Solamente Léa

- Nombre del Personaje: Léa
- Raza: Humana
- Edad: 22
- Profesión: Mensajera y escriba.

- Descripción física:
Es de tez tostada por el sol, con ojos y cabellos negros que lleva tomados; sus facciones finas la hacen parecer mucho más delicada de lo que en realidad es. Es vigorosa y de gran resistencia física, con una musculatura bien desarrollada que no impide que tenga también curvas bastante atractivas, las que normalmente trata de disimular con su vestuario. Mide 1 metro 70 centímetros y pesa 60 kilos. Bajo una armadura de cuero marrón, suele usar blusas de colores claros bordadas, única concesión a la femineidad que se permite cuando viaja, pantalones obscuros, botas y una capa élfica para protegerse del frío y la lluvia. Por su trabajo, ese tipo de atuendo es el que le resulta más práctico y cómodo, pero para ocasiones especiales no tiene remilgos en usar prendas eminentemente femeninas, siendo los vestidos de seda y encaje sus favoritos.

Su armadura


Descripción psicológica:
Léa es esencialmente un espíritu libre, a quien le disgusta tanto la rutina como la disciplina. Le gusta estarse moviendo constantemente, “cambiando de aires”, como dice ella; se aburre si se queda mucho tiempo en un mismo lugar. Muy directa para decir lo que piensa, a veces peca de falta de tino. También es autosuficiente, práctica, decidida, astuta, diligente. La lealtad y el respeto a la palabra dada son asuntos muy importantes para ella.
Sus principales defectos son sus rápidos cambios de humor y su poca paciencia.

Puede decirse que en Léa conviven dos almas. Por un lado está la chica montaraz que goza corriendo mundo y viviendo aventuras, mezclándose con distintos tipos de personas, capaz de dormir donde la encuentre la noche y comer lo que logre conseguir y, por otra, la muchacha de buena familia a quien le gustan los vestidos elegantes, las joyas, la buena comida y las casas bonitas y adora bailar.

Ambas almas comparten un mismo pesar, que surge de cuando en cuando, hundiendo a Léa en períodos de melancolía en los que se aísla del mundo y abandona sus actividades: no saber cual es su verdadero origen ni por qué fue abandonada al momento de nacer.

Léa fue educada en la fe de la Dama, pero hace mucho que está alejada de la práctica religiosa. Lo conducta que ha observado en muchos feligreses la ha vuelto escéptica ante la religión organizada, aunque no ha perdido por completo su fe.


- Armas y/o habilidades:
Tiene excelente vista y oídos muy agudos, un notable sentido de la orientación y muy buena memoria. Posee varias destrezas muy útiles para desempeñar bien su trabajo: es una excelente jinete, domina varios idiomas y tiene un buen manejo de técnicas de supervivencia (como construir un refugio, como hacer fuego, como encontrar agua y alimento, etc.). Además sabe realizar algunas acrobacias sencillas.

Aunque suele portar un cuchillo, pocas veces lo utiliza como arma, ya que sólo sabe arrojarlo o usarlo para tareas domésticas. A guisa de arma, se sirve de un látigo, el que maneja con gran habilidad. No tiene habilidad para la lucha cuerpo a cuerpo.

- Atributos:
1. Astucia; 2. Carisma 3. Constitución física; 4. Inteligencia; 5. Voluntad; 6. Suerte.

- Historia:
Berenguela de Cierch era una adinerada, triste y solitaria mujer, a medio camino entre los 40 y 50 años. Viuda a edad muy temprana, sin hijos, vivía por y para la religión. Pasaba largas horas en un pequeño templo de la Dama, cercano a su residencia. Siempre era la primeras en llegar y la última en irse y aquella noche de otoño no fue la excepción. Era la primera hora después del ocaso cuando doña Berenguela, tras realizar sus últimas oraciones, se aprestaba a regresar a su hogar. En todo había sido un día corriente, similar a cualquiera vivido en las últimas dos décadas, pero todo cambió al salir del templo.

Un leve sonido, parecido a un maullido atrajo su atención. Compasiva con los animales, como con todas las criaturas del mundo, siguió el sonido pensando que se trataba de un felino en problemas, pero lo que sus ojos contemplaron, a la luz de la farola del frontis del templo, fue algo muy diferente: en una canasta de mimbre, cubierto por un sucio trapo, se agitaba un bebé. Era un niña, una niña humana, como pudo comprobar apenas la levantó en brazos y parecía tener apenas unos días de nacida. La pequeña estaba desnuda debajo del trapo y, aparte de una pequeña muñeca de madera, no había ningún objeto en la cesta, nada que indicara la identidad de la infante o diera alguna pista sobre sus padres.

Para Berenguela, aquello era una señal que le enviaba la Dama y, por lo tanto, decidió criar a la niña como si fuera su propia hija y le dio por nombre Leonor. Su familia se escandalizó al saber que había recogido a una expósita, de origen desconocido y se opuso encarnizadamente a su decisión, pero nada la hizo echar pie a tras. Antes que renunciar a la pequeña, prefirió distanciarse de sus parientes, lo que no la apenó demasiado.

Desde ese momento, Leonor fue la luz de la vida de Berenguela. La niña creció rodeada de amor, cuidados y lujos, pero no fue una vida fácil. La noble señora aspiraba a que su hija adoptiva se convirtiera en una gran dama y pudiera hacer un excelente matrimonio cuando tuviera edad para ello y para eso, le brindó una esmerada educación a cargo e institutrices y preceptores. Pero a la pequeña le disgustaban la ceremonia y las formalidades y la disciplina de los estudios. Aunque aprendía con mucha rapidez prefería vagabundear y trepar a los árboles que estar en clase.

Conforme se acercaba a la adolescencia la rebeldía de Leonor iba aumentando y más de una vez se escapó de casa para recorrer a sus anchas los caminos de Thialir, sumiendo en la angustia a su madre adoptiva. El deseo de libertad y la sed de aventuras bullían en su sangre, pero sus fugas sólo duraban unos días y siempre acababa por volver. Adoraba a Berenguela, quien siempre la recibía con los brazos abiertos y vivían en paz y felicidad hasta la próxima fuga.

Por más que sus sueños, deseos y proyectos difirieran en mucho de los de su madre, Leonor tenía una vida feliz a su lado, pero todo acabó a poco de cumplir ella 16 años. Una repentina y breve enfermedad acabó con la vida de Berenguela y la muchacha no se reponía aún del golpe cuando los parientes de la señora se le echaron encima como bandada de aves de rapiña. La despojaron de todo cuanto su madre adoptiva había querido dejarle y la expulsaron de la casa con sólo su ropa y sus objetos personales.

Abatida por la pena de la repentina pérdida de su amada madre, Leonor ni siquiera intentó luchar. No le interesaba nada de aquello, nunca había ambicionado la fortuna de doña Berenguela y, cuando pudo dejar de llorar por ella, se dio cuenta de que tenía lo que más había ambicionado: su libertad.

Despojada de posición y riquezas por la familia de Berenguela, obligada a partir de cero, decidió ella renunciar también a la identidad que había tenido y comenzar su nueva vida siendo una nueva persona. Así, quien fuera conocida como Leonor de Cierch pasó a ser simplemente Léa.

Y, luego de vender la mayor parte de las pertenencias que le habían permitido conservar, Léa se marchó con un circo que presentaba funciones en Ashper por aquellos días, atraída tanto por el encanto del arte circense como por los ojos de uno de los artistas. Gran amazona como era llegó a tener su propio acto, a tiempo que aprendía a realizar suertes con el látigo y a lanzar cuchillos y también a realizar algunas acrobacias. Pero el embrujo de ese primer amor duró poco y al terminar el idilio, la rutina y la disciplina del circo acabaron por hacérseles intolerables. Pese a los viajes que realizaba con el circo, se sentía atrapada, prisionera y lo que ella más apreciaba, lo que más deseaba era su libertad. Antes de un año ya había abandonado el circo y estaba nuevamente por cuenta propia.

Precisaba ganarse el sustento y sabía muy bien que no toleraría un patrón que le diera órdenes ni quedarse mucho tiempo en el mismo lugar, por lo que decidió trabajar por cuenta propia. Los viajes con el circo le habían permitido conocer algunas de las necesidades del reino y convertirse en mensajera y escriba fue su opción.

Aunque su base de operaciones suele ser el cuarto de una posada en Ashper, la mayor parte del tiempo la pasa viajando entre las islas del archipiélago, trayendo y llevando mensajes y pequeñas encomiendas, escribiendo cartas para quienes no saben escribir y leyéndoselas a quienes no saben leer.

Otros:
Léa viaja en un caballo alazán llamado Silfo, en cuyas alforjas carga con su ligero equipaje y los mensajes que acostumbra llevar.


Los objetos más preciados que posee son un relicario de plata, obsequio de su madre Berenguela

y la muñeca de madera con la que fuera encontrada cuando recién nacida.

Me encanta el personaje ^^. Desde la imagen hasta la profesion pasando por descripcion fisica y psicologica. También la historia me ha gustado mucho, me ha parecido simple (esto no es negativo) y muy muy mona. Parece un personaje divertido de llevar y que dara lugar a buenas historias.

La ficha esta aprobada sin duda posible, asi que puedes comenzar a interpretar cuando quieras! =)

Eres segundo personaje de alguien del foro, ¿no? ¿En tal caso puedo preguntar de quien o se mantiene en secreto?

Gracias por la aprobación, Kirill, me pone contenta que te haya gustado la ficha. En cuanto a tus preguntas: adivina, buen adivinador ^_^

Lohengrin, sentirás el rigor de mi látigo si osas ponerme una mano encima ><