Al agua, patos

Shakemaw era un paraje hermoso y tranquilo. Lo que equivalía a decir que Bonnie lo encontraba mortalmente aburrido. Pero a medida que se acercaban a la zona de las pozas, se iba animando. Le gustaba el agua, y sin duda aquel sitio con su salto de agua y sus aguas calientes y frías era de lo más singular. Cuando tuvieron las primeras piscinas naturales a la vista, se adelantó a saltos hasta el borde de una de ellas y se encaramó a la roca que la delimitaba. Miró al agua con curiosidad, pero en lugar de ver su imagen una burbuja apareció en el líquido blanquecino y tibio y estalló silenciosa.

-Vamos, date prisa –dijo con impaciencia, haciéndole señas a Seizan con los brazos como si temiera que el agua fuera a desaparecer de un momento a otro. Corrió por el borde de la piscina hasta la pared que la separaba de otra, y se puso a caminar por encima de ella, juguetona, con los brazos en cruz y poniendo un pie delante de otro con extremo cuidado, como si estuviera paseando por la cuerda floja.

Seizan estaba maravillado por la belleza de aquella isla. Ciertamente era un paraíso como le habían comentado. Todo era belleza allí donde miraras y, a medida que se acercaron a las piscinas naturales se sentía más y más fascinado. Ciertamente una vez que ayudara a Bonnie con su búsqueda, volvería a la isla a disfrutar de todos y cada uno de sus rincones.

Se dio cuenta cuando la pictsie le metió prisa, que aquel lugar no era el adecuado para lavarse, si para relajarse y disfrutar, pero no creía que la gente viera con buenos ojos que un tipo sucio y maloliente se metiera vestido a aquellas maravillas de la naturaleza. Se quedó unos instantes parado, miró alrededor. Por suerte parecía haber poco gente, si no ninguna, no debía de ser una hora muy concurrida. Por esta vez ignoraría lo que su conciencia le decía. Encogiéndose de hombros se acercó a buen paso a la piscina donde Bonnie se había asomado y se quitó la ropa, quedándose en calzoncillos y metió poco a poco en el agua.

- Aaaah, esto sí que es un paraíso. Podría pasarme horas aquí.

Antes de recostarse contra las rocas de la piscina se frotó el cuerpo rápida y vigorosamente, antes de que nadie pudiera aparecer y decirle algo. Luego se acomodó, olvidando por completo que sus ropas también necesitaban un buen lavado.

Mientras Seizan se sumergía en su misión higiénica, Bonnie continuó haciendo equilibrios imaginarios sobre las divisiones de las piscinas, yendo de aquí para allá en un zigzag errático, deteniéndose en ocasiones para observar las plantas del fondo que se podían distinguir bajo las cristalinas aguas de las piscinas frías o para husmear la suave bruma que flotaba sobre las piscinas calientes, intentando analizar el agradable aroma que transportaba. Estaba aproximándose a un pequeño salto de agua en el extremo más alejado del lugar, cuando le pareció escuchar una vocecilla tras las rocas sobre las que el agua se deslizaba a trompicones. Bonnie se detuvo y se concentró en aguzar el oído para convencerse de que no estaba en un error.

En seguida volvió a oírlo. No se había equivocado. Pero seguía sin ver a quién pertenecía la voz. No había nadie visible por los alrededores –presumiblemente, era la hora de la siesta para los habitantes del lugar. Y sin embargo, la voz provenía de algún lugar entre las rocas, aguda a la vez que provista de un extraño eco, que repitió un par de veces la misma pregunta, cada vez más alto:

-¡Eh, señor! ¿Has pagado la entrada?

Localizando el punto de donde llegaba el sonido, Bonnie se acercó más, con cierta cautela. Había alguien detrás del salto de agua. Alguien pequeño.

(FDI: Doy por hecho de que la vocecilla está alejada de Seizan y por tanto no la oye, pero si me he equivocado y está cerca y se dirige a él y puede oírla, dímelo y modifico)

Seizan seguía a la suyo, frotándose el cuerpo con calma mientras se relajaba al calorcito de la piscina donde se había metido. De vez en cuando echaba una ojeada a su nueva amiga y sonreía; Bonnie parecía disfrutar también del lugar, aunque aún no se hubiera bañado.

Cuando consideró que ya se había quitado el mal olor del cuerpo, volvió a echar un vistazo a su alrededor, sin distinguir a nadie excepto a Bonnie que parecía interesada en un salto de agua. Con un rápido movimiento metió sus ropas bajo el agua para poderlas lavar. Esperaba que le diera tiempo a frotarlas antes de que nadie llegara, luego ya las dejaría a secar en alguna rama.

Volvió a mirar a la pictsie mientras frotaba por debajo del agua. Era extraño, parecía demasiado interesada en el salto de agua. Arrugó la frente y miró con más detenimiento, pero desde su posición, solo se distinguía a la chica azul muy concentrada.

- ¡¡Ocurre algo!!

Desde luego que Bonnie estaba concentrada… en descubrir a quién pertenecía la voz que salía de detrás del agua. Al parecer, la voz intentaba comunicarse con Seizan, ignorándola a ella, pero no era lo suficientemente potente como para que el joven la oyese desde donde se encontraba. La voz pareció determinar lo mismo, porque en seguida volvió a la carga, con más energía y más aguda que antes.

-¡Digo que si has pagado la entrada! –chilló la voz, acabando la exclamación con un tono rasposo y una tosecilla, señal de que se había quedado sin aire antes de tiempo.

-No te va a oír con toda esa agua por en medio, tontaina –espetó Bonnie, escurriéndose por debajo de la cortina de agua-. Y además, yo no he visto por ningún lado que haya que pagar entrada. ¿Quién eres tú, el portero?
El propietario de la voz, al ver la silueta de la pictsie perfilada a contraluz, soltó un gritito y cayó sentado hacia atrás. De inmediato soltó otro gritito y se levantó rápidamente.

-Me he mojado los pantalones –se lamentó-. Mamá se pensará que no me he aguantado…

Bonnie contempló al mozalbete en silencio y con una horrible mueca de matrona pintada en su rostro. El sujeto en cuestión, un chiquillo humano que no tendría más de siete años, al ver la expresión de la muñequita azul suprimió el final de la frase. Era como estar frente a Akonkawa, la encargada de la escuela. Todos los niños la temían cuando se enfadaba.

Seizan observó como Bonnie seguía en su empeño de mirar algo que él no distinguía, aunque le pareció distinguir como una voz muy lejana. Suspirando salió del agua, dejó sus ropas tendidas en el suelo para que se secaran y se acercó hasta Bonnie.

Contempló la escena del chiquillo con los pantalones mojados y la mujercita azul mirándole y llegó a una conclusión equivocada, pero la más natural para él. El niño se había asustado al ver a la pictsie se había hecho pis encima y estaba tan asustado que no sabía ni que decir, al parecer Bonnie tampoco colaboraba en quitarle el susto.

Para él, Bonnie era una criatura extraña, pero encantadora que se había propuesto ayudarle, no había visto nunca a la mala leche que podía llegar a tener, ni había visto que había ocurrido asique se arrodillo al lado del niño con un sonrisa

- ¡Hola pequeño! No tengas miedo de Bonnie, ni tampoco de mí. ¿Te has perdido? ¿Necesitas algo?

-¡No le hagah mimoh qu’el crio sinvergüenza ehte te quería cobrar entrada! –exclamó Bonnie, de bastante mal humor. Reconocía la picaresca a kilómetros de distancia. Su familia la había inventado, qué caramba. Y por supuesto, no soportaba que intentaran pegársela a ella.

-Un pantalón seco y un clujío, necesita. S’ha sentao en un charco, por bobo.

-¡Yo no soy bobo!

-No, ya se ve que ereh dehpabilao de sobra…

El niño hizo un puchero y la pictsie se puso de espaldas y cruzó los brazos, con el ceño fruncido. Quedaba de cara a Seizan, y cuando se dio cuenta de que no llevaba nada puesto, se volvió un cuarto de vuelta, como quien no quiere la cosa aunque ligeramente más azulada.

-No me he perdido –dijo el muchachito-. Vivo al lado del mercado. Y estoy de vacaciones –se defendió. A menudo le echaban en cara que se pasaba el día sin hacer nada más que gandulear por la isla. Pero ¿qué iba a hacer cuando no había clases y los otros niños eran demasiado mayores o demasiado pequeños para jugar con ellos?

Seizan escuchó las palabras de Bonnie, al principio con bastante sorpresa, pensado que la pictsie era demasiado cruel con un niño, pero después dándose cuenta de que el niño era realmente espabilado y algo caradura, pero en el fondo, solo era un crio.

- Yo creo que lo que deberías es volver a casa y cambiarte de ropa e ir a jugar con otros niños. Lo de tratar de timar a los mayores no está nada bien.

Miró a Bonnie que había vuelto a darle la espalda, luego hacia sí mismo y de nuevo a Bonnie. No recordaba que se había quitado la ropa interior y por eso no le había dado mayor importancia a no ponerse los pantalones mojados. Se giró y echó a andar hacia su ropa.

- De todos modos creo que nosotros debemos irnos, me gustaría averiguar algo más antes de que se haga tarde.

Llegó rápidamente hasta su ropa y se la puso, aun mojada, bastante deprisa.