Huír una vez más

Aún con la contestación de Rose, el niño se da cuenta de que está temblando. No aparta la vista del hombre y del perro, no puede hacerlo. Le tiembla cada parte de su cuerpecito, pero no sabe por qué. Aunque tiene mucho miedo, no está seguro de si tiembla por eso, por frío o incluso por hambre. Se encuentra muy mal, peor que nunca, pero sabe que no puede darse por vencido ahora. Quiere volver a ver sus padres, quiere salir de ese lugar, quiere dejar de ver a perros morir en manos de esa asesina. Porque aunque ella lo niegue, Solan sigue convencido de que lo es. Ha visto cómo se ha movido en la pelea contra ellos y ha visto que poseía un arma. Aunque no sabe mucho sobre el tema, tiene cierta idea de cómo es el mundo.

O, al menos, eso cree.

El chico no contesta a Rose, sigue mirando a los dos seres que yacen en el suelo. Siente pena, mucha pena, pero no es capaz de llorar ya. Sólo tiembla.

No sabe si Rose nota su tembleque, pero le suelta la mano. Entonces, se mira su propia mano. La tiene sucia y tiene algunas heridas, aunque no se había dado cuenta antes. Mira a Rose que habla y sigue el camino sin detenerse. Va a tener que seguirle el paso si no quiere volver a estar solo.

Pero no está seguro de hacerlo. Mira de nuevo al señor y al perro. Verdaderamente parecen muertos, aunque la chica ha dicho que no lo estaban. ¿Cómo lo sabe? Él sabía que cuando alguien está muerto deja de oírsele el corazón, pero... ¿acaso Rose se había acercado a escuchárselo? No, él no la había visto hacerlo, le estaba mintiendo.

Pero, mentirosa o no; asesina o no; mala o no... iba a tener que irse con ella. Al fin y al cabo era lo único a lo que podía agarrarse, y esperaba que le diera de comer.

Corrió unos metros hasta alcanzar a Rose y se colocó a su lado. Agachó la cabeza y comenzó a caminar a su paso.

Sí, bueno...

A veces la confianza da asco. O mejor dicho, verse obligado a confiar. Puede que mi experiencia no esté donde debe, y mis recuerdos tampoco, pero lo sé bien. Yo... había confiado en aquellos bastardos, después de todo. Me siento mareada, pero tengo que seguir caminando.

Mis dedos palpan con cuidado el carcaj que le he quitado al marinero. Seis... no, siete flechas. Son más que suficientes, pero no debería ir tirándolas por ahí. Agarro el astil de una, y la miro con detenimiento. No son muy buenas, pero servirán. La apoyo en la cuerda del arco, y tiro un poco.

Bien.

Ahora necesitaría un animal. En el bosque, no es un gran problema, pero sí teniendo en cuenta las circunstancias. ¿Cómo pararse a buscar una presa en su situación? Y se me escapa una mirada hacia Solan; ¿Cómo no hacerlo? Tiene su... urgencia. Quizás tenga que esperar, pero siento cómo la confianza del muchacho hacia mí se dinamita a cada segundo que pasa.

Quiero sacarle de aquí, pero no sé cómo hacer que lo sepa. O que me crea. Estamos perdidos otra vez entre los árboles, pero se que nos dirigimos al sur. Cómo, no estoy segura. Si la imagen que tengo en la cabeza es correcta, creo que vamos hacia... euh, el otro extremo del bosque. Ojalá allí haya algo.

Lo que me recuerda...

- Toma - le digo de pronto, echando una mano al interior de la mochila.

Quizás debería haberlo hecho antes, pero no lo consideré... prudente. De mi mochila sale un trozo de tela bastante gastada, que envuelve un par de manzanas. Están un poco pasadas, pero tendrán que servir... por ahora. No quería dárselas porque seguramente le abrirán el apetito y no serán mucho alimento, pero no se me ocurre otra.

Después de todo, yo he sobrevivido a la travesía en barco escamoteando manzanas. Tendrán que valer; le doy ambas, por supuesto. Yo... aún puedo aguantar.

Aunque no quiere mirar a Rose, va lanzándole miradas de reojo.

No quiere saber qué hace mientras camina, prefiere no saberlo, pero en una de sus miradas, ve flechas, sí, flechas, como las de Robin Hood que su padre tantas veces le había contado. ¿Por qué esa mujer tenía flechas? ¿Sabía matar con cualquier cosa?

El miedo del niño no cesa, ni un poquito, casi podría decirse que va en aumento. Aunque tampoco sería cierto, pues tiene más hambre y cansancio que otra cosa. Siente como las piernas le duelen, aumentando el dolor por momentos. Ojalá tuviera su camita para descansar. O algo para echarse a la...

Rose le ha dado algo, es tela, pero dentro hay algo. La mira dubitativo y mira también el trozo de tela. ¿Por qué no le dice lo que es? Pero él tampoco le pregunta. Deja de caminar y, lentamente y con cuidado, desenvuelve el trapo.

- ¡Oh! - exclamá sin poder evitarlo.

No puede creer lo que tiene en sus manos. Éstas le tiemblan. Mira a Rose, y claramente se nota el brillo de sus ojos. Agarra una de las manzanas y la muerde con ansia y desesperación. Son las mejores manzanas que ha probado nunca. Le saben a gloria, y casi traga cada bocado sin masticar. Están verdaderamente sabrosas.

Pero se acaban demasiado pronto. Aún así, se vuelve a colocar al lado de Rose, de la que se había quedado un poco rezagado, y le dice, mucho más feliz ahora que tiene el estómago algo menos vacío:

- Gracias. Estaban deliciosas.

Su paso ahora es notablemente más enérgico, y eso que esas dos piezas de fruta no le han aportado apenas un cuarto de lo que necesita para saciar su hambre. Se encuentra mucho mejor. Y también respecto a la chica. Al menos, ella ha cumplido parte del trato, le ha dado algo que echarse a la boca.

La mira unos instantes mientras piensa en algo que decirle.

- ¿Dónde vamos?

Bueno, algo es algo.

Por ahora, parece que las manzanas me han ganado un poco de su confianza. no puedo decir que hayamos salido de ésta, pero todo será mucho más fácil si consigo que nos llevemos bien. Me alegro sinceramente. Sonrío, y le hago una caricia en el pelo mientras caminamos...

¿Adonde?

- Buena pregunta - tengo que admitir. - No estoy segura, Solan.

No conozco éste bosque, pero tengo algunas... referencias. No se si son fiables. Parten de una carta de navegación, la que me enseñó el jefe de aquellos desgraciados cuando me indicó dónde iban a dejarme. No venían demasiadas indicaciones sobre la tierra, y estoy confiando en que el sitio donde desembarqué es realmente el sitio donde me dijo que había desembarcado. Si lo es...

Señalo hacia adelante. Hacia el sur.

- Estoy muy segura de que hay una ciudad en ésa dirección - le digo. - No se a cuánta distancia. Lo que intento es que lleguemos antes de que... bueno, nos atrapen. O se haga de noche.

Suspiro.

¿Me escuchará? Es... un niño. Vale, no lo parece, pero es un niño.

Siguen caminando, y Solan está notablemente más feliz. Aunque aún nota su hambre, saber que Rose le ha dado esas manzanas le ha dado ánimos.

La chica le hace una caricia en pelo, la tía Olivia también lo hacía, y justo después le ofrecía una golosina. Pero aquella mujer no iba a ofrecerle nada más, ya había tenido bastante con las manzanas, más de lo que Solan esperaba, tras todo lo que había visto hacer a Rose.

- Oh, entonces vamos deprisa, ¿no? No quiero ver ningún perro muerto más... y mucho menos un hombre.- Su voz había tembladoal hablar, volver a pasar por otra situación como la de antes le daba verdadero miedo. Aún guardaba la imagen del primer perro en su mente. Iba a tener pesadillas, seguro. Aún estaba algo sorprendido con lo que la pelirroja era capaz de hacer.

Eso le hizo preguntarse: "¿Por qué tenía el pelo tan rojo?". Solan había visto a niños con el pelo de color rojo o como naranja, pero nunca tan rojo como aquella chica. Y... le gustaba. La miró y soltó una risita, con la mano puesta en la boca. Tras eso, comenzó a caminar como dando saltitos y dando pasos con las piernas muy abiertas, balanceándose.

- ¿Por qué tienes ese color de pelo? ¿Y cómo es que sabes pelear? ¿Sabes matar a gente con esas flechas?- Tras esa pregunta cerró los ojos pensando que no tendría que haber dicho eso. Era tonto. ¿Y si eso la enfadaba?- Rose- la miró casi con un gesto suplicante - quiero hacer pipí, ¿podemos correr para llegar a esa ciudad más rápido?

No podría enfadarme.

No ahora que todo parece volver a ir más o menos bien. Solan me sigue, y parece que confía en mí. Es más, vuelve a ser curioso. Me alegra éso, aunque me temo que no se contestar a la mitad de lo que me pregunta. ¿Yo? Yo estoy frenética. Tengo más miedo que él. ¿Qué va a pasar ahora?

- Yo tampoco - confieso, con toda la sinceridad que me cabe en el alma. - Yo tampoco, Solan, créeme.

Nunca he matado a nadie.

... Al menos no desde que me 'desperté', no desde que recuerdo, que tampoco es mucho. Pero quiero que siga siendo así. No se muy bien qué fui antes de ser una vagabunda sin mente ni recuerdos, pero no quiero que corra sangre por mi culpa. No se qué piensa Solan, pero no estoy en situación de corregirle.

- ¿Euh? - extrañamente, la primera pregunta es la que más me sorprende de todas. ¿Por qué tengo... este color de pelo? - Es... soy medio elfa, Solan. Es un color... frecuente entre los elfos, creo.

... estoy segura de que no conozco a mi madre, pero por alguna razón, sé que lo he heredado de ella. Me sacudo la cabeza, inquieta; ojalá tuviera tiempo para pensar en ello, pero no es la situación adecuada. Tengo muchas cosas en que pensar cuando salgamos de aquí. Éste niño... me estoy cuestionando muchas cosas gracias a él.

- Ojalá lo supiera - confieso. - ¿Matar...? No. No, yo... espero no tener que matar a nadie, Solan, de verdad. No quiero hacerlo.

Correr.

Si, correr es una buena idea, pero acabaremos exhaustos. Yo ya casi lo estoy. No quiero perder más fuerzas de las necesarias. Cubriremos más camino andando... Pero se me ocurre algo.

- Puedes hacer pipí detrás de aquel árbol - digo, señalando a uno. - No te preocupes, no miraré.

No miraré, entre otras cosas, porque mi idea es subirme a otro árbol. Necesito reconocer el terreno.

"¿Ha dicho elfa?, se pregunta el niño al oír a Rose contestarle. Alguna vez había oído hablar de ellos, pero ciertamente pensaba que se trataba de cuentos para niños y para grandes. ¿De verdad existían los elfos? Pero... ¿los elfos no eran buenos? Si Rose era una elfa, ¿por qué era mala? ¿Estaba hechizada? ¿O los elfos no eran buenos como todo el mundo decía? ¿Dónde estaba la familia de Rose también elfos? ¿No tenía familia y amigos elfos? ¿Y casa? ¿No tenía hogar?

Todas esas preguntas le estaban volviendo loco. Pero le daba miedo pronunciar más de la mitad de ellas. ¿Cuál podría ser la reacción de la chica? Tras un momento, acabó decidiendo no decir nada hasta que Rose no le demostrara que de verdad era una elfa y no intentaba engañarle. El problema venía al no saber cómo hacer que ella le demostrara eso.

Sobre sus necesidades fisiológicas, Solan puso mala cara. Él sabía de sobra que en el campo se hace pipí junto a los árboles o escondido tras arbustos, pero no quería hacerlo allí. Ese sitio le daba miedo, y esa mujer no lo entendía. Suspiró con resignación y dijo:

- Está bien, Rose, espérame aquí, ¿vale?- Por mucho que desconfiara de esa mujer, prefería estar en su compañía a estar solo. Luego se le ocurrió algo: - No hay nada que pueda atacarme mientras hago... ¿no?- Su voz sonaba totalmente en serio, no le gustaba ese lugar y cada vez era más irracional el miedo que tenía. O tal vez sólo era el miedo que cualquier niño en su situación debía tener. Aunque Solan se esforzaba notablemente porque su estado de ánimo y sentimientos no se notaran demasiado.

Aún con todo, el niño se acercó a un árbol que se encontraba a unos diez pasos a su derecha. Mientras hacía lo que tenía que hacer, miró al suelo y vió algo brillar. Cuando acabó, se agachó y observó el objeto. No sabía muy bien qué era pero le gustaba su color. Era de color dorado y brillaba notablemente, aunque no era más grande que su manita. Era una especie de cajita, pero no podía abrirla. Parecía ser de mujer. Se guardó el hallazgo en el bolsillo de su pantalón, y disimulando por la demora, volvió sobre sus pasos en busca de Rose.

Por desgracia, hay cosas que no están al alcance de nuestras manos.

No puedo saber qué es lo que está pensando Solan, desde luego. Él intenta que sus emociones no se transluzcan en su voz, es muy listo para su edad. ¿Tiene miedo de lo que pueda encontrarse? Supongo que es lo más natural. Sabe que voy a sacarle de aquí, pero no confía del todo en mí. ¿Puedo culparle?

No se me ocurre pensar que, lo que sucede, es que el bosque le desagrada. Imagino que tiene miedo. Ha visto demasiada violencia por hoy, más de la que un chiquillo debería ver en toda su infancia. Teme que algo le ataque.

- Claro que no - miento como una bellaca sin el menor remordimiento. - Tranquilo.

No pienses en los ciempiés, ni en las arañas, ni en cosas más grandes y más fieras como un jabalí. No pienses que estamos en un bosque, y todo saldrá bien. Dicen que el hombre proviene de los bosques... y desde luego, tendríamos problemas si tuviéramos que volver a ellos. De alguna forma, no me causa dificultad la intemperie, pero entiendo que a él si. En cada lugar al que miro, hay algo potencialmente mortal. Pero hay que confiar en el instinto, ¿No?

Intento ponerme a trepar, pero no soy capaz. No recordaba que me doliera tanto el tobillo, pero cuando lo planto en la madera húmeda del árbol, descubro que voy a ser incapaz de apoyar mi peso en él. Lo intento, trato de subirme a una rama, y enseguida siento la hierba mojada en el cuello, me he caído de espaldas. Ruedo sin querer y acabo a cuatro patas al otro lado del sendero, llena de musgo, sintiéndome ridícula. Hago un esfuerzo por no dejar escapar un quejido, y me levanto como puedo.

Solan vuelve. Espero que no haya visto nada de ésto. No me gustaría que, encima, se preocupase por... no, no por mí, no creo que me aprecie tanto, sino por el estado de la persona que tiene que sacarle del bosque. Además, si supiera que no puedo correr, tal vez huiría.

- ¿Todo bien? - le pregunto.

Señalo en la dirección en la que estábamos avanzando. Tendremos que continuar a ciegas, confiar en que, si hay alguna amenaza, podremos detectarla a tiempo.

Cuando Solan regresó, la pelirroja le preguntó si estaba todo bien. El niño asintió con la cabeza e hizo un amago para sonreír, pero sin éxito. La cajita encontrada seguía en su bolsillo, aunque el pequeño había comenzado a olvidarse del objeto.

Rose señaló en la dirección que deberían seguir, y Solan se aproximó a la chica para continuar tras sus pasos. Esperaba que no quedara mucho de viaje, aunque no sabía si era buena idea preguntar por ello.

Caminaba dos pasos por detrás de la chica y empezó a entonar una melodía. Poseía el timbre dulce de un niño, aunque no parecía conocerse demasiado bien la letra de la canción.

- ¿Sabes canciones?- preguntó a Rose. No fue algo que hubiera pensado preguntar, sino más bien que se le escaparon las palabras de su boca. No llegó a arrepentirse de pronunciarlas, aunque no sabía cuál podría ser la respuesta de la chica.

Solan intentaba seguir los pasos de la chica intentando no retrasarla por sus pequeños pasos. Era consciente de que así se cansaba más, pero también era consciente de que sino lo hacía de ese modo, igual Rose se iría sin él. Y ya había estado lo suficientemente solo como para volver a pasar por lo mismo. Además, ya no debían de andar muy lejos de un lugar seguro.

Fue entonces cuando oyó algo tras de sí, aunque la primera vez no hizo ningún caso. Sin embargo, la segunda vez sonó más fuerte, pero no sabía qué podía ser. ¿Sería otro perro enfadado? ¿O sería alguien que venía a rescatarles? Un amigo de Rose, ¿quizá?... Cuando se oyó el tercer ruido, Solan corrió junto a Rose y se abrazó asustado a sus piernas.

- ¿Qué es eso?- dijo señalando al lugar de donde provenía el ruido que él había escuchado. Miró a Rose a los ojos y los suyos desprendían terror por todos lados.

En fin, hora de seguir adelante.

Igual que él, no quiero estar aquí más tiempo del que deba. Mientras avanzamos, vuelvo a estar atenta a lo que nos rodea. El bosque es peligroso. Los animales lo son. Las personas también. Me preocupan más las personas, pero no le puedo quitar ojo a los animales. Mientras pasábamos por un recoveco del camino, casi le pongo la mano encima a una víbora. Creo que Solan no la ha visto, pero me llevo un susto de muerte, que intento que él no note.

- ¿Ca... canciones? - pregunto, nerviosa, intentando desviar su atención.

Y la mía. ¿Canciones? Es verdad, ahora que me doy cuenta, el chico estaba... tarareando algo. Pero no me había fijado. Era una canción bonita, pero no me ha recordado a ninguna que yo... conociera. ¿Conozco alguna canción? No estoy segura. Tengo la sensación de que sí, pero no la recuerdo.

- No lo recuer... - me interrumpo enseguida. - No, Solan, me parece que no. Pero sigue cantando la que estabas cantando... era muy bonita.

No es un cumplido, lo digo de verdad.

Estoy empezando a oler algo... familiar. Algo que mi mente me dice que no pertenece al bosque. Creo que nos estamos acercando a la ciudad. Podría ser comida, o podría ser...

Me vuelvo de repente.

Solan viene a refugiarse conmigo, y se me abraza a las piernas, y es casi inconsciente ponerle una mano en la cabeza, como para decirle, "Todo va a salir bien". Pero yo tampoco reconozco el ruido. Detrás de nosotros, es suficiente como para que me enerve. Todavía tengo el arco en la mano, y me quedan un par de flechas. Lo tenso con una, mientras retrocedo lentamente.

- Tranquilo - susurro.

No pregunto quién es. Si no quiere que lo sepa, no va a contestar, y si me está buscando, estoy dando mi posición de forma estúpida. Si es un animal, no necesita palabras. Y si realmente no es un peligro, no pasará nada.

Espero.

El niño ve como Rose no hace caso omiso de sus palabras y su terror, sino que la ve preparar su arco, en silencio, esperando que algo pase. Solan cierra los ojos y los aprieta, luego intenta abrir uno de ellos, vuelve a cerrarlos, abre los dos rápido y los cierra de nuevo. Su cuerpecito tiembla agarrado a la pierna de la pelirroja.

En esos momentos no oye gran cosa, parece que lo que quiera que fuese está quieto. Solan abre ahora los dos ojos y mira a su alrrededor, temblando un poco menos. ¿Habrá sido cosa suya? Alza un poco la vista para mirar a Rose. No, no debe de haber sido cosa solamente suya porque Rose ha preparado su arco. Pero, ¿qué pasa entonces?

Solan vuelve a cerrar los ojos de golpe, algo ha tocado su rodilla. Al instante mira abajo, hacia su pierna. Es una simple mosca. El niño tiene demasiado miedo.

- ¿Y si nos va...?

El niño no acaba la frase. Ha vuelto a oírse algo. Y esta vez descubren que es.

Lo que sea se acerca por la derecha de Rose, no a paso ligero, pero se acerca. Solan mantiene sus ojos apretados y en la respiración se nota su miedo. Se oyen silbidos. ¿Silbidos?

- ¡Oh! ¡Demonios!- se trata de un hombre, de unos cuarenta y tantos años. Al verles se le ha caído un hacha de las manos. Solan abre los ojos para ver de quien se trata, pero no se suelta aún de la pierna de Rose.- Vaya, vaya, habéis tardado mucho en...- el hombre se corta y carraspea.- ¿Se han perdido?

El hombre mira fijamente a Solan unos instantes, esperando la respuesta que Rose va a darle. Sonríe de una forma extraña y vuelve la vista a la chica. Solan se suelta de la pierna de Rose, pero no se acerca a ese hombre, no mientras no le de un poco más de confianza. Y presiente que eso va a ser dificil debido a su manera de mirarle.

Un hombre.

Siempre es mejor que un animal salvaje, supongo. Pero, claro, un hombre es ahora mismo de lo que estamos huyendo, o eso creo. Podría ser bastante peor de lo que parece, puesto que está armado, pero el hacha se le cae de las manos en cuanto repara en nosotros.

Instintivamente, me tomo éso como que no es hostil. Puede ser un leñador. Le había apuntado con el arco, pero lo aparto enseguida, apuntando al suelo. No le quito la flecha. Si sucede algo, quiero ser la primera en atacar. Miro a mi alrededor. No parece haber nadie entre los árboles. No tiene por qué ser nada raro. Puede ser un leñador, efectivamente.

- Ho... hola - saludo, tímida, levantando la mano derecha, para lo cual tengo que soltar la cuerda del arco y sujetar la flecha con la izquierda, con todas mis fuerzas. - S... sí, nos hemos perdido. Intentamos llegar a... - ¿Cómo se llamaba la ciudad? - Trinacria.

De las mil y una cosas que una persona amigable podría decir en una situación como la nuestra, no consigo decir más que la menos amigable. Estoy un tanto bloqueada.

- ¿Quién... es usted?

Compruebo que Solan no se ha apartado de mí. Y me alegro. Me daba algo de miedo que, precisamente por desconfiar de mí, se fuese directamente a los brazos de un enemigo...

Ahora que lo pienso; ¿Y si le están buscando a él? Un niño solo, perdido en los bosques...

Ahí está ese hombre, y parece inofensivo. De hecho, Rose ha bajado el arco e incluso le saluda. Solan no va a saludarle, no de momento. Tiene demasiado miedo. Aunque se le ocurren mil preguntas que hacerle... pero no va a abrir la boca.

Observa al hombre con detenimiento. Sus ropa está sucia, muy sucia. En la pierna derecha tiene una gran mancha marrón, parece barro. Tiene una barriga considerable, aunque no tanto como el tío Max. Su cara es rechoncha y no parece haberse afeitado en mucho tiempo. Aunque lo malo es que esa barba le hace parecer aún más sucio. Sus dientes, amarillentos, asoman entre sus labios, pues los mantiene entreabiertos, para ayudarse a respirar. Ve como el hombre se agacha y recoge su hacha del suelo. El niño tiembla y aprieta los ojos de nuevo. Por un momento ha creído que ese señor iba a tirarles el hacha a él y a Rose. Al parecer se equivoca, pues el hombre coloca el hacha junto a un árbol, apoyándola en el tronco de éste.

- Bueno, yo soy... ¡Eh! ¿Es tu hijo?- pregunta con una mueca en su rostro que parece ser una sonrisa.

- ¡No! ¡Ella no es mi mamá! - Ha sido la voz de Solan. "¿Por qué he dicho eso?, se pregunta a sí mismo, asustado. Ha sido casi un grito, un reproche. No había querido hablar, pero lo ha hecho sin querer, ha sido una reacción espontánea. Quizá por el hecho de que se siente perdido, solo y asustado... y, sobre todo, porque quiere encontrar a sus padres.

- Tranquilo, chico, me ha quedado muy claro.- El hombre hace un pausa sin dejar de mirar a Solan. Después, vuelve su mirada hacia la chica. - Así que vais camino de Trinacria, ¿no es así?- Carraspea. - Pero... no parecen llevar mucho equipaje, ¿no es cierto? ¿Conocen a alguien en la capital o es una visita por gusto? Quizá yo podría serles de gran ayuda en su viaje...- El hombre vuelve a mirar al chico con una extraña expresión el rostro, aunque sin perder esa especie de sonrisa.