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Mensaje por Kithe 09/01/15, 10:11 am

- Este puede ser un viaje interesante. - Dijo sin referirse a nadie en particular el pintoresco bardo, sujetando la rueda del timón del Lamento. En realidad, era más un pensamiento en voz alta que algo que pretendiera compartir, por mucho que una de sus tripulantes le observara con ojos embelesados, bebiéndose cada una de sus palabras en silencio. - Ah, ojalá todos los públicos fueran igual de entregados que vosotras, pero claro, eso limitaría mucho el número de canciones que pudiera encontrar. - Añadió, ahora sí, a su tripulante, recordando que estaba a su lado.

- Decía, querida mía, que este puede ser un viaje interesante como pocos hemos tenido. Posibilidades, muchas posibilidades.... Ah, siente la melodía que transporta el viento, siente el arpegio que vibra entre las islas, la lejana sonata de la marcha a la guerra... Hemos llegado a un lugar fértil, abonado para canciones memorables. - Se giró y dio un paso atrás, dejando a su fiel tripulante tomar la rueda en su lugar, manteniendo el rumbo de la pinaza, mirando todo el tiempo a la mujer vestida de negro con picardía...- Sí, lo sé, ya hemos conocido alguna canción prometedora, incluso alguna fascinante, en nuestras primeras travesías. - Hizo un gesto como restándole importancia.

La mirada del bardo se apartó hacia el horizonte, hacia el puerto al que estaban encarados, con aquella pintoresca ciudad como único lugar que ofrecía un alivio a la indómita selva que cubría el resto de la isla. Un punto civilizado entonando su suave melodía perdida entre la frondosidad de la armonía y caos natural. Tan hermosa....

- Aunque me encantará seguir como continúan y se desarrollan las que ya hemos conocido, aún no hemos encontrado la canción que merece ser recordada sobre todas las demás.- Siguió hablando, casi en tono de disculpa. – Toda canción merece ser recordada, claro, pero sólo tengo dos oídos, dos manos y una mente. No puedo perderme en cada melodía.... Sólo en aquellas verdaderamente excepcionales. – terminó en tono casi de flirteo, acariciando la barbilla de la tripulante convertida en timonel, que entrecerró sus ojos con deleite detrás de su máscara de porcelana.

- Recoged el velamen, vamos a atracar. – dijo en voz baja, separándose de la mujer para descender por las escaleras que bajaban del castillo de popa del Lamento hacia la cubierta. Como si hubiera gritado la orden desde lo más profundo de su pecho, el barco de repente cobró vida, con cada figura embozada en negro y cubierta con una capa roja moviéndose por él, ocupando su lugar con la perfección de un mecanismo de relojería, en un completo silencio que sólo el leve murmullo del mar acariciando el ligero casco de la nave y el susurro del viento liberado de la velas.

Nada que enturbiara los tenues sonidos que llegaban a los finos oídos del hombre desde aquella joya civilizada en las esmeraldas de la jungla. – Arrebatadoramente hermoso...- murmuró de nuevo, esta vez para sí, pues incluso su público más entregado estaba demasiado ocupado cumpliendo sus órdenes como para pararse a escuchar su voz. Aunque en aquel momento, su mente ya no estaba en su barco, sino en las islas, en la razón que le había traído a esa isla en particular.

Y no era otra que encontrarse con aquellos que quienes navegaban el archipiélago normalmente intentaban evitar a toda costa, aquellos que combatían bajo su propia bandera, típicamente negra, con dos tibias y una calavera.

- Un encuentro para evitar futuros encontronazos. No sería bueno para ninguna de las partes implicadas... – susurró al viento, ajustándose su amplio sombrero de ala ancha y tocando un leve acorde en la lira en su cintura, asegurándose que sonara afinada pese a la cercanía de una bolsa inusual.

Delicadamente, el navío empezó a deslizarse en las aguas del puerto hacia uno de los amarres...

- Pentagrama, clave y compás, comienza la estrofa.
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Mensaje por Sophitia 15/01/15, 06:29 pm

El ruido del cuchillo contra la madera era constante, primero se clavaba en la tabla con no demasiada profundidad, para luego resbalar hacia afuera quitando un pedazo. El proceso se repetía una y otra vez en las manos de la pirata, la experiencia que tenia matando el tiempo de esta manera hacia que sus acciones fueran casi mecánicas, no pensaba en realidad mucho en la forma que le estaba dando al tronco.

El ambiente en la taberna se sentía pesado, como en una calma muy inestable que los irritaba y los mantenía alerta a la vez. Tal vez fuera el clima tropical, caluroso y húmedo, que hacía que sus tostadas pieles transpiraran de mas, que los insectos proliferaran y el aire se volviera denso. Sophitia detuvo su tarea de tallado, apoyo la madera en sus piernas que estaban cómodamente apoyadas en la mesa del bar y agarrando el cuello de su camisa la sacudió en un vano intento de refrescarse.

Al lado suyo un pirata ya viejo dormía con la cabeza apoyada de costado en la mesa, la boca abierta mostraba que solo le quedaba un par de dientes y la mano no soltaba la jarra de cerveza ya caliente hacia mucho. En las demás mesas del lugar la situación no era muy distinta, algunos jugaban dados, otros solo bebían en silencio, ciertamente las peleas no podían hacerse esperar mucho tiempo, hombres aburridos y alcoholizados terminarían indefectiblemente en actos de violencia.

Tal vez fue cosa de la casualidad que precisamente en ese mismo lugar el contramaestre de Valeska estuviera sentado esperando a alguien, en una mesa separada del resto con sus hombres de más confianza. O tal vez fue deliberadamente planeado por Sophitia el estar ahí ese día, desde que su hermana estaba ocupada con su trabajo y sus estudios la pirata tenía mucho tiempo libre y andaba en busca de tareas cortas pero bien pagas que pudiera realizar entre encargo y encargo de su Jefa.

Pero uno no entra en una taberna y va simplemente a exigirle trabajo a un sujeto así, no a menos que se tuviera mucha confianza. La determinación era algo que a la pirata le sobraba, pero viendo que estaba a la espera de algo, prefirió primero dejar que termine con sus negocios para luego poder encararlo con más calma. Y así había llegado a esa agobiante situación, pidió con un gesto otro trago, ya no se acordaba cuantos le habían servido, y continuó tallando la figura.

Nuevamente el sonido del metal contra la madera, de modo casi rítmico, los gritos de fondo de una pelea que estaba a punto de empezar, el tiempo comenzaba a fluir nuevamente y un sujeto salía volando de un golpe para estrellarse contra la mesa donde estaba Sophitia. Como único gesto la pirata flexionó las piernas para evitar ser arrastrada por el hombre golpeado y su contrincante que en seguida se le tiro encima. El viejo que parecía dormido cayó muerto a un lado y un forastero entro al lugar.
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Mensaje por Kithe 22/01/15, 10:05 am

La ciudad no decepcionó en absoluto al extraño bardo cuando el pedregoso (a veces terroso) adoquinado de sus calles estaba bajo sus botas tras dejar su navío en puerto.

Colores, formas, olores... Maravillosos sonidos de una ciudad que vibraba en el filo de la navaja entre la extinción a manos de la siempre hambrienta jungla que buscaba reclamar sus dominios y la autodestrucción por la naturaleza caótica y pendenciera de sus habitantes y negocios... Paradojas, contrastes, sonidos discordantes que en lugar de estropear una canción la enriquecían...

- Sí.- pensó para sí mientras detenía la mano de una pilluela que iba dirigida a su bolsa, en su lugar enlazándola a la propia y girando con ella en un improvisado paso de baile con una sonrisa arrebatadora. Estaba de muy buen humor.- Me encantará este lugar.

Dejando atrás a la sorprendida y azorada joven, emprendió camino hacia la primera taberna con un aspecto poco lamentable que encontró, un edificio de una planta con un cartel que rezaba El Kraken, con el dibujo de uno de aquellos monstruos de mar con una jarra en cada tentáculo, sólo para que un corpulento y sudoroso hombre de mar le cortara el paso en la puerta.

- Caballero, está en mi camino. – dijo con educación y sencilleza el bardo que pese a sus ropajes, mucho más pesados que los de aquellos que le rodeaban; su larga gabardina,  sus botas de caña alta, su amplio sombrero, sus guantes.... y sin embargo, ni una gota de sudor asomaba en su frente.

- En realidad, no. – dijo con un gruñido y un escupitajo a un lado el hombre.- Hay alguien que quiere hablar con usted; en la taberna La Doncella y El Enano. – Señaló de mala gana en dirección a una pequeña loma que se alejaba del puerto.

La sorpresa no se disimuló en el rostro del elfo, aunque no tardó en pasar a una sonrisa de aprobación, casi de satisfacción. Claro que sabían quién era, tras apenas un par de viajes entre las islas; claro que tenían una idea de qué negocio quería hacer y la razón de su llegada a Nehmen. Aquellas eran SUS aguas, después de todo. Por esa misma razón era que había ido a aquel lugar a buscar su beneplácito.

Tocando el ala de su sombrero, hizo una leve inclinación de cabeza en agradecimiento por el aviso, y se retiró con un grácil giro, arrojando una moneda de plata al mensajero por encima de su hombro.

Entonces, perdió interés en la taberna que acababa de dejar atrás y emprendió camino hacia la loma que le separaba de su reunión, pensando en la belleza del caos cuando deja cada carta exactamente en el lugar que se desea.

Por supuesto, el local al que se dirigía, no era mucho más limpio que el que dejaba atrás. El cartel en el que rezaba el nombre del local mostraba a una mujer voluptuosa y escasamente vestida abrazada en actitud lasciva con un enano cubierto por completo con su barba y una jarra de cerveza casi de su mismo tamaño en una mano. - Adorable. – pensó para sí, pensando en la universalidad del humor que unía de forma indisoluble las tabernas con los chistes verdes.

La mayor diferencia radicaba en que, si bien en la anterior, la melodía era de una calma tensa, en esta, la música hablaba de que la entropía natural de los habitantes de la ciudad había estallado en violencia. Una sonrisa divertida decoró su rostro mientras atravesaba la puerta del local, pasando con un salto grácil sobre dos hombres que estaban enzarzados en una discusión con los puños y con cualquier cosa que pudiera alcanzar. Pasó junto a un hombre malencarado y borracho que dormía en el suelo entre los restos de una mesa destrozada. Un silencio se hizo en el local (excepto por los ruidos de la pelea); uno de los motivos sin duda era la vestimenta del bardo, tanto por su volumen que destacaba en el calor agobiante, apenas aliviado por la altura del local, como por su calidad. El otro, y probablemente el más importante, era el hombre que estaba sentado en una mesa que había clavado su mirada en él, y, a diferencia del resto de miradas desconfiadas, había alzado levemente su jarra en invitación. Tocando el ala del sombrero, sonrió al hombre y se dirigió a su encuentro.

Primer compás.
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Mensaje por Sophitia 27/01/15, 01:54 pm

Era inevitable, el extranjero capto la atención de todos los que no estaban ebrios o inconscientes en el bar, que por cierto eran la minoría. Sophitia siguió con su tarea pero cuando paso a su lado lo miro de reojo, parecía algún tipo de elfo, pero la presencia que imponía no decía lo mismo, tenía un aire exótico que era difícil de definir. Sus ropas tan elegantes y calurosas, la confianza con la que se movía por el lugar ¿Quién demonios era? Nadie que hubiese estado en esa isla antes, de eso estaba casi segura, lo recodaría si fuera así. Mas importante que eso ¿Tendría idea de con quienes se estaba metiendo?  Tal vez estaba loco, o quizás no tenía ni la menor idea del tipo de gente con la que estaba negociando.  

Pero lo que en verdad despertaba la curiosidad de Sophitia era que el contramaestre se tomara el trabajo de conocerlo personalmente, no podía ser un Don Nadie si era recibido de esa manera. Barajaba posibilidades mientras intentaba escuchar la charla ¿Un nuevo comerciante? ¿Un Capitán? ¿Más competencia? O tal vez no, bien podía ser una nueva posibilidad de trabajo, alguien que buscara nuevo personal.

Empujo con el pie a los que estaban peleando para que rodaran lejos de ella, no quería pelear en ese momento ni llamar tanto la atención y además ya la tenían fastidiada. Le trajeron una nueva cerveza la cual bebió agradecida de poder aliviar así un poco el calor que sentía, claro que estaba caliente y aguada, pero peor era nada. El trozo de madera ya casi tenía su forma definitiva, parecía un hombre, y aunque no tenía el suficiente detalle como para poder identificarlo con alguien, extrañamente si se le vino una imagen a la mente, pero jamás diría el nombre de ese desgraciado mago en vos alta.

-No está mal, aunque deberías trabajar más en los detalles – Uno de los piratas que estaba mirando desde la barra se acerco y pasando el brazo por encima de los hombros de Sophitia miraba la pequeña figura – Descartaría el trabajo de ebanista como segunda opción de todos modos…

-Déjame tranquila Baird, ahora no estoy de humor – Le respondió quitándole la mano, le hacía perder parte de la charla y eso la irritaba aún mas – ¿No tienes alguna chiquilla de la cual abusar por ahí?

-Ja, a uno lo encuentran con los pantalones bajos una vez y ya lo culpan de por vida – Le dijo sonriendo con descaro – Tal vez será que te dio envidia…

-No, paso, aún no estoy tan desesperada como para abusar de niñas -  Puso la figura de madera en las manos de su amigo – Toma, la próxima usa esto, será más útil que tu cosita.

Baird se reía y no le contestó nada, ni tampoco la pirata continuó la charla, solo se levanto sonriendo también porque ambos sabían que no iba en serio. Salió de la taberna y se paro junto a la puerta, el poco aire que corría por la calle era un pobre consuelo para el calor que hacía, pero se quedó allí esperando, sabía que con intentar hablar con él no perdería nada.
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Mensaje por Kithe 31/03/16, 12:47 am

Uno, dos, tres, cuatro, dos, dos, tres, cuatro...

En ocasiones, Kithe casi sentía lástima por aquellos que conversaban con él, al menos hasta que recordaba que era él quien sufría el precio de sus descuidos y torpezas... ¿En verdad era tan difícil ver que una conversación no era tan diferente de unos pasos de baile? ¿Que tenía un ritmo cognoscible y manejable, en el que uno de los participantes podía tomar el pulso y guiarlo?

Su interlocutor, al menos, lo desconocía; y sus torpezas y crudezas en la charla hacían que le resultara el equivalente de intentar bailar un tango con un potro de madera: aburrido, predecible e incómodo. El lado positivo de la ecuación resultaba ser, por tanto y en cambio, que dado que sólo él conocía los pasos, el bardo era quien gobernaba la conversación.

Aburrido...

Lamentable, pero estos sacrificios no le eran ajenos; todas las canciones merecían el recuerdo y la trascendencia, por supuesto, pero no todas merecían hacerlo a manos de un maestro como él. Eso implicaba, triste y necesariamente, que los acordes de canciones tan.... monótonas eran algo con lo que tenía que lidiar con no poca frecuencia.

Como el caso del contramaestre Tabs, claramente. Un hombre devoto `profundamente a su capitana... ¡Su Reina! Tanto, de hecho, que cada nota era una prueba de resonancia contra la melodía que tenía frente a sí, simplemente para intentar, burdamente, anticipar disonancias con ella.

Predecible...

- Como le he insistido, señor Tabs, - dijo, con su musical voz, sin que ninguna muestra de lo banal que le parecía todo aquel intercambio. - no pretendo pedir nada a la Capitana que suponga un coste de ninguna clase para ella; ni en ayuda, ni en medios, ni en soporte. Tampoco quiero beneplácito para un pabellón de su agrado, por divertida que me resulte la noción que consideréis que mi pequeño navío pudiera ser considerado amenazante para algo mayor que una barca de remos... No, mi señor, para lo que estoy aquí es para mostrar mi respeto.

Crescendo, mientras le guiaba a la conclusión que el extraño bardo deseaba.

- Navego en aguas que no me pertenecen; no puedo pretender hacerlo sin rendir cuentas a nadie. ¿Las facciones implicadas? Presentarme ante ellas es exponer mi pequeño barco a grandes peligros por causas que no le corresponden... Pero, ¿ante hombres libres? Ante ellos es quienes debo presentarme. - Se tocó el ala del sombrero, inclinándolo levemente hacia delante en un sutil reconocimiento.- Puesto que navego como hombre libre, y como tal, las mismas leyes me aplican.

Éxtasis, arrastrándolo a su destino; embelesado por la miel en sus palabras, confundido por su dialéctica, el contramaestre ni siquiera era consciente de que ya no participaba en la conversación, sólo era el público para Kithe...

- Ya os he dicho mis intenciones, a lo que mi nave se dedicará, y para lo que está perfectamente preparada. Pido el beneplácito de la Reina, por respeto a su autoridad, no por necesitar nada de ella más que no se sienta ofendida por mis actos; razón por la que los pongo en su conocimiento y dudo que tenga ningún motivo para tomar ofensa... Pero sí oportunidad de mostrar su descontento, si tal cosa fuera, en un entorno en el que no tendría que rebajarse a enviar un barco a cazar una diminuta pinaza, habiendo presas mucho más jugosas...

Dos, dos, tres, cuatro; giro final y momento de liberar a la pareja de baile.

- Sólo soy una pequeña cáscara de nuez flotando en el mar de tu capitana, señor. Y, porque lo reconozco así, es que tenemos esta conversación. Porque incluso un pequeño mosquito como yo, pide su permiso.

El brillo en los ojos de Tabs... Ni siquiera oyó la respuesta, el intrínseco ritmo de su canción, de su cadencia cuidadosamente cultivada y guiada por sus expertas manos, le decía lo que necesitaba oír.

Aquel hombre estaba autorizado a dar el visto bueno o negarlo. Aquel hombre estaba embelesado y no veía daño en permitir que algo de tan poco valor se moviera sin molestia; y es más, que mostrara aquella deferencia lo veía como algo positivo para reafirmar el dominio en el incierto futuro....

Predecible.

Ése fue su último pensamiento mientras, con un último toque de su sombrero, se despedía y emprendía el camino de regreso. Tal vez, eventualmente, alguien se daría cuenta que su jarra permanecía llena y sin tocar sobre la mesa, del mismo modo que su rostro y ropas seguían sin rastros de sudor o calor...
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Mensaje por Sophitia 07/04/16, 05:02 pm

La pirata no pudo captar por completo la charla, y gracias a la intervención tan oportuna de Baird, varias partes se le escaparon. Pero sí se había dado cuenta de algo, ese “hombre”, o lo que fuera, era todo un charlatán, y de los buenos, seguramente podría convencerte de comprar agua salada estando en alta mar. Evidentemente el contramaestre tampoco era de los más listos de Nehmen, así que por lo poco de la conversación que había logrado captar fue pan comido para el extranjero el ponerselo en el bolsillo.

No era necesario escuchar hasta el final, resultaba bastante evidente que Tabs se iría muy conforme a comentarle los resultados a la reina ¿Ella también se lo creería? Eso no había manera de saberlo, tal vez en estos momentos de conflicto tenía cosas más importantes que hacer. En cualquier caso, la pirata se daba cuenta que la cuestión no sería tan sencilla como le había parecido en un comienzo y empezaba a sospechar de las verdaderas intenciones de ese sujeto.

Ahora bien, era complejo describir lo que significaba la idea de patriotismo para los piratas, el común de la gente creía que eran capaces de hacer lo que sea y traicionar a quien fuere con tal de salvar su pellejo o recibir algún beneficio. Eso era en parte verdad, pero no del todo, contrario a lo que se pensaba los filibusteros tenían aprecio por ese lugar llamado Nehmen al que consideraban en cierto modo su hogar, y podían ser bastante celosos cuando se trataba de protegerlo, a este y a Valeska, su soberana.

Movida en parte por este sentimiento de desconfianza y de protección de lo que Sophitia consideraba suyo, decidió esperar a que el extranjero saliera de la taberna para seguirlo. Sí el contramaestre era tan tonto como parecía de seguro levantaría la vigilancia que había puesto sobre el sujeto ese, y entonces quedaría totalmente libre de hacer lo que sea en la ciudad y en el mar.

Primero dejó que saliera, fijando su vista en él solo cuando estuvo varios metros más adelante, y en cuanto la distancia le pareció la suficiente comenzó a andar. Iba despacio, esquivando a la gente con cuidado de no empujar para no recibir ningún insulto que pudiera lograr que llame la atención, resultaba bastante difícil en ese ambiente tan recargado de personas, los cuales, además, estaban constantemente dispuestas a pelearse con alguien.

Las ciudades tan abarrotadas de gente eran insoportables cuando hacía ese nivel de calor, de por sí cualquiera de ellas apestaba, pero Nehmen era de las localidades menos higiénicas de todo Jaspia. Pero a ese sujeto no parecía afectarle nada, ni la peste, ni el calor, ni estar parado entre medio de la peor calaña que el mundo civilizado podía generar.

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