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Mensaje por Tchik 26/09/12, 02:58 pm

La trampilla que conducía al vientre de la barca-con-vela no tardó en aparecer frente a los inquisitivos ojos del Chamán, pero de nuevo, el amable marinero había cumplido con su precavido deber de mantenerlo todo bien asegurado y, como los camarotes, la bodega estaba cerrada con otro de aquellos enormes cerrojos de metal.

Tchik casi se sentía culpable de deshacer el esfuerzo tan dedicado con su magia de Nombre. Sólo esperaba que el Humano no tuviera problemas por sus actos; de ser así, en conciencia, el Nezumi hablaría en su defensa.

Sí, eso haría. Aseguraría que todos aquellos ganchos de metal estaban completamente engarzados antes de que pasara por su lado. Los Humanos que conocía valoraban mucho la palabra dada, ¿no? ¿O eso sólo era aplicable a la de otros Humanos?

Tchik no recordaba aquel detalle concreto, pese a que intentaba recordarlo mientras se colaba en la bodega, tenuemente iluminada (para tratarse de humanos) sólo por una vela contenida en una jaula de metal y cristal. Empezaba a pensar que las jaulas eran un gusto de estos humanos particulares... Mirase donde mirase, no veía más que jaulas como los camarotes.... ¡Qué hospitalarios, hasta con las fuentes de luz! Si no hubiera leído a fondo el Nombre de la Soñadora, no dudaría de sus buenas intenciones siendo tan amables... De hecho, incluso ahora, pensaba que todo podía tratarse de un simple malentendido.

Por desgracia, por lo que sabía de los Humanos, los malentendidos terminaban en Mañana con mucha frecuencia. Por ejemplo, el caso de la Tribu Espinilla-Rota y la Tribu humana del Zorro... ¿Cómo iba a saber el emisario Nezumi que crear un tótem con los huesos que le habían ofrendado los Humanos iba a ser algo tan grave?

Los Humanos podían ser muy poco racionales y demasiado testarudos, concluyó mientras encontraba envueltas en su manta de lana de viaje sus dos espadas envainadas, su Tesoro personal. No tardó en ajustarlas en el cinto de su kimono y se apresuró a remover entre las cajas, pero casi entró en pánico cuando el resto de sus pertenencias no estaban con ellas. (¡Cuántas cadenas de seguridad! ¡Cuántas disculpas que ofrecerle al amable marino!) Tenía que acordarse de preguntar al amable capitán dónde estaban...

En atención a la Chamán, como muestra de respeto, buscó en primer lugar el amuleto que le había descrito, pero en su lugar, encontró el tubo de metal que le había descrito el humano de la tribu del Fénix. O al menos, algo parecido muy sujeto a la pared que le costó no pocos tirones arrancar de la madera. También encontró un par de sables como los que había visto que llevaban los Guerreros del navío a veces en la cadera y otro par de garrotes no demasiado distintos de los que se usaban en su Tribu, esó sí, cubiertos con cristales de colores como los que le dio la Tribu para su viaje y metal-brillante dorado y plateado; por lo demás, por desgracia, aunque había telas muy suaves y chucherías de metal-brillante de las que les gustaban mucho a los humanos, pero nada que fuera a serles de utilidad.

Finalmente, cuando mentalmente calculó que no faltaba mucho para la visita diaria del amable marinero, recogió el magro botín en un saco que hizo con una de las mantas de tela que encontró y regresó junto al resto de prisioneros, esperando que aquellos Humanos no hubieran hecho nada imprudente en su ausencia.

- Tchik ya está-está de vuelta. -dijo cuando entró de vuelta en la sala de los camarotes. - No ha-ha encontrado todo lo que los Humanos pidieron-pidieron, pero ha-ha encontrado esto.- Depositando el fardo frente al Humano del Fénix y extrayendo el tubo de metal frente al enano.

FDI: Tchik ha traído, envuelto en una (ahora destrozada) alfombra persa de la mejor calidad, un par de espadas y mazas, pensados para ser ornamentales más que ser usado en combate y un tubo de acero del tamaño que indicó Heimdall... Pero eso, un tubo que estaba fijado a la pared de la bodega.
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Mensaje por Heimdall 22/11/12, 04:47 pm

El enano daba vueltas por el camarote con las pintas de un león enjaulado, girándose a cada minuto para observar la sombra del rincón, y examinando minuciosamente hasta el último centímetro cuadrado de las paredes de madera. Imposible salir, y aunque no lo fuera él era un ser de tierra y fuego; aire como mucho gracias al carbón y el acero, pero agua ¡nunca! No sabía nadar, ni se iba a molestar nunca en aprender.

Aquella mujer estaba cansada, pero parecía ser una buena hechicera. Sería de ayuda si descansaba, y el caballero era de la misma opinión a juzgar de los cuidados que le prodigaba bajo la seria mirada del enano. Una vez el caballero le explicó grosso modo lo que era capaz de hacer durante la pelea, esa idea cobró más fuerza en su mente: para vencer a un mago no es necesario otro mago si hay un enano con un martillo en sus manos, pero ayuda bastante, pensó. Y más necesaria iba a ser esa ayuda, sobre todo si de todos aquellos míseros seres sólo uno podía ponerse en pie. Maldijo la fragilidad de aquellos cuerpos élficos en su idioma (algo nada bonito para los oídos de quién lo pudiera entender, sobre cierto asno que se apareó con la abuela de todos los elfos) y atendió a la pregunta del caballero mientras la mujer descansaba y el rátido seguía buscando sus cosas. Lo escuchaba con desgana, hasta que le pareció oír "Enanos aquí". ¡Bendita fuera por Moradîn la avería de su máquina, que le hizo estrellarse contra aquella playa! Sus ojos parecían brasas encendidas mientras se acercaba al caballero, exaltado.

-¡¿Enanos?! ¿Más? ¿Aquí? ¡Cuenta, elfo, cuenta ahora mismo, dónde puedo encontrarlos! -sin embargo, tal vez no era ese el momento, ya habría tiempo de hablar de la tragedia de su pueblo, y de la fatal profecía. Soltó los hombros del caballero que había tomado en un arrebato y le hizo un gesto para que no dijera nada-. Luego. Ahora es momento de matar. Basta con saber que yo, soy líder guerrero de mi gente, al otro lado del mar. Honor pelear a vuestro lado, aún siendo elfo.

El nezumi llegó, con todo lo que había podido conseguir. Heimdall acudió presto al fardo, y se tuvo que tirar de las barbas dando un gruñido para no estampar (o intentarlo, al menos) a aquel ser contra la pared. Tenían que llevarse bien, pero tiró el tubo de mala gana, contra el suelo del camarote, y tomó la más contundente de las mazas del fardo, sopesándola con su tacto de guerrero veterano.

-El tubo no sirve. La maza no es mucho mejor, pero romperá algunas cabezas... Cada uno que tome sus armas... Y tras de mí -dijo autoritariamente, sin preocuparse demasiado por si comprendían exactamente sus palabras; seguro que entenderían lo que quería decir.

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Mensaje por Lisandot 06/03/13, 07:51 pm

Tendida en el suelo con su ropa sucia y arrugada y sus largas greñas plateadas en desorden, parecía una muñeca que alguien había arrojado cansado de jugar con ella. La sensación aumentó cuando su espíritu abandonó su cuerpo quedando unido a él sólo por un delgado e invisible cordón de plata, dejando en el piso un pálido cascarón, frío e inmóvil, en el que ni tan siquiera se percibía el ritmo de su respiración.

Liberada de su envoltura carnal, se sentía liberada también del dolor y el cansancio y flotó por unos segundos disfrutando de esa sensación de bienestar, pero el espectáculo de la bodega – un conjunto de prisioneros heridos, sucios y hambrientos – la volvió rápidamente a la realidad; tenía mucho qué hacer y aunque de momento no estaba sujeta a las penalidades de la materia, sabía bien que poder cumplir su misión dependía de las fuerzas que aún tuviera su cuerpo y que si estas se agotaban, le sería muy díficl regresar a él. Ya le habia sucedido alguna vez.

Dejando que el paladín y el enano se entendieran como mejor pudieran, abandonó la bodega atravesando la pared - era magnífico no tener esas barreras – y se dio a la tarea de explorar minuciosamente el barco. Primero revisó cada rincón de la cubierta inferior, donde domían los marineros que no estaban de guardia y danzó en torno a cada uno de los durmientes hasta logar entra en sus sueños y hacerlos tan profundos que ni otro ataque de un kraken pudiera despertarlos, no si ella no lo permitía.

Luego visitó la cubierta superior y las distintas cámaras, la tordilla y el puente y repitió el ritual con cada uno de aquellos que se habían entregado al descanso. No intentó, sin embargo, dormir a alguno de los que velaban, sabía que no tenía la energía suficiente para ello. En cambio, tomó atenta nota mental de la posición de cada uno de ellos y de las armas que disponían y aún se permitió explorar un poco más para ubicar el sitio donde se hallaban sus pertenencias – por discreto y sigiloso que fuera el Nezumi no era invisible y su memoria era corta; serían muy afortunados si lograba cumplir alguno de sus encargos – y así poder rescatarlas con rapidez llegado el momento.

En sucesivos viajes, que abarcaron también las bodegas, pudo encontrar la armadura y las armas del caballero, su bolso mágico, la escama de plata élfica y, arrojada en medio de un batibarullo de cosas, la garra que le había regalado Akira ¡No habían descubierto su poder! ¡Alunroos no sería usado en contra de ellos! El alivio que sintió al comprender eso fue inmenso, pero no impidió que sintiera un aguijonazo de dolor al ver ese objeto, tan valioso para ella, tirado como si fuera mera basura.

El exhaustivo registro a que sometió la nave le hubiera tomado horas a un ser de carne y hueso pero a su cuerpo astral, un ente étereo capaz de desplazarse a la velocidad del pensamiento sin que las barreras físicas pudieran obstaculizar su viaje, sólo le tomó algunos instantes... Ya era tiempo de regresar, aunque hubiera sido necesario no hubiera podido quedarse más... sentía la urgencia de regresar a su cuerpo sin tardanza; el cordón de plata que la unía a él vibraba tenso, como si fuera a romperse de un momento a otro.

Volver a encarnar le resultó difícil – su piel se le resistió como si estuviera hecha de la misma plata élfica que la armadura del paladín – pero logró entrar a su cuerpo antes que el pánico se apoderara de ella. Con un profundo suspiro abrió los ojos y sentándose con cierto esfuerzo - todavía pálida y fría – le informó a Lohengrin lo que había observado.
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Mensaje por Lohengrin 07/03/13, 03:56 pm

Aunque Lohengrin estaba algo familiarizado con los rudimentos del viaje astral, esta era la primera vez que lo veía directamente. Cuando la forma astral de Lisandot salió del cuerpo, notó como este se aflojaba en sus brazos y se detenía su respiración, dejándole con la incómoda sensación de sostener un cuerpo sin vida. Era extraño y preocupante sostener un cuerpo lacio, y el deplorable aspecto de Lis no añadía ningún consuelo a la imagen. Tanto era asi que buscó con su mano una de sus arterias carótidas, para encontrar así un pulso leve, pero constante para tranquilidad del caballero.

Luego, escuchó al Nezumi colarse de nuevo en la bodega y depositar su fardo en el suelo, frente a el y el Enano. No pudo reprimir una sonrisa mientras escuchaba al Enano maldecir en su lengua. Acomodó en el suelo a Lis de la mejor manera que pudo, asegurándose de que estuviera cómoda y pasó a examinar el botín.

Sopesó una de las mazas con desagrado. Sin duda valdría una pequeña fortuna, pero en un combate se rompería tras unos pocos golpes. Más interesantes eran los toscos sables de abordaje, de hoja perfectamente recta, y con una aparatosa cazoleta. A pesar de su mal estado, servirían al menos hasta encontrar algo mejor, así que tomó uno de ellos.

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Cambió algunas palabras con el Enano, y cuando mencionó la existencia de otros de su pueblo, se acercó tanto y con una expresión tan crispada que el caballero se vio obligado a apartarlo de un fuerte empujón. "No soy un maldito Elfo, voto a tal ! Somos Humanos ! " Ya había advertido que Lis no lo era, pero no dijo nada, ya que no estaba seguro de a que pueblo pertenecía ella. "Tenemos que tomar esta maldita nave."

Se volvió hacia Tchick para agradecerle por las escasas armas que había traído. Desde luego era bastante mejor que nada, aunque lamentaba no contar con su propia espada o con el amuleto de Lis. "Escucha. Vamos a tomar el barco, y necesitaremos tu ayuda." Un rápido vistazo a sus armas sirvió para convencerlo de que estaba ante alguna clase de guerrero. Nadie lleva dos katanas al cinto sin saber utilizarlas. "Tendremos que matar a la mitad de los piratas, y dejar que la otra mitad..."

Pero en ese momento notó que la semihada se estremecía levemente primero, y después con más fuerza, uno o dos espasmos más intensos. Dejó momentaneamente la explicación para atenderla, y volvió a tomarla en brazos. Sintió un enorme alivio cuando ella abrió los ojos. "¿Cómo te encuentras...?" Lis, sin responder, le contó atropelladamente que había una veintena larga de marineros en el barco, y ocho de ellos dormidos en un sueño tan profundo que no despertarían. Ni rastro del mago. También tuvo noticia de la localización de sus otras pertenencias.

Buscó con la mirada al Enano y al rátido para darles las nuevas, y elaborar un eficaz plan de ataque que les asegurase el elemento sorpresa, pero Heimdall ya estaba subiendo las escaleras que daban a la escotilla. En Enano golpeó con fuerza las tablas, que se abrieron de par en par, mascullando una maldición, y Lohengrin casi dejó caer a Lis, para tomar el sable de abordaje y correr tras aquel loco barbudo, esperando que el Nezumi lo siguiera también. Fuera, estaba cayendo la noche, y los piratas se afanaban en mantener la direccion del barco.

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Mensaje por Tchik 21/03/13, 09:36 am

El Nezumi arrugó la nariz molesto, poniendo sus manos en la cintura. Primero, el Nezumi había hecho un gran trabajo explorando la bodega, en el proceso consiguiendo que fuera probable que un Humano que había sido muy amable con él hasta el momento (omitiendo el asunto de dejar de hablarle) fuera a recibir más de una reprimenda, y eso para los Humanos que conocía Tchik con frecuencia implicaba que se vieran obligados a darse Mañana a sí mismo; eso sí, siempre y cuando la explicación de Nezumi no fuera a ser suficiente, cosa que Tchik dudaba mucho.

Segundo, aquel Humano de baja estatura pero Gran Nombre había recibido el tubo de metal que le había pedido, sólo para ponerse a dar saltitos y tirarlo a un lado como basura (¿Alguna clase de ritual religioso? Tenía que preguntarlo.). Y por último, cierto era que no había encontrado todo lo que le habían pedido, pero había conseguido algunas armas para que se defendieran.

¿Y ni siquiera le dijeron un "Gracias, Tchik!"? No, no, no, no importaba cuán bueno pareciera su Nombre, aquellos Humanos eran unos maleducados y desagradecidos.

La perplejidad e indignación del Nezumi no hicieron sino crecer cuando le expusieron su plan. ¿Dar Mañana a la mitad de los habitantes de Barca-con-Vela? ¿Sin ninguna clase de miramiento? ¡Aquello era demasiado! Sus ojos brillaron de nuevo sobrenaturalmente observando al Humano que había tomado la espada y al Humano bajito. Tenía que cerciorarse que había visto bien.

- Caballero-Oculto, Portador-de-Martillo-de-Héroe. - dijo usando sus Nombres. - Tchik ayudará-ayudará, como dijo-dijo. Pero lo hará-hará porque ha-ha visto bondad en Soñadora-Doliente. ¡Tchik no está-está contento con traer Mañana sin necesidad!

- Tchik lleva-lleva ya muchos ayeres con estos Humanos y han-han sido muy amables con Tchik hasta Hoy. ¡Tchik está-está convencido de que todo es-es un malentendido! - Con estas palabras y un ágil salto, sobrepasó al Enano en la escalerilla llegando a la carrera a la cubierta de Barca-con-vela el primero. Tchik tenía que intentar al menos evitar el Mañana en la medida de lo posible.

Y la suerte estaba de su lado, el Amable Marinero estaba llegando justo a la puerta que conducía a los camarotes cuando Tchik la atravesó. ¡Sin duda, unas palabras con él y todo se arreglaría!

Entonces, el amable marinero gritó. - ¡La maldita rata intenta escapar! ¡Dad la alarma y matadla! - Y procedió a desenvainar su sable y atacar a Tchik. El corazón del rátido se partió al comprender que los prisioneros tenían razón. Los marineros no iban a querer discutir y arreglar el malentendido. Tendría que adaptarse a las costumbres Humanas....

El desesperado y furioso grito del Nezumi retumbó en el pasillo por el que venían el resto de prisioneros en fuga. - ¡TCHIK NO ES-ES RATA!

Cuando cruzaran la puerta, Heimdall, Lohengrin y los demás se encontrarían con el marinero en el suelo, sangrando profusamente por una enorme herida abierta en su garganta y el blanco pelaje del hocico del Nezumi grotescamente lleno de sangre, mientras el resto de piratas en cubierta se acercaban.
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Mensaje por Heimdall 02/05/13, 12:49 pm

Heimdall se quedó ligeramente impresionado por la brusquedad con la que el caballero había "aclarado" que no se trataba de ningún elfo. Por lo que parecía, no solo no se trataba de una raza diferente, sino que los elfos no despertaban ninguna simpatía en los humanos tampoco, precisamente. Cosa que tampoco era de extrañar, asquerosos esbirros informes y alargados. Después, si sobrevivían a aquello y conseguían poner rumbo a tierra, tendría tiempo de hablar con el caballero sobre eso.

-¡Por Erling el blanco! ¡Por Wulfgaroth! ¡Por Rolf Lengua de oro y Helmar Martillo Sagrado! ¡Por Moradín! -gritó inmediatamente el enano con toda la potencia de su garganta (que no era poca), al ver a la turba de piratas acercándoseles, uno de ellos ya en el suelo. Tenía los ojos encendidos como dos ascuas ardientes y cargó inmediatamente contra ellos, alzando la maza con una mano.

El arma cayó pesadamente sobre la cabeza de uno de los piratas, esparciendo sus sesos grotescamente mientras el hombre caía como un saco al suelo, fulminado. Envuelto entre la maraña de piratas que se arremolinaban a su alrededor, Hemidall trataba de mantenerlos a una prudencial distancia con amplios movimientos del arma y del brazo. No podía ser tan fácil después de todo.

Apretó los nuevos y embistió nuevamente, con el hombro por delante, tumbando a dos que cayeron hacia atrás mientras el enano se revolvía intentando no dar la espalda a ninguno, vociferando terriblemente en su lengua, maldiciendo a la madre de todos los piratas y jurando que no iba a quedar ninguno con vida una vez terminara con ellos, engendros medio élficos de orejas redondeadas tan poco útiles para el trabajo en tierra que habían tenido que ser desterrados al mar.
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Mensaje por Lisandot 03/06/13, 12:34 am

Sabía que había retornado a su cuerpo porque había logrado transmitirle la información adquirida al paladín, pero se sentía como si sólo hubiera encarnado a medias. Estaba pálida y fría y sentía los músculos tan laxos que el más minímo movimiento suponía un gran esfuerzo; hasta hablar le había resultado arduo.

Lánguida, no en total posesión de su cuerpo, pero con la mente clara, esperó la elaboración de un plan en base a la información que había proporcionado... momento que nunca llegó. Perpleja vio como el Enano se lanzaba al ataque, seguido por el Nezumi - ¿no era que se oponía al ataque?, quizás había entendido mal – que pronto lo sobrepasaba y luego por el propio Lohengrin... y súbitamente todo fue gritos y sonido de golpes y choque de metales. Todo sucedió con tanta rapidez que le costo asimilarlo y hasta hubiera creído estar soñando de no ser por las maldiciones del Enano, ella nunca hubiera soñado maldiciones tan expresivas.

Concentrando toda su voluntad logró que su reacio cuerpo por fin le respondiera. Tocaba tomar una decisión: quedarse en la bodega con los que no podían combatir o seguir a los combatientes. Levantándose, miró a su alrededor e intentó evaluar la situación. Todos se veían tan maltrechos como ella – algunos más, otros un poco menos – pero ninguno parecía estar en riesgo vital y ella en nada podía ayudarles a estar mejor, excepto quizás algunas palabras de aliento, no sin sus elementos de trabajo, los que ni siquiera podía soñar de tan cansada que estaba.

Decidió que sería más útil ir tras los combatientes, un sanador siempre es necesario en un campo de batalla y al menos un torniquete podría aplicar si era menester, al menos hasta que recupera su bolso. Su bolso y su garra. Porque mientras avanzaba hacia la escalerilla tras el único pasajero que había tenido los bríos suficientes para unirse al ataque, se hizo el propósito de escabullirse entre los combatientes para ir en busca, al menos, de sus medicinas y de Aluunros, el grifo que Lohengrin pidiera con tanto enfásis.

Sabía que no le iba a resultar fácil, pero confiaba en su pequeño tamaño y en su natural agilidad para lograr su cometido. Agazapada junto a la puerta – con el corazón oprimido ante la visión de los heridos, que ya no piratas a sus ojos de sanadora, aunque consciente de que nada podía hacer por ellos en esos momentos – esperó que se produjera una brecha por la cual colarse.
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Mensaje por Lohengrin 15/07/13, 06:47 pm

Poco tiempo tardó Lohengrin en alcanzar la cubierta. Los piratas, absolutamente tomados por sorpresa, tardaron algo de tiempo en reaccionar. Tiempo suficiente para que tres o cuatro de ellos yacieran muertos a sus pies. Pero no por ello iba a resultar una tarea facil, pues un gran número de piratas había logrado armarse, dispuestos a repeler el ataque con la mayor contundencia.

Un leve crujido alertó a Lohengrin, dándole la oportunidad de mirar arriba y hacia atrás, justo para ver como uno de los piratas, un hombre delgado y menudo, saltaba sobre él cuchillo en mano, desde el castillo de popa, que había quedado a su espalda. Con rápidos reflejos agarró la muñeca del hombre, y recibió el impacto.  La punta del cuchillo apenas entró un par de centímetros en la base del cuello de Lohengrin, quien volteó por encima de su cabezaal pirata, haciendo que éste diera con sus huesos en el suelo. Antes de que pudiera revolverse, un certero mandoble segó su vida sin más.

En medio de toda aquella confusión, era necesario tomar el barco cuanto antes. Si bastantes piratas morían en un corto espacio de tiempo, los supervivientes se mostrarían mucho más dispuestos a rendirse, pero aquello requería velocidad y decisión.

Corrió hacia el centro del barco para tomar posiciones junto a sus compañeros, sin tiempo para evaluar la situación en detalle. Por todas partes se escuchaban gritos y golpes, e incluso el silbido de alguna flecha. Alguien tenía un arco o quizá una ballesta, lo cual no era una buena noticia para nadie. Sus compañeros de defendían bien, y resolvió atajar esa amenaza lo antes posible. Pero no pudo ser, pues al pasar cerca del Enano, uno de los atacantes que lo rodeaba se dió la vuelta y cargó hacia él.

Se trataba de un enorme y musculado humanoide de piel grisácea, con feos colmillos y cubierto de tatuajes y escarificaciones. Portaba un enorme machete de guerra, de aquellos que se llamaban de pico de loro. Lohengrin se agachó justo a tiempo de evitar el primer golpe que lo hubiera decapitado. La hoja del arma se clavó en el palo mayor, pero el caballero no tuvo tiempo de aprovechar esa ventaja táctica, ya que tuvo que darse la vuelta para repeler el ataque de otro pirata con una certera estocada en su hombro, pero que lo dejó expuesto a una brutal patada del semiogro que lo envió contra una de las bandas del barco, recibiendo un fuerte golpe en la cara. El semiogro recuperó su machete y se abalanzó hacia el caballero para terminar el trabajo, profiriendo insultos en su oscura lengua. Lohengrin rodó por el suelo para evitar los demoledores golpes mientras buscaba un arma casi a tientas, retrocediendo muchos metros hasta casi la entrada de la bodega donde había estado prisionero antes.


Cruce de caminos II - Página 2 Machete1


Pero al parecer las estrellas debieron alinearse en favor de Lohengrin, ya que puso la mano sobre la empuñadura del cuchillo con el que había sido atacado minutos antes. Aún desde el suelo, pero con un rapidísimo movimiento, asestó una mortal puñalada en la ingle del semiogro, que lo hizo sangrar profusamente. Luego, quiso la fortuna que un virote de ballesta dirigido a él mismo impactara en la espalda de su oponente. Precioso tiempo ganado, que el caballero empleó sabiamente para meter el cuchillo en la garganta de su adversario, hasta la empuñadura. Con un desagradable gorgoteo, el gigante cayó sobre las tablas de la cubierta, rojas ya de tanta sangre como estaba corriendo sobre ellas. Con el machete del ogro ya en sus manos, miró de nuevo a su alrededor, buscando tanto un nuevo objetivo, como a sus improvisados compañeros, el rátido y el Enano. Tomar el barco no sería facil, y aún era necesario localizar tanto al oculto ballestero como al mago. "¡¡¡Ballesta!!!" , alertó con un grito a sus compañeros, mientras se limpiaba el sudor y la sangre de su cara, suya y de su enemigo, apretando los dientes y mascullando una maldición.
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Mensaje por Tchik 03/10/13, 09:41 am

Lo que estaba haciendo iba en contra de sus instintos, y sin duda, si el Jefe se enteraba, Tchik iba a tener que responder a más de un rapapolvo. Tchik no estaba luchando por Tribu, ni eran esbirros del Sin-Nombre. Su instinto le decía que debía huir y esconderse, salvar su Sueño para cumplir la misión que tan importante era; y no sólo para Nezumi, sino también para Humanos y Serpientes...

Era muy frustrante. ¿Por qué los Humanos tenían que ser tan complicados, excéntricos y adheridos hasta el fanatismo en sus costumbres? Dar Mañana a medio barco. Qué complicado. Qué desperdicio de Sueños de la Tribu a la que pertenecieran...

Pero Tchik estaba atrapado en el ritual, del lado de unos Humanos que habían sido poco amables con él, luchando contra los que sí habían sido amables... pero su bando tenía una Chamana... Y su Nombre, aunque triste, era luminoso. Debía ayudarla, ¿no?

Los Humanos no tenían sentido. Esa fue su conclusión mientras escuchaba al Humano bajito clamar los nombres de sus Ancestros mientras combatía, y el Caballero-Oculto no tardó en unísele con sus gritos de "Ballesta!". ¿Qué tenían que ver los del Despertar? Tchik, sin duda, no iba a llamar a un Trascendido. Era capaz de aparecer, y con una misión el Nezumi tenía bastante...

Las dos hojas del rátido giraban a la misma velocidad que su mente iba de una idea a la siguiente. Al Amable marinero, no tardó en unírsele un compañero en el suelo, con un fuerte golpe en la nuca con la base de la empuñadura de su arma que lo mandó al Despertar de cada noche. El siguiente, se encontró con la otra espada del rátido hundida en sus entrañas en el giro que hizo a continuación.

Mientras buscaba al cuarto para dejarlo inconsciente y seguir dando Mañana exactamente a la mitad, preguntándose cómo lo haría de tener un numero impar de habitantes la Barca-con-Tela, una flecha-corta se clavó a sus pies, errando el disparo por un afortunado paso a la derecha en el último momento por parte del Nezumi. Tchik erizó el pelaje, mostrando sus dientes en su hocico aún embadurnado en sangre del Amable Marinero buscando con sus ojos acostumbrados a la escasa luz al arquero; pero lo único que encontró fue a un Humano sentado en una de las ramas que estaban sobre las telas donde empujaba el viento, con una extraña cerbatana decorada como si fuera un pequeño arco una de sus bocas, cargando otra de esas flechas-cortas.

Con agilidad ratonil, envainó el daisho con un floreo y se escabulló del siguiente marinero que se acercó a él, corriendo hacia el árbol que crecía en medio de la Barca-con-Tela, comenzando a trepar gracias a sus zarpas de ratón a buena velocidad dibujando una espiral en torno al tronco para evitar que el Humano pudiera darle con su cerbatana. Iba a ser complicado solucionar esa pelea sin dar Mañana, pero Tchik tenía que intentarlo; era su pensamiento mientras se ponía en equilibrio sobre la rama corriendo hacia el asustado Humano que ya cargaba el cuarto disparo, que un acrobático salto en el sitio evitó que se clavara en el cuerpo del Nezumi y se perdió como los otros tres anteriores.

El siguiente salto, en cambio, no fue en el sitio, sino contra la cabeza del Humano, golpeándole con un codo entre los ojos; pero tal y como el Nezumi se temía, el Despertar le hizo perder el equilibrio y sólo el que el Tchik le sujetara evitó que se precipitara hacia Mañana sólo...

...Al sujetarlo, el Nezumi le acompañaba en su caída gritando, mientras liberaba uno de sus brazos para desenvainar de nuevo el wakizashi y hundirlo en la tela, buscando un modo de frenar su caída; con un moderado éxito, ya que aunque la caída sonó contundente, no fue nada que las flexibles articulaciones del rátido no pudieran absorber.

- ¡Malditas costumbres Humanas!- Se lamentó en voz en grito mientras dejaba al Humano dormido en el suelo y desenvainaba la pareja de su espada para buscar al siguiente que dar Mañana
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Mensaje por Heimdall 02/11/13, 06:33 pm

Entre la luz que le embotaba la vista, los gritos de los piratas, el entrechocar de los aceros y sus propios gritos de guerra, el enano no hubiera recibido la advertencia del caballero ni aunque pudiera superar la barrera más evidente: el idioma. Era como un toro acorralado, herido aunque no de gravedad en el hombro diestro, dispuesto plenamente a matar o ser matado. En realidad, a que ambas cosas sucedieran a la vez.

Con un siniestro crujido, la caja torácica de uno de los piratas se hundió bajo el peso de la maza. El hombre cayó teatralmente de rodillas con una expresión sorprendida y el mentón resbalando sangre que descendía sus labios antes de dar con sus huesos -más bien pulpa, ahora- en el suelo. El enano aprovechó de inmediato el impulso de su salvaje embestida para escabullirse de los cuatro piratas que lo habían acorralado contra la borda.

Cargó primero contra él un gigantón barbudo, armado con una hachuela de abordaje de cabeza gruesa y mango corto. El enano esperó en guardia, y en cuanto el filo del acero bajaba contra su cabeza el mango de la maza se interpuso en él, partiéndose en el acto la madera recubierta de pan de oro. El enano soltó el ahora inútil palo y asestó un cabezazo al barbudo. Ambos cayeron al suelo forcejeando y rodando por la cubierta, el enano agarrando la muñeca de la diestra del hombre para que no pudiera atacarle con el arma. Llegaron contra la otra borda, y el hombre mordió los nudillos de su adversario con el objetivo de liberar su mano. Heimdall respondió mordiéndole una oreja con un grito furioso, que voló unos segundos después en arco hasta caer con un "plof" que nadie de ellos oyó, en las olas. El hombre aflojó el arma en su grito lo suficiente para que el enano se la arrebatara, y tras unos instantes no gritó más.

El enano se levantó, blandiendo el hacha que acababa de tomar de su enemigo caído. Alzó la mirada desafiante hacia el castillo de proa, que tenía delante. Y allí estaba, con un puño cerrado y el entrecejo fruncido en una crispada expresión de concentración, murmurando palabras extrañas mientras hacía símbolos arcanos con la mano.

-¡¡Por Moradín!!

Pd: El conjuro se lo dejo a uds, los admins y másters Very Happy
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Mensaje por Lisandot 02/02/14, 08:07 pm

Se le encogía el corazón cada vez que veía a sus compañeros recibir un ataque, pero hizo un esfuerzo por dominar su tribulación e intentar cumplir su propósito. No iba a ser nada fácil, la cubierta era un verdadero pandemónium en el que las maldiciones del Enano – que comprendía a la perfección- llegaban nítidas a sus oídos y, se daba cuenta ahora, no podía confiar en su agilidad para salir con bien de la empresa. Le faltaban las fuerzas para ser ágil y el miedo, que solía poner alas en sus pies aunque estuviera desfalleciente, tampoco la impulsaba esta vez. Y no era porque no estuviera asustada, era porque su temor le aconsejaba volver a la relativa seguridad de la bodega  que acababa de dejar y tenía que emplear toda su fuerza de voluntad en seguir adelante.

Si no podía correr, podía reptar y eso fue precisamente lo que hizo.  En punto y codo, tratando de ser lo menos conspicua posible, fue eludiendo cuerpos caídos, hasta llegar a una de las bordas para continuar su marcha apegada a ella, alejándose del combate que se desarrollaba en el centro.

Avanzaba, cobijada por las sombras de la creciente noche, hacia el tambucho que permitía llegar hacia las bodegas de las cubiertas inferiores – lo que su viaje astral le había mostrado -  cuando el mago hizo su aparición en el castillo de proa. Al oírlo se detuvo un instante, sobresaltada y giró para verlo, pero al mirar su mano trazando aquellos signos siguió avanzando con toda la rapidez que podía, resbalando y golpeándose en la borda cuando el barco escoraba, enterrándose astillas en las manos desnudas, mojándose, embreándose…  pero sin detenerse . La espoleaba la esperanza de que si lograba llegar a las cubiertas inferiores antes que el conjuro hiciera efecto, quizás podría salvarse y ayudar a sus amigos luego.  

Cuando el conjuro hubo sido pronunciado, todo pareció congelarse por una fracción de segundo. Y luego, con un leve crujido las maderas de la cubierta -  las tablas del piso y los palos de la arboladura – comenzaron a desprenderse de sus sujeciones y cobrando súbita vida, se incorporaron al combate. Mientras las tablas se enroscaban cual serpientes en brazos y piernas de los contendientes para inmovilizarlos, los mástiles los golpeaban sin tregua ni misericordia.
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Mensaje por Lohengrin 21/04/14, 04:50 pm

El tosco machete resultó ser pavorosamente efectivo en manos de Lohengrin. Con amplios movimientos de su nueva arma se abrió paso, de nuevo hacia el centro de la cubierta, esperando hacerse una idea clara de la situación. Momentáneamente, estaba solo, y aprovechó para tomar aliento y limpiarse el sudor y la sangre que cubrían su cara. De todos sus compañeros, el Enao era el más ruidoso y facil de localizar.

Allí estaba, en pie, bramando en su idioma, con una montaña de cuerpos mutilados a sus pies, manteniendo a raya a un grupo de tres piratas. Lisandot a su derecha, pegada a una de las bordas y arrastrándose sobre su vientre como una culebra, sin apenas ser notada en medio de aquella orgía de sangre. ¿Y el rátido? La respuesta llegó rápida, cuando un nuevo cuerpo cayó pesadamente a sus pies, el vigía, que aún se aferraba a su ballesta. El nezumi descendió tras el, y tan pronto como puso pie sobre las tablas, nuevamente desapareció de un salto, los cielos sabrían dónde había ido...

¡El mago! Ese era, sin duda, el mayor peligro, y allí estaba, sobre la cubierta de popa, mascullando algo entre dientes. Podrían estar condenados si terminaba de formular su conjuro. Viendo la ballesta a sus pies, tomó una decisión rápida. Arrojó su machete hacia el grupo de piratas que estaba conteniendo el Enano, hiriendo a uno de ellos y haciéndole perder pie. Y tomó la ballesta del suelo, afortunadamente cargada. Aunque era capaz de armarla y dispararla con cierta efectividad, la bamboleante cubierta del barco no era el mejor lugar para ejercitar su puntería. De modo que el virote surcó el espacio entre él y el mago, dando a clavarse en su pantorrilla. El hechicero se retorció de dolor ante el impacto, pero desgraciadamente el conjuro ya estaba en marcha.

Un espantoso crujido anunció el siguiente horror. Los palos del barco cobraban vida, al igual que las tapas de regala, que se agitaban como serpientes, al tiempo que la mesana y el palo mayor, cual monstruosos ents, la emprendían a golpes con todo lo que tenían a su alcance, amigos y enemigos por igual. Vio a uno de los palos golpear a un pirata y lanzarlo por los aires al agua. Era una amenaza para la que no estaban preparados, y sin duda podría significar su fin si no daban una pronta muerte al mago.

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Mensaje por Lohengrin 10/10/15, 12:56 pm

Epílogo




Como un Ent monstruoso se había alzado uno de los palos del barco, golpeando por igual a piratas y aliados, al mismo que tiempo que las tapas de regala, transformadas por deseo del mago en largas serpientes de madera, atacaban sin tregua, una y otra vez.

Lohengrin, momentáneamente desembarazado de sus enemigos, vio como una de ellas perseguia a Lisandot, que seguía reptando por el suelo de la cubierta. LA banda ya estaba rodeando su cintura y levantándola en vilo, cuando sin dudar un instante, aún herido y cubierto de sangre como estaba, saltó Lohengrin sobre ella, agarrándola sobre lo que hubiera sido su cuello y clavandose algunas astillas en las manos. La larga tira de madera se revolvió, aflojando la presa sobre Lisandot y enroscándose en torno al caballero, inmovilizándolo y apretándolo poco a poco. Tosió sangre al sentir la banda de madera presionar sobre sus costillas, pero vio por el rabillo del ojo como una Lisandot, ágil como un gamo y sin duda empleando sus últimas fuerzas, se colaba dentro de la bodega que había visto en su sueño astral.

Al mismo tiempo el monstruoso Ent creado a partir del palo mayor se movía sin rumbo por la cubierta, separando a Heimdall de los tres piratas que lo rodeaban, pero sin atacar a ninguno de ellos. Parecia revolverse y perseguirse a sí mismo, pero era al Nezumi a quien intentaba alcanzar. Tchick, con sus dos espadas en las manos y saltando ágilmente, conducía a su antojo a la criatura, alejándola de unos y de otros, mientras trataba de leer su Nombre para tornarla de nuevo a su ser normal.

En ese momento Heimdall, el poderoso guerrero Enano, viéndose solo, cargó contra el mago con un atronador grito de guerra, "Por el Martillo de Moradin" embistiéndolo con todo su peso, de tal suerte que tropezaron contra una de las bandas, cayendo ambos por la borda, pero solo se escuchó un único chapoteo, seguido de un torrente de maldiciones por parte del Enano. Milagrosamente, Heimdall había logrado agarrarse al borde de uno de los ojos de buey del barco, mientras el mago se precipitaba hacia las negras aguas, con el cuello roto por el impacto con Heimdall.

Muerto el mago, el hechizo quedó roto. Se detuvieron los extraños seres en que se habían convertido las maderas del barco, y no tardaron en quebrarse, convertidos en un montón de serrín y astillas. Tan solo cinco piratas quedaban vivos después de aquello, dos de ellos muy heridos. Pero ya sin enemigos sobre la cubierta, viéndose victoriosos, rodearon a Lohengrin con sus armas, dispuestos a darle muerte.

Pero en aquel preciso momento, se escucho un estruendoso graznido desde lo alto de los cielos. Un majestuoso grifo de color negro, Allunros, descendió velozmente, y se posó sobre la cubierta, desafiante, mientras una Lisandot a punto de desfallecer salía por la abertura que daba a la bodega, apoyándose en su marco con grandes dificultades, con un tímido y vacilante esbozo de sonrisa en su rostro, a pesar de sus muchos golpes y contusiones. Sostenía en su mano ensangrentada el amuleto en forma de garra, bien alto y a la vista de todos.


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Sobrecogidos por el temor a la vista de la majestuosa criatura, los piratas rindieron sus armas, suplicando a Lisandot por su vida, y postrados de rodillas ante ella. De esta manera fue tomado el barco. Entre improperios, Heimdall fue izado de nuevo a bordo con una gruesa maroma, y tras recuperar el grupo todas y cada una de sus pertenencias, más un razonable botín en forma de oro y joyas, arribaron en pocas horas a las cercanías de Kuzueth.

Lohengrin consideró más sensato tomar uno de los botes, y acercarse furtivamente a la costa, protegidos por la negrura de la noche, y desembarcar en absoluto silencio, dejando el barco y a los piratas a cargo de los otros supervivientes.

Cuatro sombras se despidieron en un callejón, partiendo cada una en una dirección distinta. Confiaba Lohengrin en que sus precisas indicaciones llevarían a Tchik hacia Tres-Islas-que-son-Una, y confiaba también en volver a encontrarse con Heimdall en el futuro, de nuevo como aliados. Con una promesa de eterna amistad a la luz de la luna llena, partieron unos y otros.


FIN
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