no es que su genio la mantuviera concentrada en primer lugar. El objeto de metro y medio parecía tener un cuerpo delgado con una terminación en su punta algo redonda, dos brazos muy cercanos a abrazar su cintura y refregar su cabeza contra el cuerpo de la profesora

- ¡Tía Alexandra, tía Alexandra, por fin te enc--! - tampoco terminó su frase, cuando ya tenía en su frente la mano de Alexandra para alejarlo de sus cariños

- Ze, que no zoy tu tía - ni la de nadie, aunque eso era implícito en cómo se comportaba con el resto

- Aww, eres mala conm-- au, au, au - la nekomimi no era precisamente misericordiosa con el joven, y es que ambos sabían los motivos del abrazo. El a veces se dignaba a fingir motivos un poco más altruistas, pero no convencía precisamente a la maestra con ellas. Es por eso que a veces simplemente omitía un paso, ya a estas alturas, innecesario

- ¿No que ze tienez la claze de ezcrriturra en papirroz ahorra? - acotaba, mientras, ya que al fin se habían despegado, se cruzaba de brazos

- La profesora dijo que mis habilidades eran tan malas que no me molestara - contestó con una sonrisa de esas que la profesora daba ganas de pellizcar para que desapareciera - au, au, au, pero tía Alexandra - cosa que hizo, en realidad

La joven apenas había egresado para impartir lecciones en aquel centro de enseñanza hace unos años, quizás dos o tres. Aún con su corta trayectoria, llamó fuertemente la atención de muchos en las aulas de clases. Aún cuando era común encontrar profesoras jóvenes, ya fuera por la vocación que las animara o por la falta de voluntarios para aquella tarea, su apariencia había calado muy hondo en los adolescentes de todas las edades y sexos. Por un lado, generaba las envidias más impuras, así como los pensamientos más impuros por parte de aquellos quienes la pubertad recién tocaba la puerta. Pero no fue hasta el pasar del tiempo que, lentamente, su apariencia fue tomando un rol secundario, siendo la enseñanza en las aulas lo que dejaba más marcados a los jóvenes. Corrían rumores de por ahí y por allá, de los tejados y armarios, de que quizás era parte de una bendición que había dejado La Dama en ella, y pronto una nueva reputación comenzó a forjarse alrededor de ella, aunque todavía era algo muy en pañales

Claro también, habían quienes pensaban que su misericordiosa diosa la había bendecido de varias formas tangibles, lo que lograba que muchos agradecieran a La Dama, con lágrimas en sus ojos

- ... .... ... ! - entonces,fue cuando una idea pasó por su cabeza felina - Ze, dime...

- ¡Le digo!

- ¿No haz ze vizto un gato porr aquí rrezientemente? - miraba a su alrededor, como si recién retomara su búsqueda

- Un gato, un gato... - ladeaba su cabeza hacia un lado, mientras intentaba recordar - La única gata que recuerdo es del otro día, la negrita que tenía un collar con la insignia de La Orden de la Dama en el cuello

- ¡Ah, no, no! - rápidamente aclaró - Ella eztá ze bien, ze bien, ze bien - algo sospechosa sonaba - Con ella ze no hay prroblemaz

- ¿Ah? - no parecía entender el cambio súbito de ánimos de la profesora

- A ella hay que dejarrla trranquila, ze trranquila. Ez una gata ze aprropiada y corrrecta parra ezte lugarr

- Tía Alexandra - ahora sus ojos iban con sospecha - no tiene nada que ver con esa gata, ¿o si?

Lentamente acercó su cabeza a la de él, mientras sus ojos miraban con inquisición los del joven

- Ze.... eza gata tiene un collarr de La Orrden

- Si

- Y ezo zignifica que ze gata eztá aprrobada porr alguien de La Orrden

- Es verdad

- Entonzez

- Entonzez-- au au au - se llevó un golpe sorpresivo por parte de su profesora, aunque nada a lo que no estuvieran acostumbrados a sufrir sus pupilos

- Ze, zin imitarrme, grraziozito

- Bueno - agachaba el moño mientras se tomaba la cabeza

- ¿Me vaz a ayudarr zi o no?

- Bueno...

- Entonzez ve a ze ala derrecha y yo irré porr... - de pronto, sus mismos pensamientos interrumpieron sus palabras y el flujo de la conversación - A todo ezto, ¿como ze zabez que ez una gata?

- Samy me dijo eso

- ¿Zamy? - intentó recordar por algunos segundos, pero no recordaba que alguno de sus alumnos tuviera un contacto tan cercano con ella en forma felina como para saber su sexo

- Samy - la corrigió, logrando que le diera otro golpe - Au, au... ella dijo que era algo como... eh... "instinto de chica", o algo así

El escepticismo fue el gesto que podía leerse en su rostro, mientras mandaba al chico a buscar al enemigo de territorio de la nekomimi. Se quedó pensando en ello mucho más de lo que admitiría en público. Ella también era una chica, y hasta ella tenía problemas para determinar el sexo de algunos animales, sobre todo perros y gatos. La ayudaba tener un olfato más desarrollado, y así sentir la fragancia de las hembras que las distanciaban de los machos, pero mirando un animal y confiar solo en la vista escapaba a determinar así de fácil su sexo. ¿Sería algo que emanara de algo menos tangible? ¿O habían humanos que podían sentir el sexo de un animal con solo un intercambio de miradas? ¿O era acaso su "disfraz" de felina lejos de ser perfecto?

No recordaba que, antes de ser rescatada por su papá, tuviera algún manejo de las ilusiones. No fue hasta que conoció a "su estrella" que descubrió el potencial de cambiar la forma en que los humanos, y otros seres en general, podían verla. Fue con él que descubrió eso, pero también la responsabilidad asociada a un poder capaz de lastimar a la gente de formas que no conocía

Desgraciadamente, también conocería una forma de lastimar a otros que no conocía

- Au au au - específicamente, golpearse la cabeza contra la puerta del aula donde se encontraba Auria
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Mensaje por Auria 17/10/16, 02:47 pm

El pequeño gatito se había terminado muy rápido los pocos huesos que Auria le había traído, era una pena, de haber tenido más se los hubiese dado, pero no podía llevarse muchas cosas de la comida de la noche sin que comenzaran a sospechar de ella. De todas maneras, tampoco tenía mucho tiempo para tener más atenciones con él, debía volver a su trabajo cuanto antes.

Luego de rascar un poco bajo la barbilla del animal, le resultaba imposible resistirse a hacer eso, se dió la vuelta y regresó a los libros que había dejado sobre la mesa de estudio. Aunque claro, los gatos no eran conocidos por su generosidad exactamente, bastó con que la joven doctora abriera uno de sus textos para que el hermoso animal se subiera sobre él, impidiendole así el poder leer.

-Supongo que hoy tampoco me lo dejaras tan sencillo ¿Cierto? - Sabía que debería retarlo, pero simplemente no podía, era demasiado tierno, su instinto la empujaba a querer mimar a esa pequeña criatura - Te estas convirtiendo en todo un descarado - Y pensar que la primera vez que lo había visto el pobre animal estaba tan asustado de tener contacto con personas que debía dejarle la comida e irse para que se acercara.

Ensimismada como estaba, cuando escuchó el golpe en la puerta dió un salto en la silla, el susto le dejó el corazón palpitando, y tuvo que respirar profundo un par de veces hasta que pudo responder.

-¿Sí? ¿Alguno se olvidó al....? - Preguntó mientras iba a abrir la puerta, pero se detuvo cuando vio que no se trataba de ninguno de sus alumnos. Frente a ella tenía a una mujer de cabellos y mirada oscura, era un poco más alta que Auria y su tez pálida le hizo pensar a la muchacha que debía ser una dama que pasaba mucho tiempo recluida dentro de los castillos de la Orden - Lo lamento, creía que se trataba de algún estudiante que había regresado por sus cosas... ¿En que... emmm en que puedo ayudarla? - Dijo con algo de timidez.

No estaba segura de porque, pero la mirada de esa mujer la ponía un poco nerviosa, parecía del tipo de persona que sabía poner en su lugar a las personas, alguien con quien no se bromeaba. Se la quedó mirando fijamente mientras le hablaba y entonces recordó haberla visto antes, era una de las institutrices, quizás por eso le daba esa sensación como de autoridad.

Un roce en el tobillo la hizo bajar la mirada ¡El gato había decidido ir a buscarla porque se tardaba mucho! Auria se mordió el labio inferior, preocupada y fijó la mirada en la mujer que tenía enfrente. Era una institutriz, seguramente era de esas personas que cumplían las reglas a rajatabla ¿La delataría entonces con algún superior por tener una mascota?

-Por favor no se lo cuenten a nadie, es solo un pobre gatito que viene a comer de vez en vez - Hizo una mueca como disculpándose por su falta de disciplina, levemente sonrojada porque la habían agarrado in fraganti.
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Mensaje por Alexandra Whiskers 25/11/16, 10:43 pm

Afortunadamente para cualquier primera impresión que la neko podía dar, antes que su equivalente en medicina abriera la puerta, la nariz de la mujer volvía a estar en el lugar que correspondía. El choque no había dejado consecuencias nefastas para la belleza de la profesora, pero la sensibilidad de sus sentidos, la cual superaba a los humanos comunes y corrientes, la hacía sentir que su nariz se sintiera... rara, por decirlo menos, aún cuando no tuviera nada de malo

Sin embargo, la preocupación por su nariz se esfumó cuando sintió que la puerta se abría para dar paso a una estudiante, al menos a sus ojos. Era una joven cuya altura era un poco más baja que la de ella, lo que la sorprendía un poco. Casi todas las mujeres con las que interactuaba eran algo más bajas que la joven delante de ella, aunque también lo asociaba a su condición de extranjera a estas tierras

No terminaba de analizarla cuando habló sobre el ser una estudiante que pudiera dejar sus cosas atrás. Su tono de voz, aunque tímido, su forma de hablar y su forma de pararse, además de sus vestimentas, distaban bastante de ser las de un estudiante, aún cuando el rostro delataba su corta edad. Al menos, para los estándares de la profesora de matemáticas

- ... Oh

No ocultó su asombro, aunque no era un rostro que presentara la misma expresividad que las personas de su misma edad. Siendo justos, Alexandra no sentía que la separan más de 5 años de diferencia, pero su forma seria de ser le sumaban un aire de madurez y sentimiento de ser estricta

Casi la hacían sentir como una cuarentona en un cuerpo de veintialgo

- Ze... - fue lo primero que dijo, como si la unión de aquellas dos letras estuvieran integradas en su ADN - , no me parrezió haberrla vizto antez. Como ze eztudiante, o...

No sabía qué decir ni como tratar a la joven doctora. Había escuchado algunas historias de una profesora, la cuál había ingresado al profesorado de la institución con excelentes referencias e historia, casi como una genio que nació entre las aulas, como si la misma Dama la hubiera creado desde su seno para terminar con la aflicción de los estudiantes frente a las materias. Al menos, esa era la historia como la contaban los estudiantes. Ella poco prestaba atención a rumores, sobre todo los que la envolvían.

También se debía a que pensaba que eso de "desde su seno". La única impresión que le dio al escucharlos fue que necesitaban desahogar sus fantasías adolescentes de mejor forma

Casi como si fuera al mismo tiempo, el rastro que había perdido hace rato volvió a sus sentidos, junto con el culpable entremetido en los tobillos de Auria

- Der Täter kehrt immer zum Tatort - murmuró
- (El culpable siempre vuelve a la escena del crimen)

Lo miró de manera seria, pero también como si hubiera descubierto a su archirival. Y, sin embargo, no hiló el que el gato fuera tan amable con la doctora y el que estuviera en el salón. Y no fue hasta la humilde plegaria de la joven que su mirada se volvió a ella.

Sus ojos permanecían tranquilos, pero estudiosos de la situación. Había un débil olor a comida hecha por humanos, por lo que no dudó que la joven delante de ella era la responsable de su alimentación, y consecuente estadía en la institución. En una situación normal, no le hubiera costado el echar al minino de los lugares de estudio.

Eso, claro, si Auria hubiera tenido 20 años más a cuestas, unos 60 kilos más, y hubiera hecho algo para ganarse el resentimiento de Alexandra. Desgraciadamente para la Neko, no se encontraba ninguna de las tres condiciones

Aunque fuera alguien que enseñara en las instalaciones, sus palabras y su actitud eran idénticas a sus alumnos. Era parte de ser joven que no podía sacarse de encima, aún si quisiera. Eso lo odiaba, porque lentamente dejaba de verla como una persona fuera de su círculo a una dentro de este.

"Profesora, ¿puede guardarme un secreto?", "Sé que hice mal, pero...", "No seguí las reglas, pero tenía mis motivos", "No le diga a mis papás, por favor"

Y ahora esto

Se quedó en silencio por algunos segundos, pensante y sin mostrar algo que delatara su siguiente acción. Pero lentamente suavizó el rostro, y solo suspiró, cerrando por un momento sus ojos. Se podían decir muchas cosas de la profesora, y muchas las aceptaba como verdaderas: a veces era mezquina, otras veces una aguafiestas, y en otras ocasiones, estricta como ninguna. Pero si había algo que sus alumnos nunca decían de ella, era considerarla como una perra

- ...

Se agachó por unos momentos, y miró fijamente al pequeño gato. Intercambiaron miradas por largos segundos, como si mutuamente comenzaran a conocerse. Para muchos gatos, el toparse con un Neko era una experiencia completamente nueva en sus vidas. Eran animales que nunca habían visto antes, que tenían sus propios olores y miradas. Aunque los humanos no notaran a uno de estos seres entre los tumultos, para los gatos siempre era una sorpresa muy distinta a la habitual

Antes que pudiera comprenderse del completo, Alexandra ya tenía al joven gato entre sus brazos, mientras que este seguía mirandola con cierta curiosidad a algo desconocido, pero que por los suaves y cuidadosos movimientos de la profesora, le daban cierta seguridad de que no iba a lastimarlo. Al menos, por ahora

Miró hacia su espalda, asegurandose de que no fuera vista por nadie. Cuando comprobó a su derecha e izquierda, entró a la sala de clases, haciendole un gesto a la doctora para que cerrara la puerta

- ...

Tenía bastantes preguntas, sobre todo temas relacionados con la higene. Pero por sobre todas, sentía que había una que debía preguntar antes que nada


- Ze, ¿le ha puezto nombrre al minino?
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Mensaje por Auria 26/12/16, 12:09 pm

Un silencio algo incomodo se instalo entre ambas damas, la mujer que había golpeado a la puerta estaba allí de pie, analizando a Auria como si fuera un objeto ligeramente interesante, pero no lo suficiente como para dirigirle la palabra. Finalmente la doctora desvió la mirada, sintiéndose algo incomoda por el intenso escrutinio, fijo la vista en su compañero felino, que con coquetería se refregaba contra su pierna, ajeno a lo complicado de la situación.

Pronto la atención de la mujer también fue hacia el gato, quien no parecía tan contento de verla allí, Auria suponía que era natural que desconfiara de un extraño, ella misma apenas estaba logrando ganarse su confianza, y le había costado lo suyo. Cuando la profesora relajo el gesto fue como si el tiempo volviera a correr, un suspiro casi imperceptible escapo de entre los labios de la doctora. ¡Y para su sorpresa hasta logro que el gato se subiera a sus brazos!

-Quizás nos cruzamos en alguna oportunidad, en reuniones y eventos de la Orden – Las celebraciones eran algo que abundaban en ese tipo de instituciones, y por más que uno quisiera evitarlas habían ciertos eventos que era de presencia obligatoria.

Se hizo a un lado para que la mujer pase y luego de asegurarse también que nadie las había visto, cerró la puerta. El lugar estaba desordenado, con papeles revueltos, libros abiertos, una pizarra con los temas escritos que Auria había estado explicando hasta hacía un rato, herramientas, tubos y frascos con distintos líquidos, plantas secas y dibujos del cuerpo humano. Estaba desordenado, si, pero no sucio, era un lugar de estudio y trabajo constante en relación a la salud humana y por lo mismo tenía que mantenerse limpio.

-Yo, emmm, no, la verdad es que solo le digo Minino – Respondió encogiéndose ligeramente de hombros – No quería encariñarme con él, ya sabe como son los gatos, vienen y van a su antojo – Se acercó a su mesa de trabajo, sentía la necesidad de atender a su invitada ofreciéndole algo de tomar, pero estaba en un aula, no tenía los elementos adecuados allí y quedaría muy mal si le ofrecía un té servido en uno de los cazos que usaban para las clases.

-No tengo muchas comodidades para ofrecerle – Dijo como disculpándose mientras le acercaba una de las sillas de los alumnos, acercando a su vez otra para ella misma – Mmm por cierto ¿Qué la traía por aquí? ¿Sucedió algo con alguno de los alumnos? ¿O…? – O tal vez ya la había visto con el gato en varias oportunidades y quería encarar el asunto de forma directa, aunque ahora que había pasado y tomado al animal entre sus brazos a Auria la embargaba la sensación de que, en cierto sentido, eran cómplices.

La doctora aun se sentía algo intimidada, técnicamente tenían el mismo rango, pero Auria aún no se acostumbraba a estar en esa posición de “autoridad”, así que no lograba conseguir ese porte imponente que su visita parecía adoptar con total naturalidad.

-Creo que olvide presentarme, mi nombre es Auria, es un placer conocerla Señorita… - Dejo la oración sin terminar para darle lugar a su invitada a que se presente.
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Mensaje por Alexandra Whiskers 20/02/17, 01:01 am

"El aula es el espejo del alma docente"

Fue en su primer año de estudios que escuchó aquella frase, cuando tenía quizás 11 años. Por alguna razón, quedó en su memoria durante muchos años, durimendo con el resto de los recuerdos que descansan y que despiertan ocasionalmente, cuando menos se les quieren. Para la nekomimi, sucedía cada vez que entraba a un salón llena de estudiantes, así como para otros era el recuerdo de una linda chica que usaba aquel singular perfume, o incluso algo tan simple como una piedra en un zapato

Para ella, era siempre igual. No lo entendía, no lo controlaba

Muchas cosas podían decirse del salón en ese momento, y muchas de esas decían sobre Auria. No poseía mucha experiencia con la biología, sobre todo porque no muchas cosas sobre la fisonomía humana aplicaban a ella, pero le atraía un poco. Al menos, lo suficiente para saber que los dibujos eran infinitamente mejores que los que ella hacía

- Eventoz... - murmuró en voz baja

Aún cuando participaba en ellos, se asemejaba a una regla no escrita el mantenerse al margen de la atención de los demás. Era usual encontrarla con otros colegas que enseñaban lo mismo que ella, matemáticas, y eso limitaba su círculo. A veces llegaba uno que otro enamorado galán que caía ante su belleza, pero la muralla con la que siempre se golpeaban era el desinterés de la joven profesora. Era muy raro que aquello variara, aunque solo una vez fue el centro de los chismes...

--
Dos años antes
--

Aún cuando no era un evento en extremo elegante y formal, la presencia de Alexandra era despampanante. No necesitaba un escote que mostrara sus virtudes, tampoco el recortar sus prendas para que la piel fuera la complice de la lujuría. Solo un vestido elegante, de color negro, que dejaba sus manos desnudas, cosa poco habitual en ella. Más allá de lo físico, era el mirarla a sus ojos oscuros era lo que fascinaba. Su elegancia, su forma tan femenina de tomar una copa de vino, sus carnosos labios... era un conjunto de virtudes que hacían que hasta algunas mujeres se sintieran atraídas por la neko

Desgraciadamente, el beber vino en exceso opacó rápidamente sus virtudes

- ... u-un momen..to, mujerr

- ¿... ah?

- Ze... ze, ¿no noz *hipo* conozimos en el... el pazado?

- q... quizás... tu... tu cara...

- ...!

- ...!

Y no tardó en encontrar pelea

- ¡Ya ze rrecuerrdo! Ze di un plato de avena parra que pintarraz la cozina de mi padrre, ¡y nunca la terrminazte!

- ¡Esa avena estaba rancia!

- ¡Pintale la cozina a mi padrre!

- ¡Oblígame!

No tardó en agarrarla del cuello del vestido, y darle un puñetazo en toda su mejilla izquierda. Encontró resistencia en que su oponente también la agarró del vestido, y respondió con un puñetazo en toda su nariz. No le importó que aquello la hiciera sangrar levemente de la nariz, agarró a la humana y la empujó hasta una mesa, con la suficiente fuerza para romperla, haciendo que ambas cayeran al suelo, y comenzaran a repartirse puñetazos entre si

--
En el salón de clases, en la actualidad
--

Aquella fue una de las razones de por qué nunca más bebió vino, ni ningún tipo de alcohol en otro evento a futuro

No pudo evitar sonrojarse levemente cuando recordó esa escena. En un intento por ocultarlo, volvió para revisar al minino, en silencio, por algunos minutos

- Alexandra - le contestó finalmente, después de ver como la joven profesora se presentaba ante ella. Podía notar que expresaba su nombre con un acento muy marcado y distinto a como hablaba habitualmente. No marcaba la R como se la podía escuchar siempre que conversaba

No respondía no por que fuera antipática, no por que no se le antojaba. Las cosas que hacía la neko no eran al azar, aún cuando ella no lo sabía. Y una de las cosas que podían relajar a otros era el que su tono de voz no parecía, en ningún momento, demasiado frío o con antipatía

- La ze verrdad, había ezcuchado de que había un ze gato en loz alrrededorrez - aquello era un poco de mentira, ya que el olor del felino lo había delatado -, porr ezo querría verr que tan verrdad erra

Y aunque no deseaba admitirlo, le preocupaban las pulgas del gato. Aquellos insectos no se propagaban de animal a humano, era extremadanemte raro ver casos en donde un humano tuviera pulgas, o garrapatas, de un felino, y es por que no se pegaban. Muy distinto era cuando se trataba de Nekomimis y gatos

- Tsk, maldito... - murmuró la profesora, mientras que Auria podía escuchar un audible "click" entre los dedos de la neko. Se podían encontrar los rastros de una pulga bajo los dedos sin misericordia de su asesina - ... y ze aparrte, porr eztaz cozaz

Después de 7 "clicks", el gato por fin dejó de sufrir, si es que se podía decir sufrimiento, de estar entremedio de las piernas de Alexandra, para ser devuelto suavemente, como si fuera una carga frágil, a las manos de la profesora más joven, y por el momento, su dueña

- Perro ze nezezitamoz hablarr - dijo, con un tono un poco más serio, mientras volvía a sentarse, y dandose un par de palmadas en la rodilla -, y le agrradezerría que ze zentarra en una zilla parra ello

Todavía no se escuchaba lo suficientemente amenazante como para dar la impresión de que estaba en problemas. Aunque debía reconocer que, con su rostro serio, podía parecer la directora de cualquier centro de estudios, y dar mucho miedo y respeto mientras estaba en ello
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Mensaje por Auria 30/08/17, 06:51 pm

La mujer parecía que por momentos se perdía en sus pensamientos, Auria no podría asegurar si era que el aula hacía aflorar los recuerdos, o el gato, o quizás ella misma, si es que alguna vez se habían visto. Lo cierto es que la doctora no podía asegurarlo, y en cierto modo le avergonzaba el pensar que quizás se estaba presentando por segunda vez, pero no era una persona que socializara mucho, en general se concentraba en sus estudios y en las clases, en el único lugar que se veía con otras personas era en los banquetes y festejos que se realizaban de vez en vez en la Orden.

Esos eventos eran de asistencia obligatoria para todo aquel que tuviera cualquier tipo de cargo, así que a Auria no le quedaba más remedio que ir. También estaban las fiestas que ofrecía en su casa, las familias con apellidos de prestigio se juntaban para cerrar tratos, arreglar compromisos y hacer ostentación de su lujo. Claramente tampoco era un ambiente donde la doctora se sintiera cómoda, pero se aseguraba de cumplir con lo que se esperaba de ella, el no hacerlo le hubiese acarreado problemas mucho peores.

-¿Ya se difundió el rumor? – Dijo Auria en tono preocupado – Pensé que… Bueno, en el único momento que lo veo bajar es cuando viene a por comida así que… - Ingenuamente había creído que ella era la única que lo alimentaba, cuando era evidente que debía tener varios humanos que se encargaban de mimarlo – Espero que no echen al pobre animal, creo que es muy útil tenerlo aquí, no he vuelto a ver una sola rata desde que me visita.

Y en los grandes castillos las plagas podían ser un verdadero problema, se comían los alimentos que se guardaban en las alacenas y los sótanos, sin contar con que contagiaban varios tipos de enfermedades que, al vivir en comunidad, se dispersaban con mucha facilidad. Sin duda tener un gato era muy ventajoso, más allá de algún que otro inconveniente que pudiera causar como… Las pulgas.

-Sí, note que tenía algunas pero no me deja que se las quite, y cuando se pone demasiado fastidiado es capaz de morder, jajaja, tiene bastante temperamento – Cuando Alexandra termino, la doctora lo agarro con mucho cariño y le hizo algunos mimos, pero al fin y al cabo era un gato salvaje, en cuanto se le antojo dio un salto y se alejó de su “dueña” para dedicarse a cosas más importantes como limpiarse con la lengua – Aunque parece que se entendió de inmediato con él, tiene buena mano para los animales.

Auria dejo de reír y se sentó tal como la mujer le había sugerido, no se imaginaba qué cosa tan seria podía querer hablar así de repente. Por décima vez intento recordar si la había visto en otra oportunidad, pero ahora estaba casi segura que solo podía habérsela cruzado en alguna fiesta y solo de pasada. Aun así se quedó sentada y bien derecha, como si estuviera a punto de dar lección ante una maestra especialmente exigente.

-Por más que lo intento no puedo imaginar que asunto podría ser tan serio – Dijo con sinceridad la doctora – Si le preocupa que cuide bien al gato puede estar tranquila de que así será, su presencia es algo que en verdad valoro, las tardes de lectura pueden ser muy solitarias a veces – Dijo sonriendo con dulzura – Aunque tal vez estoy totalmente equivocada y no tiene nada que ver con esto… - Luego decidió quedarse callada para permitirle por fin a Alexandra el explicarse.
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