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TRAMA #1: El comienzo de la guerra.
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Mizik Ponjater
Otto Hoenheim
Rogelio Bonifante
Gonzalvus
Zeiss Ethesian
Songèrie
Chelsie
11 participantes
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Re: TRAMA #1: El comienzo de la guerra.
Otto se dejó caer pesadamente al suelo sentado cuando alcanzaron al fin al resto del grupo... Estaba agotado físicamente, pero su desbordamiento anímico era lo que más factura le estaba pasando en aquel momento.
Mientras más sucedía, más convencido estaba de que él no tenía el perfil de mago aventurero. Añoraba sus días pacíficos en Moramaile, cuando su preocupación más grave era que Wolfgang no descubriera que aquella noche se le había olvidado barrer trabajando en un artefacto cualquiera.
Los buenos viejos tiempos...
Por primera vez, dedicó una mirada al grupo de fugitivos que se había formado. Una chiquilla que era poco más que una niña jugueteaba con un gato, la malabarista ilusionista que había realizado aquel número en la plaza estaba cerca de ella mientras una mujer con.... ¿pelaje y cola de gato? Y una máscara de galeno atendía su rodilla... Un hombre de baja estatura estaba junto a ella, una cara que reconocía, que no esperaba encontrar en aquel lugar y, después de haber visto sus habilidades en Kuzueth, francamente se alegraba de tener cerca. Gonzalvus.
Además, otro chico, este moreno y extrañamente familiar se había acercado a hablar con Nube-de-Tormenta. Aquella voz....aquella forma de hablar... ¿Podía ser aquel chiquillo que se pasaba la tardes en el pueblo persiguiendo a cuentacuentos? ¿Cómo diablos se llamaba...?
- ¿Mizik...? Por la Dama, ¿eres tú?
Ciertamente, aquel estaba siendo el día más extraño de su vida... y aún quedaba mucho por delante
Mientras más sucedía, más convencido estaba de que él no tenía el perfil de mago aventurero. Añoraba sus días pacíficos en Moramaile, cuando su preocupación más grave era que Wolfgang no descubriera que aquella noche se le había olvidado barrer trabajando en un artefacto cualquiera.
Los buenos viejos tiempos...
Por primera vez, dedicó una mirada al grupo de fugitivos que se había formado. Una chiquilla que era poco más que una niña jugueteaba con un gato, la malabarista ilusionista que había realizado aquel número en la plaza estaba cerca de ella mientras una mujer con.... ¿pelaje y cola de gato? Y una máscara de galeno atendía su rodilla... Un hombre de baja estatura estaba junto a ella, una cara que reconocía, que no esperaba encontrar en aquel lugar y, después de haber visto sus habilidades en Kuzueth, francamente se alegraba de tener cerca. Gonzalvus.
Además, otro chico, este moreno y extrañamente familiar se había acercado a hablar con Nube-de-Tormenta. Aquella voz....aquella forma de hablar... ¿Podía ser aquel chiquillo que se pasaba la tardes en el pueblo persiguiendo a cuentacuentos? ¿Cómo diablos se llamaba...?
- ¿Mizik...? Por la Dama, ¿eres tú?
Ciertamente, aquel estaba siendo el día más extraño de su vida... y aún quedaba mucho por delante
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: TRAMA #1: El comienzo de la guerra.
Reconoció a la chica malabarista, al tal Gonzalvus y a la niña a la que acompañaba; a todos ellos les había visto lo que parecía horas y horas atrás, mientras todo el mundo aplaudía y se lo pasaba bien con malabarismos... Y pensar que todo había comenzado con un espectáculo, vino caliente y pastelillos sólo para transformarse en lucha, sangre derramada y cadáveres.
- No os pongáis demasiado cómodos - dijo entrecortadamente mientras intentaba recuperar la respiración -. La vegetación no queda lejos; si conseguimos llegar hasta allí sobreviviremos al día.
La frase en realidad debería haber sido "tendremos más probabilidades de sobrevivir al día", pero no quería desalentar a nadie dejando demasiado evidente la incertidumbre, ¿verdad? Se obligó a mantenerse de pie aunque le temblaban las piernas después de aquel esfuerzo; se apartó el pelo de la cara e intentó refrescarse un poco, muerto de calor como estaba. Sabía que no era el momento para pensar en ello, pero notaba su cabellera inusualmente ligera después de habérsela cortado. Volvió a atarse el pañuelo para apartar e pelo de su rostro y suspiró.
- Chico Alto, mi muy querido, no te dejes caer demasiado. Y economiza fuerzas: si os conocéis, hablaréis más tarde.
¿Aunque quién era él para recomendar que nadie callara? Observó por el rabillo del ojo lo que aquella mujer-gato que habían recogido por el camino hacía por la pelirroja. Era útil tener un médico, así que no se quejaría de ello aunque se tradujera en una persona más de la que tirar. Él, al menos, no tenía ninguna gana de morir en Shamataw sólo porque Ashper no se dignaba a respetar una festividad, y por tanto tenía toda la prisa del mundo en ponerlos a todos en marcha, con heridas que atender o sin ellas. Esperaba que la mujer se limitara a un tratamiento básico.
- Volver a intentar llegar hasta los barcos nos mataría. Ya lo intentamos y ya perdimos nuestra oportunidad. Ahora estamos atrapados en esta isla, ¡cruel destino!, ¿verdad? Hay que moverse. Y en cuanto antes, mejor.
- No os pongáis demasiado cómodos - dijo entrecortadamente mientras intentaba recuperar la respiración -. La vegetación no queda lejos; si conseguimos llegar hasta allí sobreviviremos al día.
La frase en realidad debería haber sido "tendremos más probabilidades de sobrevivir al día", pero no quería desalentar a nadie dejando demasiado evidente la incertidumbre, ¿verdad? Se obligó a mantenerse de pie aunque le temblaban las piernas después de aquel esfuerzo; se apartó el pelo de la cara e intentó refrescarse un poco, muerto de calor como estaba. Sabía que no era el momento para pensar en ello, pero notaba su cabellera inusualmente ligera después de habérsela cortado. Volvió a atarse el pañuelo para apartar e pelo de su rostro y suspiró.
- Chico Alto, mi muy querido, no te dejes caer demasiado. Y economiza fuerzas: si os conocéis, hablaréis más tarde.
¿Aunque quién era él para recomendar que nadie callara? Observó por el rabillo del ojo lo que aquella mujer-gato que habían recogido por el camino hacía por la pelirroja. Era útil tener un médico, así que no se quejaría de ello aunque se tradujera en una persona más de la que tirar. Él, al menos, no tenía ninguna gana de morir en Shamataw sólo porque Ashper no se dignaba a respetar una festividad, y por tanto tenía toda la prisa del mundo en ponerlos a todos en marcha, con heridas que atender o sin ellas. Esperaba que la mujer se limitara a un tratamiento básico.
- Volver a intentar llegar hasta los barcos nos mataría. Ya lo intentamos y ya perdimos nuestra oportunidad. Ahora estamos atrapados en esta isla, ¡cruel destino!, ¿verdad? Hay que moverse. Y en cuanto antes, mejor.
Zeiss Ethesian- Cantidad de envíos : 174
Re: TRAMA #1: El comienzo de la guerra.
Valeria tomó suavemente entre sus manos la rodilla de la niña, manchando sus garras de sangre. Primero trató de que la articulación se estirara, y luego la dobló de nuevo. Parecía que no había problema con los huesos, buena señal. Así que la feran extrajo del baulillo que llevaba al cinto unas vendas y unas hojas frescas que partió para que sacaran un poco de jugo.
- Ezto te va a ezcocer un pelín. Pero no te preocupez. Zolo zerá al principio.
Colocó las hojas con cuidado sobre la herida y luego las vendó. Quizás habría sido recomendable limpiar bien la herida, comprobar la profundidad de esta, y seguramente suturarla, pero no había tiempo, y además, ya había otro paciente a la cola.
Dirigió una amplia sonrisa a la niña antes de decirle:
- Ya eztá. Ze pondrá bien, prima donna.
Se giró para encontrarse con el muchacho que le había pedido ayuda. Su cara llena de pecas unida a ese extraño saludo y lo de “señorita médica” le impidió perder la sonrisa que había dedicado a su anterior paciente. Pero entonces se fijó en el pelo sucio sobre la cabeza, y se dio cuenta de que ese pringue era sangre. Una herida en la cabeza podía ser insignificante o tremendamente peligrosa.
De un salto se puso en pie y se acercó al chico, dirigiendo tanto sus zarpas como su mirada directamente a la herida. No tenía buena pinta. Parecía haberse cerrado y abierto en más de una ocasión. No había tiempo para suturar, pero en este caso sí que era imprescindible desinfectar antes de nada. La doctora rebuscó entre sus frascos y encontró lo que buscaba. El frasquito contenía una sustancia amarillenta espesa. Siempre le había repugnado el olor del bálsamo de arce, pero sin duda mataba las infecciones mejor que ningún otro. Antes de abrir el frasco se colocó la máscara, la cual solía molestarle y solo la utilizaba en situaciones especiales. Con un algodón extendió la sustancia en torno a la herida, observando cómo esta absorbía el líquido, devolviendo una espuma blanca que retiró con una gasa. Con la herida un poco más visible comprobó que era bastante profunda y necesitaría sutura, pero aun podía esperar un poco. Así que colocó las mismas hojas que le había puesto a la niña y vendó la frente del chico.
- Luego tendréiz que exzplicarme como oz hiziztéiz eza herida tan fea. Pero de momento aguantaraz bien. Y zi nadie ze eztá muriendo deberíamoz, como dice el caballero, zalir de aquí por pataz. Quizáz haya algún lugar donde tengan a heridoz, puede que a loz galenoz que vinieron conmigo lez haya dado tiempo a montar una tienda o algo.
- Ezto te va a ezcocer un pelín. Pero no te preocupez. Zolo zerá al principio.
Colocó las hojas con cuidado sobre la herida y luego las vendó. Quizás habría sido recomendable limpiar bien la herida, comprobar la profundidad de esta, y seguramente suturarla, pero no había tiempo, y además, ya había otro paciente a la cola.
Dirigió una amplia sonrisa a la niña antes de decirle:
- Ya eztá. Ze pondrá bien, prima donna.
Se giró para encontrarse con el muchacho que le había pedido ayuda. Su cara llena de pecas unida a ese extraño saludo y lo de “señorita médica” le impidió perder la sonrisa que había dedicado a su anterior paciente. Pero entonces se fijó en el pelo sucio sobre la cabeza, y se dio cuenta de que ese pringue era sangre. Una herida en la cabeza podía ser insignificante o tremendamente peligrosa.
De un salto se puso en pie y se acercó al chico, dirigiendo tanto sus zarpas como su mirada directamente a la herida. No tenía buena pinta. Parecía haberse cerrado y abierto en más de una ocasión. No había tiempo para suturar, pero en este caso sí que era imprescindible desinfectar antes de nada. La doctora rebuscó entre sus frascos y encontró lo que buscaba. El frasquito contenía una sustancia amarillenta espesa. Siempre le había repugnado el olor del bálsamo de arce, pero sin duda mataba las infecciones mejor que ningún otro. Antes de abrir el frasco se colocó la máscara, la cual solía molestarle y solo la utilizaba en situaciones especiales. Con un algodón extendió la sustancia en torno a la herida, observando cómo esta absorbía el líquido, devolviendo una espuma blanca que retiró con una gasa. Con la herida un poco más visible comprobó que era bastante profunda y necesitaría sutura, pero aun podía esperar un poco. Así que colocó las mismas hojas que le había puesto a la niña y vendó la frente del chico.
- Luego tendréiz que exzplicarme como oz hiziztéiz eza herida tan fea. Pero de momento aguantaraz bien. Y zi nadie ze eztá muriendo deberíamoz, como dice el caballero, zalir de aquí por pataz. Quizáz haya algún lugar donde tengan a heridoz, puede que a loz galenoz que vinieron conmigo lez haya dado tiempo a montar una tienda o algo.
Valeria Gianetti- Cantidad de envíos : 9
Re: TRAMA #1: El comienzo de la guerra.
Nada pudieron hacer las tropas de Shamataw ante la superioridad en número, equipo y experiencia de los invasores. Para ser una tropa bisoña, equipada y preparada a medias, su valor en batalla fue admirable, pero totalmente infructuoso. Un par de horas después de haber comenzado, el combate terminó y los soldados de Ashper avanzaron incontenibles sobre Shama, dejando una estela de muertos a su paso; no llevaban prisioneros.
Las escasas fuerzas que habían quedado en tierra para custodiar el puerto, rindieron sus armas sin batallar ante la superioridad del adversario y fueron encerradas en el edificio de la Lonja. La toma de Shamataw había sido ya consumada y la resistencia militar terrestre, aniquilada, pero los dos barcos que guardaban la bahía eran una posible amenaza que el comandante de las tropas no estaban dispuesto a permitir.
A una orden suya, ígneas flechas – procedentes de casas botes requisadas por el invasor – hendieron el cielo de la tarde que moría e hicieron blanco en los dos barcos de Cessele surtos en la bahía. Los marinos que alcanzaron a huir, arrojándose a las aguas, fueron capturados y encerrados también en la Lonja.
La ley marcial y el toque de queda fueron prontamente decretados y para evitar posibles fugas, las casas flotantes en que residía la población de Shama fueron también quemadas y sus ocupantes, forzados a armar un improvisado campamento en la zona de los muelles. La victoria militar había sido completa, pero el comandante quería sofocar, antes de nacer, cualquier intento de rebelión civil. Un mensajero fue despachado a Shake con la orden de traer a Matakaw y al jefe de la guardia del balneario.
Lenguas de fuego iluminaban el ya oscuro cielo de Shamataw cuando, frente a un público impotente y cautivo, el comerciante y el militar fueron ejecutados, mediante flechas, para escarmiento de la población civil.
La enseña de la Dama había llegado a la idílica isla con muerte y destrucción, la resistencia militar había sido aniquilada y la población civil, amedrentada. Sin embargo, mientras el cuerpo de Matokaw yacía aún sobre las arenas de la playa y humeaban todavía los restos de las casas flotantes, aquí y allá, pequeños grupo y personas solitarias lograban evadir el cerco de los invasores y buscaban refugio en el bosque.
FDI: Esta historia continúa acá En el ojo del huracán
Las escasas fuerzas que habían quedado en tierra para custodiar el puerto, rindieron sus armas sin batallar ante la superioridad del adversario y fueron encerradas en el edificio de la Lonja. La toma de Shamataw había sido ya consumada y la resistencia militar terrestre, aniquilada, pero los dos barcos que guardaban la bahía eran una posible amenaza que el comandante de las tropas no estaban dispuesto a permitir.
A una orden suya, ígneas flechas – procedentes de casas botes requisadas por el invasor – hendieron el cielo de la tarde que moría e hicieron blanco en los dos barcos de Cessele surtos en la bahía. Los marinos que alcanzaron a huir, arrojándose a las aguas, fueron capturados y encerrados también en la Lonja.
La ley marcial y el toque de queda fueron prontamente decretados y para evitar posibles fugas, las casas flotantes en que residía la población de Shama fueron también quemadas y sus ocupantes, forzados a armar un improvisado campamento en la zona de los muelles. La victoria militar había sido completa, pero el comandante quería sofocar, antes de nacer, cualquier intento de rebelión civil. Un mensajero fue despachado a Shake con la orden de traer a Matakaw y al jefe de la guardia del balneario.
Lenguas de fuego iluminaban el ya oscuro cielo de Shamataw cuando, frente a un público impotente y cautivo, el comerciante y el militar fueron ejecutados, mediante flechas, para escarmiento de la población civil.
La enseña de la Dama había llegado a la idílica isla con muerte y destrucción, la resistencia militar había sido aniquilada y la población civil, amedrentada. Sin embargo, mientras el cuerpo de Matokaw yacía aún sobre las arenas de la playa y humeaban todavía los restos de las casas flotantes, aquí y allá, pequeños grupo y personas solitarias lograban evadir el cerco de los invasores y buscaban refugio en el bosque.
FDI: Esta historia continúa acá En el ojo del huracán
Narrador- Cantidad de envíos : 157
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