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Un choque fortuito

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Mensaje por Arzhel de Loïc 06/07/11, 11:57 am

"Estúpido muchacho... ¿Qué le pasaría por la cabeza en ese momento?"

Era ya la quinta o sexta vez que se repetía con amargura ese pensamiento en su cabeza sólo en aquel el día. Había hecho una promesa, sí, la había hecho, y ahora no podía echarse atrás. Había prometido que lo encontraría y lo llevaría a casa. Parecía ahora casi imposible, ¿pero cómo no hacer tal promesa, cómo no empeñar su vida ante la mirada lacrimosa de los ojos que en otro tiempo le robaron el aliento?

En cualquier caso, ¿por dónde empezar? Su madre suponía que el muchacho habría partido rumbo a Trinacria. Como era de esperar, no había encontrado rastro suyo. Probablemente el chico habría supuesto que alguien lo seguiría, no debía haber ido por los caminos principales. Difícil dar con él, sin duda...

Desde luego, en los cuatro días que llevaba de viaje no lo había visto, ni por los caminos ni por los fértiles campos que los bordeaban. Una vez hubo prometido que saldría en su busca, no tardó ni una hora en arreglar sus asuntos más urgentes, como el encontrar a alguien dispuesto a hacerse cargo del puesto de alguacil del pueblo. De hecho ya le habían propuesto anteriormente abandonar el cargo tras más de diez años de abnegado servicio, debido a su edad que ya pasaba la cincuentena, pero los había rechazado. No le fue difícil encontrar a quién quisiera sustituirle. Qualquier persona que pudiera manejar un arma mínimamente mejor que resto de los pueblerinos sería idóneo, puesto que hacía tanto tiempo que no había ningún problema por allí... Una vez terminado el trámite sólo tuvo que aprestar su vieja montura, Dagodeiwos, un magnífico bayo que lo había acompañado desde que lo robó de las cuadras familiares, y entregar las llaves de su casa a la señora Ponjater, que se había ofrecido, agradecida, a cuidar de su casa mientras se hallara de viaje.

Dagodeiwos había sido un caballo extraordinario en sus tiempos, sin duda alguna. Pero la edad también empezaba a pesarle, y tras una larga jornada al galope picando espuela, pensó que no era prudente forzar tanto al animal. "De todos modos, mucha ventaja nos lleva ya, si no lo hemos alcanzado en todo un día al galope", pensó. Así que desmontó y se detuvieron para descansar. El resto de días transcurrieon al paso, mientras Arzhel veía aquellos campos que hacía tanto que no podía contemplar. Desde su llegada al pueblo, no había salido de él.

Cuado al quinto día divisó Arzhel varías casas en el horizonte, no pudo reprimir una sonrisa cansada. Al fin un lugar en el que hacer un alto. Habría una taberna, con vino fresco y mujeres. Tal vez hubiera incluso algún bardo que animara la cosa.

-Vamos, Dago -golpeó suavemente el cuello del animal-. Sólo un poco más y podremos descansar.

El animal parecía entender lo que decía y su fatigado caminar se volvió de repente más vivo, más alegre, o eso le pareció a Arzhel. Llegaron al cabo de poco tiempo al pueblo, y al pisar las calles, Arzhel desmontó para aliviar de su peso -que tampoco sería excesivo siendo él tan escaso de carnes, por otro lado- al animal, cojiéndolo por las riendas. Necesitaba encontrar la posada o la taberna local, y mientras caminaba lentamente iba observando a los transeúntes, que se giraban a su vez para mirar a aquél extraño, de curioso sombrero y extravagante espada al cinto.

Eran todos campesinos a los ojos de Arzhel, sin ningún interés. Como los de su pueblo. Como los de todos los pueblos. Seres anodinos y aburridos, condenados a vivir una vida anónima. En ese sentido podía entender los actos de aquel muchacho, Ponjater. Para alguien tan soñador, una vida como aquella no era una opción, seguro. Iba en eso pensando, ensimismado, cuando se chocó con un transeúnte que iba en dirección contraria, haciendo sonar, amenazador, cierto tintineo metálico. Eso sorprendió a Arzhel, que cuando lo observó se dio cuenta que no era ningún campesino ni nada que se le pareciera. A cualquier otro con el que se hubiera chocado en aquél pueblo, lo hubiera tratado de imbécil en el mejor de los casos, pero sin saber con quién se la estaba jugando, perfirió no arriesgarse. Éste era de los que las devuelven. No, confiaba en su brazo y en su acero, pero no había motivos para cruzarse a cuchilladas con un desconocido en un pueblo extraño. Pasó por su mente en un destello que tal vez fuera el alguacil del pueblo, razón de más para no tener problemas con él. Se quitó cortés el sombrero, y mientras lo hacía, empezó a hablar:

-Mis excusas, caballero. Lamento decir que no os había visto. No soy de este pueblo, como debéis suponer. Soy un viajero cansado que busca una mesa para mi y un abrevadero para mi caballo. ¿Sois del lugar? ¿Sabéis donde puedo encontrar eso?

Todo lo dijo sin prisa y con tranquilidad, con mucha cortesía. No creía que el otro se hubiera ofendido, pero llevó, por si las moscas, la diestra a apoyar en la empuñadura de su espada disimuladamente.
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Mensaje por Lohengrin 06/07/11, 12:21 pm

El caballero Lohengrin estaba determinado a abandonar Moramaillë en favor de un lugar más tranquilo y oculto. Así pues, dedicaba el día a hacer las últimas compras y pagar las cuentas que había dejado a deber en diversos establecimientos. Necesitaba encontrar pasaje en un barco capaz de transportarlo de vuelta hacia Kuzueth, donde había decidido establecerse definitivamente.

En cierto modo, lamentaba abandonar Moramaillë, y la posada donde había sido tan bien acogido, pero consideraba necesario partir hacia otros lugares. Caminado en dirección a la tienda de un comerciante de pieles, para recoger una capa que se había mandado hacer con el pellejo de una bestia que habia matado semanas antes, vio venir a un anciano a paso muy apresurado, en su dirección.

El hombre parecía tan ensimismado en sus pensamientos que apenas miraba al frente, pero Lohengrin no tuvo tiempo de evitar el choque. El sonido del hierro contra el hierro previno a ambos. Sin duda entre los dos llevaban encima más acero que toda Vizcaya*...

-Mis excusas, caballero. Lamento decir que no os había visto. No soy de este pueblo, como debéis suponer. Soy un viajero cansado que busca una mesa para mi y un abrevadero para mi caballo. ¿Sois del lugar? ¿Sabéis donde puedo encontrar eso?

El hombre dio un paso atrás, y apoyó como al descuido su mano en la empuñadura de su espada.

Un duelista, pensó Lohengrin. Pues solo le faltaba eso el día anterior a su marcha.

"La culpa ha sido mía, señor. Yo también os ofrezco mis disculpas."

Bien. Con buenas palabras se puede llegar a todas partes. Lohengrin se relajó completamente. Reparó en su interlocutor, un hombre de edad, con el cabello ya cano y la voz fatigada, pero sin embargo firme. No le paso desapercibido el extraño sombrero de ala ancha, una moda en extremo curiosa que Lohengrin no terminaba de comprender.

"Solo llevo unos meses viviendo en el lugar, señor, pero puedo daros un buen puñado de direcciones. Si solo buscais mesa y abrevadero, teneis varias opciones..." Le dio las señas de varios lugares, y le recomendó encarecidamente "Las tres ruedas", la taberna donde el mismo habia estado alojado. Buen servicio, lugar discreto, y pocas preguntas. La comida, regular. Tendió al extraño su mano enguantada. "Mi nombre es Lohengrin. ¿A quien debo el placer de haber sido embestido?"


* Solo es una broma... Vizacaya es una provincia del norte de España famosa por la cantidad y la calidad de su producción de acero y otros metales.
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Mensaje por Arzhel de Loïc 07/07/11, 12:46 pm

Si hubiera estado solo, hubiera suspirado de alivio. Por supuesto, ante semejante desconocido no lo hizo, no fuera ni remotamente a pensar que era capaz de provocarle alguna clase de temor o similar. En absoluto. Pero no sería una buena cosa empezar su llegada al pueblo batiéndose con el primer tipo al que encontraba, y realmente se alegraba de que el otro pareciera tener las mismas ganas de combatir que él mismo. En especial tras escuchar el lúgubre tintineo de las armas al chocar sus propietarios.

Lo estudió rápidamente, mientras hablaba: demasiada buena planta tenía para ser un mercenario común y corriente, pero se trataba de un soldado, sin duda. Tal vez un oficial, o un caballero errante de los que se veían tantos en otros tiempos. Con toda seguridad, alguien muy diestro en el manejo de las armas: sus brazos no dejaban lugar a duda. También su manera de hablar reforzaba la idea que se había hecho de él Arzhel. Hablaba a una velocidad correcta, ni lento ni rápido, pero sus palabras eran concretas, iba al grano. A lo militar. Le gustaba. En cierto modo, le recordaba a un viejo instructor que había tenido en sus tiempos mozos, cuando se alistó en el ejército. ¿Cómo era? ¡Ah, sí! Bern, se llamaba. El esbozo de una sonrisa melancólica asomó a sus labios al recordar al viejo sargento.

Cuando llegó el momento de presentarse el desconocido había mencionado sólo su nombre, sin más datos como carta de presentación. ¿Podía ser que tuviera que conocer a tal personaje? No era un nombre común, lo recordaría si lo hubiera oído antes. Cabía la pequeña posibilidad de que el otro esperara alguna clase de reacción de asombro en su interlocutor al mencionar su nombre. Algunas personas son así de vanidosas. "Si lo espera, peor para él", pensó. De todos modos, esa idea no casaba con la que se había hecho del individuo. Sin duda no era alguien corriente, pero parecía más bien del tipo discreto. De los que no dicen nada y son capaces de acabar con media escuadra ellos solos. Y que luego, al preguntarles como lo han hecho, se encogen de hombros, indiferentes.

Hizo todo lo posible por recordar todo lo que el tal Lohengrin le había dicho sobre el pueblo. Cuando terminó de hablar, levantó la mano la mano del puño de su espada y estrechó fuertemente la que el otro le ofrecía.

-El honor es mío, señor Lohengrin.

Tras mucho cavilar sobre cómo presentarse, decidió mencionar su título de caballero -no era un caballero exactamente, pero a fin de cuentas su cuna era noble, y descendía de caballeros-, pues nada tenía que ocultar. No pensaba que tal información pudiera provocar recelo en su interlocutor. Al contrario, tal vez se abriera un poco, si resultaba ser lo que sospechaba. Y si era un detalle que no debiera haber sido mencionado y se ponía en un aprieto, confiaba plenamente en sus habilidades para salir airoso del asunto.

-Muchas gracias por vuestro consejo, sinceramente. Soy el caballero Arzhel de Loïc, nacido en la ciudad de Trinacria -hizo una pequeña pausa, en la que volvió a inclinar levemente el sombrero con la diestra, y prosiguió-, aunque vengo ahora de una villa al sur de aquí, tras varios días de fatigoso viaje. Lo cierto es que podríais serme de cierta ayuda, aunque no haga mucho que vivís en el lugar.

Quizá hubiera visto al muchacho pasar por allí, pensó. Tal vez incluso pudiera decirle hacia dónde se había dirigido. Desde que no lo había visto en todo el camino albergaba serias dudas de que sus esperanzas de cogerlo aún en Moramaillë se cumplieran, pero tampoco estaría de más preguntar.

-Si me hacéis el honor de permitirme que os resarza por este pequeño incidente en la taberna más cercana, esa misma de las tres ruedas, si gustáis, tal vez pueda contaros lo que me trae por vuestro pueblo. Y antes de que digáis que no es necesario, insisto, caballero. Al menos en la compensación.
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Mensaje por Lohengrin 07/07/11, 02:28 pm

"Creo que alguna vez he oído hablar de vuestra casa..." La Casa de Loïc, de Trinacria... Sólo había leído un par de epígrafes en alguno de los libros de la biblioteca de la Orden, pero ya era algo. Tendría que servir. "Lamento deciros que no puedo unir mi apellido al de ninguna Casa, y que no ostento ninguna clase de título ni dignidad. Es un honor para mi también." Reparó entonces en el animal que acompañaba a maese Arzhel. Acarició el belfo y los ollares de la bestia, y lo palmeó en la cruz. "Hermoso animal. Sin duda ha servido muy bien a su dueño. Aceptaré con gusto vuestra invitación, si antes me acompañais a recoger un encargo."

Así pues, ambos hombres se encaminaron al cercano taller del peletero, donde Lohengrin recogió una capa de magnifica factura, hecha con la piel de un enorme animal de pelos negros y tupidos, a la que el habil artesano había añadio un broche de plata. Lohengrin buscó el agujero que había causado la muerte de la criatura, y sonrió satisfecho al no hallarlo. Sacó una bolsa de cuero del interior de sus ropas y pagó con largueza. Salieron de la tienda para encaminarse hacia las Tres Ruedas. Miró con curiosidad al hombre cuando se denominó caballero. Había muchas formas de ser caballero. Y a veces "caballero" y "señor" podían significar lo mismo.

"Yo, señor, solo soy un hombre de armas. Un mercenario, si os agrada la palabra, o una espada de alquiler, si preferís un eufemismo. Ah, esta es la posada. Pero debo deciros que no soy un gran bebedor. Excusaréis que solo tome una o dos jarras, y eso por hacer honor a vuestra compañía. Si deseais alojaros en ella, mi habitación quedará libre mañana."

A Lohengrin le gustó aquel hombre. Una persona afable y tranquila con la que poder beber y charlar. Aunque en ningún momento bajaría su guardia, pues no olvidaba el precio que pesaba sobre su cabeza. Pero su instinto le decía que podia confiar en él (Eh... tu tienes cara de PJ).


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Mensaje por Arzhel de Loïc 07/07/11, 03:46 pm

"¡Por las barbas de mi abuelo, este vino sí que vale la pena!", exclamó Arzhel. Era ya la cuarta o quinta jarra que apuraba para aplacar su garganta sedienta del camino. No es que el vino fuera gran cosa, pero después de un par de días sin catar un trago, pues la pequeña bota que había llevado de casa se terminó antes del primer día, parecía de la despensa del mismísimo Baco. Había sonreído satisfecho cuando Lohengrin aceptó su invitación a compartir unas jarras de buena bebida en la taberna, aunque con la condición de que le acompañara antes a buscar una capa al peletero. Una capa que, dicho sea de paso, parecía de magnífica calidad: piel negra y gruesa, con largos pelos oscuros que le daban la impresión de ser realmente cálida, incluso en climas fríos.

Observó a su compañero. Como había dicho antes, era más bien comedido a la hora de beber, pues lo hacía poco a poco y con mesura. A Arzhel cada vez se le confirmaba más la idea que de él se había hecho: lejos de convencerle con sus palabras de que no era más que un simple mercenario, "una espada de alquiler", cómo él había dicho, cada vez estaba más seguro de que ocultaba sus auténticas factultades. En cualquier caso, el vino acabó con la poca desconfianza que albergaba contra él.

-Antes dijistéis, hip, no sé qué de mi caballo... Tenéis toda la razón: sin querer ofender a nadie, muy difícil os será encontrar en toda Jaspia una montura que igualara al viejo Dagodeiwos en sus buenos años... Incluso ahora, que ya está muy mayor, sigue siendo un caballo formidable... Lo robé de las cuadras familiares cuando... ¿Ya empiezo con mis historias de viejo? Bueno, esta es al menos una buena historia, creédme... Antes habéis dicho que vos sois una espada a sueldo... ¡A fe mía, yo también! Me alisté muy joven en los ejércitos del duque, y llegué a capitán... luego -la mirada del caballero se ensombreció-, luego fui degradado, y fui soldado hasta que me licenciaron, por herida grave y honrosa... Aquí, en la cara... -se señaló por encima de la barba el tajo hecho por los piratas, desde debajo de la oreja hasta la barbilla-. Hip... Como os decía, fui licenciado, y al volver a Trinacria, me encontré con que mi padre había muerto y todo el patrimonio de los Loïc estaba en manos del nuevo esposo de mi madre... Así es como llegué a alquilar mi espada al que más pagara... ¡Hasta que ése degenerado tuvo la osadía de portar éste acero al cinto! -quitó la espada del tahalí, con vaina incluida, y se la mostró a Lohengrin-. ¿La veis? Un acero ligero, pero increíblemente fuerte y tenaz. Dudo que hayáis visto otra como ésta por éstos parajes, a no ser que hayáis viajado mucho, pues son muy extrañas... Es una reliquia familiar, que sólo puede pasar de padres a hijos, y ése crápula tuvo el valor de apropiársela... Sólo os diré que desde del día que lo vi portando la espada, él no volvió a ver un amanecer. Si estabáis por Trinacria en aquellos tiempos, de ésto hará más de diez años, tal vez lo recordéis... el asesinato del señor de no-se-qué...

De repente, un destello de amargura pasó por los ojos del anciano. "Es el único que no me viene a visitar por las noches. El único que se merecía de verdad lo que recibió", pensó un instante. Luego volvieron a su expresión habitual.

-Naturalmente tuve que, hip, huir, y fue entonces cuándo buscando un caballo, me acordé del viejo Dagodeiwos, que había sido mi montura antes de partir a la guerra. Fui a las cuadras de mi antigua mansión, por si aún se encontraba allí, y ¡allí estaba! Desde entonces, no me he vuelto a separar de tan fiel animal. Viví tranquilo, en un pueblo al sur de aquí, durante bastante tiempo.
Y ahora... ahora, ¡porque un estúpido muchacho ha decidido huir de casa, me he tenido que volver a lanzar a la aventura! -Hizo un gesto grandilocuente-. Porque eso es lo que os quería preguntar, ¿no habréis visto por casualidad a un chico de unos dieciséis o dieciocho años, pelo negro, delgado y...?

-Disculpe usted caballero -dijo una voz ronca a las espaldas del viejo

Por lo visto, con su gesto Arzhel había tirado la jarra de su compañero Lohengrin, casi llena, con tanta fuerza que fue a parar sobre otro de los clientes de la taberna, un calvo bigotudo de gran altura.

-¡Ha visto usted lo que ha hecho, botarate! -le gritó el afectado

Eso congeló a Arzhel. Se levantó, con algo de dudas debido a los efectos del vino, y preguntó, con su voz más neutra:

-¿Puede usted repetir lo que me ha llamado?
-¡He dicho que es usted un botarate, viejo borracho! -respondió el otro sin amedrentarse.

Oliéndose pelea, otros dos compañeros, igual de fornidos que el otro, se levantaron y se colocaron detrás suyo.

-Antes podríais haber salvado la cosa con una simple disculpa y una inclinación de cabeza, pero... -empezó Arzhel

Un escupitajo en la cara fue todo lo que recibió por respuesta.

-Aquí tenéis mis disculpas, ¿no muchachos?

Arzhel suspiró, con resignación. Al final sí que habrían cuchilladas aquél día.



fdi. (¿Qué quiere decir que tengo cara de PJ?)
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Mensaje por Lohengrin 07/07/11, 04:48 pm

Lohengrin observó con detenimiento la espada del anciano. Ya antes la había ojeado de soslayo, aunque sin decir nada. "Veo que es una buena ropera de pitones, tiene el ánima de hierro? Dejadme ver lamarca del armero de la bigotera... Yo prefiero una buena espada de batalla, pero algo sé de estas armas, aunque no las manejo con destreza..." Escucho al hombre contar su historia, y al ver su acaloramiento debido al vino, empezó a temer lo peor... Trató de distraerlo con temas de conversación banales. Pero cuando un hombre llegaba a ese estado, solo había una posible solución. Más vino. Tanto como para tumbarlo, y que no causara problemas. Así que alzó su mano para llamar al posadero y pedir una ronda del vino más fuerte que tuviera. Si una jarra de Sangre de Tierrasrojas no lo tumba, le haré tomar otras tres...

Pero no hubo tiempo. En medio de su gesticulación, le dio un manotazo a la jarra de Lohengrin, que salió disparada hacia la mesa contigua. -¡Ha visto usted lo que ha hecho, botarate! - gritó el afectado. Por la Dama, pensó Lohengrin. Tres meses sin peleas en esta taberna, y en mi último día van a caer las estocadas como si lloviera. Pero qué clase de compañero era este viejo loco? Contempló atónito el intercambio de gruesas palabras entre los hombres y Arzhel, y tomó la determinación de actuar. Se irguió en toda su estatura, y golpeó la mesa con ambos puños.

"BASTA. PIDO PERDÓN EN NOMBRE DE MI COMPAÑERO" Se dirigió al hombre calvo, con sus ropas empapadas de vino. "Mi amigo ha bebido demasiado. Comprendo vuestra irritación, pero debe haber una manera mejor de solucionar esto. Tres hombres fornidos como ustedes, qué satisfacción hallarán en golpear a un caballero de edad?" Caballero de edad que muy probablemente podria hacerse tres pellejos para el vino con la piel de esos pobres desgraciados, pensó Lohen. "Yo pagaré su cuenta, y gustoso invitaré a una ronda más. Y a dos, si se tercia. Tan solo pido una disculpa por escupir a mi amigo. Convendréis conmigo en que es lo más sensato."

Miró desafiante a los tres hombres. Reparó en que iban armados. No quería un pelea. Y miró temeroso a su compañero. Mal dados venían los naipes aquella mañana.
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Mensaje por Arzhel de Loïc 07/07/11, 05:32 pm

-BASTA. PIDO PERDÓN EN NOMBRE DE MI COMPAÑERO. Mi amigo ha bebido demasiado. Comprendo vuestra irritación, pero debe haber una manera mejor de solucionar esto. Tres hombres fornidos como ustedes, qué satisfacción hallarán en golpear a un caballero de edad? Yo pagaré su cuenta, y gustoso invitaré a una ronda más. Y a dos, si se tercia. Tan solo pido una disculpa por escupir a mi amigo. Convendréis conmigo en que es lo más sensato."

Oyó esas palabras y miró con cierta cara de agradecimiento al nuevo camarada, aunque las cosas ya habían ido demasiado lejos como para que unas palabras de disculpa bastaran. Se pasó la manó izquierda y se sacudió el asqueroso escupitajo.

-Lo siento mucho -empezó a decir, ante la inicial sorpresa de todos-. Sí, lo siento mucho, querido camarada -se giró a Lohengrin-, por éste espectáculo, hip, lamentable. No tenéis por qué intervenir si no lo deseáis, ha sido todo culpa mía. En tal caso, encargad una o dos rondas más, a mi cuenta, para vuestra merced y yo.

Inclinó la cabeza en un gesto grave hacia su compañero, y luego miró nuevamente al gigantón de los bigotes. Grande, fuerte, una montaña de carne como tantas otras había tumbado. Incluso ebrio, podía perfectamente con los tres, o incluso con más. A fin de cuentas, en un pueblecillo como aquél, no iban a parar muchos maestros de esgrima:

-En cuanto a vos... Veréis, como os dije antes, podríais haber salvado las cosas con una mera disculpa. Sin embargo... -se quedó pensativo. Normalmente no iba alardeando, ni se enorgullecía mucho de su historial, pero el vino de aquella noche lo empujaba a ello-. Soy un hombre consecuente con mis actos... Y una vez maté a un hombre. Cernut, se llamaba. Coronel de los ejércitos de Su Excelencia. Un oficial capaz, aunque cruel en extremo con su tropa... Y desmesuradamente grosero... Hizo un comentario despectivo sobre mi sombrero... -se mesó la barba, como distraído-. Y salimos a dar un paseo...

Si esperaba intimidar a los brutos, no lo consiguió, desde luego. Al contrario, sólo despertó carcajadas en ellos.

-Bien, bien... Salgamos fuera -ordenó. Su voz se había vuelto autoritaria y severa de golpe-. Usted, y sus dos camaradas. Sólo pido que sea fuera para no manchar éste sitio, al que por lo visto mi amigo tiene tanta estima.

Y dicho esto, señaló con el brazo hacia la puerta.

-¡Vamos a reírnos un rato con éste fanfarrón borrachuzo, amigos! ¡Le vamos a bajar los humos!

El caballero no dijo nada. Sencillamente miró a Lohengrin, con una disculpa en sus ojos negros, y se encogió de hombros.

-Cómo gustéis -le dijo.
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Mensaje por Lohengrin 07/07/11, 06:21 pm

Al menos parecía que se evitaría un baño de sangre innecesario. Tal y como proponía las cosas Arzhel, parecía quizá lo más sensato, y aún se podían salvar los muebles. "Dice bien mi amigo. Y sería deshonroso abandonarlo en este trance. Salgamos todos al patio, pues. Sin embargo, podemos convertir esto en un duelo entre dos hombres, o en una vulgar carnicería. ". Así habló Lohengrin a los tres hombres, Puso la mano en el hombro a Arzhel. "Al patio."

El tabernero suspiró de alivio, y los clientes de la taberna cuchicheaban, excitados. En un patio interior, donde estaban los establos, podría solucionarse el asunto. Trancó la puerta el tabernero para evitar una inesperada irrupción de la guardia, ante el disgusto de Lohengrin, que lo hubiera preferido. Había llovido. El barro estaba aún húmedo en el suelo, y todavía quedaban grandes charcos de agua. Lohengrin empezaba a vislumbrar una solución a problema. Miraba a su compañero. Ahora no parecía quedar nada de su borrachera, salvo un leve color rojo en sus mejillas y uno o dos tropiezos al hilar las palabras. Vio como Arzhel se colocaba sus aparejos (los de las armas, malpensados Razz), y cómo dejaba la ropera y la daga justo al alcance de sus manos. Por un momento sintió un escalofrío, pero también la curiosidad por ver al hombre en acción. Aunque nadie le había dado tal potestad, Lohen actuaba como si fuera el árbitro en aquella disputa. Sentía que la vida de aquellos tres imbéciles estaba en sus manos. Diablos, solo con ver a Loïc manejar los cubiertos de su plato, uno podía saber con qué clase de hombre se las estaba viendo. Toda la parroquia de la taberna estaba observándolos, y algunos incluso cruzaban apuestas. Lohengrin en privado apostó una moderada cantidad por su nuevo amigo.

Teatralmente, el caballero Lohengrin sacó su espadón del cinto. Con lentitud, para que su pesado acero cantara al salir de la vaina, bien a la vista de todo el mundo. Dudó un momento entre tomar el escudo o la daga, pero finalmente se decantó por el primero. Y clavó su espada en tierra, con un golpe seco. "Es su decisión, señores. Tres para dos, o uno contra uno." Miró al de los bigotes. Hacía falta una puntilla. "Sois un hombre valiente, señor, o necesitais de vuestros amigos para mediros con un solo hombre?"

No le dijo nada a Arzhel, ya que no había nada que decir. Lohengrin solo se preguntaba donde se hundiría la primera estocada del caballero Loïc.
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Mensaje por Arzhel de Loïc 08/07/11, 07:07 am

Arzhel observó con cierto agrado que el gigantón titubeaba. La inesperada intervención del otro caballero al lado del anciano, y su misma repentina serenidad al sugerir ir fuera les habría creado ciertas dudas sobre con quién se jugaban los naipes. Sin embargo, las palabras de Lohengrin, corteses pero frías como el acero que acababa de desenvainar, eran más mortíferas que una puñalada.

Mientras el bigotudo aún decidía qué responder, Loïc también se aprestó para el duelo, o lo que viniera. Se quitó el sombrero, que se había calado al salir de la taberna, y lo dejó sobre la capa encima de un pequeño taburete ubicado en una de las esquinas del patio. Ahora su figura delgada, sólo cubierta por la camisa y el jubón pardo, parecía hacerse más alta mientras que el tamaño de su espada parecía aumentar a los ojos de la concurrencia.

-Yo, por mi parte, no tengo inconveniente de batirme a solas con vos o con los tres, juntos o por separado. Sin embargo, creo que puedo decir sin temor a equivocarme que mi camarada no me dejaría combatir a solas con los tres a la vez, de manera que lo más civilizado sería que nos batiéramos usted y yo, a solas, en un duelo a la antigua usanza, como en mis tiempos. -Miró a Lohengrin, y añadió-: Supongo que no tendréis inconveniente en ser mi padrino.

El calvo pareció evaluar a sus dos camaradas, y escogió al más alto para actuar el papel de padrino. Entonces, se aprestaron para el duelo: Arzhel y el bigotudo cara a cara, con sus padrinos un paso atrás y a la derecha. Antes de comenzar, Arzhel se volvió hacia el caballero, y le susurró:

-Ojo con el tercero, que se ha ido a nuestras espaldas disimuladamente. O mucho me equivoco, o esto de duelo no va a tener ni el nombre... -se encaró con el bigotudo, y exclamó-: ¡En guardia!

Desenvaino rápidamente espada y daga y esperó a ver lo que hacía el otro, armado con una espada larga y una pequeña rodela de madera. Parecía mantenerse a la expectativa, así que Arzhel avanzó con cautela hacia su adversario, que le lanzó una estocada directa la cabeza que desvió sin problemas con la daga, para luego lanzar un fuerte tajo del revés con la espada que bloqueó el otro con mucha dificultad gracias a su rodela. Sin embargo, en su esfuerzo dejó un hueco en la defensa de su costado diestro. Y allí mismo se hubiera hundido la daga del caballero si, de repente, el "padrino" no hubiera desenvainado también su espada y hubiera acudido en auxilio de su compañero, obligando a Arzhel a usar la daga para parar su golpe, con algo de fortuna. Por suerte éste solamente blandia la espada, y no llevaba ni escudo ni daga en la zurda.

Entre bloqueo y bloqueo, se acordó de Lohengrin y del otro sinvergüenza que se había escurrido a sus espaldas. Supuso que no habría sido capaz de cojer por sorpresa al caballero, sobretodo cuando ya lo había prevenido, pero aún así...
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Mensaje por Lohengrin 08/07/11, 10:23 am

Efectivamente, el otro sinvergüenza yacía en el suelo con la cara ensangrentada y la nariz rota, merced a un oportuno codazo propinado por Lohengrin cuando lo vió acercarse por detrás, puñal en mano. Era un hombre bastante menudo, por lo que cayó nada más recibir el golpe. Lohen pisó sus dedos, recogió el puñal y lo arrojó lejos de ambos, mientras la concurrencia expresaba su satisfacción por el intersante espectáculo.

Por un momento Lohen pensó en cruzarse de brazos y contemplar tranquilamente la pelea, pero finalmente se impuso su sentido común. Recogió su espada, rodeó a los contendientes, y metió la punta de su arma entre ambos oponentes, de manera que el que había acudido en ayuda del calvo no tuvo más remedio que girarse. Iba armado con algo vagamente parecido a una espada de caza, de hoja ancha y gruesa. Atacó una, dos, y hasta tres veces mientras Lohengrin retrocedía hacia los establos. Lohengrin solo utilizaba su espada para parar los golpes del otro, mientras lo conducía lejos de la disputa principal.

Miró a Loïc por el rabillo del ojo, y lo vio enzarzado con el primero, mientras el caído se arrastraba hacía la puerta que daba a la taberna, buscando a tientas algo que lo ayudara a levantarse, hasta que finalmente se dejó caer sobre un charco.

El hombre del machete atacaba sin ningún tino al caballero, y casi la mitad de sus golpes se perdían en el aire. "¿No crees que ya ha sido bastante? Recoge al de la cara rota, y marchaos por donde habeis venido...", le dijo Lohengrin.
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Mensaje por Arzhel de Loïc 09/07/11, 05:45 pm

Arzhel se mantenía a la defensiva contra los dos hombres, intentando que se confiaran y cometieran un error. A veces es más efectivo esperar a un fallo del contrario que esforzarse por elaborar una buena finta, incluso aunque los adversarios no sean nada del otro mundo. Pero justo cuando el segundo, el "padrino", había descuidado el espacio idóneo para que el caballero le arreara una cuchillada en el bajo vientre, una nueva espada entro en liza: la de Lohengrin, que tras neutralizar a su adversario había acudido en apoyo del viejo caballero.

Y si Loïc mantenía la situación bajo control batiéndose con ambos, el combate a solas con el bigotudo se convirtió en una especie de curioso baile en que Arzhel marcaba todos los tiempos, mientras observaba por el rabillo del ojo a Lohengrin peleando con el otro, que no le hacía sombra ni remotamente. Al final, se aburrió del juego y decidió poner fin a aquello. Demasiado aprecio le tenía su nuevo camarada a aquél lugar como para que asesinara a alguien en su interior. Tuvo un destello de duda, pero finalmente optó por perdonarle la vida al bruto. Amagando un golpe bajo con la daga, en el que el otro cayó con la inocencia de un becerro, le tiró un tajo a la cara que hizo caer al bigotudo chillando de dolor y echándose las manos al rostro, cubriéndose una fea herida que iba desde la nariz hasta la mandíbula y atravesaba todo el carrillo izquierdo.

-Que sepáis que podía haberos matado... y no lo hice. Me estaré haciendo mayor.

Se giró entonces hacia Lohengrin, a tiempo de oír como le decía a su adversario del machete que se largaran. Una vez hubo apartado de una patada las armas de las manos del calvo (algo innecesario de todos modos, pues el hombre parecía incapaz de hacer otra cosa que gemir aferrándose la cara con las manos), se acercó a los contendientes. Cuando el otro lo vio acercarse, tuvo todavía la razón suficiente como para no resistirse.

-Se-señores... yo...
-Largaos antes de que esta repentina clemencia se nos pase, truhanes.

Cojió un pañuelo del bolsillo y se secó el sudor de la frente. Aunque había llovido y el día era fresco, los combates siempre lo acaloraban. Finalmente se dirigió a Lohengrin, ya sin los vapores propios del vino.

-Siento haberos metido en este lance, amigo mío. ¡Aunque esto merece ser regado con una nueva jarra de vino, por mi vida! Eso sí, os prometo no meteros en un nuevo aprieto. No hoy, no ahora... Sigo sin haberos explicado lo que me trae por aquí.
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Mensaje por Lohengrin 10/07/11, 03:35 pm

Lohengrin dejó ir sin más a su oponente. Por pura inercia, comprobó que su amigo no estaba herido, y después siguió con la mirada a los tres hombres que se marchaban. Hacía algo de frío. La multitud comenzaba a dispersarse y volvía al interior del loal, satisfecha y feliz con el resultado. El caballero cobró una pequeña cantidad por su apuesta, y finalmente sonrió. Tres vidas a salvo, ni un solo destrozo, y, bueno... después de todo, aquellos tres estaban necesitados de una buena lección. Lohengrin debía tomar esa misma tarde un pasaje hacia Kuzueth, pero aún podría compartir un par de horas más con Arzhel. No le parecía mal hombre, y quizá aquel choque fortuito pudiera significar algo bueno para ambos.

"Me alegro enormente de que hayáis recuperado la cordura, y perdonarais la vida de ese hombre." De nuevo en la mesa de la taberna, ambos hombres apuraban sus jarras de vino. "Parece mentira, Loïc, un hombre de vuestra edad y posición... ¿Queríais añadir otros tres fantasmas a los que ya os visitan por las noches? Sus cicatrices, y la vergüenza que pasarán durante mucho tiempo ya son castigo suficiente... Por la Dama, reconoced que vos le habíais tirado toda mi jarra de vino encima..." Sin embargo, los discursos moralizantes no eran la especialidad de Lohengrin.

La pequeña apuesta que había realizado el caballero permitieron a los dos hombres beber la última ronda ["La última, Arzhel..."], y además pagar una abundante comida, que buena falta les hacía a ambos.

"Buscar en Jaspia a un muchacho de esas características es como buscar un grano de arena en la playa. ¿Cómo se llama? ¿Qué podéis contarme sobre él?"


Disculpas por lo breve de la Respuesta, acabo de llegar de viaje y estoy algo cansado...
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Mensaje por Arzhel de Loïc 11/07/11, 06:36 pm

-Veréis, amigo mío, no me arriesgaré a decir que vos no hayáis caído hasta el punto de no poseer nada más que la espada, la vida y el honor, pues no lo sé. Sin embargo, os aseguro que yo sí. La posición, que mencionáis... ¿Qué es sino una palabra? La posición es algo vacío si no se defiende, ¿o no es el caballero que no defiende sus ideales poco más que una cáscara vacía? Y uno de mis ideales es mantener la cabeza bien alta mientras se pueda, pues el orgullo es lo único que no pueden arrebatarle a un hombre sin su consentimiento mientras viva. Muy a gusto hubiera aceptado las disculpas de dicho bruto, si él hubiera estado dispuesto a ofrecerlas por el mero hecho de creerlo justo, y no por miedo a alguien más hábil que él, tras haberme insultado, y yo le hubiera presentado las mías por el asunto de la jarra. Sin embargo, ¿vos estaríais dispuesto a pedir perdón como un cordero humillado y temeroso a alguien que os escupe en la cara?

En cuanto a los fantasmas... -Hizo una mueca-. En eso tenéis razón. Son muchos ya. Y casi se sentirían deshonrados, igual que mi acero, si se les uniera escoria semejante.

Luego siguió su conversación por otros derroteros; Arzhel volvió a repetir las señas del muchacho que andaba buscando, mientras apuraba un plato de estofado.

-Lo sé, sé que es una tarea casi imposible, más ahora que por lo visto el chico ya no se dirige a Trinacria, pues no lo alcancé en toda una jornada a galope tendido. Es el hijo de un granjero; su padre era un viejo amigo mío, menor que yo, por supuesto, originario de los bosques de Valanderiel, que llegó a Moramailë huyendo de los conflictos entre leñadores y elfos. Cuando llegaron las levas buscando hombres, como era un tipo robusto, se lo llevaron junto a su primogénito, y hace unos días se recibió la noticia en el pueblo de que habían muerto en un naufragio. -Hizo una pausa para beber, y prosiguió-: Al día siguiente de saber la mala noticia, el chico desapareció de su casa y su madre me vino a buscar, gritando que tenía que encontrarlo. Se lo prometí, por supuesto, y ella me aseguró que habría ido al norte, hacia Trinacria. No lo he alcancé y vos decís que no habéis visto a un muchacho parecido por aquí... ¿Quién sabe? Habrá tomado pasaje para id a saber vos dónde... Me temo que iré de aquí para allá, sin rumbo, intentando encontrar su rastro... No se me ocurre nada mejor. ¡Por la dama, cuánto hablo! Vos, en cambio, sois más bien callado. De hecho no me habéis explicado el motivo de vuestra marcha. ¿A Kuzueth, dijísteis antes?
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Mensaje por Lohengrin 12/07/11, 01:59 pm

"No digo que no tengáis razón en todo eso. La Dama me libre de negar la importancia del honor para un hombre. Tan solo es que, bueno... toda vida es valiosa, incluso la de esos brutos. No hay necesidad de mandarlos al infierno." Comía en silencio su estofado, hecho con diversas carnes de procedencia algo dudosa, y de vez en cuando atacaba una rebanada de pan con mantequilla. La parroquia les echaba alguna mirada de vez en cuando, y dos o tres hombres se acercaron a felicitar a Arzhel.

Lohengrin tomó buena nota de las señas de Miznik. "¿Tiene algún rasgo característico? Algo que lo distinga de la marea de muchachos flacos y de pelo oscuro que pueblan las Islas..." Lohengrin no había visto a ningún muchacho así en Moramailë... O lo que venía a ser lo mismo, había visto a decenas de ellos.
"Tengo a unos muchachos que rastrean rumores para mi a cambio de unas monedas... Debo hablar con ellos antes de partir, así que dejaré encargado que pregunten por el joven Miznik, y os informen aquí mismo. De momento no puedo hacer mucho más por vos." El caballero bebió de su jarra.

"En cuanto a mis motivos para partir a Kuzueth, simplemente estoy buscando tranquilidad. Estoy seguro de que no sois ajeno a los rumores de guerra que se ciernen sobre el archipiélago, y Moramailë estará en el centro de la tormenta... En cambio, Daosh es un villorrio sin importancia, pocos recursos, la amenaza constante de la jungla y los pantanos, lo convierten en un lugar de muy poco valor... Allí siempre se necesitan hombres fuertes, acostumbrados a tener una vida dura. Me gustaría que al menos ese lugar quedara a salvo de la guerra que se avecina. Y alguien tendrá que enseñarlos a defenderse." Terminado su plato, el caballero comió el último trozo de paz, y apuró el último trago de vino.

"Oíd, estaré ojo avizor en Kuzueth por si veo a un muchacho que responda a las señas de joven Ponjater. Si lo encuentro, de algún modo os haré llegar un mensaje. Y si vos lo encontráis primero, os ruego que vengáis a visitarme a Daosh. Me sentiré muy honrado de volver a compartir mesa con vos. Y quizás podáis enseñarme como ejecutar la octava parada con la ropera, no puedo realizarla sin exponer demasiado el dorso de mi brazo... Sólo como curiosidad, claro... me temo que es un arma demasiado ligera para mi. En fin, debo partir dentro de unas pocas horas... Hay algo que deseéis hacer antes de mi marcha?"
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Mensaje por Arzhel de Loïc 21/07/11, 06:12 pm

-No, caballero. Ya son demasiados los honores y ayudas que me habéis prestado vos hoy como para obstaculizaros más todavía en vuestra marcha.

Estaban las jarras de vino apuradas y los platos ya vacíos en la mesa. No restaba más que despedirse.

-Quiero que sepáis, señor Lohengrin, que ha sido un honor desenvainar a vuestro lado, así como compartir mesa con vos. Sin duda, os irá de maravilla en Daosh. Estuve en mi juventud por allí, cuando hacía el soldado, y el lugar es un singular Edén para alguien como creo que sois. Os agradezco también la ayuda prestada en mi búsqueda... Por pequeña que sea, se agradece, pues es buscar realmente una aguja en un pajar.

Ambos hombres se levantaron, y Arzhel le ofreció la mano diestra.

-Por mi parte, descansaré aquí hasta mañana, y partiré al alba rumbo a Trinacria. Estoy seguro de que nos volveremos a ver, señor Lohengrin, pero hasta entonces sólo pido que conserveis éste humilde obsequio.

El caballero rebuscó en su bolsa y sacó un anillo de hierro, de muy sencilla factura, con una pequeña joya negra y redonda engarzada, probablemente azabache.

-Es un viejo recuerdo de un día en el que me batí de manera muy similar a hoy... Aunque con un final muy diferente. Una larga historia. El caso es que me placería mucho obsequiaros con él. Su valor es relativo; un joyero me aseguró que se trata de azabache o ámbar negro, yo tampoco puedo tener la certeza de que lo sea pues mis conocimientos de la materia no son excesivamente amplios. De cualquier manera, sería un honor para mí que lo tuviérais vos, como recordatorio de esta jornada, hasta el día que nos volvamos a encontrar. Ya sea en Kuzueth, ya sea en cualquier otra parte del archipiélago... Ya sea tras el tupido velo negro del telón... De todos modos, estoy seguro de que no será éste el último día en que nos veamos las caras. Hasta entonces, adiós, señor Lohengrin.

fdi. Mil disculpas, Lohengrin, por la tardanza. Me salió un imprevisto que me ha impedido acercarme apenas al ordenador hasta ahora, y mucho menos ponerme a escribir. Lo dicho, mil perdones.
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Mensaje por Lohengrin 27/07/11, 07:06 am

"Quiero que sepáis, señor Lohengrin, que ha sido un honor desenvainar a vuestro lado, así como compartir mesa con vos. Sin duda, os irá de maravilla en Daosh. Estuve en mi juventud por allí, cuando hacía el soldado, y el lugar es un singular Edén para alguien como creo que sois. Os agradezco también la ayuda prestada en mi búsqueda... Por pequeña que sea, se agradece, pues es buscar realmente una aguja en un pajar."

Lohengrin se levantó a la par que Arzhel, y estrechó vigorosamente la mano que éste le tendía. "Debo haceros una confesión", sonrió el caballero. "En todos mis años de vida, es la primera vez que me he visto inmerso en una pelea de taberna... Y, por la Dama, que una parte de mí lo ha encontrado divertido..."

Entonces Arzhel buscó algo en sus bolsillo, un anillo con una pequeña joya negra, y se lo tendió a Lohengrin:
"...pero hasta entonces sólo pido que conserveis éste humilde obsequio." El caballero tomó el anillo. Resultó ser algo pequeño para su dedo medio, así que lo deslizó en el meñique, donde encajaba perfectamente.

"Lo conservaré encantado. Yo también espero que volvamos a vernos muy pronto, y de todo corazón os deseo que encontréis al joven Ponjater. Reitero mi invitación, y espero veros a ambos en Kuzueth más pronto que tarde. Trataré de convertirlo en un puerto seguro, ajeno a la Guerra que se cierne sobre las islas."
Luego, tomó un gran paquete de tela que guardaba bajo su taburete. El caballero le tendió en envoltorio, que contenía la rica capa de piel que habían recogido horas antes, junto con su broche de plata. "Yo también os ruego que aceptéis un obsequio. Si no para vos, que quizá no sea vuestro estilo, sí para el joven Ponjater. Tomad esta capa, que os protegerá a cualquiera de los dos hasta del más crudo de los inviernos, y por favor, no olvideis nunca que en Daosh tendréis siempre el hogar (y la espada) de un amigo a vuestra entera disposición." Lohengrin volvió a estrechar las manos de Arzhel antes de despedirse.

-FIN-

FDI: Con esto, maese Arzhel, damos el tema por cerrado. Lo he disfrutado muchisimo, y estoy seguro de que pronto tendremos otro tema de estos... Un saludo !

Atte: Lohengrin pirat

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