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The Mystic Walrus

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Mensaje por Rosencrantz 02/09/09, 06:24 pm

El calor dentro de la taberna era especialmente pegajoso. Una pátina de transpiración cubría las noches interminables, hechas con retazos de música, risas, gemidos y conjuros. En el ambiente se mezclaban todo tipo de aromas: el olor picante de la sabrosa comida Denkeniana, los efluvios del alcohol derramado, la acidez de algún que otro vómito y el sudor que empapaba las delgadas camisetas de los clientes.

Bienvenidos al Mystic Walrus.

Rosencrantz correteaba de un lado a otro coreada por las canciones de los piratas que habían puesto el pie en su hogar al atardecer. Ya entrada bien la noche, aquellos hombres seguían allí con una jarra de cerveza en una mano y un puñado de maravedíes en la otra. Un buen botín, había dicho uno de los hombres cuando Rosencrantz les había preguntado de mala gana cómo iban a pagar. Ya había tenido a gente de su calaña intentando comer por la cara allí, y no pensaba tener que pasar por lo mismo otra vez.

- ¡Guapa! –llamó uno de los piratas, entre risas- ¡Eh, guapa!

Rosencrantz esperaba no tener que pasar por eso, que fuera su padre quien los atendiera, pero al tercer “guapa” tuvo que pararse, respirar profundamente y girarse con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en la cara. Oh, mundo cruel, pensó.

- Guapa, tráenos algunos de esos chuletones denkenianos, anda –empezó a pedir mientras la tabernera se acercaba. Rosencrantz reprimió con todas sus fuerzas una mueca de asco al ver el tono profundamente amarillo de los pocos dientes que le quedaban al lobo de mar.

No esperó a que se le ocurriera otra cosa para mandarle traer y salió corriendo hacia la parte en la que se encontraban las cocinas, tras una pared con un enorme hueco por donde los visitantes podían observar como René, el chico al que habían comprado como esclavo para que los ayudara los fines de semana, tiempo en el que el número de personas que frecuentaban la taberna de triplicaba.

- ¡René! ¡René! –lo llamó, apoyándose sobre la barra.

Un hombre alto, fornido y con la piel del color del tizón asomó la cabeza. Sostenía una sartén en el que se freían unos cuantos pimientos y que movía sin descanso. Al ver a Rosencrantz alzó una ceja y la miró con cara de tengo-mucho-trabajo. Pero, si Rosencrantz se dio cuenta de ello, lo ignoró completamente.

- René, los chungos de ahí me piden chuletones. Dales lo que quieren y nadie saldrá herido –susurró, intentando hacer que la situación pareciera ciertamente peligrosa e intrigante.
- Nena, te voy a dar una patada en el culo como no espabiles –aseguró René.

Rosencrantz frunció el ceño y puso morritos.

- Vale, ¡vale! –accedió el negro con un gesto de mano- Tendrás los chuletones en cinco minutos.
- La Dama te esperará con cien vírgenes en el Paraíso, René –la mujer asintió con la cabeza, convencida.
- Sí, nena, sí. Mira, por allí entra Desmond.

Rosencrantz giró el cuello y miró hacia la puerta. En efecto, Desmond acababa de hacer acto de presencia. La tabernera se volvió de nuevo a René, que seguía en el mismo sitio donde lo había dejado. Puso cara de fastidio.

- A veces creo que no existen más tabernas en Trinacria.

René se encogió de hombros.

- Así es la vida, nena.
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Mensaje por Rangashellof 07/09/09, 09:40 am

El resonar de los tacones por el pasillo. Golpes en la puerta.
- ¿hmmjj?-.
- ¡¿No piensas trabajar esta noche?!-.
Resopló todavía bajo los efectos finales del Somnus.
- Espero que no estés otra vez con esa mierda. No quiero que acabes como esas chicas de la calle que creen vivir en un palacio… ¡Vamos, sal de una puta vez!-.
Un palacio… Sonrió.
Los golpes en la puerta resonaron todavía más fuertes dentro de la pequeña habitación.
- ¡Tú verás lo que haces… pero mañana no esperes que haya comida en tu plato si esta noche no me das mi parte! Mucho tiempo llevas vagueando ya… - La voz se convirtió en un murmullo mientras se perdía por el pasillo. La esencia de la reprimenda permaneció suspendida en el aire, del otro lado de la puerta, como un depredador acechando a su presa. Anne Marie no quiso salir.

El crujido de la cama, el sonido de las perchas chocando entre sí.
Demasiados vestidos negros, como en un funeral, pensó.
La fricción de la mano contra la cara no surtió efecto. Se sujetó apoyándose sobre la superficie fría de la pared. Las perchas volvieron a sonar.

Se vistió en silencio. El Somnus le devolvía furtivas miradas desde la mesilla de noche.
- Cállate… Es suficiente-. Lo escondió bajo el colchón. Recogió su bolso del suelo, se pintó y salió.
Media hora más tarde recorría su puesto de trabajo supervisada por una sombra que escrutaba cada esquina. Alguien de Madame Adèle vigilaría sus pasos hasta que pagara la estancia de aquel mes. El dinero se había esfumado tan rápido como el Somnus.

- Necesito dinero-.
- En esta calle no, Annie. No forma parte de los terrenos de Adèle esta noche… Búscate otro sitio si no quieres que ellos te echen a patadas- Las sombras vigilaban desde la oscuridad con sus brillantes ojos. Anne Marie asintió; no tenía necesidad de buscarse problemas.

Dejó atrás aquel barrio imperfecto, a sus chicas y a sus chicos… y a sus clientes habituales. Recorrió nuevas calles donde se sorprendió al ser conocida, aceptó tomar una copa con un deplorable ser con quien todavía no había estado y al que no conocía.
- Solo una copa y esto será tuyo- La ansiedad de su voz le produjo nauseas.
Lo cierto es que su sombra accedió por ella asintiendo desde la oscuridad.

En el rincón más oscuro del Mystic Walrus, normal.
Aquel ser le tocó la pierna por debajo de la mesa, Anne Marie intentó sonreír.
- Deberíamos bebernos esa copa, la noche es todavía muy larga-.
La esperanza de largarse con el dinero por la copa reapareció cuando la temblorosa mano se alejó de su muslo.
- Sí, sí… Deberíamos… - El ser se relamió los labios.
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Mensaje por Rosencrantz 08/09/09, 01:12 pm

Rosencrantz no auguraba nada bueno para aquella noche. Primero, los piratas no hacían más que cantar y cantar y, entremedias, comer y beber. Seguramente dentro de unas cuantas horas estarían para el arrastre y, sinceramente, no se sentía ni con ganas ni con fuerzas de cogerlos y sacarlos de su taberna de una patada en el culo. Segundo, Desmond no dejaba de divagar sobre lo que quería pedir. Hacía unos cinco minutos que había entrado por la puerta del Mystic Walrus, y ese tiempo le había dado para sostener la teoría de que la intolerancia a la lactosa de su tatarabuelo Chopra podría haber pasado de generación en generación hasta llegar a él. Rosencrantz sabía que no era verdad, porque había tomado café muchas veces, pero a pesar de eso se lo calló porque no le interesaba de ninguna manera seguirle el rollo. Y tercero y último, aunque no por ello menos importante, acababan de entrar nuevos clientes y ella debía de tomarles nota.

- Sinceramente, Desmond, no tengo tiempo para tus chorradas.

El hombre frunció el ceño.

- ¿Y qué hay del "el cliente siempre tiene la razón"?
- Si quieres toda esa filosofía barata vete a la posada de enfrente.

Le sonrió de forma un tanto condescendiente y se fue hacia la mesa que habían ocupado los nuevos clientes.

- Bienvenidos a la Morsa Mística -dijo de carrerilla, con ese tono de voz neutro que utilizaban y utilizarán siempre las camareras y-barra-o dependientas de todos los comercios de Jaspia-. ¿Ya saben lo que van a tomar?

Rosencrantz se fijó en que el tipo tenía cara de baboso indeseable y que no pegaba para nada con la pobre morena con pinta de no haber roto un plato en toda su corta vida. Sintió cierta lástima y compasión, pero pensó en lo que tendría que trabajar y ese atismo se borró de su mente en menos de lo que alguien dice Denke.
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Mensaje por Paco Morales 08/09/09, 02:44 pm

El techo de la habitación de Paco estaba pintado de blanco.

Él no lo sabía, claro, porque cuando se mudó a aquel lugar el techo ya había adquirido eso que para disimular da en llamarse la pátina del tiempo y que no es más que una acumulación de polvo y otras sustancias que insisten en pegarse a toda superficie disponible. El anterior inquilino era un fumador empedernido algo miope que había fallecido practicando su deporte favorito, la natación. Si se hubiera fijado mejor en los carteles, no se le habría ocurrido nadar hacia la zona donde estaba desarrollándose un concurso de caza con arpón. Pero todo esto Paco no lo sabía, porque el casero se guardaba de comentar ciertas cosas por aquello de las supersticiones. Y por lo tanto, creía que el techo estaba pintado de amarillo ocre.

Cuando se cansó de estar tumbado y mirar al techo, Paco se levantó, bastante malhumorado. Tomó su chaqueta y salió a dar una vuelta. Si no perdía de vista aquellas cuatro paredes un rato, iba a acabar volviéndose loco.

Ah, locos… ¿Dónde metían a los locos en esta ciudad? En el asilo, claro. Había dos asilos en Trinacria, tendría que visitarlos. Debería haberle pedido las direcciones de sus antiguos compañeros de aventuras al desdichado Atzin. Pero claro, entonces ni siquiera se le había ocurrido que el tema fuese a tener ninguna trascendencia. Y ahora ahí estaba, en el centro de un buen lío. Tómate unas vacaciones, le había dicho el jefe. Vete por ahí a descansar unos días. Muy gracioso. Y lo iba a pagar fregando letrinas con la lengua, ¿no? El muy jodío lo único que quería era que no se metiera por en medio de la investigación. ¿Pero por qué no podía investigar su propio caso? Había pillado un berrinche de los buenos, pero el jefe se había quedado impertérrito y lo había mandado a casita como si tal cosa. Y suerte que no se acordó de la porra. ¿O sí se acordó?
Con el ceño tan fruncido que parecía que tenía una sola ceja y echando humo por las orejas de puro disgusto, se paseó por las calles con paso rítmico, las manos en los bolsillos, pensando en una sola cosa: si agarraba al que lo había puesto en aquella situación, que lo acabaría agarrando, haría una lámpara con su piel sin molestarse en despellejarlo primero. Así de negros estaban sus pensamientos cuando pasó por delante de La Morsa Mística. Pasó de largo, pensó entonces que le iría bien un trago y volvió sobre sus pasos.

El interior estaba cargadillo. Unos tipos de aspecto criminal armando jaleo en un lado, un tipo de aspecto criminal babeando delante de una putita, otro tipo de aspecto criminal de cháchara con la tabernera… al menos hasta que ella le dijo algo con cara de insolencia y lo dejó plantado para seguir con su trabajo. Por cierto que la tabernera también tenía aspecto criminal. Hoy a Paco todo el mundo le parecía criminal, incluso el gato. Buscó con la mirada una mesa en un rincón discreto, desde donde pudiera ver a todo el mundo –vicios que trae la profesión- pero donde no le molestasen demasiado. Encontró una mesa pequeña vacía junto a la pared y se acomodó en ella.

Debería haberse sentado de cara a la pared. Para lo que había que ver…
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Mensaje por Rangashellof 09/09/09, 04:12 am

- Bienvenidos a la Morsa Mística. ¿Ya saben lo que van a tomar?-.
Otra mirada lasciva relamiéndose los labios. Un sonido gutural salió de su garganta antes de contestar, Anne Marie se revolvió en su silla; había elegido mal al cliente.
- Un refresco, por favor-.
- Sí… Eso para la señorita y para mí-.

Una risa salió de entre sus dientes y se frotó las manos bajo la mesa, volvió a intentar tocar el muslo de Anne Marie. Ella cruzó las piernas hacia el otro lado, separándose de aquellas garras.
- ¿No quieres contarme algo de ti?-.
- No necesitas saber nada. Déjame o te quedarás sin dinero-.
Aquella frase. Siempre aquella frase. Por suerte era una mujer que se podía permitir quedarse sin dinero casi siempre, pero no aquella noche. Madame Adèle exigía el dinero y el Somnus todavía embotaba su mente impidiéndola discutir.
Se resignó. Sólo era una copa, sólo un muslo.

- Eres muy bonita, ¿lo sabías?-.
Su mano se deslizaba como una babosa por la carne de la chica que permanecía bajo la mesa. Apretó más las piernas. Intentó sonreír.
- Gracias… Oh, nuestras bebidas-.

La camarera volvía haciendo su trabajo.
Esperó que aquellas fueran sus bebidas. Deseó que lo fueran… La camarera pasó de largo para atender a un nuevo cliente dejando las jarras que llevaba en otra mesa. La mano bajó la mesa se impacientaba, Anna Marie podía oler su excitación y le provocó nauseas. Ella siempre elegía a sus clientes ¿qué le estaba pasando?

- ¿Me disculpas? Me gustaría empolvarme la nariz… - Sonrió levantándose con una falsa disculpa en los ojos.

Buscó el váter sin resultado. Salió por la puerta trasera a un patio interior; no tenía escapatoria. Se acuclilló junto a la pared y se quitó uno de los tacones. Descalza rebuscó en el forro interior.

Volvió a entrar a la taberna mareada. Las pupilas dilatadas, el corazón acelerado. El Somnus empezaba a hacer efecto. Intentó imaginar que se encontraba en un lugar mejor. La imagen tembló y tuvo que sostenerse en una mesa próxima. Todavía no estaba preparada.

Se sentó en la mesa. El rostro babeante de aquel ser no fue de gran ayuda para concentrarse en caras nuevas y que aquella desapareciera. Hizo un esfuerzo mayor por conseguirlo. La imagen volvió a temblar. Parpadeó, la taberna comenzó a cambiar. Parpadeó de nuevo, aquel ser seguía mirándola con deseo. Volvió a hacerlo, las mesas desaparecían. Otro parpadeó y todo se oscureció.

Su mente consciente dejó de gobernar el Somnus. Ahora las imágenes se sucedían cada vez más aterradoras. Flashes de luces, monstruos y sangre. Y en el centro aquel ser, sonriente, como un rey de largos tentáculos. Sacudió la cabeza. Él intentó atacarla, ella gritó y se levantó de golpe aterrada.

Volvió a la realidad. Toda la taberna la miraba. Sonrió avergonzada todavía sintiendo cada latido de su corazón golpeándole fuertemente el pecho. Volvió a tomar asiento. El ser también se sentó de nuevo.
- Vi una araña… No me gustan las arañas-.

Su disculpa surtió efecto, pero el alboroto no acabaría ahí.
Aquel ser se había levantado a la par que Anne Marie como un acto reflejo arrollando en el acto a la camarera que pasaba por su espalda. Ni si quiera se disculpó. En una mesa lejana alguien [Desmond] pareció molesto por aquello y comenzó a gritar.
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Mensaje por Rosencrantz 09/09/09, 04:39 pm

Arañas. Claro. Ja.

Eso fue lo que Rosencrantz pensó cuando el tipo con cara de baboso la arrolló. Iba a poner cara de indignación total, pero Desmond pareció indignarse lo suficientemente por ella al levantarse y comenzar a gritarle cosas que ella no lograba entender. Se fijó en la chica y se dio cuenta de que era prostituta, y ese su cliente. Oh, maldita sea, pensó. Por el amor de la Dama. Ahora comprendía el por qué de la cara lasciva del tipo y la actitud de la chica. El mismo atisbo de compasión que había venido al atenderles por primera vez volvió.

Rosencrantz se giró hacia Desmond, que intentaba defender su honor. ¡Discúlpate, idiota!, gritaba. A veces Rosencrantz se sorprendía de sus buenos modales. Hasta los de ella eran mejor que los suyos. Miró al incondicional cliente de la Morsa Mística como diciendo basta ya, y este se dedicó a apretar los labios y marcharse hasta su mesa. Y justo cuando Rosencrantz creía que todo aquello se había acabado y que podría invitar amablemente a aquel hombre y su acompañante a irse de su taberna, Desmond apareció de la nada -en realidad había ido corriendo hacia donde estaban los tres- y le pegó un puñetazo al tipo.

Oh, genial.

- ¡DESMOND! ¡BASTA! -gritó la tabernera.

Sus intentos por separarlos, claro está, fueron en balde. Ya no sabía quien es quien, y los piratas coreaban un "bulla, bulla, bulla" que no dejaba indiferente a nadie.
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Mensaje por Paco Morales 09/09/09, 06:33 pm

Maldita sea, es que ni una cerveza se podía tomar tranquilo. Definitivamente, tenía la negra. Lo peor era que si intentaba escabullirse no estaba seguro de poder hacerlo. Aquellos tipos alentando la pelea estaban entre la salida y él. Y además, qué narices, aún no se había tomado la cerveza y quería aquella cerveza.

La porra de Paco era de madera de alerce, con el extremo tan achatado que casi era plano, mango ergonómico exquisitamente torneado para un perfecto agarre y una correa de cuero para colgársela del cinturón. En resumen, una porra reglamentaria en buen estado de conservación. Cuídala bien, le había dicho el comisario, porque no te vamos a dar otra. Y siguiendo el consejo, Paco procuraba no abusar de su uso y le daba aceite de linaza con aguarrás de vez en cuando para mantenerla limpia y pulida. Y no se separaba de ella ni para dormir. Julieta, su mu… su ex mujer, se había quejado de eso a veces. Pero la verdad, tampoco se duerme mal con la porra bajo la almohada, pensaba Paco. Si te la ponías debajo del cogote, hasta te descansaba las cervicales. Pero ahora era hora de exhibirla con salero. Se levantó de su mesa porra en mano y se plantó delante de los sujetos que estaban siendo la causa del alboroto. No se plantó en medio, desde luego que no, pero se paró justo detrás de ambos individuos y empezó a hablar en voz muy alta, como si se estuviera dirigiendo a un grupo invisible de gente que esperase al otro lado de la puerta de la calle. Le costó bastante, por culpa de los capullos que no dejaban de pedir camorra. Seguramente se quedaría afónico un buen rato.

-¡Que no os preocupéis, que no hace falta que entre toda la patrulla! Ahora mismo estos dos se van a largar a casa a dormir la mona y asunto concluido. Nada de importancia. Esperadme ahí un momento que luego seguimos la ronda.

Blandió la porra entre sus manos y dirigió una mirada significativa a ambos contendientes. O mejor dicho, al contendiente y al baboso que trataba de sujetarse la mandíbula.

-Ya habéis oído al capitán –dijo, señalando con el mentón hacia la entrada como si uno de sus compañeros invisibles que todo el mundo debiera ver hubiese dicho algo inaudible pero aparentemente de dominio general-; ahora mismo cogéis la puerta y os marcháis a casita a descansar. A menos que prefiráis pasar la noche en el calabozo, ¿entendido?

Miró de soslayo a la putita. Si se iba ahora con aquel tipejo, muy posiblemente la tomaría con ella.

-Tú no –le dijo-. Te quedas para que te interrogue.

Esperó las respuestas con cara de póker. La cosa era arriesgada, porque si bien confiaba en que aquellos dos infelices pasaran por el aro, quedaban los espectadores, que estaban echando miraditas subrepticias en dirección a la entrada. Alguno que otro tenía cara de preocupación, pero como descubrieran el farol… no las tenía todas consigo.
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Mensaje por Rangashellof 10/09/09, 11:51 am

¿Otra pelea?
En un segundo se vio en el suelo. Se alegró, desde allí se pasaba más desapercibida que desde arriba. Un segundo después el ser también estaba en el suelo, lógico. Se miraron, él pareció intentar demostrar algo y volvió a levantarse. Volvió a caer.

Anne Marie se sentía confundida por el Somnus. Las imágenes se sucedían turbias, como vistas bajo el mar con unos cristales sucios. Sonrió al saber que así no tendría que acostarse con aquel repugnante ser que se levantaba y caía. Y otra vez.

Ella se arrastró por el suelo, lejos de la pelea. El ser descubrió su sonrisa, pareció sentirse rechazado por su sonrisa y su forma de huir. Anne Marie sabía lo que aquello significaba; el ser volvería a buscarla tarde o temprano.

Lejos de aquel alboroto, Anne Marie no descubrió la estratagema del aquel nuevo hombre que gritaba a los otros dos. Se hizo el silencio, la pelea paró y ella aprovechó para levantarse.

El ser, humillado, salió rápidamente de la taberna, no sin antes dirigir una mirada de odio a Anne Marie. Había querido llevarla con él, el hombre se lo había impedido. Mal hecho, pensó Anne Marie, será a mí a quien toque enfrentarse después a él.

La Sombra de Madame Adèle permanecía en la puerta observando. No había visto necesario participar. Se sacudió las manos y volvió a salir tras el ser, observándolo. Tampoco dijo nada. Pronto desaparecería no sin antes lanzarle una mirada de aviso a Anne Marie. Madame Adèle quiere el dinero ya, gánalo cuanto antes… pero hoy tienes la noche libre.

Se arregló el vestido negro. Las manos cruzadas por delante, la cabeza gacha. Sumisa, a la espera de que el agente diera su visto bueno para que se marchara. Evitaba pensar en nada. El Somnus todavía fluía por su torrente sanguíneo cohibido por la situación. Pronto haría su aparición, en cuanto su cuerpo se relajara.

Anne Marie esperaba que el interrogatorio fuera rápido.
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Mensaje por Rosencrantz 12/09/09, 08:03 am

No sabía si darle gracias a la Dama o maldecir a aquel policía, pero al menos su padre no había salido con el garrote para echarlos del bar. A pesar de ello, no pudo evitar dudar un poco de aquel individuo, pues era raro que sólo hubiera aparecido él.

Desmond miró a Rosencrantz advirtiéndole que mañana hablarían -y seguramente reprochante por no haber sido ella aquella vez la que diera la cara por él-, y ella se limitó a alzar una ceja. No quería problemas con la policía, a pesar de dudar si esa oveja perdida pertenecía al cuerpo, y eso significaba que Desmond tendría que irse de allí cuanto antes. Ya hablaría con él por la noche, o lo que fuera.

Se iba a acercar a la prostituta y a su salvador para pedirles explicaciones, pero volvió a pensar en su padre con el garrote y se paró, dudando en qué hacer. Por suerte René apareció junto a ella con sus nobles consejos.

- Nena, yo de ti me casaba con ese tío.

Rosencrantz lo miró homicidamente y René alzó las manos en señal de que él no tenía la culpa de tenerl a razón.

- ¿No tienes cosas que hacer? -preguntó, tajante.
- La verdad es que no -sonrió-. Así que, nena, ve y tómales nota al poli y a la puta.

La chica le dio la razón. Eran clientes, y ella tabernera. Oh, malditas obligaciones.

- Bienvenidos... -empezó- Qué digo. Me habeis espantado mucha clientela, y quiero explicaciones.
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Mensaje por Paco Morales 14/09/09, 04:53 pm

Paco se miró a la tabernera de arriba a abajo sin ningún rebozo con una sonrisita burlona y replicó pronto:

-¿Ah, sí? Si quieres voy a llamarlos para que vuelvan. Como que los chulos y los busca pleitos hacen tan buena clientela, ¿verdad? Anda, tráeme una cerveza negra que estoy negro yo de tanto esperar. Y tú –prosiguió volviéndose hacia la prostituta, que de repente parecía que estuviera esperando en la cola del confesionario, toda formalita-, siéntate ahí.

Le señaló la mesa que había ocupado él antes, que estaba más arrinconada. Cuanto menos llamaran la atención, mejor. Mientras caminaba hacia ella, echó un vistazo en derredor, rápido, sin detenerse en nadie pero anotando mentalmente lo que estaba haciendo cada uno de los clientes. Ahora que la amenaza de redada había desaparecido, parecían más tranquilos. Por el momento.

Vaya rato de asueto que se había buscado. Y encima, a pasarlo con una furcia que no tenía otra idea mejor que buscar clientes colocada. Claro que si él tuviera que hacer lo mismo también se pondría ciego de lo que fuera antes de ir a trabajar, para no acordarse luego de nada. Para ser una chica mona, no era muy selectiva con sus clientes. Lástima de criatura. Suspiró sonoramente.
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Mensaje por Rangashellof 01/10/09, 04:29 am

No prestó atención a la discusión. El Somnus recorría su sistema de parte a parte cada vez a mayor velocidad. Empezaba a notar el letargo producido por la droga. Sus brazos y piernas se relajaron, su respiración se relentizó. La visión se volvió turbia. Parpadeó, luchando.

El efecto de la droga se desvaneció durante un par de segundos, los suficientes para sentarse ahí donde el policía acababa de indicarle.

Rápido, que sea rápido.

- ¿Podrías traerme un vaso de agua, por favor?- Su dulce voz salió de la garganta algo rota. No miró a la camarera.

Se retorció las manos sobre el regazo, aguantando. Debía concentrarse para permanecer en la realidad o pronto su mente tomaría el control y no sería capaz de controlar sus deseos.

- ¿Y bien? ¿Qué quería, señor?- Preguntó. Sin levantar la mirada de sus manos y con un tono neutral aunque algo ansioso.
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Mensaje por Rosencrantz 03/10/09, 12:59 pm

Apretó los labios y se contuvo para no contestarles de mala manera. No le gustaba la clientela así, con tantos aires y tanta seguridad. Aquella era su taberna, y creía merecer un poco más de respeto. Aún así fue hacia la barra de mala manera y sirvió cerveza en una jarra y un poco de agua fresca en un vaso recién fregado.

René la miraba con las cejas levantadas, esperando que acudiera a él para chismorrear sobre el policía y la prostituta, pero sólo consiguió que Rosencrantz frunciera el ceño y arrugara la nariz antes de encaminarse a la mesa de donde había venido. Sujetaba una bandeja con los pedidos, y antes de llegar al lugar donde estaban los alborotadores tuvo que tomar nota de algunos pedidos.

- Una cerveza negra… -anunció, dejando la jarra sobre la mesa- y un vaso de agua.

Los miró con escepticismo, pero antes de que pudiera preguntar cualquier cosa que se le pasara por la mente la voz de su padre rebotó en su cabeza como una pelota. Se amable con los clientes, se amable con los clientes. Oh, maldita sea, pensó Rosencrantz.

- Esto es un asco –se quejó cuando regresó junto a René-. Terminaré por fugarme con Desmond y tener muchos gatos. Mejor, me fugo sólo con los gatos.

Dejó la libreta sobre la mesa, esa en la que escribía lo que René tenía que cocinar.

- Pobre Rosencrantz –sonrió de medio lado, entrecerrando los ojos.
- Gracias por tu compasión –bufó.
- Ay, nena. ¿Por qué no vas ahí y los echas? Ten un poco de iniciativa propia.

Rosencrantz lo miró de mala manera y se preguntó cuantos pájaros tenía René revoloteando por su cabeza.

- Si hago eso mi padre me desterrará a Denkenia para que me coman las focas.
- Son morsas, cariño.
- Sí, lo que sea.
- No te van a comer.

Rosencrantz se encogió de hombros.

- Siempre hay algo de realidad en el mito.
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Mensaje por Paco Morales 03/10/09, 03:48 pm

Bendito aburrimiento… ¿Dónde se habría metido el muy traidor? En lugar de disfrutarlo, estaba ahí varado con una yonki más colgada que una lámpara. Debería haber salido del local en cuanto empezó la trifulca y que se apañasen. Total, ¿a él qué más le daba? Bastantes problemas tenía encima ya. Pero noooo, por gilipollas ahora estaba aguantando a una camarera malcarada y una putilla petarda. Por no hablar de los zopencos de la mesa del centro, que estarían encantados de armarla en cualquier instante. Debería de haber entrado en un salón de te a tomar agua con leche con las viejecitas viudas.

Así que su mal humor iba en aumento, en vez de mejorar. Miró con desdén a la desgraciada muchacha que tenía delante fingiendo que era una buena chica y esperando el momento para marcharse a seguir con sus labores.

-Quiero que te quedes ahí sentadita hasta que se te pase el efecto de lo que sea que te has tomado –dijo-. Los líos que se monten hoy no los vas a provocar tú, como me llamo Paco. Aunque te tenga que atar a la silla. ¿Entendido?

Se recostó en el respaldo de su asiento, observándola con cuidado. No le caía muy bien, aunque era guapa. Seguramente podía despedirse de tener una conversación inteligente con ella. Habría sido más interesante lidiar con la tabernera, que por lo menos parecía tener algo de personalidad –no estupenda, pero ahí estaba. O con el cocinero. De hecho, le estaban entrando ganas de deshacerse de las miradas de los otros clientes metiéndose en la cocina y sentándose en un taburete en algún rincón a tomarse allí su cerveza con tranquilidad.

Pero… eso no se hacía. Si empezaba a hacer cosas inusuales llamaría la atención, y podía ponerse en un aprieto mucho peor. Su situación actual no admitía flexibilidad alguna. Al menos, mientras estuviese en el territorio de su jefe.

Suspiró nuevamente, echando una miradita a la puerta de la cocina, y sorbió un trago de su cerveza.

-A ver, ¿qué es lo que te has metido? –le dijo a la prostituta sin mirarla.
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Mensaje por Rangashellof 28/10/09, 08:43 am

Bebió. Céntrate, Anne Marie, todavía puedes controlarlo. El agua recorrió su garganta con dificultad, tosió. No levantó la mirada, siguió frotándose las manos en el regazo. Intentaba aislar las imágenes que su mente superponía a la realidad. Relájate, no parece querer hacerte daño... y ese ser miserable ya no está, sonríe. Su rostro tembló en una mueca nerviosa.

No le gustaba el tono del hombre. Solo intentaba sobrevivir, ella era inocente. ¿Por qué aquel interrogatorio? No había hecho daño a nadie.

Nuevas imágenes recorrieron el local. Apretó los párpados, cerrando los ojos lo más fuerte que pudo. Respiró profundamente. Controlalo. Abrió los ojos. Las imágenes se volvieron turbias, menos aterradoras. Consiguió aislar a aquel hombre en un lugar vacío.

- No creo que eso sea de su incumbencia, señor- Su voz sonó de nuevo dulce, pero confiada-. Y de serlo, no he hecho mal a nadie... Intentaba hacer mi trabajo. Solo quiero volver a casa-.

Aunque con un tono sumiso, sus palabras estaban cargadas de una fuerza procedente del Somnus que Anne Marie no poseía en realidad. Más tranquila dejó de frotarse las manos para poder beber otro sorbo de agua.

Miró fugazmente hacia la puerta, pero la sombra la había dejado sola. Madame Adèle ya no velaba por ella porque... ¿Estaba realmente a salvo?
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Mensaje por Rosencrantz 08/11/09, 05:24 pm

- Mírala, ella va puesta hasta las cejas de lo-que-sea y el tío ese seguro que ni siquiera es poli.

Rosencrantz seguía enfrascada en su conversación con René, conversación que se basaba principalmente en despotricar contra todos los que estaban en la Morsa Mística. Los piratas parecían estar a punto de desfallecer tras tanto alcohol y seguramente Desmond estuviera fuera, apoyado en la pared que había bajo su ventana, así que mucho trabajo no tenía. Quizás dentro de media hora se cansara y los echara a todos a patadas, gritando que eran todos unos sinvergüenzas y que ojalá las morsas denkenianas se los comieran.

- Últimamente está muy de moda el Somnus, ¿sabes?
- Las putas drogas, René. Así te dejan.

Rosencrantz negó con la cabeza y chasqueó la lengua. René, en cambio, soltó una risita que se valió una mirada de indignación por parte de la menuda tabernera. Tosió, intentando disimular, y dijo algo así como "vuelvo al trabajo".

- Si, mejor -contestó Rosencrantz antes de volver a girarse hacia el escenario que era la taberna.
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Mensaje por Paco Morales 08/11/09, 06:37 pm

Paco soltó una risita irónica.

-No, ya veo que tú no le haces daño a nadie más que a ti misma –dijo secamente-. Pues no te creas que me interesa tu vida más que a ti. Anda, ya te puedes ir. Supongo que ese idiota que te acompañaba se habrá ido echando pestes con miedo de que lo detengan, y ya ha tenido tiempo de alejarse de aquí, así que te puedes largar sin miedo a que te lo encuentres en la calle. Claro que –y en este punto se levantó ligeramente de su asiento y se inclinó sobre la joven con cierto tono amenazador- siempre te puedes encontrar en cualquier esquina con un montón de salvajes armados hasta los dientes dispuestos a diseccionarte en cinco minutos… ¡y gratis!

Se volvió a sentar, dejando caer su peso sobre la silla con brusquedad. Estiró las piernas bajo la mesa y pareció perder el interés en la muchacha por completo, concentrándose en su bebida. Levantó la mirada para buscar a la tabernera del ceño fruncido.

-¡Eh, chica! Tráeme otra –dijo alzando la voz por encima del alboroto general y la jarra por encima de su cabeza-. Y dime lo que tenéis para comer.
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Mensaje por Rangashellof 30/11/09, 11:38 am

Acabó.

- Tenga entonces buenas noches, caballero- Levantándose, apoyando el brazo sobre el respaldo de la silla, miró hacia sus pies. Su vestido estaba arrugado, las piernas le temblaban. ¿Tendría fuerzas suficientes para llegar a casa antes de que la droga la poseyera por completo?

Empleó todas sus fuerzas para convertir la posada en un bonito restaurante con lámparas de araña repletas de brillantes diamantes, tapices coloridos, suculentos aromas. Un hombre se cruzó con ella, sonriente, viéndolo como un elegante terrateniente, se sonrojó incluso.

La puerta quedaba ya a pocos pasos, podía conseguirlo sin llamar más la atención. La empujó soltando un largo suspiro de alivio. Continuó controlando su mente.

Ya en la calle miró a su alrededor; la droga hizo que se iluminara y pareciera más segura, Anne Marie no se fió y esperó a que su mente se despejara para volver a la realidad. Varios charlaban fumando al otro lado de la calle y, entre las sombras, unos ojillos brillantes llenos de malicia y lujuria, esperaban a que se pusiera a caminar.

Ésta se apoyó en la pared de piedra, no sé sentía preparada para caminar sola.
La puerta de la taberna se abrió, un par de alegres hombres salieron hablando animadamente sin prestar atención a la joven. Ésta echó un vistazo al interior.
Aquel hombre, aquel policía... ¿Tardaría mucho en marcharse? ¿Sería tan complicado convencerlo para que le acompañara al menos hasta el barrio... hasta donde se sintiera segura?.

No, iría sola, como siempre. Echó a andar, pausadamente, convenciéndose de que no tardaría en llegar al barrio, a aquel lugar donde las sombras eran sus amigas, donde... Sintió una presión en el pecho, apenas tuvo tiempo de gritar cuando el pañuelo con un fuerte olor la impidió respirar el aire de la ciudad. Todo se volvió borroso, los brazos y las piernas le pesaban, no podía moverse. Sintió como el mundo se le venía encima y luego... luego no sintió nada más, se sumió en una completa oscuridad, inconsciente.
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Mensaje por Eleazar Hertzel 01/12/09, 03:47 pm

"Aquel puto enano me ha dejado colgado" pensó Eleazar mientras caminaba a grandes zancadas. El elfo le había dado plantón y ahora tendría que permaner en Tinacria... con lo que eso conllevaba: buscarse un nuevo trabajo, conseguir otra habitación en alguna otra posada... o huir igualmente.

Eleazar negó con la cabeza y dobló una esquina bastante concurrida. Huir no era tan placentero ya si se hacía sólo, aunque siempre podría buscar alguna criatura del mar y proponerle el viaje. Sin duda, el trayecto, sea el que sea, sería mejor si tuviese alguien como él con quien compartirlo y no un terrestre que sólo saben ir en barcos...

Se encaminó hacia la primera posada con la que se topó y aprovechó que una chica salía (Anne Marie) para entrar él. En el interior reinaba el típico ambiente de una posada: borrachos, mujeres coqueteando con ellos (claramente prostitutas) y en contraste, gente que sólo iba para comer o refugiarse del exterior.

Caminó entre las mesas y se sentó en una solitaria que contaba únicamente con una silla. Dejó su bolsa de viaje entre los pies y se frotó el pelo, observando el lugar y buscando alguna camarera. Vislumbró a una chica, a la que sonrió y saludó con la mano para que acudiese a tomarle nota, pero Eleazar no esperaba que acudiese rápidamente ya que había otro hombro que la había llamado antes que él. Se limitó entonces a acomodarse en la silla y contemplar la posada. ¿Cuánto pedirían aquí por una habitación?
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Mensaje por Rosencrantz 26/12/09, 04:28 pm

Rosencrantz, toda mala leche y frustración contenida, hizo un gesto de cabeza hacia el chico nuevo que acababa de entrar y se encaminó hacia la mesa del policía que le tocaba las narices desde hacía un largo rato ya. Se fijó en que la chica de antes, aquella con pintas de puta, ya no rondaba por ahí, y se preguntó dónde habría ido. A partir de ahí empezó a pensar en Desmond y en que ojalá no le hubiera pasado nada -todo teñido de insultos y calumnias-, así que se olvidó de la morena en relativamente poco tiempo.

- A ver, tu cerveza -dijo, poniendo la jarra sobre la mesa con un golpe. El líquido se movió dentro del recipiente y algunas gotas salpicaron la mesa de madera-. De comer tengo lo que quieras, así que pide y tus deseos se cumplirán -canturreó. Su padre la obligaba a decirlo cada vez que alguien pedía qué podía comer. Maldito sea, pensó.

Giró la cabeza para mirar a René de forma cómplice, pero justo entonces algo que sucedía fuera captó su atención. ¿Acaso no era aquella la chica de antes? ¿Y por qué aquel tipo la estaba cogiendo? ¿Pero qué...?

- ¡Eh, tú, que se la llevan! -gritó, cogiendo al policía del hombro y zarandeándolo. Señaló la ventana. Aquel hombre se la estaba llevando por un callejón- ¡Haz algo, zoquete!
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Mensaje por Paco Morales 26/12/09, 08:21 pm

La oferta ilimitada, aunque evidentemente fantasiosa, del menú, dulcificó el humor de Paco someramente. Al menos comería algo decente.

-Bueno, pues tráeme unos huevos fritos con chorizo. Los huevos con puntilla, y el chorizo que esté bien churruscadito y chorreante, ¿eh?

Estiró las piernas bajo la mesa, intentando relajarse un poco más, aliviado porque parecía que la velada se iba arreglando. El ambiente se había aclarado un poco, estaba solo, había algo de tranquilidad y podía pensar, o al menos intentarlo…

Pero le duró poco. La tabernera lo agarró, empezó a sacudirlo y se puso a chillarle a la oreja.

-¿Qué me has llamado? –dijo, mosqueado, mientras intentaba darle sentido al cacareo de la muchacha. Miró por la ventana tal como le indicaba ella, y al ver la escena soltó una imprecación que no le importó que la jovencita oyera porque, puesto que trabajaba allí, era cosa segura que había escuchado a menudo otras bastante peores. Se levantó de un salto.

-Oye, si tenéis puerta trasera espérame ahí con la sartén más pesada que tengas. Si no tenéis… pues también. Y ten los malditos huevos a punto para luego.

Maldiciendo su suerte y la de la putilla, que parecía ser tan afortunada como él, salió disparado hacia la entrada. Pero a medio camino se tropezó con otro cliente y casi se cayó sobre el mismo, un joven de cabello castaño cobrizo. Murmuró una disculpa entre dientes e intentó proseguir su persecución, pero se le había enganchado el bajo del pantalón en algo. Tiró, sin mirar y maldiciendo una vez más, para liberarse, y salió tras de la morena y su atacante sin apercibirse de que algo se le había quedado prendido en las ropas. Torció la esquina para meterse en el callejón, justo a tiempo de ver a una figura oscura arrastrando un bulto informe, presumiblemente la morena. Poco le habría costado encargarse de ella, en el estado en que había salido del local. Paco cargó hacia el tipo como un rinoceronte hacia una hoguera. No estaba dispuesto a presenciar otra carnicería si no iba a ser él quien la pusiera en escena.

-¡Alto ahí! ¡Quedas detenido! –gritó, y se lanzó sobre el individuo, recordando justo entonces que no iba armado. Al menos, no con las armas tradicionales del oficio.
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Mensaje por Rangashellof 28/12/09, 09:07 am

El repugnante ser se sobresaltó al escuchar de nuevo la voz de aquel hombre. Como un saco repleto de alubias, Anne marie cayó al suelo abriéndose una pequeña brecha en la frente. No se inmutó, seguía iconsciente.

- ¿Tú otra vez?- De la garganta de aquel ser salieron las palabras como un hediondo gorgoteo.

No tuvo tiempo más que de girarse para ver como se le echaba encima. Físicamente no era gran cosa, pero era bastante ágil así que pronto se zafó de él. Una de sus manos desapareció entre las ropas, un brillo metálico se dejó ver iluminado por la poca luz que había en el callejón. Un largo y afiliado cuchillo.

En su rostro se formó una mueca depredadora. No parecía achantarse, le plantó cara. Dirigió una fugaz mirada a las piernas desnudas de Anne Marie y a su vestido rasgado, sonrió pensando en lo que pasaría después.

Su ojo derecho tembló en un tic incontrolado. Se lanzó sobre el hombre cuchillo en mano, moviéndolo en diagonal de arriba a abajo antes de intentar clavárselo en un costado. Falló por poco y volvió a intentarlo.

No estaba dispuesto a perder a su presa.
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Mensaje por Rosencrantz 28/12/09, 09:17 am

Oh, un poco de aventura, pensó Rosencrantz mientras corría hacia las cocinas. Había desechado hacía tiempo la idea de hacer algo más interesante que servir carne y poner buena cara, pero aquello iba a devolverle, quizás, la ilusión de escribir.

- ¡René! ¡Huevos! ¡Sartén! ¡Secuestro! -gritó nada más entrar, quitándose el delantal y echándoselo a su amigo a la cabeza.
- ¡AH! -gritó el cocinero.
- ¡AH! -secundó Rosencrantz a causa de los nervios.

René hizo un movimiento raro con la mano y tiró la sartén que estaba al fuego junto con todos los filetes. Los dos empezaron a maldecir y Rosencrantz, pensando que tenía que hacer algo rápido, se agachó y cogió la sartén. Mala suerte, René caminó hacia atrás con el delantal todavía tapándole la cara y tropezó con la tabernera, cayendo al suelo.

- ¡POR LAS FOCAS DE DENKENIA!

Y, en un último suspiro antes de darse por vencido y lloriquear en el suelo, René murmuró un:

- Son morsas.

Pero para entonces Rosencrantz estaba corriendo hacia la parte de atrás con la sartén ardiente en la mano. Salió al callejón, dobló la esquina y vió como el policía y el baboso luchaban a muerte por la chica. Al principio pensó en dejarlos a su aire, pero después se dio cuenta de que la sartén pesaba mucho y que haría un buen papel en aquel duelo. Así que se acercó sigilosamente y, justo cuando el hombre misterioso volvía a arremeter contra el policía, Rosencrantz dio su golpe de gracia.

¡CLONC!

Rosencrantz observó el panorama. Se había equivocado de hombre. En vez de al misterioso le había dado al policía.
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Mensaje por Eleazar Hertzel 28/12/09, 12:37 pm

La camarera le hizo una señal a Eleazar con la cabeza y éste asintió, esperando su turno. Sin embargo, la camarera no acudió hasta su mesa. Eleazar observó cómo la chica perdía su mirada tras la ventana y al instante comenzó a zarandear a aquel hombre, gritando.

El chico contempló la escena divertido, y apenas su sonrisa se borró cuando aquel hombre, que parecía ser policía, pasó junto a su lado, tropezándose. Eleazar alzó las manos en dirección al hombre que perdiendo el equilibrio a punto estuvo de caer sobre él, aunque por suerte eso no ocurrió.

Cuando el hombre salió de la taberna buscó de nuevo a la camarera, aunque ésta ya había desaparecido. Seguía sonriendo, ya por mera inercia, y esperó. Entonces un estruendo en la cocina calló algunas de las conversaciones, y entre gritos vio cómo la camarera salía de nuevo, sartén en mano, pero no duró ni dos segundos en el local; nada más salir de la cocina salió a la calle.

Eleazar pensó en lo que la chica había dicho a aquel hombre a gritos y empezó a creerse lo del supuesto secreto; él mismo pensaba que era una táctica de la chica para librarse de aquel policía venido a menos. Se levantó de la silla y cogió su bolsa, caminando hasta la salida.

Apenas tuvo que caminar para encontrarse con la escena que protagonizaban la camarera, el policía y un hombre que desconocía y que portaba un cuchillo. Su sonrisa se borró de inmediato y observó como el sartenazo de la chica no acertaba con su objetivo.

Quise acercarme e intervenir, pero no tenía armas, ni una mísera daga. Miré al suelo y con el pie moví un adoquín que parecía resquebrajado. Me coloqué la bolsa de viaje a la espalda y me agaché, sacando un pedazo de adoquín.
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Mensaje por Paco Morales 28/12/09, 12:41 pm

El tipejo, como era de esperar, no se quedó quieto esperando su arresto, sino que sacó un cuchillo, uno muy grande, demasiado, y se revolvió. No parecía un luchador experto, pero eso poco importa cuando tu oponente está indefenso y tú tienes a mano, literalmente, tu mejor cuchillo de carnicero. Paco se movió tan deprisa como pudo, lo cual era su única posibilidad. Si conseguía acercarse lo suficiente como para atizarle en el cogote o patearle donde fuera, preferiblemente entre las piernas, tendría una buena oportunidad para terminar con aquella tontería. Si no… la tontería acabaría con él. Y si dejaba pasar demasiado tiempo esquivándolo, acabaría cansándose y cometiendo un error, y eso no podía permitírselo. En un arranque de creatividad, dio unos cuantos saltos alrededor del contrario para despistarlo y, cuando lo notó algo perplejo, atacó.

Logró asirle las muñecas, pero la postura no era muy ventajosa. Y mientras trataba de dominar a aquella especie de monstruo, oyó un golpe seco y sintió que el tiempo se detenía.

Se volvió, olvidándose momentáneamente del individuo que pretendía convertirlo en menudillos, y se quedó mirando a la tabernera durante medio segundo larguísimo, durante el cual recordó que el vecino todavía no le había devuelto las herramientas que le había prestado en primavera y decidió que debería haber seguido el consejo de su tío y hacerse remachador en el muelle, que era una profesión mucho más relajada que la que había elegido.

-Lo has hecho adrede –musitó con expresión de perrito traicionado por segunda vez, y cayó redondo al suelo.
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Mensaje por Rangashellof 28/12/09, 02:11 pm

El repugnante ser soltó una risilla nerviosa, a sabiendas que gracias a la camarera acababa de librarse de su mejor contrincante por unos minutos. Volvió a coger el cuchillo que se le había caído con el ajetreo y lo blandió delante de la tabernera con una mueca torcida.

Esperaba, con cierto aire de superioridad, que ésta lo atacase, sin percatarse del chico que acababa de llegar a la boca del callejón. Cuando lo hizo, éste la esquivó rápidamente siguiendo su estela con el cuchillo, la ropa se desgarró haciéndole una incisión en el costado. El corte no fue profundo, pero lo suficientemente largo como para que la joven sintiera un intenso dolor.

Fue entonces cuando se percató del joven y del pedazo de adoquín que tenía en la mano. Viendo como además el hombre parecía volver en sí rápidamente pareció dudar. Gruñó y echó a correr por el lado contrario de la estrecha calle, separándose a desgana de su presa. En la carrera se le habían caído un par de tarjetas, una de ellas de la mejor casa de préstamos de toda la capital.
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