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Mensaje por Alexandra Whiskers 14/10/16, 02:48 pm

El día transcurría lentamente, mientras muchos daban por terminado sus entrenamientos, o sus estudios. Por desgracia de aquellos quienes eran considerados tutores, las labores nunca terminaban. Siempre había algo con que complementar el trabajo, ya fuera preparar el material de estudios para los próximos días, preparar material especial para quienes se quedaban atrás, o cartas informativas hacia los padres de algunos estudiantes. No siempre eran malas, unas veces solo trataban de informar sobre el rendimiento de los jovenes, otras veces eran recomendaciones. Aquella tarde, por ejemplo, yahabían tres cartas selladas en el escritorio, de un tamaño humilde y, sorprendentemente, sin el sello de La Orden de la Dama todavía. La cuarta estaba siendo escrita de manera lenta pero con diligencia, mientras que a su espalda, se encontraban dos profesoras que observaban a la Nekomimi con preocupación

- Profesora Alexandra, ¿de verdad se siente bien?

- ¿Siente que está delirando? ¿La frente le arde?

Aquel sentimiento no era infundado, y es que, aún cuando era parte del cuerpo docente, eran muy raras las veces en las que se le veía trabajando, como se le conoce a ser responsable en otras partes del mundo

- ... ze, zaben que ez de mala ze educazión hablarr a ezpaldaz de la gente, ¿no?

- Técnicamente, eso aplica cuando la persona no se encuentra en el lugar - corregía una de ellas, como si se trata de una sabionda -, no tiene un significado tan literal

No demoró mucho en dejar el papel y la pluma de lado para darse vuelta y encarar a sus compañeras de trabajo. Alexandra se veía con una cara de irritación que se combinaba con una seriedad que eran un extraño complemento, pero usual en ella. Una de las profesoras que la miraban a los ojos era la encargada de enseñar escritura y alfabetización. Elizabeth era una mujer de aproximadamente 28 años, con un pelo castaño oscuro y de ojos de los mismos colores. Su tez era blanca, y su complexión física era complicadamente de algunos kilos extra. Claro, ella le echaba la culpa de ello el parir un hijo hace algunos meses, pero no es que muchos le creyeran esa excusa

La segunda maestra se la conocía con el nombre de Liah. Nacida con un color de piel un poco más tostada que el promedio, sus cabellos eran del mismo color que los de su compañera de matemáticas, aunque estos eran más finos y parecían mucho más fáciles de manejar. Su complexión física era algo más peculiar que las dos mujeres que la acompañaban. Debido a que trabajó durante su infancia y gran parte de su adolescencia en una granja, sus manos eran duras y los callos podían sentirse apenas daba la mano, así también los músculos de sus brazos estaban muy marcados. Aquello no la hacía muy femenina, por lo que terminaba ocultándolos bajo ropas que, a veces en verano, se notaban realmente incómodas

Pero a veces, una mujer debía que hacer lo que tenía que hacer

- Ze he de imaginarrme que uztedez tienen todo el ze trrabajo lizto, ¿no? - las miraba con una clásica combinación de irritación y seriedad que no mostraban que estuviera rencorosa ni nada, sino más bien sin ganas de tolerar molestias

Ante aquella pregunta, solo el silencio se hizo entre las presentes. Sus dos interrogadoras se miraron por algunos segundos, sin cambiar su expresión, para volver nueva e inquisitivamente hacia la neko. En una situación normal, en un lugar de trabajo común y corriente, probablemente aquella pregunta hubiera sido considerada como un desafío de labores entre profesores, algo que quizás si se daba en ambientes de trabajo competitivos. Pero el hecho de que la profesora, quien fuera catalogada como "atrasada en sus labores" por cinco años consecutivos, para no decir "irresponsable" y herir sensibilidades, preguntara eso, no daba mucho lugar a la credulidad

- - ...

- ...

- ...

-  ... de acuerrdo, hoy ze quize zer rresponzable - dijo en una voz un poco más baja que el tono ocupado anteriormente, mientras desviaba la mirada hacia otro lado

- Vamos, profesora Alexandra. No es que estemos echando en cara ni nada - aclaro una de las presentes, Elizabeth -. Es más, nos alegra ver que poco a poco se esté tomando su trabajo tan responsablemente

- Nos alegra, de verdad - ambas cambiaron las caras para demostrar que hablaban en serio, lo que terminó consiguiendo que la neko suavizara su expresión, ya no para mostrar irritación, sino algo cercano al aburrimiento

Aquello solo le ganó un suspiro a ambas profesoras

- Ze... tomarré algo de airre, llevo ezcrribiendo demaziadaz carrtaz parra mi guzto

- Por supuesto, hay que saber equilibrar el trabajo -  respondió una

- Una mente despejada siempre da equilibrio al alma - contestó otra

Alexandra no era alguien que guardara sus costumbres y hábitos. Es por eso que a veces sus acciones eran muy distintas de las de una mujer de su edad, como por ejemplo, estirarse lo más que pudiera después de estar tanto tiempo sentada. Las personas que trataban con ella estaban más que acostumbradas, pero no dejaba de ser un trato que no se repetía muy a menudo entre los muros de las fortificaciones pertenecientes a La Orden de la Dama. Era más habitual encontrarla entre malandrines y piratas, y quizás si no llevara un elegante vestido, pasaría muy desapercibidamente entre estos

Pero había cosas que nunca cambiaban, por mucho que los años transcurrieran. Es por eso que se quedó parada por algunos minutos, observando el lugar muy detenidamente. Sus ojos se movían como si fueran los de un depredador, el cuál observaba en búsqueda de oportunidades, estudiando el ambiente, el como todo se movía, el tiempo, el viento

El letrero decía "Café Crumby". Era un lugar amueblado con una temática que era muy atrayente para las mujeres en general. Los colores eran vivos y no dependían de un rojizo oscuro de los típicos restaurantes. Tampoco se amontonaba todo en un espacio justo para los clientes, se podía sentir el buen uso del espacio y la privacidad de cada mesa. Hablando de ellas, habían de todas las formas: habían algunas pegadas a la pared, y que eran para dos personas, mientras que algunas parecían invitar a cuatro amigas. El exterior también tenía una pequeña terraza en donde seis mesas dejaban un buen lugar para respirar aire fresco y disfrutar de luz del sol. Eso, hasta que una carreta tirada con caballos pasaba y dejaba todo el aire inmundo a suciedad o restos de carga que llevaban las personas

En la entrada, un pequeño letrero que decía "Gran Inauguración" invitaba junto a una dama de corta estatura. Su vestido era de una pieza, de un color rosa pálido con algunas lineas escarlatas verticales que bajaban desde sus hombros hasta lo más bajo del vestido. Desde la cintura hacia un poco más abajo de sus rodillas, el vestido se formaba en forma de campana, lo que lo estilizaba frente a sus pares. Encima de ella, un conjunto parecido a los de las sirvientas le daba un tono más formal

La chica en si medía algo más de 1.55 metros. De tez blanca, cabellos castaños y ojos de color verde, daban la impresión de que había sido escogida meticulosamente para la atracción de clientes, aunque también fue escogida con esas condiciones para mantener la delgada linea entre la admiración y los celos de las clientes. Por mucho que fuera un lugar idealizado para la compañía femenina, también daban la bienvenida a clientes masculinos, y no podían distraer la clientela con tanta belleza

A veces no funcionaba, como era el caso de Alexandra

- Ehh... señorita, ¿s-sucede algo con mi cara? - preguntó nerviosa la chica que estaba en la entrada de la tienda. La nekomimi era de gran tamaño, de 1.80 metros, por lo que alguien imponente mirandote a la cara no era para poco. Mucho menos si se encontraba sonrojada, mirando a los ojos de la chica, levemente agachada para coincidir sus estaturas

- Ze, zolo chequeaba que fuerraz de verrdad - confesó. Y es que, por alguna razón, las cosas lindas en general, como la chica, llamaban mucho su atención

- ¿De... verdad? - solo obtuvo que la profesora asintiera - ¿Segura que... no quiere pasar a beber algo?

Cuando dijo esas palabras, la neko volvió un poco en si, y se irguió, para mostrar nuevamente lo alta que era. Analizó sus posibilidades, aunque no demoró mucho en decidirse

- Ze, ¿zirrven té?

- ¿Ah? - la chica no entendió lo que estaba diciendo

- Ze zi zirrven té

- ... disculpeme, no le entiendo

El acento extranjero de la profesora no ayudaba a que la gente pudiera comprender lo que decía la mitad del tiempo. Para algunos era más fácil cuando estaban años escuchandola, pero para los "recién inscritos", a veces podía ser una tarea no menor

-

- ... Si, té

- Tomarr

- ... Ohhhhhhhhhh - la joven se sonrojo de la vergüenza, y se hizo a un costado, dándole la bienvenida - Si, por supuesto, disculpe. Hay una variada gama de Té que puede solicitar en la mesa

- Ah, ze bien - murmuró, mientras se adentraba al interior del local

Hubiera estado molesta en alguna ocasión común y corriente, pero la chica era muy linda. Se preguntaba si podía llevársela a casa y tenerla como decoración, o como una muñeca. No es que sintiera una atracción hacia ella de manera física o psicológica, pero a veces, cuando despertaba con deseos de vivir en una casa de muñecas, por alguna razón ella parecía una de esas ideales para acompañarla en algún juego de tomar el té o de hablar sobre vestidos
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