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Mensaje por Yshara 16/08/09, 11:28 pm

El velo de la noche cae lenta y pesadamente sobre las calles de la vieja ciudad.

El viento agitaba con parsimonia las telas con las que una callejuela se protegía magramente de las inclemencias de un invierno que ya claudicaba, desembocando con rapidez en una primavera quizá más fresca de lo normal. Lloviznaba, una delgada pero copiosa capa de agua que lamía las baldosas del suelo una y otra vez hasta que lo empapaba, y las nubes, de color gris oscuro, habían expulsado al padre Sol del cielo mucho antes de tiempo.

El distante bullicio se extinguía con rapidez. No solo gracias a la fina llovizna, que calaba los mantos con los que se protegían los viandantes, y formaba resbaladizos charcos sobre el irregular pavimento de los barrios bajos. Había, además, un deje de miedo en cada sombra que se cruzaba por detrás de la bocacalle, en cada mujer que apretaba el paso para encerrarse cuanto antes en su hogar. En aquella ciudad, la llegada de la noche no era un buen presagio para nadie.

En días como aquel, la retirada era incluso más rápida, más uniforme. El cielo, encapotado, no dejaba ver el velo anaranjado del atardecer. En días como aquel, cuando la frontera entre la noche y el día era difusa, la ciudad enmudecía en plena tarde, cuando todavía faltaban muchas horas para que se despertasen las lechuzas.

Pero no toda la ciudad quedaba dormida al llegar la noche.

Si seguías el callejón hacia el norte, te encontrarías rápidamente en un pequeña plazoleta medio oculta entre las sombras de un par de casas altas. Seguramente, en otro tiempo había sido un jardín amurallado, tal vez parte de una de las dos haciendas si otrora fueron de mayor tamaño. Ahora, los restos de la muralla eran pavimento castigado por la lluvia; la única muralla que parecía partir del lugar era la que rodeaba un edificio que se alzaba, apartado y discreto, al este de la plazoleta.

La pequeña casucha debía llevar un tiempo abandonada, y el tiempo no había sido magnánimo con ella. Sus paredes aparecían deslustradas, la cal con la que se había blanqueado su fachada amarillenta y resquebrajada en la mayor parte de su superficie. El marco apolillado de la entrada carecía de puerta, y las pocas ventanas que podían verse desde la calle estaban rotas desde hacía mucho tiempo, la madera podrida y las cerraduras destrozadas por el tiempo, que había azotado con la fuerza del viento los batientes hasta reventar los vidrios.

Aun así, aunque fuera una pura ruina, seguía siendo una de las casas de mayor tamaño de los alrededores. Al menos, era la única que tenía un pequeño jardín tapiado en la parte exterior, adornado por los restos macilentos de un olmo que hacía mucho que había dejado de tener hojas. Era un lugar tenebroso, silencioso. Debía llevar mucho tiempo abandonado.

Aunque aquella noche en particular no lo estuviera.

Los ojos de una sombra brillaron por un instante en la oscuridad bajo el viejo árbol, al captar un reflejo de luna a través de un resquicio entre las oscuras nubes. A su señal, un puñado mayor de figuras se deslizaron con poco cuidado a través del húmedo suelo, y penetraron sin ceremonia en el jardín. Se ocultaron con rapidez junto a la tapia y cerca de los restos del viejo árbol, ayudados por sus negros mantos que se sacudían al son de la brisa nocturna, completamente empapados por la lluvia.

Hubo unos instantes de tenso silencio, roto solamente por el sonido de las gotas de lluvia al caer al suelo. Después, una mirada a través de la oscuridad, otra señal. Una de las sombras se adelantó desde la tapia hasta el árbol, al mismo tiempo que otra partía de éste y se adentraba en el jardín apenas unos metros, refugiándose cerca de unos matorrales junto a los que su atuendo negro se camuflaba con bastante acierto.

Hubo un pequeño crujido proviniente del árbol, y fue respondido de inmediato por el silbido de media docena de armas al asomarse fuera de sus fundas, algunas captando pequeños destellos de luna, mientras un montón de ojos se posaban sobre la ágil figura que descendía con rapidez del árbol muerto. La figura que hacía las señales se acercó de inmediato a la recién llegada, y le dio la espalda a la casa mientras indicaba con la mano a la sombra más adelantada que esperase donde se encontraba.

- ¿Qué hay? - preguntó una voz ronca y masculina con sequedad.

La figura recién llegada alzó la cabeza momentáneamente hacia el cielo, sacando la lengua. Sus ojos emitieron un destello rojizo cuando la luna los alumbró un momento. La lluvia no tardó en llenarle la boca de agua lo suficiente como para que pudiera limpiársela.

- Está dentro - declamó. - Está sola.

- ¿Has entrado?

La mujer - su voz era indudablemente femenina - se llevó un dedo de la mano derecha a la nariz, con parsimonia. Sus labios dibujaron una sonrisa bajo la capucha.

- No lo necesito. Está sola.

- Bien.

El hombre levantó una mano en dirección al resto de las figuras, e hizo una seña que todos interpretaron, acercándose a quien la había hecho. Los ojos negros del hombre todavía siguieron fijos en los de su interlocutora unos segundos. A continuación, se volvió hacia quien tenía más cerca.

- Quiero cuatro grupos de dos personas - dijo en voz muy baja. - Que Aileen se lleve a Lobo y que Carson vaya contigo. Inspeccionad cualquier salida aparte de la principal y volved a informar.

La sombra asintió con la cabeza, y casi de inmediato desapareció junto con otras tres figuras. El hombre de ojos negros, la mujer que aún permanecía de pie junto al árbol y otras tres figuras quedaron detrás, de nuevo en silencio. Malzeth Serakas le lanzó una mirada fugaz al único de sus hombres de confianza - los Kaldivia - que aún no había recibido órdenes, y luego contempló de nuevo a la exploradora, aún de pie, junto al árbol.

- Khananeth - llamó, mirando tras de sí. - Llévate a la elfa y vigilad la puerta principal. - ahora sus ojos volvieron a posarse sobre la elfa. - Yshara será la primera en entrar. Espero que esté a la altura de su reputación.

Yshara sonrió.

- Conozco a mi enemiga - musitó con cierta dulzura.

- No demasiado si estás tan tranquila. La mujer a la que perseguimos es peligrosa, no lo olvides. Localízala, pero no te enfrentes a ella tú sola. Y si lo haces, no pongas en peligro a mis hombres.

La risa de la elfa de ojos rojos fue casi imperceptible por encima del sonido de la lluvia. Alzó ligeramente la barbilla, sus pupilas con un leve brillo de desafío. Como si retara al hombre a que la detuviera. Malzeth puso los ojos en blanco, e hizo una seña. El gigantón que se escondía bajo una de las capuchas se alzó de inmediato, pues estaba en cuclillas, y se adelantó hasta el árbol, donde la elfa ya se había vuelto y había avanzado unos metros, hasta esconderse junto a los matorrales en los que Candress se había ocultado unos instantes antes.

- Ten cuidado - gruñó Malzeth casi en el oído de Khananeth cuando éste estuvo a su lado, agarrándole bruscamente por el brazo izquierdo. - Si la cosa se pone fea, usa a la elfa de cebo. Bastante caro nos ha costado contratarla.

Khananeth asintió con la cabeza brevemente, y sus pasos apenas tardaron una décima de segundo en reanudarse. El comentario casi pasó desapercibido, ahogado por la lluvia, mientras Malzeth se dirigía hacia las dos figuras restantes, y se acuclillaba frente a ellas.

- Vosotros os venís conmigo - le dijo a la enjuta figura de una mujer de cabellos negros y ojos color verde oscuro, antes de clavar los ojos en su compañero. - Estás pálido, mago. ¿Estás seguro de que estarás a la altura?
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Mensaje por Kirill 17/08/09, 08:35 am

Sin duda, de haber podido estar más pálido Kirill lo habría estado.

Hacía ya rato que el mago, algo nervioso y, por qué no, preocupado, escondía sus dudas y sus inquietudes debajo de un gesto ceñudo que podía fácilmente pasar por decisión, o irritación ante la imparable llovizna; un gesto muy propio de él que podía convencer a cualquiera que no se fijara demasiado en lo que brillaba en el fondo de sus ojos negros.
Era cierto: en otras circunstancias, el agua no habría sido más que una molestia de la que quejarse, pero aquel día las gotas parecían traerle más cosas de las que se llevaban en su caída. La humedad que le cubría le llevaba una y otra vez al lago helado en el que una vez había caído... y todo lo que había pasado después. Porque, en un sentido, se sentía en un lago helado.

Pero pensar en el pasado no era algo que pudiera permitirse. Súbitamente consciente de esto, Kirill apartó las dudas, levantó la mirada y con el entrecejo aún fruncido comenzó a hacer lo que debería haber hecho desde el principio: prestar atención a su alrededor. Habían llegado a una propiedad en ruinas que Kirill observó con poca curiosidad, más atento a Malzeth y lo que pudiera decir, aunque le resultó imposible captar los murmullos que se deslizaban con la lluvia. Había cosas que no entendía... pero también estaba muy seguro de otras. En su mente, aquella seguridad lo compensaba todo.

- Por supuesto - respondió, y al hacerlo se daba también respuesta a sí mismo; se dió cuenta entonces de que la decisión que había colocado como fachada era sentida -. Mi palidez natural no es algo que impida el uso de mis habilidades. Lo más molesto de todo esto será la lluvia. Y nada más.
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Mensaje por Yshara 17/08/09, 12:24 pm

El hombre de ojos negros asintió con la cabeza, al parecer satisfecho con la respuesta del mago. Señaló hacia la casa con un movimiento del cuello, como incitándoles a que se pusieran en marcha. Luego, se volvió para contemplar el despliegue.

Aquellas personas conocían bien su oficio. No en vano, se les consideraba la élite de la Guardia de aquel decadente reino: Malzeth, como líder de la misma, les había elegido personalmente a todos ellos. No por un deseo ferviente de servir a su señor, ni de ofrecer a la Guardia un grupo que mejorase sus capacidades. Era una carta que el Capitán se había guardado para sí mismo. Malzeth sabía que un día tendría la oportunidad de subir posiciones, y entonces habría necesitado un respaldo mucho mejor que un puñado de estúpidos guardias.

Y ahí estaba su oportunidad, y ahí estaban sus chicos.

Y además de ellos, estaba aquel hombre, Kirill von Skatha o como quiera que se llamase. Malzeth no le conocía y no confiaba en él; si estaba en el grupo era por consejo de la menuda y delgada muchacha de cabellos negros que se escondía entre las sombras junto al hechicero. Tampoco es que el hombre de ojos negros confiase mucho más en ella, pero sabía de magia. Malzeth sabía que iban a necesitar magia. Ciertamente, podría haber prescindido de Kirill, de igual forma que podía haber prescindido de la cazarrecompensas elfa a la que había enviado con Khananeth. Solo que, entonces, tendría que haber expuesto mucho a sus hombres.

- Deberíamos movernos - dijo la joven de ojos verdes con cierta autoridad. - Si dan con ella, será oportuno que todos estemos en...

- Se perfectamente lo que es oportuno - la cortó Malzeth, volviéndose para lanzarle una hosca mirada. - Soy oficial militar. Tú eres una cría. Yo daré las órdenes.

La chica pareció estar a punto de responder durante un instante, pero finalmente se calló. Bajo la capucha de su manto, Kirill pudo ver cómo sus pálidas mejillas se encendían en rojo, y fruncía el ceño, malhumorada. A pesar de todo, calló. Malzeth también esperó la réplica, y pareció decepcionado cuando ésta no se produjo; no obstante, no se detuvo en el pensamiento. Alzó la mano, invitándoles a seguirle.

- Vamos - dijo. - Si empieza un combate, será oportuno que haya magia de por medio.

Sin esperar más tiempo, Malzeth comenzó a deslizarse discretamente entre las sombras, siguiendo el camino que habían tomado Khananeth y la mercenaria elfa, primero hasta el arbusto que había servido de cobijo antes a Candress y más tarde a Yshara. La muchacha de cabello negro se levantó al instante de que Malzeth se hubiera marchado, y le hizo una seña con la cabeza a Kirill para que ambos le acompañasen; mientras tanto, el hombre de ojos negros se aproximó con rapidez hasta la muralla de la casona, y comenzó a avanzar pegado a la pared, encorvado para que su silueta no pudiese verse a través de las rotas ventanas, hasta llegar a las proximidades de la puerta principal.

Allí, entre las sombras, lo único que pudieron vislumbrar fue la figura de Khananeth mal disimulada junto a la pared de la casa. Cuando vio llegar a Malzeth, él hizo una seña a su vez, y la esbelta figura de la elfa apareció desde donde quiera que se hubiera escondido y entró en la casa silenciosamente, seguida de cerca por el hombretón.

- Magia - musitó en voz muy baja el oficial, volviéndose hacia los magos. - ¿Detectáis magia?
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Mensaje por Kirill 17/08/09, 01:56 pm

Frunció el entrecejo al escuchar a aquel estúpido de Malzeth y estuvo a punto de abrir la boca para dejarle bien claro que creerse superior a un mago, aunque fuese aquella "cría", podía resultar una idea desaconsejable. Pero en aquel momento él tampoco confiaba plenamente en ella, y no estaba en situación en la que fuese conveniente enfrentarse a nadie. Podía permitirse sólo con respecto a ella el beneficio de la duda, al no saber con certeza qué la movía... Y debía agradecerle el haberle incluido en aquella pequeña misión.
Le ofreció por ello un cierto apoyo en silencio, un apoyo que quizás se vería obligado a retirar pronto. Le entristeció la idea, pero ella se lo habría buscado.

Asintió con la cabeza al signo de la joven, y la siguió con toda la cautela de la que fue capaz hasta la posición de Malzeth. Todo aquel cuidado, aquellas precauciones, le irritaban. Eran un buen número, con guerreros experimentados, una cazarrecompensas de aspecto temible y dos magos; podrían haber entrado directamente, haberse ahorrado todo eso... Pero - se corrigió a sí mismo -, teniendo en cuenta lo que podía esperarles en el interior de la mansión todas precauciones eran pocas. Y toda aquella premeditación, la sensación de que lo controlaban todo y atacaban por sorpresa, podrían servirle más tarde a Kirill.
Pero a pesar de todo aquello, ¿a qué venía aquella pregunta?

- ¿Qué tipo de magia quieres que haya? - respondió entre cuchicheos apenas audibles y en tono malhumorado, evasivo... Después de todo, era reacio a colaborar, y el hacerlo le parecía casi una traición a sí mismo, y... No, aquello era una tontería. Debía tener en cuenta por qué lo hacía; su única opción era dar una respuesta. Adoptó rápidamente una actitud más sumisa, se concentró un momento y sacudió levemente la cabeza en un gesto de negación: - Nada.

Sintió que aquello era demasiado raro, ¿qué demonios hacía él allí?
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Mensaje por Yshara 17/08/09, 04:37 pm

Nada.

A decir verdad, ni siquiera Malzeth estaba seguro de qué tipo de magia estaba esperando que hubiese. Siempre había tenido la sensación de que la mujer a la que perseguían era una especie de hechicera, pero lo cierto era que no lo sabía con seguridad. Ninguno de los presentes podía saberlo con seguridad, y éso era bastante irónico, porque los nueve la conocían.

Pero claro, éso no significaba que ninguno de ellos la hubiese visto meterse en una pelea. Y aquello, desde luego, era profundamente desconcertante. Sabían que, por el rango que detentaba, debía ser alguien que supiera defenderse. La elfa les había advertido que era muy peligrosa, y la muchacha de pelo negro parecía ser la única que tenía una idea de cómo enfrentársele. Había dicho que les haría falta magia, y de alguna forma ésta aseveración había hecho a Malzeth asumir que se encontrarían con una hechicera en el cénit de su poder. A Malzeth la magia no le gustaba: No la comprendía, y le daba algo de miedo. Había visto cosas lo suficientemente oscuras como para saber que hacía falta precaución para abordar a una usuaria de la magia. De ahí que hubiese nueve personas rodeando lentamente la mansión para capturar, o mejor dicho matar a una sola.

- La precaución nunca está de más - dijo. - Avisadme si detectáis algún tipo de campo mágico. No quiero sorpresas.

La aparición de una figura entre la llovizna a muy pocos metros de él le sobresaltó en mitad de la frase, y le hizo crisparse. Se llevó una mano con determinación a la empuñadura de la espada mientras la sombra encapuchada se acercaba hasta quedar junto a ellos, levantando ligeramente las manos para hacer ver que no llevaba intenciones hostiles. La ténue luz de la luna captó un destello de los ojos miel de la mujer a la que los soldados llamaban Candress, que llevaba los empapados cabellos rubios pegados a la cara.

- Señor, hay una entrada en la parte posterior de la casa - dijo en voz baja, aunque dirigiéndose a los tres. - Carson y Aileen han entrado y exploran el piso más bajo. Lobo ha subido al segundo.

- Bien - contestó Malzeth. - Vamos a entrar. ¿Podéis separaros?

La pregunta fue dirigida a la delgada muchacha de ojos verdes, que sonrió burlonamente como respuesta. Realmente, Malzeth no sabía si los magos debían permanecer juntos por alguna razón o podían separarse para cubrir más terreno. "No tiene ni idea", pensó la muchacha para sí misma.

- No somos siameses - se burló.

Malzeth gruñó, volviendo los ojos hacia Kirill sin prestarle la menor atención a la hechicera. Le señaló con el dedo índice.

- Tú irás con Candress. Subid al segundo piso y buscad a Lobo. Mantenéos en contacto y reagrupáos antes de cualquier ataque. Si encontráis al objetivo, buscad a los demás. Tú, Invierno, ven conmigo.

Sin haber acabado de hablar, con su característica voz ronca y grave, Malzeth se volvió hacia el edificio, y se adentró con pasos cuidadosos a su interior, asegurándose de que desenvainaba su espada fuera, para que la lluvia amortiguase el silbido del acero desnudo. Ocultó el brillo de la hoja bajo los pliegues de su capa, y penetró a través del marco carcomido de una puerta ausente hasta llegar a una sala amplia de cuyo fondo partía una escalinta que se abría hacia los lados para alcanzar una balconada que rodeaba desde el segundo piso el recibidor. Había un pasillo a cada lado, y el hombre observó con cuidado cómo en el suelo aún se encontraban las huellas húmedas de las pisadas de Khananeth, que se dirigían hacia la escalera, y después hacia el ramal izquierdo de la misma.

Alzó la mano, con dos dedos extendidos, señalando a Kirill y Candress, y luego señaló el pasillo izquierdo, cambiando de opinión. A continuación le puso una mano en el hombro a Invierno, y señaló el corredor de la derecha con un movimiento del cuello.
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Mensaje por Kirill 17/08/09, 07:15 pm

¿Avisarle si detectaba un campo mágico...? Kirill rió para sus adentros. Si detectaba algo lo suficientemente extraño se tomaría la molestia de callárselo y de procurar evitar que Invierno le advirtiese de ello. Si la joven a pesar de todo decía algo, le quitaría crédito rápidamente... Sabría cómo hacerlo. Él estaba allí por sus propias razones, y darles pistas a los otros sería... ciertamente contraproducente.
Pensando en esto, asintió con total seriedad a las palabras de Malzeth.

Y por eso no le hizo gracia lo que se decidió a continuación.

No, no eran siameses, pero habría preferido mantener a la joven hechicera a mano, controlada. Por un momento se permitió dudar si aquel hombre habría leído sus pensamientos, pero pronto descartó la idea: era un simple ignorante que en su ignorancia constituía toda una molestia. Malzeth iría con Invierno. Él no se atrevió a abrir la boca para evitarlo.

Penetraron en la casa por la entrada principal, con aquel sigilo, aquellas precauciones. De nuevo a Kirill le importaron poco los alrededores: allí no había nadie, y poca cosa más que una engorrosa bifurcación. ¿Cuántas posibilidades había de que acertara al escoger camino? Los ojos del hechicero se alzaron hacia la escalinata, quedándose entonces fijos en el segundo piso.
Si de él dependiera, iría por allí.

No podía desobedecer a Malzeth, con lo que a pesar de todo esperó tener suerte al dirigirse al pasillo que éste le señalaba. Tampoco le hizo gracia la posibilidad de encontrarse con Caileen o Carson. En cuanto menos gente le acompañara, mejor, y si a continuación iban a reunirse con otro de los perros de Malzeth... Pero al mismo tiempo, si se equivocaba de camino y era el oficial el que llegaba al lugar acertado, en cuanto más de los suyos acabaran con Kirill, menos estarían con el objetivo de todo aquello. El hechicero ya se encargaría de todo...
Permitió que Candress tomara la delantera, aunque tuvo la sensación de que ella no olvidaba estar atenta a lo que Kirill pudiera hacer. Y esperó a que se hubieran alejado lo suficiente por el pasillo... con su arma desenvainada y su magia a punto.
Como todos en aquella derruida mansión.


Última edición por Kirill el 17/08/09, 08:30 pm, editado 1 vez (Razón : corregir error)
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Mensaje por Yshara 17/08/09, 07:52 pm

Los largos pasillos estaban sumidos en las sombras de la noche, y una miríada de sonidos se daban cita en ellos. El chirrido de una bisagra, el crujido de las viejas maderas, el silbido de la brisa al colarse por un agujero en la pared. La lluvia repiqueteando con fuerza en el tejado y colándose a través de las ventanas destrozadas.

Pero aquello solo eran ruidos. Por encima de ellos, se podía palpar la tensión del silencio. Los grupos se esforzaban en avanzar con la mayor discreción de la que eran capaces, y una fantasmal quietud recorría los pasillos, ése silencio extraño que surge no cuando no hay ruido, sino cuando alguien intenta no hacer ruido.

Cubrían la casa con bastante rapidez. La estrategia que seguía Candress, que se movía en silencio con una larga daga en la mano, por delante de Kirill, debía ser la que seguían los demás a lo largo de la casona. La mujer se dedicó a comprobar el espacio puerta por puerta, plantando primero el oído y después abriendo ligeramente las maderas para echar una ojeada en el interior.

Le hizo una seña a Kirill para que hiciera lo mismo en el lado opuesto del pasillo, y a continuación desvió la mirada hacia arriba un momento, clavando los ojos en el techo, antes de proseguir. Las pisadas eran disimuladas, pero se escuchaban con claridad.

Khananeth era demasiado corpulento como para que las maderas medio podridas del suelo no acusaran su peso. Y por eso no le sorprendió que, de pronto, la elfa que le precedía levantase la mano bruscamente, ordenándole que se quedase quieto mientras se aproximaba a una puerta de madera cerrada.

Yshara podía permitirse no escuchar lo que había al otro lado de las puertas. La elfa era la rastreadora más rápida que había en el grupo, gracias precisamente al hecho de ser una elfa. Se tendía con rapidez en el suelo, usando las manos para no hacer ningún ruido, y olfateaba con fruición por debajo del batiente. Sus sentidos eran lo suficientemente finos como para captar...

... algo.

Alzó un dedo, llevándoselo a los labios, mientras se ponía en pie tan silenciosamente como se había tendido. Señaló a la puerta con el pulgar, luego señaló a uno de los lados, mientras desenvainaba lentamente un largo y curvo puñal cuya hoja emitió un breve destello de color verde esmeralda.

- Está aquí - susurró.
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Mensaje por Kirill 17/08/09, 09:04 pm

Kirill asintió a la indicación de Candress y procedió a imitarla. Con el corazón en un puño, abría las puertas una a una esperando encontrar al objetivo tras cada inevitable chirrido de los goznes. Y, al mismo tiempo que espiaba a la entrada de cada habitación, se forzaba a sí mismo a permanecer atento a su provisional compañera, la cual tenía tantas posibilidades como él de acertar en su búsqueda. Tantas como cualquier otra persona en aquella propiedad.
Le resultó extraño saber que lo que para el resto consistía en una colaboración contra uno fuese para él una carrera contra todos.

Del piso superior se distinguían además unas pisadas amortiguadas. Kirill no sabía a cuál de los seguidores de Malzeth pertenecían, y en realidad le importaba poco; lo único relevante de aquello es que aquel leve ruido podía advertir al objetivo.. advirtiéndole y dándole la opción de prepararse o escapar. Pensó esto e inmediatamente se desdijo, sin saber qué pensar. Quizás no era aún suficiente para alertar a nadie, por muy buen oido que tuviera.

Atento ya a las puertas y a Candress, comenzó a prestarle atención también a la regular cadencia sobre sus cabezas, reprimiendo su nerviosismo interior. Aquel suave sonido acompañaba su avance...
Y entonces se detuvo, rompiendo la concentración del hechicero, que ya se había acostumbrado a él. Sorprendido, Kirill abandonó por un momento la búsqueda y casi olvidó a Candress para levantar la vista y fijarla al techo. Frunció el entrecejo en un gesto concentrado, atento a lo que pudiera seguir a continuación... Nervioso y expectante.

Quizás habían dado con lo que buscaban.
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Mensaje por Yshara 18/08/09, 12:58 am

El sonido no había sido suficiente como para alertar a la rubia compañera de Kirill, y su cese tampoco pareció inmutarla. Tras unos instantes de silencio, el leve chirrido de los viejos goznes de una puerta fue el indicativo de que Candress seguía a lo suyo, revisando una puerta más.

El sonido no se reanudó.

Al otro lado del techo, tanto Yshara como Kananeth se encontraban ahora muy quietos, en cuclillas frente a la fatídica puerta tras la cual, según los agudos sentidos de la elfa, se encontraba el objetivo que buscaban. La mujer se deslizó con mucho cuidado por delante del umbral a una seña del hombretón, acercándose hasta que éste pudo hablarle al oído, en voz muy baja.

- Voy a avisar a los otros - le dijo. - Vigílala.

- Espera - musitó la elfa como respuesta. - Está distraída.

El hombre frunció el ceño.

- ¿Qué quieres decir?

Yshara olfateó el aire en dirección a la puerta, poniéndole al hombre un dedo en los labios. Ahora que la tenía cerca, pudo notar que sus orejas vibraban levemente. Estuvo completamente quieta unos segundos antes de volver a mirarle.

- Está frente a la puerta - musitó. - En la pared contraria. Está quieta. Creo que mira por una ventana.

- ¿Cómo puedes saberlo?

- Huele a eucalipto y a tierra mojada - susurró Yshara, algo exasperada. - Y una criatura como ella no puede ocultarme su aura. La percibo como si no hubiera puerta.

Los dedos de Yshara repiquetearon un instante en la empuñadura de un hacha que pendía en el cinto de cuero de Khananeth. El hombre bajó la mirada hacia el arma, pero volvió a mirar a los ojos de la elfa. Estaba seria.

- ¿Quieres que nos enfrentemos a ella en solitario?

- Quiero que usemos el elemento sorpresa - dijo la elfa. - No puedo acercarme más a ella o me percibirá, así que no puedo apuñalarla por la espalda. Pero tú puedes asustarla. Puedes derribar la puerta de un golpe y lanzar tu hacha hacia el otro lado de la habitación, con todas tus fuerzas. Si no la matas, al menos la asustarás.

- Deberíamos llamar a los demás - repuso Khananeth.

Yshara miró en ambas direcciones. En el extremo del pasillo por el que habían venido, había una escalinata. En el otro... no podía saberlo. Pero no estaban lejos del vestíbulo, que era el centro que conectaba todas las alas de la mansión. En ésa dirección señaló con la mano derecha.

- Vendrán al ruido - murmuró. - En cuanto lances el hacha, te marchas y les llamas. Yo la entretendré.

Khananeth miró fijamente a la elfa.

No conocía personalmente a Yshara, pero le habían hablado en alguna ocasión de ella. La mujer se había labrado una cierta fama a través del Reino. Formaba parte de una organización llamada Tenebrae, un gremio de asesinos. De hecho, por lo que la Guardia sabía, se trataba de uno de los miembros de más rango del gremio, si no su líder de facto. Una parte de la mente del hombretón se preguntó por qué una mujer como ella se arriesgaría, ya no a hacer fallar el plan, sino a perder la vida por cubrir la retirada de otro hombre.

No había imaginado que los asesinos fueran capaces de... compañerismo. No era lo que le habían contado. En cierto modo, Yshara le decepcionó profundamente. Sintió que la idea de que la chica pudiera perder la vida reteniendo a su enemiga el tiempo suficiente dejaba de importarle. La pelirroja era... prescindible.

Asintió con la cabeza.

- ¿Estás completamente segura de ésto? - preguntó.

- Completamente.

Las dos figuras se pusieron de pie al instante. Las dagas de Yshara relucieron bajo un ténue rayo de luna que se coló a través de la ventana, antes de ahogarse de nuevo bajo las nubes. La elfa retrocedió, quedándose frente a la puerta, mientras Khananeth se colocaba entre la madera y ella. Los músculos de ambos estaban en tensión, sus miradas torvas, preparándose para el combate. Khananeth necesitaba realizar un tiro perfecto y echar a correr a continuación; justo detrás de él, Yshara necesitaba entrar en la habitación tan pronto como el hombretón se hubiera apartado de la puerta.

Khananeth descolgó el hacha de su cinto y la sopesó un instante. Era un arma maciza de acero, con el mango recubierto de tiras de cuero cosidas para aumentar su agarre. El filo tenía alguna mella y algún resto de sangre reseca. Había sido arrojada muchas veces, y había encontrado muchos blancos. Por su peso, podía partir una cabeza con facilidad. Echó la mano derecha hacia atrás, y luego hacia adelante, calculando la trayectoria del lanzamiento. Luego miró a la elfa por encima del hombro, un segundo, y asintió con la cabeza. Yshara le devolvió el gesto.

El rubio tomó aire con fuerza, hinchando el pecho, y levantó la pierna derecha.

El sonido de la puerta al reventar casi literalmente la cerradura se pudo escuchar en toda la casa, como una explosión repentina en mitad del agudo silencio. A continuación, el silbido del metal al viajar por el aire, y el sonido de cristales rotos. Se escuchó un gemido de sorpresa, y justo después, silencio de nuevo.

Esta vez, la mujer que iba con Kirill no lo respetó más de un segundo.

- Mierda - gruñó, desenvainando una larga espada a la vez que corría hacia el vestíbulo. - ¡La han encontrado! ¡Corre!
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Mensaje por Kirill 18/08/09, 05:49 am

Kirill permaneció completamente inmóvil, casi reteniendo su respiración mientras esperaba que algo ocurriese... que el sonido retomara, que alguien gritara, que el techo se desplomase sobre su cabeza - cualquier cosa. Atento a esto y mezclando en su mente todos los crujidos de aquella vieja casa en su deseo de escuchar algo, por un momento incluso habría olvidado a Caldress, si el chirrido de uno de aquellos goznes no le hubiera alertado.

- Espera - le murmuró, levantando la mano derecha para pedir silencio.

No podría irse sin que ella se diese cuenta, y de todas formas no tenía interés en hacerlo... Había dudado si advertirla de lo que podía estar pasando era una buena idea, pero sólo por un momento. Después de todo, Kirill era partidario de precipitar los acontecimientos, y el irse acercando con ella podía hacer que aquello avanzara por fin...

Pero los acontecimientos no parecían necesitar a Kirill para precipitarse. Una explosión, un silbido cortante, cristales, un gemido. El silencio que se extendió a continuación cubrió al hechicero de incertidumbre; ¿qué había ocurrido? No podía estar seguro, y no quería arriesgarse. No se le ocurrió pensar que el objetivo hubiera muerto; sólo que aquello podía ser un error, y que aún no habían dado con ella realmente. Debía controlarse, mantener la cabeza fría; lo primero era acercarse a mirar, y...

Y Candress salió corriendo. Sus palabras hicieron eco en el hechicero.

A Kirill se le ensombreció el rostro. Al diablo con mantener la cabeza fría. Malzeth, Invierno, la cazarrecompensas, Carson, Caileen, Lobo y aquel gigantón cuyo nombre no recordaba pronto estarían reunidos en el mismo sitio, en el lugar en el que parecía estar el objetivo. Kirill no podía esperar que fuesen sordos y hubieran pasado por alto el estruendo de la explosión y los cristales rotos. "La han encontrado", había dicho Caldress. Sí, alguien debía de haberla encontrado, y si los peores pronósticos se realizaban todos se dirigirían hacia allí. No imaginaba al objetivo huyendo. Y ya eran más que suficientes personas.

El hechicero también salió corriendo. Lo hizo mientras desplegaba su magia y asía su espada, algo perfectamente normal dadas las circunstancias. Lamentablemente para Caldress, el objetivo de Kirill no era el mismo que suyo, y en aquel momento ella le daba la espalda.
Kirill extendió un manto de oscuridad y no puso reparos en recurrir a la espada.
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Mensaje por Yshara 18/08/09, 11:41 am

La oscuridad que envolvía al pasillo ya era considerable antes de que Kirill lanzase su hechizo, pero se volvió de inmediato mucho más cerrada, más opresiva. Delante de Kirill, Candress se detuvo un momento, sorprendida por la repentina densificación de las sombras.

- ¿Qué está pasando...? - preguntó, con un deje de miedo.

Emitió un gruñido cuando sintió el acero penetrar en su carne, y se le escapó un quejido. Gracias precisamente al velo de sombras, Kirill no pudo estar seguro de dónde le había golpeado. Sí que pudo sentir que la espada de Candress caía al suelo, y que la mujer le colocaba una mano derecha sin fuerzas sobre el hombro. Gorjeó mientras caía de rodillas - a juzgar por cómo la mano se deslizó hasta el pecho de Kirill antes de apartarse - y se desplomó.

Si hubiera emitido un grito, seguramente la habrían oído.

Cerca de Kirill, en el vestíbulo, se podían oir pasos. No eran pertenecientes a todos los miembros de aquella pequeña banda, pero al menos tres personas se dirigían a las escaleras a paso ligero. Comenzaron a subir los peldaños con rapidez, y una vez estuvieron en el rellano, desenvainaron las espadas.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó la voz de Malzeth desde la parte superior de la escalinata.

- No lo se - respondió una voz grave y masculina ligeramente por debajo de él. - Ha sido por allí.
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Mensaje por Kirill 18/08/09, 12:14 pm

Caldress no había gritado... aunque, la verdad, a Kirill no le habría importado que lo hiciera. Retiró su espada con un gesto brusco e inmediatamente se dirigió hacia el pasillo del que había venido... pero a pocos metros de su entrada, aún oculto en las sombras, se paró en seco.
Parecía que había calculado mal. Aquel oficial y sus perros se movían de una forma con la que Kirill no estaba familiarizado, y tuvo que tragar una maldición al ver que se paraban en la escalinata en lugar de seguir hacia arriba. No había esperado eso. Ahora, unos cuantos de aquellos imbéciles le cerraban el paso; no todos se hallaban presentes, pero sí los suficientes como para que desembarazarse de ellos fuera imposible. Y le habrían oído llegar. Intuitivamente, y aún sin saber qué haría a continuación, prosiguió su marcha tan sólo medio segundo después de haberla detenido de golpe.

Desde el pasillo a la izquierda de la escalinata se escuchó una respiración acelerada que se acercaba, a la que siguió la visión de un desaliñado Kirill, aún mojado y con su eterno entrecejo fruncido, que se apresuró en alzar levemente cuando vió a Malzeth. Parecía que era a él a quien buscaba.

- ¡He sentido magia! - le anunció en un cuchicheo inquieto, con los ojos brillantes - Un súbito despliegue de magia oscura, arriba, en el corredor de la izquierda. Justo encima de donde estábamos Caldress y yo. Ha ocurrido algo.
Kirill
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Mensaje por Yshara 18/08/09, 12:29 pm

La intervención de Kirill provocó, casi inmediatamente, que tres pares de ojos se clavaran en su figura tan pronto como emergió de entre las sombras. Malzeth, que se encontraba en la parte de arriba del edificio, tenía la espada desnuda, y apuntó con ella al corredor que el mago señaló.

- Muy bien - dijo. - Mucho cuidado a partir de ahora.

Señaló a una de las personas que le acompañaban, una mujer de largos cabellos negros y ojos acerados que blandía una espada y una rodela. Luego señaló a Kirill, y volvió a señalar al pasillo.

- Mago - llamó. - Ve delante con Aileen y protegeos de la magia. Os cubriremos desde atrás.

La mujer se adelantó sin más hacia el pasillo, y el hombre que había hablado antes, un tipo alto y robusto cuyas facciones y larga melena negra podían hacer pensar que era familia de la primera, subió las escaleras a toda prisa hasta quedarse justo al lado de Malzeth. Aileen se asomó al pasillo con la espada en ristre, pero, obediente, esperó a Kirill antes de entrar.

Como los demás, aquel pasillo estaba sumido en sombras. El destello de un relámpago distante reveló, sin embargo, que la tercera puerta de la derecha estaba entreabierta. Era la única que parecía estarlo.
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Mensaje por Kirill 18/08/09, 01:07 pm

Kirill asintió con seriedad, bajando la vista un momento con la excusa de fijarse en los peldaños que pisaba en su camino hacia donde le esperaba Aileen. A penas había sido capaz de reprimir una sonrisa, y por aquellos breves segundos no quiso arriesgarse a mirar a nadie a los ojos.
No podía quejarse: nadie le había preguntado por Caldress... y no había esperado más que que le permitieran ir delante. Ni siquiera se acordó de quejarse por que le llamaran "Mago". Quedarse atrás le permitía siempre atacar por la espalda en un momento de pánico, pero adelantarse tenía sus propias ventajas. Entre las cuales, que podía dejar de preocuparse sin saber qué estaba pasando a pocos metros por delante de él. Y de esta forma se podía decir que tenía controlado a uno de los dos "atacantes" de la vanguardia: a sí mismo. No temía por su propia vida.

Le dedicó una breve mirada a Aileen, considerando qué tipo de amenaza suponía; se lo permitió dando por sentado que ella pensaría que Kirill no acababa de fiarse de ella, y que dudaba de que se tratase de alguien competente.

- Vamos - la instó entonces, como si se viera molesto por la lentitud de la mujer.

La tercera puerta a la derecha estaba entreabierta; Kirill clavó los ojos en ella... y dudó. Pero no, si estaba abierta era por algo. Incluso si se trataba de alguna clase de trampa... a ella iba él también.
Con la excusa de prepararse para defenderlos de la magia (por mucho que supiera que aquel "despliegue de magia oscura" anterior lo había provocado él), se rezagó un poco, puso cara de concentración y movió un poco de aire a su alrededor con cuidado, creando reflejos oscuros, como si estuviera alzando alguna clase de barrera mágica alrededor de ellos.

Confió en que nadie notaría la diferencia ni pondría en duda la competencia de un mago. Por suerte, Invierno no estaba allí.
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Mensaje por Yshara 18/08/09, 05:43 pm

En realidad, los soldados no eran 'lentos', sino más bien cautelosos. Todos ellos estaban bien entrenados. Si nadie había preguntado a Kirill por Candress era porque, de alguna forma, asumían que la rubia buscaría otra forma de acceder al piso superior, tal vez buscando cortarle la retirada a la presa ante la posibilidad de una huída.

Y porque nadie tenía motivos para desconfiar abiertamente de Kirill, aunque no acabasen de confiar en él. Creer que alguien puede entorpecer tus movimientos es una cosa; pensar que ha podido derribar a un aliado, otra muy distinta. De haber estado Invierno con ellos la cosa podría haber sido muy diferente.

Aileen se adelantó con rapidez y empujó la primera de las puertas con decisión, apuntando rápidamente al interior de la vacía y oscura sala con su espada, que emitió un destello azulino. No había nada, y tampoco así en la siguiente puerta, que fue abierta de la misma forma por Carson, con Malzeth cubriéndole las espaldas. La segunda sala era más estrecha, y más profunda, de modo que el hombre de cabellos negros se introdujo para comprobar los recovecos más oscuros.

Entonces, cuando Aileen le hacía señas a Kirill para que se dirigieran por fin a la tercera puerta, se escuchó un nuevo ruido; cristales otra vez. Un golpe fuerte y repentino, el estallido de una ventana. Provenía del piso de abajo, de la estancia que debía estar justo debajo de la que correspondía a la tercera puerta de arriba. Carson salió al pasillo de inmediato, con la espada desenvainada, y miró a Malzeth un instante. Éste asintió con la cabeza, señaló a Kirill y Aileen y luego a la susodicha puerta, mientras se dirigía hacia el fondo del pasillo.

- Revisad todo - gruñó. - Carson, abajo. Corre.

Aileen estuvo a punto de hacer el amago de acompañarles, pero la profesionalidad se impuso cuando la teniente solo había dado un paso. Observó como ambos hombres corrían hacia las escaleras, Malzeth casi saltando por la barandilla, y luego se volvió hacia Kirill con premura, señalándole en dirección a la puerta. Apretaba los puños con fuerza, nerviosa, y se pegó a la pared justo antes de llegar a la puerta, haciéndole al mago una señal para que esperase mientras se asomaba al interior.

La madera del marco estaba apolillada, y se había quebrado con facilidad cuando algo había golpeado el batiente. La hoja de la puerta estaba astillada cerca de la mitad, como si le hubiesen dado una patada, la cerradura desmontada por el golpe. La habitación a la que conducía estaba en penumbra, iluminada tan solo por la leve luz que provenía de una ventana justo enfrente del acceso. Estaba abierta, rota. Aún había cristales en el suelo, y en la parte interior del marco había un hacha de acero clavada profundamente en la madera.

- Dios - murmuró Aileen, abriendo los ojos con sorpresa.

Había algo más en la sala.
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Mensaje por Kirill 18/08/09, 07:02 pm

... ¿Vacía?

No, sin duda las cosas no salían como esperaba. Aquello era al mismo tiempo un alivio y motivo suficiente para aumentar sus inquietudes.

- Quizás ha escapado - murmuró en voz baja, esperanzado y preocupado.

Pero Aileen le prestó poca atención. Kirill se alzó de hombros en silencio y recorrió con la mirada la estancia, pero allí no había nada que pudiera proporcionar suficiente escondite para nadie, ninguna sombra de negrura impenetrable a la que aferrarse.
Malzeth y su acompañante tampoco habían encontrado nada - una suerte, dado que en aquel momento todos se encontraban cerca de dar al blanco, y consideraba a Malzeth el más mortífero de los dardos. Kirill fijó la vista en la entraga a la siguiente estancia, acercándose a ella cautelosamente, sin perder tiempo. A pesar de la oscuridad no le costó darse cuenta del rasgo que la hacía especial. Parecía que alguien la había abierto haciendo uso de la fuerza bruta. A la mente del hechicero acudió el recuerdo de unos sonidos que había escuchado poco antes: el silencio, y antes de eso los cristales rotos... y antes...

Los cristales rotos volvieron a repiquetear de nuevo como si el recuerdo los hubiera invocado, Carson corrió a averiguar qué sucedía, una oleada de pánico sacudió a Kirill. Todo aquello pareció suceder al mismo tiempo, y sólo al segundo siguiente se dio cuenta del por qué de su reacción. Abajo estaba Caldress.
De alguna forma se quedó a solas con Caileen, inmóvil e inútil. Ella penetró en la habitación, y Kirill sintió que quizás la mejor opción que tenía era acabar también con ella... Acabar con todos los que pudiera. De la misma forma que con Caldress, con rapidez y sin dejar lugar para la duda... Estaba decidido, seguro, tranquilo, preparado...
Pero entonces algo lo retuvo. No fue la invocación que se escurrió de los labios de la mujer lo que volvió a dejarle petrificado. Fue lo que ella misma había visto.

Él también los abrió los ojos al identificar lo que tenían delante.
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Mensaje por Yshara 18/08/09, 08:16 pm

Khananeth.

En el centro de la sala, que por lo demás estaba efectivamente vacía, yacía la figura del hombretón, tendido boca arriba sobre un charco de sangre. Los jirones de su capucha no podían ocultar las heridas; le habían abierto la garganta de un lado a otro con un solo corte, muy profundo. Pero no había tanta sangre como debería haber habido; el golpe que le había matado estaba en el abdomen, mucho más abajo. También un corte, similar a una puñalada, que entraba justo por la boca del estómago y estaba recubierto de una sangre oscura y espesa, prueba de que había llegado al hígado. En su rostro había una expresión horrible de desconcierto, y sus ojos abiertos y vacíos miraban al techo como sorprendidos. Tenía la boca entreabierta.

La habitación estaba desierta. Un rastro de sangre se internaba en el cuarto, como si el cuerpo del hombretón hubiera sido empujado con brusquedad desde la puerta, donde habría recibido la primera de las heridas. Había otro rastro más tenue, que se dirigía hacia la destrozada ventana, y desaparecía junto al marco. Un relámpago atravesó la ventana, iluminando de pronto la desagradable escena.

Aileen se acuclilló junto al hombretón un momento, poniéndole una mano en la mejilla. Estaba pálida, le temblaban las manos, y contemplaba el cuerpo tan absorta que casi no pareció darse cuenta de cómo resonaba un golpe seco en la pared de la ventana, como si algo hubiese chocado contra ella por fuera.
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Mensaje por Kirill 18/08/09, 08:55 pm

Kirill se quedó completamente inmóvil, observando aquel cuerpo allí tendido... Le había sorprendido ver así a aquel hombre gigantesco... pero parecía por su expresión que él era el que se había llevado la mayor sorpresa, justo antes de morir.
El hechicero se llevó una mano a la boca para ocultar la risa que comenzaba a sacudir sus hombros. ¿Tan fácil habían creído que sería atrapar al objetivo, matarlo? Podían seguir intentándolo. Ella no necesitaba a alguien como Kirill para encargarse de todos; ahora lo veía claro.

Interrumpió aquella risa que no había pasado de un discreto estado inicial de golpe, súbitamente mucho menos alegre. No, él no tenía por qué estar allí...
Miró a Aileen, acuclillada junto al cadaver, y por debajo de su desprecio sintió algo de lástima por ella. Discretamente, con un semblante ensombrecido más de acuerdo con las circunstancias, se retiró sin hacer ruido y salió de la habitación. Ni siquiera llegó a escuchar el golpe junto a la ventana.

La "amenaza" estaba abajo; Aileen parecía demasiado conmocionada para resultar peligrosa para nadie, y quedarse con ella no le ayudaría. Ante él se presentaban dos opciones. La primera de ellas era continuar con aquel juego del gato y el ratón. La segunda era resolver las dudas propias que albergaba... buscando a Invierno.
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Mensaje por Yshara 18/08/09, 09:54 pm

La teniente Aileen había visto muchas cosas a lo largo de su vida, y de su dilatada trayectoria militar.

Khananeth y ella se conocían desde hacía bastante tiempo. Habían luchado juntos en muchas ocasiones. Los ojos grises de la mujer no podían apartarse de su rostro macilento y apagado, contraído en una mueca de... ¿Sorpresa? ¿Dolor? Ni siquiera pareció percatarse de que Kirill se marchaba. No estaba abrumada por la lástima, ni por la sensación de haber perdido a un compañero. No era muy dada a los vínculos.

Lo que le oprimía eran sus ojos. La sorpresa, el desconcierto que mostraban los ojos de quien nunca había visto vacilar. Si él había encontrado algo capaz de sorprenderle, ¿Qué podían esperar ellos? De alguna forma, podía ver que Khananeth no había tenido la menor oportunidad. Y éso la enervaba profundamente. Retrocedió un par de pasos, cerrando los dedos en torno a su espada, y solo entonces se dio cuenta de que su compañero había abandonado el cuarto. Rezongó un insulto por lo bajo, y miró al suelo. Una línea de sangre se dirigía hacia la ventana. Se le ocurrió que tal vez la elfa que acompañaba a Khananeth había conseguido derribar a la otra mujer, y tal vez a sí misma, y arrojarla por la ventana.

En cierto modo, pensó mientras apoyaba los dedos en el alféizar, comprobando los cristales, éso explicaría por qué una segunda ventana había explotado. La superviviente habría intentado volver a entrar en la casa, o quizás la elfa lo había hecho para llamar su atención. En cierto modo, al asomarse a la negrura de la noche, esperaba ver el cadáver de la mujer pelirroja con la cabeza abierta contra el suelo, o degollada, igual que Khananeth. Los cabellos, empapados de inmediato por la llovizna, se le pegaron a la frente, y entrecerró los ojos intentando escudriñar la oscuridad. Hubo un breve relámpago.

El chillido fue tan fuerte, que seguramente Kirill pudo escucharlo desde el pasillo, incluso si había llegado a estar cerca del vestíbulo.

De hecho, el grito interrumpió bruscamente la conversación que Carson y un hombre de cortos cabellos rubios mantenían justo a la entrada del pasillo del que Kirill había venido en primer lugar. Era un chillido genuinamente desgarrador. Tanto uno como el otro desenvainaron las espadas de inmediato y subieron las escaleras a la carrera, precipitándose hacia el pasillo. Carson iba en cabeza, con el miedo dibujado en las facciones. Se escuchó un grito en la parte inferior de la casa, pero no era un grito de agonía como el que acababa de resonar, sino el indignado chillido de una voz que Kirill conocía bien.

- ¡Volved aquí, estúpidos! - espetó Invierno. - ¡Está jugando con vosotros!
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Mensaje por Kirill 19/08/09, 07:22 am

Prácticamente había llegado al vestíbulo cuando escuchó el chillido. Detuvo su paso tranquilamente y se dio la vuelta hacia la estancia de la que acababa de salir, pero no hizo el menor gesto de ir a desandar sus pasos. Carson y otro hombre, en cambio, le adelantaron a la carrera, y Kirill pensó... "adelante". Probablemente no les serviría de nada; aunque quizás - sólo quizás - si se mantenían unidos y alerta conservarían la vida. Por un rato.

Retomó su camino al mismo tiempo que sonaba la voz de Invierno. Era una suerte dar tan pronto con ella; justamente la estaba buscando. Pero, claro, él habría preferido encontrarla a solas. Y también habría preferido que permitiese que Malzeth y los suyos siguieran en el juego.

- ¡Invierno! - la llamó, descendiendo casi con parsimonia los peldaños de la escalinata uno a uno.

Podía haberse permitido dudas hasta el momento, pero aquella última advertencia de la hechicera a los soldados dejaba demasiado clara su posición. Se dio cuenta de que en aquel momento no tenía nada que decirle; se limitaría a mirarla, y procuraría contradecir sus advertencias.
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Mensaje por Yshara 19/08/09, 12:26 pm

La mujer no contestó a Kirill inmediatamente. Su mirada siguió durante algunos instantes la trayectoria de los hombres que desaparecieron por el pasillo de la parte superior, en dirección al lugar en el que Kirill había dejado a Aileen. Golpeó con el puño uno de los desvencijados adornos de madera que remataban la baranda de la escalinata, con un mohín de rabia. Invierno no tenía mucha fuerza. Sólo consiguió hacerse daño en la mano.

- Estúpidos - murmuró, llevándose la mano bajo el brazo, para luego volver la vista hacia Kirill. - Creía que éstos imbéciles eran profesionales. Hijos de...

- Son profesionales - la voz de Malzeth interrumpió el improperio que estaba a punto de pronunciar la hechicera. - ¿Quieres enfrentarte tú a ellos, mocosa pretenciosa?

- Son una caterva de inútiles - gruñó Invierno, volviéndose bruscamente hacia un Malzeth que emergía del corredor en el que Kirill había abandonado a Candress. - Nunca debí confiar en vosotros, Malzeth. Me habéis fallado. Tus malditos perros van a costarnos a todos la vida, y Nadyssra...

La frase se cortó bruscamente cuando Malzeth, llegando hasta donde se encontraban los hechiceros, le propinó un sonoro revés a la muchacha. Invierno profirió un brusco gemido, la fuerza del hombre derribándola y haciéndole morderse la lengua mientras hablaba. Quedó sentada sobre las tablas del suelo, mirando al hombre de ojos negros con una expresión indescriptible. Malzeth se inclinó hacia ella, y le tiró bruscamente hacia atrás de los cabellos, obligándola a mirarle fijamente a los ojos.

- Escúchame bien, zorra - bramó. - Si hay alguien aquí que tenga la culpa de ésto, ésa eres tú. Tú trajiste a la condenada puta elfa, y me juego los huevos a que fue ella quien la cagó en primer lugar. Así que ten mucho cuidado o Nadyssra será el menor de tus problemas, ¿Me entiendes?

La soltó con brusquedad, casi haciéndola caer del todo al suelo. Invierno protestó, dándole una patada en el tobillo, pero las gruesas botas con remaches de metal de Malzeth detuvieron el golpe. El hombre se volvió hacia Kirill, con el ceño fruncido.

- Candress está herida de gravedad - dijo, muy serio. - ¿Qué pasó?

Los pasos de Carson y de Lobo Blanco volvían al vestíbulo mientras Malzeth preguntaba a Kirill.
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Mensaje por Kirill 19/08/09, 01:23 pm

En cuanto Malzeth soltó a Invierno, Kirill se deslizó entre él y la hechicera, con el rostro impasible y la cabeza alta. No era ningún mago bajito y encorvado, y en aquel momento, erguido cuan alto era, podía resultar algo amenazador a pesar de la expresión vacía de sus ojos.

- Ya es suficiente con tener que aguantar las imbecilidades que sueltas - dijo quedamente -. No es el mejor de los momentos que puedes escoger para enfrentarse a un mago.

Habiendo dejado esto claro, Kirill se permitió un solo segundo de pausa antes de darle a Malzeth la explicación que el oficial le requería:

- Cuando escuchamos aquel alboroto en el piso superior vinimos corriendo hacia el vestíbulo. Invierno tenía razón: tus soldados son unos incompetentes. El gigante ese murió sin tener la más mínima posibilidad, y ahora mismo Aileen habrá muerto por haberse permitido quedarse conmocionada. Dos de los tuyos acaban de correr hacia donde estaba, y me gustará ver cuántos vuelven. Caldress, ya que es ella la que te interesa, iba delante de mí, y en aquel momento estaba tan centrada en lo suyo que, realmente, no me fue demasiado dificil atacarle por la espalda sin que opusiera resistencia.

Dijo las últimas palabras con evidentes segundas intenciones, como si se enorgulleciera de ello. Mentir, mentir, mentir; demasiado complicado, y no lo necesitaba. Comenzaba a aburrirse de aquel juego de engaño y pretensión. ¿Rebajarse a seguirles la corriente para que luego Caldress, con su último aliento, le acusara? No.
Se permitió una sonrisa aviesa antes de retroceder de un salto para apartarse de Malzeth antes de que este decidiera que lo que había dicho Kirill era cierto.

- Pero ella no me necesita para acabar con todos vosotros. Invierno, tengo que hablar contigo - lanzó a toda velocidad, iniciando una retirada por el pasillo derecho -. Procura que ese jodido soldado no te mate.
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Mensaje por Yshara 19/08/09, 02:05 pm

Las palabras de Kirill provocaron un repentino y sorprendido silencio.

Por supuesto, Malzeth no reaccionó de inmediato. La sorpresa, a menudo, tiene el efecto de hacer que el cerebro se "atasque". Cuando, por así decirlo, la línea de pensamiento espera un giro a la derecha y se produce una brusca curva a la izquierda, a menudo hay una parte de la atención que descarrila. El soldado reaccionó, desde luego, pero no a la suficiente velocidad.

Lanzó la mano al frente, para agarrar a Kirill, pero el mago ya no se encontraba a su alcance. Apretó los dientes, indignado, y dispuesto a llevarse la mano a la cintura para cubrir la distancia que les separaba con la hoja de su espada, pero simplemente no llegó a tiempo. El acero cortó sólo el aire, y ante las palabras de Kirill, hubo algo más de lo que el soldado debía preocuparse.

- ¿¿Qué?? - gimió Invierno, pálida de pronto, ante las palabras de Kirill. Volvió los ojos hacia Malzeth y descubrió que los de él ya estaban posados en ella.

- ¿Qué? - coreó él, alzando la voz.

Como quiera que la muchacha seguía derribada, sentada en el suelo y con las manos como único apoyo, su movimiento más básico, más instintivo, fue arrastrarse hacia atrás, fuera del alcance de un iracundo Malzeth que parecía haber mordido el anzuelo, el hilo e incluso la caña. Invierno deseó ser lo suficientemente rápida como para poder defenderse, pero entendió que hacerlo le daría puntos al juego del mago. Hijo de la gran puta, pensó para sí. Mentalmente se hizo la promesa de que, si sobrevivía, desollaría a Kirill von Skatha con sus propias manos.

En cierto modo, Carson le salvó la vida.

Tanto él como el rubio corrían escaleras abajo, tan rápido como podían después de presenciar la escena y oír lo que habían oído. Ninguno de ellos llegó a tiempo de evitar que el mago huyera, pero mientras que Lobo se detuvo junto a Malzeth, Carson siguió corriendo. Se escuchó un crujido cuando sus pesadas botas remachadas de metal pisaron sin miramientos la muñeca derecha de Invierno, arrancándole un grito a la joven, y siguió corriendo hacia el pasillo por el que había desaparecido Kirill, sin detenerse siquiera a escuchar el grito de Malzeth que le instaba a que se detuviese.

- No se va a detener porque se lo pidas - dijo Lobo, mirando a Malzeth. - Aileen está muerta. Apuesto a que la mató el mago. Nos la han jugado, capitán.

- ¿Aileen? - Malzeth apretó los dientes, rabioso. - Mierda. Hijo de...

- Khananeth también está muerto - dijo. - Pero a él debió matarle la presa.

Malzeth se quedó callado. Sus ojos se posaron sobre los de Lobo, luego sobre los de Invierno, que se retorcía de dolor en el suelo, con lágrimas en los ojos, agarrándose la muñeca rota con la mano. El soldado le dió una patada en las costillas, al parecer abandonando sus pretensiones de matarla de inmediato.

- Levanta, zorra - gruñó. - Todavía tenemos trabajo.

Sus ojos se perdieron en el pasillo. Los pasos de Carson, que corría en pos del mago, se perdían en el límite de lo que podía escuchar. Sacudió la cabeza, asumiendo que también había perdido al teniente. Aileen y él habían estado demasiado unidos.
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Creer en el Infierno Empty Re: Creer en el Infierno

Mensaje por Kirill 19/08/09, 03:49 pm

Kirill fue consciente del... llamémoslo "malentendido" en el centro del cual había metido a Invierno, pero por extraño que pareciera lo había hecho sin malas intenciones.

Mientras la hechicera se prometía desollarle vivo si alguna vez caía entre sus manos, Kirill le reservaba una muerte poco agradable a Malzeth como llegase a matarla. Lo que había dicho era cierto: tenía que hablar con ella para averiguar qué pasaba exactamente por su cabeza, y si realmente era una traidora digna del mayor desprecio. Se había llevado bien con ella, y quería estar seguro antes de...
Vale, debía admitir que en realidad debería haber llegado ya a una conclusión. De hecho, poco antes había dado con una. Pero ya la había olvidado.

Él habría querido decir "procura que no te mate por haberme metido en todo este lío sin saber que no tenía intención de luchar a vuestro lado", pero obviamente era demasiado largo para una situación como aquella. Y de todas formas no dejaba de ser cierto que Invierno había metido la pata proponiéndole como mago acompañante. Lo mejor de todo habría sido arrastrar a Invierno con él, pero la hechicera podía resultar peligrosa, y en el momento de huir estaba tendida en el suelo como una imbécil.
En fin, al menos todo eso le permitía ganar tiempo y les confundía aún más. Esperó que Invierno pudiera apañárselas el rato suficiente.

Si lo hacía... igual al final la mataba él.

Por el momento Kirill procuró centrarse más en aquellos que pudieran seguirle. Tuvo que concentrarse en el ruido de las pisadas a su espalda para concluir que se trataba de una sola persona. Era una suerte. No sabía si habría podido con más.
El hechicero frenó en seco, intentando controlar su respiración, y desenvainó su espada. De una patada abrió la puerta más cercana al mismo tiempo que Carson, más rápido que él, se acercaba peligrosamente. No tenía tiempo. Ni siquiera sabía qué hacía, ni qué iba a hacer a continuación.
Sin perder un segundo se lanzó al interior de la habitación a la que - estaba seguro - le seguiría el soldado. Jadeante, el hechicero reunió su energía mágica y volvió a parar en seco para colocarse de cara a la puerta a solo un par de metros de esta, esperando que su perseguidor asomara por el pasillo.

Carson había estado pisándole los talones, y no tardo más que unos segundos en asomar al otro lado del marco de la puerta; Kirill no esperó más y lanzó contra él una de las barreras mágicas cuyo fin hasta el momento había sido defensivo, golpeándolo con fuerza contra la pared opuesta. Esperaba al menos aturdirle o sorprenderle, pues de ninguna forma podía atraparle por suficiente tiempo entre barrera y pared...
Kirill apretó los dientes y recorrió de una zancada la distancia que le separaba de su enemigo, aprovechando la fuerza del impulso para potenciar la estocada que lanzó contra el soldado.
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Mensaje por Yshara 19/08/09, 05:18 pm

Kirill no se equivocaba al pensar que Carson le seguiría. A través del pasillo, a la habitación, al mismo Infierno si hubiera abierto un portal que llevase a sus sórdidos confines.

La expresión del hombre hablaba mucho más que cualquier palabra sobre sus intenciones. Sus ojos brillaban de ira, y sus labios estaban contraídos en una mueca que no ocultaba cómo sus dientes se apretaban uno contra otro. Bajo los gruesos guantes de cuero negro, los nudillos de su mano derecha estaban blancos sobre la empuñadura de la espada. En su ceño fruncido había algo implacable, pero a la vez algo familiar. Si Kirill se fijaba, seguramente descubriría que el rostro del hombre le recordaba demasiado al de Aileen. La misma nariz respingona, los mismos pómulos prominentes...

También descubriría que aquel hombre le miraba con un profundo odio, y no había pensamientos que descubrir a partir de sus ojos. Sólo ira, ciega ira. Carson estaba convencido de que sus manos eran las que habían dado muerte a Aileen, y solo había un sentimiento para corresponderle. Gruñó al verse aprisionado por la barrera, pero se revolvió.

El hechizo no le mantuvo mucho tiempo inmóvil. Kirill estuvo a punto de tener éxito, pero en el último instante el moreno logró alzar la ancha espada, y desviar la estocada del mago, al que superaba en fuerza física. El movimiento fue tan brusco que, cuando lo continuó, guió las espadas de ambos hasta el marco de madera de la puerta, donde las armas se clavaron. Carson lanzó la mano que le quedaba libre hacia adelante, agarrando a Kirill por las ropas, y con tanta rapidez como falta de miramientos, le arrojó al pasillo con fuerza.

De inmediato se volvió hacia él, y levantó la espada mientras se afianzaba en el suelo.

- Voy a matarte lentamente - dijo.

En sus labios no había una sonrisa, sino una expresión terriblemente seria. En otras circunstancias, tal vez habría sonreído, aunque fuera para intimidarle, para hacer ver su superioridad física, o para hacerle ver la situación en la que le había puesto. Porque, le había arrojado en dirección a donde ambos habían venido; de forma que Kirill tenía como opciones pelear con él o volver a donde se encontraban Malzeth, Invierno y Lobo.

Carson no se movió. Como si le estuviera dejando elegir una de ésas opciones.
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