Lazos de sangre

A ver si recuerdo: Anochecía y eso fue lo que me despertó, más allá de sentir la cama más fría y más vacía que al amanecer. Soy así, cuando más de la mitad del sol está bajo el horizonte me despierto.

Me cubrí a medias con la sábana y me levanté, total que si estaba sola no tenía porqué taparme, y si mi amante aun andaba por ahí -cosa que dudaba- ya me había visto desnuda. Pero no, su ropa no estaba en el suelo y el baño estaba vacío. Mejor, más simple.

Tomé un rápido baño y me peiné, ignorando el hambre que sentía. Aunque, mientras mordisqueaba una manzana, me dije que no era hambre sino antojo. Hacía tiempo que Kara y yo no cazábamos, y aunque no nos hacía falta y la variedad era de agradecer, extrañaba la sangre… la extrañaba y mucho.

Terminé de vestirme: Una vaporosa falda negra y un corsé con detalles azules por debajo del encaje negro, botas negras y altas que terminaban justo debajo de la falda, pelo suelto, una pulsera plateada, y lista para salir.

¿Y Kara? Aun dormía, en ese momento estaba segura y enseguida lo comprobé. Entré a su habitación, en donde seguramente se había dado una escena muy parecida a la que había vivido yo el día anterior. Pero como en mi cuarto, no había ni ropa de hombre ni amante vestido.

Me le acerqué con cuidado y la desperté con un suave beso, justo a un lado de la nariz y muy, muy cerca de la comisura de los labios.

-Cariño… arriba, ya es de noche. -Le murmuré al oído, para que despertara tranquila y de buen humor.

El suave toque de unos labios, muy cerca de los míos, me arrancó de mi plácido sueño; su aroma me dijo claramente que no se trataba del amante ocacional que había aceptado en mi lecho cuando amanecía, sino que era mi querida hermana.

- ¿De noche ya? ¿Tan pronto? – protesté, mientras me estiraba cuan larga era, desperezándome, para luego sentarme en la cama.

Técnicamente no era de noche aún, aunque el sol ya se había ocultado por completo aún subsistía la luz del día que se iba apagando lentamente. Salí de la cama y me acerqué a la ventana para contemplar la lenta muerte del día, me fascinaba como los contornos de las cosas se difuminaban a medida que las sombras llegaban; tenía que recordar levantarme un poco más temprano para poder pintar todo aquello. Incluso quizás debería intentar pintar antes de la puesta del sol, por la mañana temprano o a mediodía, seguramente las luces y las sombras debían cambiar con cada hora, podía ser hermosa.

Me había levantado de la cama completamente desnuda, no tenía pudores con mi hermana y que alguien pudiera contemplarme a través de la ventana de la habitación me tenía completamente sin cuidado; tranquilamente continué mi observación hasta que asomaron las primeras estrellas y entonces me volví a mirar a Enid. Aunque no se había maquillado aún, estaba muy guapa con su vestido negro con toques de azul y ese brillo particular en sus ojos, un brillo que yo conocía muy bien: era la mirada de la cazadora.

- ¿Tienes algún plan especial para esta noche, tesoro?

-Sí, bonita, ya es de noche y estamos de nuevo solas. -Lo dije en tono aliviado, a las dos nos gusta la compañía pero nunca faltaba el entrometido de turno que no sabía cuándo era suficiente.

La desnudez de mi Kara me traía sin cuidado. Toda nuestra vida juntas, nos conocíamos en todos los sentidos y eso incluía cada centímetro de nuestra piel. No me iba a cohibir por verla como tantas veces nos habíamos visto, no tenía sentido.

Había llamado “bonita” a mi hermana, y de verdad lo era. Provocaba abrazarla, y no nunca fui de las que se negaran un gusto. La abracé por la cintura y dejé mi barbilla descansando en su hombro para ver lo que ella veía. El atardecer ya terminaba, las estrellas salían y la luna llamaba, sería una noche hermosa y fresca.

Le di otro beso, este cerca del cuello, y la solté para acercarme al espejo. Era una de las cosas de nuestra vieja vida como vampirezas que no extrañaba, los espejos. Maquillarse era tanto más fácil si una veía lo que hacía, y hasta me hacía preguntar cómo lo había logrado antes sin ayuda.

-Esta noche tengo hambre, cielo… -hice una pausa para pintarme los labios de azul profundo. -La carne me aburrió por unos días, y morder una fruta no es lo mismo. ¿Tu qué piensas?

Sonreí cuando sentí los brazos de mi hermana alrededor de mi cintura y su barbilla en mi hombro y me eché un poco hacia atrás para sentir mejor la tibieza de su piel. Me gustaba que Enid fuera mi hermana y me gustaba cuando me mimaba de esa forma, ella era siempre mucho más expresiva que yo y aunque a veces lo detestaba, otras lo agradecía.

Me miré en el espejo a la par que la veía a ella cuando se maquillaba. Nuestro aspecto era tan diferente que a muchas personas les costaba creer que fuéramos mellizas, como si fuera obligación que todos los mellizos tuvieran que parecerse como si fueran gotas de agua. La gente solía ser muy tonta e ignorante y por eso me gustaba mantenerme bien lejos de ella. Me bastaba con la compañía de Enid y algún macho para entretenerme en el lecho, nunca el mismo, por supuesto.

No me sorprendió cuando me dijo que tenía hambre y que no apetecía ni carne ni fruta, lo había adivinado en su mirada.

- Pienso que es una bella noche para cazar – dije mientras me dirigía al baño.

Que linda ella. Le sonreí por el espejo, aunque ya me había dado la espalda, y pasé a pintarme los ojos. Tan tierna, siempre me entendía.

Hacía ya tres noches que habíamos llegado a Trinacria, después de ese tan aburrido y lento viaje en barco. Un par de mimos y cariños habían alcanzado para que el contramaestre nos dejara subir gratis, y eso era una suerte. Teníamos algo de dinero, cortesía del dulce de Raphael, pero yo aun no quería trabajar y estaba bastante segura de que Kara tampoco, asique mejor ahorrar.

Y siguiendo con esa línea, habíamos estado dos de las tres noches gratis en aquella posada. ¡Se puede lograr tanto cuando un posadero se siente solo! Pero no iba a hacerle más favores. Esa noche habría que pagar, y ese era un gran motivo para que aquella fuera nuestra última noche allí y ampliar nuestros horizontes.

-¿A dónde quieres ir, vida? -También podía ser la anteúltima, si nuestra cacería salía bien.

Me sumergí gozosa en el agua tibia de la tina y empecé a enjabonarme lenta y cuidadosamente, los baños rápidos no eran para mí. A pesar de nuestra inesperada expulsión del clan, las cosas nos habían ido bastante bien hasta el momento, no habíamos tenido necesidad de gastar nada del dinero que Raphael nos había dado, se pueden conseguir muchas cosas con un poco de zalamería y un poco de seducción. De todos modos el elástico no podía estirarse para siempre y tarde o temprano tendríamos que gastar el dinero que teníamos y buscar la manera de conseguir más. Trabajar, qué cosa desagradable, mejor no pensar en eso aún, ¿para qué?, ya habría tiempo.

¿Adónde ir? No habíamos visto mucho de la ciudad, que era bastante grande, en las tres noches que llevábamos ahí, quizás conviniera explorarla a fondo, ver sus posibilidades.

- Dicen que el palacio es hermoso, querida. ¿No te gustaría conocerlo?

Listo el maquillaje, me senté en la cama y me recosté con cuidado de no arrugar la ropa o despeinarme.

-¿Crees que encajaremos en el palacio, Kara? -pregunté con mi tono más ingenuo. Toda nuestra vida pasada había sido de reinas, estábamos criadas para eso.

Me levanté y me puse a curiosear un poco en el armario de mi hermanita. Casi nada ahí me entraba, que envidia. Me tentó pedirle prestado unos guantes de encaje que tenía, pero no lo hice. Aquella noche quería lucir mis uñas largas.

-Quizá encontremos un par de nobles curiosos, hace tiempo que no veo sangre azul. -Solté una risita en lo que me acercaba al baño. -¿Necesitas ayuda ahí dentro, vida?

La fingida ingenuidad del tono de Enid me hizo reír. ¿Qué si encajaríamos en el palacio? No faltaba más un palacio era nuestro lugar natural, que hubiéramos tenido que dejar aquel en que habíamos vivido, no alteraba la verdad de ese hecho.

- Encajaremos mejor que muchos de los que encontremos ahí, ya lo verás.

El agua se estaba enfriando, hora de salir ya. Salí indolentemente del agua y me envolví en la toalla al mismo tiempo que mi hermana se acercaba para ofrecerme ayuda. Definitivamente, eso era lo que más me fastidiaba de ella, que por ser la mayor pensara que tenía que ayudarme ¡hasta en el baño! ¡Joder!

Todavía secándome, me asomé a la puerta y la miré con aire de desafío.

- ¿No crees que soy lo bastante mayor como para poder bañarme sola?

-En eso tienes razón. ¡Hay cada desastre en la nobleza!

Terratenientes gordos y fofos, duques que abocan sus perversiones en cualquier cosa menos en mujeres, nobles varios que apenas saben leer y escribir pero que heredan títulos absolutamente inútiles: De esos abundan.

Nobles de verdad, como nuestro Raphael, de esos había tan, pero tan pocos… daba pena, y la sigue dando.

El arrebato de mi hermanita me enterneció, lo recuerdo bien. Pero evité demostrarlo, hubiera sido desastroso.

-Si bonita, claro que lo eres. -Me le acerqué con aire arrepentido y la abracé por el cuello. Ya en eso, entrelacé mis dedos detrás de ella y bajé la cabeza, aunque mirándola a los ojos mientras le hacía un puchero. -Es que te extraño cuando te alejas de mí. ¿Me perdonas?

Sabía que estaba intentando manipularme, lo sabía de sobra, Enid nunca lograba engañarme, aunque nunca dejaba pasar la ocasión de intentarlo. Pero me hizo gracia su actuación y eso disipó mi enojo, aunque iba a atormentarla un poco antes de perdonarla, sino no tendría gracia el juego.
- ¡Eres una marrullera! – exclamé con tono de enojo y la empujé, no muy fuerte, para zafarme de ella y que me dejara pasar.

Sin mirarla, le di la espalda y empecé a sacar algunas prendas de mi armario, el vestido de terciopelo y encaje quedaría muy bien para aquella noche. Cuando tuve mi ropa dispuesta, me volví y la miré, con los brazos cruzados y aire serio.

- Si quieres que te perdone, tendrás que ganártelo.

¡Tan tiernucha ella! A veces me molestaban un poco sus caprichos, pero esa noche íbamos a ir de caza y eso me ponía de muy buen humor. Igual tocaba seguirle el juego: Elegí ser la parte arrepentida, y lo iba a mantener. ¿Qué gracia tenía, sino?

-Anda… ¿no te gusta que te cuide, y te mime, y te trate como a mi reinita? -le pregunté en el tono más zalamero que tenía, mientras me le acercaba despacio por la espalda.

La dejé escoger su ropa tranquila, nunca nos interrumpíamos mientras hacíamos eso. Era una de las reglas internas y tácitas que teníamos desde siempre. Pero cuando se volteó, la recibí inmediatamente con un abrazo de disculpa.

Empujé su nariz con la mía y la besé donde lo había hecho al despertarla, meciéndola un poco entre mis brazos con aire “sinceramente” arrepentido. En parte tenía razón, era una niña grande y sabía cuidarse sola, ¡pero no podía evitarlo!

-¿Qué tengo que hacer para ganarme tu perdón, hermanita querida y adorada?

¿La verdad? Tuve que hacer un esfuerzo para no soltar una carcajada ante su simulacro de arrepentimiento, estaba muy graciosa con ese aire de súplica en sus ojos verdes, la muy farsante. La coquetería era su marca de fábrica, la había visto usarla innumerables veces para engatusar a cuanto incauto se le cruzara por el camino y muchas veces había intentado usarla conmigo, también. Pobrecilla, se le olvidaba que podía leer en ella como en un libro abierto.

Si me llegaba a reír, echaba a perder el juego, así que mantuve la compostura y me revolví un poco para zafarme de su abrazo y mirarla con aire severo.

- ¿Qué que tienes que hacer para ganarte mi perdón? Voy a pensarlo.

Adopté un afectado aire pensativo durante algunos instantes y luego la miré con aire de triunfo.

- ¡Ya sé! Tendrás que ser mi camarera, ayúdame a vestirme para empezar.

La seguí mirando con el mismo aire de súplica mientras meditaba mi “condena”. Fingíamos tanto, parecíamos actrices improvisando una obra. Eso me hizo pensar en que hacía tiempo que no íbamos al teatro, ¿quizá la noche siguiente podríamos hacerlo? Cuando acabara el jueguito se lo propondría a Kara.

Afortunadamente yo ya estaba cambiada y maquillada, sino nunca le hubiese seguido el juego. De todas formas mejor apurarnos, la noche llamaba y mi hambre no disminuía sólo con distraerme. Todavía quedaba encontrar a un buen par de presas, atraerlas, seducirlas… de sólo pensarlo me daba más hambre, pero la dulce de mi hermana me trajo de nuevo a la realidad.

-¿Vestirte, cariño? ¿Segura que quieres cubrir una piel tan bonita? -Le hice una caricia en algún punto entre la espalda y la cintura, no recuerdo bien, y le sonreí con mucha picardía antes de asumir mi papel de sirvienta. -Como ordene, ama. ¿Con cuál de sus atuendos deleitará la vista de los pobres mortales que se atrevan a mirarla?

- Por mi saldría a la calle tal cual, pero ya sabes que los humanos se escandalizan con facilidad y no queremos escándalos en una noche de caza, ¿no?

Su caricia me provocó cosquillas y tuve que reprimir una risita para no delatarme. Con lo cosquillosa que soy tuve suerte de que no eligiera ese método para tratar de ablandarme, me hubiera ganado enseguida, pero el hambre la estaba acuciando demasiado y no estaba completamente concentrada en el juego, más bien quería terminar luego.

Yo ya había escogido mi ropa, pero no pude resistir la tentación de alargar la situación y atormentarla un poco más, sabiendo como sabía que quería que saliéramos luego, Con la mayor calma del mundo, volví al armario y junto al vestido de encaje y terciopelo negro que había dejado sobre la cama, puse uno de satín púrpura y otro de tisú azul oscuro y la miré con aire interrogante.

- ¿Cuál crees que me sienta mejor?

-¿A qué te refieres con "escándalo", preciosa? -le di un beso en la nariz, conteniendo apenas las ganas de morderla en el cuello. ¿Ya me habían salido los colmillos, tan temprano? Pobre Kara, mejor que se terminara pronto o tendría que cazar yo sola.

No, ni yo me creo eso. ¿Salir, sola? En esa época no era siquiera una opción para nosotras. ¡Como si una pierna pudiera caminar sin la otra! Éramos más ingenuas de lo que creíamos, pero francamente se sentía bien.

Igual no iba a hacerle cosquillas, con mis ánimos aquella noche lo mejor era evitar, o más bien reprimir, el contacto físico. Al menos hasta encontrar alguna presa... lo cual no solía ser complicado. Pero a veces el proceso se alargaba.

-El púrpura hace juego con tu pelo, querida. -A pesar de todo, mantuve la calma. Era importante que nos viéramos bien, ambas. -¿Por qué no te pones ese y te atas el pelo con una cola alta? Tu espalda se vería bien.

- Oh, ya sabes, miraditas, cuchicheos, gritos, todo eso, podrían espantarnos la caza.

Que mi hermana sintió deseos de morderme y los reprimió apenas, fue para mi tan claro como si me lo hubiera dicho de viva voz. Ya era hora de terminar el juego, ella mantenía la calma, pero no podía saber cuánto le iba a durar y no quería que termináramos peleándonos de verdad, ya que yo no iba a dejarme morder de ninguna manera, siempre hay límites que mantener. Claro que siendo más fuerte que ella no me iba a costar trabajo dominarla, pero no quería que las cosas llegaran hasta ese punto, así que me tragué las ganas de seguirla molestando y me apresuré a terminar de arreglarme, pero sin dejar que ella notara la razón de mi repentina prisa.

- ¡Vaya!, el baño me dio hambre, será mejor que me apure, a ver si encontramos un bocadillo de sangre azul en ese palacio. ¿Me ayudas a atarme el pelo, tesoro?

Hablaba mientras me vestía, podía ser realmente rápida cuando quería. Guantes de encaje, zapatos de tacón alto y una gargantilla de oro completarían mi atuendo.

Hyou acababa de llegar a Trinacria hacía un par de días. Entró a la posada donde encontró a los mismos borrachos de siempre, sentados en la barra. Cuando abrió la puerta, todo el mundo se giró silenciosa e inmediatamente para observar quien era, y fijaron su mirada en él, aquel encapuchado que recién entró en la posada. Hyou, llevaba una larga capa de un tono cobrizo, y llevaba la capucha puesta. Pasaron unos minutos y la gente retornó a sus asuntos: su cerveza, las cartas, las charlas, etc.

A medida que transcurrían los minutos, las conversación se retomaban y se iba elevando el volumen poco a poco, cosa que los agudos oídos del dragón no pasaron por alto. Esto le producía una leve molestia que le tornaba un tanto irascible. Caminó rápidamente hacía el pasillo de habitaciones, donde se quitó la capucha revelando la cara de un joven de unos 21 años de edad; de ojos azules; con un tatuaje que “atravesaba” verticalmente la parte derecha de su rostro y una pequeña melena que no llegaba a la altura de sus hombros, de un tono azul oscuro.

Uno de los borrachos, interesado en el encapuchado siguió a Hyou, pero este no tardó en notar su presencia haciendo uso de su olfato, pues aquel hombre desprendía un horrendo olor a alcohol. El borracho, impresionado ante el extraño color de pelo, Hyou podía oscurecerlo o aclararlo pero no era aun capaz de quitarle el tono azul, se le acercó gritando estrepitosamente sin lograr que palabras coherentes saliesen de su boca. El dragón echó un rápido vistazo al pasillo, el cual estaba vació, y sin remordimiento alguno, golpeó fuertemente al hombre dejándolo tumbado en el pasillo. Aquellos gritos le habían penetrado dolorosamente los tímpanos.

-Estúpido....

Hyou se dio la vuelta y continuó caminando por el pasillo hacia su habitación.

[Off rol: Perdón perdón perdón por la tardanza!!!! Y bienvenido, Hyou! Sangre de dragon bebé~ ^.^]

-Sí, nos quedaríamos con hambre. Pero para otra noche no estaría nada mal, ¿cierto?

Ya era hora de que se apurara. ¿Habría notado mi urgencia? Seguro, me conoce tan bien como yo misma. A lo mejor me había leído la mente... no se me ocurrió en ese momento, pero de haberlo hecho la habría perdonado por lo bonita que se había puesto para la ocasión.

-Claro, vida. -Le até el pelo en una cola alta, después de todo no se había opuesto a mi idea. Aproveché para dar un último vistazo a mi aspecto en su espejo, pero en el fondo sabía que mi hambre no me dejaría quedarnos para que cambiara nada. -¿Vamos?

Le di un beso en la mejilla como disculpa adelantada a no esperar su respuesta, y me dirigí a la puerta. Y al abrirla, el pasillo en el que se encontraba el recién llegado dejó de estar vacío.

-Oh... -No muy elocuente por sí sólo, pero mi tono fue espontanea y genuinamente sorprendido. -Enid, querida, mira lo que me encontré...

Le dirigí una sonrisita por encima del hombro a mi hermana, una sonrisa que ella ya conocía y que significaba lo mismo que siempre: El juego empezaba. ¡Y temprano, aquella noche!

-El azul hace juego con mi vestido, pero contrasta muy bien con el rojo...

Le sonreí al muchacho de cabello azul (imposible no notar ese detalle) y me aparté de la puerta para dejar pasar a Kara y acercarme a él, en ese orden de prioridad.

-Buenas noches, señor. Mi nombre es Enid, Enid Vanator, y... -recordé que a mi hermanita no le gusta que la presente, asique le tendí mi mano izquierda para que la besara como el caballero que esperaba que fuera. - ¿...usted es?

Todo con mi mejor sonrisa y mi tono más dulce. ¡Era tan divertido!

Hacía ya rato que había notado su urgencia y por eso había puesto fin a mi juego, hay que hacer ciertos sacrificios para conservar la armonía entre hermanas. Sin embargo, la conocía tanto que no tenía ninguna necesidad de leerle la mente. ¿Para que hacer el esfuerzo cuando con sólo mirarla podía adivinar lo que estaba pensando y sintiendo? Así de transparente era mi hermanita para mí, aunque ella no se diera cuenta, lo cual era mucho mejor para las dos.

Mientras ella me ataba el pelo en una cola alta, yo aproveché de pintarme los ojos con khol, lo que les daba un efecto muy dramático. Era el único maquillaje que solía usar, le daba a mi mirada un efecto hipnótico que me encantaba. Estaba afinando los detalles cuando Enid ya no pudo contener su impaciencia y se dirigió a la puerta, tras darme un beso de disculpa. Sin embargo, no me apresure, algo como el maquillaje de los ojos tiene que estar bien terminado y, de todos modos, ya podría alcanzarla luego… o quizás no, mi hermana era más rápida que yo. Como sea, su sorprendido ¡Oh! y el anuncio de que había encontrado sí me hicieron levantarme y acercarme a la puerta con rapidez; la curiosidad es algo muy poderoso.

Lo encontrado era realmente muy interesante, un muchacho de cabello y ojos azules, algo muy poco común, ¿su sangre sería también azul? Antes de que acabara la noche lo sabríamos.

- - Karalink Vanator – me presenté sencillamente, haciendo una venia.

Juzgando que ya había cumplido con el protocolo, me retiré a un discreto segundo plano y le dejé todo el escenario a mi hermanita para que desplegara toda su coquetería y seducción.

[PD. Siento la tardanza ^^"]

Hyou se giró para ver a dos despampanantes y bien vestidas muchachas. Ambas salieron a presentarse, una era Enid y la otra Karalink, ambas llevaban el mismo apellido, Vanator, por lo que dio por hecho que eran hermanas, y muy hermosas, pero a pesar de ser dos mujeres realmente bellas, no sentía atracción hacía ellas, y era normal, pues era un dragón al fin y al cabo. Aun así fingió asombrarse al verlas, pues no quería ofenderlas con su indiferencia

Enid le tendió la mano, Hyou la cogió y con una leve reverencia le dio un beso en ella, por el contrario la hermana, se había quedado atrás. Tras besarla la mano, procedió a presentarse él

-Encantado seño.... –

No llegó a terminar la frase al darse cuenta de que estaba hablando en “otro” idioma y no en el común, y es que aún seguía algo aturdido por el alto volumen de la taberna y la atractiva fragancia que desprendían aquellas mujeres no ayudaba embriagando su olfato. Con una leve mueca se despertó un poco y procedió a presentarse correctamente:

-Encantado señoritas, el placer es mío, mi nombre es Hyou.

Hizo otra leve reverencia para acompañar sus palabras antes de proseguir:

-Y...¿Qué trae a tan bellas mujeres por este lugar?

Porque la verdad que a juzgar por las apariencias, tenían pinta de pertenecer a la clase alta, o por lo menos tener una cantidad considerable de dinero y riquezas, por la forma en que vestían y por sus modales. Le resultaba extraño ver a ese tipo de gente por tabernas normales del pueblo en lugar del castillo.

Mi querida hermana me cedía la exclusividad, muy dulce de su parte. Más le valía no arrepentirse luego, si el muchacho me gustaba no iba a compartirlo. Aunque quizá sí, si me lo pedía amablemente. ¿Qué estaba haciendo Kara, seguía maquillándose? Oh, no importaba, esa vez no me volteé a mirar.

-¿Cómo dice, señor? -balbuceaba, eso no era del todo bueno para su imagen. -Ah, ahora sí. Encantada de conocerlo.

Después de que liberó mi mano, me puse a jugar con mi cabello con esa sonrisa de "sí, me estoy haciendo la tonta, y los dos lo sabemos" que tanto me gustaba. Se lo veía un poco ido, y no en el buen sentido. No pareció fijarse demasiado en mi tampoco, y eso me molestó. ¿Acaso prefería a mi hermanita? Si era el caso, más le valía tener un hermano... de otra forma no sería un trato justo.

-Prepararnos para la noche, nada más. Escuchamos que había una fiesta en el palacio, y pensábamos ir... -sonreí, con una sonrisa que hubiese mostrado mis colmillos de no tenerlos ocultos- a no ser que surja algo más interesante para hacer.

Soy directa cuando tengo hambre. ¿Alguien puede culparme?

-¿Y qué lo trae a usted por aquí, señor... Hyou? -sonaba raro eso. -Si no le importa la pregunta, ¿sólo "Hyou"?

¿Mi hermanita estaría leyéndome la mente en ese momento? Si era así, de seguro sentía mi mensaje de que se apresurara.

Cuando Enid estaba de cacería toda su atención se fijaba en la presa y en desplegar todo su encanto para atraparla y el resto del mundo desaparecía para ella, y eso a veces podía ser muy peligroso. Ahora volvía a ser así, estaba tan concentrada en el muchacho de pelo azul que ni siquiera había advertido que yo no había regresado a la habitación y que seguía parada ahí, tras suyo. Si yo no estuviera siempre ahí para cuidarla mi hermanita se habría metido en muchos y gordos líos, pese a que presumía que ella era la mayor y se comportaba casi como mi niñera.

El muchacho, que se presentó como Hyou, tenía buenos modales pero me parecía algo extraño. Había murmurado algo en otro idioma, estaba casi segura, pero eso no era lo raro, ya que probablemente era tan extranjero como nosotras. Lo realmente insólito era que pese a sus galantes palabras, no sentía la menor atracción por alguna de nosotras, ni siquiera un poquito. Nunca nos había ocurrido algo así con un humano, así que me puse en guardia, por si acaso, mientras veía como mi hermanita jugaba con la comida.

- Tal vez el señor Hyou quiera escoltarnos hasta el baile, tesoro, podríamos charlar por el camino – propuse con voz insinuante.

No tenía intenciones de entrometerme en las estrategias de Enid, pero era mejor que saliéramos luego de la posada, ella se estaba impacientando.

(FDI: Siento haber tardado tanto :S:S:S:S He estado un poco liado con los estudios últimamente ^^ procurare no tardar la próxima vez )

Hyou ya se había despejado del todo. Su atención estaba fija en Enid puesto que era la que estaba en un primer plano. Parecía un tanto molesta pero podía ser por cualquier razón. Aun así, le seguía pareciendo extraño que dos invitadas a palacio se alojasen en semejante vulgar taberna. Si que era cierto que la riqueza no hace a las personas pero los ricos no solían mezclarse con el pueblo. La pregunta le sonó extraña, solo tenía un nombre, ¿qué tenía aquello de raro?

-Si señorita, únicamente Hyou

Respondió educadamente. Karanlik también había hablado posteriormente a su hermana Enid. Eso desvió su atención de Enid y se centró en ella. Se encontraba detrás de Enid por lo que no podía verla claramente. Hyou había aprendido a no fiarse de nadie hasta que se demuestre lo contrario por lo que sin dejar de atender a Enid, su atención estaba centrada principalmente en su hermana. Al escuchar sus palabras, miró un momento hacia arriba en señal de pensar.

-Pues no es mala idea señoritas, si se me permite, estaría encantado de escoltar a semejantes bellezas a palacio, y responderé gustoso a cuantas dudas tengáis.

No tenía pensado hacer nada, pero ya que se lo proponían sería interesante ver el palacio y pasar la noche con aquellas dos señoritas. Estaba algo aburrido últimamente y pensó que podría ser interesante. En cuanto terminó de hablar, se hizo a un lado para que ellas pudiesen salir cómodamente al pasillo y caminasen delante de él, porque de aquel modo podría ver venir cualquier cosa que se pudiesen traer entre manos. Un pequeño sentimiento de desconfianza le invadía, pero las ganas de salir y hacer algo, no se lo dejaban advertir claramente.

-¿Vamos?

Dijo alegremente una vez se hizo a un lado, y esperó a que ellas saliesen de su habitación.

Sin apellido, tan raro. ¿Sería un esclavo? No lo parecía. Bueno, a lo mejor estaba escapando de algo y quería ocultar su procedencia. Eso lo hacía más interesante, peligroso y esas cosas que me gustan tanto.

¡Oh, la idea de mi hermana fue maravillosa! No el insinuar que Hyou nos acompañara, sino el hecho de decirlo en voz alta.

-Es usted todo un caballero, señor Hyou. -Me incomodaba mucho no poder llamarlo por su apellido. Favorecía mi fachada de tímida, era más complicado interpretarla sin eso. -Y un caballero no permitiría que camináramos sin acompañante, ¿verdad?

La señal que le hice a mi querida Kara era sutil, pero ella la conocía bien. Tomé a Hyou del brazo y esperé a que ella hiciera lo mismo, como si con hacerse a un lado el peliazul nos hubiera invitado a hacerlo.

-Si, vamos.

Aun no sabía qué tipo de hombre era, pero me iba haciendo una idea. Ya encontraría una forma sutil de pedirle su cuello…

(FDI: Weeeeeeeeee, por fin, querida, por fin *O* Ya me estaban saliendo telarañas)


Reprimí una sonrisa notar la mirada de Enid al oír que el muchacho sólo tenía un nombre, nada de apellido; casi podía ver que fantasías se formaban en su cabeza. Ni falta hacía que sondeara su mente para eso, me bastaba haber pasado toda mi vida con ella, la chica era una romántica incurable. Un hombre que no quiere dar su apellido tiene un aire de misterio, de cosa oculta y peligrosa que a ella le encantaba. Esta presa estaba resultando muy apetecible para mi hermanita, seguramente lo iba a pasar muy bien esta noche.

A mí lo que me inspiraba el chico era curiosidad, había algo diferente en él, algo que se me escapaba. Tenía buena apariencia, sus modales eran corteses y las palabras con que había aceptado la invitación a acompañarnos eran muy galantes, pero no me fiaba del todo de él. De repente capté en su mente algo que tal vez explicaba mi desconfianza hacia él: él no confiaba en nosotras; quería venir con nosotras, pero no se fiaba, por eso se había puesto detrás nuestro.

La señal que Enid me hizo era inconfundible y la obedecí de inmediato, apoderándome de un brazo del peliazul.

- - Por supuesto que alguien tan galante como el señor Hyou no nos va a dejar caminar solas, tesoro, como puedes pensar eso – acoté, dedicándole una dulce sonrisa al aludido - – Vamos ya.

No tenía la menor idea de porque Hyou desconfiaba de nosotras, no podía entrar tan profundo en su mente. Tanto podía ser que así fuera su carácter como que notara algo extraño en nosotras así como yo lo notaba en él. Como fuera, no iba a dejar que caminara a nuestras espaldas, eso siempre es un riesgo. No iba a soltar su brazo hasta que Enid me lo indicara claramente y aún entonces lo seguiría vigilando.